Todas las generalizaciones son falsas,
incluida esta.
atribuida a Mark Twain, 1835-1910
A la popularización le sigue la
generalización y a la generalización, la confusión.
Yo
En efecto,
todas las generalizaciones son falsas y en el área de sostenibilidad empresarial
son además contraproducentes para su avance. Y esto aplica tanto a las generalizaciones de los
detractores como a las de los promotores. Unos tiran el bebé con el agua sucia después
del baño y los otros con su asumida superioridad moral reducen la credibilidad de
sus propios argumentos.
Y cuando algo se populariza, cae bajo el dominio de los aficionados y
neófitos, que al no conocer los detalles generalizan, perdiendo rigor y
propendiendo a la confusión. Esta es la tendencia que sigue actualmente
la sostenibilidad empresarial, abriendo las puertas a ataques de los
detractores, que también suelen ser generalistas.
En este articulo
analizamos las generalizaciones de ambos grupos, que llevan a confusiones, después
de poner la discusión en contexto considerando el problema de la extralimitación
conceptual y lo que (algunos) entienden por sostenibilidad empresarial. En
la primera parte lo haremos con las de los detractores y en la segunda con las
de los promotores.
Y la lista de
generalizaciones no es completa, cada día surgen más. He seleccionado ocho generalizaciones
en contra y ocho a favor para que parezca que soy imparcial. En realidad,
soy critico de ambos, unos pecan de desdén y los otros de ingenuidad.
I.
¿De qué estamos hablando?
Ese el principal
problema de toda la discusión, desavenencias y confusiones sobre la sostenibilidad
empresarial: Cada uno tiene su idea de lo que es y lo que no es, de lo quiere
que sea y del impacto que cierta interpretación pueda tener sobre sus intereses. No hay y no habrá consenso generalizado
lo cual da lugar a una discusión donde cada uno habla un idioma diferente, pero
cree que es el mismo. Y hay muchos grupos interesados en que su concepción o su
nombre de la idea sea el aceptado, con lo que se contribuye aún más a la confusión
y desavenencias. No solo no entendemos lo mismo con un mismo nombre, sino
que damos nombres diferentes a lo mismo.[1]
a.
El problema de la extralimitación conceptual
Consideremos
primero el problema de la generalización reflejada en la extralimitación
conceptual. Un artículo pionero sobre este concepto, en el contexto de la discusión
pública sobre derechos humanos y la seguridad jurídica, Conceptual Overreach threatens the quality
of public reason (“la
extralimitación conceptual amenaza el discernimiento publico”) dice que ello: “…ocurre
cuando un concepto en particular sufre un proceso de expansión o inflación
en el cual absorbe ideas y requerimientos que le son extraños. En su
manifestación más extrema la extralimitación conceptual muta en un dogma,
en un “todo en uno”, totalizante” (énfasis añadido). Es más que un
problema de semántica.
Un caso muy paradigmático
de esto en la sostenibilidad empresarial es el término ASG, que siendo solo
criterios para la evaluación numérica de algunas características de las
actividades de las empresas se ha “expandido, inflado y mutado” en un dogma,
que está siendo usado para representar todo lo bueno, lo malo y lo feo de esa
sostenibilidad, cada usuario de la palabrea entendiendo algo distinto, sin
explicitarlo.
Responda querido
lector a la pregunta: “¿Una buena calificación ASG quiere decir que la empresa
es responsable? NO, a lo sumo quiere decir que, según el modelo de la
calificadora sobre lo que puede impactar la situación financiera de la empresa,
la empresa está menos expuesta. NO se refiere al impacto positivo que la
empresa tiene ante la sociedad y el medio ambiente, ni considera el impacto
negativo. [2]
Pero se ha “expandido, inflado y mutado” a un dogma que pretende representar lo
que es responsabilidad empresarial. Esta popularización da lugar a
generaciones y confusiones y al movimiento anti-ASG (otro que ataca
generalidades sin ver todo lo positivo que hay detrás de la sostenibilidad empresarial,
que no es lo mismo que “ASG”). Atacan la sostenibilidad empresarial basándose en
una extralimitación conceptual de la palabra ASG. [3]
[4]
Lo mismo
sucede con el término “responsabilidad social de la empresa” como veremos a continuación.
Y algunos
ejemplos de esta extralimitación conceptual en ASG:
· “¿Cuál es su programa de ASG?” No, la
empresa no tiene un programa ASG, tiene una estrategia, actividades, etc.
de responsabilidad ante la sociedad, que (muy imperfectamente) se pretende
caracterizar con criterios ASG.
· “La
ASG no rinde en bolsa”. A lo mejor las
inversiones seleccionadas usando criterios ASG (que no reflejan la sostenibilidad
de la empresa) no rinden más que las demás, pero la ASG no es valor
financiero, son criterios.
· “Casos de éxito ante los desafíos ASG en
la UE”. ASG no son desafíos, son criterios de evaluación. El desafío, en
este caso, es lograr cumplir con los requerimientos de la Unión Europea, en
materia ambiental, social y de gobernanza, que no es lograr algunos indicadores
A, S y G.
· “ASG” son tres letras que no salvarán el
planeta” según el prestigioso periódico The Economist, en un suplemento
especial. [5]
Tienen razón las letras no salvan al planeta.
· “Empresas reducirán sus gastos en ASG”. ¿Reducir
gastos en criterios de evaluación?
b.
¿Qué es sostenibilidad empresarial?
La discusión que
sigue podría más bien titularse: ¿Qué debería entenderse por sostenibilidad
empresarial para que haya consenso? Es posible que si todos entendieran lo
mismo podría intentarse el consenso, pero aquí entran otros factores que lo imposibilitan:
los prejuicios, las ideas preconcebidas, los intereses creados y el dogmatismo. Entonces es mejor centrar la discusión en
porque el consenso no es factible y porque las generalizaciones contrastantes
continuarán.
En el artículo Los
trece enemigos de la RSE(C): Los primeros seis decíamos que la conceptualización de la RSE o
sostenibilidad empresarial es su principal enemigo. En principio debería haber
consenso de la responsabilidad de la empresa ante la sociedad es la asunción
proactiva de su responsabilidad ante la sociedad como consecuencia de los
impactos que tiene y que quiere tener y de los recursos que de ella usa y
consume. [6]
Concepto
|
Que es
|
Contexto
|
Responsabilidad empresarial
|
Acciones y estrategias de la
empresa para asumir su responsabilidad ante la sociedad
|
Actividades de la empresa
|
Sostenibilidad
|
Resultados de la implementación de
las acciones y estrategias de responsabilidad
|
Información sobre la RSE
|
ASG (ESG)
|
Tipificación y criterios para
evaluar los resultados de la implementación
|
Inversiones responsables
|
El problema es
que no hay consenso, ni en la conceptualización y menos en la implementación. Algunos piensan que la empresa no tiene
que asumir responsabilidad por sus impactos negativos (externalidades), como
por ejemplo por su contribución al cambio climático, ya sea porque niegan su
existencia, ya sea porque alegan que el cambio no es atribuible a la empresa.
Piensan que corresponde a los mercados financieros penalizar a las empresas si
consideran que afecta la sostenibilidad financiera de la empresa, a los
clientes si no les gusta (que en general no son muy proactivos), y a los reguladores
de prohibir comportamientos irresponsables. Algunos piensan que la empresa no
debe invertir recursos en contribuir a mejorar la calidad de vida de colectivos
afectados, ya que excede su ámbito. Algunos piensan que sus intervenciones en
estos temas son asuntos que competen a la moral y la política, también fuera
de su ámbito (como veremos más adelante).
Y la confusión
que se crea con las calificaciones de sostenibilidad, como comentábamos
arriba y más adelante, contribuye aún más a la imposibilidad de lograr
consenso. Los esquemas de reporte tampoco ayudan ya que no tienen una
concepción consensuada de lo que debe ser objeto de reporte, que es lo que
la sociedad percibe sobre la empresa. La propuesta a nivel internacional del International
Sustainability Standards Board, ISSB, aboga por reportar sobre aspectos que
tienen potencial impacto sobre su situación financiera (materialidad
financiera) en tanto que la propuesta, a nivel europeo, de la Comisión
Europea aboga por reportar sobre el impacto ante la sociedad y el medio y
sobre la situación financiera (ambos, materialidad de impacto y materialidad
financiera). [7]
Y encima de todo
esto, la RSE y su resultado, reflejado en su sostenibilidad empresarial, es especifica
a cada empresa, depende de su contexto, no todo es material, no todo es
atendible y, desde el punto de vista de la sociedad y de los inversionistas responsables
(los de veras, no los ASG [8]),
debería incluir además la cultura, actitudes, valores, procesos, comunión de
objetivos, incentivos positivos y negativos, internos y externos, entre otros, que
afectan la viabilidad de la empresa en el largo plazo. Va más allá de
actividades y sus resultados.
La denominación
ASG, que tanto se ha popularizado recientemente conspira contra esta visión
integral y la separa en componentes, Ambiente, Social y Gobernanza, que con
sus criterios de evaluación lleva la concepción de que ello es “hacer cositas”
en estos temas, abriendo las puertas a la criticas de hipocresía. Al
fragmentar se pierde la interacción, sinergias y complementariedad necesarias
para una concepción integral de la responsabilidad.
Dentro de este
contexto caben todo tipo de generalizaciones que siendo generalizaciones
contienen falsedades y verdades en algunos contextos. El problema se crea
cuando los promotores y detractores las quieren convertir en falsedades o verdades
universales, en dogmas.
II.
Generalizaciones de los detractores
1. 1. El propósito de la empresa es maximizar los beneficios financieros porque
los accionistas son los dueños.
Este el mantra
más extendido entre los detractores, alimentado en buena parte por el famoso artículo de Milton Friedman en
el New York Times de septiembre de 1970 [9]
y su pertuación en la enseñanza en las escuelas de negocios y de economía. El
argumento es que la empresa es de los accionistas y se debe a ellos. Esto es una falacia ya que los accionistas no
son dueños de la empresa. Al adquirir acciones no han adquirido una parte
de los activos, lo que han adquirido es el derecho de recibir dividendos, de nombrar
miembros del consejo (pero limitado por las disposiciones de las regulaciones
de las comisiones de valores de los respectivos países, aunque con poder de
persuasión sobre el comportamiento de algunos consejeros) y a recibir su cuota
parte de los activos de la empresa en una liquidación. Es cierto que tienen
poder, pero solo pueden determinar la estrategia de la empresa de forma
indirecta, via el nombramiento de consejeros y participación en las asambleas
generales de accionistas.
El dueño de la
empresa es la empresa misma, una persona jurídica, por sorprendente que parezca,
[10]
y la responsabilidad de los dirigentes es hacer lo más convenga a la empresa
para su sostenibilidad, en el sentido más amplio de la palabra, en el largo
plazo (no nos referimos
al caso especial de empresas con un número limitado de accionistas, no sujetos
a las regulaciones de los mercados de capitales y donde si se pueden considerar
dueños).
Ninguna
legislación exige que la empresa maximice los beneficios
financieros. Lo que sí exigen es que los directivos gestionen los
recursos de manera prudente, eficiente y eficaz, promoviendo los objetivos de la empresa y que
eviten que esos recursos sean utilizados para beneficios personales de los
directivos; nunca prohíbe que los recursos de las empresas se utilicen para
fines del bien común.
Sin embargo, este
el sesgo que se ha infundido en la formación de los dirigentes en las escuelas
de economía y de negocios, que han sido incrustados en la gestión de
las empresas y donde la gran parte de los incentivos monetarios son de tipo
financiero relacionados con el logro de indicadores de ingresos o
beneficios. Y estos sesgos e incentivos son más poderosos que cualesquiera
argumentos de tipo legal sobre la responsabilidad fiduciaria de los
dirigentes. No debería ser, pero lo es.
2 2. El
capitalismo de los stakeholders es una falacia y una utopía.
Estos
argumentos son los que fomentan la discusión entre los promotores del
capitalismo de los shareholders y el de los stakeholders. Ni los shareholders,
ni los stakeholders son dueños de la empresa, ambos
ejercer su poder dentro de las regulaciones pertinentes. Ambos son parte
integral de la empresa, algunos con derechos legales reconocidos, otros con
derechos de impacto. Y si la empresa decide considerar los intereses de los stakeholders
es porque cree que es lo que conviene al dueño: la empresa. Demás está
decir que para que la empresa sea sostenible en todo sentido primero debe ser
financieramente sostenible, pero ello no quiere decir maximizar beneficios
financieros, quiere decir maximizar beneficios financieros y no financieros, en
el corto y largo plazo.
Otra de las principales
críticas al capitalismo de los stakeholders es que es imposible para
la empresa balancear los intereses de múltiples grupos, que muchas veces tienen
conflictos entre sí (los empleados quieren mejores condiciones y no
reducción del personal, los consumidores menores precios y los accionistas más
dividendos). Complicado es gestionarla con un solo objetivo como para
buscarse decenas más. Si bien hay que reconocer que tienen mucho de razón y
que no es fácil, ello no obsta para que sean considerarlos, no solo sus
intereses sino además las contribuciones que pueden hacer al progreso de la
empresa, incluyendo el beneficio financiero.
Se supone que los
dirigentes no son autómatas que solo pueden gestionar un objetivo, son
personas supuestamente seleccionadas por esa misma capacidad de balancear
múltiples objetivos, algunos no cuantificables y algunos contrapuestos. Es
la base de la gestión empresarial. Y ello no quiere decir que hay que
satisfacerlos todos, quiere decir que hay que considerarlos y decidir lo que más
le conviene a la empresa en su contexto y momento. Es por esta razón que se han desarrollado
los conceptos de la materialidad financiera y la materialidad de impacto.
3 3. ESG atenta contra la democracia, es un movimiento político.
Este argumento
es relativamente reciente y surge en parte por la creciente polarización entre
ideologías políticas y el
surgimiento de la extrema derecha tanto en EE. UU. como en Europa. Estos
críticos alegan que la intervención de empresas en temas sociales, como la
discriminación o la lucha contra el cambio climático corresponden a la política
en el sentido de que afectan las relaciones de poder entre individuos y la
distribución de recursos, que corresponden a la política pública.
Algunos llegan
al extremo de decir que la sostenibilidad empresarial da poder a los stakeholders
sobre los ciudadanos, que son los que tienen derechos políticos. Este es otro buen ejemplo de
extralimitación conceptual ya que aglutina en estas dos palabras, stakeholders
y ciudadanos, gran variedad de conceptos y opiniones en una gran
generalización. Todos los ciudadanos
son stakeholders de alguna o muchas empresas e instituciones y los stakeholders
son todos ciudadanos. Ejercen sus derechos y deberes en el contexto en que
les toca desempeñarse. A veces votando en elecciones, a veces votando con sus
compras o seleccionado las empresas en la que quieren prestar sus servicios.
Uno de los más
acerbos críticos de la sostenibilidad empresarial, especialmente de la inversión
responsable dice: “Son los ciudadanos, no la iglesia, no los
lideres empresariales, no los grandes gestores de inversiones, los que
definen el bien común a través del proceso democrático, sin la intervención
de las élites”. [11]
[12]
Obviamente que es una visión muy estrecha del contexto en el que se determina
el bien común. No solo se hace a través
de elecciones puntuales, sino a través de la evolución de las preferencias de
la ciudadanía expresadas en diferentes oportunidades. De hecho, las elecciones difícilmente
incluyen estos aspectos específicos, a lo sumo ideologías. No son referéndums
sobre aspectos sociales o ambientales.
Con esta aseveración
de que la sostenibilidad empresarial se entromete en política alegan que algunas empresas, como las
grandes instituciones financieras, quieren restringir los sectores en los cuales
se pueden invertir, lo que es dirigisme, que atenta contra la libertad
individual. Alegan que si estas instituciones no quieren financiar combustibles
fósiles están tomando decisiones políticas que le competen al estado. Si no
quieren financiar empresas de vicio (digamos alcohol, pornografía, apuestas) o
armamentos están tomando decisiones morales que exceden su licencia legal de
operar, lo que compete a la sociedad como un todo.[13]
¿Quién dijo
que el papel de las empresas no es hacer juicios morales? ¿Pero que es moral en el contexto de la
actividad de la empresa?
Las tarjetas de crédito están siendo presionadas para que no participen en las
transacciones de armas al alegar que eso sería ejercer un juicio moral que no
les compete. Trasladar el problema de lo que es una responsabilidad de la
empresa ante la sociedad a lo que es moral o inmoral permite una fácil
excusa. Lo que no les gusta es inmoral.
4 4. La sostenibilidad empresarial contribuye a la inflación.
La preferencia
por la asignación de recursos financieros a empresas o proyectos que
contribuyen a la sociedad y el medio ambiente lleva a excluir sectores como,
por ejemplo, fuentes de energía como el gas y nuclear, y hasta el carbón. Al ejercer restricciones hace que los
precios de estos recursos, indispensables para la vida cotidiana, suban de
precio. [14]
Y como ha
demostrado la crisis energética en Europa con el elevado aumento del precio de
la energía eléctrica y los combustibles, no se puede prescindir de esas
energías “sucias”. Las restricciones impuestas para promover las energías
limpias han sido inflacionarias. [15]
Lamentablemente es cierto, pero hay que reconocer que en parte es debido a un
factor exógeno como la invasión de Ucrania.
Lo que ello demuestra es que la transición de energías sucias a
limpias no es un proceso de corta duración y en el financiamiento hay que considerar
la necesidad de la transición. No
financiar la continuidad, pero sí la transición. Ello fue reconocido al
cambiar, con muchas protestas de la sociedad civil, la taxonomía verde de la Unión
Europea para poder incluir el gas y la energía nuclear. Pero todo esto no obsta para que los inversionistas
responsables decidan no financiar estas energías, que lo hagan otros.
Lo que esta
situación también destaca es que en el financiamiento responsable y las
estrategias nacionales no pueden poner un énfasis excesivo en los criterios ASG,
hay que considerar otros factores que no son ASG ni monetarios, que no es una
dicotomía de sí o no. Hay otros elementos críticos como lo son la seguridad
energética y la estabilidad de la cadena de valor que tradicionalmente han
sido considerados como no monetarios.
5 5. La
responsabilidad consume recursos financieros y gerenciales, que distraen su
viabilidad a largo plazo.
El argumento es
que los recursos financieros y gerenciales disponibles en la empresa son
escasos y que deben asignarse a las actividades de mayor impacto en su viabilidad.
Alegan que la atención a “la ASG” distrae a los dirigentes de lo que importa
como innovación, control de costos, atención al consumidor, competitividad, etc.,
que atentan además contra el crecimiento económico. Los dirigentes podrían pensar
que es importante preocuparse más de la diversidad o de sus emisiones, que de hacer
mejoras en los productos, desviando escasos recursos.
Es otra
falacia derivada de la extralimitación conceptual. La atención a la sostenibilidad
empresarial no es incompatible con la innovación y el control de costos, atención
al consumidor, competitividad. Todo lo
contrario, la atención a la
sostenibilidad empresarial puede llevar a la empresa a acceder nuevos mercados,
desarrollar nuevos y mejores productos, reducir el consumo de recursos materiales,
reciclar, hacer los procesos de producción más eficientes, mejorar la
productividad de los empleados y ni que decir de la atención al consumidor.
Lo que
critican podría ser válido en el caso de empresas miopes que adoptan estrategias y acciones de responsabilidad
más con el fin de parecer que de ser, efímero, sin consistencia e integralidad …..¡que
las hay!. Tienen razón, en algunos casos, pero no es generalizable. Las
que se lo toman en serio tienen como fundamento hacer el bien sin descuidar su
competitividad, o deberían hacerlo.
6. 6. Responsabilidad
es una excusa para tapar irresponsabilidades
Es un caso como
el anterior. Hay muchas empresas que lo
hacen, para las que la responsabilidad no forma parte de su carácter, de su
propósito, que se usa como instrumento para mitigar o enmascarar actuaciones
o productos irresponsables. Es el greenwashing
en estado puro. Pero, como en el
caso anterior no se puede/debe generalizar a todas las empresas. Pagan justos por pecadores. No hay
estadísticas sobre la proporción de empresas que pertenecen a esta categoría,
pero es cierto que está muy extendido. Y aun las empresas consideradas
responsables, a veces pecan en este sentido. Este comportamiento esta
potenciado por las calificaciones de sostenibilidad como veremos a continuación.
Generalización válida en muchos
casos, pero no en todos.
7. 7. Inversiones
ASG son una falacia.
Otra generalización
que contiene mucho de verdad, pero no es totalmente cierta. Las inversiones usando
criterios ASG para la selección de los valores negociables ha crecido
dramáticamente en los
últimos años en parte debido a la oferta (a veces irresponsable) de las
gestoras de fondos para ampliar su cartera de negocios y en parte por el
creciente interés de inversionistas de colocar su dinero en actividades que además
de ser razonablemente rentables, contribuyan al bien común.
La utilización de
los criterios A, S y G para la selección de los valores adolece de un
gran número de problemas que tienden a justificar la generalización. Se
basan en gran medida en las calificaciones de sostenibilidad por agencias
calificadoras. [16]
Básicamente hay seis problemas. El principal problema (1) es
que, como comentábamos arriba, califican algo que no está definido y
que cada calificadora define y modela a su gusto. ¿Qué es sostenibilidad
empresarial? Lo único que tienen en común es que todas le dan
el nombre de calificaciones de sostenibilidad o algo parecido. Adicionalmente, (2), siendo
su principal mercado los inversionistas, las calificadoras usan modelos
en base a la materialidad financiera, que pretenden indicar el
potencial impacto sobre la situación financiera de las empresas, pero muchos de
los participantes también están interesados en la materialidad de
impacto, el efecto de las actividades de la empresa en la sociedad y el medio
ambiente.
Pero (3), ello
es ignorado por las calificadoras. Se basan en los insumos asignados y las actividades
llevadas a cabo, pero no en sus resultados y el impacto logrado. Y lo que es
peor, (4), se ignoran los impactos negativos, no restan puntos.
Hay empresas con el máximo puntaje que tiene impactos negativos no mitigados y
comportamientos irresponsables.
Pero (5), se
utilizan como si indicaran la sostenibilidad empresarial, o sea como indicadores del bien que
supuestamente hacen para la sociedad. ¿Inconscientemente, por
ignorancia, por complicidad o por comodidad? Sea como sea, no
solamente tienen los problemas de conflictos de definición de algo no definido,
sino además de usos que no se corresponden con su determinación.
Y (6), asignan clasificaciones
a los diferentes criterios A, S y G, y calculan una calificación agregada, lo
que implícitamente permite compensar deficiencias en algunos aspectos con
elementos positivos en otros y viceversa. ¿Pueden problemas laborales superar
la contribución a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero?
Ese fue el caso de la exclusión de la líder en vehículos eléctricos, Tesla, de
un índice de sostenibilidad. Para la calificadora,
los problemas laborares fueron más determinantes que su contribución a la reducción
de emisiones. En su lugar incluyeron a la petrolera Exxon Mobil porque había
aprobado un plan para la reducción de las emisiones. [17]¿Coinciden
estas importancias relativas con los intereses de los inversionistas
responsables? Para las calificaciones todo es cuestión de números, pero no de
impacto.
Pero en esto es
importante distinguir entre inversiones socialmente responsables, ISR, e
“inversiones ASG”. [18]
En las segundas se usan los criterios de selección con los problemas que hemos
mencionado, lo que da lugar a que contengan empresas de tipo de responsabilidad.
En la ISR el análisis es más completo, analizando cada aspecto de la responsabilidad
explícitamente, tratando de evitar los seis problemas mencionados.
Las
inversiones ASG, en general, son una falacia. Las inversiones ISR, en general,
no lo son. Pero no son muchos los que
saben hacer la distinción.
8. 8. La
desinversión en empresas irresponsables no contribuye a la sostenibilidad.
Los promotores de
la sostenibilidad empresarial, en especial los fondos de inversión responsable,
en particular los grandes fondos de pensiones, abogan por la desinversión en
empresas que son consideradas irresponsables, muchas veces más para cumplir con
sus políticas de inversión y supuestamente enviar un mensaje a esas empresas para que cambien, que como medida de castigo, como suele aparecer en las
noticias. Esto es particularmente usado en el caso de las empresas de combustibles
fósiles.
Sin embargo, como
alegan los detractores esto no suele tener efectos significativos sobre el
comportamiento de las empresas. Los valores que aquellos fondos venden son
comprados por otros inversionistas, ya sean indiferentes ya sea irresponsables,
que continuaran, o empeorarán el comportamiento de esas empresas. Y
posiblemente hayan adquirido los valores a buen precio ya que aquellos inversionistas
quieren salir de ellas (aunque suelen hacerlo poco a poco para no afectar el
precio de venta). A lo sumo pueden hacer subir su costo de capital por el
riesgo que conllevan, pero también esto es posible que ya este incorporado en
la valoración de esos valores en el mercado de capitales.
Para los
inversionistas responsables puede ser más efectiva la opción de mantener la posesión
de los valores y como accionistas activistas abogar en las asambleas generales
y en los consejos para el cambio paulatino de las actividades de esas empresas.
Claro está que esto requiere tener un poder de voto o de influencia
considerable, y es una opción más al alcance de grandes inversionistas
institucionales. Este es un debate muy candente en la actualidad:
desinversión versus involucramiento. [19]
La
desinversión no suele tener el impacto que alegan los promotores sobre la
sostenibilidad empresarial, pero hace sentir bien a algunos.
Segunda parte
En la segunda parte analizaremos las ocho generalizaciones de los promotores y haremos una
recapitulación a modo de resumen.
[4] El articulo The Making and Meaning of ESG (E. Pollman, septiembre 2022) pasa
revista a la evolución del término, como se ha convertido en un mantra que ha contribuido
a la confusión y propuestas para su futuro.
[11]
Ver The Stakeholders versus the People, Vivek Vivek Ramaswamy, 17
febrero 2022, Wall Street Journal.
[12] Esto es una expresión moderna de la
posición del “padre del liberalismo”, el filósofo John Locke (1632-1704), de que
la religión y los mercados deben ser separados. La religión (y la moral) es una
cuestión personal y los mercados deben estar libres de consideraciones éticas.
[14] Se estima que como consecuencia de su
exclusión en carteras desarrolladas con criterios ASG estas empresas tienen un
costo de capital superior en un 15% de que sería de otra manera.