Los hombres creen fácilmente lo que desean. Julio César, 100-44 AC
I.
Introducción
En el artículo anterior,
¿Hay progreso (real) en la implementación
de los ODS? analizábamos el progreso en el logro de los
ODS a través del análisis de una reciente encuesta entre expertos en
sostenibilidad y reportes preparados por la ONU y otras instituciones. Tanto la percepción revelada en la encuesta como
los datos sobre algunos indicadores coincidían en que la implementación, en general, se encuentra muy retrasada, con
progreso relativo solo en algunos países más desarrollados. Esto en gran parte
alimentado por la falta de información confiable sobre los indicadores que
supuestamente deben medir el progreso. Del análisis también surgió la imposibilidad de lograr los ODS tanto
por la vaga definición de los objetivos y sus metas como por el esquema institucional
y de asignación de responsabilidades en que se desenvuelven, que no es
conducente a la acción y sí estimula la retórica.
Esta situación de atraso contrasta con la gran
difusión, la ubiquidad de las discusiones sobre los ODS, el interés mostrado
por todo tipo de instituciones, sobre todo las periféricas a la acción que se
benefician de ese interés (ONG, empresas de consultoría, instituciones académicas, el Pacto Mundial,
etc.). Si se atiende a la retórica
parece que hay gran progreso, pero si se atiende a la realidad sobre el
terreno, se constata el gran atraso. Hay mucho progreso entre los que hablan y
muy poco entre los que hacen. Y aun
el sector privado, que según sus reportes aparece contribuyendo, es más
imputación de actividades pasadas que actividades nuevas, incrementales,
originadas y dirigidas a los ODS, es más
apariencia que impacto (ver ¿Contribuyen
las empresas a los ODS o los ODS a la delusión por las empresas?).
.
II.
Trampas al solitario
Uno de los principales
promotores de los ODS es el Pacto Mundial de la ONU, que ha adoptado la Agenda
2030 (los ODS) como parte de su mandato, además de promover sus 10 Principios. En uno de sus boletines (ver el boletín mensual del Pacto Mundial) dice:
“….. se reconoce que no se están logrando
las transformaciones necesarias ….. se necesitan entre US$5 y US$7 billones (o
trillones en inglés) anuales, lo que comparado con las inversiones actuales
arroja una brecha de US$2,5 a US$3 billones anuales. Esta brecha se cerraría si
se destinara un 3% del PIB mundial o 1% de las inversiones en títulos valores
al logro de los ODS…….”.
Estas aseveraciones contienen
una falacia y una ilusión, como comentamos a continuación.
Es de notar que un estudio
del Fondo Monetario Internacional es más específico, más claro, y más realista. Dice:
“….para
alcanzar los ODS clave se requieren inversiones anuales adicionales del 4% del PIB en los países desarrollados y del 15% para el país en desarollo promedio….”
(énfasis añadido).
Enfatizamos que se trata de
recursos adicionales, no de la reasignación de recursos ya existentes como
comentamos que más adelante, que suele ser parte de la retórica. ¿Y de donde salen? Como es
natural, una de las sugerencias del FMI es el aumento de los impuestos, sobre
todo en países en desarrollo que suelen tener niveles de gravamen relativamente
bajos. ¿Pero es el aumento de los impuestos neutro, o tendrá impacto en las
inversiones privadas y en el crecimiento económico, que precisamente lo que se
requiere para el logro de los ODS en esos países?
1.
Una falacia
La falacia: Vista
la discusión del artículo anterior no se
puede determinar el logro de los ODS (los ODS y muchas de las metas no tienen
un lenguaje que sea tangible y sus indicadores no contienen hitos a logar [1] ), y es
punto menos que imposible logarlo, aun con metas tangibles e hitos, en un esquema
institucional donde las actividades
necesarias para su logro son completamente voluntarias para todas las partes,
la obligación de contribuir es moral, no hay fuentes de financiamiento
especiales, no hay sistemas formales de coordinación para mejorar la
efectividad de los recursos, no hay esquemas de priorización, sí hay esquemas
de reportes voluntarios por parte de los países pero con el que muy pocos han
reportado, no hay un sistema de agregación de resultados y por último, no hay
penalizaciones para nadie por no cumplirlos.
2.
Una ilusión
La ilusión: Según la cita arriba del Pacto Mundial parece que es cuestión de la asignación de recursos financieros. Pero esto es una ilusión basada en generalizaciones.
·
Destinar el 3% del PIB mundial. Al poner
un numero pequeño (es solo el 3%) parece factible. ¿Quién lo
pone? ¿Cuándo? ¿En qué metas? Hace casi
50 años de estableció la meta de que los países desarrollados destinen el 0.7%
del PIB al desarrollo económico de los países en vías de desarrollo y no se ha
logrado (Suecia 1,4%, Reino Unido, 0,7%, España, 0,2% y EE. UU. 0.17%). Y estos
recursos incluyen imputaciones de todo tipo de “ayuda” que debe ser utilizada
para adquirir bienes y servicios del país donante.
·
Canalizar el 1% de las inversiones en
títulos valores. Otro número pequeño,
pero estos recursos están en manos privadas, incluyen nuestros ahorros. ¿Porque habrían de canalizarse al logro
de los ODS? Presumiblemente por razones
morales porque es imposible justificarlos por razones económicas. Es de suponer que la insinuación se basa en atraer
recursos que actualmente se invierten en empresas y proyectos socialmente
responsables, ISR. Pero aun esta
propuesta contiene una serie de supuestos que no se dan en la práctica
o
Existe
la tentación de imputar los montos correspondientes
a las inversiones socialmente responsables como contribuciones a la sostenibilidad,
pero ello es una gran exageración. La
inmensa mayoría de lo que califica como ISR es resultado de exclusión, o sea,
de no invertir en algunas actividades (armamentos, apuestas, tabaco, alcohol, a
veces petróleo).[2] Es muy
pequeña la parte que se invierte en selección positiva, o sea, en actividades
que explícitamente son sostenibles.
Y aun así, aun menos de estos fondos son incrementales, son
contribuciones explicitas para el logro de los ODS.
o
Hay
un gran debate en la práctica sobre si estas inversiones rinden más o menos que
las inversiones tradicionales. Pero en
este caso no hay que entrar en análisis.
¿Qué rendimiento le darían a los
inversionistas las inversiones en los ODS?
Salvo algunas excepciones los ODS no producen beneficios financieros. Se trataría entonces de hacer donaciones, del
sector privado al sector público. Poco probable.
o
Pero
es posible que el mismo sector privado invierta en actividades que contribuyan
al logro de los ODS, por ejemplo, en energía renovable, pero son pocas las metas que son susceptibles de
estas inversiones.
o
La
empresa privada a través de sus estrategias de responsabilidad ante la sociedad
puede y debe contribuir a los ODS y puede canalizar parte de sus recursos a
ello. Pero aun estos recursos solo pueden canalizarse a algunas de las metas,
relacionadas con sus actividades o bien en sus actividades en filantropía. Pero estas contribuciones, si bien válidas y
deseables, tendrán impacto limitado.
o
Como comentamos
antes, muchas de las contribuciones que reportan las empresas a los ODS son imputaciones de sus actividades
tradicionales, no son parte de las inversiones incrementales que permitirán
cerrar la “brecha de financiamiento” mencionada.
o
Pero
¿no puede el sistema financiero canalizar recursos a actividades relacionadas
con los ODS? Uno de los instrumentos
favoritos mencionados por los promotores son los bonos verdes, sociales y sostenibles, que son emisiones de deuda cuyos
recursos se destinan al financiamiento de proyectos en esas áreas. Estos
proyectos pueden contribuir al logro de los ODS y son recursos
incrementales. Pero en esto hay que
hacer dos consideraciones. Primero, las
inversiones se limitan a rubros que
tienen una rentabilidad económica para poder cubrir la amortización de esas
deudas. Y segundo, con las reglas actuales, el hecho de que se califiquen como tal no implica que los proyectos
ejecutados han cumplido sus objetivos de promover la sostenibilidad. [3] Por
ejemplo, el banco HSBC anunció la emisión de US1.000 millones en bonos
sostenibles para financiar proyectos. Esta
suma será imputada a como una contribución a los ODS, pero desde el anuncio de
una emisión hasta lograr impacto sobre los ODS hay un gran trecho y es muy
posible que los montos de los proyectos que logren impacto sean por un numero
mucho menor (ver la nota al pie 2). Adicionalmente, muchas de las actividades
que financiará ya las financiaba con sus recursos tradicionales, pero ahora las etiquetan como “sostenibles”.
De nuevo, en metas muy selectivas y no todo es adicional, nuevo.
No reconocer la falacia y la irrealidad de la
ilusión es hacerse trampas al solitario. Adicionalidad, adicionalidad,
adicionalidad.
Sería preferible concentrar
los esfuerzos, sobre todo los de la ONU, en presionar a los gobiernos para que recauden
y asignen los recursos presupuestarios a aquellas metas que sean más críticas para su desarrollo y establezcan políticas conducentes para la
contribución del sector privado.[4] Son los gobiernos los que tiene primera responsabilidad,
aunque tampoco pueden hacer de todo.
¿Pesimismo?
Sí, ojalá me equivoque.
[1] Ver un análisis más detallado en Indicadores
para los ODS: ¿Son los ODS medibles?
[3] Hemos analizado esto en detalle en cinco
artículos, dos de los más recientes fueron Bonos
verdes, sociales y sostenibles. Quinta parte: Mejorando la legitimidad e
impacto, y Bonos
verdes, sociales y sostenibles. 3a. Parte: ¿Legitimidad o Greenwashing?
[4] Sobre el tema de las políticas
conducentes, ver ¿Falta
algún Objetivo de Desarrollo Sostenible?
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