¡Como si no
teníamos bastante con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, y sus 169
metas ahora viene el suscrito a decir que falta algo! Éramos muchos y parió la abuela.
Originalmente este
artículo sobre el papel del sector privado en el logro los ODS se iba a cubrir en
solo dos partes, pero después del análisis creo que falta un ODS y algunas metas. Después de quejarse (el suscrito y
muchos otros) de que 17 objetivos y 169 metas eran muchos, preguntarse ahora si
falta algo puede parecer contradictorio.
Pero sí, falta uno, el más
importante. Si se desea la participación
activa del sector privado en sus logros es necesario un entorno legal e institucional
que sea conducente a esa participación.
En dos artículos
anteriores (Ia.
Parte: ¿Pueden cumplir su objetivo? y IIa. Parte: ¿Qué pueden /deben hacer las empresas?) comentábamos la contribución que las
empresas podrían hacer al logro de los ODS a través de acciones puntuales, ya
sean a través del impacto de las actividades de su negocio tradicional o bien
enfocando algunas actividades nuevas específicamente a potenciar el logro de
alguno de ellos. No obstante, estas contribuciones,
si bien importantes, en el conjunto de sus posibilidades son marginales. Las
empresas pueden hacen una contribución más significativa al desarrollo
sostenible a través de la creación de empleo, de la provisión de bienes y
servicios que la sociedad necesita para su desarrollo, a través del pago de
impuestos para que los gobiernos cumplan con sus responsabilidades en el
desarrollo sostenible. Haciendo más y
mejor lo que saben hacer bien. Para ello es necesario que las empresas
encuentren un terreno fértil para su operación, un clima de negocios conducente
a su creación, operación y crecimiento.
Si bien a
diferencia de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, ODM, el sector privado
tuvo alguna participación en el desarrollo de los ODS, estos siguen siendo orientados por y para los gobiernos, aunque
no asignen responsabilidades específicas a ninguna de las partes El sector privado tiene un papel muy
secundario. Se desaprovecha una
oportunidad de ponerlo como actor clave.
A lo mejor sí lo será en la tercera ronda de Objetivos a aprobarse en el
2030 (no, no habremos resuelto el problema de la pobreza ni logrado el
desarrollo sostenible para ese entonces). Y no es que una Asamblea General de la ONU,
que es la que aprueba los objetivos de desarrollo, pueda dictar lo que debe
hacer el sector privado, pero los
gobiernos miembros sí pueden facilitar su participación, más allá de pedirla.
El objetivo
global de los ODS es el desarrollo sostenible y en particular la reducción de
la pobreza y de las desigualdades. Son
muchos los estudios que demuestran que la solución de estos problemas puede
contribuir al crecimiento económico, a la convivencia social, a la equidad en
el disfrute de los bienes comunes, etc. Pero casi nunca se dice cómo se puede
lograr.
Después de la
aprobación de los ODS las empresas y sus organizaciones ya han comenzado a
prepararse y tomar algunas medidas. Por
ejemplo, el World Business Council for
Sustainable Development, WBCSD, desarrolló instrumentos para guiar a las
empresas en la evaluación de sus posibles contribuciones a los ODS, (SDG Compass;
Guide for business action on the SDGs) y en la reunión del Foro Económico Mundial en
Davos el 20 de enero del 2016 el WBCSD, con el apoyo de algunas multinacionales,
se anunció la creación de la Global
Commission on Business and Sustainable Development, GCBSD, con el objeto de “…
investigar como las empresas que aúnen esfuerzos para eliminar la pobreza
extrema y proteger los recursos naturales puedan lograr significantes beneficios
económicos en el largo plazo y contribuir a lograr los ODS para el 2030” (Davos
es un terreno muy fértil para el anuncio de iniciativas, esperemos que ésta
tenga algún éxito a través de sus “investigaciones”). El CEO de Unilever, Paul Polman, uno de los
reconocidos líderes en sostenibilidad dijo en el anuncio que los “ODS
no se pueden lograr sin la participación del sector privado. Después de todo, contribuyen al 60% de los
PIB, al 80% de los flujos de capitales y a la creación del 90% de los empleos
en los países en vías de desarrollo”.
Los ODS contienen la expectativa implícita de que
el sector privado va a contribuir, pero no hay detalles ni del cómo ni de lo
que es necesario que hagan los gobiernos para que esa contribución sea efectiva
en términos del clima de negocios.
Dos ejemplos de la necesidad de un clima de
negocios conducente: Pobreza y empleo
1.
Un buen ejemplo del papel que el sector
privado puede jugar, conjuntamente con el sector público, es el caso de la reducción
de la pobreza. Uno de los instrumentos que se han demostrado
efectivos en los países en vías de desarrollo son los programas de transferencias condicionadas de efectivo
a través de los cuales se les paga a las madres para que sus hijos asistan
consistentemente a la escuela y a revisiones médicas. Estos programas han sacado a millones de
personas de los niveles de pobreza (medidos con la estrecha visión de ingresos
diarios). Ha sido el caso de programas
como el de Oportunidades en México,
Bolsa Familia en Brasil y Familias en Acción en Colombia. Tienen el doble impacto de mejorar los
ingresos familiares y de producir una juventud mejor preparada para afrontar
los retos sociales y económicos.
Pero ¿qué pasa cuando los
jóvenes crecen y dejar de calificar para los recursos del programa? Se
supone que deberían comenzar a trabajar.
Pero en muchos casos no encuentran empleo y pasan a engrosar las filas
del desempleo juvenil. Las
transferencias condicionadas de efectivo necesitan de programas concurrentes de entrenamiento y preparación para el para el empleo
y de oportunidades del empleo mismo.
Y es aquí donde el sector privado puede jugar un papel importante (ver
el artículo Empleo y emprendimiento como responsabilidad
social de las empresas). El sector privado suele ser el más grande empleador y es el que mejor
conoce sus propias necesidades en cuanto a calificaciones del personal. Depender del empleo público tiene las
consecuencias ampliamente conocidas de ineficiencia, déficit público para
financiarlo, transferencia de recursos productivos a recursos no tan
productivos, inflación para financiar el déficit, entre otras. Adicionalmente el empleo en el sector público
tiene un efecto multiplicador menor que el empleo en el sector privado.
Los principales logros en la reducción de la pobreza a nivel agregado en el
periodo de vigencia de los ODM (2000-2015) se debieron al crecimiento económico
de China (1.350 millones de habitantes) e India (1.250 millones) más que a los
ODM mismos. Para ponerlo en contexto: son
más que todo el continente de América (950 millones), la Unión Europea (500
millones), y toda el África Subsahariana (800 millones) juntos. A veces se pierde vista lo que quieren decir China
y la India. La reducción de la pobreza
fue principalmente consecuencia del crecimiento del empleo en el sector privado
en estos dos países.
Es cierto que en otros países las transferencias del sector público
contribuyeron a una mejora en las estadísticas sobre los niveles de pobreza,
pero las preguntas que hay que hacerse en este caso son: ¿Basta la
transferencia de dinero para resolver el problema de la pobreza, que es algo
multidimensional, que no es solo un problema de ingresos diarios? ¿Son
fiscalmente sostenibles en el largo plazo estas transferencias? ¿Qué hacen las
familias cuando se gradúan de los programas para mantener el nivel de vida? ¿Y
los pobres que no tienen niños?
2.
El
sector privado juega un papel fundamental en la creación de empleo productivo,
sostenible, en la generación de riqueza (y no nos referimos a la riqueza de sólo
algunos a través de remuneraciones exorbitantes). Pueden
jugar un papel mucho más clave en el desarrollo económico y social que las
acciones puntuales que se pretenden estimular en apoyo de los 17 ODS y sus 169
metas, analizadas en las dos primeras partes de este artículo. Aun cuando queramos apelar al sentimiento de
solidaridad y de responsabilidad ante la sociedad de las empresas, hay que
recordar que las mueven motivos económicos, no solamente para sobrevivir y
seguir siendo empresas sino para poder competir en mercados cada vez más
competitivos.
Es el crecimiento económico
de las empresas el que puede crear empleo, que es el principal antídoto contra
la pobreza y fuente de dignidad para el ser humano. Claro está que esto debe ir en paralelo con
esfuerzos para que ese trabajo sea digno, tratando al empleado como persona, no
como insumo en la producción, no como “mano de obra” o “recurso humano” al
mismo nivel que los recursos financieros o la materia prima. Los beneficios son un elemento regulador de
la vida de la empresa, pero no el único; junto con ellos hay que considerar
otros factores humanos y morales que, a largo plazo, son por lo menos
igualmente esenciales para la vida de la empresa (Juan Pablo II en Centesimus
Annus).
El objetivo 8: Empleo digno y
crecimiento económico: Promover un crecimiento económico sostenido, inclusivo y
sostenible, un empleo pleno y productivo, y un trabajo digno para todas las
personas, pareciera que cubre estas necesidades, pero lo hace pidiendo que
se cree más empleo a través del crecimiento económico, pero no se preocupa de cómo y quién va a crear ese empleo ni de
cuáles son las condiciones necesarias para esa creación de ese empleo.
Algunos componentes del entorno o clima de negocios ya están considerados
en otros ODS, por ejemplo en el número 9, Innovación
e Infraestructuras, donde hay metas referidas a la provisión de “infraestructuras fiables, sostenibles,
resilientes y de calidad”, supuestamente bajo la responsabilidad de los gobiernos, y a la mejora del acceso de
las PyMES al financiamiento, supuestamente a cargo del sector financiero
público y privado. Este acceso también
es un ejemplo paradigmático de la problemática que enfrenta el sector
privado. El sector financiero quiere
financiar a las empresas (si los gobiernos no acaparan el crédito disponible),
es su negocio, pero para ello deben encontrar empresas que tengan proyectos de inversión
que sean factibles, rentables, responsables, y para esto es clave el entorno de
negocios en que operan las PyMEs. Si encuentran un entorno donde es complejo
constituirse y expandirse, donde existen serios obstáculos burocráticos y no
existe un ecosistema de apoyo para su desarrollo (incubadoras, servicios de
asistencia, mercados financieros, políticas públicas, infraestructura,
educación, etc.) será muy difícil que creen empleo, prosperen y contribuyan al
desarrollo económico. Los gobiernos tienen la responsabilidad de
contribuir a desarrollar ese ecosistema. [1]
Los 17 ODS actuales tienen el denominador común de
pedir al sector privado que haga cosas pero no se preocupan de lo que puedan
necesitar para hacerlo. En
principio pareciera que los ODS están dirigidos a los gobiernos pero estos no
ofrecen colaboración para el desarrollo del sector empresarial. Se espera que sea la iniciativa de las
empresas la que contribuya al logro de los ODS.
Y muy posiblemente sea así pero vista la discusión anterior es necesario que los gobiernos faciliten la
operatoria de las empresas para que estas puedan ir mas allá de acciones
puntuales, separadas y contribuyan al crecimiento económico y el empleo. Para el desarrollo sostenible no basta con la
acción gubernamental ni basta que la participación del sector empresarial se reduzca
a actividades de responsabilidad social.
Y la única vez donde se menciona la palabra “empresa” (aparte de dos
menciones a PyMEs) en las 169 metas es en la meta 12.6 que dice: “Alentar a las empresas, en especial las
grandes empresas y las empresas transnacionales, a que adopten prácticas
sostenibles e incorporen información sobre la sostenibilidad en su ciclo de
presentación de informes”. ¿Es
suficiente? Obviamente que no. Las
empresas pueden y deben hacer mucho más.
Una propuesta:
El nuevo Objetivo 18
No hemos discutido
en este artículo todos los aspectos de un clima de negocios conducente, con el
objetivo de mantenerlo en una dimensión razonable, sin embargo la siguiente
propuesta está basada en tal análisis y esperamos que se explique por si sola.[2] [3]
Objetivo 18:
Promover el desarrollo de un clima de negocios conducente a la operación de las
empresas para que puedan contribuir al logro de los 17 objetivos precedentes.
Meta 18.1: Reducir obstáculos a la creación, operación
y disolución de empresas de acuerdo a la mejores prácticas internacionales, en
los aspectos laborales, comercio doméstico e internacional, inversiones y
respeto a los derechos de la propiedad privada y promover un ecosistema que
apoye el desarrollo de las PyMEs.
Meta 18.2: Fortalecer las instituciones del sistema
regulatorio de la actividad empresarial para que operen con mayor efectividad y
eficiencia, en particular tomando en cuenta los costos y beneficios de las
regulaciones.
Meta 18.3: Fortalecer el sistema jurídico y los
sistemas de resolución de disputas para que las empresas tengan acceso a una
justicia imparcial, eficiente en términos de costo y tiempos y efectiva en
términos la resolución de los casos.
Meta 18.4: Preparar e implementar planes nacionales
que garanticen la protección, respeto y remediación de los Derechos Humanos por
parte de las empresas, en particular adecuando las legislaciones y regulaciones
a las mejores prácticas internacionales.
Meta 18.5: Adecuar los códigos criminales para
establecer penas personales a quienes cometan delitos como parte de sus
actividades dentro de las empresas.
Meta 18.6: Coordinar los marcos legales entre los
países para reducir la elusión fiscal, en particular la localización de
ingresos y gastos, transacciones financieras entre empresas relacionadas y los
precios de transferencia por bienes y servicios.
Nótese que no se pide el otorgamiento de
incentivos especiales para las empresas, se trata en todos los casos de mejorar
el clima de negocios para la empresa.
Nótese además las metas son balanceadas, piden un mejor clima de
negocios pero también incluyen el fortalecimiento de los instrumentos de
control y del sistema de administración de justicia. Y el
lector habrá notado que no hay metas referentes a la obligatoriedad de la RSE,
más allá del fortalecimiento de los esquemas regulatorios y el respeto a los
DDHH, porque la RSE no es ni voluntaria,
ni obligatoria, ni es ir más allá o más acá de la ley, es un criterio para la
gestión empresarial que depende del contexto de la empresa y de su entorno.
Tampoco se menciona el tema de corrupción ya que está cubierto en la meta 16.5.
Lo crítico para la operatoria de las empresas es el
tener las reglas de juego claras y estables y es lo que pide este Objetivo 18 y
sus 6 metas.
¿Son este objetivo número 18 y sus 6 metas utópicos? Son tan utópicos como los otros 17 y 169
respectivamente.
Y esto tendría el beneficio colateral de tener 18
ODS y 175 metas que son números más atractivos que 17 y 169.
Y ya hay un precedente del olvido del sector
privado en el diseño de objetivos de desarrollo. El Pacto Mundial descubrió después de algún
tiempo que se le había olvidado el tema de corrupción en los 9 Principios
originales y lo añadió como Principio número 10, lo que también los hizo un número
redondo.
[1] Para una descripción del ecosistema para
la operación de las empresas ver el artículo Empleo y emprendimiento como responsabilidad
social de las empresas (pgs. 24-29).
[2]
Doing
Business 2016: Measuring Regulatory Quality and Efficiency, Banco Mundial,
Washington, 2016.
[3] Un buen esquema ora el diseño de políticas
de inversión privada conducente al desarrollo sostenible se puede ver en Investment
Policy Framework for Sustainable Development publicado en febrero del 2016 por la Conferencia
de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo.
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