Este artículo,
divulgativo, no analítico, tratamos brevemente diversos aspectos de la responsabilidad
empresarial, desde el impacto de la pandemia, a la evolución reciente de esa responsabilidad
en general y de los principales aspectos ambientales, sociales y de gobernanza en
particular, el desarrollo de las finanzas sostenibles y el futuro de la información
sobre la sostenibilidad empresarial. [1]
I. Desde la gobernanza hasta las políticas
de gestión de colaboradores, las acciones de las empresas frente a la
comunidad, el compromiso con la sustentabilidad, la relación con clientes
¿Cuánto nos cambió COVID-19? ¿Cuáles son las claves de la gestión responsable
que se impone para los nuevos tiempos?
Desde el punto
de vista de la responsabilidad de las empresas ante la sociedad, la crisis del
COVID-19 produjo dos movimientos notables:
Por una parte, nos dimos cuenta de que las empresas pueden y deben
juagar un papel más activo en la sociedad, que la acción de los gobiernos, si
bien es necesaria se demostró insuficiente y en algunos casos inefectiva. El papel de las empresas en la superación de
la crisis fue clave. Por otra parte, siendo fundamentalmente una crisis humana,
las empresas se percataron más de la importancia de las personas en su
operación, y estas también se percataron más de la importancia que las empresas
tienen para ellos. Se acentuó la necesidad
mutua y sobre todo las expectativas de los empleados de que las empresas, y sus
empleos, proporcionarían soporte y estabilidad en una crisis como esta. Desarrolló, en muchos casos, una mayor
identificación con la empresa.
Las claves de
la gestión responsable son siempre las mismas: mitigar los impactos negativos
sobre la sociedad y el medio ambiente y potenciar los positivos que se tienen y
se quieran tener. Lo que sucede con crisis como esta, es que las empresas se
dieron cuenta de que pueden y deben hacer más el bien de lo que parecía
posible, sobre todo en términos del capital humano.
Los aspectos
sociales de la responsabilidad adquieren mayor relevancia y las personas se
constituyen en el centro de esa responsabilidad. Se pasa de ver al empleado
como un recurso más, a verlo como parte de su capital, que debe ser nutrido y
conservado. Es de enfatizar que todo esto es una generalización y que no es el
caso de muchas empresas, pero sí que debería serlo.
-En esta nueva
normalidad ¿Están las empresas/ organizaciones de Latinoamérica realmente
replanteándose su rol de frente a sus comunidades/ a sus países y a la región y
el planeta? ¿Por dónde pasa un verdadero cambio profundo?
Hay una gran
variedad de situaciones. Para las
empresas que han asumido su responsabilidad ante la sociedad, convencidas de
que es lo hay que SER, contra viento y marea, y no solo HACER algunas
actividades ocasionales, aisladas, dependiendo de las circunstancias, la nueva
normalidad los ha convencido aún mas de ese papel. Pero para las empresas
responsables por imagen, ocasionalmente, por conveniencia, esto no cambia
mucho, el cambio que hagan es efímero, no es sostenible, no aguanta
adversidades. Es como en la parábola de las semillas que caen entre espinos,
las plantas brotaron, pero los espinos las ahogaron y no las dejaron crecer.
Pero lo que sí
es cierto es la crisis replanteó la relación empresa/sociedad y en particular
la de empresa/empleado.
El cambio
profundo pasa por los dirigentes. Es cierto que el entorno es un factor
importante, es más fácil ser responsable cuando las condiciones son favorables,
pero el terreno debe ser fértil, el carácter los dirigentes, sus voluntades y
la cultura de la organización son críticas para la sostenibilidad de la
responsabilidad. Y mucho de este cambio debería iniciarse en la forma como se
imparte la educación en las escuelas de negocio en particular y en la educación
en general.
II. Pero ¿es el tema de la responsabilidad
de las empresas ante la sociedad es algo que compete solo a las grandes
empresas?
Es muy cierto
que la discusión internacional, los ejemplos que se destacan y los materiales
de difusión y enseñanza, están dominados por las grandes empresas. Pero ello no obsta para que las pequeñas y
medianas también participen en esta contribución a la sociedad. Hay que
recordar que las micro, pequeñas y medianas empresas en América Latina
constituyen más de 99% de las empresas, aunque menos el 50% de la producción y
el empleo, pero son claves en la cohesión de la comunidad donde operan y en la
resiliencia ante condiciones adversas.
Pero estas
empresas deben hacerlo de acuerdo con el contexto en que operan, de acuerdo con
sus capacidades financieras y sobre todo sus capacidades de gestión. Y lo que no deben hacer es tratar de imitar a
las grandes, las MiPyME no pueden hacer de todo, deben concentrarse mucho más
que las grandes en lo que tiene impacto y en lo que se ajusta a sus capacidades
y ventajas operativas.
III. ¿Hay ya una evolución en Latinoamérica de
la RSE a la adopción de criterios Ambientales, Sociales y de Gobierno
Corporativo (ASG)? ¿Cómo se está dando esta evolución en la región?
En esto hay
una confusión muy lamentable, contraproducente para la asunción de
responsabilidad de la empresa ante la sociedad.
Se cree que cuando se propone un nuevo nombre (hace una década fue el de
creación de valor compartido, ¿se acuerdan?) quiere decir que será más
efectivo, más amplio, de aceptación más generalizada.
La
responsabilidad de la empresa, llámese RSE, son la miríada de acciones, pero
además incluye la cultura organizacional, los procesos de toma de decisiones,
las políticas, el carácter du sus dirigentes, la cultura organizacional, etc.,
que al ser implementadas conducen a la sostenibilidad empresarial. ASG son
meramente criterios con los cuales se pretende evaluar esto, pero de una forma
muy reducida ya que se limita a cuantificar algunas de las acciones, pero la
responsabilidad empresarial es mucho más que hacer “cositas” por la comunidad,
empleados, medio ambiente, etc.
Y más aún, los
criterios ASG no miden ni el mal que se hace, ni la cantidad y calidad del bien
que se hace o el que debería y podría hacer, ni el impacto que tienen sus
acciones responsables. Pretende medir que tipo de “cositas” hace la empresa en
estos tres aspectos. ASG no es una alternativa a la RSE, no es comportamiento,
es solo una manera de evaluar muy imperfecta y parcialmente algunos
comportamientos.
Si empresa
“hace” un poquito de A (recicla parte de sus desechos), un poquito de S (tiene
un programa de educación para sus empleados y usa su voluntariado para plantar
algunos árboles) y un poquito de G (tiene algunas mujeres en el consejo
directivo) se le califica como ASG, asignándolo un numero o una letra, para
expresar su posición relativa en el modelo idealizado de las acciones, del cual
hay centenares en el mercado, que el evaluador cree que las empresas deberían
hacer. El problema es que los usuarios no conocen el modelo, ni analizan que
hay detrás de la calificación, ni conocen de las omisiones y comisiones.
Extrapolan una pequeña parte de la sostenibilidad empresarial a un todo.
En la región
también se está extendiendo esta confusión y se comenzando a usar el término
ASG en el contexto de las inversiones y el financiamiento sostenible como
veremos más adelante.
IV. Desde su mirada experta ¿Por dónde corre
la agenda y el accionar de las organizaciones/empresas en Latinoamérica en
cuanto al componente AMBIENTAL y cuanto más se impone avanzar en esta agenda?
El tema
ambiental es uno que está adquiriendo mucho interés, dominado por las emisiones
de gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático. Lamentablemente este interés está opacando
los demás aspectos ambientales, los de gobernanza, y lo más crítico para
América Latina, los sociales.
El tema de las
emisiones debe ser de interés para los gobiernos y las grandes empresas
consumidoras de energía y combustible fósiles como las acereras, cementeras,
etc., y para las grandes explotaciones ganaderas (uno de los principales
causantes), por ejemplo. Para la gran
mayoría de las empresas en América Latina no es un elemento crítico. Sí lo es el resto del tema ambiental
relacionado con los residuos, deforestación, desertificación, contaminación del
aire, de la tierra y en especial del agua y su consumo. Y es en esto donde se impone avanzar, en
particular en la implantación de las regulaciones ambientales. Pero hay que
poner el énfasis donde se tiene impacto.
V. ¿Cómo gestionan y se reformulan las
empresas/organizaciones de la región el abordaje de las acciones SOCIALES, el
componente Social de las ASG? ¿Cuál
agenda muestra avances y cuál es la postergada en este tema?
La
responsabilidad de la empresa ante la sociedad comenzó por los aspectos
sociales, muchas veces a través de filantropía, para apoyar a la comunidad
circundante, donde vivían sus empleados y para apoyarlos en vivienda, salud y
educación. En una continua evolución se
profundizó y extendió a las mejoras laborales y del ambiente del trabajo,
emocional y físico. Y recientemente, ante el desarrollo económico y social, el
crecimiento acelerado del poder empresarial, y la ubiquidad de la información,
la sociedad ha entendido mejor cual debe ser el papel de la empresa en la
sociedad y exige directa o indirectamente una mayor contribución a su
desarrollo.
En los
actuales momentos los temas sociales vuelven a ocupar un primer plano. Ahora se
espera que las empresas (por lo menos las grandes) pongan a las personas y su
dignidad en el centro de su preocupaciones y contribuyan a su desarrollo
profesional, que se paguen sueldos justos y equitativos, a pesar de lo que diga
el mercado laboral, que se proporcione un ambiente trabajo conducente, que se
respeten los derechos humanos en toda la cadena de valor, que los productos
sean responsables y producidos responsablemente, que los clientes y
consumidores sean tratados como personas y no solo como fuentes de
ingresos. Por otra parte, no se trata
solo de contribuir a paliar los problemas de las comunidades afectadas, como en
el pasado, sino además de contribuir a su desarrollo regional sostenido, sobre
todo proporcionado además fuentes de empleo y de apoyo como proveedores a las
micro, pequeñas y medianas empresas, vía los negocios inclusivos.
Claro está que
todo esto debe ser en función de la capacidad de las empresas y su impacto
económico y social. Pero apunta a la
dirección necesaria.
VI. ¿Cómo han adoptado las organizaciones/
empresas de la región el componente DE GOBERNANZA, en dónde se avanza y en
donde hace falta profundizar? ¿Cuál debe ser el rol de un gobierno corporativo
transformado, alineado con la ASG?
Este es un
tema que ha estado dictado por las grandes empresas que cotizan en bolsas de
valores y en países desarrollados, sujetas a las disposiciones de los códigos
de buen gobierno de las comisiones de valores respectivas. Ha estado dominado
por una gobernanza que tiene como objetivo la eficiencia económica de la
empresa, el accionista o dueño como objeto de la acción, por lo que se
concentrado al más alto nivel, el del consejo directivo, donde se toman las
decisiones estratégicas, sobre todo en aspectos como financiamiento, mercados,
remuneraciones, selección de consejeros, auditoria, y, recientemente, la
participación de la mujer.
Y estos
aspectos, con la evolución de las expectativas sobre el papel de las empresas,
también se han expandido y evolucionado a incluir además objetivos de gestión
responsable en todos los sentidos. Se trata ahora de gobernanza para la
sostenibilidad, con asignación de responsabilidades al consejo en estos
aspectos, no solo los económico/financieros, las estructuras internas para las
estrategias, políticas, procesos, la coordinación y ejecución de las
actividades necesarias, el establecimiento de sistemas de gestión del personal
conducente y compatible con la sostenibilidad (reclutamiento, promoción,
desarrollo, remuneración, equidad, justicia, integridad, ética, etc.), énfasis
en la colaboración, eliminación de silos, gestión de los conflictos entre las
subculturas de las diferentes funciones (Finanzas vs. Producción vs. Ventas vs,
Compras, vs. Medioambiente, vs Personal, vs Legal, etc.), que lleven a una cultura de la organización
guiada por su contribución positiva a los stakeholders afectados y los que
quiere afectar.
Esta cultura
de sostenibilidad es el aspecto menos desarrollado ya que requiere de todo el
esquema descrito arriba, pero desarrollado en un terreno donde en el día a día
se reconozca y se aprecie esa contribución. Y esto pasa en gran parte por el
carácter de sus dirigentes y de las personas, cuya transformación y adaptación
a esta cultura requiere del largo plazo
Esta es la
nueva gobernanza, de la gobernanza para los accionistas a la gobernanza para la
sostenibilidad.
VII. Ha planteado que en los ASG falta la P, de
producto responsable. ¿Qué impacto tendría en empresas actualmente calificadas
ASG dicha inclusión y cuanto aportaría a una certificación más legítima?
La
responsabilidad del producto es una de las mayores omisiones en los criterios
ASG, junto con temas de elusión y evasión fiscal, aunque todo esto sí es parte
de la responsabilidad empresarial. Una
empresa productora de tabacos o de bebidas alcohólicas (con agricultura
sostenible), de armas (con beneficios laborales), casinos (consumiendo energía
renovable), pornografía (que no discrimina a las mujeres), es calificada con
algún puntaje ASG, algo de bueno tienen para compensar algo de malo.
Cierto es que
algunos fondos de inversión las excluyen de sus carteras, pero, por ejemplo,
las que siguen al índice Dow Jones Sustainability Index invierten en la
tabacalera Phillip Morris y en la petrolera ExxonMobil, por ejemplo.
Recientemente se sacó a Tesla, líder en producción y modelo y estímulo para el
mundo de vehículos eléctricos, de un índice de sostenibilidad por baja
calificación en el tratamiento de sus empleados, pero se elevó a ExxonMobil, la
mayor productora del mundo de combustibles fósiles, con gran contribución a las
emisiones, por tener un plan de reducción (no por haberlas reducido). Y esto es
un buen ejemplo de las grandes limitaciones en el uso de criterios ASG.
VIII. ¿Cómo avanza el tema de las finanzas
responsables y sostenibles, su evolución a nivel global y en Latinoamérica/
Centroamérica?
Es un tema que
está tomando mucho impulso, mayormente por el lado de la oferta de valores
negociables y de préstamos bancarios. En parte porque está de moda, en parte
porque contribuye a mejorar la imagen de los emisores y prestamistas y en parte
porque se puede aprovechar un mercado incipiente de inversionistas responsables
que quieren colocar sus ahorros e inversiones en estos valores. Este tema de
las finanzas sostenibles tiene dos frentes: la emisión de valores de deuda y de
capital para el financiamiento de actividades y proyectos sostenibles y el
mercado financiero donde se transan.
Muchos países
ya tienen regulaciones para la captación de recursos con financiamiento
sostenible vía bonos verdes (para financiar actividades relacionadas con el
medio ambiente), sociales (actividades sociales), sostenibles (ambos,
ambientales y sociales) o ligadas a la sostenibilidad (para cualquier cosa,
pero con el compromiso de tomar algunas acciones en sostenibilidad), llamados
colectivamente BVSS y LS. Ya los han emitido empresas en países como Costa
Rica, Guatemala, Perú y Colombia, y en Chile a nivel de gobierno. Bien estructurados y con la supervisión y
rendición de cuentas adecuadas sobre el impacto de las actividades y proyectos
que se financian pueden ser un poderoso instrumento para contribuir a la
sostenibilidad del planeta y la canalización de inversiones responsables.
Además de estos instrumentos negociables, algunas instituciones financieras
otorgan préstamos y otros financiamientos para estas actividades, condicionados
al logro de metas de sostenibilidad.
Si bien estos
instrumentos tienen el potencial de contribuir a la sostenibilidad se debe
además considerar el resto de la responsabilidad de la empresa. Una de las empresas que más contribuye a la
contaminación del agua en EE. UU, y a la deforestación y emisiones en Brasil
emitió un bono ligado la sostenibilidad, donde se comprometieron a una mínima
reducción de sus emisiones, y tuvo un exceso de demanda por los bonos. Y las
empresas de los sectores mencionados arriba también pueden emitir BVSS y LS,
independientemente de la responsabilidad de sus productos. Y esto son ejemplos
del (mal) uso de los incompletos criterios ASG. Para juzgar la legitimidad de
estas emisiones de valores y su posible incorporación a las carteras de
inversión responsable hay que hacer una evaluación integral del emisor.
Un mercado
menos desarrollado en América Latina y que puede estimular la demanda de
aquellos valores y de las acciones de empresas responsables (de verdad), es el
de las inversiones responsables, en el que fondos de pensiones, de inversiones,
de empresas de seguros, entre otros, adquieren valores que han sido calificados
como responsables, con la idea de que con ello canalizan recursos hacia la
sostenibilidad. Pero también aquí hay que hacer dos acotaciones, una es que no
es lo mismo inversiones en base a criterios ASG, que son muy parciales, y la
otra es en inversiones socialmente responsables, ISR, donde se hace la
evaluación integral de la totalidad de la responsabilidad de los que emiten los
valores. La otra es que la gran mayoría de estas transacciones ocurren en el
mercado secundario, transándose valores ya emitidos, cuyos recursos van del
comprador al vendedor, sin que las empresas reciban recursos adicionales para
inversiones en sostenibilidad. Es en el mercado primario, donde las empresas
hacen la colocación inicial de sus valores en el mercado, como lo es el caso de
los BVSS y LS y de sus acciones en aumentos de capital, que aportan recursos
adicionales para sus inversiones, que luego van a esos mercados secundarios.
Pero el mercado primario es una fracción del mercado secundario.
IX. ¿Cuáles desafíos observa en las empresas
de la región cuando están en el proceso de adoptar estándares de
sostenibilidad, en línea con los requisitos de los inversores? ¿cómo fortalecer
el ecosistema de finanzas sostenibles en nuestra región?
Por
ahora es muy posible que los costos de las emisiones de valores en los mercados
primarios, de acuerdo con estándares de sostenibilidad, su reporte, seguimiento
y costos de transacción, que satisfagan a los inversionistas responsables, sean
superiores a los beneficios que se obtienen en términos de menores costos
financieros. Algunos tendrán que incluir los beneficios de reputación y tener
visión de largo plazo para equilibrar la balanza.
Es
posible que en colocaciones directas a inversionistas privados se obtengan menores
costos, pero salvo contadas excepciones, las ofertas al público inversionista
en general tienen tasas que son relativamente comparables a las de los
productos financieros tradicionales de riesgo comparable.
En los
mercados secundarios se alega que las carteras conformadas por valores de
empresas consideradas responsables rinden mas que las tradicionales. En esto es muy difícil generalizar por cuanto
las comparaciones se hacen con grupos de valores seleccionados y sobre períodos
cortos o especiales de tiempo, como fueron los dos años del pico de la
pandemia. Se requiere de un mayor ámbito analítico para hacer generalizaciones.
Sea como
sea, para la sostenibilidad es crítico desarrollar los mercados primarios y
secundarios en América Latina, sobre todo en términos de la demanda por estos
valores por parte de fondos e instituciones financieras. La parte de la oferta de instrumentos de
deuda está bien encaminada en buena parte de los países de región, aunque se puede
requerir su revisión en base a las experiencias que se vayan adquiriendo en
este incipiente mercado. Y también se
está desarrollando de forma favorable la infraestructura financiera,
informática, legal y de consultoría para el funcionamiento de estos mercados.
La
demanda por estos valores es lo más crítico en términos del desarrollo del
ecosistema, que puede requerir la flexibilización de las reglas para que los
fondos puedan invertir en estos instrumentos y sobre todo el fortalecimiento de
la supervisión por parte de las autoridades que den confianza de que en efecto
se cumplen sus objetivos de sostenibilidad y eviten el lavado de cara (el
llamado greenwashing).
Y estas autoridades deben evitar la tentación de tener reglas diferentes para
cada país, cuando ya existen reglas internacionalmente aceptadas que permiten
la emisión y comercialización en diferentes países. No hay que reinventar la rueda.
[1] Es el texto completo de la
entrevista con la revista Estrategia y Negocios (Centroamérica), que fue
resumida en las páginas 24-25 del número 269 Empresas responsables: Liderazgo con
futuro (mayo-junio
2022).