sábado, 25 de julio de 2020

Pandemia: Relevancia de las empresas y centralidad de las personas


Además de los consabidos impactos sobre la economía, la salud, la movilidad, el estilo de vida, etc. la pandemia ha realzado la relevancia de las empresas y la centralidad de las personas, lo cual tiene un profundo impacto sobre el comportamiento responsable de esas empresas.

Cada empresa ha sido afectada de manera diferente por lo que es muy difícil generalizar.  Lo único que es universalmente cierto es que todo ha cambiado.  Todo ha cambiado y hay que adaptarse y sobre todo buscar mayor efectividad de unos recursos que han cambiado y que se han hecho más escasos. Pero con responsabilidad, sin improvisaciones por la premura.

 En este artículo nos concentraremos solamente en dos efectos muy destacables[1]: 

  • La relevancia de las empresas, y
  • la centralidad de la persona.

 

I.               La relevancia de la empresa

 La crisis ha colocado a las empresas en primera fila, en gran parte por el impacto inmediato sobre la actividad económica y sobre todo en el empleo, en el trabajo, pero en gran parte porque los gobiernos se han demostrado lentos, deficientes, descoordinados.  Y las empresas están demostrando agilidad, flexibilidad, capacidad de adaptación.

 En varias encuestas se ha comprobado que los empleados están depositando su fe en las empresas, de que los apoyarán a superar la crisis. Sus expectativas son de que los empleadores serán parte de la acción en temas sociales, que permitirán su empoderamiento personal y les darán oportunidades de empleo, que no los abandonarán.   La población en general ve a las empresas como capaces de lograr ambos objetivos: hacer dinero y mejorar la condición social. El principal temor expresado por los empleados es la pérdida del empleo.  Si antes era por efecto de los cambios tecnológicos y por la falta de las destrezas necesarias, ahora se añade la crisis sanitaria.  Tienen las expectativas de que los dirigentes, CEO, tomen el liderazgo del cambio en vez de esperar que sean los gobiernos los que lo impongan.

 La gran mayoría de los empleados cree que las empresas tienen la responsabilidad de proteger a sus empleados, (¿creen que tienen o desean que asuman?) que deben proteger el bienestar y la seguridad financieras de sus empleados y suplidores, aun a costa de sus beneficios.  Creen que las empresas deben tomar el liderazgo y que tienen la responsabilidad de contribuir a la solución de la crisis, y dicen que recordarán a las empresas que han contribuido después de que pase la crisis.

 Lo cierto es que las empresas han adquirido preponderancia, se habla más de ellas y han aumentado considerablemente las expectativas de la sociedad sobre su papel, porque muchos de los gobiernos se han mostrado lentos e inciertos, y porque la crisis afecta muy dramáticamente a las personas y a sus ingresos económicos, que para una gran mayoría proviene de las empresas.  A diferencia de los gobiernos, muchas empresas han demostrado agilidad, creatividad, acceso a recursos humanos, tecnológicos y financieros, lo cual las coloca en una posición de mayor responsabilidad ante la sociedad.  Las empresas operan en un entorno continuamente cambiante, lo que las hace desarrollar capacidades de adaptación, de resiliencia, a diferencia de algunos gobiernos que suelen tener inercia en sus actuaciones, más acostumbrados al status quo.  Su lenta y descoordinada respuesta a la crisis es prueba de ello.

 Pero las empresas no son omnipotentes, sufren tanto como las personas, no tienen capacidad de hacer de todo, de hecho, la han perdido.

 Sería de esperar que, cada una de acuerdo con sus capacidades, contribuyeran de alguna manera a la solución del problema.  Claro está que la gran mayoría de ellas también han sido muy afectadas negativamente y su capacidad de contribuir se ha disminuido.  Muchas dependerán de los esfuerzos de los gobiernos para apoyarlas financieramente a seguir adelante.  Y ojalá recuerden que parte de esos recursos vienen de los pagos de impuestos pasados y futuros por parte de las personas.

 

II.            La persona como centro de acción

 Tanto porque las cosas las hacen las personas como porque siendo una crisis sanitaria y económica son los más afectados, en ambos frentes (sin decir el emocional).

 1.     Impacto económico

 La principal expectativa sobre las empresas es de que continúen operando para mantener la producción de bienes y servicios necesarios para la sociedad y ser fuente de empleo, que permita a las personas mantener su (reducido) tren de vida. Y esta es posiblemente la principal expectativa que se tiene de las empresas: que en la medida de lo posible no disminuyan el empleo.  Lamentablemente la reducción del costo de la nómina es una de las maneras más efectivas de reducir costos ante la merma de los ingresos.

 En su contribución a la paliar la parte económica de la crisis, algunos gobiernos, con capacidad financiera, como EE.UU., dan subsidios a los trabajadores y aumentan los beneficios al desempleo.  Otros, mayormente en Europa, subsidian parte de la nómina de las empresas mas afectadas y con menor capacidad y con ello las personas siguen siendo empleados, manteniendo sus expectativas de empleo, su dignidad personal, esperando que cuando la crisis pase, las empresas puedan volver a cubrir la nómina.

 Y este contraste entre el enfoque de EE.UU., y el de algunos países europeos, es muy ilustrativo de los objetivos subyacentes de la contribución.  En el caso de EE.UU. la razón de ser del subsidio es la reactivación de la economía.  Se envían cheques a los contribuyentes, por debajo de cierto nivel de ingresos, empleados o desempleados, para que lo gasten y ejerzan el efecto multiplicador en la actividad económica (claro está, además paliando los efectos negativos sobre su situación económica).  En el caso europeo el subsidio es a la empresa para que cubra parte de la nómina y mantenga los beneficios sociales, y no tenga que despedir al trabajador, con la expectativa de que al resolverse la crisis el empleado siga teniendo el empleo.  En EE.UU. la economía es prioritaria; en Europa lo es la persona y su dignidad.

 Además de la relación empresa-persona via el empleo, debemos considerar la relación empresa-persona como clientes.  La gran mayoría de sus trabajadores y/o clientes personales están endeudados y/o tienen compromisos financieros que deben atender con el flujo de caja que proporcionan los salarios.  Muchos no tienen los ahorros necesarios como para pasar varios meses sin ingresos. Las empresas que puedan deberían apoyar a sus trabajadores tratando de mantener ese flujo de caja y/o reducir la carga de los pagos que tienen que hacer sus clientes (hipoteca, alquiler, seguros, educación, servicios domiciliarios y otros pagos periódicos), posponiéndoles o condonándoles parte de las obligaciones.  Le puede convenir más a la empresa continuar con el cliente, ayudándolo en el corto plazo, que perderlo en el largo.  

 La crisis está golpeando a todos, personas, empresas, gobiernos, instituciones, etc. pero no es solo una crisis sanitaria y económica, es además una crisis de equidad social.  Está golpeando con más intensidad a las poblaciones de bajos ingresos, a las personas solas, a las personas mayores, que tienen menores posibilidades de protegerse, menos reservas financieras para aguantar el paso de la crisis.  Y que son las más afectadas por el impacto sanitario al vivir en condiciones donde la transmisión del virus es más favorable: concentración de personas, bajas condiciones higiénicas, vulnerabilidad (salud, edad, etc.).

 Y el impacto en la educación exacerba la desigualdad social, en el presente y potencialmente más en el futuro, ya que solo los alumnos de familias de mayores ingresos y que asisten a colegios bien dotados son los que pueden continuar la educación a distancia.  Los de menores ingresos suelen ir a escuelas donde los maestros no tienen ni la preparación ni la tecnología para mantener esa educación a distancia.  Puede que, a primera vista, no parezca un problema de la empresa, pero si coloca a la persona como centro de su atención también deberá considerar hacer lo que pueda, dentro de su limitaciones, para paliar este problema, a sus empleados y de ser posible apoyar a la comunidad.

 Y son las personas en peor situación económica, con menos educación, con menor movilidad las que están sufriendo más y las son las más fáciles de prescindir.  La empresa tiene muy poco invertido en ellas.  Y si en la recuperación las vuelven a necesitar, encontraran una abundante oferta de trabajo a bajos costos.

 Pero, ¿deben aprovecharse de esta circunstancia?  No, deben tomar las medidas posibles para protegerlos.  Una empresa que reconoce el valor de la persona, más allá de su costo, antes de reducir nomina debe considerar otras medidas:


  • Apoyo gubernamental para el empleo.
  • Reducción de las horas laborales, pero manteniendo la plantilla. Solidaridad.
  • Reducción de sueldos de los que más ganan.
  • Mantener algunos beneficios sociales sobre todo el seguro de salud.
  • Jubilaciones anticipadas.
  • Utilización de vacaciones acumuladas, etc.

 La prioridad de las empresas debe ser la protección de los activos para la recuperación, pero deben reconocer que uno de sus principales activos es el capital humano.  Lamentablemente, la contabilidad de los capitales conspira contra la consideración de este capital. La maquinaria, las edificaciones, las cuentas por cobrar están en el balance de la empresa, pero no lo está el capital humano, que para muchas constituye su principal capital: el conocimiento, la experiencia, la capacidad de innovación, etc. de sus empleados.  

 Han invertido mucho en la acumulación de ese capital a través del reclutamiento, entrenamiento, desarrollo implícito y explícito, pero no lo cuentan. Solo cuentan la reducción de costos cuando reducen personal, muchas veces sin darse cuenta ello conlleva la pérdida de ese capital. [2]

 Uno de los principales efectos de la crisis en las empresas debería ser la concientización del valor de ese capital humano, de que todo revuelve alrededor del mismo. Debemos pasar de considerarlo un recurso, disponible a demanda, a ser un capital que no se puede malgastar, que hay que proteger y ojalá algún día se concienticen de que hay que invertir en él y aumentarlo. La persona debe pasar de ser un “recurso humano” a un “capital humano”.


 2.        Cambio en el entorno laboral

 El entorno laboral también ha cambiado.  Uno de los primeros impactos ha sido el cambio en la presencia física en el lugar de trabajo. Algunos personas han podido continuar el trabajo desde sus hogares, pero ello es posible, en general, solo para trabajadores de cierto grado de sofisticación, trabajos basados en el conocimiento, no en el contacto físico, lo que suele ser posible para trabajadores con mayores sueldos.  Requieren de la tecnología adecuada, que no está disponible para todos. No suele estar disponible para los más vulnerables.

 Esto ha tenido algunas grandes ventajas.  Ha permitido la continuidad de la actividad económica en muchos sectores, la protección del empleo, la flexibilidad laboral, tan necesaria cuando las escuelas están cerradas. Pero también tiene desventajas. Aparte de afectar negativamente a las personas más vulnerables, tiene consecuencias potencialmente negativas para la empresa y sus empleados.

 Con el teletrabajo es más difícil mantener la camaradería y la colaboración entre trabajadores, el aprendizaje con la discusión de diferentes puntos de vista, aumenta el aislamiento mental y emocional, se pierde el sentido de pertenencia a un grupo con objetivos comunes.  La cultura de la organización se pone a riesgo.  Se corre el riesgo de desarrollar “máquinas humanas”, que no sienten identificación con la empresa.

 Será mucho más difícil lograr el desarrollo personal y en especial el profesional, al estar relativamente aislado de la “acción”. 

 Y este involucramiento, sentido de pertenencia, de unidad, de colaboración, de equipo es esencial para mantener la cultura de responsabilidad social.

 Ente estas circunstancias, la empresa debe tomar acciones que contrarresten los aspectos negativos. En particular se debe reevaluar el relacionamiento del trabajador con sus superiores y sus compañeros, cómo van a cambiar sus funciones y tareas, cómo se va a evaluar su desempeño. Ahora se va a tener que basar en la confianza mutua, en la flexibilidad, en la negociación y en protocolos de comunicación. El papel del supervisor debe cambiar.  De jefe que da instrucciones debe pasar a mentor, coordinador, aglutinador, protector de la cultura, guardián de la humanidad de los subordinados.

 Se corre el riesgo de reconsiderar a la persona como un recurso tecnológico, uniforme, de fácil reposición. La crisis debería aprovecharse para poner a las personas en el centro de la gestión, y con ello los valores que van asociados, como empatía, colaboración, solidaridad y honestidad, en el trato con otros, internos y externos.  


 3.        La nueva filantropía [3]

 Y la filantropía adquiere mayor relevancia.  La urgencia está en paliar el problema, sacar el agua del bote que se hunde, pero luego hay que sacarlo a flote, a mitigar el impacto negativo en el largo plazo.

 Algunas empresas también están en capacidad de ayudar a las poblaciones de menores ingresos y a los más necesitados, ya sea priorizando el mantenimiento de su empleo ya sea potenciando sus acciones filantrópicas, en especial las empresas con productos y servicios de primera necesidad como alimentos y salud.

 También es de esperar que las empresas pongan sus capacidades tecnológicas al servicio de la solución y recuperación de la pandemia, ya sean solas ya sea en alianzas con otras, como lo están haciendo las que acumulan información sobre desplazamientos y las que ponen a disposición de los investigadores y personal sanitario sus capacidades de computación y comunicación.  Empresas de logística pueden poner sus servicios de almacenamiento y transporte al servicio de las necesidades de control de la pandemia.  Empresas de confección y de productos para el hogar pueden convertir temporalmente su producción a artículos de necesidad inmediata, escasas, como las batas y máscaras sanitarias o los productos de limpieza y desinfección.

 Ante el impacto desproporcionado de la pandemia sobre las poblaciones más vulnerables, de menores ingresos y de menores niveles de destrezas laborales, es ser necesario extender la filantropía más allá de los stakeholders materiales y pasar a enfatizar el argumento moral de la responsabilidad, hacer el bien porque es lo justo, sobre el argumento empresarial de hacer el bien porque rinde beneficios.

 Pero con ello se aumenta el riesgo de utilizar la filantropía como instrumento para disminuir la responsabilidad ante la sociedad en lo que verdaderamente tiene impacto de largo plazo o de usarla para tapar las irresponsabilidades. La reducción de la nomina no se puede tapar con donaciones de alimentos o medicamentos, por muy necesario que ello sea en las actuales condiciones. 

 

III.          En resumen

 Para las empresas los principales cambios serán una mayor atención a los temas relacionados con: (1) la supervivencia financiera, (2) prevalecerá todavía más el corto-placismo, (3) la búsqueda de la flexibilidad operativa y, (4) el localismo, la atención a “los nuestros”.  La resiliencia tendrá prioridad sobre la responsabilidad. “Blindar la empresa”.

 Pero ello debe hacerse manteniendo a la persona en el centro de la acción.

 Habrá que adaptarse y reinventarse para a la nueva realidad, pero con responsabilidad. Las empresas buscarán adaptarse reduciendo costos, reinventarse, haciendo las cosas de modo diferente, pero todo esto hay que hacerlo teniendo a la persona en el centro de la actuación. Sí, reducir costos, cambiar procesos, productos, etc. pero con responsabilidad, tomando en cuenta el impacto no solo sobre las finanzas de la empresa, sino además sobre la sociedad, las personas, y especialmente sus empleados.  Habrá que hacer los compromisos necesarios. En la premura por sobrevivir y resistir no se puede olvidar el largo plazo

 La responsabilidad social de la empresa ante la sociedad está cambiando de magnitud, de contexto y de ámbito de actuación, y la persona debe ser el centro sobre el que gira este cambio.

 


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