sábado, 16 de diciembre de 2023

Acuerdo sobre cambio climático COP28: ¿Efectivo? ¿Tendrá impacto?

 

El imperativo aquí es lograr lo que prometemos,

no prometer lo que no podemos lograr.

Albert Gore, vicepresidente de EE.UU., en la COP3 Kioto

 Aquí se enterró la idea de dictar lo que hay que hacer y los países

tienen la libertad de enfrentar el cambio climático como les convenga.

Príncipe Abdulaziz bin Salman, ministro de hidrocarburos de Arabia Saudita. COP28 Dubai

 

Querido lector: este artículo es largo, pero como el Acuerdo, no es obligatorio.

Aprovecha las vacaciones de Navidad para leerlo.

 

Al lograrse aprobar un acuerdo (técnicamente Outcome of the first global stocktake) en la reunión de la Conferencia de las Partes, COP, sobre el cambio climático en Dubai, COP28, los medios de comunicación no especializados se han desecho en titulares y expresiones de júbilo (los mismos titulares que cuando se aprobó el Acuerdo de París: “Histórico”, “Transcendental”, “Éxito monumental”, “Sin precedentes”, aunque el de Dubai palidece frente al potencial impacto del Acuerdo de París [1]). ¿Está justificado el júbilo por el contenido del acuerdo? Los medios especializados han sido más rigurosos en sus análisis y si bien celebran el acuerdo, destacan sus deficiencias.

I.                Introducción

Al ver que había millares de artículos publicados sobre el tema pensé que no tenía nada que añadir, pero al leer algunos me di cuenta de que es necesario tratar de poner los resultados de la reunión en el contexto de la realidad en que se deben implementar, aun en un artículo no especializado como este. En este artículo analizamos el acuerdo desde un punto de vista crítico (como es habitual) para destacar lo positivo y las falencias, para compensar la complacencia que seguramente el lector ha percibido y que espero adquirirá una visión diferente. El objetivo no es menospreciar el acuerdo, es ponerlo en contexto de su efectividad, de su potencial impacto. [2]

Comentaremos algunos aspectos que han sido destacados en los artículos y algunos aspectos que consideramos críticos para esa efectividad e impacto que no han recibido la atención necesaria.

Recordemos cual el objetivo de las reuniones anuales de la conferencia de la partes: reducir el impacto del cambio climático. En ese sentido la efectividad de las reuniones y los acuerdos se debe determinar por el impacto que tendrán en esa reducción, no por el contenido del texto.

El próximo COP29 será en otro país petrolero, Azerbaiyán, por lo que se puede esperar retomar la discusión de la principal fuente de emisiones, los combustibles fósiles  La decisión sobre la sede puede parecer inocua a los efectos de lograr avances, pero puede ser efectiva. La presión de Francia fue un factor determinante para el logro del acuerdo de París. Su reputación y el nombre de su capital estaban en juego. En el caso de COP28 en Dubai, lo fue el acuerdo previo entre los dos mayores emisores, China y Estados Unidos. El liderazgo del presidente del COP28, el Sultán Ahmed Al Jaber, presidente de la petrolera estatal de los Emiratos Árabes Unidos, logró diluirlo e imponerlo “por consenso”, sin buscar el acuerdo de todos los países.

Es del interés de las partes poder decir que se logró un acuerdo, irse sin acuerdo sería un fracaso como lo fue la reunión del COP15 en Copenhague, aunque sea imperfecto. Y los representantes de los países mayores emisores tienen que alabar el acuerdo porque de lo contrario parecería que no se han comprometido lo suficiente a las reducciones.

Y mi experiencia en eventos similares, a nivel ministerial, de mucho menor impacto, donde formaba parte del equipo de negociación y redacción, es que la euforia se desvanece rápidamente al regresar a sus oficinas y enfrentarse a los problemas cotidianos de sus cargos y delegar las responsabilidades a los subordinados. Esperemos que este no sea este caso.

(los gráficos incluidos a continuación son con propósitos de poner contexto, no los comento)[3]



Lo que aconteció en la reunión del COP28 vas mucho más allá del acuerdo formal e incluye promesas de empresas y de gobiernos de tomar acciones y algunas ONG de hacer seguimiento. En este artículo nos limitaremos a poner en el contexto de la realidad cotidiana algunos aspectos seleccionados.

El acuerdo estipula que los países deben dejar hacer emisiones netas de gases de efecto invernadero antes del 2050, triplicar la generación de energía renovable antes del 2030 y reducir significativamente las emisiones de metano, uno de los más potentes de esos gases.

No se debe abrir la botella de champán al aprobarse un proyecto o al colocar un bono verde en el mercado. Se debe abrir cuando los cambios que se pretendían logar se hayan logrado. Pero ninguno quiere esperar a hacerlo en el 2050, cuando muchos de los responsables habrán dejado de emitir gases.

¿Y las emisiones de los casi 100 000 participantes en la “aireacondicionada” COP28? (Brasil 3 100 delegados con 14,5 por millón de habitantes, China, el mayor emisor, 1,0 Azerbaiyán próxima sede, ¿3,3 y España 5,2)

¿Es la reducción de emisiones responsabilidad exclusiva de los gobiernos, como se deduce de los acuerdos de las reuniones del COP? No es exclusiva, pero si es primaria. ¿Cómo la pueden/deben ejercer?

II.             Aspectos destacados del acuerdo.

En esta sección comentamos la posible efectividad de algunos aspectos que más se han destacado en los comentarios al acuerdo. Es imposible e improcedente hacer un análisis de todo el acuerdo.

1.      Reacción de las empresas petroleras multinacionales.

En general fue favorable, con una buena política, teniendo en cuenta que son libres de hacer lo que quieran, dentro de las regulaciones de los países, o sea que la pelota está en el tejado de los países, si logran coordinar una acción conjunta (ExxonMobil opera en casi 200 países, mismo número de países con representación en el COP28). Antes de la reunión formal ofrecieron una reducción de las emisiones de metano voluntariamente para el 2030 (más adelante comentamos lo significativo de esto). El 75% se pueden reducir con la tecnología existente.

Lograron que se incluyera lenguaje sobre la “aceleración” de la captura y almacenamiento de carbono, lo que en teoría permite seguir quemando los combustibles fósiles, y que se podía seguir quemando carbón si sus emisiones eran reducidas y que se usara la palabra “transición” en vez de reducción o eliminación de esos combustibles, dando tiempo para afectar esa transición, que puede ser muy lenta (una idea sobre lo que se debe hacer para acelerar la transición de esas empresas lo comentábamos en el artículo Irresponsabilidad por omisión y comisión: combustibles fósiles de noviembre del 2022). Y las libertades para el gas puede facilitar la transición. No hay pánico en la industria de los hidrocarburos.

 




2.     ¿Un gran logro?

El logro más citado en los artículos divulgativos es la inclusión, por primera vez en estos acuerdos sobre cambio climático, de las palabras “combustibles fósiles”. Antes se hablaba de “emisiones” en forma genérica, ahora se nombra al principal causante. Pero ¿basta con mencionarlo en un documento?  

Pero no se pide su eliminación progresiva, sino una “transición” desde esos combustibles a otras fuentes de energía. ¿De quién es la responsabilidad de hacerlo? ¿Cuándo? ¿A qué velocidad? ¿Basta con una transición del 1% anual? ¿Es compatible con el límite de 1,5°C del Acuerdo de París? [4]  ¿Y no es lo que los países que pueden ya están haciendo sin necesidad del acuerdo? Y los que no pueden, por sus condiciones socioeconómicas, ¿lo harán porque está en el acuerdo? El “acuerdo global de transición” se fragmenta y pierde efectividad cuando cada participante se enfrenta sus realidad a sus intereses.

En fin, ¿cuál el impacto de la inclusión de las palabras “transición de los combustible fósiles en el acuerdo? No es de sorprender que los países y empresas petroleras, estén de acuerdo.

Quien emitió lo que hay acumulado                 Quien está emitiendo

3.     Metano.

¿Por qué fue un tema de consideración separada?  Porque es uno de los gases más potentes para el cambio climático, más de 30 veces que el dióxido de carbono. Es emitido fundamentalmente por una fuente naturales (lagos, embalses, ríos, pantanos, humedales, incendios, deshielo, etc.) y tres artificiales (ganadería, hidrocarburos y desechos). De estos, el principal emisor son las actividades de la ganadería y en particular el ganado bovino (ver el gráfico al final sobre alimentos), seguido de la industria de los combustibles fósiles (hidrocarburos y carbón) y los desechos de basura. Sobre el primero, se están haciendo investigaciones para reducir las que emiten los animales y en los desechos se ha estado capturando para la producción energética. La industria de los hidrocarburos los emite en sus operaciones vía los escapes del gas en la producción y transporte y vía la combustión de gases que no es económico capturar, y en sus operaciones extractivas. Los dos primeras fuentes son controlables con mayor facilidad y es buena parte de la reducción a la que se han comprometido las empresas. Este metano tiene valor comercial, como lo tiene su captura de los desechos. En el caso del ganado bovino no se puede captar y una posibilidad de reducción es el cambio en los alimentos del ganado. 

Antes de la reunión 50 empresas petroleras se habían comprometido, sin un instrumento vinculante, a su reducción, y ya 155 países habían firmado el Compromiso Global de Metano (Global Methane Pledge) y en Europea se logró un acuerdo para una ley de reducción dr emisiones de metano entre el Consejo y el Parlamento. ¿Tiene valor agregado incluirlo en el acuerdo?

4.     Fondo para compensar pérdidas y daños.

La formalización del fondo que se había propuesto en el COP27 fue ampliamente celebrada, sin embargo, los compromisos anunciados por US$700 millones fueron una reasignación de compromisos de otros proyectos, sin adicionalidad. En la COP21 de París se había creado un fondo para mitigación y adaptación de los daños para los países en vías de desarrollo, y también se prometieron muchos recursos, pero son muy pocos los que efectivamente se han desembolsado. Pareciera que son creados para el greenwashing de culpas de los países desarrollados por la acumulación histórica de sus emisiones.

5.     Más financiamiento sostenible.

En el entorno de la reunión varios países e instituciones financieras anunciaron fondos o asignación de recursos financieros para inversiones que puedan contribuir a la reducción de las emisiones, por ejemplo, en reforestación o energías renovables. Para evaluar el impacto de estos anuncios será necesario ver si los recursos son adicionales a los ya existentes. Por ejemplo, los bancos suelen empacar los préstamos que ya hacían o iban a hacer a estos sectores y agruparlos bajo el nombre de verdes o sociales o sostenibles, y así parece que son incrementales.[5] En este caso lo efectivo es la condicionalidad y supervisión de los bancos sobre el uso de los recursos por parte del prestatario, que muchas veces no se dedica totalmente a actividades sostenibles, pero se contabiliza como tal. El caso de fondos nacionales para inversiones es similar, pero con menor control del destino e impacto de los fondos utilizados.  Este financiamiento sostenible se presta mucho para el greenwashing. [6]

Y es oportuno recordar que la mayoría de estos fondos se canalizan a tasas de mercado, sin diferencia de costos con otras fuente no dedicadas (la prima negativa por el destino de los recursos, el greenium, ha desaparecido), pero con un mayor costo de información y supervisión. La ventaja es más reputacional que económica para las partes, salvo que existan regulaciones específicas, como las que se están desarrollando en el seno de la Comisión Europea.

¿Se necesita el acuerdo? No, financiamiento en condiciones de mercado hay, lo que se necesitan son proyectos e inversiones con impacto real, medible, rentables en el mercado (a menos que los recursos vengan a tasas subsidiadas) llevadas a cabo por empresas, inversionista y financistas responsables, en mercados financieros amplios y en condiciones de estabilidad jurídica y económica. Los gobiernos tienen la responsabilidad de asegurar estas ultimas y promover con las regulaciones y otras acciones las inversiones sostenibles.

¿Tiene valor agregado? Dependerá de las condiciones, en especial de la adicionalidad de los recursos, que de otra manera no estarían disponibles, y del uso que se le de a esos recursos. No es tan obvio como parece.

III.           Algunos aspectos claves para la efectividad e impacto, que no han sido destacados.

En el acuerdo pueden faltar muchos aspectos (cada uno tiene su favorito), pero nos limitaremos solo a algunos en los que tenemos alguna expertise.

1.      Gobernanza supranacional.

En esto no tengo una sugerencia, solo un lamento. No la hay, y el cambio climático la necesita ya que es un problema que afecta a todos los países, sin proporción del daño que causa cada uno, ni obtener beneficios climáticos por el bien que causan.  Pagan justos por pecadores. El cambio climático no está causado por la “contaminación” ni la “polución”. Hay quien confunde las emisiones de gases de efecto invernadero, con emisiones de gases y partículas que contaminan en ambiente, que, si bien tienen impacto más allá del causante, es éste el que lo sufre más. 

El cambio climático es lo que economía se denomina “la tragedia de los comunes” por la cual individuos con acceso a un bien común actúan en función de sus propios intereses y al hacerlo, consumen el recurso. Están afectados por el problema, están interesados en su resolución, pero se desentienden porque los demás lo hacen. ¿Por qué yo?

Si hay una coordinación de la problemática, que es la Convención Marco de la Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (United Nations Framework Convention on Climate Change, UNFCC) como parte de la ONU, con responsabilidades de coordinación, seguimiento, información, apoyo secretarial y logístico, etc. pero que no tiene ninguna autoridad para exigir ni castigar, cada país es autónomo. Tampoco tiene poder sobre el sector privado más allá del de persuasión. Las resoluciones de la Asamblea General de la ONU si son vinculantes y deben traducirse en legislaciones nacionales, pero tampoco tiene poder de exigir cumplimiento o de penalización.

Si ha sido difícil insertar unas palabras en un acuerdo no vinculante, es imposible crear una institución que exija cumplimiento y compagine los intereses de más de 200 países, millones de empresa y miles de millones de personas…… por lo menos hasta que queden pocos sobre la tierra.

2.     Solución obvia pero políticamente difícil.

La solución al problema del cambio climático es que todos, gobiernos, empresas e instituciones y los individuos actúen en concierto. Si bien es utópico, es posible tratar de influenciar su comportamiento hacia la comunalidad de objetivos. Todas estas partes reaccionan a los incentivos, positivos y negativos, monetarios y no monetarios. Las empresas toman acciones contra el cambio climático si ello es bueno para el negocio y millares de ellas ya lo están haciendo. Si los consumidores no adquieren los productos de las empresas que no lo hacen, estas tendrán un incentivo para hacerlo. Y algunas empresas lo hacen por el incentivo no monetario de la reputación o evitar el negativo. Si hay regulaciones que penalizan las emisiones, como las hay por contaminación, las empresas reaccionan a los incentivos monetarios negativos. Si las instituciones financieras obtienen depósitos (de personas, instituciones o gobiernos) a un menor costo si los destinan a proyectos que reducen o evitan emisiones, tienen incentivos monetarios positivos a prestar el dinero a esos proyectos (¡a un menor costo, que no se queden con el margen extra!) y los prestamistas a invertir en ellos. Si los consumidores deben pagar precios más altos por los productos que contribuyen a las emisiones, consumirán menos o los dejarán de consumir (ver la discusión en el punto 3 de esta sección).

¿Quién puede hacer algo? Sí, las regulaciones son necesarias, pero no suficientes. El mercado el instrumento más efectivo, un “mercado de emisiones”, de transacciones financieras y no financieras, donde se transa también reputación, responsabilidad, orgullo, solidaridad, reconocimiento, etc. No solo el mercado económico en su acepción tradicional.

Uno de mercados de transacciones financieras con alto potencial de efectividad es el mercado de carbono. En términos muy simplistas se trata de ponerle un precio al equivalente en dióxido de carbono que emite el producto o servicio, y añadirlo, total o parcialmente, a su precio de mercado corriente (recientemente se ha estimado este costo en $190 por tonelada). Esta “compensación” cambia los precios relativos de estos bienes y servicios incentivando la adquisición y consumo de los que contribuyen menos. Es lo que hace la Unión Europea con los productos importados de países que no tienen regulaciones para la reducción de emisiones, para compensar los mayores precios de los productos competitivos europeos que han tenido mayores costos por las regulaciones. Es un arancel compensatorio por el contenido diferencial de emisiones, análogo a los aranceles compensatorios por subsidios recibidos de gobiernos.

El costo de carbono de los productos y servicios actúa como un impuesto al valor agregado que revierte a las arcas públicas, con cuyos recursos se pueden compensar a los sectores más afectados e invertir en la reducción de emisiones y la mitigación de su impacto. Por ejemplo, si al combustible se le añade el costo de su contenido en carbono, el transporte publico se encarece, pero se pueden usar los recursos recabados para subsidiar el transporte de las clases más necesitadas. Y las que no lo necesiten que paguen por su contribución a las emisiones o busquen medios de transporte con menores emisiones. Por ejemplo, con ello se incentivan las bicicletas y los vehículos eléctricos (claro está que debe haber infraestructura para las bicicletas y energía renovable para los coches eléctricos).

Actualmente los incentivos son perversos, se subsidia el uso indiscriminado de combustibles fósiles en el transporte, y hasta se benefician los que pueden pagar por el carbono, en vez de usar esos recursos para la reducción de emisiones o en todo caso focalizar los subsidios a los grupos poblacionales que no pueden pagar el costo real y usarlos para el financiamiento de proyectos e inversiones con impacto. Claro esta que es muy fácil decirlo, pero esto tiene un gran impacto social y político (huelgas de camioneros y taxistas, por ejemplo) y debe implementarse en la medida que el entorno y las condiciones lo permitan. Son pocos los gobiernos que se atreven. Pero muestra la dirección.

Este mercado también se usa internamente en las empresas, con compensaciones entre unidades y a nivel de países o regiones para dirigir la producción a los productos o métodos que son menos intensivos en emisiones. Con ello se establecen incentivos monetarios para la reducción.

Y la COP28 no progresó en la implementación del artículo 6 del Acuerdo de París sobre los mercados de carbono y se pospuso a la COP29, aunque ello no obsta para que, una vez más, haya progreso independientemente de los acuerdos. Recientemente la Voluntary Carbon Market Integrity Initiative (VCMI) publicó lineamientos para los compradores de créditos de carbono (generados por evitar emisiones, creados en la COP3 de Kioto) para que sean más robustos y transparentes.  Junto con los lineamientos para los oferentes de los créditos, desarrollados por el Integrity Council for Voluntary Carbon Markets (ICVCM), estas iniciativas facilitaran la inclusión de los mercados de carbono en las estrategias empresariales sobre el cambio climático.

3.     El “mercado de la emisiones”: Nosotros

Nosotros no estamos en el acuerdo, pero somos actores claves. Y para entender la responsabilidad por las emisiones de gases de efecto invernadero es necesario recordar el funcionamiento del “mercado de las emisiones”. Quien contribuye a las emisiones somos nosotros, los consumidores, que usamos energía en las casas, tiendas y oficinas, combustibles en el transporte, que consumimos productos agropecuarios, etc.  Pero tenemos poco control sobre el contenido de emisiones y disponibilidad de los productos y servicios. Pero podemos utilizar vehículos eléctricos de bajas emisiones netas, pedir que la energía en la casa y oficinas haya sido generada de manera renovable, no comer carne, etc. Y si bien son las empresas las que nos suministran estos bienes y servicios, somos nosotros los que los demandamos y si demandamos gasolina, nos venderán gasolina. Pero muchas veces no tenemos alternativas o no podemos ejercer el poder necesario y corresponde a esas mismas empresas fomentar la demanda productos y servicios de bajas emisiones ofreciéndolos al mercado, estimulando o creando una demanda y corresponde a los gobiernos estimular y regular la oferta.

Por ejemplo, las emisiones de los productos vegetales son entre 10 y 50 veces menores que los de origen animal y las emisiones por transporte, empaque y almacenamiento son poco relevantes comparadas con el tipo de alimento. [7] No es que debemos ser vegetarianos, pero ayudaría a reducir las emisiones (ya me imagino la reacción de las grandes empresas de productos cárnicos). Utópico, pero muestra la dirección. 


IV.            En resumen.

Para entender el potencial impacto del acuerdo hay que recordar que no es vinculante para los países participantes en la reunión del COP, los compromisos son expresiones de intenciones, aspiracionales y las “obligaciones” se refieren a las gobiernos.  Si bien hay seguimiento por parte de instituciones de la Naciones Unidas y de la sociedad civil, ninguna tiene el poder de exigir cumplimiento, solo el de pedir información. No hay penalizaciones por incumplimiento y a lo sumo pueden tratar de persuadir y reportar los progresos relativos de los países. Lo mismo sucede con los acuerdos y compromisos que las empresas públicas y privadas hacen en los márgenes de la reunión, antes y después de ella.

El texto del acuerdo sería útil si se usara para la acción, pero se emplean más esfuerzos en escribirlo que en implementarlo. Lo más importante son las acciones que tomen los gobiernos, las empresas y los ciudadanos. Y como hemos visto muchos de ellos no esperan al acuerdo y actúan por iniciativa propia. Menos mal.

Cada uno de ellos tienen su estructura, su historia, sus intereses, sus preferencias, sus limitaciones, se enfrentan a diferentes incentivos lo que determina lo que es factible. Sería deseable que se armonizaran los intereses individuales, pero es obvio que no es posible. Cada uno irá a su propio paso.

Esto es lo que ya reconoció, a nivel de países, el acuerdo de Paris al requerir la presentación de las contribuciones nacionales (Nationally Determined Contributions), donde se especificaran las medidas que cada se comprometía a tomar para contribuir al logro del máximo aumento de 1,5°C en base a “las responsabilidades comunes pero diferenciadas y las capacidades respectivas, a la luz de las diferentes circunstancias nacionales”. Es lo que dice en parte la segunda cita del comienzo (aunque su intención es más al pedir libertad de acción para seguir con los combustible fósiles, que reconocer que esa libertad se enmarca en las posibilidades de acción).

Como decíamos en el artículo citado en la nota 1:

La solución pasa por que los precios reflejen el costo para la sociedad, en el mediano y largo plazo, lo que requiere ponerle un precio al daño que causan las emisiones de GEI y cargárselo a los productos y servicios que lo causan en función de su contribución, ya sea vía impuestos o vía restricciones a la emisión (presupuestos de emisiones) y se pongan en marcha los mecanismos de transición necesarios.  

El acuerdo representa un pasito adelante para escalar una montaña, lo mejor del acuerdo es que no hubo retroceso. [8]

 


¿Has jugado alguna vez a encontrar a Waldo? Puedes usar esta foto para jugar a encontrar a las mujeres.



[2] Ver el completo artículo de Alberto Vilariño COP28: las claves de un acuerdo limitado, pero histórico en la Revista Haz del 15 de diciembre del 2023.

[3] El articulo Algunos datos interesantes sobre Cambio Climático, ilustra los efectos y necesidad de combatirlo, de forma amena.

[4] El acuerdo nota que para ello las emisiones deben reducirse en un 43% al 2030 y en 60% al 2035, sobre la base del 2019, para lograr el 1,5°C a fin de siglo. Pero aun si los planes presentados por los países se implementan en su totalidad las emisiones al 2030 se habrán reducido en un mísero 5%, colocando al planeta en ruta para un aumento de entre el 2,1°C-2,8°C, en el mejor de los casos.

[5] En los albores de la reunión del COP de París, Francia, para demostrar su compromiso, emitió un bono verde por 7 000 millones de euros, pero lo que hizo fue asignarle a ese bono parte de los gastos e inversiones que se iban a hacer con financiamiento ordinario. El bono entró en la contabilidad el financiamiento sostenible pero no añadió actividades sostenibles. ¿Adicionalidad?

[6] Sobre el impacto del financiamiento sostenible ver la serie de artículos: ¿Tiene el financiamiento sostenible impacto sobre la sostenibilidad? Primera parte: Inversiones financieras y  Segunda parte: Inversiones reales, Bonos verdes, sociales y sostenibles. 3a. Parte: ¿Legitimidad o Greenwashing? y What's the true impact of green bonds?

[7] Una hamburguesa de 100 gramos contribuye a la emisión de casi 10 kg de CO2e (mucho metano), o 50 km de coche promedio, y el consumo de agua es de casi 300 litros.

[8] Todo lo que quieras saber sobre los resultados de la cumbre está en COP28: Key outcomes agreed at the UN climate talks in Dubai


domingo, 10 de diciembre de 2023

Palabra del año en sostenibilidad empresarial: Mi versión

ECOSUSURRO……………… ¿Qué no la has escuchado o leído? ¿Qué no existe? Te lo explico.

A finales de cada año se ponen de moda las “….del año”. Palabra del año, color del año, libros del año, películas del año, etc. etc. La palabra del año en sostenibilidad empresarial debería ser “greenhushing”, traducida como ecosilencio, que ha debutado en el 2023. Se refiere a la supuesta reacción de las empresas al vendaval de regulaciones (estándares, obligaciones de reporte) y exigencias de transparencia sobre la información de sostenibilidad, [1] y a la oposición en algunos entornos a actividades ASG, [2]de no dar información.

Sin embargo, no es ni precisa ni es una buena traducción, porque no se trata de “silenciar” la información, de no darla.  La reacción de las empresas será: decir menos, lo indispensable y en voz baja.  Por lo que es más preciso ecosusurro, que es mi palabra del año en sostenibilidad empresarial.


sábado, 25 de noviembre de 2023

¿Cuál debe ser la gobernanza de la responsabilidad social de la inteligencia artificial?

 

Ha sido ampliamente comentado en los medios la gran contribución que la IA puede hacer al progreso de la humanidad y los elevados riesgos que conlleva. Y en los medios de la sostenibilidad empresarial se ha analizado su potencial contribución a mejorarla. [1] Pero no analizaremos estos aspectos. El objetivo de este artículo es presentar un breve análisis de la gobernanza de las empresas de inteligencia artificial, IA, necesaria para que puedan cumplir su responsabilidad ante la sociedad. Y para ello utilizaremos el caso de OpenAI, empresa líder en IA.

I.                Responsabilidad del producto de la IA ante la sociedad.

No pretendemos hacer un análisis de la responsabilidad de la IA y de las empresas que desarrollan la tecnología, pero sí haremos algunos comentarios para poner en contexto lo crítico que resulta la gobernanza.  Para ilustrarlo usaremos el reciente revuelo en la empresa pionera de su aplicación, OpenAI, sin entrar en muchos detalles sobre lo ocurrido, que es todavía muy fluido, solo lo necesario para extraer lecciones para la gestión de la sostenibilidad empresarial.  Tampoco analizaremos quien tiene razón en la discusión. Nos limitaremos al impacto que ha tenido el esquema de la gobernabilidad.

Se habla mucho del potencial de la IA para mejorar la sostenibilidad empresarial, pero poco sobre la responsabilidad de ese producto. Como en otros casos, se tiende a subestimar o ignorar, concentrándose en los aspectos ambientales, sociales y de gobernanza. Parte del problema lo produce la ASG, que no incluye la P, aunque en análisis más rigurosos se incluye como parte de las responsabilidades con el consumidor, como parte de la S.  Las calificaciones de ASG califican como responsables a empresas de armas, tabaco, apuestas, bebidas alcohólicas, etc, sin restar puntos a la evaluación por los daños del producto a la sociedad.

La IA es uno de los temas más comentados en los medios, parece que fuera algo que surgió en los últimos años. Sin embargo, fue creada en los años cincuenta, [2] pero su desarrollo necesitó de la explosión de la capacidad de computación del siglo XXI.

Los emprendimientos en AI tienen dos características que hacen que las lecciones puedan ser muy valiosas para la sostenibilidad empresarial en general:

  • El producto de la empresa, la IA, tiene un elevadísimo impacto sobre la sociedad (léase ¡humanidad!), tanto para bien, como para mal.
  • El esquema de gobernanza debe poder gestionar eficiente y efectivamente los conflictos entre los beneficios financieros, los sociales y los riesgos de la tecnología para la humanidad.

OpenAI, tiene un esquema de gobernanza inusual, peculiar para atender esa característica (el periódico The Economist la calificó de “extraña”, otros de “ingenua”), que la que ha desatado el revuelo.

El lector posiblemente tenga algún conocimiento del potencial de la IA, una tecnología que busca que las máquinas piensen como seres humanos, con la diferencia de que aquellas son capaces de acceder, procesar y aprender continuamente de una cantidad de información, casi infinitamente superior a la capacidad del ser humano de hacerlo, solo limitadas por el poder de computación de las máquinas.

Usa la información disponible públicamente para resolver problemas, encontrar respuestas a todo tipo de preguntas y hasta para guiar actividades como operaciones quirúrgicas o conducir un avión, falsificar, asesinar, y hasta hacerse pasar por una persona.  En términos muy sencillos podemos decir que aprende continuamente de toda la información disponible y la destila para atender la tarea que se le pide. Esto puede usarse tanto para hacer el bien como para hacer el mal, por lo que es imperativo es que el diseño y uso de este producto sea responsable. 

Ya hemos visto aplicaciones simples como la nueva canción de los Beatles, con vocalización de John Lennon, que murió en el 1980, un video falso sobre un nuevo atentado sobre el Pentágono, que estuvo a punto de crear una catástrofe financiera, y ahora la creación de una mujer, Hope Sogni, que sabe todo lo que hay que saber de futbol, para que compita a la presidencia de la FIFA. No creo que gane, no la hicieron corrupta, aunque no hay que descartar que la IA pueda crear un personaje que sea el mayor experto del mundo en corrupción e imbatible por las autoridades.

Y tiene sus problemas de responsabilidad, aun con buenas intenciones. Por ejemplo, puede escribir una novela o componer una sinfonía al estilo de su autor, aprendiendo de todas sus obras, muy por encima de la capacidad de expertos de hacerlo. Recientemente se han presentado demandas contra algunos productos de la IA por violación de derechos intelectuales ya que hacen el aprendizaje de esas obras y producen una nueva sin pagar por los derechos del autor “plagiado”. Se ha imitado, en video y audio, a personajes famosos para promover algunos productos sin su consentimiento. Bien usada la tecnología puede contribuir a la innovación, pero mal usada puede destruir la creatividad.

Y puede causar un gran daño colateral, muy crítico en la sostenibilidad empresarial, sobre el empleo, afectando especialmente a los empleos intelectuales repetitivos (de los empleos mecánicos se han encargado los robots), por ejemplo, la traducción de idiomas, la producción de documentos y un sin de actividades.

No es fácil encontrar productos o servicios que solo tienen beneficios, todos tienen costos y corresponde a los dirigentes responsables y la sociedad, bajo la regulación de los gobiernos, hacer el costo beneficio y tomar las decisiones pertinentes. Pero la AI es un caso muy especial donde los beneficios y los costos son de tal magnitud que hay muy poco margen de error y muy poca influencia externa. La sociedad puede decidir sobre el consumo de alcohol o el tabaco, pero no puede afectar que personas inescrupulosas mal usen la AI. La responsabilidad del uso del producto es muy poco controlable.

Durante el desenlace del caso que cubriremos, algunos de los investigadores de la empresa enviaron una carta al consejo advirtiendo que la AIG (inteligencia artificial global, definida más adelante), en la que estaban avanzando, podía convertirse en una amenaza para la humanidad.

Los stakeholders materiales de estas tecnologías no son los tradicionales de consumidores, empleados, medio ambiente, comunidad, etc, ni la sociedad, como estamos acostumbrados en la sostenibilidad empresarial. En el caso de la IA el stakeholder más material es la humanidad.

II.             Gobernanza de la IA: el revuelo en OpenAI.

A finales de noviembre se presentó lo que en principio parecía un conflicto de egos, pero que se está revelando más bien como un conflicto de intereses entre los beneficios comerciales de las inteligencia artificial y los riesgos que conlleva.

El consejo directivo de OpenAI, pionera y mayor empresa en el desarrollo de la IA, decidió el 17 de noviembre del 2023, despedir al creador de la empresa, el CEO Sam Altman, líder mundial en IA, y miembro del consejo por razones al principio un poco misteriosas: “porque no es suficientemente honesto con el Consejo”. [3] A medida que está transcurriendo el tiempo está saliendo a la luz que detrás de ello hay un conflicto de intereses en los objetivos de la empresa, los altruistas y los comerciales. En lenguaje de la sostenibilidad empresaria diríamos un conflicto entre los beneficios sociales y la mitigación de riesgos y los beneficios financieros. Es lo que enfrentan las empresas con fines de lucro, pero no en la magnitud que lo enfrentan las empresas de IA, donde ambos beneficios potenciales, a la sociedad y financieros, son inmensos, como también lo es el potencial de perjuicio social, y todavía sin regulación ni nacional ni supranacional.

El consejo de la empresa es el responsable de asegurar que se logran beneficios sociales y evitar sus riesgos.  Es completamente autónomo, no le responde a nadie y ni siquiera los aportantes de recursos financieros tienen derecho a intervenir en sus decisiones (después del revuelo esto va a cambiar). Su composición ha cambiado con el tiempo pero que, al momento de despedir a su CEO estaba integrado por él, otro cofundador y tres miembros independientes.  Las decisiones deber ser tomadas por mayoría y los cinco miembros tienen el poder de nombrar y remover los consejeros. Tiene como misión el “beneficio de la humanidad” y supervisa las actividades de la empresa con fines de lucro, que tiene como misión desarrollar una Inteligencia Artificial General, AIG, que son “sistemas altamente autónomos que superan a la mente humana en actividades económicamente valiosas”.  

La empresa había sido creada en el 2015 como un laboratorio de investigación sobre la IA, de allí el nombre “open”, pero pronto se dieron cuenta de que el desarrollo de la tecnología requería de elevadas capacidades de computación, con costo en los miles de millones, por lo que debieron recurrir a inversionistas interesados, pero que aceptaran los objetivos duales, sin fines netamente comerciales.  En consecuencia se creó una institución con fines de lucro, OpenAI Global, que es supervisada por el consejo de OpenAI Inc, empresa sin fines de lucro, que gestionaría los excedentes financieros de OpenAI Global, si lo hubiere.

El conjunto ha sido financiado por Microsoft y fondos de capital de riesgo, entre otros (Elon Musk de Tesla participó en la creación, aunque la dejó por discrepancias en los objetivos con el CEO Altman, que eran más comerciales). Lo que la empresa ha desarrollado hasta ahora es una inteligencia artificial específica, la AI, que es un nivel inferior a la AIG, que es el máximo posible de la inteligencia artificial, que supera a la mente humana.

Si bien los inversionistas no tienen control sobre el consejo y al invertir deben aceptar los objetivos que la empresa ha explicitado, podrían recibir dividendos de las ganancias que se obtengan hasta cierto nivel, y el excedente compete a la empresa sin fines de lucro, que es gestionada por el consejo. En función de la dinámica es muy posible que se reinviertan todos los beneficios hasta que logre la meta final de la AIG.

Como parte de su inversión de US$13 000 millones en OpenAI Global (casi el 50% de los recursos estimados, aunque ahora está valorada en unos US$86 000 millones), Microsoft adquirió los derechos a la propiedad intelectual, así como copias de los programas para los sistemas claves y los procedimientos para guiar los resultados en base a lo que ha aprendido de los datos. Lo que no tiene y no tendrá son los derechos a la tecnología AIG que es de uso exclusivo de OpenAI y no lo puede ceder. Pero para lograr el objetivo de la AIG se necesita un inmenso poder de computación, que Microsoft tiene.

Si bien es un esquema de gobernanza inusual tiene características que, bien gestionadas, permiten que la parte con fines de lucro haga financieramente factible la parte sin fines de lucro, para sus actividades en bien de la sociedad. En algunos casos de emprendimientos sociales puede haber dos instituciones con personalidad jurídica separada supervisadas por un consejo independiente. Ambas unidades tienen la cultura y el personal especializado en el objetivo que le corresponde, por lo que los conflictos de intereses se disipan. En el caso de empresas se pueden integran las dos partes en una misma empresa, que gestiona ambos objetivos, es lo que se denomina como empresas con fines de beneficios duales o del cuarto sector. En este caso los dirigentes deben balancear ambos objetivos y resolver los conflictos, lo que la gestión es más complicada y requiere de dirigentes capaces de hacer el balance. [4] [5]

Y hay un ejemplo de gobernanza en IA que merece comentarse, porque es más robusto que el que tenía OpenAI. Anthropic es otra empresa líder en IA, que fue fundada en el 2021 por una docena de ex empleados de OpenAI, liderados por dos hermanos Dario y Daniela Amodei.  Conocedores de los potenciales conflictos la empresa fue creada como un empresa con fines de beneficios duales (Public Benefit Corporation, ¡que no es una B-corp!) de acuerdo con la legislación del estado de California. Ello los obliga a, entre otras cosas, a una mayor transparencia, incluyendo la rendición de cuentas sobre los beneficios sociales y una evaluación independiente de su rendimiento. Si bien los directores están protegidos de demandas por no perseguir la maximización de beneficios financieros sí son responsables, legalmente, por lograr los beneficios duales.  Tiene además un “fideicomiso de beneficios de largo plazo”, gestionado por expertos en la ética de la IA y otros expertos, que eligen la mayoría de los consejeros de la empresa. Durante la debacle en OpenAI el consejo intentó convencerlos de una fusión, pero fue rechazado. Está respaldada financieramente por Amazon y Google.

El caso de OpenAI es diferente a estos casos ya que tiene (tenía) un consejo independiente, sin fines de lucro, que supervisa a una empresa con fines de lucro, donde es mucho más difícil gestionar ambos objetivos y es lo que en buena parte explica el revuelo. El consejo, independiente y poderoso, debe asegurar que la empresa con fines de lucro cubre ambos objetivos: obtención de beneficios asegurando que no se produzca daño a la humanidad. Más difícil de lograr que en los casos anteriores por cuanto supervisor y supervisado tienen conflictos de intereses, se le pide al supervisado que logre ambos objetivos y porque los beneficios y riesgos son muchísimo mayores.  A lo mejor una IA, que supere la mente humana, los pudiese gestionar.

La gobernanza que tenía hasta el 22 de noviembre había sido desarrollada con el objetivo de gestionar ambos objetivos, que en teoría podría hacerlo, pero que en la práctica depende del carácter de los dirigentes y de la cultura de ambas partes.  En este caso duró poco y se destituyó al CEO, renuncio el presidente y más de 700 de los 760 empleados amenazaron con renunciar si no se destituía a los miembros del consejo. 

Inmediatamente de conocerse el despido, Microsoft contrató a ambos dirigentes para gestionar su nuevo laboratorio de IA, con la tecnología a la cual ya tiene derecho. De esta manera, tendría la independencia para fijar sus propios objetivos y desarrollar sus aplicaciones, con la inmensa sinergia que existe entre la IA, los productos de Microsoft y su capacidad computacional. Adicionalmente los empleados recibieron ofertas de empleo de varias empresas.

Esto logró que los consejeros que quedaban renunciaran y que Altman regresara a su cargo en la empresa. Mientras tanto se ha nombrado un consejo interino a la espera de una situación más definitiva. Es de presumir que esta experiencia cambiará significativamente la gobernanza de las empresas y la composición del consejo. Es de suponer que los principales inversionistas querrán tener una representación directa y Microsoft tendrá un papel muy relevante. Es el principal ganador de la contienda ya que protege su inversión y tendrá los más de 700 expertos a su disposición, sin tener que contratarlos, al ser uno de los principales usuarios de los productos de OpenAI.

Es prematuro para saber si se mantendrán los objetivos originales de la empresa, aunque es muy probable, pero con mayor énfasis en lo comercial y que la mitigación de riesgos y el potencial impacto negativo sobre la humanidad seguirán siendo prioridades, porque es lo que motiva a los investigadores de la empresa. Microsoft es una empresa comercial, pero tiene una reputación que mantener y la IA representa un riesgo reputacional muy elevado y porque OpenAI es la más grande, la más visible, por lo que es de suponer que ejercerán su responsabilidad.

Pero no debe descartarse que al perseguir los objetivos comerciales aumenten los riesgos de uso pernicioso de la tecnología, además de que si bien OpenAI es la pionera y la más avanzada, en particular en el desarrollo de la AIG, hay muchas otras empresas desarrollando la tecnología IA y no todas son como Anthropic.

Los productores de la tecnología tienen una gran responsabilidad sobre el uso de su producto (contrástese con la responsabilidad que asumen (¿?) los productores de pistolas y ametralladoras de uso civil y las tabacaleras, sobre los usos de sus productos). Esta empresa nació sabiendo que su producto tiene un gran poder de hacer el bien, pero también de hacer el mal y que depende del usuario, pero no quiere denegar de su responsabilidad social en ello. De allí que deberá mantener, entre otras medidas, un esquema de gobernanza conducente.

Y es aquí donde la regulación nacional y supranacional es crítica ya que es un producto planetario de impacto sobre la humanidad, no sobre algunos ciudadanos, independientemente del país de localización de las empresas. Pero esta regulación apenas está comenzando. Lamentablemente no solo solo están atrasados en el tiempo sino además en la capacidad técnica necesaria. Y la coordinación multinacional es inexistente.  Demasiado nueva, demasiado rápida, demasiado impacto. Muy urgente.

III.           En resumen.

De este revuelo podemos sacar algunas lecciones para la gobernanza.  Aquí nos estanos refiriendo a la gobernanza de la sostenibilidad empresarial, cuyo principal objeto es la gestión de los conflictos entre objetivos financieros y de bienestar de la sociedad, no a la que más comúnmente se destaca, la G de la ASG que se centra mayormente en las responsabilidades de los consejos y su relación con los accionistas, dominada por empresas que cotizan en bolsas de valores. Es la g de los otros stakeholders.

En todos los casos la gobernanza de la sostenibilidad es crítica pero este caso non enseña que además de la estructura, esa gobernanza debe considerar la cultura de las organizaciones y las personas a cargo de gestionarla.

La estructura de la gobernanza, que se había usado en este caso, de un consejo de una empresa sin fines de lucro, supervisando a una con fines de lucro, sin su propio consejo, podría ser efectiva en algunos casos de emprendimientos sociales de relativamente bajo impacto y menor magnitud. Pero no era la adecuada para este caso donde los impactos son sobre la humanidad entera, se invierten miles de millones y los errores pueden ser catastróficos.

Los otros esquemas mencionados, los de empresas separadas con consejo común y la figura de empresa con fines de beneficios duales, como el caso de Anthropic, podría ser más conducente al logro de los objetivos de una empresa de IA, pero la efectividad de cualquiera de estos esquemas depende de la cultura de las empresas y del personal clave. En la medida que haya subculturas [6] que estén en conflicto (investigadores idealistas e inversionistas obsesionados con los rendimientos), en la medida en que el personal clave no esté totalmente comprometido con la misión, tendrá menor potencial de ser efectivo.

La estructura de la gobernanza de la sostenibilidad puede facilitar o dificultar, pero no es determinante, lo determinante es la cultura y las personas. Las personas y su cultura empresarial importan.

Y en el caso de la IA, con un producto que tiene un inmenso de potencial de hacer el bien o de hacer el mal, a todo lo largo y ancho de la humanidad, es muy optimista pensar que pueda ser gestionado por individuos- Hace falta más que estructura y personas dedicadas y conscientes por muy motivados estén para hacer el bien, su regulación por parte de los gobiernos es imperativa, ya que el potencial es tal que no se le puede dejar a empresas o personas la libertad de los usos de tal producto.

Podría ser una bomba nuclear en manos de un niño.

El embrollo ilustra como la creación de la inteligencia artificial está poniendo a prueba si los inversionistas, que quieren ganar dinero con la IA, pueden trabajar en sintonía con los investigadores que se preocupan de la amenaza al empleo y a la humanidad. Una institución sola no puede lograr el mejor balance entre el avance de la IA, la atracción de talento e inversiones y mantener a la seguridad de la humanidad.

El titular de The Economist después del desenlace del embrollo: “La industria de la IA parece lista para moverse del idealismo académico al pragmatismo comercial” es claro, pero preocupante.  Ese pragmatismo comercial no puede convertirse en obsesión por beneficios. Se requiere la intervención de los reguladores, nacionales y supranacionales, mucho más que en los casos de productos y servicios tradicionales.

Y ojalá que algunos investigadores idealistas aseguren la mitigación de los riesgos de la avaricia comercial y su uso por parte de villanos (vienen a la mente los villanos de las películas del agente 007, empeñados en destruir la humanidad).

Colorín colorado ………este cuento no ha terminado.

 

NOTA 1: Este artículo no ha sido escrito usando la inteligencia artificial. Hubiera quedado mejor y sin errores gramaticales.

NOTA 2: Quién este interesado en mas detalles sobre el producto pueder ver un excelente articulo de Kiko Llaneras en El País, del 25 de diciembre, ¿Por qué importa OpenAI? Esto es lo que hace (hoy) su inteligencia artificial.


Apéndice: ¿Puede la IA tener valores?

En principio parece que la IA son códigos computacionales mecanicistas, sin valores.  Sin embargo, es posible controlar la información de la que aprende.  

Sin entrar en términos muy técnicos y simplificando, podemos decir que hay dos tipos de IA, la “Constitucional” donde los creadores especifican explícitamente un código de valores que el sistema debe seguir, separando la cuestión de si una AI puede hacer algo, de la cuestión más políticamente tirante de si lo debe hacer. El otro método muy usado es el del “Refuerzo del aprendizaje de la retroalimentación Humana”, RLHF en inglés, donde ambas cuestiones se mezclan y los valores son implícita e imperfectamente establecidos por el mismo esquema de aprendizaje. Difieren en como el sistema aprende. Los chatbots con este último método suelen producir repuestas más social y económicamente progresistas, porque aprenden de la información pública que suele ser más intensa en este sentido. Los resultados también dependen de las fuentes de información que usa el sistema y el propósito de la búsqueda. De hecho, en EE. UU. los políticos conservadores se quejan de que los chatbots son de “izquierda”. En nuestro lenguaje diríamos que con este método las respuestas tienden a ser socialmente más responsables, reflejando la información que se más se disemina.

Hay que aprovechar que con el método constitucional la IA se basa en aprendizaje para que aprenda de los valores morales, éticos, de equidad, de justicia, etc., con lo que se le puede poner responsabilidad social al producto AI. (algo así como ponerle un seguro a una pistola que requiere la huella digital del dueño). Y mientras más publiquemos sobre la responsabilidad empresarial, más probable es que la AI la encuentre y aprenda (¡ojalá fuera así!, ¡que ilusión!).

 

[1] Un excelente artículo sobre esto es el de Alberto Vilariño en la Revista Haz del 13 de noviembre del 2023,  Inteligencia artificial y ESG: un nuevo horizonte en la gestión empresarial.

[2] Uno de los precursores fue Herbert Simon, premio nobel de economía de 1978, y mi profesor de teoría de las organizaciones en el año 1972, donde ya hablaba del potencial de la IA.

[3] Especulo que algo tuvo que ver la carta que algunos investigadores le enviaron al Consejo días antes, sobre la “amenaza a la humanidad” a un consejo que tiene como misión el “beneficio a la humanidad”. Otros medios sugieren que tiene que ver con la dedicación a sus otros emprendimientos, que lo hace desatender a OpenAI.

[4] Se usan muchos nombres diferentes: Sociedades de Beneficio e Interés Común, en la legislación española, Beneficio e Interés Colectivo, y Empresas con Propósito en algunos países de América Latina, Entreprise à Mission en Francia, Public Benefit Corporation en EE.UU. y Purpose Driven Companies en algunos otros países.  Son figuras jurídicas reguladas por leyes, no son de B-corps.