¡Como cambian
los tiempos! Y de repente. En los momentos más
álgidos de la discusión sobre cuales eran las responsabilidades de la empresa ante
la sociedad decíamos, gritábamos, de que no era hacer donaciones, que no era la
filantropía.
Cansados de oírlo
en todas las conferencias sobre la RSE, escribíamos, entre otras cosas, en un
artículo sarcástico, “Como nos gustaría ver …..”:
Una conferencia que no tenga un ponente que diga
que la RSE no es filantropía.
Una conferencia que no tenga un ponente que diga que la RSE es ir más allá
de la ley.
Una conferencia que no tenga un ponente que diga eso del ADN y la RSE.
Una conferencia que no tenga necesidad de dar una definición de la RSE.
Cuanta tinta,
cuantos electrones, cuantas palabras se han empleado para distinguir la
responsabilidad social de la filantropía, para sacar a las empresas de su
malentendido.
Pero hay que
ponerlo en contexto. Eran momentos en
que era necesario hacerle entender a las empresas que no se podían lavar las
manos de su responsabilidad social con el dinero de la filantropía. Había que vencer no solo los orígenes, desde
el comienzo de la revolución industrial, de que la responsabilidad se asumía a
través de la filantropía, sino lo más pernicioso, la inercia, el continuar haciéndolo
cuando la sociedad, sus necesidades y su relación con las empresas, habían
cambiado.
La dependencia de
las empresas por las comunidades aledañas y las fallas de los gobiernos de
cubrir necesidades básicas de la población durante buena parte del siglo XX perpetuaba
la filantropía como sinónimo de responsabilidad. En países en vías de desarrollo estos efectos
eran aún más acentuados y persisten todavía hoy. De allí los esfuerzos en décadas recientes
de implantar la visión más amplia de la responsabilidad de las empresas ante la
sociedad, no porque ello era pernicioso, sino porque era y es insuficiente. Lo
malo era considerarla como substituto.
Pero ahora nos
encontramos en una situación muy especial donde una de las principales
responsabilidades de las empresas, sobre todo las de gran poder económico, es
precisamente la filantropía. Pero de
nuevo, no debe ser una filantropía cualquiera, sino una filantropía dirigida
y coordinada entre las empresas y sus fundaciones, los gobiernos las
instituciones de la sociedad civil, para potenciar el impacto. Ante la gran sorpresa de la pandemia, la inexistente
preparación de los gobiernos, y de muchas instituciones con responsabilidad por
la salud de las poblaciones, la capacidad financiera y de gestión y la agilidad
de las empresas se está demostrando crítica para hacerle frente.
Es la filantropía
la que está financiando las investigaciones más urgentes, es la filantropía la
que está poniendo a disposición de los investigadores equipos de
supercomputación necesarios para el procesamiento de la infinidad de datos, es
la filantropía la que esta proporcionando equipamientos para los hospitales,
muchas veces ante las fallas o incompetencias de los gobiernos.
Pero con la
urgencia, con la necesidad de aparecer que se responde a las necesidades se
pueden cometer errores que restan eficiencia y efectividad a estos esfuerzos.
Es necesario reducir las trabas burocráticas a las donaciones, sin olvidar
la accountability (rendir cuentas asumiendo la responsabilidad),
hacer alianzas con otros donantes para potenciar el impacto, apoyar al sector
público y enfocarse en las necesidades con mayor impacto y resultados en el
corto plazo, sobre todo las sociales.
Ante el impacto
desproporcionado de la pandemia sobre las poblaciones más vulnerables, de
menores ingresos y de menores niveles de destrezas laborales, es ser
necesario extender la filantropía más allá de los stakeholders
materiales y pasar a enfatizar el argumento moral de la responsabilidad, hacer
el bien porque es lo justo, sobre el argumento empresarial de hacer el bien
porque rinde beneficios.
Y sería de
esperar que ante las dificultades que las mismas empresas enfrenan ante la
caída de la demanda, se reduzcan estas actividades filantrópicas en momentos de
mayor necesidad de las instituciones que promueven el bienestar social.
Aunque no es
generalizable, algunas de las fundaciones asociadas con empresas que mayores volúmenes
de recursos aportan a las instituciones de apoyo social reconocen los aumentos
de las necesidades y han decido aumentar sus contribuciones al punto de endeudarse.
Por ejemplo, la Fundación Ford, una de las mayores del mundo, emitirá bonos a
30 y 50 años por US$1000 millones (aunque tiene un legado de más de US$17.000
millones con cuyos rendimientos financia las contribuciones, pero no quiere
reducir este pool de recursos para mantenerlo viable en el largo plazo; puede
aprovechar que las tasas de interés están a niveles históricamente mínimos y que
presumiblemente gana más en sus inversiones que lo que pagará por los bonos).
Sí, la filantropía
es parte integral de la responsabilidad de la empresa ante la sociedad, pero no
es substituto, tiene su papel, pero como complemento a una estrategia integral.
Y ello no debe implicar el descuido de la responsabilidad entendida en el
sentido más amplio. La mayoría
de las empresas han visto disminuida su actividad, con los consecuentes impactos
negativos en su situación financiera. Para
muchas empresas ello implica entrar en modo de supervivencia, de cortoplacismo,
de reducir incertidumbres, y por ende descuidar la visión y acciones de largo
plazo requeridas para asumir sus responsabilidades. La otra cara de la moneda es
el impacto negativo sobre el personal y otros stakeholders materiales
como suplidores, tanto en términos financieros como emocionales y de salud. Y cuando
los empleados más necesitan de seguridad, en menores condiciones están las
empresas de atenderlos. Y esto no se
arregla con filantropía y no se la debe usar como excusa para relajar la
verdadera responsabilidad.
Para un análisis
más detallado de lo que debería ser la responsabilidad de las empresas ante
esta situación y lo que muy posiblemente será ver el artículo Impacto
de la crisis sobre la responsabilidad empresarial: Deseos y predicciones. Comentábamos en ese artículo que la S de la
RSE adquirirá prioridad y la S es terreno fértil para la filantropía.
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