sábado, 10 de octubre de 2020

Economía, el mercado y la empresa en la encíclica Fratelli tutti.


En efecto, no se trata de dar lo superfluo, sino de ayudar a pueblos enteros, que están excluidos

o marginados, a que entren en el círculo de desarrollo económico y humano.

 Juan Pablo II en la encíclica Centesimus Annus (1991)

 

El día de San Francisco (4 de octubre), el papa Francisco firmó en Asís la encíclica Fratelli tutti, (Hermanos todos) donde aboga por la inclusión de todos los seres humanos como criterio para juzgar todos los proyectos políticos económicos sociales y religiosos (fraternidad). [i]  La encíclica cubre una gran cantidad de aspectos referentes a estos temas (97 páginas y 287 párrafos y 288 notas al pie), la gran mayoría de los cuales están fuera de mis competencias, por lo que me limitaré a comentar los relacionados con economía y en consecuencia a los mercados y las empresas y el papel de la política en ello.

 Es una coincidencia que se publica solo tres semanas después del quincuagésimo aniversario de la publicación de famoso artículo de Milton Friedman “La responsabilidad social de la empresa es aumentar sus ganancias”. Lo hacemos notar solo porque ese aniversario dio lugar a una avalancha de artículos evaluando la vigencia de los postulados de Friedman. [ii] Ese artículo y la encíclica tienen un fundamento en común: el objeto de los beneficios.  Sin embargo, representan dos polos extremos en cuanto al papel de esos mercados en el desarrollo económico. Haremos un breve contraste entre las dos posiciones.  Son sintomáticos de lo que hemos progresado, pero también de lo mucho que todavía falta para lograr una economía más justa.

 I.                Economía y mercado

 Debo enfatizar que lo que sigue son mis reflexiones basadas en la lectura de la encíclica, no lo que dice la encíclica.  Para esto he reproducido los párrafos (con énfasis añadido) que son claves para darles sustento y entenderlas, preparar al lector para la discusión y porque expresan mejor las ideas que lo que hacen mis comentarios. Las citas más relevantes en la discusión que sigue son las siguientes (énfasis añadido):

Hay reglas económicas que resultaron eficaces para el crecimiento, pero no así para el desarrollo humano integral. Aumentó la riqueza, pero con inequidad, y así lo que ocurre es que «nacen nuevas pobrezas». Cuando dicen que el mundo moderno redujo la pobreza, lo hacen midiéndola con criterios de otras épocas no comparables con la realidad actual. Porque en otros tiempos, por ejemplo, no tener acceso a la energía eléctrica no era considerado un signo de pobreza ni generaba angustia. La pobreza siempre se analiza y se entiende en el contexto de las posibilidades reales de un momento histórico concreto.

Si la sociedad se rige primariamente por los criterios de la libertad de mercado y de la eficiencia, no hay lugar para ellos, y la fraternidad será una expresión romántica más. 

El derecho de algunos a la libertad de empresa o de mercado no puede estar por encima de los derechos de los pueblos, ni de la dignidad de los pobres, ni tampoco del respeto al medio ambiente, puesto que «quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos»

 El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente. El neoliberalismo se reproduce a sí mismo sin más, acudiendo al mágico “derrame” o “goteo” —sin nombrarlo— como único camino para resolver los problemas sociales. No se advierte que el supuesto derrame no resuelve la inequidad, que es fuente de nuevas formas de violencia que amenazan el tejido social. Por una parte, es imperiosa una política económica activa orientada a «promover una economía que favorezca la diversidad productiva y la creatividad empresarial», para que sea posible acrecentar los puestos de trabajo en lugar de reducirlos.

 Los aspectos del sistema económico y los resultantes mercados son de relativa menor cobertura en la encíclica (menos de un 10%), pero no obstante contienen posiciones firmes.  De hecho, para algunos comentaristas la encíclica es un manifiesto anti-neoliberalismo y anti-mercado.  Pero hay que recordar que la Iglesia Católica ha reconocido desde los comienzos de su Doctrina Social el derecho a la propiedad privada (Encíclica Rerum Novarum del papa León XIII (1891), pero reconoce que debe ser puesta al servicio del bien común. Esa encíclica rechazaba por igual el socialismo y el capitalismo irrestricto. [iii]

 Esta encíclica es mucho más y mucho menos que una crítica al neoliberalismo. Más porque cubre el papel de la política como defensor del bien común contra las injusticias propias del sistema económico, la organización de la sociedad, en particular el empoderamiento de la persona y sus comunidades (subsidiariedad) y el papel de la religión para destacar los problemas y ofrecer solaz espiritual.  Y no se limita a criticar el sistema económico, sino que además describe los efectos que tiene sobre su principal preocupación: la exclusión y por ende la dignidad personal.  Y es menos, porque al poner el énfasis en los sistemas e instrumentos subestima el papel que tiene el comportamiento de los participantes en ese mercado. Tanto los cambios en los estímulos (léase incentivos) bajo los cuales opera el sistema económico, como la reacción de los participantes son necesarios para reducir esa exclusión, como comentamos más adelante. 

 Desde el punto de vista de la economía, el mercado y la empresa, el hilo conductor de la encíclica, aunque no lo expresa en este lenguaje, es la tensión entre la eficiencia económica a la que conducen las decisiones basadas en la aplicación de las técnicas economicistas y el logro de la equidad, la justicia y la inclusión. La eficiencia económica puede conspirar contra estos aspectos.  Viene a la memoria el cliché de que la derecha se interesa por agrandar la torta y que la izquierda por repartirla.  La encíclica no se opone a agrandar la torta, pero sí a que la torta la disfruten solo algunos y aboga por una distribución más inclusiva, más equitativa, por el aprovechamiento del capital humano y potencial de los excluidos y la realización de su dignidad.

La teoría microeconómica en su versión convencional predica la toma de decisiones basadas en un solo criterio, la eficiencia económica, medida en términos monetarios, cuantificables.  Para la asignación de los escasos recursos propugna directa o indirectamente la primacía de la maximización del valor económico para las partes involucradas. Es una toma de decisiones con un objetivo. En la aplicación generalizada no se incluye la optimización de múltiples objetivos que incluyeran además el impacto sobre la equidad y la justicia del intercambio. [iv]

 Conceptualmente se debería maximizar el valor para la sociedad, que incluye además de la eficiencia los demás criterios mencionados. En la práctica es muy difícil hacerlo, no solo por las dificultades de determinar esos otros criterios, sobre los cuales la sociedad puede no tener consenso, sino además porque también tienen tensiones entre sí.  Como diría un economista “si fuera fácil ya se habría hecho”. En términos matemáticos sería como querer resolver un sistema de ecuaciones con más variables que ecuaciones.  Pero lo grave es que no se intente, aun sabiendo que la solución no será óptima, y que se suponga, sin cuestionamiento, que el objetivo económico es el único que importa.  La disyuntiva, desde el punto de vista de la sociedad, es: ¿debemos usar valores precisos pero inadecuados o valores adecuados pero imprecisos?

Y el uso de los criterios de eficiencia, ante la escasez natural de recursos para satisfacer las necesidades de la sociedad de las empresas y los individuos, trae como consecuencia que cada uno busque sus intereses, promueva el individualismo y desestime la solidaridad y el bien común. Y siendo el dinero el denominador común que permite el acceso a los escasos recursos, se convierte en criterio para tomar decisiones.  La técnica economicista y una economía basada en el dinero se refuerzan mutuamente para concentrar aún más el poder en los que ya cuentan con dinero para participar en las actividades de intercambio, en detrimento de aquellos que no tienen los recursos para participar.

 Pero esto no es ataque a los mercados, que cuando funcionan, proveen un servicio muy valioso a la sociedad.  El problema es la aplicación del mecanismo del mercado libre, sin controles o restricciones a actividades que no pueden ser equitativamente transadas [v] o que no cumplen con las condiciones para que los beneficien a todos, para lo cual todos los participantes deben tener acceso a “información perfecta” sobre los bienes y servicios a ser transados y que haya competencia entre compradores y entre vendedores.

 Pero la encíclica tiene una preocupación adicional: el acceso a estos mercados por parte de todos, sin exclusiones.  Y el principal mercado para los pobres y excluidos es el mercado laboral, que es el principal antídoto contra la pobreza, la principal fuente de dignidad para los seres humanos y uno de los mercados más imperfectos, en general, con exceso de oferta, lo que lleva a transacciones a precios que no son justos, con asimetría de beneficios. [vi]

 El reciente surgimiento del sentimiento generalizado en contra de la globalización es una manifestación muy tangible de esta asimetría en la distribución.  En el promedio, la sociedad gana con la globalización, pero el promedio esconde una gran variación entre los beneficiados y los perjudicados.  El Brexit fue un caso paradigmático.  Los gurús económicos se esforzaron en demostrar los beneficios, a nivel agregado, de la continuación de la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea, pero los votantes no sentían los beneficios agregados, sentían los impactos a nivel individual y comunitario.  Recordemos el caso del estadístico que no sabía nadar y que se ahogó tratando de cruzar un río que tenía una profundidad promedio de un metro.

 En la discusión del papel de los mercados, a algunos le vendrá a la mente la conocida (¡y abusada!) cita de Adam Smith (1776) en su tratado de economía Investigación de la naturaleza y causas de la riquezas de las naciones:  [vii]

 No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, si no por su propio interés. No nos dirigimos a su humanidad sino a su amor propio y nunca les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas.

 que se usa para defender los mercados (libres) y destacar la importancia del egoísmo. Pero lo que es en realidad es una defensa del acceso a los mercados para poder intercambiar el fruto de los esfuerzos y un estímulo al trabajo productivo y hoy en día, añadiríamos, al emprendimiento y la innovación.  

 La posibilidad de obtener beneficios en el mercado es el incentivo que permite mejorar el bienestar, lo que estimula la superación personal, el trabajo y la creatividad individual y la eficiencia e innovación en las empresas. Inclusive permite poner al servicio de la sociedad los talentos con que hemos sido dotados.  Pero si el sistema no funciona, o no funciona bien, estos beneficios se ven limitados y se generan consecuencias negativas, que son el centro de atención de la encíclica.

 II.              Empresas y comportamiento de los empresarios

Sobre esto es relativamente poco lo que dice la encíclica por lo que nuestros comentarios van más allá de su contenido porque creemos que es importante analizarlo en más detalle al ser la empresa la fuente de la mayor parte del empleo y la que ofrece posibilidades de incluir en el círculo de intercambio a los excluidos y de mejorar el bienestar de los incluidos.  Los pocos párrafos incluidos, con alguna relación, son los siguientes: 

Mi crítica al paradigma tecnocrático no significa que sólo intentando controlar sus excesos podremos estar asegurados, porque el mayor peligro no reside en las cosas, en las realidades materiales, en las organizaciones, sino en el modo como las personas las utilizan. El asunto es la fragilidad humana, la tendencia constante al egoísmo humano ….. 

Pero en todo caso estas capacidades de los empresarios, que son un don de Dios, tendrían que orientarse claramente al desarrollo de las demás personas y a la superación de la miseria, especialmente a través de la creación de fuentes de trabajo diversificadas. Siempre, junto al derecho de propiedad privada, está el más importante y anterior principio de la subordinación de toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra y, por tanto, el derecho de todos a su uso. 

El gran tema es el trabajo. ……«ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo». 

Una parte clave de las citas precedentes dice que "El mayor peligro reside en el modo en que las personas las utilizan”. El comportamiento de las personas, en particular el de las que tienen poder económico y político es la clave para la justicia social. Los mercados, las instituciones, las regulaciones o su ausencia, etc. están diseñadas y gestionadas por las personas, que actúan de acuerdo con los incentivos a los que se enfrentan.  Muchos de estos incentivos para los dirigentes empresariales son económicos y para los políticos el poder.  Por encima de estos estímulos extrínsecos deberían estar la ética, la moral, la solidaridad, el deseo de hacer el bien, que son incentivos intrínsecos. [viii]

 Es oportuno recordar la cita de la encíclica Caritas in Veritas del papa emérito Benedicto XVI: “no se deben hacer reproches al medio o instrumento sino al hombre, a su conciencia moral y a su responsabilidad personal y social.”

 A nivel de la empresa el equivalente es la tensión entre la maximización de valor para los accionistas (criterio economicista a la Friedman) como criterio para la toma de decisiones y la consideración del impacto positivo y negativo sobre todos stakeholders (criterio de equidad a la Francisco), en especial los trabajadores. [ix]  La encíclica resalta este mismo conflicto, pero a un nivel superior, entre el bienestar de la economía y el de las personas, que pueden tener muchas coincidencias, pero también conflictos. Y lo que lamenta es que el primero suele prevalecer sobre el segundo, como en el caso de las empresas, donde todavía prevalece la primacía de los accionistas.

Y esto es gran parte debido a la primacía de las enseñanzas de los criterios economicistas donde se educan los futuros empresarios y dirigentes de empresas.  De la misma manera que comentábamos arriba, es más fácil enseñar a optimizar basado en un solo objetivo, beneficios financieros, que en objetivos múltiples, beneficios a la sociedad.

 Hay que reconocer que la optimización basada en estos múltiples objetivos sociales es en efecto estudiado por la economía del bienestar, pero es considerado un tema avanzado, limitado a especialistas, que no se enseña en las escuelas de negocios ni en cursos de desarrollo profesional.  Lo que se enseña en la versión más simplista, y que permea en la mayoría de las asignaturas no solamente la de finanzas y microeconomía. Esta enseñanza domina la preparación de líderes en la gestión de las empresas y del sistema económico. [x]

 III.           El papel de la política

 La encíclica llama la atención al papel de la política para mediar en este conflicto entre la persecución de la eficiencia económica en el uso de los recursos y la distribución de los beneficios de la actividad económica con equidad, justicia e inclusión. Los párrafos en los que basamos nuestro análisis son los siguientes: 

Exige un Estado presente y activo, e instituciones de la sociedad civil que vayan más allá de la libertad de los mecanismos eficientistas de determinados sistemas económicos, políticos o ideológicos, porque realmente se orientan en primer lugar a las personas y al bien común.

Me permito volver a insistir que «la política no debe someterse a la economía y esta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia»……. No se puede pedir esto a la economía, ni se puede aceptar que esta asuma el poder real del Estado.

 Por más que cambien los mecanismos de producción, la política no puede renunciar al objetivo de lograr que la organización de una sociedad asegure a cada persona alguna manera de aportar sus capacidades y su esfuerzo.

 ….la grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo. Al poder político le cuesta mucho asumir este deber en un proyecto de nación» y más aún en un proyecto común para la humanidad presente y futura. Pensar en los que vendrán no sirve a los fines electorales, pero es lo que exige una justicia auténtica,….

 Una vez más convoco a rehabilitar la política, que «es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común».

 Pero deriva en insano populismo cuando se convierte en la habilidad de alguien para cautivar en orden a instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de su proyecto personal y de su perpetuación en el poder. Otras veces busca sumar popularidad exacerbando las inclinaciones más bajas y egoístas de algunos sectores de la población.

 Es la política la que es responsable de la distribución, de asegurar la equidad y la inclusión y regular las fallas de los mercados. En principio la política representa a todas las personas, y es la que puede y debe establecer objetivos que redunden en el bien de la sociedad como un todo, no solo de las clases que dominan los mercados y que poseen ya un poder económico

 Claro está que la política, como el mercado, también tiene sus fallas, en participar es muy vulnerable al poder de las élites económicas, se pueden cooptar a la política a que promueva sus intereses.  La encíclica reconoce que los incentivos de los políticos pueden no ser conducentes a cumplir sus funciones de velar por los intereses de la sociedad, que hacen prevalecer sus intereses electoreros, de fama, de corto plazo. En lenguaje economicista, podemos decir que las “fallas de los políticos” son tan grandes como las “fallas del mercado”.  He ahí el dilema.  

 Parafraseando a Churchill (“la guerra es demasiado importante para dejársela a los generales”), podemos decir que la “economía es demasiado importante para dejársela a los economistas”.  Han adquirido mucho poder en los gobiernos y en la definición de políticas económicas, muchas de la cuales son diseñadas con criterios economicistas.  Los últimos 40 años vieron la ascendencia de sus ideas de eficiencia económica con la propugnación de los libres mercados, la apertura del comercio internacional, la privatización de las empresas de servicios públicos, y en algunos países de los planes de pensiones. Esto en efecto dio lugar a un crecimiento económico y el aumento de indicadores como el PIB (que no reflejan el bienestar de la población, pero que se usan como criterio).  

Pero el tiempo reveló que ese crecimiento de la riqueza, en el agregado, también había producido desigualdades entre países y entre los segmentos de la población dentro de los países.  Se produjo, en mayor o menor grado, una reacción negativa a las aperturas económicas y abrió las puertas a la intensificación del populismo, el nacionalismo y el “parroquialismo”.  Ambos extremos son malos. La economía debe ser moderada con la política.

 Este “externalidad”, consecuencia, del economicismo lo insinúa la encíclica.  Si bien es una crítica del neoliberalismo, también lo es del populismo y del nacionalismo.[xi]  Y es aquí que también expresa un sentimiento similar al de Churchill. Los criterios de los generales son valiosos en la guerra en el terreno, en la logística, en la organización, pero tienen la mirada puesta en el campo de batalla y no toman en cuenta las implicaciones geopolíticas, más macro, y es allí donde los políticos, (supuestamente) con una visión mucho más amplia y tomando en cuenta los intereses del conjunto de la sociedad deben compensar. 

 En el caso de la encíclica la semejanza es entre el pensamiento economicista, que tiene grandes contribuciones en la actividad económica (la guerra), pero también como los generales puede perder de vista el agregado y es donde pide la intervención de la política. Para lo generales, los tanques, los cañones, las municiones y las personas eran números, eran recursos que se necesitaban en ciertas cantidades y proporciones. 

 Para el pensamiento economicista, las personas son instrumentos de producción como lo son las maquinarias, la tecnología, los recursos financieros, el capital natural, etc., que la hace concentrarse en el agregado, no considera debidamente los impactos a nivel individual, de comunidad o de país.  Y es allí donde la encíclica hace un llamado a los políticos para que incorporen, en las decisiones de política económica y social, las consideraciones de la desigualdad, el bienestar de todas personas como individuos y la inclusión de todos en la actividad económica, y no solo como instrumentos de producción.

 No son suficientes las políticas sociales de redistribución de ingresos, educación, salud, etc. para compensar los efectos perniciosos de la operación de los mercados donde no funcionan o no son los instrumentos adecuados. Sería deseable también poner la “eficiencia” del mercado al servicio de la sociedad, pasar de los “shareholders” a los “stakeholders”.  Y en este sentido, el mercado laboral, como comentábamos anteriormente es paradigmático de un mercado que no funciona y el que tiene mayor impacto sobre el bienestar y dignidad de la población, sobre todos de los excluidos.  Se puede ver el contraste claramente entre una política social (o una empresa responsable) que promueve el empleo digno, con sueldos justos y los subsidios para el desempleo.  Una es una cura, el otro es una aspirina.  [xii]

 IV.           En resumen

 En lo que se refiere a los aspectos económicos y políticos, más que un manifiesto anti-neoliberalismo y anti-populismo/nacionalismo, como se puede interpretar de una lectura superficial, es una llamada de atención a las consecuencias perversas sobre la justicia social que tiene la toma de decisiones basadas en el criterio de eficiencia económica y las resultantes instituciones. Y una exhortación a la inclusión de criterios de equidad, justicia y la inclusión de los segmentos de la población menos afortunados en los beneficios de la actividad económica.

 



 [iii] Y a los que creen que lo de que la propiedad privada conlleva responsabilidades es una ideología de izquierdas recordemos que constituye el artículo 14 literal 2 de la Constitución de Alemania que establece que “la propiedad impone deberes. Su uso debe además servir al bien común.”  

 [iv] Es de destacar que la disciplina de la economía del bienestar (welfare economics), si estudia estos aspectos, pero como comentamos más adelante, es algo que solo es de difusión y conocimiento en entornos especializados.

 [viii] En el artículo Capitalismo de los stakeholders: ¿Hasta cuándo será una utopía? analizamos en detalle los incentivos que enfrentan los dirigentes y la necesidad de relacionarlos con el logro del bienestar de los stakeholders.

 [ix] Este conflicto entre shareholders y stakeholders ya lo hemos analizado en el artículo Friedman, The Economist y la perpetuación del pasado.

 [xii] El CEO de PayPal está desarrollando una iniciativa, Evaluación del bienestar financiero de los trabajadores, que proporcionará herramientas a las empresas para analizar cuantitativamente la capacidad de las remuneraciones de los empleados para mantener un nivel de vida razonable y con ello guiar su política de remuneraciones.  Lo que sería el sueldo justo, analizado para cada contexto. Su premisa: “no puedes contar con el mercado, porque el mercado no funciona para un gran segmento de la población”.

 

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