Si hubiera tenido más tiempo hubiera escrito una
carta más corta
Marco Tulio Cicerón (106 a.C.–43 a.C.)
En la primera
parte de este artículo, ¿Cuántos hay?, analizábamos el contexto
en que se desenvuelve la contabilidad de la sostenibilidad, su relación
con la contabilidad financiera, los intereses creados en los principales
actores, la dificultad de conceptualizar la sostenibilidad misma para
poderla contabilizar y pasábamos revista a los principales esquemas/estándares
de reporte, todo esto con el objeto de poder apreciar las dificultades que se
enfrenta la armonización de esa contabilidad. En esta segunda parte trataremos
de responder a las preguntas que nos formulábamos al principio: ¿Es
factible y/o deseable la convergencia en la información sobre sostenibilidad?
y, si no es factible o deseable, ¿Cuántos estándares/esquemas se
necesitan? ¿Se puede desarrollar uno solo?
Para ello
analizaremos las propuestas en proceso de desarrollo, los esfuerzos que
se están haciendo para armonizar los esquemas/estándares, las
consideraciones necesarias para analizar su factibilidad, lo que creemos
podría ser el tipo de producto final de esa armonización y los
esquemas/estándares que creemos son necesarios.
I.
Propuestas de esquemas/estándares
El año 2020 ha
sido muy fértil en la presentación de propuestas sobre el reporte de información
no financiera, como comentábamos en la primera parte de este artículo, en parte
como consecuencia de la insatisfacción expresada por los frecuentes
usuarios sobre los esquemas/estándares existentes y en parte para tratar de
ganar una cuota del gran mercado que hay alrededor de esta información. En esta sección parte describiremos algunas
de las propuestas más desarrolladas.
a.
Unión Europea
La Unión Europea,
EU, emitió en el 2014 la Directiva de la Unión Europea sobre el
reporte de información no financiera (EU NFRD) que
establece requerimientos de diseminación de información sobre sostenibilidad, como
comentábamos en la primera parte. Es de
recordar que el esquema de la EU no representa un estándar de preparación y
diseminación de información, solo establece la información que debe reportarse
y para ello acepta estándares de terceros. Sin embargo, es un esquema de
interés que por su obligatoriedad puede contribuir al desarrollo de estándares.
Pero la obligatoriedad requiere de estándares de referencia. Es un problema de
quien es primero, ¿la gallina o el huevo?
[1]
Durante el primer
semestre del 2020 la EU hizo una consulta pública sobre la revisión de la Directiva
y emitió un informe sobre los resultados.
Como consecuencia, estableció (finales del 2020) un grupo de trabajo liderado
por el European Financial Reporting Advisory
Group, EFRAG, para
revisar la Directiva con el objeto de hacer recomendaciones sobre los estándares
para esa información, con la intención de regularlos para clarificar la
confusión entre los existentes. Tiene la intención de crear un estándar a
nivel europeo, con un objetivo semejante al que (supuestamente) realizan las
instituciones cubiertas en la primera parte, como comentamos más adelante, pero
con la ventaja de que no deben lidiar con los intereses creados a nivel estas
instituciones de querer mantener el status quo. A finales del 2020 el
grupo de trabajo emitió un informe de progreso.
Entre muchas
consideraciones el informe se inclina por la utilización de la “doble
materialidad”, no solo la materialidad para los inversionistas, a la
SASB, ni la materialidad para los demás stakeholders, a la GRI,
sino ambas. Es una idea que puede guiar la definición de estándares de
aplicación más universal. Es de esperar que esto sea algo más que la
identificación del impacto financiero de aspectos no financieros, que es el
objeto del SASB. ¿Quiere esto decir que
se puede producir tal estándar? Lo
analizaremos más adelante.
b.
International Business Council/World
Economic Forum (WEF)
En la reunión del
Foro Económico Mundial de enero del 2020 en Davos, en la que se anunció el Manifiesto
para el Capitalismo de los Stakeholders [2] también
se anunció la creación de un grupo de trabajo presidido por el CEO del Bank of
America, con el objeto de proponer formas de medir ese capitalismo. En septiembre del 2020 se publicó el
resultado en Measuring Stakeholder Capitalism Towards
Common Metrics and Consistent Reporting of Sustainable Value Creation, que fue preparado por las cuatro grandes
firmas de contaduría y auditoría públicas y de consultoría, Deloitte, EY, KPMG
y PwC. Se debería anunciar su aplicación en las 140 empresas miembros del
International Business Council a comienzos del 2021.
Este ha sido
un esfuerzo político para respaldar el Manifiesto, promover su implementación y
mostrar que los compromisos que refleja con los stakeholders son medibles.
El hecho de que las cuatro grandes firmas mundiales de contaduría, auditoría
y consultoría hayan preparado el esquema refleja su interés en, no solo en
promover el Manifiesto, sino en el potencial gran negocio resultante de su
implementación. Si bien la sociedad debe
agradecer su contribución es de notar que no es totalmente desinteresada. Esto hay que tenerlo en cuenta la hora de analizar
la posibilidad de armonización en los diferentes esquemas/estándares.
Contiene algunos
tópicos que no están incluidos en muchos de los otros, y es laudable que los llame
a atención: cabildeo político, metas ambientales basadas
en la ciencia (science-based targets), la circularidad de los recursos,
libertad de asociación sindical, el sueldo justo y los derechos humanos.
En esta reconfiguración de las responsabilidades empresariales propone el
reporte en cuatro pilares: (1) Personas (Capital
Humanos); (2) Planeta (el impacto sobre el medio ambiente);
(3) Prosperidad (empleo, creación de riqueza, comunidad); y
(4) Principios de Gobernanza (estrategia, medición de
riesgo, contabilidad y por supuesto, propósito). Para ser nemónicos: cuatro Ps. Que no son los mismos que los seis
capitales del IIRC (financiero, manufacturero, intelectual, humano, social
and relacional, y natural), pero muy semejantes, que no son lo mismo que la Triple
Cuenta de Resultados (social, medio ambiente, económico), pero muy
semejantes, que no son lo mismo que ASG (medio ambiente, social y
gobernanza), pero muy semejantes.
La propuesta,
de 96 páginas, propone una serie de indicadores para cada uno de los cuatro
pilares, 21 de los cuales son “centrales” (core), que pretenden reflejar
impactos directos y 34 son “adicionales” (expanded), que reflejan
impactos indirectos. Algunos de los indicadores son descripciones,
como por ejemplo, el propósito de la empresa, aspectos materiales, análisis de
riesgos, políticas anticorrupción entre otros.
Muchos son indicadores ya incluidos en el GRI y en menor medida en el
SASB, pero a diferencia de estos estándares, los indicadores son generales
para todos los sectores industriales (industry agnostic) a efectos de
facilitar la comparabilidad.
Recordamos al lector la discusión en la primera parte sobre el conflicto
entre relevancia y comparabilidad cuando no son específicos a una empresa,
o por lo menos a un sector o subsector industrial. ¿Y la materialidad? Bien, gracias.
Pero hay que
preguntarse, ¿por qué uno nuevo, con algunos indicadores más, y una
reclasificación de pilares, o capitales, o áreas, en vez de contribuir a
mejorar los existentes? Elaine Cohen, la experta en información sobre
sostenibilidad, que citábamos en la primera parte, hace un análisis exhaustivo
de esta propuesta, en particular de su valor agregado y concluye: “Aun
cuando los indicadores del WEF han tratado de no reinventar la rueda, han
reinventado la bicicleta….. y las ruedas son buenas pero la bicicleta es mala”.
Se refiere a que los parciales
(indicadores) son buenos pero el conjunto (genérico, sin especificidad) es
malo. [3]
Algunos de los
estándares existentes han dado la bienvenida a esta propuesta, públicamente,
pero es muy posible que ello no se refleje en sus acciones. Por ejemplo, el GRI lo hace, pero añade que los indicadores propuestos son en
gran parte indicadores tomados de sus estándares. 17 de los 21 indicadores centrales lo son,
incluyendo todos los de gobernanza, el 50% de los del planeta y 60% de los de
prosperidad. Añaden “….el reporte
a través del foco de la materialidad financiera no es suficiente. La
prescripción de un conjunto de indicadores centrales tiene el potencial de
mejorar la comparabilidad, pero ello no representa un estándar y debe ser balanceado
con la cuidadosa consideración de la relevancia de la información. En vez
de hacer un ejercicio de “marcar las cajitas”, las empresas deben identificar
la información a través de una evaluación robusta de la materialidad para todos
los stakeholders, como lo requieren los estándares del
GRI. El GRI continuará liderando el
cambio….”. O sea, bienvenidos, pero…..
c.
IASB, IFRS Foundation
El International
Accounting Standards Board, IASB, es responsable por los estándares de
reporte financiero en el casi todo el mundo, ya que se usan en su mayor parte
en 144 países. Es el equivalente a nivel
mundial de lo que el Financial Accounting
Standards Board, FASB, en EE.UU. y cuyos estándares son también usados en
algunos países de América Latina. El
IASB depende de la International Financial Reporting Standards Foundation,
IFRS, cuyos patrones han decidido investigar la conveniencia de participar
en la preparación de estándares de información no financiera (vistas las
aguas turbulentas).
En septiembre del
2020 el IFRS propuso la creación de un Sustainability Standards Board, SSB,
paralelo a su IASB, para lo cual emitió un documento de consulta Consultation Paper on Sustainability
Reporting, cuyos
comentarios deberían disponerse a finales de ese año. [4] La consulta quiere identificar la demanda de
los stakeholders en el reporte de información sobre sostenibilidad y
entender el papel que el IFRS puede jugar en respuesta a la urgente demanda de desarrollar
“….un conjunto de estándares comparables y consistentes que le
permitan a las empresas crear confianza a través de una mayor transparencia en
sus iniciativas de sostenibilidad”.
Por esta razón la
propuesta todavía no está estructurada, pero es de suponer que trataría de
capitalizar en las ventajas comparativas de IASB que tiene credibilidad con los
reguladores e inversionistas y amplia experiencia en el desarrollo de estándares
de contabilidad. Sin embargo, mucha
de la información sería de carácter no financiero, en la cual carece de
experiencia, aunque esa información tenga, eventualmente, impacto sobre la
situación financiera de la empresa. Tendría
que coordinar con los esquemas/estándares existentes, comentados en la primera
parte de este artículo. No pareciera factible que el estándar sea integral,
sería más bien un complemento, aunque por su presunta naturaleza podría facilitar
la integración de la información financiera y no financiera. En un artículo anterior comentábamos los pros
y cons de la participación de los proveedores de estándares financieros en el
desarrollo de estándares para información no financiera. [5]
En principio
no parece ser un esfuerzo de armonización, todo lo contrario, añadiría mas
confusión. En este sentido es ilustrativa la respuesta del GRI a la propuesta, donde da la bienvenida al interés del
IFRS, pero entre líneas, como en el caso del WEF, quiere demostrar que es indispensable:
“Como proveedores de los estándares
de reporte de sostenibilidad, adoptados por una mayoría de las mayores
empresas del mundo, el GRI tiene una perspectiva única e informada sobre
los retos asociados al desarrollo de estándares de reporte de sostenibilidad
…La visión del GRI….respaldada por sus estándares, que informan a todos los stakeholders,
desde inversionistas, pasando por la sociedad civil, a los reguladores,
sindicatos y otros” (énfasis añadido). O sea, somos los más usados, los que
más sabemos del tema y servimos a todos los stakeholders.
d.
IOSCO Task Force
La International
Organization of Secutities Commissions, IOSCO, agrupa a los reguladores de
los mercados de valores del mundo, los que en sus respectivos países son
responsable de emitir, entre otras, las regulaciones para la preparación y
diseminación de la información financiera.
Su foco es el funcionamiento ordenado y transparente de los mercados
de valores. En todos los países esas
regulaciones incluyen la diseminación de información cualitativa, no
financiera, que sea relevante para los inversionistas y, progresivamente, esta
información no financiera está incorporando temas relacionados con la sostenibilidad. Pero no ha habido una iniciativa común de
los reguladores para regular esa diseminación, como sí existe para la
información financiera.
A medidos del
2020 y en función del movimiento para armonizar aquella información descrito en
este artículo, de una manera semejante a la del IFRS, IOSCO creó un grupo de
trabajo para indagar sobre el papel que puede y debe jugar. Una organización
como esta no puede estar fuera de las discusiones y pretende minimizar el
riesgo de un fraccionamiento jurisdiccional y las inconsistencias entre los
diferentes mercados y así apoyar el interés del público inversionista global. Este grupo de trabajo fue creado en respuesta
a la recomendación de un informe, Sustainable Finance and the Role of
Securities Regulators and IOSCO, presentado al Consejo de IOSCO en abril del 2020. El Grupo de Trabajo
comenzó sus labores en junio del 2020. A finales del 2020, los proveedores de
esquemas y estándares mencionados en la primera parte (GRI, SASB. IIRC, CDP y
CSDB) le han pedido a IOSCO que se involucre para llevar estos
esquemas/estándares al nivel de la contabilidad financiera, en la cual
participa y alentar su utilización en los mercados de valores.
El grupo de
trabajo pretende identificar y desarrollar las categorías de diseminación que
son materiales para los inversionistas y que puedan caer dentro de las
jurisdicciones de las comisiones de valores. En cierta
forma es lo que ha hecho el SASB, pero que no es parte de la institucionalidad
regulatoria. De hecho, el SASB ha promovido
que la Comisión de Valores y Bolsas de EE. UU., el SEC, adopte su modelo de
reporte, pero esta ha resistido la imposición de requerimientos específicos
a las empresas en este sentido. Esto puede cambiar con el cambio de gobierno.
e.
International Federation of Accountants,
IFAC
La International
Federation of Accountants, IFAC, es una organización gremial que agrupa a
los contadores públicos del mundo que no se quiere quedar atrás y quiere que sus
afiliados participen en el proceso. Es un tema eminentemente gremial, de
protección de un mercado. En este
sentido propone la creación de una junta de
estándares de sostenibilidad (Sustainability Standards Board), semejante a la propuesta del IFRS mencionada arriba,
reflejando la existente a nivel de contabilidad financiera. La propuesta contiene muy pocos detalles y
parece más una expresión de interés. Es conveniente recordar los comentarios
expresado anteriormente sobre las diferentes culturas y características
profesionales necesarias para producir estándares e información sobre sostenibilidad
versus los de contabilidad financiera. [6]
f.
Value Balancing Alliance
Esta propuesta, Value Balancing Alliance, es de una agrupación de doce empresas,
mayormente de Europa, que tiene un objetivo similar al de las demás ya mencionadas:
“crear un estándar de medición de los impactos globales positivos y
negativos de la actividad empresarial y proporcionar guías sobre como integrar
estos impactos en la dirección de las empresas.” Si bien es poco conocida, es necesario comentarla
por cuanto es la única propuesta por un grupo de empresas, originada por un
grupo de poderosas multinacionales y respaldada por la Unión Europea y las cuatro
grandes empresas de contabilidad y auditoría y por cuanto tienen metas
(¿idealistas?), que de ser logradas, harían una valiosa contribución al reporte
y utilización de la información sobre sostenibilidad. También es de notar
que el esquema se encuentra, a comienzos del 2021, en base conceptual,
con poco desarrollo. Sus metas son:
- “Estandarizar
la evaluación y monetización del valor de la empresa y sus contribuciones
financieras y pre-financieras [7]
a la sociedad (impactos y dependencias);
- Entender
las interdependencias de la contribución de los valores financieros y
pre-financieros a la sociedad y su relación con el valor de la empresa;
- Diseñar un esquema de reporte que permita a los stakeholders comparar el desempeño en los
capitales naturales, sociales, humanos y financieros a través de diferentes
empresas (balance general y de ganancias y pérdidas integrado);
- Desarrollar un esquema para la gestión del negocio basado en los múltiples capitales
y probarlo en la contabilidad interna; y,
- Llevar
a escala la utilización de la medición de impacto y evaluación al poner
a la disposición pública nuestra metodología.
Si bien no
enfatiza un grupo específico de stakeholders, parece que el principal
sería la misma gerencia en su gestión de la sostenibilidad seguido del
resto de los stakeholders.
g.
Yale Initiative on Sustainable Finance
Si bien no es
una propuesta formal al nivel de las anteriores, un documento de trabajo de la Yale Initiative
on Sustainable Finance, de la Universidad de Yale, Toward Enhanced Sustainability Disclosure:
Identifying Obstacles to Broader and More Actionable ESG reporting, contiene recomendaciones muy pertinentes. Con el foco en los inversionistas, propone la
“diseminación obligatoria para las empresas cotizadas de: (1) un
núcleo de indicadores ESG, bajo una metodología uniforme de recopilación de
información y construcción de indicadores; (2) un conjunto adicional de
obligaciones de diseminación de información específica a nivel de sector
industrial; y, (3) un esquema para el reporte de indicadores a nivel de cada
empresa.” Separa el núcleo de indicadores de los adicionales, como lo
propone el WEF, pero hace las segundas especificas al sector industrial y añade
un tercer grupo de indicadores específicos a la empresa.
II.
Intentos de armonización
Los
principales productores de esquemas/estándares descritos en la primera parte de
este artículo han percibido que la dispersión de esfuerzos es contraproducente
para las necesidades de los usurarios de la información.
Durante más de diez años el único esquema en uso era el del GRI. Pero en el 2010 se desarrollaron los
estándares del SASB y el esquema del IIRC, supuestamente para cubrir
deficiencias percibidas en los lineamientos del GRI. En caso del SASB alegando
que (1) eran demasiado generales al querer satisfacer a todos los stakeholders
y (2) queriendo incorporar el objetivo de atender las necesidades de los
inversionistas. En el caso del IIRC, bajo la premisa de que ambos, el GRI y el
SASB, tenían una visión parcial del impacto financiero de la sostenibilidad.
Adicionalmente, al crecer el interés en temas de cambio climático durante la
década de los 2010s, surgió la necesidad de establecer esquemas de reporte más
específicos a este tema, como describimos en la primera parte.
El GRI, que tenía
el campo libre durante diez años, vio al SASB de inmediato como su competidor, muy bien financiado, y como comentamos
en la primera parte, para tratar de contrarrestar su influencia, elevó lo que
eran lineamientos a la categoría de estándares, como lo han sido los del SASB,
e inclusive imitó parte de su nombre con la creación de su Global
Sustainability Standards Board. Ante
las críticas de usuarios, las dos instituciones expresaron sus (tenues) deseos
de coordinarse, en un memorándum de entendimiento, que no llego a nada. [8]
En noviembre del
2020, el SASB y el IIRC anunciaron su fusión en una institución
denominada Value Reporting Foundation. Tiene sentido si recordamos que
uno, el SASB, tiene el énfasis en la producción de indicadores de
sostenibilidad, de potencial impacto financiero sobre la empresa, y el otro propone
como ideal la cuantificación de la contribución a seis capitales con una
narrativa sobre estrategia, gobernanza, rendimiento y perspectivas de la
empresa. Presumiblemente se unirían indicadores numéricos con narrativa
estratégica en el contexto de seis capitales que es más granular que la
tipología actual de tres categorías: A, S y G. A comienzos del 2021 no se conocen los
resultados que se esperan de la fusión, pero el uso en su nombre de “value”
delata las intenciones de mantener su prioridad en inversores. Quedará
todavía la rivalidad y objetivos diferentes del GRI y la Fundación y la
especificidad de los esquemas de cambio climático.
Ante la continua
insatisfacción de usuarios, las principales instituciones, CDP, CDSB, GRI, IIRC
y el SASB, han continuado sus (aparentes) intentos de coordinación. Bajo la facilitación
de Deloitte y del WEF, estas instituciones firmaron una Declaración de Intenciones en septiembre del 2020.
En el documento de 20 páginas destacan que diferentes stakeholders
tienen diferentes necesidades y como sus esquemas las atienden, presentan un
esbozo de para el establecimiento de estándares basados en un conjunto acordado
de tópicos en sostenibilidad y los requerimientos de su difusión y promueven
que sus esquemas/estándares son el punto de partida de esos estándares.
No se
comprometen a armonizarlos ni a trabajar en un esquema común más allá de
acordar los tópicos y como informar sobre ellos. Abocan
por la “interoperabilidad,” “complementariedad” y “concurrencia”, que no es lo
mismo que armonización, convergencia y compatibilidad. El documento es una
buena guía para apreciar las similitudes, diferencias y relaciones entre
sus esquemas/estándares.
Para mostrar que la
declaración de intenciones es aplicable, las mismas instituciones publicaron un
documento con el ejemplo del cambio
climático, coincidiendo
con el quinto aniversario del Acuerdo de París (12 de diciembre). Este tema es uno de los que son relativamente
más sencillos dada la especificidad y el
avance de la ciencia, a diferencia del tema social de difícil generalización y
cuantificación. Pero aun este
ejemplo no pretende ser un substituto del reporte de sostenibilidad, sino que
es una demostración de cómo el cambio climático puede crear o destruir valor en
la empresa.
Y en términos
de la sinceridad de los intentos de coordinación y armonización es interesante
notar algunos eventos. Por ejemplo, el mismo WEF publicó la
propuesta de sus estándares, descrita arriba, días después de la
publicación de la Declaración de Intenciones, que había facilitado. Y días
antes el GRI había anunciado la revisión de sus estándares, que incluían
una nueva definición de materialidad y por ende de los stakeholders, que
iba en la dirección opuesta. [9] Un
mes después, el SASB y el IIRC anunciaron su fusión. Y unas semanas después el SASB
escribió una carta abierta a los proveedores de información sobre sostenibilidad
sobre las ventajas de sus estándares, instándolos a proporcionar información a
sus clientes basándose en sus indicadores.
¿Cooperación o competencia?
Deberían aprender a Cumpetere: “cooperar para competir”.
No obstante, para
apoyar estos esfuerzos se creó el Corporate Reporting Dialogue, que reúne a los principales proveedores
de esquemas/estándares para facilitar las discusiones dentro del Better Alignment Project del 2019. En este proyecto los participantes confrontan
sus respectivos esquemas/estándares para identificar los aspectos comunes y diferentes
con el objeto de buscar una mejor alineación. También en este caso el foco es sobre como
los indicadores no financieros se relacionan con los resultados financieros, el
enfoque del SASB, no el del GRI.
El ex director
del IIRC, Richard Howitt, publicó un artículo The Race to Establish ESG Reporting
Standards Must Be a Race to the Top, donde dice que: “ ….el proceso
diseñado para combatir la proliferación, fragmentación y confusión entre los
diferentes esquemas/estándares es en sí mismo fragmentado y difuso…..al
contrario de muchos de nuestros debates sobre el tema, este es ciertamente
una carrera hacia lo mejor…”. El suscrito discrepa, es una carrera hacia la
cuota de mercado.
III.
¿Adónde se quiere llegar (en la carrera)?
Antes de analizar
si es factible y/o deseable la convergencia en la información sobre sostenibilidad
es necesario conocer que entienden las partes por “información sobre sostenibilidad”
y adonde quieren llegar.
Lamentablemente
los documentos, declaraciones públicas y cartas acuerdo no establecen el objetivo
final. Se centran en lugares comunes sobre
la importancia de la información, sobre la necesidad de servir a los usuarios,
sobre la necesidad de armonizar y evitar la confusión, pero no dicen adónde
quieren llegar. Si se definiese el esquema del “producto
final” habría posibilidad de establecer una estrategia entre las instituciones,
pero con ello presumiblemente habría ganadores y perdedores, se
cerrarían algunos de los múltiples mercados de esa información y por ende el
proceso, en la práctica, no avanzaría.
Esta parece ser la situación actual y la previsible.
Para responder a nuestra
pregunta tendremos nosotros que suponer que es lo que quieren y proponer
nuestro modelo de estándar. Pero antes de hacerlo es conveniente recordar
algunas consideraciones que hicimos en la primera parte para poner el contexto
de las posibles opciones: (1) que es sostenibilidad; (2) que es material para
la empresa; (3) cuales son las necesidades de los usuarios de la información;
(4) cual es la pregunta a la que debe responder el reporte; (5) ¿debe ser todo
cuantificable?; (6) ¿resultados o impacto?; y, (7) ¿responsabilidad para la
rentabilidad o porque es lo que hay que ser?
a. Que es sostenibilidad
En el caso de que
es sostenibilidad, recordemos que si bien hay definiciones relativamente
aceptadas de sostenibilidad (ejemplo, la de Unión Europea) la aplicación en
la práctica es muy difusa y dispersa.
Como vimos, con los centenares de agencias de calificación y los miles
de indicadores e índices de sostenibilidad, cada uno puede decir lo que es
sostenibilidad en la práctica. Referimos
al lector a la amplia discusión de la primera parte.
b. Que es material
Adicionalmente,
recordemos que para la empresa su sostenibilidad es el resultado de sus
acciones para asumir su responsabilidad ante la sociedad y que para ello el
criterio debe ser los aspectos materiales, o sea, los que impactan y quieren
impactar a sus stakeholders y cuya reacción puede impactar a la empresa
(materialidad de doble vía). Los aspectos que constituyen “su
sostenibilidad”
son específicos a cada empresa y son dinámicos, cambian en el tiempo. En este sentido, desde el punto de vista
de la empresa y de la evaluación de su sostenibilidad, no puede haber
criterios universales, aplicables a todas las empresas, en todo momento. La evaluación será más precisa en la medida
en que sea más específica a la empresa en su contexto. No se puede calificar la sostenibilidad de
la empresa fuera de su especificidad, de lo quiere ser.
Una vez que se
ha evaluado a la empresa en su especificidad, se pueden comparar los resultados
de su comportamiento con algún benchmark para evaluar su comportamiento
relativo a algún ideal, pero también ese ideal debe ser lo más especifico
posible. Para ilustrar esta idea consideremos la evaluación
del rendimiento de carteras de inversión.
Cada cartera tiene objetivos de riesgo y rendimiento específicos y sus
resultados no se pueden comparar con un indicador general como podría ser, por ejemplo,
el rendimiento del índice Standard and Poor 500. Este sería válido para evaluar una cartera
diversificada que invierte en acciones que cotizan en la Bolsa de Valores de
Nueva York. Si la cartera a evaluar está
conformada por valores de renta fija de empresas, restringida a valores en el mercado
de un país, se debe comparar el rendimiento con una cartera diversificada de
valores de renta fija de empresas en ese mismo país. No tiene sentido
compararla con el rendimiento de bonos del tesoro. Mismo instrumento, mismo
contexto.
Y también es oportuno
volver a enfatizar que, por ejemplo, cada calificadora de sostenibilidad
tiene su propio modelo, genérico, de lo que es la sostenibilidad de la empresa,
independiente de su contexto y en algunos casos, del mismo sector industrial.
En general, cuantifican los valores de
decenas de indicadores, en temas de sostenibilidad (en general ASG) y asignan
pesos predeterminados a cada uno de los indicadores dentro de cada tema y
después otros pesos a los temas, para calcular un “gran promedio ponderado”
de sostenibilidad. Estos pesos pueden ser validados con la experiencia, [10] pero representan
un modelo de que es sostenibilidad para esa calificadora, de la importancia
relativa de cada uno de las decenas de indicadores y de cada uno de los temas, no
necesariamente válida para ninguna de las empresas evaluadas. Además, muchas de las calificadoras ignoran
temas como la responsabilidad del producto, su impacto en su ciclo de vida o su
responsabilidad fiscal y política (¡difícil de cuantificar!), entre otros.[11]
1. c. Necesidades de los usuarios de la información
En la discusión
sobre los esquemas/estándares existentes, en la primera parte, presentamos una
tabla para ilustrar las necesidades de los usuarios a los que pretendían
responder. Por ejemplo, el GRI considera que sus estándares deben satisfacer
las necesidades de todos los stakeholders. El SASB considera que la generalidad del GRI
no puede atender las necesidades específicas de los inversionistas, que
considera como los stakeholders más críticos para la información sobre
sostenibilidad y que requieren información, no sobre todos los posibles
aspectos, sino solo sobre aquellos que pueden tener un impacto sobre las
finanzas de la empresa. Se podrían
diseñar esquemas/estándares que atiendan a las necesidades de grupos
específicos de stakeholders, pero se considera que los del GRI son
suficientes a nivel general y en todo caso la empresa puede preparar información
especialmente dirigida a algunos stakeholders que considere de su
interés particular, como por ejemplo la comunidad o los gobiernos locales
para las empresas de la industria extractiva.
Esta dicotomía
de “todos los stakeholders” versus el subgrupo de “inversionistas” ha
determinado el diseño y la discusión sobre los esquemas/estándares ya
desarrollados y los que se han propuesto. No parece
necesario abrir otra caja de pandora. La
propuesta de la Unión Europea, que hemos resumido arriba propone la “doble materialidad”
(más bien doble objetivo, ambos grupos) y desarrollar estándares que sirvan a ambos,
los generales y los específicos.
d. ¿Cuál es la contribución de la empresa a la sociedad?
Esa es la pregunta
que deben responder los informes de sostenibilidad y que los esquemas/
estándares
deben facilitar. Aunque
la pregunta se refiere a la sociedad en su conjunto, cada usuario tiene “su
sociedad”, cada stakeholder tiene una visión diferente. Para los inversionistas su sociedad es su dinero,
para la comunidad su sociedad es su entorno, para los ambientalistas su
sociedad es el medio ambiente. Obviamente que sería muy complejo desarrollar
esquemas/estándares que respondan a las necesidades de todos los stakeholders
simultáneamente por lo que el objetivo de un único esquema/estándar no parece
ser la solución. Pero la respuesta a
la pregunta debe ser el foco del esquema/estándar. E independientemente de los productores
de estos esquemas/estándares, la empresa puede y debe tratar de responder a
esa pregunta en sus informes de sostenibilidad para sus stakeholders
materiales, los que le importan (esta discusión la hemos desarrollado en
otro artículo [12])
e. No todo lo que se puede contar cuenta, ni todo lo que cuenta se puede
contar
Antes de poder
dar respuesta a nuestras preguntas, es pertinente considerar si la obsesión
con la cuantificación, y en especial en términos monetarios, es conveniente
para el avance de la sostenibilidad, que es uno de los objetivos del
reporte de esa información. El título de esta sección, una cita atribuida a
Einstein (no importa quien la haya dicho), contiene un elemento que nos puede
guiar en la determinación de la información que es relevante reportar y como
hacerlo.
Con el avance de
la digitalización se ha creado una “tiranía de la medición” [13], en
particular en la gestión de empresas, muchas veces guiado por un mantra
opuesto: “sólo se puede gestionar lo que se puede medir”. [14]
Si bien esta presión por la
cuantificación de las variables de gestión contribuye a la toma de decisiones
más respaldadas por datos, y le permite al decisor escudarse con ello, esto no
quiere decir que en todos los casos serán mejores decisiones. Son muchos los factores no cuantificables
que también tienen influencia. Si
bien es cierto que la inteligencia artificial está haciendo importantes
contribuciones en este sentido, también es cierto que no puede separarse del
buen criterio, del juicio educado de los decisores. No creo que haya muchos que aboguen por la
substitución del CEO, el Consejo o la alta gerencia por algoritmos. Pero esto es el camino que se propone con la obsesión
de la cuantificación de las variables de sostenibilidad. Que los analistas tengan números para
introducir en sus modelos de cómputo que digan cuan responsable es la empresa y
cual es mejor que otra.
La presión de los
calificadores por la comparabilidad, de los que quieren reducir todo a números,
los que no quieren hacer un análisis más pertinente, más integral, es perniciosa
no solo para la evaluación de la sostenibilidad sino para las mismas acciones
de responsabilidad que encaran las empresas.
No es inusual que las empresas encaren algunas de estas actividades con el
objeto de ganarse un premio o reconocimiento, o mejorar sus calificaciones de
sostenibilidad, que pueden no ser lo mismo que mejorar su sostenibilidad.
Las dispersiones
de las calificaciones de sostenibilidad, que habíamos ilustrado en la primera
parte son un buen ejemplo. Le damos
el mismo nombre, sostenibilidad, ASG, etc., a algo que es muy diferente para
cada proveedor de información y usuario y luego pretendemos compararlos por el
simple hecho de tienen el mismo nombre.
El mismo nombre no es lo mismo.
¿Alguien cree que una empresa mejor calificada por MSCI es más
sostenible que otra? ¿O es que le conviene creerlo para no tener que dedicarle
mayores esfuerzos a la comparación?
Parafraseando
el subtítulo podríamos decir que no todo lo que es relevante es comparable ni
todo lo comparable es relevante.
Y como ya
habíamos comentado, la sostenibilidad es mucho más que la cuantificación de
actividades, volúmenes, etc. incluye estrategias, valores, cultura, procesos,
responsabilidades internas, etc. difícilmente cuantificables.
Pero hay que
reconocer que se han hecho grandes progresos en la medición de los impactos de
las actividades de la empresa sobre sociedad y el medio ambiente. Hace algunas décadas no se había constatado
el cambio climático y en la actualidad se puede medir la contribución de
diferentes actividades. Las mediciones
de la calidad del aire y del agua, por ejemplo, se han progresado mucho. No obstante, la medición del impacto en temas
sociales está relativamente más atrasado. [15]
6 f. ¿Insumos, actividades, resultados o impacto?
Aunque estos términos
muchas veces se usan indistintamente, son muy diferentes, y es necesario
distinguirlos en la información sobre sostenibilidad, porque los
esquemas/estándares no lo hacen y se suelen incluir indistintamente. Y es importante porque lo que a los stakeholders
les debe interesar son los impactos positivos o negativos de las actividades de
las empresas. Pero, aunque se
denominan impactos (como lo hace la definición de la Unión Europea), mucho de
lo que reporta no lo son.
El número de
horas impartidas en la educación sobre el código de ética o el número de casos
decididos con el comité son actividades resultantes de una inversión de
dinero y tiempo (insumos). Resultados
sería lo que han aprendido e impacto sería como ha cambiado el comportamiento
de la empresa. Otro ejemplo es la cantidad de dinero invertida en inversión
social que es un insumo. La actividad es la construcción de aulas, por ejemplo,
el resultado sería lo que aprendieron, y el impacto sería el cambio en la
calidad de vida de la comunidad. El
volumen de agua reciclada es el resultado de la conservación, pero el impacto
se refiere a la disponibilidad de agua de la misma calidad en la zona de
impacto, que en un caso puede ser bajo y otro caso muy alto. El mismo reciclaje tiene diferentes
impactos en diferentes contextos.
La determinación
de impacto puede ser muy difícil y costosa ya que el impacto puede ocurrir en el
largo plazo, pero ello no obsta para que no deba ser el foco de atención de los
esquemas/estándares. Lamentablemente no hay todavía criterios para
reportar los diferentes conceptos y se suelen reportan insumos como si fueran
impactos, sin distinguirlo. Esta sí es
la tendencia en la incorporación de alguna indicación del potencial impacto
financiero de las actividades, a la SASB, pero no lo es en temas no
directamente medibles.
Lo menos que se
puede esperar es que los esquemas/estándares no vendan gato por liebre y que pidan
que se reporten indicadores de impacto, no de insumos, actividades o
resultados. O por lo menos que se tipifiquen los indicadores para que se sepa
que representan. Ello incitaría a las
empresas a moverse desde el reporte de insumos y actividades hacia resultados e
impacto. Como se habrá podido observar el objeto de los esquemas/estándares
es la producción de información sobre las actividades y en algunos casos de
resultados.
Pero la gran
pregunta a la que los stakeholders queremos respuesta es ¿Cuál es el
impacto en la sociedad y el medio ambiente de las actividades de las empresas? ¿Qué
cambio positivo se ha logrado? ¿Cómo está
la sociedad y el medio ambiente mejor como consecuencia de esas actividades?
En el largo plazo este debería ser el objeto de la información.
g. Responsable porque es rentable o porque es lo que hay que ser
Como se puede
deducir de la discusión en la primera parte los esquemas/estándares tienen
una dicotomía implícita entre el argumento empresarial y un argumento más
amplio que incluye el argumento moral. El argumento subyacente de la sostenibilidad,
en la gran mayoría, y muy explícito en el SASB, es que la sostenibilidad es o
debe ser rentable de allí que la guía de reporte se basa en lo que tiene
impacto financiero. Esto es un
vestigio de la doctrina de la maximización de beneficios de la empresa, que
está superada. [16]
En algunos
casos, como la propuesta de la Unión Europea, el argumento implícito es
empresarial y moral, hay que hacer y reportar lo que tiene impacto financiero,
pero también lo que contribuye a una mejora de la sociedad y el medio ambiente
sea rentable o no, se hace porque es lo correcto, es lo que hay que hacer. El
GRI es más agnóstico, no se hace estas preguntas y se basa en reportar lo
que tiene impacto sobre todos los stakeholders.
El reporte debe
reflejar la actuación de la empresa, pero es el caso de que lo que se debe
reportar determina, en muchos casos, lo que la empresa cree que debe hacer. Si solo debe reportar lo que tiene impacto
financiero, eventualmente se descuidarán las actividades de sostenibilidad cuyo
impacto financiero no pueda ser determinado o que no tienen impacto sobre la
rentabilidad, visible, medible en el corto plazo. Y esto puede ser contraproducente para
muchos stakeholders. La pandemia ha puesto de relieve esta situación.
[17] El reporte no es un fin para la empresa, es
un medio, en particular para articular y actualizar su estrategia y actividades
de sostenibilidad.[18]
IV.
Cuál podría ser el producto final
Ya que los
proveedores de esquemas/estándares, en sus intentos de armonización no especifican
cual es el producto final sobre el que esperan consenso, debemos proponerlos
nosotros para poder responder a las preguntas que nos formulábamos al
principio. En función de la recapitulación precedente, podemos considerar
varias posibilidades: (1) acuerdo sobre un conjunto de indicadores; (2) acuerdo
sobre modelo de reporte, cualitativo y cuantitativo; (3) estados financieros de
sostenibilidad.
a.
Conjunto de indicadores
Este es posiblemente
el acuerdo más posible, aunque no probable, en el mediano plazo, por su especificidad,
sobre todo, si para satisfacer a todas las partes, se incluyen sus propuestas. Pero ello puede llevar a un conjunto
difícil de manejar. Y si solo se
incluyen las comunes, para logar consenso, entonces el conjunto será de
reducida aplicación. Recordemos la discusión en la primera parte sobre las
características de los indicadores: deben se relevantes, medibles,
consistentes. Muchos de los usuarios insisten en la comparabilidad, que
puede atentar contra la relevancia y contra la especificidad necesaria que
comentamos arriba.
Para vencer
algunas de estas dificultades, este conjunto de indicadores, como propone el
WEF, podrían incluir un conjunto central (core) de aplicación
universal para todo tipo de empresas, un conjunto adicional específico al
sector industrial y un tercer grupo, como propone el estudio de Yale,
específicos a cada empresa. Y como propone el SASB, estos indicadores
deberían incluir indicadores con particular relevancia por su impacto sobre las
finanzas de la empresa.
Este proceso,
donde participan el SASB, GRI, IIRC y CDP, y que pretende incorporar la IFRS,
es el que más impulso tiene, pero mantiene el foco en los stakeholders
financieros y se subestiman las necesidades se los demás stakeholders,
el foco del GRI. Sin embargo, es de
destacar que esta combinación de esquemas/estándares actuales y propuestos son
compatibles con los estándares del GRI, bastaría que estos incluyesen los
indicadores de impacto financiero, con la ventaja de que el GRI ya cuenta con
un esquema de reporte. Pero ello requiere de un cambio cultural en el GRI:
reconocer que las finanzas importan, no solo la sociedad en general. Y para los demás, un cambio cultural de
aceptar los demás stakeholders, cuyas necesidades son más difíciles
de convertir en valores monetarios. Lo más probable, en el mediano plazo, es
que se mantengan separados, los financieros (SASB, IIRC, CDP, IFRS) por una
parte y los de los todos los stakeholders, sin preocuparse del impacto
financiero por otra parte (GRI). Los
esfuerzos de la Unión Europea, que parten con tabula rasa, sin intereses
creados que defender, podrían incluir ambos.
Los
indicadores específicos no deberían ser objeto de un estándar, sino más bien de
lineamientos, que cada
empresa seleccionaría de acuerdo con lo que cree que les faltan a los demás
indicadores para dar una visión más representativa de su sostenibilidad.
El esquema de
los stakeholders financieros permitiría que los proveedores de
información, calificadores y productores de índices refinasen sus indicadores desde esa base para hacer sus evaluaciones,
sin impedir que reporten o usen los que crean convenientes. Tendría la ventaja de poner al descubierto
las diferencias, que en la situación actual son poco conocidas y conducen a la
confusión. Y es muy posible que, al permitirles seguir con lo suyo, cuente
con su beneplácito, pero sin convergencia.
La competencia por cuota en este mercado no parece evitable.
b.
Modelo de reporte
Un conjunto de
indicadores no puede dar una visión completa de la sostenibilidad empresarial
como ya avanzábamos en la primera parte y que ilustrábamos con el gráfico al
final. La representación de la
sostenibilidad de la empresa requiere además de la revelación de las
estrategias, valores, cultura, procesos, responsabilidades internas, etc. La
sostenibilidad es más que un conjunto de actividades, es las que la suma de las
partes. En este sentido el esquema
del IIRC ofrece una buena guía, aunque su énfasis es sobre la creación de valor
y subestima las necesidades de stakeholders que no tienen stake
financiero. El modelo del GRI sí incluye estos aspectos. Esto no sería a nivel de estándar sino a
nivel de esquema, de guía.
El consenso sobre
un modelo de reporte parece poco factible en el mediano plazo ya que requerirá de grandes cambios culturales
y de mucha humildad por parte de los proveedores de estándares y de consensos en
los indicadores, que de cualquier manera deberían ser parte del reporte.
c.
Estados financieros de sostenibilidad
Un objetivo de
muy largo plazo sería el logro de una verdadera contabilidad de sostenibilidad
en imitación de los estados financieros tradicionales. Un balance general donde se mostraran los
valores de los seis capitales, a la IIRC, como activos, y los pasivos
sociales y ambientales como pasivos. Un
estado de rendimientos donde se mostraran los cambios en esos capitales,
como lo hace, en los aspectos ambientales, el grupo Kering. [19]
Obviamente esto
requiere la cuantificación y la conversión a valores monetarios de un sinnúmero
de impactos, muchos de los cuales no son ni siquiera cuantificables en
términos numéricos, mucho menos monetarios. Sin embargo, las tecnologías de
medición de estos impactos se están desarrollando y eventualmente su conversión
a valores monetarios, aunque su logro en la práctica requerirá todavía de
muchos años. La iniciativa Capitals Coalition lidera esfuerzos en este sentido,
juntando las dos iniciativas de Natural Capital Coalition y la Social and Human Capital Coalition. [20]
V. ¿Es factible y/o deseable la convergencia en la información sobre
sostenibilidad?
En buena medida lo
que sigue es la opinión (educada) del suscrito, basada en el análisis que
hemos presentado hasta ahora. Esta opinión
es diferente a la de los participantes en el proceso de convergencia descrito
antes, que tienen sus propias ideas e intereses. El lector debería hacer su
propio análisis para llegar a su propia respuesta a la pregunta de esta
sección.
La respuesta a la
pregunta depende de cual se quiere que sea el producto final. Si la convergencia es hacia un conjunto de
indicadores, ello parece ser posible, pero deberían considerarse los tres
niveles que propone el estudio de Yale, centrales para todos, suplementarios a
niveles de sector o subsector industrial y específicos a nivel de empresa. Pero aun en este caso de mínimos, habría que
atender las diferentes necesidades de los inversionistas y de todos los demás stakeholders,
lo cual puede resultar de una complejidad de difícil manejo e incluir
información que no es de interés para algunas de las partes. La Unión Europea
está desarrollando su propuesta con esta ambición. Claro está, que desde el punto de vista
del usuario, el ideal es que le presentan la información que necesita y solo la
que necesita, pero ello sería todavía más complejo e implicaría divergencia.
Si el producto
final es el modelo de reporte, la convergencia tiene los mismos problemas, pero
siendo el suplemento cualitativo parecería más fácil de lograr.
En cierta forma el GRI sería el modelo que seguir, pero ampliándolo para
tener en cuenta las necesidades del grupo de stakeholders más vocal, los
que sirven a los inversionistas. También seria complejo y el GRI no parece
tener esa vocación. Y no es
mutuamente excluyente con el anterior, de hecho, se necesitan ambos. A lo mejor la fusión de la visión del IIRC de
reporte integral y la visión estrictamente numérica de indicadores con impacto
financiero del SASB puede producir tal esquema/estándar de reporte, aunque
parece poco factible por la poca inclinación a servir a los stakeholders
no financieros. También en este caso la propuesta de la Unión Europea busca
la convergencia entre los intereses de ambos grupos y el balance de la visión
financiera y la de la responsabilidad porque es lo que hay que hacer.
Si el producto
final es la contabilidad de la sostenibilidad al nivel de los estados financieros
tradicionales, la factibilidad no es cuestión de voluntad, es un problema de
la inmensa complejidad y parece muy poco factible en el mediano plazo. Y
aun en este caso, sería un producto final muy incompleto, por lo que comentábamos
arriba, sobre la cuantificación de lo no cuantificable. Si se logra incluiría solo una parte de
las necesidades de información de los stakeholders, y muy sesgado hacia
los inversionistas.
VI.
¿Cuántos esquemas/estándares se necesitan?
Ante de responder
a la pregunta podemos extraer algunas consideraciones de la discusión
precedente: (1) no hay ni habrá consenso sobre lo que es sostenibilidad;
(2) los interesados en la información tienen diferentes necesidades y
cubrirlas todas en un solo esquema/estándar lo haría muy costoso y muy difícil
de manejar; (3) cada empresa es diferente y su sostenibilidad depende de
su contexto y del momento; (4) no todo lo que cuenta se puede contar, no
todo es cuantificable; (5) no todo lo que hace la empresa en términos de
sostenibilidad debe tener impacto financiero en el corto plazo, no todo está
basado en el argumento empresarial; (6) la comparabilidad atenta contra
la relevancia; y, (7) el mercado de la información sobre sostenibilidad es
un mercado competitivo no se presta a la colaboración.
Salvo que la
Unión Europea logre el milagro, lo mejor que se puede logar en términos de convergencia
es que, de mínimo, coexistan por lo menos tres esquemas/estándares. Uno que enfatiza la cuantificación de
impactos financieros, con un conjunto de indicadores (idealmente los tres
tipos: centrales, suplementarios, específicos), en un reporte que complemente
lo que los indicadores no pueden cubrir sobre la sostenibilidad global de la
empresa (estrategias, procesos, cultura, actividades no financieras, etc.). La
consolidación del SASB, IIRC, WEF y los de cambio climático, atendiendo las
sugerencias del estudio de Yale.
Como parte a este
esquema/estándar y en paralelo, inevitablemente, los agregadores de información
(recopiladores, calificadoras, productoras de índices) producirán sus
indicadores. La diferenciación como estrategia de competitividad es su
motor. El gran deseo de los
inversionistas que les den un conjunto definido, universal, comparable de
indicadores seguirá siendo una ilusión.
Por otra parte,
habrá un esquema/estándar con una visión más amplia de lo que es y debe ser la
responsabilidad de la empresa ante la sociedad, considerando lo cuantificable y lo no cuantificable
y las necesidades de todos los stakeholders. Y aquí queda casi solo
el GRI, a lo mejor ampliando su mira y uniéndose al esquema/estándar de la Unión
Europea.
Un tercer
estándar, que imitará los estados financieros tradicionales, pero este podrá
ser una realidad generalizada solo en el muy largo plazo, cuando haya avanzado
la tecnología de determinación y atribución de impacto y su monetización. En el mediano plazo habrá esquemas
parciales, ejemplos, prototipos. Sería la consolidación de los esfuerzos de las
instituciones mencionadas arriba relacionadas con la contabilidad y la supervisión
de los mercados de valores.
En cierta
medida esto refleja tres grandes culturas con poca superposición: los preocupados
por el rendimiento financiero, los preocupados por el bienestar de la sociedad
y los preocupados por las cuentas con reglas fijas.
VII.
Y…….
Y se propondrán
algunos más, los que de alguna manera tratarán de ganar cuota y/o
notoriedad en este grande mercado.
Y por ahora la única
convergencia parece ser en la nomenclatura, todas las instituciones quieren
tener Standards Board en el nombre.
Y en todos los
casos hay que recordar el dicho popular de quien mucho abarca poco aprieta.
Y la cuantificación
universalmente válida, para toda empresa, de la sostenibilidad es una utopía. Pero se puede crear una que refleje un
consenso de los proveedores de esquemas/ estándares, un mínimo denominador
común del comportamiento responsable, el núcleo de sostenibilidad que
todas las empresas deban cumplir.
Pero…..
Y mientras más
comparable, menos relevante, mientras más general, menos útil.
Y en esto, ser
agnóstico es ser indiferente a la realidad.
Y no nos
olvidemos que el principal stakeholder de la empresa es la empresa.
[7] Nótese el uso más preciso de la
palabra “pre-financieros” para referirse a lo que comúnmente llamamos no
financieros”.