Si lees medios relacionados con la gestión de
empresas no pasan muchos días sin leer el mantra más conocido de “lo
que no se puede medir no se puede gestionar”. Muchas veces se hace para promover la
medición de resultados de la gestión, pero muchas veces para indicar que si
algo no se puede medir se debe ignorar en la gestión, o por menos no priorizar.
Esta actitud le
hace mucho daño a la responsabilidad empresarial que en general involucra actividades
que tienen costos tangibles, medibles, en el corto plazo y beneficios en el
largo plazo, muchos de ellos no
tangibles, no medibles. Si solo podemos (¿queremos?)
gestionar lo medible la responsabilidad empresarial será menor a la que la
sociedad requiere, porque los costos sí cuentan y los beneficios no medibles no
cuentan. Algunos dirán que no toda la
responsabilidad debe estar sujeta a un análisis de costo-beneficio, que la
empresa debe ser responsable por razones morales, éticas, de solidaridad, etc. De
acuerdo, pero hay muchos escépticos que necesitan que se les demuestre el valor
comercial de la responsabilidad. [i] Son esos los que dicen que solo lo medible es
gestionable.
Pero el ignorar
los aspectos de gestión no medibles es equivocarse de culpable. El problema no son los aspectos no medibles,
el problema es la medición.
¿Se podía medir el nivel de gases de efecto invernadero en la atmósfera
hace decenas de años? No, o de manera
muy poco confiable. ¿Quiere esto decir
que el calentamiento global empezó cuando pudimos medirlos o es que fue en ese
momento que nos dimos cuenta de que teníamos un problema, que al no poderlo
medir lo ignorábamos?
¿Se podía medir hace unos 20 años cuánto
podríamos tardar en ir en coche de un punto A a un punto B en la ciudad en medio del tráfico? Sí, había algunos
helicópteros de emisoras de radio que nos decían que en tal o cual calle había
tráfico, pero eran altamente limitados en la cobertura y en determinar el
tiempo requerido para la travesía. Hoy
los teléfonos móviles emiten nuestra ubicación continuamente y es posible
capturar todas las emisiones de los móviles que se encuentran en una ruta y
determinar la velocidad del movimiento y el tiempo que estaremos en cola y
enviarnos la información a ese mismo móvil que ayudó a determinarlo.
Hace algunas decenas de años que no se podía
determinar el contenido de algunos elementos
tóxicos en el agua, ni siquiera sabíamos si eran tóxicos. Hoy en día con
los avances de la tecnología es posible hacerlo de manera barata, confiable e
instantánea.
¿Podemos medir el impacto que el compromiso e involucramiento del personal (engagement)
tiene sobre los beneficios de la empresa?
Posiblemente no. ¿Quiere esto
decir que lo podemos ignorar? Obviamente
que no. A lo mejor no lo podemos
cuantificar, pero sí sabemos que tiene un efecto positivo y que hay que hacer
los esfuerzos para mejorar ese compromiso e involucramiento, que impacta la
motivación, que impacta la productividad.
Poco a poco se están desarrollando técnicas socioeconómicas para la
medición del grado de compromiso e involucramiento, cuáles son sus causas y
cuáles son sus efectos. No se debe ignorar
porque no se puede medir, se deben intensificar los esfuerzos para medir.
Algo parecido sucede con la cultura empresarial. Es un hecho reconocido que la cultura
empresarial determina la operatoria de la empresa, pero ni siquiera hay acuerdo
en qué es la cultura empresarial cuanto menos como medirla. Hay avances en la medición de actitudes, que
algunos llaman medición de la cultura, pero el hecho de que no se pueda medir
no quiere decir se sea irrelevante. [ii]
Sabes
que consumes calorías durante el día
pero hasta hace poco no lo podías medir. Hoy te pones una pulsera que te da más
información sobre tus movimientos de la que quisieras saber. ¿Quiere ello decir que como no podías medirlas,
no las consumías? ¿Puedes medir todos
los componentes de tu estado de salud?
Dentro de poco te pondrán un chip debajo de la piel que medirá,
registrará y transmitirá toda la información necesaria para tus médicos y/o
familiares.
Y ahora los aficionados al fútbol tienen todo tipo de
estadísticas: cuántos pases buenos y malos dieron los jugadores, cuánto
corrieron, en qué zonas de la cancha tocaron el balón, cuál fue la posesión
relativa del balón, entre muchas otras.
Y estas son un mínima parte de las estadísticas que se compilan. Ahora la compra de un jugador viene
acompañado de un historial estadístico y no solamente de su edad, de cuántos
goles marcó o de cuántas tarjetas amarillas y rojas ha obtenido. Los equipos gestionan los jugadores y el
juego basándose en estadísticas, muy pocas de las cuales estaban disponibles
hace solo algunos años. ¿Quiere esto
decir que los jugadores y el juego no se podían gestionar? Claro que se gestionaban, pero era más basado
en experiencia, intuición y visión de los entrenadores.
La calidad de la
gestión no se determina en función de cómo se gestionan los valores relativos
de los eventos medibles. Eso lo puede hacer un computador. Todo lo contrario, lo que distingue una
gestión de excelencia de una mediocre es la capacidad de tomar las decisiones
correctas con información imperfecta, del uso de la intuición educada, de la
experiencia, de la capacidad de extraer y balancear de casos anteriores lo
pertinente de lo impertinente. ¿Cuánto
vale la experiencia?
Hoy en día gracias al valor que tiene la
información muy buena parte del valor de la empresa se debe a activos
intangibles como la reputación (percepción), capital intelectual (gestión de la
información), valor de la marca, etc. que no se miden de forma precisa, pero
ello no quiere decir que no se deban gestionar.
Para muchas empresas ese valor excede con mucho el valor de sus activos
fijos, tangibles, esos que sí se contabilizan en los estados financieros, en
dólares (euros, pesos, etc.) y céntimos.
¿Se puede medir el valor del respeto, del
amor, de la confianza, de la amistad? ¿No se pueden gestionar?
¿Se puede medir
cuánto vale tu madre? ¿Quiere eso decir que no tiene valor? ¿Qué se puede
ignorar? ¿Qué no puede “gestionar”? No, es que la quieras vender. A lo mejor sí quieres vender (o regalar) la
suegra, pero seguro que le das menos valor.
Es oportuno recordar la cita a atribuida a
Einstein de que “no todo lo que se puede
contar cuenta, ni todo lo que cuenta se puede contar” (es muy posible que
se le atribuya a él para que tenga más credibilidad. Pero al final no importa quién lo dijo, lo
que importa es que se ha demostrado cierto, sobre todo en los temas
relacionados con la responsabilidad
empresarial (ver mi artículo No todo lo que se puede contar cuenta, ni todo lo que cuenta se puede
contar).
¿Será que los que defienden que “todo lo que
no se puede medir no se puede gestionar” nacieron sin la intervención de una
madre?
Mucho de lo que no
es medible se puede y debe gestionar. La relevancia de un hecho no es en función de la capacidad de que sea
medido, es en función de su impacto.
Y esto es la clave
para la gestión de la responsabilidad de la empresa ante la sociedad.
[i] Ver mi artículo ¿Cuál
es el argumento empresarial de la RSE?
[ii] Ver la serie de artículos publicados con
Alberto Andreu Cultura
empresarial y cultura de responsabilidad social.
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