sábado, 25 de junio de 2022

De la RSE a la ASG: ¿Cómo vamos?

 

Este artículo, divulgativo, no analítico, tratamos brevemente diversos aspectos de la responsabilidad empresarial, desde el impacto de la pandemia, a la evolución reciente de esa responsabilidad en general y de los principales aspectos ambientales, sociales y de gobernanza en particular, el desarrollo de las finanzas sostenibles y el futuro de la información sobre la sostenibilidad empresarial. [1]

I.         Desde la gobernanza hasta las políticas de gestión de colaboradores, las acciones de las empresas frente a la comunidad, el compromiso con la sustentabilidad, la relación con clientes ¿Cuánto nos cambió COVID-19? ¿Cuáles son las claves de la gestión responsable que se impone para los nuevos tiempos?

Desde el punto de vista de la responsabilidad de las empresas ante la sociedad, la crisis del COVID-19 produjo dos movimientos notables:  Por una parte, nos dimos cuenta de que las empresas pueden y deben juagar un papel más activo en la sociedad, que la acción de los gobiernos, si bien es necesaria se demostró insuficiente y en algunos casos inefectiva.  El papel de las empresas en la superación de la crisis fue clave. Por otra parte, siendo fundamentalmente una crisis humana, las empresas se percataron más de la importancia de las personas en su operación, y estas también se percataron más de la importancia que las empresas tienen para ellos.  Se acentuó la necesidad mutua y sobre todo las expectativas de los empleados de que las empresas, y sus empleos, proporcionarían soporte y estabilidad en una crisis como esta.  Desarrolló, en muchos casos, una mayor identificación con la empresa.

Las claves de la gestión responsable son siempre las mismas: mitigar los impactos negativos sobre la sociedad y el medio ambiente y potenciar los positivos que se tienen y se quieran tener. Lo que sucede con crisis como esta, es que las empresas se dieron cuenta de que pueden y deben hacer más el bien de lo que parecía posible, sobre todo en términos del capital humano. 

Los aspectos sociales de la responsabilidad adquieren mayor relevancia y las personas se constituyen en el centro de esa responsabilidad. Se pasa de ver al empleado como un recurso más, a verlo como parte de su capital, que debe ser nutrido y conservado. Es de enfatizar que todo esto es una generalización y que no es el caso de muchas empresas, pero sí que debería serlo.

-En esta nueva normalidad ¿Están las empresas/ organizaciones de Latinoamérica realmente replanteándose su rol de frente a sus comunidades/ a sus países y a la región y el planeta? ¿Por dónde pasa un verdadero cambio profundo?

Hay una gran variedad de situaciones.  Para las empresas que han asumido su responsabilidad ante la sociedad, convencidas de que es lo hay que SER, contra viento y marea, y no solo HACER algunas actividades ocasionales, aisladas, dependiendo de las circunstancias, la nueva normalidad los ha convencido aún mas de ese papel. Pero para las empresas responsables por imagen, ocasionalmente, por conveniencia, esto no cambia mucho, el cambio que hagan es efímero, no es sostenible, no aguanta adversidades. Es como en la parábola de las semillas que caen entre espinos, las plantas brotaron, pero los espinos las ahogaron y no las dejaron crecer.

Pero lo que sí es cierto es la crisis replanteó la relación empresa/sociedad y en particular la de empresa/empleado.

El cambio profundo pasa por los dirigentes. Es cierto que el entorno es un factor importante, es más fácil ser responsable cuando las condiciones son favorables, pero el terreno debe ser fértil, el carácter los dirigentes, sus voluntades y la cultura de la organización son críticas para la sostenibilidad de la responsabilidad. Y mucho de este cambio debería iniciarse en la forma como se imparte la educación en las escuelas de negocio en particular y en la educación en general.

II.        Pero ¿es el tema de la responsabilidad de las empresas ante la sociedad es algo que compete solo a las grandes empresas?

Es muy cierto que la discusión internacional, los ejemplos que se destacan y los materiales de difusión y enseñanza, están dominados por las grandes empresas.  Pero ello no obsta para que las pequeñas y medianas también participen en esta contribución a la sociedad. Hay que recordar que las micro, pequeñas y medianas empresas en América Latina constituyen más de 99% de las empresas, aunque menos el 50% de la producción y el empleo, pero son claves en la cohesión de la comunidad donde operan y en la resiliencia ante condiciones adversas.

Pero estas empresas deben hacerlo de acuerdo con el contexto en que operan, de acuerdo con sus capacidades financieras y sobre todo sus capacidades de gestión.  Y lo que no deben hacer es tratar de imitar a las grandes, las MiPyME no pueden hacer de todo, deben concentrarse mucho más que las grandes en lo que tiene impacto y en lo que se ajusta a sus capacidades y ventajas operativas.

III.      ¿Hay ya una evolución en Latinoamérica de la RSE a la adopción de criterios Ambientales, Sociales y de Gobierno Corporativo (ASG)? ¿Cómo se está dando esta evolución en la región?

En esto hay una confusión muy lamentable, contraproducente para la asunción de responsabilidad de la empresa ante la sociedad.  Se cree que cuando se propone un nuevo nombre (hace una década fue el de creación de valor compartido, ¿se acuerdan?) quiere decir que será más efectivo, más amplio, de aceptación más generalizada.

La responsabilidad de la empresa, llámese RSE, son la miríada de acciones, pero además incluye la cultura organizacional, los procesos de toma de decisiones, las políticas, el carácter du sus dirigentes, la cultura organizacional, etc., que al ser implementadas conducen a la sostenibilidad empresarial. ASG son meramente criterios con los cuales se pretende evaluar esto, pero de una forma muy reducida ya que se limita a cuantificar algunas de las acciones, pero la responsabilidad empresarial es mucho más que hacer “cositas” por la comunidad, empleados, medio ambiente, etc.

Y más aún, los criterios ASG no miden ni el mal que se hace, ni la cantidad y calidad del bien que se hace o el que debería y podría hacer, ni el impacto que tienen sus acciones responsables. Pretende medir que tipo de “cositas” hace la empresa en estos tres aspectos. ASG no es una alternativa a la RSE, no es comportamiento, es solo una manera de evaluar muy imperfecta y parcialmente algunos comportamientos.

Si empresa “hace” un poquito de A (recicla parte de sus desechos), un poquito de S (tiene un programa de educación para sus empleados y usa su voluntariado para plantar algunos árboles) y un poquito de G (tiene algunas mujeres en el consejo directivo) se le califica como ASG, asignándolo un numero o una letra, para expresar su posición relativa en el modelo idealizado de las acciones, del cual hay centenares en el mercado, que el evaluador cree que las empresas deberían hacer. El problema es que los usuarios no conocen el modelo, ni analizan que hay detrás de la calificación, ni conocen de las omisiones y comisiones. Extrapolan una pequeña parte de la sostenibilidad empresarial a un todo.

En la región también se está extendiendo esta confusión y se comenzando a usar el término ASG en el contexto de las inversiones y el financiamiento sostenible como veremos más adelante.

IV.       Desde su mirada experta ¿Por dónde corre la agenda y el accionar de las organizaciones/empresas en Latinoamérica en cuanto al componente AMBIENTAL y cuanto más se impone avanzar en esta agenda

El tema ambiental es uno que está adquiriendo mucho interés, dominado por las emisiones de gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático.  Lamentablemente este interés está opacando los demás aspectos ambientales, los de gobernanza, y lo más crítico para América Latina, los sociales.

El tema de las emisiones debe ser de interés para los gobiernos y las grandes empresas consumidoras de energía y combustible fósiles como las acereras, cementeras, etc., y para las grandes explotaciones ganaderas (uno de los principales causantes), por ejemplo.  Para la gran mayoría de las empresas en América Latina no es un elemento crítico.  Sí lo es el resto del tema ambiental relacionado con los residuos, deforestación, desertificación, contaminación del aire, de la tierra y en especial del agua y su consumo.  Y es en esto donde se impone avanzar, en particular en la implantación de las regulaciones ambientales. Pero hay que poner el énfasis donde se tiene impacto.

V.        ¿Cómo gestionan y se reformulan las empresas/organizaciones de la región el abordaje de las acciones SOCIALES, el componente Social de las ASG?  ¿Cuál agenda muestra avances y cuál es la postergada en este tema?

La responsabilidad de la empresa ante la sociedad comenzó por los aspectos sociales, muchas veces a través de filantropía, para apoyar a la comunidad circundante, donde vivían sus empleados y para apoyarlos en vivienda, salud y educación.  En una continua evolución se profundizó y extendió a las mejoras laborales y del ambiente del trabajo, emocional y físico. Y recientemente, ante el desarrollo económico y social, el crecimiento acelerado del poder empresarial, y la ubiquidad de la información, la sociedad ha entendido mejor cual debe ser el papel de la empresa en la sociedad y exige directa o indirectamente una mayor contribución a su desarrollo.

En los actuales momentos los temas sociales vuelven a ocupar un primer plano. Ahora se espera que las empresas (por lo menos las grandes) pongan a las personas y su dignidad en el centro de su preocupaciones y contribuyan a su desarrollo profesional, que se paguen sueldos justos y equitativos, a pesar de lo que diga el mercado laboral, que se proporcione un ambiente trabajo conducente, que se respeten los derechos humanos en toda la cadena de valor, que los productos sean responsables y producidos responsablemente, que los clientes y consumidores sean tratados como personas y no solo como fuentes de ingresos.  Por otra parte, no se trata solo de contribuir a paliar los problemas de las comunidades afectadas, como en el pasado, sino además de contribuir a su desarrollo regional sostenido, sobre todo proporcionado además fuentes de empleo y de apoyo como proveedores a las micro, pequeñas y medianas empresas, vía los negocios inclusivos. 

Claro está que todo esto debe ser en función de la capacidad de las empresas y su impacto económico y social.  Pero apunta a la dirección necesaria.

VI.       ¿Cómo han adoptado las organizaciones/ empresas de la región el componente DE GOBERNANZA, en dónde se avanza y en donde hace falta profundizar? ¿Cuál debe ser el rol de un gobierno corporativo transformado, alineado con la ASG?

Este es un tema que ha estado dictado por las grandes empresas que cotizan en bolsas de valores y en países desarrollados, sujetas a las disposiciones de los códigos de buen gobierno de las comisiones de valores respectivas. Ha estado dominado por una gobernanza que tiene como objetivo la eficiencia económica de la empresa, el accionista o dueño como objeto de la acción, por lo que se concentrado al más alto nivel, el del consejo directivo, donde se toman las decisiones estratégicas, sobre todo en aspectos como financiamiento, mercados, remuneraciones, selección de consejeros, auditoria, y, recientemente, la participación de la mujer.

Y estos aspectos, con la evolución de las expectativas sobre el papel de las empresas, también se han expandido y evolucionado a incluir además objetivos de gestión responsable en todos los sentidos. Se trata ahora de gobernanza para la sostenibilidad, con asignación de responsabilidades al consejo en estos aspectos, no solo los económico/financieros, las estructuras internas para las estrategias, políticas, procesos, la coordinación y ejecución de las actividades necesarias, el establecimiento de sistemas de gestión del personal conducente y compatible con la sostenibilidad (reclutamiento, promoción, desarrollo, remuneración, equidad, justicia, integridad, ética, etc.), énfasis en la colaboración, eliminación de silos, gestión de los conflictos entre las subculturas de las diferentes funciones (Finanzas vs. Producción vs. Ventas vs, Compras, vs. Medioambiente, vs Personal, vs Legal, etc.),  que lleven a una cultura de la organización guiada por su contribución positiva a los stakeholders afectados y los que quiere afectar.

Esta cultura de sostenibilidad es el aspecto menos desarrollado ya que requiere de todo el esquema descrito arriba, pero desarrollado en un terreno donde en el día a día se reconozca y se aprecie esa contribución. Y esto pasa en gran parte por el carácter de sus dirigentes y de las personas, cuya transformación y adaptación a esta cultura requiere del largo plazo

Esta es la nueva gobernanza, de la gobernanza para los accionistas a la gobernanza para la sostenibilidad.

VII.     Ha planteado que en los ASG falta la P, de producto responsable. ¿Qué impacto tendría en empresas actualmente calificadas ASG dicha inclusión y cuanto aportaría a una certificación más legítima?

La responsabilidad del producto es una de las mayores omisiones en los criterios ASG, junto con temas de elusión y evasión fiscal, aunque todo esto sí es parte de la responsabilidad empresarial.  Una empresa productora de tabacos o de bebidas alcohólicas (con agricultura sostenible), de armas (con beneficios laborales), casinos (consumiendo energía renovable), pornografía (que no discrimina a las mujeres), es calificada con algún puntaje ASG, algo de bueno tienen para compensar algo de malo.

Cierto es que algunos fondos de inversión las excluyen de sus carteras, pero, por ejemplo, las que siguen al índice Dow Jones Sustainability Index invierten en la tabacalera Phillip Morris y en la petrolera ExxonMobil, por ejemplo. Recientemente se sacó a Tesla, líder en producción y modelo y estímulo para el mundo de vehículos eléctricos, de un índice de sostenibilidad por baja calificación en el tratamiento de sus empleados, pero se elevó a ExxonMobil, la mayor productora del mundo de combustibles fósiles, con gran contribución a las emisiones, por tener un plan de reducción (no por haberlas reducido). Y esto es un buen ejemplo de las grandes limitaciones en el uso de criterios ASG.

VIII.    ¿Cómo avanza el tema de las finanzas responsables y sostenibles, su evolución a nivel global y en Latinoamérica/ Centroamérica?

Es un tema que está tomando mucho impulso, mayormente por el lado de la oferta de valores negociables y de préstamos bancarios. En parte porque está de moda, en parte porque contribuye a mejorar la imagen de los emisores y prestamistas y en parte porque se puede aprovechar un mercado incipiente de inversionistas responsables que quieren colocar sus ahorros e inversiones en estos valores. Este tema de las finanzas sostenibles tiene dos frentes: la emisión de valores de deuda y de capital para el financiamiento de actividades y proyectos sostenibles y el mercado financiero donde se transan.

Muchos países ya tienen regulaciones para la captación de recursos con financiamiento sostenible vía bonos verdes (para financiar actividades relacionadas con el medio ambiente), sociales (actividades sociales), sostenibles (ambos, ambientales y sociales) o ligadas a la sostenibilidad (para cualquier cosa, pero con el compromiso de tomar algunas acciones en sostenibilidad), llamados colectivamente BVSS y LS. Ya los han emitido empresas en países como Costa Rica, Guatemala, Perú y Colombia, y en Chile a nivel de gobierno.  Bien estructurados y con la supervisión y rendición de cuentas adecuadas sobre el impacto de las actividades y proyectos que se financian pueden ser un poderoso instrumento para contribuir a la sostenibilidad del planeta y la canalización de inversiones responsables. Además de estos instrumentos negociables, algunas instituciones financieras otorgan préstamos y otros financiamientos para estas actividades, condicionados al logro de metas de sostenibilidad.

Si bien estos instrumentos tienen el potencial de contribuir a la sostenibilidad se debe además considerar el resto de la responsabilidad de la empresa.  Una de las empresas que más contribuye a la contaminación del agua en EE. UU, y a la deforestación y emisiones en Brasil emitió un bono ligado la sostenibilidad, donde se comprometieron a una mínima reducción de sus emisiones, y tuvo un exceso de demanda por los bonos. Y las empresas de los sectores mencionados arriba también pueden emitir BVSS y LS, independientemente de la responsabilidad de sus productos. Y esto son ejemplos del (mal) uso de los incompletos criterios ASG. Para juzgar la legitimidad de estas emisiones de valores y su posible incorporación a las carteras de inversión responsable hay que hacer una evaluación integral del emisor.

Un mercado menos desarrollado en América Latina y que puede estimular la demanda de aquellos valores y de las acciones de empresas responsables (de verdad), es el de las inversiones responsables, en el que fondos de pensiones, de inversiones, de empresas de seguros, entre otros, adquieren valores que han sido calificados como responsables, con la idea de que con ello canalizan recursos hacia la sostenibilidad. Pero también aquí hay que hacer dos acotaciones, una es que no es lo mismo inversiones en base a criterios ASG, que son muy parciales, y la otra es en inversiones socialmente responsables, ISR, donde se hace la evaluación integral de la totalidad de la responsabilidad de los que emiten los valores. La otra es que la gran mayoría de estas transacciones ocurren en el mercado secundario, transándose valores ya emitidos, cuyos recursos van del comprador al vendedor, sin que las empresas reciban recursos adicionales para inversiones en sostenibilidad. Es en el mercado primario, donde las empresas hacen la colocación inicial de sus valores en el mercado, como lo es el caso de los BVSS y LS y de sus acciones en aumentos de capital, que aportan recursos adicionales para sus inversiones, que luego van a esos mercados secundarios. Pero el mercado primario es una fracción del mercado secundario.

IX.       ¿Cuáles desafíos observa en las empresas de la región cuando están en el proceso de adoptar estándares de sostenibilidad, en línea con los requisitos de los inversores? ¿cómo fortalecer el ecosistema de finanzas sostenibles en nuestra región?

Por ahora es muy posible que los costos de las emisiones de valores en los mercados primarios, de acuerdo con estándares de sostenibilidad, su reporte, seguimiento y costos de transacción, que satisfagan a los inversionistas responsables, sean superiores a los beneficios que se obtienen en términos de menores costos financieros. Algunos tendrán que incluir los beneficios de reputación y tener visión de largo plazo para equilibrar la balanza.

Es posible que en colocaciones directas a inversionistas privados se obtengan menores costos, pero salvo contadas excepciones, las ofertas al público inversionista en general tienen tasas que son relativamente comparables a las de los productos financieros tradicionales de riesgo comparable.

En los mercados secundarios se alega que las carteras conformadas por valores de empresas consideradas responsables rinden mas que las tradicionales.  En esto es muy difícil generalizar por cuanto las comparaciones se hacen con grupos de valores seleccionados y sobre períodos cortos o especiales de tiempo, como fueron los dos años del pico de la pandemia. Se requiere de un mayor ámbito analítico para hacer generalizaciones.

Sea como sea, para la sostenibilidad es crítico desarrollar los mercados primarios y secundarios en América Latina, sobre todo en términos de la demanda por estos valores por parte de fondos e instituciones financieras.  La parte de la oferta de instrumentos de deuda está bien encaminada en buena parte de los países de región, aunque se puede requerir su revisión en base a las experiencias que se vayan adquiriendo en este incipiente mercado.  Y también se está desarrollando de forma favorable la infraestructura financiera, informática, legal y de consultoría para el funcionamiento de estos mercados.

La demanda por estos valores es lo más crítico en términos del desarrollo del ecosistema, que puede requerir la flexibilización de las reglas para que los fondos puedan invertir en estos instrumentos y sobre todo el fortalecimiento de la supervisión por parte de las autoridades que den confianza de que en efecto se cumplen sus objetivos de sostenibilidad y eviten el lavado de cara (el llamado greenwashing). Y estas autoridades deben evitar la tentación de tener reglas diferentes para cada país, cuando ya existen reglas internacionalmente aceptadas que permiten la emisión y comercialización en diferentes países.  No hay que reinventar la rueda.

 


[1] Es el texto completo de la entrevista con la revista Estrategia y Negocios (Centroamérica), que fue resumida en las páginas 24-25 del número 269 Empresas responsables: Liderazgo con futuro (mayo-junio 2022).


sábado, 18 de junio de 2022

Taxonomías de Finanzas Sostenibles para América Latina: Buenas intenciones, pero ¿son necesarias? ¿serán efectivas?


El 7 de junio del 2022 se efectuó un webinar para el lanzamiento del grupo de trabajo para la preparación de un marco de Taxonomías de Finanzas Sostenibles en América Latina y el Caribe.  El programa del evento se puede ver aquí. En este breve articulo analizaremos sus objetivos, su contexto y las razones para el pesimismo sobre la efectividad de los resultados. No comentamos el evento, que salvo la presentación final de la firma consultora fue un seminario de 4 paneles con 16 ponentes, sobre desarrollo sostenible.

El esfuerzo está liderado desde organizaciones de las Naciones Unidas: La Comisión Económica para América Latina, CEPAL, el Programa de las Naciones Unidas para Medio Ambiente, PNUMA, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, y es financiado por el programa Euroclima+ de la Unión Europea para América Latina. Participan además el Banco Interamericano de Desarrollo, la Corporación Financiera Internacional del Banco Mundial y la CAF, Banco de Desarrollo de América Latina.

I.                Objetivo.

 “El grupo de trabajo tiene como objetivo desarrollar un marco común de taxonomía de finanzas sostenibles para la región de ALC, basado, en una primera fase, en actividades de cambio climático. Este marco común servirá como guía para el desarrollo y armonización de taxonomías nacionales específicas para la región de ALC.”

Si bien usa el nombre de Taxonomía de Finanzas Sostenibles se concentrará en temas ambientales, de forma similar a la Taxonomía Verde de la Unión Europea y eventualmente podrá considerar temas sociales y de gobernanza, como esta lo está haciendo esta ahora.

Pero a diferencia de la Unión Europea, su objetivo no es preparar LA Taxonomía Verde para la región, sino más bien preparar un marco de referencia que permita a cada uno de los países desarrollar su propia taxonomía.  Con ello no se pretende uniformar las taxonomías, pero sí asegurar su interoperabilidad, es decir, evitar incompatibilidades entre las desarrolladas por cada país para facilitar emisiones de bonos verdes por parte de empresas o instituciones nacionales o multinacionales para que puedan ser emitidos y comercializados en los diferentes países.

Este esquema permitirá el desarrollo de taxonomías nacionales que se adapten a las realidades de cada país, pero que en la medida de lo posible que no tengan incompatibilidades.

II.             ¿Qué es una taxonomía verde? ¿Es necesaria? ¿Cuántas se necesitan?

Según la convocatoria al evento de lanzamiento:

Las taxonomías de finanzas sostenibles establecen un lenguaje común y una definición, basada en ciencia, de “lo que es verde o ambientalmente sostenible” y “lo que no es”. Las taxonomías de finanzas sostenibles - sistemas de clasificación de actividades ambientalmente sostenibles - otorgan una orientación clara a los participantes del mercado de las actividades que se consideran ambientalmente sostenibles, contribuyendo así a reorientar las inversiones que contribuyen a impulsar la transición hacia una economía baja en emisiones y resiliente al clima.

Además del listado de actividades y sectores elegibles, suelen describir los objetivos que se persiguen con el financiamiento de esas activades, los criterios de elegibilidad, el ámbito de aplicación, las exclusiones y, sabiendo que no se parte de un mundo ideal, las actividades elegibles en la transición que permitan pasar de la situación actual imperfecta, paulatinamente a una situación mejor. Aunque no es ideal, se puede tener que aceptar el financiamiento de actividades, especialmente de generación de energía, que, no siendo “verdes”, permitan hacer al cambio a energías más limpias. Y en las más avanzadas (revisión en Europa) los criterios para determinar el impacto y evitar daños.

¿Se necesita una taxonomía? Al explicitar los sectores y actividades elegibles y excluidas contribuye a reducir el greenwashing, lamentablemente muy difundido en las finanzas sostenibles.  La taxonomía verde de la Unión Europea fue una respuesta a la demanda de algunos participantes en el mercado financiero para uniformar criterios. Sin embargo, es de notar que no son indispensables para la emisión de instrumentos financieros para la sostenibilidad ya que antes de su existencia se emitieron bonos y otros instrumentos financieros en Europa, América Latina y en otras regiones, basados en los principios de bonos verdes, sociales y sostenibles y ligados a la sostenibilidad, BVSS y LS del International Capital Markets Association, ICMA u otros de carácter nacional o regional.

Pero la taxonomía ha ayudado a la evaluación de la contribución de estas emisiones de valores a la sostenibilidad ya que proporcionan una base para guiar y enfocar el destino del financiamiento. Pero ni las taxonomías ni los principios garantizan que los recursos tengan impacto, y mucho menos que este sea incremental, en la mejora de la sostenibilidad ambiental y social.

Los bonos BVSS cubren la supuesta sostenibilidad del destino de esos recursos, pero no del resto de las actividades de las empresas o instituciones que los emiten. Los BLS no se preocupan de la sostenibilidad del destino de los recursos (son de libre disposición) y solamente de una pequeña parte de la sostenibilidad del emisor, que este decida ofrecer a cambio. Y en muchos casos se utilizan para refinanciar inversiones ya efectuadas y gastos corrientes.

Las condiciones establecidas en las taxonomías pueden ser taxativas, o más bien establecer principios generales, dejando flexibilidad para que los países las hagan taxativas en sus versiones nacionales. Presumiblemente en este caso se prepararán principios, como el caso de Japón.

¿Cuántas taxonomías verdes se necesitan? Una sola es necesaria en América Latina, como analizamos más adelante. No es un fin, es un medio para guiar el proceso de inversión y comercialización de los valores que se emitan en el financiamiento a la sostenibilidad. No puede haber valores que sean “verdes” en un país que no lo sean en otro. La taxonomía no establece prioridades nacionales, solo lo aceptable y lo no aceptable.

Si Europa logró aprobar una sola que cubre a Polonia (fuerte generación en carbón), Hungría (dependencia de petróleo importado de Rusia), de España (matriz energética diversificada), de Francia (con dependencia de energía nuclear) con idiomas diferentes, estructuras legales diferentes, gobiernos de distinta ideología política, América Latina también lo debería poder hacer.

Cierto es que para lograr la aceptación de esta variedad de países en Europa se han tenido que hacer algunos compromisos, como considerar la legibilidad de energías no tan verdes como la nuclear y el gas, como parte de un proceso de transición (a mediados de junio no había une decisión final).

El riesgo que se corre en la flexibilidad es que se encontrarán argumentos nacionales para calificar algo como verde. Aun cuanso exista una taxonomía se ha demostrado que el color verde admite muchas variaciones.

III.           Contexto

Este esfuerzo se desarrolla en un contexto en el cual ya existen taxonomías nacionales y donde no existen legislaciones, regulaciones, normas e instituciones de preparación, supervisión y control a nivel regional, a diferencia de Europa donde todo esto está ampliamente desarrollado y donde existe el acuerdo de delegación de autoridad a estas normas y a las instituciones centralizadas.  Si bien en la región hay menos dispersión de idiomas y de sistemas legales que en Europa, no existe este elemento aglutinador, que ha sido clave para el desarrollo y operación de los mercados e instituciones en Europa. En América Latina (y el Caribe inglés es una región separada), los mercados financieros están muy poco integrados y con reglas diferentes.

A diferencia de Europa, en América Latina no existe el mismo nivel de aceptación por lo que es común entre países y todavía prevalece una rivalidad subyacente. Por ejemplo, no hay autoridad supranacional de regulación de los mercados financieros y de capitales capaz de asegurar la interoperabilidad de los mercados. No hay integración.

En América Latina ya existe una taxonomía verde en Colombia y se encuentran en proceso de desarrollo, con diferentes grados de avance, con promotores muy diversos, en Argentina, Brasil, Chile, México, Perú y República Dominicana. [i]

El grupo de trabajo de esta iniciativa no incluye, afortunadamente, la preparación de principios para las emisiones de bonos verdes, sociales y sostenibles, que ya cuentan con estándares internacionales de aceptación general, que la misma Unión Europea está en proceso de emitir los suyos, fortaleciendo los existentes.  Sería deseable que el marco de referencia para la preparación de taxonomías no estimulara la creación de principios nacionales de financiamiento sostenible. Pero la tentación existirá.

IV.           Resultados: ¿será efectivo el proceso? 

a.     Bases para el pesimismo.

1.      Experiencia y cultura de la firma consultora

La preparación del documento marco se ha encargado a una empresa consultora, a diferencia de Europa que todo el proceso se ha llevado a cabo por y dentro de la institucionalidad de la Comisión Europea, en grupos de trabajo de expertos en los diferentes aspectos, de extenso compromiso y continuidad, lo que no es el caso de América Latina.  Ha sido encargado a la consultora Ambire Environmental Engineering Solutions tiene sede en la India, habiendo formado una oficina recientemente en Bogotá, Colombia.

Del breve análisis efectuado por el suscrito se desprende que la firma se especializa en soluciones ingenieriles en temas como tratamiento de aguas y desechos sólidos. Su sitio web dice que tiene experiencia en taxonomías en los países asiáticos (India no tiene taxonomía verde) y Colombia. Dice tener experiencia en financiamiento sostenible y en la taxonomía europea, pero no listan trabajos en este sentido. Solo se lista la taxonomía de Colombia. El personal de la oficina de Bogotá es relativamente junior: uno senior y siete consultores locales, siete de los ocho son ingenieros ambientales. Solo incluye dos personas con mención de experiencia en financiamiento sostenible, el jefe del proyecto y una persona que no ha trabajado en la empresa [ii].

Debe haber razones muy justificables para la selección de esta firma, pero no deja de ser sorprendente que sea la firma más calificada, o una de las más calificadas, en América Latina y en Europa para llevar a cabo estas tareas.  El estudio está financiado con impuestos pagados por los europeos y son los que más experiencia tienen en taxonomía verde y los que tienen mayor similitud cultural, legal y financiera con América Latina.

No tenemos duda de que producirán un completo informe para el marco de las taxonomías, al fin y al cabo, se trata de analizar la amplia literatura existente y extraer algunos principios en temas como sectores y actividades elegibles, exclusiones, transición, institucionalidad de supervisión, etc. Pero la cultura de una empresa consultora es aprender sobre la marcha, investigar y consultar el máximo posible, escribir un informe para cumplir con los términos de referencia, entregarlo y dar por cumplido el encargo.

Pero a diferencia del esquema de preparación, implementación y seguimiento de la Unión Europea, no tendrá continuidad institucional, no tendrá la autoridad para asegurar implementación, por lo cual puede ser rico en ideas pero deficiente en la factibilidad y efectividad de su implementación.

2.     Experiencia y cultura de las partes involucradas

La organización del evento y presumiblemente la preparación de los términos de referencia y la contratación y supervisión del trabajo recae en las organizaciones de las Naciones Unidas que hemos mencionado.  Solamente una de ellas, el PNUMA, tienen especialización en temas medioambientales y ninguna de ellas lo tiene en temas de financiamiento.

No participa la organización que sí lo tiene, la Organización de las Naciones Unidas de los Principios de la Inversión Responsable, UNPRI. Esta produce los principios y gestiona una red de casi 5 000 instituciones financieras (gestores de fondos, propietarios de fondos y empresas de servicios), con involucramiento en financiamiento responsable.

Los bancos multilaterales de desarrollo mencionados tienen amplia experiencia en financiamiento de proyectos de todo tipo y en medio ambiente en particular. No me ha sido posible verificar en grado de involucramiento en el proyecto, salvo la participación de ponentes de dos ellas en el evento, en el panel del panorama global y regional de las finanzas sostenibles.

La cultura de las organizaciones de las Naciones Unidas, CEPAL, PNUD, PNUMA y FAO, aparentes líderes del proyecto, es de una de rígida burocracia, de cumplimiento de reglas y de la tarea asignada, de concentración en su propia organización (silos), con dificultad de coordinación con instituciones fuera de las afines en las Naciones Unidas. No se caracterizan por la flexibilidad para adaptarse a los cambios en el contexto ni por la innovación. Que no son las características conducentes a un proyecto de este tipo: amplio contexto, multiplicidad de actores, innovación financiera y cambios continuos en el contexto de operación.

3.     Institucionalidad

La Taxonomía Verde de la Unión Europea no es documento aislado. Forma parte el Plan de Acción de financiamiento sostenible, establecido por el grupo de expertos en finanzas sostenibles, integrado por 35 expertos senior representantes de la sociedad civil, sector financiero, academia y de las instituciones pertinentes de la Unión Europea. También forman parte del ecosistema de promoción del financiamiento sostenible la Estrategia para el financiamiento de la transición a una economía sostenible, que establece una serie de actividades y de medidas a tomar para promover ese financiamiento,  European green deal investment plan, que establece el plan de acción para el financiamiento sostenible, el Estándar europeo para los bonos verdes, que establece los requerimientos (en proceso de revisión) para la emisión de estos papeles, haciéndolos más estrictos que los de la ICMA, el Reporte de efectos del cambio climático, para la diseminación de in formación que guíe las acciones para combatirlo, la Taxonomía Social, en proceso, que complementara la verde para guiar las emisiones de bonos sociales y sostenibles, los Estándares europeos sobre el reporte de la sostenibilidad (ESRS), actualmente en preparación, que incluirá los requerimientos de información sobre la sostenibilidad de las empresas con el objeto de influir en su mejora, la Regulación para la información sobre el financiamiento sostenible (SFDR), que establece lineamientos para las instituciones financieras y gestores de fondos en la diseminación de información sobres sus productos ligados al financiamiento sostenible, entre otros instrumentos y documentos. Y la existencia de reguladores a  nivel europeo como la European Securities Markets Authority, ESMA o instituciones dedicadas a la preparación de los documentos como European Financial Reporting Advisory Group, EFRAG en sostenibilidad, y el Technical Working Group on sustainable Finance, en taxonomías y en instrumentos financieros.

Este listado no pretende ser una crítica de la situación América Latina, pretende poner en contexto las dificultades que enfrentará en grupo de trabajo del marco para guiar la preparación de taxonomías para lograr impacto en la expansión del financiamiento de la sostenibilidad en la región.

Porque una taxonomía sin financiamiento es un documento muerto. Sin la oferta (empresas y proyectos) y la demanda (fondos e inversionistas responsables) por instrumentos financieros ligados a la sostenibilidad, y sin todo un ecosistema promoción, regulación y supervisión no se avanza en su logro. Y no hay que reinventar la rueda, mucho de esto ya está hecho y requiere solo de ajustes a la realidad latinoamericana.

¿De qué sirve una taxonomía descolgada de todo este contexto?

4.     Muchas taxonomías, cuando basta una.

En principio es una buena idea la de producir un marco de referencia para la preparación de taxonomías nacionales, pero bajo la premisa de que, con o sin marco, cada país preparará la suya (¿cuestión de orgullo nacional? ¿donaciones para hacerlo?).  Adelantarse y ofrecer un marco que evite incompatibilidades y, de ser posible, fomente la interoperabilidad es laudable.

Pero el marco fomentará la producción de taxonomías hasta en los que no la consideraban necesaria.  En vez de fomentar más de una docena de taxonomías en América Latina (supongamos de Centroamérica es más racional y produce una sola e ignoremos el Caribe inglés) sería preferible adelantarse y promover un esfuerzo para la producción de una sola taxonomía.

La proliferación de taxonomías llevará a la impresión (¡convicción!) de que lo verde es relativo, que hay “muchas sombras de verde”, que cada país define lo que es verde y que puede no serlo en otro país de la misma región, mismo esquema legal y mismo idioma (salvo Brasil). O sea, que el greenwashing esté justificado.

Claro está que nuestra propuesta es mucho más complicada que meramente contratar una firma consultora para que produzca un documento y todos contentos.  Esto, idealmente requeriría una institucionalidad semejante a la de la Unión Europea, que América Latina no tiene. Pero siendo pragmáticos no debe ser imposible aprovechar el poder de convocatoria de la Comisión Europea para constituir y financiar, un grupo de trabajo con representantes de los ministerios de medio ambiente, hacienda y comisiones de valores para producir no solo la taxonomía (que es un punto menor), sino una estrategia de desarrollo verde, un esquema de financiamiento sostenible, con la institucionalidad necesaria.

¿Utópico en América Latina? Muy probablemente, pero ello muestra la dirección y las acciones necesarias para el financiamiento de la sostenibilidad.

b.     Bases para el optimismo.

Son muchas las veces que me he equivocado.

V.              En resumen

Se producirá un documento de consultoría, seguramente completo y bien razonado y estructurado, para guiar la preparación de taxonomías. Pero no es lo que se necesita, es un esfuerzo en la dirección equivocada, basado en un visión muy estrecha, táctica, no estratégica, para promover el financiamiento sostenible en América Latina.

Pero la taxonomía será letra muerta si no se dispone de un ecosistema de apoyo para el mercado del financiamiento sostenible, para la oferta de valores por parte de las empresas, proyectos e instituciones financieras, y de la demanda por parte de inversionistas e instituciones en inversiones responsables, con la necesaria regulación de la información a ser presentada por todas las partes y la institucionalidad necesaria para regular este mercado.

Un informe de consultoría no tendrá continuidad institucional, no tendrá la autoridad para asegurar implementación, por lo que puede ser rico en ideas pero que dejará que desear en términos de factibilidad y efectividad de su implementación en la promoción del financiamiento a la sostenibilidad.

¿Qué es un primer paso? De acuerdo, pero por un camino no definido, sin estrategia de largo plazo, ni plan de acción, ni institucionalidad.

Missing the forest for the trees (los árboles impiden ver el bosque).

En este artículo hemos puesta la iniciativa en el contexto de las acciones de la Unión Europa para promover el financiamiento sostenible para dramatizar sus deficiencias estratégicas y mostrar uno de los mejores modelos, líderes, del mundo.

Los promotores de la iniciativa no son los más idóneos para estas necesidades. No se le pueden pedir peras al olmo.



[i] Fuera de la región las hay en Europa, China, Rusia, Mongolia, Malasia, China y Japón. Ver Global green taxonomy development, alignment, and implementation publicado por Climate Bonds Initiative.

[ii] Su perfil de LinkedIn no incluye a la empresa, y el perfil es el mismo que el listado en el sitio de la consultora. Indica como residencia Ciudad de México.


sábado, 11 de junio de 2022

Chief Sustainability Officer: ¿Quién es? ¿Quo vadis?


Así, en tres idiomas, para que parezca más sofisticado.  Indudablemente que un Chief Sustainability Officer, CSO, es mucho más poderos@ que un Oficial Jefe de Sostenibilidad. Está en la línea del CFO, CEO, CIO, CRO, CXY, etc., todo en inglés es mejor. Y el Quo vadis llama mucho más la atención que el “a donde va”.  Y ya sabemos que la imagen es clave en la sostenibilidad empresarial. [i]

Y ahora en serio

I.                Informes sobre la función del CSO

PwC ha publicado un extenso estudio (Sustainability Officers The key to remaining credible and competitive, resumen aquí) sobre la situación y perspectivas de la función del CSO, con recomendaciones para el desempeño de sus funciones, basado en un análisis de la posición en más de 1 600 empresas en 62 países (incluyendo España en Europa, Argentina, Brasil, Colombia, Perú y Uruguay en América del Sur y México incluido en América del Norte. Como parte del estudio publicaron un suplemento para los países europeos (Chief Sustainability Officer Study: Deep Dive European Union). También publicaron un breve articulo con la discusión sobre el posicionamiento del CSO en la organización (Positioning your chief sustainability officer for success). El Boston Consulting Group, también publicó un estudio (Six Pitfalls to Avoid When Mobilizing for Sustainability) donde, si bien su objeto no es la función del CSO, incluye una breve discusión sobre ese posicionamiento.

En este artículo analizaremos los aspectos que consideramos pueden ser de mayor interés para nuestros lectores. En dos siguientes secciones analizamos los dos primeros informes sobre la función y en la tercera los últimos dos sobre el posicionamiento en la estructura organizacional. Y al final resumimos las tendencias de la función: Quo vadis.

El estudio de PwC no constituye una muestra representativa, pero su magnitud y extensión geográfica sí permite apreciar la variedad de aspectos involucrados en la función del CSO. El del BCG se limita a una muestra, que tampoco pretende ser representativa, de grandes empresas de EE. UU., que están el índice S&P 500.

II.             Donde estamos

El estudio PwC muestra un crecimiento acelerado del número de posiciones de CSO, habiéndose creado el mismo número de posiciones en los últimos dos años, casi 400, que en los ocho años precedentes. Sin embargo, menos de un tercio de las más de 1 600 empresas analizadas tiene la posición de CSO formal, con ese título o equivalente. Postulan, pero no es parte del estudio, que el aumento se debe a la necesidad de satisfacer las expectativas o necesidades de los inversionistas, consumidores y futuros empleados.

Y hay grandes variaciones dependiendo del sector industrial.  Como era de esperarse los sectores que más lo tienen formalizado son los de elevado impacto económico, social y ambiental como los de la industria química y petróleo y gas, y los que dependen de consumidores finales.

En la gráfica se ha clasificado la función en posiciones formales (verde), que tiene cargos especificados con las correspondientes responsabilidades; los que llaman “ligeros” (light) que la ejercen, pero con mandato limitado o compartido con otros y que en general están más de dos niveles por debajo del más alto nivel (gris); y, los que no la tienen, ni formal ni ligeros (rojo).

 



En cuanto a la distribución geográfica, también hay variaciones, con las regiones más desarrolladas teniendo mayor formalización de la función, como sería de esperar.

El estudio sobre Europa es más detallado, donde se puede observar que a medida que la empresa es mayor, tanto en facturación como en número de empleados, tiende a tener la función más desarrollada. Es de suponer que esto es válido en otras regiones.

Lo que muestra este estudio es que hay de todo y que no se puede generalizar. Para sacar algunas conclusiones que sirvieran de guía para la implantación se debería analizar en función de una serie de variables que la distinguen: (1) su posición en la estructura y sus funciones, que dependerían del país, en particular de la fortaleza de su instituciones regulatorias; (2) del tamaño de la empresa; (3) del sector industrial; (4) de la dispersión del accionariado (cotiza en bolsa, familiar, pocos dueños); (5) del activismo de los stakeholders y, (6) sobre todo de la cultura empresarial. Pero, aun de forma relativamente general, aporta valiosas apreciaciones.

El estudio también analiza la relación entre la formalización del CSO y los ratings de las empresas. Los que tienen CSO, formalizado o ligero, tienen mejores ratings. El estudio no ofrece una explicación para ello, pero el hecho de estudiarlo nos hace suponer que piensan que las empresas que son más responsables tenderán a tener la función de CSO más formalizada.  Pero, en línea con mi actitud crítica, yo argumentaría que parte de la explicación es que, teniendo un CSO, pueden “gestionar” mejor los ratings, sobre todo haciendo las cosas que se evalúan con los cuestionarios y respondiéndolos mejor. La calidad y cantidad de las respuestas afecta los ratings.

 

El reporte dedicado a Europa contiene mayores detalles que el informe a nivel global, del que podemos rescatar algunas informaciones la proporción de mujeres y la proveniencia de los responsables

En cuanto al género del responsable se puede observar que no hay diferencias entre Europa y el Global, y ambos lo tienen “equitativamente” repartido.  Sería interesante ver la evolución de esta proporción en el tiempo (otro estudio que comentamos al final lo comenta).  El suscrito especularía que la proporción de mujeres ha ido aumentando.  Tampoco hay diferencia entre regiones entre los nombramientos internos y los externos, con ligera ventaja para las promociones internas. Ambas tienen algunas ventajas.  Los de adentro conocen la empresa, su cultura, sus staheholders y los ejecutores de la sostenibilidad. Los de afuera pueden traer conocimientos y visiones más amplias y el pool de candidatos es mayor, lo que facilita la selección de las destrezas y conocimientos necesarios.

 

III.           Destrezas del CSO

Si bien el informe no lo concluye de las empresas analizadas, ofrece una serie de consideraciones muy valiosas, seguramente derivadas de las experiencias de los autores. Citamos algunas: [ii]

Requiere una mezcla especial de destrezas y experiencias para balancear la innovación, la mitigación del riesgo, sostenibilidad y los retos del negocio. Los CSO deben ser capaces de introducir el cambio en la organización, ya que son muchas las partes que son afectadas por la transformación ASG (¡ouch! [iii])

Cualquiera que sea su experiencia, los requerimientos del CSO moderno transcienden el papel tradicional de gestionar el cumplimiento y el reporte de lo que se suponían eran consideraciones no financieras. Con ASG integrado en el núcleo de la estrategia del negocio, el CSO necesita un conjunto amplio de destrezas. Para comenzar, necesita una comprensión integral y completa del negocio, en particular de como la sostenibilidad y la rentabilidad son complementarias o contradictorias. Esto, a su vez, requiere de un conocimiento de las prácticas en sostenibilidad relevantes para su sector industrial, así como visión estratégica.

Necesitan entender la interconexión de los aspectos ASG, gestionar tal complejidad y conectarlos. Esto requiere sintetizar información y priorizar iniciativas para crear el camino sin ser abrumado por la visión completa. A nivel técnico, deben identificar los cambios en el entorno del negocio e identificar las oportunidades para la creación de valor en nuevos productos y servicios.

Finalmente, la transformación ASG pone al CSO en el centro de la introducción del cambio en las organizaciones. Esta transformación afecta no solo a los productos y servicios ofrecidos sino además el cómo los empleados hacen su trabajo. De allí que el CSO necesita asegurar que todas las partes de la organización asuman una responsabilidad activa por la transformación. Esto requiere destrezas para escuchar y entender las disyuntivas y los conflictos entre departamentos, pero también la capacidad de influenciar a los stakeholders, más allá de lo que está bajo su control, para alcanzar un entendimiento común y objetivos compartidos.

Es raro encontrar tantas destrezas en una sola persona. (énfasis añadido)

En pocas palabras: debe ser Super Wo(man). 

El estudio del BCG también ofrece algunas sugerencias complementarias, de las cuales reproducimos dos:

Si el CSO está separado del núcleo del negocio, los jefes funcionales tienen la tendencia a descargarle la responsabilidad por el logro de los objetivos de sostenibilidad. Aun cuando es un importante catalizador del cambio, no puede substituir la responsabilidad de cada parte de la organización, que deben jugar su papel en la implementación de la estrategia de sostenibilidad.

Algunas empresas hacen la transición cambiando la posición del CSO a un papel dual en la medida que los esfuerzos en sostenibilidad avanzan, haciendo que el líder de una unidad funcional asuma el papel adicional de CSO, en casos en que esa función es crítica para la empresa. Ello asegura que los líderes funcionales son responsables por los resultados e incorporan la sostenibilidad en sus objetivos y en la toma de decisiones

Este, por ejemplo, sería el caso de una empresa que se lo asigna a la función de adquisiciones cuando la cadena de valor es crítica para la sostenibilidad de la empresa o el caso de asignárselo al CEO de la subsidiaria en el país de una multinacional de productos de consumo masivo.

IV.           Posicionamiento dentro de la organización

Los dos últimos informes mencionados contienen una breve discusión sobre el posicionamiento dentro de la organización que consideramos aparte por creer que es un aspecto determinante en el poder y potencial efectividad de la función del CSO. Los que promovemos la sostenibilidad empresarial quisiéramos que tuvieran un cargo alto y que reportaran directamente al presidente o al consejero delegado, o por lo menos con acceso directo al consejo o su comité de sostenibilidad (ojalá lo tuvieran).

Pero ello no es factible en muchas empresas por el contexto en que operan, su impacto económico, social y ambiental, y en buena parte por ser incipiente.  Recordemos que no es una función tradicional, ampliamente desarrollada como finanzas, producción, asesoría legal, administración, etc. Para muchas empresas, como vimos arriba, ni siquiera existe o puede ser ligera (“light”), o de creación relativamente reciente.

En el estudio de PwC se encontró que cerca de la mitad de los cargos CSO están dos o más niveles por debajo de los dirigentes de función topes (finanzas, legal, etc.) y que por esta razón son pocos los que tienen suficiente acceso al consejo directivo. En el gráfico puede observarse que en Europa se tiende a colocarlos en el tercer o cuarto nivel organizacional (62% vs. 46%). El informe no lo analiza, pero presumimos que es porque en Europa la función esta más difundida (¿más común?) y por ello es menos “especial”.

Los resultados del estudio del BCG contrasta con los del PwC.  Hay que recordar que aquel se limita a una muestra de grandes empresas de EE.UU., en tanto que el PwC incluye una mayor diversidad de tamaño y localización.  El del BCG encontró que la mayoría (cerca del 80%) tiene una persona específicamente dedicada la sostenibilidad empresarial, con la mayoría, el 86%, en capacidad de influenciar el cambio, al estar colocados a menos de dos niveles del CEO (esta comparación entre los dos estudios resalta además la necesidad de entender la muestra y metodología antes de extrapolar conclusiones).

V.               Quo Vadis

De la discusión precedente se observan varias tendencias en términos de las responsabilidades, que se pueden resumir en que se requiere una visión más integral, que esta pasado de administrador táctico a dirigente estratégico, de gestionar el presente a mover el futuro. En términos de dirección estratégica:

·       De cumplimiento con regulaciones y normas en el día a día, a la promoción de la sostenibilidad del negocio en el largo plazo;

·       Insertar la sostenibilidad en toda la organización;

·       Elevar la agenda de sostenibilidad al consejo y los altos ejecutivos;

·       Creciente importancia del reporte de la información.

En otro estudio publicado casi al mismo tiempo que los citados, State of the Profession 2022, publicado por GreenBiz, se hace un análisis de la evolución de algunos aspectos tácticos de la función del CSO. Para interpretar los resultados hay que tomar en cuenta de que se trata de una encuesta a esas personas, no un estudio de su realidad (1 460 respuestas, más del 80% de E.E.U.U.) por lo que puede haber un sesgo de quienes deciden responder y por ende la muestra puede no ser comparable con las muestras anteriores, a efectos de analizar esa evolución. 

Para nuestros propósitos comentaremos algunos resultados, todos los cuales son positivos: los presupuestos, el número de personas y/o consultores dedicados, el interés de los CEO, la proporción de mujeres (60% entre los encuestados, con disparidad de sueldo a medida que se sube), el nivel en la organización y los sueldos [iv] todos mejoraron continuamente. Y en cuanto a la educación necesaria para mejorar el 41% menciona las finanzas sostenibles y el 39% el medioambiente (podían responder varios temas).

Parece ser un buen momento para ser o aspirar a ser CSO, aunque no sea Super Wo(man). 

Falta mucho para la sostenibilidad empresarial se integre a lo largo y ancho de la organización y que la función sea innecesaria.

Pero cada día es más exigente en cuanto a destrezas y educación, más estratégico, menos especialista.



[i] Espero que el lector capte (y aprecie) la sátira.

[ii] En el artículo Cómo prepararse para una carrera en RSE: ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?, además de analizar lo que refleja el título, comentábamos sobre las destrezas necesarias y tratábamos de responder la pregunta de si la función de la RSE o sostenibilidad empresarial podía considerase una profesión.

[iii] El original usa, lamentablemente, la palabra ASG, que no es adecuada en este contexto ya que se está hablando de la implementación integral de la sostenibilidad empresarial, que es mucho más que criterios ASG. Es un faux pass de la consultora especializada. Ver la discusión en De la Responsabilidad Social, a la Sostenibilidad, a la ASG: Lo bueno, lo malo y lo feo.

[iv] La compensación total promedio varía entre $150 000 para el cargo de gerente (incluyendo $22 000 de bonificaciones) a $250 000 para el de director ($55 000 de bonificaciones) y $400 000 para el de vicepresidente (150 000 de bonificaciones).