En la primera parte analizábamos seis de lo que calificábamos como enemigos de la RSE. En
esta segunda parte la completamos con los siguientes siete y hacemos un
balance de las contribuciones positivas y negativas. Para guiar la lectura, es oportuno recordar
que se están enfatizando los aspectos relativamente negativos para llamar la
atención y destacar la necesidad, por ende, mayor, de estimular la adopción de
prácticas responsables.
7.
Primer nivel de la dirigencia empresarial
Por el primer
nivel nos referimos al Consejo o Junta Directiva y a la oficina del
consejero delegado o presidente o CEO.
El lector habrá leído y oído centenares de veces lo crítico que es el
apoyo de la alta gerencia para la estrategia e implementación de la RSE. Es cierto, pero ello no quiere decir que esas
manifestaciones sean suficientes, ya que a veces al mismo tiempo la menoscaban.
Claro está que esto varía de empresa a empresa, y es muy diferente entre las empresas
que cotizan en bolsas de valores, que tienen operaciones en varios países y
empresas familiares o de menor tamaño. Para
algunas es un mensaje a la “galería”, para otras es una llamada a la acción
para el resto de la empresa.
El principal
problema con este nivel es que a veces los hechos no coinciden con los dichos,
hay un gran trecho.
Muchas veces su apoyo explícito a la responsabilidad empresarial se hace porque
la empresa necesita que sus stakeholders lo crean, pero no
pasa de ser un ejercicio de retórica.
El verdadero apoyo se ve cuando este grupo dirigente hace suya esa
responsabilidad y discute y aprueba sus estrategias, establece los mecanismos
de monitoreo y control, los incentivos adecuados, y asigna los recursos humanos
y financieros necesarios para ello.
¿En qué
sentido son enemigos? Como en los casos anteriores, cuando se crean las
expectativas que luego no se cumplen, expresiones de apoyo sin acciones de
respaldo, que llevan a la desilusión y frustración por parte de los niveles
inferiores de la empresa y llaman la atención de los stakeholders
activos sobre las incongruencias. Ello le da un mal nombre a la
responsabilidad y les da legitimidad a las acusaciones de insinceridad. El caso opuesto, positivo, es cuando algunos
de esos dirigentes son también líderes externos a la empresa. abogan también por
una responsabilidad a nivel del sector industrial al que pertenecen y hasta a
nivel del mismo país. Por ahora son
pocos los consejos que están capacitados para liderar y gestionar la
responsabilidad (ver Paradoja de los consejos: ¿Mujeres si,
competencias en sostenibilidad no?). En muchas empresas es posiblemente el nivel de
gestión que mayores carencias tiene en este sentido, cuando las
expectativas son de que sean los líderes.
8.
Segundo nivel de la dirigencia empresarial.
Por segundo nivel
nos referimos a los dirigentes de departamentos funcionales, como
finanzas, legal, mercadotecnia, relaciones públicas, etc. También en este caso haremos algunas
generalizaciones, pero con el objeto de llamar la atención, no para decir que
siempre son verdaderas. Y aunque no las
listamos en orden de “enemistad”, sí en orden de impacto potencial (no los
cubriremos todos para no alargar la discusión, solo para dar una idea). En lo que sigue veremos que gran parte del
problema de la “enemistad” es un problema de subculturas empresariales
contrastantes (ver Cultura empresarial para la
responsabilidad).
Comencemos con
los gerentes financieros. Suelen ser los principales enemigos internos de la
RSE ya que su principal responsabilidad es asegurar el financiamiento de la
empresa, su continuo acceso a recursos financieros, para lo cual necesita tener
liquidez, solvencia y rentabilidad. Además, son corresponsables con la alta
gerencia, por la asignación interna (presupuestos de gastos e inversiones) de los
recursos financieros a las diferentes unidades de la empresa y de las
relaciones con dos grupos de stakeholders con mucho impacto, los
inversionistas y los acreedores. Suelen
estar educados y tener una subcultura de gestión basada en la gestión eficiente
de los recursos financieros, que en algunos casos traducen como la maximización
del beneficio. Por estas razones
juegan un papel crítico a través de la diseminación dentro de la empresa de esta
subcultura de eficiencia financiera y mediante la asignación de recursos a
actividades relacionadas a la RSE. Son
muchos los que consideran que estas actividades son un gasto sin
beneficios. Y esos dirigentes están “programados”
para la consecución de beneficios financieros en el corto plazo. Por su poder, es necesario que sean uno de
los principales aliados de la RSE, pero puede ser difícil por los contrastes
culturales, aunque hay que reconocer que poco a poco la visión de estos
gerentes se está ampliando. Algunos llegan a considerar el argumento
empresarial de la responsabilidad (ver ¿Cuál es el argumento empresarial de la
RSE?), aunque no el
argumento moral.
Los gerentes
de los departamentos legales también tienen un papel critico en la
responsabilidad empresarial ya que son responsables por la determinación de
los riesgos legales de esas actividades y el cumplimiento de las legislaciones
y regulaciones correspondientes. Así
como los anteriores son frugales, estos, en general, suelen ser profesionales
de formación conservadora. Ello puede llevar a las empresas a no tomar acciones
que puedan implicar riesgos legales o reputacionales, independientemente de los
beneficios. Estos están “programados” para ver los riesgos. Adicionalmente suelen revisar las comunicaciones
externas a la empresa, en particular los informes de sostenibilidad, donde suelen
“censurar” afirmaciones que puedan comprometer a la empresa. De allí la reticencia de muchas de informar
sobre acciones con impactos negativos, percibidos, reales o potenciales y a
establecer metas o adquirir lo que pueden parecer como compromisos, que eventualmente
puedan convertirse en riesgos legales o reputacionales. “No digas nada que
no sea obligatorio decir” parece ser el lema (ver Abogados se interesan por la información
sobre sostenibilidad: Buenas y malas noticias). En el ejercicio de sus responsabilidades de proteger
a la empresa pueden limitar la asunción de responsabilidades ante la sociedad y
su reporte.
Los gerentes
de mercadotecnia (o desarrollo de negocios) tienen la responsabilidad de estimular la demanda
de los productos y servicios de la empresa y una de las maneras es exaltar
los beneficios y minimizar los defectos o problemas. En esto se puede ser responsable y hacerlo
con toda honestidad, sin embargo, no es muy común en la práctica. Se usa la propaganda para exagerar los
beneficios y ocultar los problemas. Se usan las tecnologías de información para
desarrollar y enfocar los mensajes, lo que es principio parece lo lógico para
aumentar la demanda. El problema surge
cuando la información que se recaba es usada para manipular las decisiones de
los consumidores o clientes, llegando en algunos casos a la decepción. Es
también común ver la promoción para estimular demanda por bienes y servicios
que el cliente no necesita o no tiene la capacidad de adquirir. El objetivo es hacerle creer al cliente
que no puede vivir sin ellos. Estos esfuerzos pueden llevar al greenwashing,
a hacer los productos más económicos, reduciendo su efectividad, la calidad,
durabilidad y la seguridad que ofrecen, contrarrestándolo con propaganda. Esto conspira contra la responsabilidad
del producto o servicio. Algunos exhiben
una subcultura de aprovechamiento del consumidor o cliente, no persiguen su
bienestar, los consideran instrumentos para el logro de metas.
Los gerentes
de relaciones públicas (relaciones institucionales, gestión de la
reputación, etc.), tienen la responsabilidad de presentar a la empresa en su
mejor imagen posible y muchas veces ello quiere decir operar en el borde de la
honestidad informativa, y como en el caso de la mercadotecnia, exaltar las
virtudes y esconder los defectos, ahora a nivel de la empresa. No hay nada de malo con gestionar la
reputación, pero esta no debe ser el fin de la gestión, debe ser el resultado
de la responsabilidad empresarial (ver los artículos ¿Se puede manipular la reputación?: El efecto aureola y ¿Reputación como fin o como resultado de la RSE?). Estos profesionales suelen tener
una subcultura de “dorar la píldora”, de ensalzar. Pero como en el caso
de la gerencia financiera, esta es una función que está evolucionando, actuando como mecanismo de doble
vía, no solo promoviendo la imagen de la empresa hacia el exterior, sino
además proporcionando retroalimentación de lo que la sociedad necesita de la
empresa para mejorar esa reputación. La función tradicional era la de pulir
la imagen, ahora suele ser de crear una imagen, y ojalá que una realidad, que
refleje las expectativas de la sociedad.
Con estos ejemplos
el lector puede hacerse una idea de lo contraproducente que puede ser para la
responsabilidad empresarial las subculturas engranadas en las diferentes
funciones de la empresa. No hace falta extenderse más. Como ejercicio el
lector podría pensar cual es la subcultura de un departamento como el de producción
(calidad, costos, etc.) y deducir en qué medida pueden ser enemigos de la
responsabilidad.
En todos los
casos, su actuación e impacto sobre la responsabilidad depende de la cultura
general prevaleciente en la empresa, reflejada en los incentivos, explícitos e
implícitos, monetarios y no monetarios, que enfrentan los profesionales.
- Docencia, formación, académicos, y revistas
académicas
Las instituciones
académicas y los académicos son uno de los principales propulsores de la
responsabilidad empresarial al desarrollar materiales didácticos, cursos,
seminarios, talleres, casos, entre otros para la creación y diseminación del
conocimiento. ¿Cómo es posible que sean enemigos de la responsabilidad? Consideraremos
tres grupos: instituciones académicas acreditadas, instituciones de
desarrollo profesional e investigadores académicos y sus cómplices, las
revistas académicas.
En el primer
caso, en especial las escuelas de negocios y de economía pueden calificarse
como enemigos porque siguen basándose primordialmente en el modelo de
gestión basado en la primacía de los intereses de los accionistas, en contraposición
a los stakeholders, y en la eficiencia económica por encima de la justicia
social. Esta es una generalización falsa como todas las generalizaciones, pero
tiene un gran componente de verdad en un gran número de esas instituciones. No
obstante, hay que reconocer que la tendencia en las escuelas de negocios es
hacia una consideración del impacto de las actividades empresariales en la sociedad
y en el medio ambiente, aunque todavía de una manera marginal, opcional, no
como parte integral obligatoria de cada asignatura (ver por ejemplo Responsabilidad en la enseñanza en las
escuelas de negocios
del 2009, viejo pero vigente). Pero
las de economía no consideran otros criterios de asignación de recursos que no
sea la eficiencia económica (salvo en cursos muy avanzados, que no toman los
dirigentes empresariales). Y estas son las instituciones que mas influencia
tienen en la formación de los dirigentes empresariales.
En el segundo
caso consideramos las instituciones de desarrollo profesional, algunas
adscritas a universidades formales pero un gran numero son gestionadas por
empresas de consultoría, no reguladas ni sujetas a supervisión independiente. Están son las que pueden ser enemigos. En
general imparten cursos relativamente cortos, por ejemplo, diplomados, muchas
veces de manera virtual. Es muy posible
que tengan buenas intenciones, tratan de satisfacer una demanda, pero sus
incentivos suelen ser monetarios, operando en un ambiente competitivo, lo que las
lleva a ofrecer cursos cortos y económicos, y por ende superficiales, para
que estén al alcance de sus clientes que suelen ser personas relativamente
jóvenes o que no pueden dejar el empleo para atender cursos más rigurosos. Ello suele traer como consecuencia de que los
que los tomaron se consideran “expertos”, como comentábamos en el enemigo número
2. ¿Quién certifica estos cursos y acredita el “título”? ¿Qué valor tiene el
“diploma”, la “certificación”? Cualquiera puede emitir una acreditación
profesional, no hay controles sobre este segmento del mercado.
Lo menos que
deberían hacer estas instituciones es enfatizarles a los alumnos la complejidad
de la gestión empresarial, el valor de la experiencia en la gestión y lo mucho que
todavía no saben, que no son todavía autoridades en la materia.
El caso de la
“enemistad” con la responsabilidad empresarial de algunos investigadores académicos
sobre responsabilidad empresarial en ese tema es muy poco discutido. En
principio promueven la responsabilidad al investigar y publicar sus resultados
sobre múltiples aspectos. Pero el problema es que sus incentivos son contraproducentes,
suelen ser el avance de sus carreras para lo cual muchas instituciones
académicas requieren publicaciones en revistas especializadas, reconocidas por
su rigor teórico, no por su relevancia. En su carrera por las promociones
hacen investigaciones que son de interés a lo sumo para sus colegas. Su
audiencia son ellos mismos. El objetivo es publicar, no es promover la
responsabilidad empresarial. Para poder
publicar en esas revistas deben diferenciarse y buscar algo nuevo, estimulando
la producción de “investigaciones” cada vez más abstractas y menos aplicables, divorciadas
de las necesidades cotidianas de las empresas y sus stakeholders. El
imperativo anglosajón del “publish or perish” (publicar o perecer) se ha
extendido a las instituciones académicas de habla hispana y para colmo
publicando en revistas académicas en inglés.
Y el colmo es que
siendo expertos en responsabilidad empresarial no asumen su responsabilidad
ante la sociedad, casa de herrero cuchillo de palo. Porque es la sociedad la que ha cubierto parte
de su formación profesional y sus remuneraciones, a través del pago de impuestos generales y específicos para la educación
con los que el estado ha financiado las escuelas, colegios y universidades
públicas y privadas, donde se ha formado y donde trabajan. Y aún más, en algunos casos la investigación
específica que llevan a cabo se financia con recursos públicos. Su
responsabilidad ante la sociedad requiere que avancen el conocimiento que
beneficie a la sociedad, no solo a sus intereses personales.
Y las revistas
académicas son cómplices.[1] Saben que los investigadores las necesitan y se
aprovechan de ello, que les “regalan” su trabajo a cambio de promover sus
carreras. Las revistas obtienen mano de obra cautiva de costo cero, que las
necesitan como el pez necesita el agua. Investigaciones
que han sido financiadas por la sociedad le son vendidas a las bibliotecas virtuales
del mundo y a los usuarios. Esto representa una transferencia neta de recursos
financieros tangibles de la sociedad a empresas privadas con fines de lucro,
que para colmo dificultan la diseminación del conocimiento. Y no es algo menor. Hay más de 30.000 revistas
académicas en total que generan cerca de US$30.000 millones de ingresos anuales. Solamente en EE. UU. las instituciones
académicas gastan más de US$2.500 millones en suscripciones. Estas cifras incluyen
todo tipo de investigación, muchas de las cuales si asumen su responsabilidad
ante la sociedad, como por ejemplo la investigación médica (para mayores detalles
ver La responsabilidad social de los
investigadores en responsabilidad social).
- Medios de comunicación
Es conveniente distinguir
entre los medios de comunicación general, tipo periódicos, revistas y
televisión, los medios especializados y las redes sociales. Los primeros son enemigos porque, en
general, hacen una cobertura superficial de la responsabilidad empresarial, con
un sesgo hacia las “buenas noticias” sobre las empresas. No son muchos los que se atreven a reportar malos
comportamientos empresariales, salvo en casos catastróficos, como por ejemplo
de gran impacto ambiental o social. En
estos medios puede haber conflicto de intereses ya que algunos de sus ingresos
provienen de ese sector empresarial, sobre todo en el caso de la
televisión, llevando a algunos a publicar suplementos o segmentos especiales con
casos favorables de empresas, patrocinados y a veces con información
suministrada por ellas mismas, pero sin enfatizarlo, lo que puede engañar a los
no conocedores.
En gran parte
son enemigos por omisión, por no reportar los comportamientos irresponsables.
Sin embargo, hay que destacar que hay progreso en este sentido y muchos
periodistas se están especializando en el tema, especialmente en los aspectos
ambientales y en particular sobre el cambio climático, y recientemente sobre la
pandemia, sobre los positivos impactos sociales que están teniendo muchas
empresas. Pero sería deseable que un stakeholder con tanto poder
contribuyera más proactivamente a la responsabilidad de las empresas.
Con el creciente
interés en la responsabilidad empresarial, se han ido creando y
desarrollando medios especializados en responsabilidad empresarial, mayormente
virtuales, aunque han surgido algunas revistas impresas. En general estos
medios, por su razón de ser son promotores de la responsabilidad, pero también
hay algunos que en el afán de ser financieramente rentables y congraciarse
con sus principales fuentes de ingresos (anuncios), otorgan premios a empresas y
empresarios y publican números especiales con “casos” sobre las empresas
patrocinantes, escritas por cuenta suya, que no son otra cosa que publicidad
disfrazada. Al dorar la píldora, son enemigos
por comisión (cómplices de greenwashing, conflicto de intereses) y por
omisión (como los medios generales).
Y las redes
sociales tienen la gran ventaja y desventaja de tener pocos controles. Es el medio más idóneo para denunciar
irresponsabilidad y poder contribuir a la mejora de la responsabilidad
empresarial al focalizar esa información en la “red de interesados”. Pero al
mismo tiempo, por la libertad de comunicación, pueden hacer mucho daño si
diseminan información no veraz. Son
la principal fuente de fake news.
Qué fácil es diseminar información buena y mala, urbe et orbi,
via Facebook, Twitter, WhatsApp, Instagram, etc. con un click. De la misma manera permite a las empresas
diseminar sus logros, pero también a promover su greenwashing. No hay
controles, ni los debería haber en estos temas, pero la autorregulación es muy
deficiente y la responsabilidad social de las redes sociales deja mucho que
desear. Son amigos y enemigos de responsabilidad simultáneamente.
- Gobiernos/reguladores
En teoría los gobiernos y sus reguladores deberían
ser los grandes amigos de la responsabilidad empresarial ya que, en principio,
tienen objetivos comunes, ambos persiguen el bienestar de la sociedad. ¿Como son enemigos? No es que estén en
contra de la responsabilidad empresarial, que puede ser un buen complemento
a su acción social y medioambiental, sino que no están a favor. Son enemigos
por omisión, pero no por ser indiferentes, sino por no cumplir con sus
responsabilidades (ver La responsabilidad del sector público ante
la sociedad donde las
analizábamos). Una de sus principales
responsabilidades en este sentido es aprovechar su gran poder como agente
económico, el mayor comprador de bienes y servicios del país, para favorecer a
las empresas responsables y dar el ejemplo.
Aunque esto está mejorando en algunos países, sobre todo en aspectos de
género y algunos temas medioambientales, la gran mayoría todavía tiene como criterio
para seleccionar a los proveedores el de mejor precio y en el mejor
de los casos usar aspectos de responsabilidad como secundarios. La Directiva 2014/24/EU de la Unión Europea permite introducir consideraciones
sociales y ambientales en la selección de proveedores (artículo 67.2). Si
bien la evaluación se debe llevar a cabo en base al precio o costo, usando
criterios de costo-eficiencia, puede incluir las relaciones precio/calidad, que
podrá incorporar aspectos cualitativos, sociales y ambientales.
Otra de las
responsabilidades de los gobiernos que dejan que desear son las relacionadas
con la promoción de la responsabilidad empresarial de manera proactiva,
vía educación, diseminación de buenas prácticas, incentivos, etc. En algunos países se ha creado consejos asesores
para consolidar la acción del estado y coordinar con el sector empresarial, algunos
con mayor impacto (Chile, Costa Rica) que otros (España).
Y una de las más
importantes responsabilidades es la relacionada a la regulación y
legislación de las actividades empresariales. Los gobiernos tienen la
responsabilidad de proteger a la sociedad de las prácticas irresponsables de las
empresas para lo cual pueden y deben emitir regulaciones que las prohíban y
penalicen. En general todos los países tienen legislaciones ambientales y laborales
para prevenirlos. Pero en esto hay que
tener mucho cuidado en no coartar la innovación y creatividad. Estas regulaciones suelen estar diseñadas
para “el más malo”, por lo que suelen ser restrictivas para las empresas
responsables, quitándole los incentivos para ir más allá de acuerdo con las
necesidades del contexto en que operan y sus posibilidades. Hay que recordar
que responsabilidad no es solo “no hacer el mal”, que suele ser el sesgo del
regulador, es también el hacer el mayor bien posible. Debe regularse lo básico, lo que podríamos
llamar lo “no negociable” pero dejar el resto a su criterio, claro está actualizando
las leyes a medida que sea necesario.
Algunos países y
regiones han emitido leyes generales de responsabilidad empresarial (ver
¿Se debe legislar la RSE?: El intento
valenciano), que
tienen sus ventajas y desventajas y pueden llegar a ser hasta contraproducentes. Pueden llevar a un comportamiento de mínimos,
cumplir, pero no ir más allá de lo que exige la ley. El mensaje se
interpreta como que si eso es lo que pide la ley, eso es lo que hay que hacer,
nada más. Por ejemplo, algunas leyes o regulaciones exigen un gasto mínimo en
RSE (¿inversión social?), sin entender que la responsabilidad empresarial no es
cuestión de gasto, es de comportamiento.
El resultado es que las empresas imputan todo lo que pueden a esa cuota
y no van allá de cumplir (para detalles ver Obligación de gastar en RSE: ¿Es efectiva?). Conspiran contra la responsabilidad
empresarial entendida en su sentido más amplio.
Y también se
pierden oportunidades de tener impacto. Por ejemplo
el Código de Buen Gobierno de
España que establece lineamientos para el comportamiento de las empresa que
cotizan en bolsa promueve la maximización de beneficios, hace un saludo a la
bandera en temas de responsabilidad empresarial y pierde buenas
oportunidades de hacer una contribución positiva (ver los artículos Revisión del Código del Buen Gobierno:
Modernización fallida y el adendum Participación de la mujer: Una omisión,
una recomendación).
- Los detractores de la RSE
Este grupo de
enemigos a lo mejor tendrían que estar en la primera posición, pero es que
tiene sus virtudes ya que por ser enemigo es amigo (¿paradoja?). Nos referimos a los que creen que la
empresa solo tiene responsabilidades ante sus dueños o accionistas y que
consideran que los recursos empleados en mejorar el medio ambiente y las
condiciones de los demás stakeholders son un malgaste de recursos, a
menos que ello afecte directamente y en el corto plazo las finanzas de la
empresa.
Suelen ser personas
y medios muy vocales y persistentes en sus ataques a las empresas y dirigentes que asumen una responsabilidad
ante la sociedad, y sobre todo contra aquellos que quieren hacer una contribución
positiva, más allá de la que hacen sus negocios ordinarios. Presionan a las
empresas, a través de los mercados financieros, que les suelen ser afines,
y a través de medios especializados para que desistan en esas actividades,
muchas veces con éxito. Y enseñan en
escuelas de negocios las desventajas de esa responsabilidad empresarial,
promoviendo la maximización de los beneficios financieros. Ejemplos de estos detractores los hemos analizado
en muchos artículos, algunos de los más recientes son ¿Valoran los accionistas los beneficios a
la sociedad? El caso Danone, Friedman, The Economist y la perpetuación
del pasado y El papel de la empresa en la sociedad: Por
qué The Economist y Warren Buffett están equivocados.
Pero estos mismos
detractores terminan siendo amigos de la responsabilidad por la ley de
acción y reacción. Sus férreas oposiciones
provocan reacciones que aglutinan y estimulan a los amigos de la
responsabilidad. Si los amigos no
tuviéramos enemigos como estos seríamos complacientes y no haríamos los
esfuerzos para rebatirlos y avanzar, aprender de sus críticas y tratar de
cambiar el comportamiento de las empresas.
Pero esto, a diferencia de la física, no quiere decir que la acción
encuentre una reacción igual y opuesta.
Muchas veces los detractores tienen mucho más poder o energía y el
balance es negativo. Y los amigos solemos
ser indiferentes, y a veces impotentes, como comentaremos a continuación.
- Y todos nosotros…….
Last but not least, todos nosotros. Nosotros somos consumidores, funcionarios,
empleados, dirigentes, transmisores de información, votantes, suplidores,
miembros de la comunidad, etc. que no solemos ejercer nuestra responsabilidad de
estimular la responsabilidad empresarial. Por comisión u omisión somos sus
enemigos. Si como consumidores no premiamos
a las empresas responsables y castigamos a las irresponsables, si como
funcionarios nos hacemos la vista gorda, si como empleados no presionamos a la
dirigencia, si como dirigentes somos egoístas, si votamos por políticos
enemigos de la protección social o del cambio climático, en general si somos
indiferentes, mal podemos esperar que las empresas y gobiernos seas
responsables. Claro está que hay algunas
empresas que son responsables porque sí, pero en general ellas también necesitan
que los empleados y la sociedad les responda. Así como nosotros necesitamos
estímulos e incentivos para algunas acciones, las empresas, colecciones de personas
y procesos, también los necesitan (ver una más amplia discusión en el
artículo Responsabilidad de la Sociedad Civil ante
la sociedad, donde
por sociedad civil entendemos todo lo que no es gobierno ni empresa, o sea el
resto, no solo las instituciones formales, sino también nosotros, los miembros
de esa sociedad).
Bueno, a lo
mejor no somos enemigos, pero la matamos con nuestra indiferencia.
¿Quién es
responsable de la responsabilidad?: Yo.
¿Se me olvidó
alguno? A lo mejor el
lector ha identificado a alguno más.
II. Con enemigos así ….. hay necesidad de
muchos amigos
Pero nobleza
obliga. También hay que destacar las contribuciones positivas de todos estos
enemigos, en mayor o menor grado. Hay que balancear.
Toda esta
discusión no es para abogar por el cambio de comportamiento de los “enemigos de
la RSE”, sería ingenuo. Cada uno tiene su cultura, sus incentivos a los que responde,
que guían sus acciones. Pero
son enemigos. ¿No tiene remedio? Es
inevitable que cada uno persiga sus propios intereses, así como es difícil que
las empresas antepongan las necesidades de la sociedad a sus intereses financieros,
también es difícil para estos “enemigos”, (¿o mejor los llamamos stakeholders?),
que antepongan los intereses de la sociedad a sus intereses particulares. Y en esto es de tener en consideración que no
es fácil ni hay consenso sobre cuáles son los intereses de la sociedad, lo
que está sujeto a múltiples conflictos.
Lo que se quiere
destacar es la necesidad de conocer lo que estimula su comportamiento para,
en la medida de lo posible, en el largo plazo, estimular la parte con la que
son amigos. Los grupos no son homogéneos, no todos sus miembros atentan
contra la responsabilidad empresarial, contienen gran número de “amigos”.
Repetimos que
el objeto de la discusión ha sido destacar la necesidad de entender las
actuaciones con el fin de que la dirigencia de las empresas y todos nosotros
tomemos medidas, ya sean para compensar (enfatizar aún más las positivas), ya
sean para contrarrestar (minimizar el impacto de las negativas).
Y después de
esta larga lista de “denuncias” ¿me quedan amigos?
[1] Hay que destacar tres grandes
tipos de revistas, las legítimas y de elevada reputación, de editoriales
como Elsevier y Springer entre otras, a
las que nos referimos aquí, las abusivas, que son otro negocio diferente, un
engaño (ver Guía para detectar revistas depredadoras,
secuestradoras y megadepredadoras) y que no vale la pena considerar, y las revistas
publicadas o patrocinadas por escuelas de negocios, como el IESE o el ICAE, que
suelen tener como público a los estudiantes y dirigentes empresariales y buscan
la aplicación del conocimiento, que si permiten la responsabilidad de esos
investigadores.