Todas las generalizaciones son falsas,
incluida esta.
atribuida a Mark Twain, 1835-1910
A la popularización le sigue la
generalización y a la generalización, la confusión.
Yo
En la primera parte de este artículo presentábamos el contexto en que se desenvuelven los detractores y los promotores de la sostenibilidad empresarial, en particular el concepto de extralimitación conceptual, que nos permite explicar las generalizaciones. Analizábamos las ocho generalizaciones de los detractores, concluyendo que algo de razón tienen, pero también de mucha falsedad. En esta segunda parte analizamos las de los promotores y hacemos una recapitulación de toda la discusión.
Sí, querido
lector, los que la promueven también son culpables de generalizaciones falsas y
como decíamos en la primera parte, “unos pecan de desdén y otros de
ingenuidad”.
I. Generalizaciones de los promotores
1.
La responsabilidad empresarial ofrece ventajas competitivas.
Este es el
mantra de la responsabilidad social, repetido a diestra y siniestra: la
responsabilidad empresarial es un gana-gana, la responsabilidad social ofrece
múltiples ventajas competitivas, afectando todos los ámbitos de actuación de
las empresas. Solo
nombraremos algunas porque muy probablemente el lector ya las ha leído y
escuchado hasta la saciedad (analizaremos dos de ellas en más detalle abajo): Permite
captar nuevos mercados, vender los productos y servicios a mejores precios,
contribuye a la reducción de costos, a la fidelidad de los clientes, atraer
mejores empleados, a mejorar su productividad, reducir sus costos de
financiamiento y de sus insumos, mejora en su reputación… y un largo etcétera. [1]
Al enunciado
de estas ventajas competitivas de la responsabilidad les falta agregar: “puede
ser”. ¿Que conduce a ventajas
competitivas? Puede ser, no siempre es, depende de las condiciones del entorno
en que opera, de la reacción de los interesados. No es obvio.
Algunas de las
acciones dependen solo de la empresa y sí suelen producir los resultados que se
espera. La eficiencia
energética, la reducción del consumo de insumos, las mejoras en los procesos
productivos, el reciclaje de subproductos entre otros es muy posible que
conlleven a una reducción de costos. Pero para muchas acciones, el impacto
competitivo depende de la reacción de los afectados. La innovación en nuevos
productos y servicios, por ejemplo, utilizando materiales reciclados o para
atender la demanda de los interesados en productos sostenibles, dependen de la
reacción de los consumidores. Pueden
conducir a nuevos mercados, a mayor demanda, pero no está garantizado. Las
empresas responsables pueden captar recursos financieros a menores
costos, pero depende de la que la banca y los mercados de capitales lo
reconozcan y estén dispuestos a hacerlo. La producción responsable puede
conducir a mejores precios de los productos, pero depende de la reacción de los
consumidores. La empresa responsable posiblemente puede atraer personal
más cualificado y más productivo, pero dependerá del contexto, como comentamos
en las siguientes dos generalizaciones, que son muy ilustrativas. Y todo esto será más posible en la medida
que las partes involucradas se concienticen, la información confiable esté
disponible más ampliamente y actúen sobre ello.
El tiempo es un buen aliado.
Las
actividades de responsabilidad ante la sociedad pueden conducir a ventajas
competitivas, pero no es seguro en todos los casos, como generalizan los promotores. Esto es aprovechado por los detractores,
que fácilmente encuentran ejemplos de empresas que se dicen responsables, pero
que no captan estas supuestas ventajas. Y generalmente ponen el ejemplo de
empresas irresponsables que tienen mejores ganancias o de empresas que siendo
modelos de responsabilidad son menos rentables que sus competidores que no lo
son. [2]
Si pagan bajos sueldos, no reducen sus emisiones, contaminan el agua, etc.
tienen menores costos. De hecho, los detractores argumentan que cumplir con
regulaciones inexistentes es contraproducente, “ir más allá de la ley” solo
conlleva a aumentos en los costos y en los riesgos legales. Los promotores
responderían: porque en el largo plazo puede (¿es seguro?) conducir a
una reducción de costos y de riesgos legales y mejora en los ingresos.
Esta
generalización es un caso paradigmático de la ingenuidad y de la asumida
superioridad moral de los promotores. Para los promotores es un talismán, pero
munición para los detractores.
Y debe estar
claro que estamos comentando el llamado “argumento empresarial” sobre la
superioridad económica de la responsabilidad, no del “argumento moral”,
muy válido, de que las empresas están en deuda con la sociedad y el medio
ambiente por todo lo que les dan.
2.
Los consumidores prefieren los productos responsables y están dispuestos a
pagar más.
Otro de los
mantras más utilizados. La evidencia
viene de las respuestas positivas que dan los consumidores cuando se les
pregunta si comprarían productos producidos responsablemente por empresas
responsables y se pagarían relativamente más por ellos. Habíamos analizado esto
en detalle en un artículo, [3]
donde decíamos:
La misma pregunta incita a responder positivamente. ¿Quiere el
consumidor quedar mal delante del encuestador? La pregunta es una pregunta
equivocada en el momento inadecuado. No solo porque hecha así incita a una
respuesta positiva, sino porque además es hipotética. La pregunta
correcta debería ser, después hacer la compra, ¿Qué productos en su cesta
compró porque sabía que eran producidos responsablemente? La respuesta aquí
probablemente seria: ¡No tengo idea!
Es prácticamente imposible, salvo en algunos productos muy seleccionados y
en algunos países donde la RSE está muy desarrollada, saber si los productos
han sido producidos en forma responsable (precios justos, respeto al medio
ambiente, mano de obra digna, etc..), ni maneras de hacer una comparación
razonable entre productos. No hay manera de saber si han usado alguna
práctica responsable y mucho menos si todo el proceso ha sido responsable.
Es concebible que el producto en su producción ha pagado precios justos y que
en su misma producción y transporte sea contaminante o dañina para el medio
ambiente. Y aun cuando tenga alguna etiqueta de certificación, este proceso
está todavía en sus comienzos. El consumidor tiene poco información. (énfasis añadido)
Y son muy pocos
los que hacen los esfuerzos para buscarla, y aun si la encuentran, que actúen
sobre ella, y que la información que encuentran sea confiable. Es muy
probable que el precio sea un factor más determinante. Pero ello no obsta para que no haya productos
y servicios conocidos por su responsabilidad, mercados y lugares en los que se
vendan, y consumidores que sí se informen y actúen, pero es una minoría en el
gran mercado de bienes y servicios.
Piense el lector
en sus adquisiciones en centros comerciales y supermercados, por ejemplo. ¿Cuánto
sabe de la responsabilidad de los millares de empresas y productos en venta?
¿Cuáles son los factores más determinantes para la decisión de compra?
En otro artículo
de seguimiento decíamos: [4]
Y recordábamos “la regla empírica del 30:3 de
las compras responsables, que alega que, si el 30% dice que compraría el
producto, solo el 3% lo hace.” (es de enfatizar que esta regla no es
resultado de rigurosos análisis estadísticos sino resultado de observaciones casuales). Y aun si el 3% lo hace, ello no
quiere decir que el consumo responsable abarca el 3% del total del consumo.
Lo importante
no es el hecho de que un consumidor hace algún consumo responsable y se
autocalifica de consumidor responsable, sino más bien el porcentaje (en
términos monetarios o físicos) de su consumo total que se pueda calificar de
responsable.
Sí, puede ser
que algunas empresas logren mejores precios y acceso a mercados respondiendo a
su responsabilidad, pero no es tan definitivo y directo como alegan los
promotores.
3.
Las empresas responsables atraen mejores talentos.
Otra
generalización, semejante a la anterior, y derivada de la misma manera:
respuestas a encuestas donde se les pregunta si preferirían trabajar en una
empresa responsable y aun si aceptarían menores sueldos. Por las mismas razones que la generalización
anterior, las respuestas suelen ser positivas. Y como en el caso anterior es
una pregunta hipotética que no ha sido confrontada con la realidad.
La realidad
depende del contexto, de la situación del mercado laboral, de las alternativas
existentes. No es de descartar
que si uno tiene varias ofertas de empleo en condiciones semejantes opte por la
que ofrece un entorno laboral más acorde con sus principios y aun esté
dispuesto a aceptar menores remuneraciones monetarias a cambio de sentirse
mejor, realizado, de trabajar en una cultura sana, de contribuir al bien común.
Pero en un mercado laboral restringido estas opciones no son comunes.
Sí, puede ser
que algunos potenciales empleados valiosos opten por trabajar en empresas
responsables, pero no es siempre factible, depende de las opciones que tenga
el potencial empleado y de su poder de seleccionar.
4.
La diversidad contribuye a mejorar la rentabilidad de la empresa.
Es posible que la diversidad contribuya a mejorar la
rentabilidad de la empresa, pero como en todas las generalizaciones no está
garantizado, depende de su implementación y gestión.
El argumento es
que la diversidad de puntos de vista y de actitudes contribuyen a ampliar la
visión y por ende a mejorar la gestión de la empresa. El caso de la
diversidad de género es uno de los más defendidos por los promotores por su
potencial contribución en función de que los atributos de las mujeres son más conducentes
a la implementación de la responsabilidad empresarial. En uno de nuestros artículos decíamos: [5]
Aunque nuestra discusión puede carecer de
rigor, es generalmente aceptado que las mujeres suelen albergar
sentimientos de comprensión, de compasión, de introspección, son más
capaces de tolerar la ambigüedad, suelen tener una visión de más largo plazo,
más paciencia, más perseverancia, más espíritu colaborativo. Son
más proclives a cuidar, educar, nutrir, cultivar con sentido de largo
plazo. Por el contrario, los hombres suelen (o pretenden) ser más
racionales, menos emocionales, buscando la satisfacción en el corto plazo,
prefiriendo la certidumbre. Esto no quiere decir que no haya hombres
con espíritu de colaboración, intuitivos o mujeres poco emocionales y
competitivas.
Estas diferentes características parecen
hacer a la mujer un ideal para manejar los temas de responsabilidad
empresarial, donde se requiere la consideración de un entorno que excede las
paredes de la empresa y de un período de tiempo que excede el período contable,
… La RSE requiere de comprensión, compasión, paciencia.
Donde más se ha
promovido su participación es a nivel de altos cargos y los consejos, donde
estos atributos balancean los espíritus competitivos de los hombres, que son la
gran mayoría de sus integrantes, y amplían la visión del consejo. Para lograr esta participación se han
promovido las cuotas, ante las fallas de los sistemas existentes para logar
su participación. Después de muchos
intentos fallidos, el Consejo de Europa aprobó el 17 de octubre del 2022 la obligatoriedad
de las cuotas en los países de la Unión Europea, lo que deberá ser traspuesto a
las legislaciones nacionales.[6]
Si bien estas cuotas pueden ser efectivas, son una imposición. Con ello se corre el riesgo de opacar los esfuerzos
que son necesarios para que la diversidad sea espontánea, no obligada, y la
contribución de la mujer sea reconocida por lo que es. Estos temas los
hemos discutido ampliamente en otros artículos. [7]
Se han publicado
estudios estadísticos sobre la relación entre la participación de un mayor número
de mujeres en altos cargos y consejos y la rentabilidad de la empresa. Uno de estos concluye que “la presencia de
mujeres en cargos de liderazgo puede mejorar el rendimiento de la empresa
y que la magnitud de las correlaciones no es pequeña. El mayor impacto
se tiene con la proporción de mujeres en cargos ejecutivos, seguido de la
proporción de mujeres como miembros del Consejo; la presencia de mujeres como
CEO no tiene impacto perceptible. [8]
Si bien estos resultados son positivos hay que recordar que son un gran
promedio estadístico sobre las 22 000 empresas analizadas en el 2014 (60% no
tienen mujeres en los consejos). O sea que la mayor participación de la mujer “puede
ser” de beneficio a la empresa, pero ello no quiere decir que es
automático, en todos los casos. No basta que estén en los cargos, depende de
como se implementa, hay que dejarlas actuar y gestionar con sus atributos. No
siempre “es”, pero “puede ser”. [9]
5.
Las empresas con propósito son más rentables.
Lo de que las
empresas deben tener un propósito articulado en función de su responsabilidad
ante la sociedad es algo que adquirido mucho interés en décadas recientes,
sobre todo como una manera de expresar la transición de un propósito de
maximización de beneficios (capitalismo de los shareholders) a un
propósito más amplio de reconocer el papel que la empresa debe jugar ante la
sociedad tomando en cuenta los impactos e interés de las partes afectadas e
interesadas (capitalismo de los stakehorders). Todas las empresas tienen
un propósito, explicito o implícito, pero lo que la sociedad exige cada vez más
es que sea explicito y relacionado con su sostenibilidad. Y por supuesto, que
sea implementado efectiva y eficientemente. En cierta forma esto ha venido a
substituir lo que antes se denominaba, visión o misión de la empresa, que solía
tener el significado del logro de metas comerciales. El propósito “moderno”
conlleva el significado de ser. El propósito no se logra, se persigue sin fin.
En una forma análoga
a la generalización sobre competitividad de las empresas responsables,
comentaba arriba, los promotores alegan que las empresas que persiguen el
propósito de su sostenibilidad, en todos sus sentidos, no solo financiero, son más
rentables. [10] De
la misma manera que a aquella generalización a esta le falta el “puede ser”. Y aquí no solo hay que esperar la reacción de
las partes interesadas y afectadas para que hagan esa mayor rentabilidad una
realidad, en este caso el propósito es a lo sumo, condición necesaria, pero
no suficiente. Requiere implementación.
En el artículo Broadening the purpose of the corporation requires purposeful
implementation [11] decíamos
que el “propósito” no son lemas atractivos, debe ser la máxima expresión de
la estrategia de la empresa y servir para establecer las actividades,
organización, políticas, procesos, procedimientos, cultura, gobernanza,
incentivos, relaciones con stakeholders, etc, que son necesarios
implementar para lograr el propósito y
debe ser lo suficientemente específico como para guiar esta implementación.
Esto es válido
para todas las empresas,
inclusive para aquellas cuyo propósito es la maximización de beneficios. Pero
para las que aspiran a asumir su responsabilidad ante la sociedad, el propósito
debe guiar estos mismos elementos, pero en el contexto del logro de la
sostenibilidad empresarial. En los años 20’s de este siglo se da por entendido
que este es el propósito empresarial del cual se habla.
Un propósito
idóneo puede conducir a una mayor rentabilidad, pero debe ser
consistentemente implementado a todo lo largo y ancho de la empresa, en todo
momento, y reconocido como tal. [12]
6.
Las inversiones responsables son más rentables que las convencionales.[13]
Esta es una de
las generalizaciones que más controversia produce y es muy difundida tanto por
promotores como por detractores. Ambos grupos disponen de amplia evidencia
para demostrar con números su posición, ya que se han efectuado millares de estudios
estadísticos comparando el rendimiento de las inversiones en empresas
calificadas como responsables con el rendimiento de la convencionales, con
resultados muy dispares. Las variables que se deben considerar para una conclusión
inequívoca son tantas que es prácticamente imposible demostrarlo de forma
concluyente.
En general los
estudios requieren de una expresión cuantitativa de la responsabilidad de la
empresa para lo cual se usan todo tipo de medidas indirectas, generalmente
calificaciones de sostenibilidad, que como hemos comentado son muy deficientes
para captar la responsabilidad empresarial.
Esta va mucho más allá de indicadores A, S y G e incluye elementos
como su cultura, procesos, políticas, gobernanza, etc., de difícil cuantificación.
[14]
Para los estudios
se suelen considerar diferentes períodos de tiempo, diferentes grupos de empresas
con diferentes riesgos, diferentes países y hasta diferentes definiciones de
rentabilidad, lo que permite una selección de los estudios que están de
acuerdo con las creencias de los promotores o detractores. Estos problemas
los habíamos analizado en detalle en otro artículo. [15]
Un estudio académico
del 2021 [16]
hizo una revisión de los resultados de más de 1100 estudios y de 27 meta-análisis
(estudios que analizan grupos de otros estudios) publicados entre 2015 y 2020
en revistas académicas, que comparaban los rendimientos de carteras de
inversión calificadas como responsables con carteras convencionales y
concluyeron que los rendimientos eran, en el promedio, indistinguibles. En
un artículo [17]
analizamos esto comparando las diferencias en rendimientos antes y después de la
pandemia para concluir que las diferencias (a favor de las responsables antes y
a favor de las convencionales después), se debían a la inclusión en las
carteras responsables de algunas empresas caracterizadas como de alto
crecimiento (y a lo mejor no tan responsables).
Independientemente
de los resultados de los estudios estadísticos, los detractores alegan que las
inversiones responsables limitan la diversificación del riesgo y limitan la
mejora del riesgo/ rendimiento de las carteras de inversión. Y alegan que
las empresas irresponsables pueden rendir más porque no pagan por sus
externalidades negativas. Si pagan bajos sueldos, no limpian el agua antes de
evacuarla en los ríos, si no invierten en tecnologías limpias y contaminan,
tienen menores costos. De hecho, ya
existen en los mercados financieros “fondos de virtud” y “fondos de vicios” y sus
rendimientos relativos varían con el tiempo. Durante el 2022 los del vicio
han rendido más porque tienen inversiones en empresas de combustibles fósiles y
de armamentos que han tenido ganancias extraordinarias.
Claro está que
esto no obsta para que los creyentes de las diferentes posiciones seleccionen
sus inversiones como mejor crean.
Pero es
oportuno y necesario distinguir entre el rendimiento a nivel de carteras de inversiones
en los mercados de capitales, que nunca se demostrará de forma convincente a
ambos bandos, de la rentabilidad a nivel de empresa individual de acciones específicas,
que puede ser más tangible y demostrable como comentábamos en la generalización #1. Muchas veces se confunden los dos niveles de
análisis, lo que contribuye a la confusión.
7.
Las inversiones ASG contribuyen a la sostenibilidad. [18]
Esta es una de
las generalizaciones que suele ser aceptada sin mucho análisis, en buena parte
porque parece una tautología: si las inversiones se hacen con criterios ASG
deben contribuir a la ASG, pero una cosa es ASG y la otra es sostenibilidad
empresarial. Pero es una
generalización en buena parte falsa, una extralimitación conceptual. Para poder analizarla es necesario considerar
dos frentes. Primero distinguir entre
Inversiones Socialmente Responsables, ISR e inversiones con criterios ASG.
Segundo, distinguir entre inversiones en los mercados primarios y en los mercados
secundarios.
La industria de
las inversiones con criterios ASG, interesada en aumentar su mercado, promueve
las inversiones con criterios ASG como si automáticamente contribuyeran a la
sostenibilidad. Pero como comentábamos en la primera parte de este artículo, al
analizar la generalización #7 de los detractores (Inversiones ASG son una
falacia) el uso de criterios ASG adolece de un gran número de problemas que
hacen que la relación, tautológica, sea muy tenue. Sí, el uso de los criterios ASG permite
seleccionar valores bursátiles de empresas que algo de responsabilidad
tienen, pero están lejos de ser lo que se implica.
Las inversiones
ISR no se basan en las calificaciones de sostenibilidad ni en los criterios ASG,
sino que analizan en mayor detalle la responsabilidad de empresa, valorando aquello
que consideran más relevante para sus propósitos, sin incluir compensaciones de
una responsabilidad por una irresponsabilidad y tomando en consideración sus
impactos negativos, entre otros. La inversión ASG suele ser mecanicista, la
ISR suele ser personalizada. Las
inversiones ISR sí tienen el potencial de contribuir a la sostenibilidad, pero
aun así hay que distinguir entre las inversiones ISR en el mercado primario de
las transacciones de los valores en el secundario.
La mayoría de las
estadísticas sobre los recursos dedicados a las inversiones socialmente responsables
que se citan en la prensa se refieren al mercado secundario, el volumen de
recursos que están gestionados por fondos de inversiones y el de las
transacciones en los mercados secundarios. Pero hay que recordar que, en
estos mercados, los compradores adquieren los valores de vendedores, sin la
intervención de la empresa. Las empresas no reciben los recursos que se gestionan
y que transan en estos mercados. Estos números no reflejan recursos a disposición
de la empresa para sus actividades de sostenibilidad empresarial.
Donde sí
reciben recursos incrementales es en el mercado primario, cuando se crean y
emiten acciones o cuando, una vez en marcha, se hacen emisiones de capital o de
deuda negociable (por ejemplo, bonos verdes, sociales o sostenibles [19]
) para financiar sus actividades y proyectos de sostenibilidad.[20]
Pero este en un mercado menor comparado con los volúmenes de recursos y
transacciones en los mercados secundarios. Es oportuno recordar que este
mercado está sujeto a exageraciones (léase greenwashing) donde los
recursos que se asignan efectivamente a esos fines son menores que los
nominalmente reportados. [21]
Y en esto si hay un submercado primario, más efectivo, el de la inversión de
impacto, donde se seleccionan las empresas y proyectos basados en el impacto
y no solo en el comportamiento de las empresas y donde suele haber un mayor
involucramiento de los inversionistas en la gestión responsable.
Sin embargo,
los mercados secundarios sí pueden contribuir indirectamente a la sostenibilidad
empresarial, via el
involucramiento de los inversionistas responsables en la gestión de las
empresas, a través de su cabildeo y
participación en las asambleas generales de accionistas y el nombramiento de
consejeros.[22] Adicionalmente, las empresas pueden querer ser
elegibles de participar en estos mercados secundarios, para mejorar su
reputación, el costo de su financiamiento o la liquidez de su valores al adoptar
medidas que les permitan ser consideradas e incluidas en estas carteras.
8.
Los incentivos monetarios basados en logros en sostenibilidad son efectivos
para cambiar el comportamiento de los dirigentes.
Este es una
generalización de reciente data y es otra tautología: los dirigentes reaccionan
a los incentivos monetarios y si estos se basan en logro de metas en sostenibilidad,
tomaran las medidas para lograrlas. En principio parece una generalización
cierta. Pero una cosa es la teoría y
otra la práctica.
Para que sean
efectivos los incentivos deben basarse en metas medibles de forma confiable,
deben ser pocas para que sean gestionables, deben estar bajo el control de los
dirigentes y los resultados atribuibles a sus acciones, las metas deben lograr
impacto tangible, no trivial, a costos
razonables, no deben introducir incentivos perversos, y los dirigentes deben
reaccionar a ellos. En la práctica esto
no es fácil de lograr.
En la práctica se
suelen usar entre tres y cinco metas, a lograr en el corto y largo plazo. La
gran mayoría se refieren al corto plazo, que suelen tener un impacto menor.
Los porcentajes de la remuneración variable siguen siendo mayoritariamente
ligados a rendimientos financieros, con porcentajes alrededor del 10% ligados a
logros en sostenibilidad. Un gran número de empresas usan logros en diversidad
y cambio climático. Se suele priorizar lo medible y lograble en el corto
plazo sobre lo que tendría mayor impacto, que es más difícil de lograr. Hay una contradicción intrínseca: para que el
sistema sea gestionable debe ser simple, pero si es simple es muy posible que
sea manipulable y que el impacto sea bajo. Se pueden nombrar mujeres al consejo
para lograr la meta, pero no dejarlas actuar, por ejemplo.
Y lo más
importante es que, bajo estas condiciones, los dirigentes no tengan suficiente
estímulo. En este sentido
es destacable la posición del anterior CEO de Unilever, Paul Polman: es muy
poco probable que su comportamiento como dirigente cambiase mucho por algunos
miles de dólares más. Lo guiaba su
convicción. Sus incentivos eran intrínsecos, no monetarios. Y no todos
tienen esa convicción. La práctica actual, buenos y malos ejemplos y
sugerencias para su implementación práctica lo habíamos analizado en otro
artículo. [23]
II.
Ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario
De nuevo,
todas las generalizaciones son falsas, pero siempre contienen algo de razón, el
problema radica en la aceptación no crítica y dogmática, en la confusión
generada por la extralimitación conceptual.
La clave: no
tomemos los argumentos a favor y en contra sin analizarlos y no contribuyamos a
repetirlos ciegamente. Y las redes sociales son un gran contribuyente a la
popularización, lo que lleva a la generalización, lo que lleva a la confusión.
Y cuando algo se populariza, cae bajo el dominio de los aficionados y
neófitos, que al no conocer los detalles generalizan, perdiendo rigor y
propendiendo a la confusión.
Ambas partes
pierden credibilidad. Ambas partes hacen supuestos implícitos sobre lo que
será el futuro, lo que se refleja en las discrepancias. Los promotores suponen
que la sostenibilidad empresarial rendirá mejores mayores beneficios o por lo
menos menores riesgos en el largo plazo y los detractores creen que es más
importante el presente y el futuro inmediato. Los primeros tienen una visión
más amplia y de más largo plazo y los segundos tienen una visión más estrecha,
suelen priorizar los resultados financieros y el corto plazo, no tienen tiempo
para esperar a los beneficios del largo plazo.
Y ambos
grupos, promotores y detractores, manejan información difusa, imprecisa, tergiversable,
y con ello demuestran lo que quieren. Ambos son culpables. Pero si bien la información rigurosa es
necesaria, no es suficiente ya que hay un elevado componente ideológico,
en algunos grupos, no todos, que será difícil de combatir.
El hecho, en mi
opinión, es que todas estas dieciséis generalizaciones, y otras que se puedan
proponer, de promotores y detractores, contienen algo de verdad, pero
también aseveraciones no conclusivamente demostradas, lo que destaca que
la sostenibilidad empresarial está muy lejos de uniformar criterios, lejos de
constituir una “ciencia”, es y será un arte.
La sostenibilidad
empresarial está en sus comienzos y tiene todas las características de un
crecimiento desordenado con problemas del arranque, todavía le están saliendo
los dientes al bebe.
III.
¿Y hay una tercera categoría?
Sí, además de los detractores, que pecan de desdén, y los promotores, que pecan de ingenuidad y asumen superioridad moral, hay una tercera categoría entre los que me cuento: los pragmáticos, que con su ilustrado escepticismo abogan por un avance realista, tomando en cuenta los incentivos, obstáculos, contradicciones, costos y beneficios que enfrenta la implementación y el logro de la sostenibilidad empresarial. Las dos partes de este articulo ilustran esta posición de pragmatismo.
[1] Para un análisis de estos
argumentos ver el Capítulo 10. La responsabilidad como factor de competitividad
de la empresa, en el libro La Responsabilidad Social de la Empresa en
América Latina: Manual de Gestión.
[2] Ver ¿Valoran
los accionistas los beneficios a la sociedad? El caso Danone y ¿Pueden
las empresas certificadas como responsables cotizar en bolsa?
[10] Ver Propósito
de la empresa: percepción o realidad, The Business Case for Purpose. Ernst and Young & Harvard
Business Review. (2015) y Combining
Purpose with Profits, Birkinshaw,
J., Foss N.J., & Lindenberg S., MIT Sloan Management
Review. Spring, Vol 55, 3, 2014.
[11] Traducción al castellano en Ampliar
el propósito de la empresa requiere una implementación a propósito.
[12] Ver nuestro análisis del nuevo
propósito de CaixaBank en CaixaBank: ¿Propósito de la empresa o lema publicitario? ¿Greenwashing?
[16]
Ver See Ulrich Atz, Zongyuan (Zoe) Liu, Christopher C. Bruno, and Tracy Van
Holt, “Does
Sustainability Generate Better Financial Performance? Review, Meta-analysis,
and Propositions,” Social Science Research Network (September 9, 2021)
[17] Ver Rendimiento de fondos responsables versus
convencionales: Ni antes éramos tan buenos ni ahora somos tan malos
[18] Esto lo habíamos analizado en más
detalle en ¿Tiene el financiamiento sostenible
impacto sobre la sostenibilidad? Primera parte:
Inversiones financieras y Segunda parte: Inversiones reales
[19] Ver la serie de artículos sobre
estos bonos en Mis catorce artículos sobre bonos verdes,
sociales o sostenibles y ligados a la sostenibilidad.
[20] No estamos incluyendo otras
modalidades de financiamiento directo que pueden tener impacto tangible sobre
la sostenibilidad empresarial como lo son los préstamos, líneas de crédito,
entre otros, que tengan condicionalidad en el destino de sus recursos, por no
ser instrumentos negociables en los mercados.
[21] Ver los artículos sobre greenwashing
en Mis catorce artículos sobre bonos verdes, sociales
o sostenibles y ligados a la sostenibilidad
[22] Ver la sección II ¿Qué impactos
tienen los fondos ASG sobre la sostenibilidad del planeta? en ¿Tiene
el financiamiento sostenible impacto sobre la sostenibilidad? Primera parte: Inversiones
financieras
[23] Ver el artículo Remuneraciones
ligadas a responsabilidad en tres partes: Primera
Parte: Situación actual, Segunda parte: Buenos y malos ejemplos de empresas y Tercera parte: Cómo hacerlo ….. si se
quiere hacerlo.
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