A medida que se va popularizando la RSE, se va
corrompiendo el concepto. Centenares de expertos tienen que escribir
sobre el tema. Se crean medios de comunicación (sitios de internet, blogs,
etc.) dedicados a la RSE. Los medios existentes, en particular periódicos y
revistas, se sienten forzados o por lo menos atraídos a considerarlo, porque
está de moda. Los consultores y las
empresas de consultoría deben inventar nuevos nombres o variantes para poder parecer
que están agregando valor, que son innovadores. Instituciones públicas y
privadas quieren aprovechar la popularidad del asunto para atraer atención y se
crean instituciones, premios, rankings, calificaciones, etc. sobre las empresas
o individuos “más responsables” (como un ejemplo de la corrupción del concepto ver
mi artículo Premios
de RSE a dirigentes: ¿De qué? ¿Qué valor agregan?).
ADVERTENCIA: Querido lector
este es uno de mis artículos didácticos extensos, toma tiempo.
Los que hemos querido promover el comportamiento
responsable en las empresas pretendemos que sea más conocida. Lamentablemente con ello ha
surgido el riesgo, muy real, de su “superficialización”, de su banalización. A
medida que más personas, medios e instituciones se involucran, mas superficial
se hace su consideración. Lo “mal
aprenden” un día y pretenden ser expertos al día siguiente. La cantidad conspira
contra la calidad. Y en los medios
académicos sucede todo lo contario, donde para poderse distinguirse de las
investigaciones ya publicadas se debe escribir algo nuevo, forzando la
producción de investigaciones cada vez más
esotéricas [1]. Los que trabajan dentro de las empresas para
mejorar su responsabilidad se encuentran entre lo banal y lo esotérico y deben crearse
su propia disciplina, en especial en las empresas más avanzadas.
La popularidad de
la RSE está llevando a dos tendencias no muy favorables a su adopción e
implementación por parte de las empresas.
Por una parte, la trivialización en los medios de gran difusión y por
otra la abstracción en los medios académicos.
Las empresas necesitan conocimientos
rigurosos pero prácticos. En este artículo, dirigido a los que
ejercen, analizamos las consecuencias de esa banalización sobre la
responsabilidad en la gran mayoría de las empresas. También analizamos la situación en las
empresas más avanzadas. Y otro artículo hemos analizado el caso opuesto de la abstracción de las investigaciones
académicas. [2]
I.
Deconstrucción de la RSE
La banalización de la RSE ha conducido a la
corrupción del concepto y lo ha reducido de un modelo de gestión empresarial integral
a un conjunto de acciones en temas sociales y medioambientales, muchas veces
aisladas y esporádicas,
que han llevado a muchas empresas a creer que asumir su responsabilidad ante la
sociedad es “hacer cositas”. Ante la
complejidad de esa responsabilidad muchos medios y expertos, en aras de
explicarla y facilitar su implementación, la han simplificado y han recurrido a
la tipificación de actividades. Con esta
simplificación se ha estimulado la confusión y por mirar los componentes se ha perdido la visión del conjunto. Missing
the forest for the tres, los árboles impiden ver el bosque
En la mayoría de los casos se le reduce a un
conjunto de actividades calificadas en tres grandes categorías; Ambientales,
Sociales y de Gobierno corporativo, lo que se conoce también como las siglas ASG (en inglés: ESG, Environment, Social, Governnace). Esta tipificación es común en las agencias
calificadoras de riesgos, en los análisis de inversiones, en la producción de
informes de sostenibilidad, en los cuestionarios para la autoevaluación de la
RSE (ver Guías
para la Responsabilidad Social en las PyMEs: Efectividad de las herramientas de
autoevaluación). Esta tendencia generalizada a llevado a
considerar la RSE como un conjunto de actividades incluidas en una lista de
control.
II.
Reduccionismo contraproducente
Esto lleva al reduccionismo de la RSE. Hay varias definiciones
de “reduccionismo” que permiten explicar claramente el problema de la
concepción popular de la RSE:
“Reduccionismo: la posición intelectual que asegura que entidades complejas
no forman nada que vaya más allá de la suma de sus partes —las partes que
forman el todo, estudiadas en sí mismas, dan la explicación de la entidad o
sistema complejo.”, o
bien
“El reduccionismo es el enfoque filosófico
según el cual la reducción es necesaria y suficiente para resolver diversos
problemas de conocimiento.”, y
“Simplificación
excesiva de lo que es complicado”.
La suma de las actividades a las cuales se ha
reducido la RSE no constituye la responsabilidad social de la empresa ante la
sociedad. Esta responsabilidad “va más allá de la suma de sus partes”, las
partes no son “suficientes para resolver su conocimiento”, y es una
“simplificación excesiva”. Esas
actividades son sólo algunas manifestaciones de esa responsabilidad que podemos
llamar genéricas. Genéricas en el sentido de que pretendiendo
que las actividades sean de aplicabilidad universal, para todo tipo de
empresas, se tiende a reducir a una serie de actividades supuestamente comunes
en todas las empresas, por ejemplo, emisiones de gases de efecto invernadero,
consumo de agua, medidas de reciclaje, igualdad de género, empleo de
poblaciones menos favorecidas, beneficios sociales, códigos de ética, etc., alrededor
de las cuales giran sus informes de sostenibilidad.
Este reduccionismo tiene varias consecuencias
negativas para la empresa y la sociedad: Primero, se desvirtúa
la verdadera responsabilidad social de la empresa al reducirla a prácticas
individuales independientemente de la congruencia con su estrategia empresarial;
y, segundo lleva a las empresas a
invertir recursos en actividades, independientemente del impacto que puedan tener
en la sociedad y en su situación. La estrategia termina siendo dictada por
una lista de actividades que estimula a las empresas a “hacer de todo un poco” para no parecer que tiene omisiones, en contraposición a la lógica empresarial de
que las empresas deben ejercer su responsabilidad de acuerdo a sus capacidades,
sus impactos en la sociedad y en la empresa y las demandas de sus stakeholders críticos, entre otros
aspectos (para mayores detalles ver Materialidad:
12 principios básicos y una metodología para la estrategia de RSE. Ia.
Parte y IIa.
Parte).
La gran mayoría de
las empresas operan bajo este esquema reduccionista, pero es de destacar que
hay excepciones y algunas empresas y medios más avanzados logran ir más allá de
meras actividades sueltas y operar desde el conjunto. Analizamos esto en el Apéndice a este
artículo.
III.
El conjunto es superior a la suma de las
partes
1.
Responsabilidades específicas
Pero lo más
importante es que este conjunto no representa el todo. Se omiten, en mayor o
menor grado las responsabilidades que
podríamos llamar específicas, de cada caso particular, no tipificables en
las listas universales y también una
serie de factores, que constituyen una envolvente, que están por encima de
las actividades genéricas y específicas que producen la sinergia para que la RSE sea mayor que la suma de las actividades
“responsables” y tenga efectividad. Varios
ejemplos nos permitirán ilustrar las responsabilidades específicas:
instituciones financieras, organizaciones de la sociedad civil, los medios de
comunicación y empras de bebidas alcohólicas.
La envolvente la
consideraremos más adelante.
¿Cuál es la
responsabilidad ante la sociedad de las
instituciones financieras? Todas
pueden y deben llevar a cabo las actividades responsables genéricas que les
sean pertinentes (medio ambiente, comunidad, empleados, etc.). Pero para estas empresas lo más crítico son
las responsabilidades específicas. Una institución financiera suele tener
capacidades muy superiores a las de sus clientes, que generalmente son poco
versados en temas financieros, están en una relación muy asimétrica, de allí
que las responsabilidades específicas se refieran a no aprovecharse de esta
asimetría. Sus responsabilidades
específicas pueden tener un impacto social muy superior a las genéricas: Los productos responsables, adecuados a las
necesidades y capacidades de los clientes, no abusos del cliente y su
educación financiera. Los grandes
volúmenes de recursos que manejan hacen que puedan tener un elevado impacto a través de las inversiones
y préstamos en proyectos y actividades que contribuyan al desarrollo de la
sociedad, responsablemente. Por otra
parte, tienen la responsabilidad de
buscar la máxima eficiencia operativa y financiera para no traspasar los costos
al ahorrista en forma de menores tasas y a los prestamistas en forma de mayores
tasas de interés (margen de
intermediación). Sería de esperar que la competencia entre instituciones
llevara a una equiparación de los márgenes, pero la práctica ello no sucede. Es posible pero complejo cambiar de
institución financiera. Dado los grandes volúmenes que manejan, los elevados
sueldos y la suntuosidad de muchas oficinas esto puede ser menospreciado. Y estas instituciones tienden a tomar grandes riesgos porque con ello vienen grandes
rendimientos para los dirigentes y accionistas (sueldos, bonos y dividendos),
pero si producen quebrantos, los costos son absorbidos por los gobiernos y traspasados a las sociedad, en forma de mayores
impuestos o menos servicios (para no alargarnos remitimos al lector al
artículo ¿Cuál
es la responsabilidad social de las instituciones financieras?). Y estas responsabilidades,
generalmente omitidas de las listas, van mucho más allá de las responsabilidades genéricas para toda
empresa sobre los empleados, comunidad, medio ambiente, etc.
Como otro ejemplo
consideremos una organización de la
sociedad civil, por ejemplo, una que intermedia fondos de donaciones para colocarlas
en proyectos de bienestar social. La ejecución de su mismo mandato parece que
ya descargara su responsabilidad ante la sociedad. Como en el caso anterior también tendrá
responsabilidades genéricas, pero aquí también las críticas son las específicas,
referidas a la ejecución de su mandato. Su mayor responsabilidad, como en las
instituciones financieras, es la efectividad y eficiencia en la intermediación
de los recursos. Tienen la responsabilidad
de seleccionar proyectos que contribuyen efectivamente al bienestar de la sociedad,
que sean socialmente responsables en todo sentido, que sean ejecutados
eficientemente y deben rendir cuentas con responsabilidad (accountability y transparencia) por sus actividades. No basta con presumir de la cantidad de recursos
obtenidos y colocados, lo que cuenta es la calidad y el impacto de sus
actividades. Estas responsabilidades suelen ser desatendidas en estas
instituciones, primero por pensar que les basta con hacer el bien, y segundo
que no suelen ser los mejores ejemplos de gestión de escasos recursos y de
proyectos, no suelen ser sus puntos fuertes.
En estas instituciones su
responsabilidad es hacer el bien lo más efectiva y eficientemente posible,
lo que tampoco suele aparecer en las listas de actividades genéricas.
Los medios de comunicación también tienen sus responsabilidades
genéricas, con mayor o menor énfasis en algunas de las actividades, por ejemplo,
el medio ambiente será un tema más relevante para la prensa escrita (papel,
tinta, combustible) que para la electrónica.
Y también tienen responsabilidades específicas que suelen no estar en
las listas. Dado su poder de influencia,
deben ser responsables en la obtención, procesamiento
y diseminación de información veraz, de información que el público necesita
conocer, ser políticamente imparciales (cada vez menos factible), distinguir el
análisis de las opiniones, tratar de educar al público sin pretender
manipularlo, analizar informaciones contenciosas, incluyendo los diferentes
puntos de vista, evitar el sensacionalismo (periodismo amarillo) y la
propagación de rumores y temores. Y tienen una responsabilidad importante
en la responsabilidad social del resto de las empresas e instituciones, denunciando
las irresponsabilidades y destacando los buenos ejemplos, evitando la publicación
de informaciones distorsionadas pagadas por las empresas, instituciones o
gobiernos para influenciar la opinión publica.
Y por último consideremos
el caso de una empresa de bebidas alcohólicas,
producto este muy propenso al consumo irresponsable. Sería extremista decir que su responsabilidad
es no producirlos por el mal que pueden causar a la sociedad, o que sean
responsables por su consumo. Pero no
pueden eludir completamente esta última responsabilidad. Es su responsabilidad ejercer el control, que esté a su alcance, sobre
el consumo responsable, poniendo límites de cantidad o localización del consumo,
donde sea factible, educando al consumidor. Puede parecer utópico, pero en
EE.UU. ha habido casos donde se ha determinado responsabilidad legal del anfitrión
por un accidente ocurrido como consecuencia del consumo de alcohol en su
casa. Todavía no se ha llegado al caso
de asignar responsabilidad legal al productor de las bebidas, pero sí en el
caso de las tabacaleras, por no destacar los peligros de su consumo.
Estas empresas suelen
destacar en sus reportes de sostenibilidad las responsabilidades genéricas evitando
el riesgo de reportar sobre las específicas.
Por ejemplo, pueden destacar la producción sostenible de sus
ingredientes, la contribución al desarrollo de una agricultura sostenible y el
apoyo técnico y monetario a los agricultores, el consumo y reciclaje de agua,
etc. ¿Puede una empresa de bebidas
alcohólicas o una tabacalera ser considerada responsable? No, porque sus productos tienen costos que
superan los beneficios para la sociedad.
Pero si puede decir que tienen “prácticas responsables” y mientras más
impacto positivo mejor. Otro ejemplo en
estas mismas líneas, pero más extremo, es el caso de las empresas de juegos de
azar y apuestas (casinos, casas de apuestas, etc.). No hace falta entrar en detalles para ver que
todavía es más difícil alegar responsabilidad social en estas empresa, pero
ello no obsta para que produzcan informes de sostenibilidad, destacando las
actividades de tipo genérico y filantrópico y queriendo aparecer como
responsables (ver el
informe de Codere y algunos de los problemas
que provoca en las comunidades donde establecen casas de apuestas).
2.
La envolvente: gestión de la
responsabilidad
Pero aún la suma
de las actividades genéricas (tradicionales) y las específicas no constituyen
el total de la responsabilidad social de las empresas. La inclusión de estas últimas,
como vimos en los ejemplos anteriores, se acerca a una visión más holística de
esa responsabilidad (holismo: doctrina que propugna la concepción de cada
realidad como un todo distinto de la suma de las partes que lo componen). Pero todavía falta un elemento clave, la
envolvente, la gestión del conjunto, que aumentará la suma.
La empresa puede llevar
a cabo todas esas actividades y todavía resultar un conjunto sin sinergia. Hace
falta la integración de todas en un conjunto coherente, sostenible en el
tiempo, gestionado de forma efectiva, con visión de largo plazo. Las actividades deben enmarcarse en una
estrategia integral, con el convencimiento y participación de la totalidad de
los empleados y dirigentes, incluyendo el Consejo Directivo, con participación
de los stakeholders críticos, con
actividades y gestión debidamente financiadas, con procesos alineados con la
responsabilidad (toma de decisiones, incentivos, gestión del personal, etc.),
con coordinación y refuerzo mutuo de las diferentes actividades, integradas, y,
de ser posible, con el respaldo de los dueños y accionistas. Y todas estas acciones deben ser dirigidas a
tener efectividad e impacto real, no solo reputacional. El propósito de la empresa debe incluir un
reconocimiento del papel que ésta juega en la sociedad. Todo esto debe ser parte de la cultura de la
empresa, del comportamiento cotidiano de todos sus miembros (ética, honestidad,
responsabilidad individual, vocación de servicio) [3]
(ver la serie de cuatro artículos Cultura
empresarial y cultura de responsabilidad social: ¿Cómo debe ser la cultura para
que sea de responsabilidad?).
Por ejemplo, no basta con tener códigos de comportamiento o de ética, lo
que importa es el comportamiento. De
hecho, en una cultura de responsabilidad no deberían ser necesarios.
Esta envolvente, que produce la sinergia muy
difícil de lograr, es generalmente ignorada en la evaluación de la responsabilidad
social de la empresa, no suele estar considerada como parte del gobierno
corporativo, y difícilmente medible con indicadores, pero es clave para que la
suma sea mayor que las partes.
IV.
En resumen: El total de la responsabilidad
de la empresa ante la sociedad
Con su popularización, la responsabilidad de la
empresa ante la sociedad se ha tendido a simplificar y a reducir a una serie de
actividades, que individualmente pueden ser responsables, pero que en el
conjunto dejan mucho que desear. Concebidas así suelen ser actividades muchas veces aisladas de la
estrategia empresarial y aisladas entre sí, ocasionales, efímeras y no
sostenibles en el tiempo. Es necesario
regresar a la verdadera responsabilidad empresarial como una modalidad de
gestión a todo lo largo y ancho de la empresa y a lo largo del tiempo, como una
manera y su razón de ser (no basta con “hacer cosas”). Con el reconocimiento de que la empresa puede
funcionar porque la sociedad se lo permite, le permite usar los recursos
sociales y ambientales (personas, materias primas, espacio, aire, agua, etc.) y
la favorece con la adquisición de sus productos y servicios. Esta responsabilidad va mucho más allá de la
suma de aquellas actividades genéricas y requiere del reconocimiento de sus
responsabilidades específicas, derivadas del ser la empresa que es, y de las sinergias
que supone la integración de la gestión de la empresa en una cultura sostenible
de responsabilidad.
APENDICE: ¿Y las empresas
más avanzadas?
Las empresas más avanzadas suelen mitigar estos
riesgos de banalización y reduccionismo, al tener una visión más clara del
conjunto de sus responsabilidades, en gran parte fomentada por la producción de
informes se sostenibilidad de acuerdo a los estándares del GRI, y mejor todavía
si preparan un informe integrado de acuerdo a los lineamientos del IIRC (ver ¿Qué
integran los informes integrados?). El hecho de que sean calificadas por agencias calificadoras en sostenibilidad también
las lleva a integrar las partes en un conjunto que es mayor que la suma. Pero es
de destacar que esto se limita a algunos centenares
de empresas y aun el hecho de que informe sobre su sostenibilidad en el
contexto más amplio no quiere decir que lo hagan, que tengan los sistemas
de gestión y la cultura necesarias, pero el hecho de tener que producir esta información
los lleva a considerar las acciones que son necesarias poner en práctica. La mayoría del resto de las decenas de millones
de empresas y la gran mayoría de los medios todavía conciben la responsabilidad
ante la sociedad como un conjunto de actividades. Pero aquellas
son las más visibles y el público puede creer que esa excepción representa la
mayoría. Pero pueden servir de ejemplo. La discusión que sigue no pretende ser un
análisis exhaustivo de los requerimientos de reporte del GRI, SASB y del IIRC,
solo ofrece algunos comentarios paras situarlos en el contexto de la discusión precedente.
Si la empresa
sabe que es evaluada de esta manera, buscará reportar actividades en cada una
de ellas para mejorar su calificación.
¿Pero es esa calificación representativa de la responsabilidad de la
empresa ante la sociedad, de su contribución al mejoramiento de esa sociedad? ¿Incluyen las actividades específicas y la
envolvente que mencionábamos en el texto en los indicadores del GRI, del SASB y
los de las empresas calificadoras en sostenibilidad? Y aun cabe preguntarse
¿Son todas estas actividades materiales para la empresa? ¿Tienen impacto
tangible?
Para la
evaluación de la responsabilidad de las empresas (sostenibilidad) una de más
reputadas agencias de calificación, MSCI, usa la lista de página siguiente,
puntuando cada una de las actividades y asignando luego una calificación global. Si el lector recuerda las actividades
específicas que mencionamos arriba puede ver que solo algunas están parcialmente
cubiertas. Por ejemplo, el tema de la responsabilidad del producto cubriría
algunas de las mencionadas para las instituciones financieras, las de bebidas
alcohólicas y tabaco y el tema del comportamiento empresarial cubriría muy
parcialmente la envolvente. No se evalúa la estrategia ni la gestión de
la responsabilidad, sus recursos, la cultura empresarial, la integración en un
todo, etc. Como ejercicio incitamos
al lector a analizar esta lista en el contexto de la discusión para determinar
si en efecto las calificaciones de sostenibilidad pueden evaluar la verdadera
responsabilidad de la empresa ante la sociedad.
Otros instrumentos
muy influentes son los estándares e indicadores del GRI y los indicadores del
SASB (Sustainability Accounting Standards
Board), usados para la preparación de los informes de sostenibilidad y que pueden
influir en las actividades al tener que reportarlas. Estos son indicadores que pretenden medir la “actividad” de las
empresas en cada una de decenas de actividades, lo que también puede a conducir
a la fragmentación de la visión global, a ver cada actividad por separado. Como las calificaciones de sostenibilidad no
contienen indicadores sobre el envolvente más allá de descripciones de
prácticas y procesos, e incluir, por ejemplo, información sobre la ética y la
integridad dentro de la empresa, responsabilidades y procesos para la gestión
de la sostenibilidad e involucramiento de stakeholders,
entre otros elementos. No cubren
aspectos sobre la responsabilidad del producto. Los
estándares incluyen listas muy exhaustivas e indicadores específicos para múltiples
aspectos económicos, sociales y ambientales, pero no cubre las responsabilidades
específicas para los sectores industriales, por ejemplo, lo que mencionamos
arriba para las instituciones financieras o las bebidas o las de organizaciones
de la sociedad civil.
El esquema del
IIRC para la preparación de reportes integrados pretende ampliar esa visión de
partes hacia el conjunto, de hecho, es su punto fuerte. Si bien no contiene indicadores, la narrativa que debería incluirse sí pide
y permite descubrir algunos de los aspectos mencionados en el envolvente. Por ejemplo, pide reportar el propósito de la
empresa y sus estrategias en general.
Sin embargo, el nivel de detalle sobre temas referidos a la
responsabilidad queda a criterio del que reporta. Recordemos que este no es un esquema para
reportes de sostenibilidad sino un reporte de información financiero y no financiera
(mayormente estratégica) de las actividades de la empresa.
Tomados todos
estos elementos en conjunto permiten separarse de la tendencia de considerar la
RSE como actividades sueltas. Para las
empresas más avanzadas e ilustradas los estándares GRI, los indicadores GRI y
SASB y el esquema de reportes integrados del GRI constituyen un movimiento (imperfecto todavía) hacia el reporte y,
ojalá, la ejecución de una estrategia de responsabilidad total que sea mayor
que la suma de las partes.
[1]
Un ejemplo de un artículo académico: Accounting
for Proscriptive and Prescriptive Morality in the Workplace: The Double-Edged
Sword Effect of Mood on Managerial Ethical Decision Making.
[2] Ver mi artículo: La
responsabilidad social de los investigadores en responsabilidad social,
publicado en número 30 de la Revista de la Responsabilidad Social de la Empresa
(Centro de Estudios Sociales Luis Vives),
[3] Un tema que está adquiriendo mucha atención
es el del cabildeo y las actividades
para influenciar favorablemente las políticas públicas. Son muy pocas las empresas que destacan estas
actividades. Afortunadamente las
calificaciones de sostenibilidad de RobecoSam (empresa que produce la información
para el índice de sostenibilidad del Dow Jones pide amplia información
cuantitativa y cualitativa sobre estas actividades. El GRI también tiene un estándar de reporte
sobre el tema.
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