domingo, 9 de junio de 2019

El Pacto Mundial se hace trampas al solitario: Falacia e ilusión


Los hombres creen fácilmente lo que desean. Julio César, 100-44 AC


I.                Introducción

En el artículo anterior, ¿Hay progreso (real) en la implementación de los ODS? analizábamos el progreso en el logro de los ODS a través del análisis de una reciente encuesta entre expertos en sostenibilidad y reportes preparados por la ONU y otras instituciones.  Tanto la percepción revelada en la encuesta como los datos sobre algunos indicadores coincidían en que la implementación, en general, se encuentra muy retrasada, con progreso relativo solo en algunos países más desarrollados. Esto en gran parte alimentado por la falta de información confiable sobre los indicadores que supuestamente deben medir el progreso. Del análisis también surgió la imposibilidad de lograr los ODS tanto por la vaga definición de los objetivos y sus metas como por el esquema institucional y de asignación de responsabilidades en que se desenvuelven, que no es conducente a la acción y sí estimula la retórica.

Esta situación de atraso contrasta con la gran difusión, la ubiquidad de las discusiones sobre los ODS, el interés mostrado por todo tipo de instituciones, sobre todo las periféricas a la acción que se benefician de ese interés (ONG, empresas de consultoría, instituciones académicas, el Pacto Mundial, etc.).  Si se atiende a la retórica parece que hay gran progreso, pero si se atiende a la realidad sobre el terreno, se constata el gran atraso.  Hay mucho progreso entre los que hablan y muy poco entre los que hacen.   Y aun el sector privado, que según sus reportes aparece contribuyendo, es más imputación de actividades pasadas que actividades nuevas, incrementales, originadas y dirigidas a los ODS, es más apariencia que impacto (ver ¿Contribuyen las empresas a los ODS o los ODS a la delusión por las empresas?).
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II.             Trampas al solitario

Uno de los principales promotores de los ODS es el Pacto Mundial de la ONU, que ha adoptado la Agenda 2030 (los ODS) como parte de su mandato, además de promover sus 10 Principios.  En uno de sus boletines (ver el boletín mensual del Pacto Mundial) dice:


“….. se reconoce que no se están logrando las transformaciones necesarias ….. se necesitan entre US$5 y US$7 billones (o trillones en inglés) anuales, lo que comparado con las inversiones actuales arroja una brecha de US$2,5 a US$3 billones anuales. Esta brecha se cerraría si se destinara un 3% del PIB mundial o 1% de las inversiones en títulos valores al logro de los ODS…….”.

Estas aseveraciones contienen una falacia y una ilusión, como comentamos a continuación. 

Es de notar que un estudio del Fondo Monetario Internacional es más específico, más claro, y más realista. Dice:

“….para alcanzar los ODS clave se requieren inversiones anuales adicionales del 4% del PIB en los países desarrollados y del 15% para el país en desarollo promedio….” (énfasis añadido).

Enfatizamos que se trata de recursos adicionales, no de la reasignación de recursos ya existentes como comentamos que más adelante, que suele ser parte de la retórica.  ¿Y de donde salen?  Como es natural, una de las sugerencias del FMI es el aumento de los impuestos, sobre todo en países en desarrollo que suelen tener niveles de gravamen relativamente bajos. ¿Pero es el aumento de los impuestos neutro, o tendrá impacto en las inversiones privadas y en el crecimiento económico, que precisamente lo que se requiere para el logro de los ODS en esos países?   

1.      Una falacia

La falacia:  Vista la discusión del artículo anterior no se puede determinar el logro de los ODS (los ODS y muchas de las metas no tienen un lenguaje que sea tangible y sus indicadores no contienen hitos a logar [1] ), y es punto menos que imposible logarlo, aun con metas tangibles e hitos, en un esquema institucional donde las actividades necesarias para su logro son completamente voluntarias para todas las partes, la obligación de contribuir es moral, no hay fuentes de financiamiento especiales, no hay sistemas formales de coordinación para mejorar la efectividad de los recursos, no hay esquemas de priorización, sí hay esquemas de reportes voluntarios por parte de los países pero con el que muy pocos han reportado, no hay un sistema de agregación de resultados y por último, no hay penalizaciones para nadie por no cumplirlos.

2.     Una ilusión

La ilusión: Según la cita arriba del Pacto Mundial parece que es cuestión de la asignación de recursos financieros. Pero esto es una ilusión basada en generalizaciones.

·       Destinar el 3% del PIB mundial. Al poner un numero pequeño (es solo el 3%) parece factible.  ¿Quién lo pone? ¿Cuándo? ¿En qué metas?  Hace casi 50 años de estableció la meta de que los países desarrollados destinen el 0.7% del PIB al desarrollo económico de los países en vías de desarrollo y no se ha logrado (Suecia 1,4%, Reino Unido, 0,7%, España, 0,2% y EE. UU. 0.17%). Y estos recursos incluyen imputaciones de todo tipo de “ayuda” que debe ser utilizada para adquirir bienes y servicios del país donante.
·       Canalizar el 1% de las inversiones en títulos valores.  Otro número pequeño, pero estos recursos están en manos privadas, incluyen nuestros ahorros. ¿Porque habrían de canalizarse al logro de los ODS?  Presumiblemente por razones morales porque es imposible justificarlos por razones económicas.  Es de suponer que la insinuación se basa en atraer recursos que actualmente se invierten en empresas y proyectos socialmente responsables, ISR.  Pero aun esta propuesta contiene una serie de supuestos que no se dan en la práctica

o   Existe la tentación de imputar los montos correspondientes a las inversiones socialmente responsables como contribuciones a la sostenibilidad, pero ello es una gran exageración.  La inmensa mayoría de lo que califica como ISR es resultado de exclusión, o sea, de no invertir en algunas actividades (armamentos, apuestas, tabaco, alcohol, a veces petróleo).[2]  Es muy pequeña la parte que se invierte en selección positiva, o sea, en actividades que explícitamente son sostenibles.  Y aun así, aun menos de estos fondos son incrementales, son contribuciones explicitas para el logro de los ODS.  
o   Hay un gran debate en la práctica sobre si estas inversiones rinden más o menos que las inversiones tradicionales.  Pero en este caso no hay que entrar en análisis.  ¿Qué rendimiento le darían a los inversionistas las inversiones en los ODS?  Salvo algunas excepciones los ODS no producen beneficios financieros.  Se trataría entonces de hacer donaciones, del sector privado al sector público.  Poco probable.
o   Pero es posible que el mismo sector privado invierta en actividades que contribuyan al logro de los ODS, por ejemplo, en energía renovable, pero son pocas las metas que son susceptibles de estas inversiones.
o   La empresa privada a través de sus estrategias de responsabilidad ante la sociedad puede y debe contribuir a los ODS y puede canalizar parte de sus recursos a ello.  Pero aun estos recursos solo pueden canalizarse a algunas de las metas, relacionadas con sus actividades o bien en sus actividades en filantropía.  Pero estas contribuciones, si bien válidas y deseables, tendrán impacto limitado.
o   Como comentamos antes, muchas de las contribuciones que reportan las empresas a los ODS son imputaciones de sus actividades tradicionales, no son parte de las inversiones incrementales que permitirán cerrar la “brecha de financiamiento” mencionada. 
o   Pero ¿no puede el sistema financiero canalizar recursos a actividades relacionadas con los ODS?  Uno de los instrumentos favoritos mencionados por los promotores son los bonos verdes, sociales y sostenibles, que son emisiones de deuda cuyos recursos se destinan al financiamiento de proyectos en esas áreas. Estos proyectos pueden contribuir al logro de los ODS y son recursos incrementales.  Pero en esto hay que hacer dos consideraciones.  Primero, las inversiones se limitan a rubros que tienen una rentabilidad económica para poder cubrir la amortización de esas deudas. Y segundo, con las reglas actuales, el hecho de que se califiquen como tal no implica que los proyectos ejecutados han cumplido sus objetivos de promover la sostenibilidad. [3] Por ejemplo, el banco HSBC anunció la emisión de US1.000 millones en bonos sostenibles para financiar proyectos.  Esta suma será imputada a como una contribución a los ODS, pero desde el anuncio de una emisión hasta lograr impacto sobre los ODS hay un gran trecho y es muy posible que los montos de los proyectos que logren impacto sean por un numero mucho menor (ver la nota al pie 2). Adicionalmente, muchas de las actividades que financiará ya las financiaba con sus recursos tradicionales, pero ahora las etiquetan como “sostenibles”. De nuevo, en metas muy selectivas y no todo es adicional, nuevo.


No reconocer la falacia y la irrealidad de la ilusión es hacerse trampas al solitario. Adicionalidad, adicionalidad, adicionalidad.

Sería preferible concentrar los esfuerzos, sobre todo los de la ONU, en presionar a los gobiernos para que recauden y asignen los recursos presupuestarios a aquellas metas que sean más críticas para su desarrollo y establezcan políticas conducentes para la contribución del sector privado.[4]  Son los gobiernos los que tiene primera responsabilidad, aunque tampoco pueden hacer de todo.

¿Pesimismo?  Sí, ojalá me equivoque.





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