sábado, 29 de abril de 2023

Es hora de luchar por equiparar los temas sociales con los ambientales


La preocupación por el cambio climático y su mayor visibilidad a nivel mundial está acaparando la atención del ecosistema de la sostenibilidad empresarial y con ello apabullando a los temas sociales y relegándolos a nichos de interés.

I.                Prioridad sobre lo ambiental, descuido de lo social.

El progresivo abandono de la denominación de responsabilidad social de la empresa por el termino más escueto de sostenibilidad, sin apellido, para referirse a la sostenibilidad ambiental conspira contra la sostenibilidad empresarial y conlleva a inferir que aquella es la que importa. Ojalá se prohibiera el uso de la palabra sostenibilidad sin apellido, obligando a referirse a la limitada ambiental o la amplia empresarial y así evitar confusiones y omisiones.

Y en la industria de la ASG, la de los criterios para seleccionar inversiones, también se prioriza la A en detrimento la S. Hay millares de fondos de inversión dedicados a la A, muy pocos a la S y la G.  Casi que solo se consideran estos factores en los fondos de inversión responsable integrales, y aun estos tienen una visión muy estrecha de lo que es la sostenibilidad empresarial. [1]

Además de la visibilidad a nivel empresarial, económico y político de los temas ambientales, sus indicadores se basan en gran medida en temas físicos, más amenos a la medición cuantitativa, en tanto que los aspectos sociales son más emotivos, relativamente más difusos y sujetos a opinión. Y los decisores suelen tener preferencia por lo medible y subestimar lo difuso.[2]

Estos son algunos de los factores que están minando la visión integral de la responsabilidad de la empresa ante la sociedad, en su concepción amplia, de ser, más que de hacer, y en particular está relegando el interés por los aspectos sociales de esa responsabilidad. [3]

Un buen ejemplo de ello es que, con todos los esfuerzos de la Comisión Europea para promover esa responsabilidad empresarial, está priorizando los aspectos ambientales en detrimento de los sociales.  La única taxonomía aprobada es la verde y se ha pospuesto (¿abandonado?) la preparación de la taxonomía social [4] y no se ha comenzado la de gobernanza (salvo en algunos borradores de trabajo). Y las regulaciones para reforzar el rigor de las emisiones de bonos de sostenibilidad se ha limitado a la de los bonos verdes, [5] ignorando los bonos sociales y los sostenibles (verdes y sociales).

Los estándares de reporte sobre la sostenibilidad empresarial de la Comisión Europea, obligatorios para las empresas con negocios en sus países miembros, propuestos hasta mediados del 2023, incluyen 23 documentos: cinco explicativos del proceso, dos sobre requerimientos y diseminación y diez sobre detalles por temática, medioambiente, social y gobernanza, además de seis apéndices explicativos. [6] Pero las directrices específicas para los temáticos han sido pospuestas, concentrándose en los de requerimientos y diseminación. Los del IFRS (que serían de aplicación voluntaria a nivel mundial), propuestos hasta mediados del 2023, incluyen los Requerimientos generales de reporte de información financiera de la sostenibilidad y el de Reporte de información sobre cambio climático. No se han producido lineamientos para otros aspectos de la sostenibilidad empresarial.[7]

En un artículo anterior (La “S” de la ASG: ¿Qué es? …. aparte de ser la cenicienta del grupo y el Adendum) habíamos abogado por reforzar la priorización de los aspectos sociales y habíamos propuesto una amplia conceptualización de ellos, con el objeto de apoyarlo en las estrategias empresariales. Los poníamos en el contexto de las prioridades que se les daba a los aspectos ambientales y de gobernanza.

II.             Un buen intento de rescatar lo social, pero ……

La Corporación Financiera Internacional (International Finance Corporation, IFC), institución de financiamiento y desarrollo del sector privado del grupo del Banco Mundial, publicó un informe con el objetivo de rescatar la importancia de los temas sociales en el financiamiento sostenible a través de préstamos y emisiones de bonos ligados a la sostenibilidad (Social KPIs Matter: Setting Meaningful Indicators for Sustainability-Linked Finance). [8]

Es de recordar que estos financiamientos son obtenidos por las empresas para financiar sus actividades generales, no necesariamente relacionadas con la sostenibilidad empresarial, pero en las que se comprometen al logro de algunas metas de sostenibilidad. En algunos casos incluyen bonificaciones financieras por su logro o penalizaciones en caso contrario. Estos instrumentos tienen serias deficiencias como instrumentos para promover esa sostenibilidad.[9]

El objetivo del documento del IFC es el de presentar indicadores sociales que puedan ser utilizados como metas en esos bonos e indirectamente el de promover la inclusión de metas sociales ante la preponderancia del uso de metas ambientales, si bien ello no es consecuencia de la carencia de indicadores sociales. Es un problema, en parte de preferencia de metas que puedan ser fácilmente cuantificables y logrables, y en parte de la mayor demanda de los mercados financieros por el tema ambiental.

Es muy difícil obtener información sobre la inclusión de metas ambientales y sociales en el financiamiento ligado a la sostenibilidad ya que la gran mayoría (85%) son préstamos en los que la información suele ser confidencial entre las partes. La información sí está disponible para los bonos ligados a la sostenibilidad (15%) al ser emitidos en los mercados. Se ha estimado que el 68% de los financiamientos incluyen metas ambientales, mayormente sobre emisiones, y solo el 23% incluye metas sociales, mayormente igualdad de género y seguridad laboral.  Y aun los que tienen metas sociales incluyen además metas ambientales.

El informe propone metas en seis áreas, con una amplia concepción de que es “social”, incluyendo servicios e infraestructura y la sostenibilidad de la cadena de valor.

Propone cuatro etapas para la implementación de los indicadores

  • Identificar los aspectos materiales y sus indicadores;
  • Desarrollar las metas (líneas de base y benchmarking);
  • Desarrollar el camino para su logro (políticas y procedimientos), y
  • Desarrollar la transparencia.

Ilustra en proceso usando cuatro casos y un apéndice donde propone 55 indicadores para las seis áreas identificadas.  Para ser útiles los indicadores deben tener algunas características obvias, pero es crítico recordarlos:

  • Relevantes, materiales y de importancia estratégica;
  • Medibles consistentemente;
  • Verificables por entes externos; y,
  • “Referenciables” (benchmarkable) a medidas externas.

Es destacar que estas metas, sus características y sus usos son muy semejantes a las que se usan en las remuneraciones de los dirigentes, si bien aquellas se refieren a condiciones del financiamiento y estas a la ejecución de la estrategia de sostenibilidad empresarial. Es muy posible, y lógico, que, si han impuesto condiciones para el financiamiento, estas se traduzcan en condiciones para las remuneraciones de los dirigentes. [10] Cuando analizamos este caso, proponíamos diez características para los indicadores (algunas comunes a las de arriba y otros que deberían haberse incluido): 

  • (1) deberán ser medibles objetivamente;
  • (2) con relación directa con el impacto que se quiere logar;
  • (3) con el plazo de las remuneraciones coincidente con el logro de los resultados;
  • (4) con resultados atribuibles a las acciones de los dirigentes;
  • (5) con costos razonables para su logro;
  • (6) con suficientes alicientes para que actúen;
  • (7) un número manejable (ni tantos ni tan pocos);
  • (8) no deben estimular comportamientos perversos;
  • (9) deben referirse a resultados y, de ser posible, a impactos; y, 
  • (10) consensuados con el Consejo y algunos stakeholders clave.

 Pero es importante distinguir entre los indicadores y metas a incluir en compromisos de financiamiento o de remuneraciones de los dirigentes y los correspondientes a la estrategia de sostenibilidad empresarial. En todos los casos deben ser materiales, estratégicamente importantes y bajo el control de la empresa y sus dirigentes. Pero tienen objetivos diferentes.

En los dos primeros casos deben ser pocos, generalmente menos de cinco y suelen ser más conservadores ya que implican compromisos legales, con prioridad en su medición y consistencia (el informe del IFC propone una extensa lista, pero no hace la advertencia de que el numero debe ser limitado). En el caso de la estrategia, también deber ser limitados, concentrando los escasos recursos donde se tiene impacto, pero hay mayor libertad para seleccionar las prioridades, algunas de las cuales pueden no ser medibles con precisión y ser encaradas con diferentes intensidades en el tiempo, de acuerdo con las capacidades de la empresa, sus circunstancias y las necesidades de los stakholders. 

Adicionalmente se debe distinguir entre metas que se refieren a resultados o logros, de las que se refieren a insumos o productos. En todos los casos, financiamiento, remuneraciones y estrategia, se deberían referir a resultados obtenidos y de ser posible a impactos logrados, pero siendo los primeros dos casos resultados de negociaciones y con obligaciones contractuales es muy posible que se diluyan y se priorice lo factible sobre lo deseable, y se limiten a resultados.

Por ejemplo, si el objetivo de invertir en mejorar la condición profesional de la mujer, los recursos invertidos en su desarrollo son insumos, el porcentaje de ellas en cargos directivos es un producto, la mejora en sus capacidades lograda son resultados y su influencia en las decisiones empresariales sería el impacto.  En las metas de financiamiento sostenible y en las de remuneraciones de dirigentes el más común es el del incluir aquel porcentaje, un producto, que no quiere decir mucho, se puede lograr sin desarrollo, sin competencias, sin influencia y sin continuidad.

Las metas deberían incluir las mejoras de sus capacidades, un resultado, y mejor todavía, su influencia en las decisiones empresariales, un impacto, pero esto complicaría lograrlas. Y “nos hacemos trampas en solitario” y no se usan. Pero las metas de la estrategia de sostenibilidad empresarial, donde no tiene sentido engañarnos, deberían enfatizar las de resultados e impacto.

III.           Lo social también tiene impacto financiero.

También se ha publicado un informe sobre el impacto de los riesgos en aspectos sociales sobre la situación financiera de la empresa, que debería contribuir al interés en estos aspectos (ESG Encyclopedia Vol 2, por Fitch Ratings). También en el impacto financiero se da prioridad a los temas ambientales. Hay gran preocupación, por ejemplo, sobre el impacto del cambio climático en la situación financiera de las entidades financieras, y hay un movimiento que pide que estas instituciones produzcan simulaciones para apreciarlo cuantitativamente, de la misma manera que se hacen los stress test para reflejar en potencial impacto de supuestos cambios en la situación económica y en particular de los cambios en las tasas de interés.

Pero no se ha mostrado interés sobre el impacto financiero que pueden tener los riesgos sociales (laborales, comunidades, clientes, entre otros) sobre la posición financiera, en buena parte porque se consideran riesgos puntuales a empresas específicas, y que no afectan a instituciones que conlleven riesgos sistémicos. Se prefiere ignorar las consecuencias de la inequidad, de la inestabilidad social, del desempleo o subempleo, de la pobreza y de la discriminación, aunque al igual que los aspectos ambientales su impacto es sistémico, afecta a todas las empresas. [11]

IV.            En resumen

Como decíamos en un artículo anterior, la S es la cenicienta del grupo y serán necesarios la concientización de los dirigentes, despertar el interés de los inversionistas responsables y estimular a la sociedad a demandar acciones, para sobreponerse a los obstáculos reales y percibidos que enfrenta relacionados con su menor impacto financiero, no sistémico, y su definición difusa, alejada de impacto real.

Obstáculos casi insalvables. Los temas ambientales tienen impactos mucho más visibles y de interés político a nivel mundial. El cambio climático tiene a su favor los desastres naturales (¡sin ironía!), que lo hace muy tangible y la escasez de agua y la contaminación ambiental tienen grandes impactos sobre la vida de los afectados. Los problemas sociales suelen ser localizados y menor interés colectivo, más fáciles de hacerse la vista gorda.

Los problemas sociales no tienen un acuerdo multinacional como el Acuerdo de París de reducción de las emisiones, ni reuniones anuales a nivel de todos los países del mundo (la Conferencia de las Partes, COP, de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático). Sí están en algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, pero tienen más impacto publicitario que real [12] y en los Principios Rectores sobre las empresas y los Derechos Humanos: Proteger, respetar y remediar,  que cubren una pequeña parte de los aspectos sociales, pero que tienen un carácter disuasorio, de no hacer el mal, no proactivo de hacer el bien, que es lo que se necesita la sociedad de las empresas. [13]

No tenemos la varita mágica para vencer esos inmensos obstáculos, pero si los aspectos sociales se incluyen en las remuneraciones de los dirigentes, más allá de lo simbólico del porcentaje de mujeres en cargos directivos, y aunque no son la solución, por lo menos los hará considerar su importancia y extenderlos y elevarlos fuera del ámbito restringido de los promotores internos en la empresa.

Y estos obstáculos no deben impedir que sí sean prioritarios en las estrategias y actividades de la sostenibilidad empresarial, una empresa a la vez.

Nada en contra de atender los aspectos ambientales. Pero no deben distraer la atención de los aspectos sociales y menos en empresas que tienen poco impacto en aquellos, pero que por moda, el ecosistema de sostenibilidad empresarial les empuja a darles prioridad.



[3] Ver la discusión del enemigo #4 en el artículo Los trece enemigos de la RSE(C): Los primeros seis.

[5] El borrador fue aprobado el 28 de febrero del 2023 por el Parlamento y el Consejo, pero todavía falta la aprobación definitiva, estimada para finales del 2023. El borrador no se ha dado a conocer.

[6] Ver los estándares en First Set of draft ESRS

[9] Ver mi análisis crítico en el caso de los bonos ligados a la sostenibilidad en Greenwashing a la grande II: Emisión de bonos ligados a la sostenibilidad y ¿Hace falta ser una empresa responsable para emitir un bono ligado a la sostenibilidad? y la comparación del potencial impacto sobre la sostenibilidad empresarial con otros tipos de bonos en ¿Tiene el financiamiento sostenible impacto sobre la sostenibilidad? Segunda parte: Inversiones reales.

[10] Ver nuestra serie de tres artículos: Remuneraciones ligadas a responsabilidad, Primera parte: Situación actualSegunda parte: Buenos y malos ejemplos de empresasTercera parte: Cómo hacerlo,…..si se quiere hacerlo.

lunes, 24 de abril de 2023

¿Por qué no en español?


Esta nota no es sobre la responsabilidad empresarial, como todas las demás, es sobre la responsabilidad individual en la defensa de nuestro idioma.

Fabio Rampelli, un alto cargo del partido Fratelli d’ Italia, en ocasión de una propuesta de ley a favor del uso de la lengua italiana dijo:

No tenemos diamantes, minas, o petróleo y gas.  Nuestros recursos son la cultura, la lengua, artes, moda, arqueología y monumentos. Esto es lo que podemos ofrecer al mundo, es lo que podemos mejorar.”

Y en España estamos en una situación muy semejante, pero tenemos algo más valioso que los italianos: un idioma que es oficial en 21 países y usado por casi 500 millones de personas, y millones más que lo tienen como segunda lengua. Sin menospreciar el italiano y su especial idoneidad para expresar el cariño, la lírica, la belleza y la estética. [1]

¿Porque tenemos que llamar cosas en ingles cuando el idioma español es uno de los más ricos del mundo y tiene palabras que expresan perfectamente cualquier idea, sentimiento o concepto? ¿Porque tenemos que escribir en inglés?

¿Porque tenemos que llamar a un seminario y un foro económico en Madrid organizado por instituciones españolas para españoles, People4Good y Wake Up, Spain!? ¿o CSR Academy, un programa educativo en Madrid? ¿o el taller para participantes españoles Peer to Peer Support de la empresa española con nombre en inglés? ¿o el centro de informaciones Rethinking Sustainability Hub, alojado en una empresa con sede en España? ……. ¡Y así sucesivamente! [2]

 

¿Para ampliar el mercado, para que se intuya credibilidad [3] o por esnobismo?

 

Yo, Antonio Vives, español, nacido en Mallorca, emigrado con mis padres a las Américas hace 64 años y desde hace 50 años viviendo en EE. UU. donde el idioma oficial es el inglés.[4]

 



[1] Carlos V, Sacro Emperador Romano (Carlos I de España) que no hablaba muy bien el español, dijo:  Uso el inglés para hablar con mis contadores, alemán para hablar con mis caballos, francés con mis embajadores, español con Dios e italiano con mis amantes.

[2] Nobleza obliga: algún lector habrá notado que uso los términos greenwashing y stakeholders en inglés, porque no me satisfacen las traducciones usadas, lo que he explicado en algunos artículos.

[3] Aprovechando el “efecto aureola”. Ver ¿Se puede manipular la reputación?: El efecto aureola

[4] Y habiendo estudiado solo algunos años de escuela primaria en España, lo que explica, pero no justifica, mis errores gramaticales.

Recomiendo suscribirse al boletín (enviado en días laborables) de FundéuRAE, en www.fundeu.es, donde casi cada día ofrecen sugerencias en español de palabras novedosas en inglés.


sábado, 15 de abril de 2023

Consumo responsable. Segunda parte: Greenwashing y su posible regulación.


 

Puedes engañar a todo el mundo algunas veces. Puedes engañar a algunos todas las veces.

Pero no puedes engañar a todo el mundo todas las veces.

Abraham Lincoln

 

En la primera parte de este artículo, ¿Incorporan los consumidores la responsabilidad empresarial en sus decisiones de compra? consideramos en que medida los consumidores incorporan la responsabilidad empresarial en sus decisiones de compra, para lo cual analizamos los resultados dudosos de recientes encuestas y los pusimos en el contexto de la realidad del mercado. En esta segunda parte consideramos los resultados de un estudio sobre la práctica del greenwashing para influenciar a los consumidores, analizamos los resultados de una encuesta entre dirigentes empresariales, con resultados muy interesantes, sobre sus razones y responsabilidades por el greenwashing y pasamos revista a las propuestas de Comisión Europea para combatirlo.

Con esto completamos el circuito de las cuatro partes involucradas. En la primera parte analizamos los consumidores y en esta segunda parte consideramos una organización de control de la sociedad civil, las opiniones de los mismos dirigentes empresariales y los esfuerzos de reguladores.

I.                ¿Y es confiable la información que reciben los consumidores?

Los principales obstáculos para la incorporación de la responsabilidad de las empresas y de sus productos y servicios en las decisiones de compra son: (1) la voluntad de los consumidores de hacerlo y, (2) en el caso que quererlo hacer, la disponibilidad de información sobre esa responsabilidad. El primero a su vez tiene dos aspectos, la diseminación por parte de las empresas y, aun cuando esté disponible, la voluntad de los consumidores de buscarla. Y el segundo lo podemos subdividir en dos obstáculos: la dificultad de obtenerla y su confiabilidad.

  • Voluntad de los consumidores:
    • De informarse;
    • De actuar en consecuencia.

  • Información sobre la responsabilidad empresarial:
    • Disponibilidad;
    • Confiabilidad.

Por estas razones no es de extrañar que esa incorporación deje mucho que desear.  Si se quiere intensificar se deben hacer esfuerzos para vencer esos obstáculos, vía la diseminación de la información sobre responsabilidad y su confiabilidad, y la concientización de los consumidores para que se informen y actúen. 

En esta sección solo consideraremos la (des)confiabilidad de la información, vía el greenwashing.

La ONG Changing Markets Foundation llevo a cabo un estudio, Feeding us Greenwash (Alimentándonos con greenwashing) sobre la prevalencia del greenwashing ambiental en la industria alimenticia, que al constituir compras generalizadas por todos los consumidores es ilustrativo del potencial impacto sobre el consumo. [1]

La portada es muy mordaz ya que la industria de la ganadería, carne y leche, es una de las principales emisoras de gases de efecto invernadero, con el 15% de las emisiones totales, seis veces más que la industria de la aviación.

Este estudio calificó el greenwashing como “desenfrenado” (rampant), ya sea en afirmaciones que son falsas, o en afirmaciones que son genéricas y vagas (“amigable con el medio ambiente”, por ejemplo). En el primer caso es poco probable que el consumidor las pueda verificar, en gran parte porque no tiene acceso a más información que la que la empresa proporciona, y en el caso de existir en otras fuentes, son pocos los consumidores que invierten el tiempo y esfuerzo requerido para encontrarla y son menos los que la incorporan en sus decisiones. Y en segundo caso de afirmaciones genéricas y vagas, porque muchos consumidores no analizan lo que quieren decir para el producto o servicio en cuestión y se dejan llevar por primeras impresiones.

Un gran número de los casos analizados en el estudio se refieren a la (baja)intensidad de sus emisiones y a las promesas del logro de neutralidad en carbono. En el primer caso se suelen hacer afirmaciones muy parciales para inducir a pensar que las reducciones de emisiones son generalizadas. En el segundo caso suelen ser promesas a futuro, al 2040 o al 2050, con planes muy vagos y solo conocidos parcialmente por quienes estudian estas promesas en mayor profundidad como la misma ONG que produjo el informe o empresas de consultoría especializada (como comentamos más adelante). 

Conociendo esto, algunos reguladores (la Comisión de Valores y Mercados de EE. UU., SEC, y la ISSB, productora de los estándares internacionales de reporte sobre sostenibilidad empresarial), han propuesto exigir que los planes incluyan estrategias detalladas y metas intermedias para poder verificar su logro.

Algunos ejemplos ilustrativos del greenwashing según el estudio:

  • JBS, la mayor comercializadora de productos cárnicos y una de las empresas que más contribuye a las emisiones, ha sido denunciada por la falsedad de sus afirmaciones sobre la neutralidad de emisiones (esta empresa es un caso patético sobre irresponsabilidades que hemos analizado en carios artículos [2]).
  • Nestlé es denunciada por sus afirmaciones sobre sus emisiones en Nespresso (también habíamos analizado el caso en varios artículos [3]). 
  • Saputo Arla utiliza una forma más sutil de greenwashing al incluir en sus empaques ilustraciones con vacas pastoreando. 
  • Una empresa afirma que el producto es amigable al medio ambiente porque ha reducido el empaque. No hay información sobre la responsabilidad ambiental de todo el proceso de producción y comercialización.
  • Y muchas empresas que utilizan expresiones como “amigable con el planeta”, “amigable con el océano”, “de futuro sostenible” y climate controlled”. ¿Qué quieren decir estas afirmaciones?

Y para destacar el greenwashing en las afirmaciones sobre neutralidad en emisiones baste con citar los resultados del estudio de la firma de consultoría Accenture (Accelerating Global Companies toward Net Zero by 2050), que analizó los compromisos públicos de las 2 000 empresas cotizadas más grandes del mundo y encontró que más del 34% los habían hecho, pero que el 93% no los alcanzarían a menos que redoblasen su ritmo de reducción de emisiones para el 2030. 

El estudio de Changing Markets no cubre las afirmaciones sobre el origen orgánico de los productos, a pesar de ser un tema ambiental, que es de preocupación de los consumidores, y que es de uso prevalente en la industria alimenticia y una de las mayores fuentes de greenwashing, aun incluyendo aquellos productos que obtienen una etiqueta de certificación. La denominación de orgánico y el uso de estas etiquetas es una de las preocupaciones de la Comisión Europea incluida en la propuesta de regulaciones que comentamos más adelante.

El estudio tampoco lo cubre, pero para ilustrar otra forma de greenwashing ambiental, podemos citar el caso de una empresa de extracción y refinación de petróleo que usa la palabra ECO en su nombre, con un logo con una iguana de colores. Es una forma más refinada de greenwashing.  De esta manera no hace falta hacer afirmación alguna que pueda ser disputada ya que se supone que el nombre y el logo inducen a una impresión favorable sobre su responsabilidad ambiental, por lo que escaparía la regulación de la Comisión.  Algo semejante ocurre con las ilustraciones alegóricas en los empaques.

II.             Las empresas saben que hacen greenwashing

Se publicó una amplia encuesta entre dirigentes empresariales sobre el alcance y obstáculos para la implementación de la sostenibilidad empresarial. Pero en esta nota solo comentamos lo referente a las razones del greenwashing en las empresas. Dado que refleja las opiniones de las mismas empresas, cuando lo común son encuestas con opiniones de consumidores y de organizaciones de la sociedad civil, y que los hallazgos son relativamente novedosos merece la pena comentar, aunque sea de forma breve.

La encuesta, Google Cloud Sustainability Survey 2023 (ver la Infográfica resumen), fue realizada por Harris Poll para Google Cloud a casi 1 500 ejecutivos del más alto nivel en 17 países incluyendo Brasil, México y España. Debemos destacar que los resultados se deben interpretar teniendo en cuenta que los encuestados son de grandes empresas y que 15 de los 17 son países desarrollados.

Las principales razones por las cuales los dirigentes sienten presión para exagerar sus esfuerzos:

  • Aumentar los ingresos o los beneficios.
  • Atraer clientes y consumidores.
  • Atraer talento de alto nivel.
  • Mejorar la reputación.
  • Carencia de modalidades para medir y verificar el progreso

Las cuatro primeras son las mismas que comúnmente se alegan para justificar los esfuerzos en sostenibilidad empresarial (la encuesta no revela el orden de importancia).  ¡Razones que su usan para avanzar Y falsear la sostenibilidad empresarial!

Las dos últimas reflejan una paradoja: esperar mejorar la reputación, haciendo algo no reputado, y decir que se logra cuando no se sabe si se logra.

Los resultados más destacables de la encuesta:

  • Cuatro de cada cinco dirigentes creen que las empresas son incapaces de medir efectivamente sus esfuerzos en sostenibilidad, enfrentan dificultades en comunicar verazmente sus logros y por ello los exageran. 
  • Casi tres de cada cuatro dirigentes creen que la mayoría de las empresas en su sector industrial serían encontradas culpables de greenwashing si fueran investigadas a fondo.
  • En cuanto a sus empresas, casi el 60% reconoció exageraciones o imprecisiones en el reporte de sus esfuerzos en sostenibilidad.
  • Y no es que se tomen a la ligera. Abrumadoramente creen que el greenwashing debería tener graves consecuencias (83%) y que la sostenibilidad debería ser más que un truco de relaciones públicas (88%). ¿Por qué hay tantas empresas dispuestas a tomar el riesgo del greenwashing si entienden sus consecuencias?
  • Hasta que más empresas implementen las herramientas para empoderar a sus dirigentes a medir, reportar y hacer seguimiento preciso a su rendimiento, la comunicación veraz sufrirá. La gran brecha entre el número de empresas que comunican públicamente y las que miden el logro de objetivos de sostenibilidad en conducente al greenwashing.

Y en todo hay también otra paradoja:  muchos dirigentes son sinceros al responder a la encuesta reconociendo su irresponsabilidad, al participar en el greenwashing. Y creen estar justificados en hacer greenwashing. Muchos consumidores responden a las encuestas con lo que creen que los encuestadores quieren que respondan, que son consumidores responsables, cuando no lo son, ya sea por ignorancia, desidia o por necesidad económica.

 

 

III.           ¿Y se puede/debe regular?

La Comisión Europea ha preparado una propuesta, Proposal for a Directive of the European Parliament and of the Council on substantiation and communication of explicit environmental claims (Green Claims Directive) (disponible solo en inglés) para su aprobación por el Parlamento Europeo y el Consejo de la Unión Europea para combatir el greenwashing en la comercialización de productos. Se puede ver un resumen en la nota de prensa, Consumer protection: enabling sustainable choices and ending greenwashing y una excelente reseña en el artículo del periódico El País Bruselas lanza la batalla contra el ecoblanqueo de las empresas y refuerza la reparación de productos.

La propuesta cubre solamente greenwashing en la parte green, ambiental (en este caso si lo podemos traducir como ecopostureo, como recomienda la RAE [4]). Lamentablemente, una vez más, la Comisión Europea (y Changing Markets) ignora los temas sociales, como si el greenwashing fuera solo en temas ambientales. [5]

La propuesta de la Comisión es la reacción a los resultados de un estudio del 2020 que encontró que el 53.3% de las afirmaciones ambientales en la Unión Europea eras vagas, engañosas o sin fundamento y que el 49% no se pueden confirmar.

El objetivo de la propuesta es el de “proporcionar información a los consumidores que sea confiable, comparable y verificable, para competir en igualdad de condiciones con las empresas irresponsables se aprovechen de las deficiencias informativas”.

La propuesta usa como motivación argumentos y ejemplos de abusos similares a los anotados en la sección procedente por lo que nos los repetiremos. Comentamos solo uno por su intensidad de blanqueo y ser muy ilustrativo: “Camiseta hecha con botellas de plástico recicladas”. ¿Se puede hacer una prenda como esa de plástico reciclado? ¿Cuánto plástico contiene?  Si se lee con cuidado la etiqueta, se ve que solo contiene el 1%, pero la afirmación es tan genérica que induce a pensar que si no es en su totalidad, lo es en gran parte. Greenwashing en estado puro.

La propuesta contempla normas mínimas que debe cumplir la diseminación de las afirmaciones ambientales, en dos aspectos:

·       Comprobación

o   Las afirmaciones deberán estar fundadas en evidencia científica ampliamente reconocida, identificando los impactos medioambientales relevantes. [6]

o   Se requerirá verificación independiente de las afirmaciones.

o   Comparación justa: Si un producto es comparado con otro, debe basarse en información y datos equivalentes.

·       Comunicación

o   Prohibición de etiquetas que usen puntuación agregada, para evitar la compensación de buenos y malos impactos medioambientales del producto.

o   Control de la proliferación de sistemas de etiquetado de responsabilidad medioambiental (actualmente existen 230 etiquetas diferentes).  Estas etiquetas deberán ser transparentes, verificadas por terceros y revisadas regularmente.

o   Las etiquetas aprobadas y que se aprueben a nivel europeo estarán exentas.

Los Estados miembros deberán efectuar comprobaciones regulares de las afirmaciones y, en caso de constatar irregularidades, tomar las medidas punitivas y correctivas que se consideren necesarias.

La implementación de esta propuesta requerirá de tiempo y experiencia, pero es de suponer que imprimirá cautela en las afirmaciones de impacto medioambiental de los productos y, en el corto plazo, tendrá un efecto disuasorio. Será más difícil esconderse detrás de etiquetados que se compran en el mercado.

La efectividad en el largo plazo dependerá en buena medida de las reacciones de los consumidores, de las denuncias de ONG, como la citada, y de las acciones correctivas y punitivas que tomen los reguladores nacionales.

Y no hay que descontar la creatividad de las empresas y de sus consultores para la innovación …… en greenwashing. Tienen poderosos incentivos para hacerlo.

IV.           En resumen

Mientras haya empresas, o unidades en empresas, que se tengan que preocupar por lograr objetivos de ingresos o ventas de productos y servicios existirá el greenwashing. Y los dirigentes empresariales están conscientes de ello, pero siguen la corriente. Lo que la sociedad puede intentar es que cada vez tenga menos impacto.

Para ello las regulaciones, como las propuestas por la Comisión Europea son condición necesaria, pero no suficiente. Los consumidores son claves, pero, por ahora, muchos suelen ser indiferentes, ya sea por falta de información, por falta de voluntad de actuar o por estar más interesados ellos mismos en otros objetivos, como pueden ser las consideraciones de precio y calidad o la misma rutina.  En ello ayudarán las acciones de denuncia y diseminación de organizaciones de la sociedad civil. 

Pero al final del día, son las mismas empresas las que deben, por voluntad propia y no solo por las penalizaciones de los reguladores o de la sociedad, las que deben reducir el greenwashing y priorizar una de sus responsabilidades sociales más crítica: la ética y transparencia en las comunicaciones. 



[1] La Fundación mantiene un sitio con más de un centenar de ejemplos de greenwashing en las industrias de alimentos, moda y plásticos, en www.greenwashing.com 

[4] Ver la nota al pie #2 de la primera parte.

[6] Como pudimos apreciar en la sección precedente algunas empresas alegan impactos positivos genéricos (“crema solar amigable con el océano”) o de poca a ninguna relevancia para el consumo del producto.