El hombre sabio hace proporcional sus creencias a la
evidencia
David Hume, filósofo
1711-1776
Algunos se
regocijan de que la actual crisis ha sido un bálsamo para el cambio climático y
proponen aprovecharla para intensificar el cambio en el status quo. Pero no es tan sencillo como puede parecer a
primera vista.
Como salvar al
mundo
Un reciente
artículo (La venganza del pangolín, por Frédéric Beigbeder[i]) en la revista ICON de El País, No. 75 mayo del
2020 (pg. 147), se alegra
del impacto de la reciente crisis sobre el medio ambiente y dice que ella
ofrece una buena oportunidad para cambiar el rumbo de la humanidad. Dice “¿Qué
podemos hacer para retener la lección del pangolín? Empiezo una lista,
completadla si queréis.”
1) Me encanta
la carne, pero tengo que admitir que vamos a tener que dejar de comer animales.
Esta enfermedad es su venganza. Deberíamos quedarnos con este mensaje.
2) Limitar los
viajes en avión. Volar únicamente si no existe ningún otro medio de transporte
menos contaminante.
3) Organizar
el reparto de frutas y legumbres biológicas por agricultores próximos a nuestra
casa.
4) El gobierno
deberá gastar nuestro dinero en más hospitales y menos armamento.
5) Ha llegado
el momento de hacer que el coche eléctrico sea obligatorio.
6) Cerrar las
oficinas si se puede trabajar en casa.
7) Montar un
éxodo urbano, es decir la reinstalación en el campo de millones de ciudadanos
que han entendido lo absurdo del hacinamiento en las grandes urbes y desean
huir de la
contaminación, el ruido, el estrés y los atascos.
Análisis de
sensatez
Estas
recomendaciones, tomadas a la ligera, parecen tener sentido, pero
analizadas en todo su contexto e impacto son ingenuas y tienen consecuencias
muy negativas. Veamos.
Advertencia: La
crítica de las propuestas que hago no quiere decir que no debamos hacer todo lo
posible para reducir la contribución de los humanos a la destrucción ambiental.
Pero hay que ser racional, hay que analizar no solo los beneficios de las
acciones sino también los costos.
1) Me encanta
la carne, pero tengo que admitir que vamos a tener que dejar de comer animales.
Esta enfermedad es su venganza. Deberíamos quedarnos con este mensaje.
Dejar de comer
productos animales podría contribuir a la disminución de las emisiones de gases
de efecto invernadero,
GEI, ya que la alimentación, digestión (uno de los principales causantes de las
emisiones de metano, 25 veces más poderoso que el C02) y su procesamiento para
el consumo son causantes del 14,5% de las emisiones mundiales. Adicionalmente, la reducción del consumo
podría mejorar la salud de muchos seres humanos.
SIMPLE, PERO. ¿Qué hacemos con miles de millones de animales
que se crían para el consumo humano? ¿Qué uso de damos a la tierra? ¿Cuántos
millones de personas quedan sin empleo en la ganadería y en el
procesamiento de alimentos de origen animal?
¿Qué alternativas de empleo tienen las personas, muchas de los cuales
son de bajo nivel educativo y de bajos ingresos? ¿Y el consumo de esos millones de personas,
que generan empleo para otros? Y los
miles de millones de euros que genera la industria, con su efecto multiplicador
¿se pierden? Y, que comemos, ¿pescado?
¿Hay suficiente para el consumo alternativo?
¿No están ya los mares sobreexplotados? ¿Comemos más vegetales? ¿Es la tierra que dejan los animales apta el
cultivo de vegetales?
2) Limitar los
viajes en avión. Volar únicamente si no existe ningún otro medio de transporte
menos contaminante.
En efecto,
podrían disminuir las emisiones de GEI y nos forzaría a intensificar el
teletrabajo.
SIMPLE, PERO. La
aviación contribuye el 2% de las emisiones totales y el 12% de las emisiones
por todo tipo de transporte, en tanto que el terrestre produce el 74% de las
emisiones del sector. El 80% de las emisiones de la aviación se deben a
vuelos de más de 1500 kilómetros para los cuales no hay alternativas
viables. Y la eficiencia en el consumo
de combustible de la aviación ha aumentado significativamente en las últimas
décadas.
Pero si se
siguiese la recomendación la reducción de emisiones sería baja y sería
substituida por otras de mayor contaminación como el transporte con vehículos
(no todos los destinos pueden usar trenes eficientes). Quebrarían la mayoría de las empresas de
aviación y los pocos viajes que se pudieran efectuar serían a precios
exorbitantes (la industria de la aviación tiene grandes economías de escala
y depende de altos volúmenes de pasajeros). Perderían el empleo millones de personas,
no solo las que trabajan en el transporte aéreo sino además las que dependen de
ello, como el turismo la industria hotelera, entre otros. ¿Y qué hacemos
con los aeropuertos que quedan sobredimensionados y los aviones que ya no se
usarían? Sin duda que hay lograr mejorar
en la eficiencia del transporte aéreo pero las soluciones draconianas no son
factibles.
3) Organizar
el reparto de frutas y legumbres biológicas por agricultores próximos a nuestra
casa.
Y así
favoreceríamos lo local y se ahorrarían emisiones de gases de efecto
invernadero. Y a lo mejor esos alimentos serían más saludables.
SIMPLE, PERO. ¿Tienen
los productores locales la capacidad de suministrar las necesidades de la
población vecina? Y los que no están cerca de grandes aglomeraciones urbanas, ¿a
quién le venden sus productos? ¿Pueden los productores locales de menor tamaño garantizar
las seguridades sanitarias necesarias para suministrar las grandes
cantidades requeridas (ver el problema que enfrentó la cadena de comida rápida Chipotle al
querer comprar local)?. Y se dejarían de capturar las economías de escala de
las producciones de alimentos en grandes volúmenes. Los precios de las frutas y legumbres
aumentarían.
Y el cambio en
el uso de la tierra, el perturbar la tierra de su estado natural (arado,
deforestación para la agricultura, …...) es un gran contribuyente a las
emisiones de GEI, el 6%, el triple que la aviación. Aquella es una medida que solo se puede
implementar a pequeña escala.
Y hay maneras de
reducir las emisiones de la agricultura mejorando la tecnología, por ejemplo
con la agricultura regenerativa (ver Y un (potencial) buen ejemplo de
contribución a los ODS).
4) El gobierno
deberá gastar nuestro dinero en más hospitales y menos armamento.
Totalmente de
acuerdo, pero nótese que no se refiere al tema ambiental como todas las demás.
5) Ha llegado
el momento de hacer que el coche eléctrico sea obligatorio.
Ciertamente que reducir
el consumo de combustibles fósiles reduciría las emisiones de GEI.
SIMPLE,
PERO. Pongámoslo en perspectiva. El
parque automotriz mundial al 2019 es de 1300 millones de coches, con una
producción anual de 92 millones. La producción de coches eléctricos es de unos
2 millones anuales, con un stock de unos 10 millones, o sea un 2% de la
producción anual y un 0,8% del total en circulación. Para el 2025 se espera que la producción
llegue a los 5 millones anuales, con un stock de unos 60 millones, lo que será cerca
del 4% del parque automotriz.
Sin duda que
es conveniente la substitución de vehículos a base de combustibles fósiles por
los eléctricos, pero lo que estas cifras demuestran es que el impacto será
relativamente bajo, se requiere
de mucho tiempo para reemplazar el actual stock de vehículos a base de combustibles
fósiles. Y para que los beneficios sean reales la energía con la cual se cargan
los eléctricos debe ser renovable, lo cual dista todavía de ser una realidad.
En este caso no
habría un cambio dramático en el corto plazo, se desarrolla sobre el largo
plazo, con lo cual los cambios de que produce en la economía y el empleo son
manejables, se pueden planificar y gestionar.
Y este es excelente
ejemplo de hacia donde deberían dirigirse parte de los esfuerzos de los gobiernos
en reactivar la economía afectada por la crisis. Ne se trata de dar dinero a las empresa y
personas, sino exigir su uso en actividades que contribuyan al mejoramiento
social y ambiental (además de invertir en hospitales en vez de en armamentos).
6) Cerrar las
oficinas si se puede trabajar en casa.
Ciertamente que
se reduciría el tráfico de vehículos en las grandes urbes, lo que resultaría en
menores emisiones de GEI, menor contaminación atmosférica, menor stress y menos
tiempo perdido en los viajes, lo que podríamos dedicar a otras actividades, como
el reposo y la familia.
SIMPLE, PERO. No
todo es positivo, tiene también consecuencias negativas. ¿Qué hacemos con
las oficinas vacías? ¿Y el impacto que ello tiene en los negocios que se han
creado alrededor de las oficinas? Llevaría
a la pérdida del empleo de millones de personas que dependen de los servicios a
las oficinas, como la restauración y los de limpieza y mantenimiento, que
suelen emplear a personas de menores niveles educativos y de ingresos. ¿Y
los ingresos por concepto de alquiler y la pérdida en el valor del mercado de
los edificios de oficinas? Tendría un gran impacto sobre las instituciones
financieras, que suelen tener grandes volúmenes de activos en bienes raíces
productivos. Tendría además un gran impacto sobre la industria de la
construcción. Se reproduciría la crisis
del ladrillo en España.
Y por supuesto
que no todas las actividades son aptas para el teletrabajo. Ello favorece a las
empresas tecnológicamente más avanzadas y los empleados que pueden usar la
tecnología. Se puede perder el sentido de pertenencia al grupo de trabajo y
dificultar su cohesión. De nuevo, tiene un impacto negativo sobre las
personas de menores niveles educativos e ingresos, que no pueden trabajar desde
su casa.
7) Montar un
éxodo urbano, es decir la reinstalación en el campo de millones de ciudadanos
que han entendido lo absurdo del hacinamiento en las grandes urbes y desean
huir de la contaminación, el ruido, el estrés y los atascos.
Ciertamente que
también podría contribuir a una reducción de la contaminación ambiental, al mejoramiento
de la calidad de vida de algunos y dar nueva vida a las zonas rurales.
SIMPLE, PERO. Es otra propuesta que conlleva a grandes pérdidas
de empleo, con el consecuente impacto multiplicador sobre la actividad
económica. ¿Dónde están los empleos
que necesitamos para sobrevivir? ¿en el campo? ¿Mudamos las industrias al
campo? Las aglomeraciones urbanas
tienes problemas, como se mencionan, pero también tienen virtudes, como la
eficiencia en el transporte de bienes, el florecimiento del comercio, menores
distancias de desplazamiento, mayor vida cultural, …….
Y como en el caso
anterior, habría una caída en la demanda de residencias urbanas, con la
consecuente caída de precios, de ingresos por alquileres, con el efecto
multiplicador sobre la actividad económica. ¿A quien le vendemos las casas, los apartamentos
que quedan vacíos? ¿A los okupas?
En todo caso es factible
en pequeña escala y sobre largos períodos de tiempo.
Y la gran
omisión
Estimular
la eficiencia energética y la producción y consumo de energías renovables.
Un solo
comentario: La generación y el uso de la energía produce el 72% de las
emisiones de GEI.
En resumen
El fin de las
recomendaciones puede parecer laudable, pero se le fue la mano. Quizás el autor suponía que los lectores se
lo creen todo, que no piensan. Pero ello
es irresponsable.
No estoy
abogando por la continuación del status quo, que no es sostenible, estoy
enfatizando que cambiarlo no es tan sencillo como parece, que hay consecuencias que deben
analizarse cuidadosamente, planificar los cambios y mitigar los impactos
negativos.
Y, obviamente,
cada persona es libre de tomar sus decisiones. Si quieren
comer menos carne, si quieren consumir frutas y verduras locales, si quieren
viajar menos por avión, si pueden trabajar desde su casa, si pueden comprar un
coche eléctrico, si se quieren ir a vivir al campo, que lo hagan, estarán contribuyendo
a la mejora de la calidad de vida. El problema
es que ello sea política nacional o que se haga en volúmenes masivos.
La pregunta clave
que hay que hacerse: ¿es factible el camino para ir del hoy, en la
actualidad, a ese deseable mañana? ¿Cuáles son las consecuencias de ese
caminar? Hay un supuesto implícito en estas ideas utópicas de que el camino
es plano, corto y en línea recta. Debe diseñarse la transición con mucha
cautela.
La crisis ha
conllevado a una gran disminución de la actividad económica y lo menos que necesitamos ahora son
medidas que la contraigan todavía más.
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