sábado, 5 de noviembre de 2022

Un compendio de la sostenibilidad empresarial en dieciséis generalizaciones falsas: Segunda parte: Las ocho de los promotores

   

Todas las generalizaciones son falsas, incluida esta.

atribuida a Mark Twain, 1835-1910

 

A la popularización le sigue la generalización y a la generalización, la confusión.

Yo

En la primera parte de este artículo presentábamos el contexto en que se desenvuelven los detractores y los promotores de la sostenibilidad empresarial, en particular el concepto de extralimitación conceptual, que nos permite explicar las generalizaciones. Analizábamos las ocho generalizaciones de los detractores, concluyendo que algo de razón tienen, pero también de mucha falsedad.  En esta segunda parte analizamos las de los promotores y hacemos una recapitulación de toda la discusión.

Sí, querido lector, los que la promueven también son culpables de generalizaciones falsas y como decíamos en la primera parte, “unos pecan de desdén y otros de ingenuidad”.

I.                Generalizaciones de los promotores

1.      La responsabilidad empresarial ofrece ventajas competitivas.

Este es el mantra de la responsabilidad social, repetido a diestra y siniestra: la responsabilidad empresarial es un gana-gana, la responsabilidad social ofrece múltiples ventajas competitivas, afectando todos los ámbitos de actuación de las empresas. Solo nombraremos algunas porque muy probablemente el lector ya las ha leído y escuchado hasta la saciedad (analizaremos dos de ellas en más detalle abajo): Permite captar nuevos mercados, vender los productos y servicios a mejores precios, contribuye a la reducción de costos, a la fidelidad de los clientes, atraer mejores empleados, a mejorar su productividad, reducir sus costos de financiamiento y de sus insumos, mejora en su reputación… y un largo etcétera. [1] 

Al enunciado de estas ventajas competitivas de la responsabilidad les falta agregar: “puede ser”.  ¿Que conduce a ventajas competitivas? Puede ser, no siempre es, depende de las condiciones del entorno en que opera, de la reacción de los interesados.  No es obvio.

Algunas de las acciones dependen solo de la empresa y sí suelen producir los resultados que se espera. La eficiencia energética, la reducción del consumo de insumos, las mejoras en los procesos productivos, el reciclaje de subproductos entre otros es muy posible que conlleven a una reducción de costos. Pero para muchas acciones, el impacto competitivo depende de la reacción de los afectados. La innovación en nuevos productos y servicios, por ejemplo, utilizando materiales reciclados o para atender la demanda de los interesados en productos sostenibles, dependen de la reacción de los consumidores.  Pueden conducir a nuevos mercados, a mayor demanda, pero no está garantizado. Las empresas responsables pueden captar recursos financieros a menores costos, pero depende de la que la banca y los mercados de capitales lo reconozcan y estén dispuestos a hacerlo. La producción responsable puede conducir a mejores precios de los productos, pero depende de la reacción de los consumidores. La empresa responsable posiblemente puede atraer personal más cualificado y más productivo, pero dependerá del contexto, como comentamos en las siguientes dos generalizaciones, que son muy ilustrativas.  Y todo esto será más posible en la medida que las partes involucradas se concienticen, la información confiable esté disponible más ampliamente y actúen sobre ello.  El tiempo es un buen aliado.

Las actividades de responsabilidad ante la sociedad pueden conducir a ventajas competitivas, pero no es seguro en todos los casos, como generalizan los promotores. Esto es aprovechado por los detractores, que fácilmente encuentran ejemplos de empresas que se dicen responsables, pero que no captan estas supuestas ventajas. Y generalmente ponen el ejemplo de empresas irresponsables que tienen mejores ganancias o de empresas que siendo modelos de responsabilidad son menos rentables que sus competidores que no lo son. [2] Si pagan bajos sueldos, no reducen sus emisiones, contaminan el agua, etc. tienen menores costos. De hecho, los detractores argumentan que cumplir con regulaciones inexistentes es contraproducente, “ir más allá de la ley” solo conlleva a aumentos en los costos y en los riesgos legales. Los promotores responderían: porque en el largo plazo puede (¿es seguro?) conducir a una reducción de costos y de riesgos legales y mejora en los ingresos.

Esta generalización es un caso paradigmático de la ingenuidad y de la asumida superioridad moral de los promotores. Para los promotores es un talismán, pero munición para los detractores.

Y debe estar claro que estamos comentando el llamado “argumento empresarial” sobre la superioridad económica de la responsabilidad, no del “argumento moral”, muy válido, de que las empresas están en deuda con la sociedad y el medio ambiente por todo lo que les dan.

2.     Los consumidores prefieren los productos responsables y están dispuestos a pagar más.

Otro de los mantras más utilizados.  La evidencia viene de las respuestas positivas que dan los consumidores cuando se les pregunta si comprarían productos producidos responsablemente por empresas responsables y se pagarían relativamente más por ellos. Habíamos analizado esto en detalle en un artículo, [3] donde decíamos: 

La misma pregunta incita a responder positivamente. ¿Quiere el consumidor quedar mal delante del encuestador? La pregunta es una pregunta equivocada en el momento inadecuado. No solo porque hecha así incita a una respuesta positiva, sino porque además es hipotética. La pregunta correcta debería ser, después hacer la compra, ¿Qué productos en su cesta compró porque sabía que eran producidos responsablemente? La respuesta aquí probablemente seria: ¡No tengo idea!

Es prácticamente imposible, salvo en algunos productos muy seleccionados y en algunos países donde la RSE está muy desarrollada, saber si los productos han sido producidos en forma responsable (precios justos, respeto al medio ambiente, mano de obra digna, etc..), ni maneras de hacer una comparación razonable entre productos. No hay manera de saber si han usado alguna práctica responsable y mucho menos si todo el proceso ha sido responsable. Es concebible que el producto en su producción ha pagado precios justos y que en su misma producción y transporte sea contaminante o dañina para el medio ambiente. Y aun cuando tenga alguna etiqueta de certificación, este proceso está todavía en sus comienzos. El consumidor tiene poco información. (énfasis añadido)

Y son muy pocos los que hacen los esfuerzos para buscarla, y aun si la encuentran, que actúen sobre ella, y que la información que encuentran sea confiable. Es muy probable que el precio sea un factor más determinante.  Pero ello no obsta para que no haya productos y servicios conocidos por su responsabilidad, mercados y lugares en los que se vendan, y consumidores que sí se informen y actúen, pero es una minoría en el gran mercado de bienes y servicios.

Piense el lector en sus adquisiciones en centros comerciales y supermercados, por ejemplo. ¿Cuánto sabe de la responsabilidad de los millares de empresas y productos en venta? ¿Cuáles son los factores más determinantes para la decisión de compra?

En otro artículo de seguimiento decíamos: [4]

Y recordábamos “la regla empírica del 30:3 de las compras responsables, que alega que, si el 30% dice que compraría el producto, solo el 3% lo hace.” (es de enfatizar que esta regla no es resultado de rigurosos análisis estadísticos sino resultado de observaciones casuales). Y aun si el 3% lo hace, ello no quiere decir que el consumo responsable abarca el 3% del total del consumo.  Lo importante no es el hecho de que un consumidor hace algún consumo responsable y se autocalifica de consumidor responsable, sino más bien el porcentaje (en términos monetarios o físicos) de su consumo total que se pueda calificar de responsable

Sí, puede ser que algunas empresas logren mejores precios y acceso a mercados respondiendo a su responsabilidad, pero no es tan definitivo y directo como alegan los promotores.

3.     Las empresas responsables atraen mejores talentos.

Otra generalización, semejante a la anterior, y derivada de la misma manera: respuestas a encuestas donde se les pregunta si preferirían trabajar en una empresa responsable y aun si aceptarían menores sueldos.  Por las mismas razones que la generalización anterior, las respuestas suelen ser positivas. Y como en el caso anterior es una pregunta hipotética que no ha sido confrontada con la realidad.

La realidad depende del contexto, de la situación del mercado laboral, de las alternativas existentes. No es de descartar que si uno tiene varias ofertas de empleo en condiciones semejantes opte por la que ofrece un entorno laboral más acorde con sus principios y aun esté dispuesto a aceptar menores remuneraciones monetarias a cambio de sentirse mejor, realizado, de trabajar en una cultura sana, de contribuir al bien común. Pero en un mercado laboral restringido estas opciones no son comunes.

Sí, puede ser que algunos potenciales empleados valiosos opten por trabajar en empresas responsables, pero no es siempre factible, depende de las opciones que tenga el potencial empleado y de su poder de seleccionar.

4.     La diversidad contribuye a mejorar la rentabilidad de la empresa.

Es posible que la diversidad contribuya a mejorar la rentabilidad de la empresa, pero como en todas las generalizaciones no está garantizado, depende de su implementación y gestión.

El argumento es que la diversidad de puntos de vista y de actitudes contribuyen a ampliar la visión y por ende a mejorar la gestión de la empresa. El caso de la diversidad de género es uno de los más defendidos por los promotores por su potencial contribución en función de que los atributos de las mujeres son más conducentes a la implementación de la responsabilidad empresarial.  En uno de nuestros artículos decíamos: [5]

Aunque nuestra discusión puede carecer de rigor, es generalmente aceptado que las mujeres suelen albergar sentimientos de comprensión, de compasión, de introspección, son más capaces de tolerar la ambigüedad, suelen tener una visión de más largo plazo, más paciencia, más perseverancia, más espíritu colaborativo.  Son más proclives a cuidar, educar, nutrir, cultivar con sentido de largo plazo.  Por el contrario, los hombres suelen (o pretenden) ser más racionales, menos emocionales, buscando la satisfacción en el corto plazo, prefiriendo la certidumbre.  Esto no quiere decir que no haya hombres con espíritu de colaboración, intuitivos o mujeres poco emocionales y competitivas.

Estas diferentes características parecen hacer a la mujer un ideal para manejar los temas de responsabilidad empresarial, donde se requiere la consideración de un entorno que excede las paredes de la empresa y de un período de tiempo que excede el período contable, … La RSE requiere de comprensión, compasión, paciencia.  

Donde más se ha promovido su participación es a nivel de altos cargos y los consejos, donde estos atributos balancean los espíritus competitivos de los hombres, que son la gran mayoría de sus integrantes, y amplían la visión del consejo.  Para lograr esta participación se han promovido las cuotas, ante las fallas de los sistemas existentes para logar su participación.  Después de muchos intentos fallidos, el Consejo de Europa aprobó el 17 de octubre del 2022 la obligatoriedad de las cuotas en los países de la Unión Europea, lo que deberá ser traspuesto a las legislaciones nacionales.[6] Si bien estas cuotas pueden ser efectivas, son una imposición.  Con ello se corre el riesgo de opacar los esfuerzos que son necesarios para que la diversidad sea espontánea, no obligada, y la contribución de la mujer sea reconocida por lo que es. Estos temas los hemos discutido ampliamente en otros artículos. [7]

Se han publicado estudios estadísticos sobre la relación entre la participación de un mayor número de mujeres en altos cargos y consejos y la rentabilidad de la empresa.  Uno de estos concluye que “la presencia de mujeres en cargos de liderazgo puede mejorar el rendimiento de la empresa y que la magnitud de las correlaciones no es pequeña. El mayor impacto se tiene con la proporción de mujeres en cargos ejecutivos, seguido de la proporción de mujeres como miembros del Consejo; la presencia de mujeres como CEO no tiene impacto perceptible.  [8] Si bien estos resultados son positivos hay que recordar que son un gran promedio estadístico sobre las 22 000 empresas analizadas en el 2014 (60% no tienen mujeres en los consejos). O sea que la mayor participación de la mujer “puede ser” de beneficio a la empresa, pero ello no quiere decir que es automático, en todos los casos. No basta que estén en los cargos, depende de como se implementa, hay que dejarlas actuar y gestionar con sus atributos. No siempre “es”, pero “puede ser”. [9]

5.     Las empresas con propósito son más rentables.

Lo de que las empresas deben tener un propósito articulado en función de su responsabilidad ante la sociedad es algo que adquirido mucho interés en décadas recientes, sobre todo como una manera de expresar la transición de un propósito de maximización de beneficios (capitalismo de los shareholders) a un propósito más amplio de reconocer el papel que la empresa debe jugar ante la sociedad tomando en cuenta los impactos e interés de las partes afectadas e interesadas (capitalismo de los stakehorders). Todas las empresas tienen un propósito, explicito o implícito, pero lo que la sociedad exige cada vez más es que sea explicito y relacionado con su sostenibilidad. Y por supuesto, que sea implementado efectiva y eficientemente. En cierta forma esto ha venido a substituir lo que antes se denominaba, visión o misión de la empresa, que solía tener el significado del logro de metas comerciales. El propósito “moderno” conlleva el significado de ser. El propósito no se logra, se persigue sin fin.

En una forma análoga a la generalización sobre competitividad de las empresas responsables, comentaba arriba, los promotores alegan que las empresas que persiguen el propósito de su sostenibilidad, en todos sus sentidos, no solo financiero, son más rentables. [10] De la misma manera que a aquella generalización a esta le falta el “puede ser”.  Y aquí no solo hay que esperar la reacción de las partes interesadas y afectadas para que hagan esa mayor rentabilidad una realidad, en este caso el propósito es a lo sumo, condición necesaria, pero no suficiente. Requiere implementación.

En el artículo Broadening the purpose of the corporation requires purposeful implementation  [11] decíamos que el “propósito” no son lemas atractivos, debe ser la máxima expresión de la estrategia de la empresa y servir para establecer las actividades, organización, políticas, procesos, procedimientos, cultura, gobernanza, incentivos, relaciones con stakeholders, etc, que son necesarios implementar para lograr el  propósito y debe ser lo suficientemente específico como para guiar esta implementación. 

Esto es válido para todas las empresas, inclusive para aquellas cuyo propósito es la maximización de beneficios. Pero para las que aspiran a asumir su responsabilidad ante la sociedad, el propósito debe guiar estos mismos elementos, pero en el contexto del logro de la sostenibilidad empresarial. En los años 20’s de este siglo se da por entendido que este es el propósito empresarial del cual se habla.     

Un propósito idóneo puede conducir a una mayor rentabilidad, pero debe ser consistentemente implementado a todo lo largo y ancho de la empresa, en todo momento, y reconocido como tal. [12]

6.     Las inversiones responsables son más rentables que las convencionales.[13]

Esta es una de las generalizaciones que más controversia produce y es muy difundida tanto por promotores como por detractores. Ambos grupos disponen de amplia evidencia para demostrar con números su posición, ya que se han efectuado millares de estudios estadísticos comparando el rendimiento de las inversiones en empresas calificadas como responsables con el rendimiento de la convencionales, con resultados muy dispares. Las variables que se deben considerar para una conclusión inequívoca son tantas que es prácticamente imposible demostrarlo de forma concluyente.

En general los estudios requieren de una expresión cuantitativa de la responsabilidad de la empresa para lo cual se usan todo tipo de medidas indirectas, generalmente calificaciones de sostenibilidad, que como hemos comentado son muy deficientes para captar la responsabilidad empresarial.  Esta va mucho más allá de indicadores A, S y G e incluye elementos como su cultura, procesos, políticas, gobernanza, etc., de difícil cuantificación. [14]

Para los estudios se suelen considerar diferentes períodos de tiempo, diferentes grupos de empresas con diferentes riesgos, diferentes países y hasta diferentes definiciones de rentabilidad, lo que permite una selección de los estudios que están de acuerdo con las creencias de los promotores o detractores. Estos problemas los habíamos analizado en detalle en otro artículo. [15]

Un estudio académico del 2021 [16] hizo una revisión de los resultados de más de 1100 estudios y de 27 meta-análisis (estudios que analizan grupos de otros estudios) publicados entre 2015 y 2020 en revistas académicas, que comparaban los rendimientos de carteras de inversión calificadas como responsables con carteras convencionales y concluyeron que los rendimientos eran, en el promedio, indistinguibles. En un artículo [17] analizamos esto comparando las diferencias en rendimientos antes y después de la pandemia para concluir que las diferencias (a favor de las responsables antes y a favor de las convencionales después), se debían a la inclusión en las carteras responsables de algunas empresas caracterizadas como de alto crecimiento (y a lo mejor no tan responsables). 

Independientemente de los resultados de los estudios estadísticos, los detractores alegan que las inversiones responsables limitan la diversificación del riesgo y limitan la mejora del riesgo/ rendimiento de las carteras de inversión. Y alegan que las empresas irresponsables pueden rendir más porque no pagan por sus externalidades negativas. Si pagan bajos sueldos, no limpian el agua antes de evacuarla en los ríos, si no invierten en tecnologías limpias y contaminan, tienen menores costos.  De hecho, ya existen en los mercados financieros “fondos de virtud” y “fondos de vicios” y sus rendimientos relativos varían con el tiempo. Durante el 2022 los del vicio han rendido más porque tienen inversiones en empresas de combustibles fósiles y de armamentos que han tenido ganancias extraordinarias.

Claro está que esto no obsta para que los creyentes de las diferentes posiciones seleccionen sus inversiones como mejor crean.

Pero es oportuno y necesario distinguir entre el rendimiento a nivel de carteras de inversiones en los mercados de capitales, que nunca se demostrará de forma convincente a ambos bandos, de la rentabilidad a nivel de empresa individual de acciones específicas, que puede ser más tangible y demostrable como comentábamos en la generalización #1.  Muchas veces se confunden los dos niveles de análisis, lo que contribuye a la confusión.

7.     Las inversiones ASG contribuyen a la sostenibilidad. [18]

Esta es una de las generalizaciones que suele ser aceptada sin mucho análisis, en buena parte porque parece una tautología: si las inversiones se hacen con criterios ASG deben contribuir a la ASG, pero una cosa es ASG y la otra es sostenibilidad empresarial.  Pero es una generalización en buena parte falsa, una extralimitación conceptual.  Para poder analizarla es necesario considerar dos frentes.  Primero distinguir entre Inversiones Socialmente Responsables, ISR e inversiones con criterios ASG. Segundo, distinguir entre inversiones en los mercados primarios y en los mercados secundarios.

La industria de las inversiones con criterios ASG, interesada en aumentar su mercado, promueve las inversiones con criterios ASG como si automáticamente contribuyeran a la sostenibilidad. Pero como comentábamos en la primera parte de este artículo, al analizar la generalización #7 de los detractores (Inversiones ASG son una falacia) el uso de criterios ASG adolece de un gran número de problemas que hacen que la relación, tautológica, sea muy tenue.  Sí, el uso de los criterios ASG permite seleccionar valores bursátiles de empresas que algo de responsabilidad tienen, pero están lejos de ser lo que se implica

Las inversiones ISR no se basan en las calificaciones de sostenibilidad ni en los criterios ASG, sino que analizan en mayor detalle la responsabilidad de empresa, valorando aquello que consideran más relevante para sus propósitos, sin incluir compensaciones de una responsabilidad por una irresponsabilidad y tomando en consideración sus impactos negativos, entre otros. La inversión ASG suele ser mecanicista, la ISR suele ser personalizada.  Las inversiones ISR sí tienen el potencial de contribuir a la sostenibilidad, pero aun así hay que distinguir entre las inversiones ISR en el mercado primario de las transacciones de los valores en el secundario.

La mayoría de las estadísticas sobre los recursos dedicados a las inversiones socialmente responsables que se citan en la prensa se refieren al mercado secundario, el volumen de recursos que están gestionados por fondos de inversiones y el de las transacciones en los mercados secundarios. Pero hay que recordar que, en estos mercados, los compradores adquieren los valores de vendedores, sin la intervención de la empresa. Las empresas no reciben los recursos que se gestionan y que transan en estos mercados. Estos números no reflejan recursos a disposición de la empresa para sus actividades de sostenibilidad empresarial.

Donde sí reciben recursos incrementales es en el mercado primario, cuando se crean y emiten acciones o cuando, una vez en marcha, se hacen emisiones de capital o de deuda negociable (por ejemplo, bonos verdes, sociales o sostenibles [19] ) para financiar sus actividades y proyectos de sostenibilidad.[20] Pero este en un mercado menor comparado con los volúmenes de recursos y transacciones en los mercados secundarios. Es oportuno recordar que este mercado está sujeto a exageraciones (léase greenwashing) donde los recursos que se asignan efectivamente a esos fines son menores que los nominalmente reportados. [21] Y en esto si hay un submercado primario, más efectivo, el de la inversión de impacto, donde se seleccionan las empresas y proyectos basados en el impacto y no solo en el comportamiento de las empresas y donde suele haber un mayor involucramiento de los inversionistas en la gestión responsable.

Sin embargo, los mercados secundarios sí pueden contribuir indirectamente a la sostenibilidad empresarial, via el involucramiento de los inversionistas responsables en la gestión de las empresas,  a través de su cabildeo y participación en las asambleas generales de accionistas y el nombramiento de consejeros.[22]  Adicionalmente, las empresas pueden querer ser elegibles de participar en estos mercados secundarios, para mejorar su reputación, el costo de su financiamiento o la liquidez de su valores al adoptar medidas que les permitan ser consideradas e incluidas en estas carteras.

8.     Los incentivos monetarios basados en logros en sostenibilidad son efectivos para cambiar el comportamiento de los dirigentes.

Este es una generalización de reciente data y es otra tautología: los dirigentes reaccionan a los incentivos monetarios y si estos se basan en logro de metas en sostenibilidad, tomaran las medidas para lograrlas. En principio parece una generalización cierta.  Pero una cosa es la teoría y otra la práctica.

Para que sean efectivos los incentivos deben basarse en metas medibles de forma confiable, deben ser pocas para que sean gestionables, deben estar bajo el control de los dirigentes y los resultados atribuibles a sus acciones, las metas deben lograr impacto tangible, no trivial,  a costos razonables, no deben introducir incentivos perversos, y los dirigentes deben reaccionar a ellos.  En la práctica esto no es fácil de lograr

En la práctica se suelen usar entre tres y cinco metas, a lograr en el corto y largo plazo. La gran mayoría se refieren al corto plazo, que suelen tener un impacto menor. Los porcentajes de la remuneración variable siguen siendo mayoritariamente ligados a rendimientos financieros, con porcentajes alrededor del 10% ligados a logros en sostenibilidad. Un gran número de empresas usan logros en diversidad y cambio climático. Se suele priorizar lo medible y lograble en el corto plazo sobre lo que tendría mayor impacto, que es más difícil de lograr.  Hay una contradicción intrínseca: para que el sistema sea gestionable debe ser simple, pero si es simple es muy posible que sea manipulable y que el impacto sea bajo. Se pueden nombrar mujeres al consejo para lograr la meta, pero no dejarlas actuar, por ejemplo.

Y lo más importante es que, bajo estas condiciones, los dirigentes no tengan suficiente estímulo. En este sentido es destacable la posición del anterior CEO de Unilever, Paul Polman: es muy poco probable que su comportamiento como dirigente cambiase mucho por algunos miles de dólares más.  Lo guiaba su convicción. Sus incentivos eran intrínsecos, no monetarios. Y no todos tienen esa convicción. La práctica actual, buenos y malos ejemplos y sugerencias para su implementación práctica lo habíamos analizado en otro artículo. [23]

II.             Ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario

De nuevo, todas las generalizaciones son falsas, pero siempre contienen algo de razón, el problema radica en la aceptación no crítica y dogmática, en la confusión generada por la extralimitación conceptual.

La clave: no tomemos los argumentos a favor y en contra sin analizarlos y no contribuyamos a repetirlos ciegamente. Y las redes sociales son un gran contribuyente a la popularización, lo que lleva a la generalización, lo que lleva a la confusión. Y cuando algo se populariza, cae bajo el dominio de los aficionados y neófitos, que al no conocer los detalles generalizan, perdiendo rigor y propendiendo a la confusión. 

Ambas partes pierden credibilidad. Ambas partes hacen supuestos implícitos sobre lo que será el futuro, lo que se refleja en las discrepancias. Los promotores suponen que la sostenibilidad empresarial rendirá mejores mayores beneficios o por lo menos menores riesgos en el largo plazo y los detractores creen que es más importante el presente y el futuro inmediato. Los primeros tienen una visión más amplia y de más largo plazo y los segundos tienen una visión más estrecha, suelen priorizar los resultados financieros y el corto plazo, no tienen tiempo para esperar a los beneficios del largo plazo.

Y ambos grupos, promotores y detractores, manejan información difusa, imprecisa, tergiversable, y con ello demuestran lo que quieren. Ambos son culpables. Pero si bien la información rigurosa es necesaria, no es suficiente ya que hay un elevado componente ideológico, en algunos grupos, no todos, que será difícil de combatir.

El hecho, en mi opinión, es que todas estas dieciséis generalizaciones, y otras que se puedan proponer, de promotores y detractores, contienen algo de verdad, pero también aseveraciones no conclusivamente demostradas, lo que destaca que la sostenibilidad empresarial está muy lejos de uniformar criterios, lejos de constituir una “ciencia”, es y será un arte.

La sostenibilidad empresarial está en sus comienzos y tiene todas las características de un crecimiento desordenado con problemas del arranque, todavía le están saliendo los dientes al bebe.

III.           ¿Y hay una tercera categoría?

Sí, además de los detractores, que pecan de desdén, y los promotores, que pecan de ingenuidad y asumen superioridad moral, hay una tercera categoría entre los que me cuento: los pragmáticos, que con su ilustrado escepticismo abogan por un avance realista, tomando en cuenta los incentivos, obstáculos, contradicciones, costos y beneficios que enfrenta la implementación y el logro de la sostenibilidad empresarial. Las dos partes de este articulo ilustran esta posición de pragmatismo.



[1] Para un análisis de estos argumentos ver el Capítulo 10. La responsabilidad como factor de competitividad de la empresa, en el libro La Responsabilidad Social de la Empresa en América Latina: Manual de Gestión.

[10] Ver Propósito de la empresa: percepción o realidad, The Business Case for Purpose. Ernst and Young & Harvard Business Review. (2015) y Combining Purpose with Profits, Birkinshaw, J., Foss N.J., & Lindenberg S., MIT Sloan Management Review. Spring, Vol 55, 3, 2014.

[12] Ver nuestro análisis del nuevo propósito de CaixaBank en CaixaBank: ¿Propósito de la empresa o lema publicitario? ¿Greenwashing?

[16] Ver See Ulrich Atz, Zongyuan (Zoe) Liu, Christopher C. Bruno, and Tracy Van Holt, “Does Sustainability Generate Better Financial Performance? Review, Meta-analysis, and Propositions,” Social Science Research Network (September 9, 2021)

[20] No estamos incluyendo otras modalidades de financiamiento directo que pueden tener impacto tangible sobre la sostenibilidad empresarial como lo son los préstamos, líneas de crédito, entre otros, que tengan condicionalidad en el destino de sus recursos, por no ser instrumentos negociables en los mercados.

[22] Ver la sección II ¿Qué impactos tienen los fondos ASG sobre la sostenibilidad del planeta? en ¿Tiene el financiamiento sostenible impacto sobre la sostenibilidad? Primera parte: Inversiones financieras

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