Concentrarse en los detalles nos hace
perder la perspectiva, tan necesaria para tomar decisiones.
En este artículo analizamos,
a grandes rasgos, la trayectoria de la sostenibilidad empresarial para mostrar
que los altibajos han existido y seguirán existiendo, pero que la tendencia
es hacia la mejora (discontinua) a pesar del actual pesimismo. No pretendemos
considerar la historia de la sostenibilidad, usaremos algunos
eventos solamente para indicar los cambios de dirección, resaltar los altibajos.
Será una visión a vuelo de pájaro que como tal dejará de ver detalles, pero la idea es ver el conjunto. Concentrarse en los detalles nos hace perder la perspectiva,
tan necesaria para tomar decisiones.
Por la extensión
y amplitud de la sostenibilidad empresarial y para mantener la perspectiva deberemos
recurrir a generalizaciones (para el lector interesado incluimos un buen número de notas al pie donde
referimos a artículos que las analizan en más detalle). Pero esa perspectiva
también requiere recordar que “Todas la generalizaciones son falsas, incluyendo
esta”, como se le atribuye a Mark Twain, por lo que el análisis a continuación no
debe considerarse como inmutable.
No hay nada de
científico en esta tipificación de la evolución de la sostenibilidad
empresarial, el análisis es
el resultado de mis observaciones y experiencias durante los últimos 20 años
(no es que la sostenibilidad empresarial comenzó cuando yo empecé a interesarme
por el tema, error que comenten muchos “expertos”). Y no es que no sea posible
mostrar “números” sobre estas etapas, en estos tiempos de la proliferación
masiva de información, confiable y no confiable, y de credulidad, de falta de
espíritu crítico, se pueden encontrar “evidencias” para defender cualquier
argumento. Seguro que el lector tiene sus propias ideas de la evolución de
la sostenibilidad empresarial. Esta es la mía.
La sostenibilidad
empresarial no está anclada en concreto, no se la aplican las leyes de la
física, tiene mucho de subjetivo y de opinión, por lo que es susceptible a los
embates de los cambios políticos, económicos y sociales de su entorno. Ni
siquiera hay consenso sobre lo que es, a pesar de las decenas de definiciones. Es algo específico para cada empresa, que
depende del contexto en que opera, de su situación financiera, del desarrollo
institucional del país, en particular del entrono regulatorio, de las
expectativas, poder y voluntad de actuación de los stakeholders, entre
otros. Y aquí nos referimos a la práctica, no al ideal absoluto sobre la
ejecución responsable de todas las actividades de todos los participantes,
gobiernos, empresas, personas, instituciones. Una
cosa es la teoría y otra la práctica. En este articulo nos ocupa la evolución
de la práctica.
I.
Evolución de la sostenibilidad empresarial
Solo para poner
la discusión en contexto, haremos un brevísimo repaso a la evolución general
de la responsabilidad de la empresa ante la sociedad, para luego analizar en más
detalle los altibajos de los recientes decenios.
Estrictamente
hablando la responsabilidad de la empresa ante la sociedad se ha reconocido
desde tiempo inmemorial (hay menciones en el viejo testamento), mucho antes
de que existiera al figura legal de la empresa con responsabilidad limitada,
con responsabilidad legal de la institución separada de la de sus dueños
(digamos “accionistas”). Con la consolidación
de la figura legal, a finales del siglo XIX (aunque la Dutch East India Company
hizo la primera oferta pública de acciones en el 1602) la responsabilidad de la
empresa tomó un gran impulso en algunos países y sectores industriales, sobre
todo en aquellas que tenían elevado impacto económico y social.
Aunque esta
separación legal de responsabilidades, en la práctica, no se ha mantenido en las
empresas familiares y las que están bajo el control de un grupo reducido de “dueños”
(en este caso mejor que el nombre de accionistas) que trasladan a las
actividades de la empresa sus convicciones personales. Esta proximidad entre la propiedad y la
empresa fue la que dio lugar a que muchas de ellas, ya a finales del siglo XIX,
se preocuparon por el bienestar de sus empleados, (vivienda, educación, salud)
y sus comunidades, como parte de la actividad empresarial, además de la suya
personal. Con la proliferación de la
sociedad anónima este enfoque se fue perdiendo y sustituyendo, en buena parte,
por actuaciones externas, que antes eran del dominio personal, como la
filantropía y la acción social, a veces separado de la estrategia
empresarial y algunas empresas, tercerizado a fundaciones. Así también se
desarrollaron otras actividad de “responsabilidad” como el voluntariado (usando
a los empleados para promocionar a la empresa) y acciones aisladas en favor de la
comunidad.
Este tendencia
era la prevalente a mediados del siglo pasado, donde se afincó la idea de que la
responsabilidad era un conjunto de actividades tendentes a promover el
bienestar social, ser un “buen vecino” y un “buen ciudadano”. Pero estaba subyacente
en las empresas de mayor tamaño que esto no era suficiente, que la responsabilidad
de la empresa iba más allá, en cierta forma regresando al concepto de finales
del siglo XIX. Esto se vio reforzado por el gran crecimiento y desarrollo de
las empresas, con su poderío económico, con el reconocimiento de su impacto
social y posteriormente del ambiental. [i]
Simultáneamente
se desarrolló en los medios académicos que la responsabilidad de las empresas
era ante sus accionistas y no ante la sociedad, su única responsabilidad era
la maximización de los beneficios financieros a los aportantes de capital. Como
reacción a esto se desarrolló, también en medios académicos que la
responsabilidad de las empresas era no solo ante los aportantes de recursos
financieros, sino ante todos los aportantes de recursos, materiales e inmateriales,
sus stakeholders.
Estas dos
conceptualizaciones de la empresa han estado en conflicto desde entonces, pero
lo cierto es que no hay conflicto si se consideran dos aspectos: (1) que la
empresa no pertenece a los accionistas, que solo han adquirido algunos derechos,
negociables, a recibir dividendos e influenciar algunas decisiones y que la
inmensa mayoría no aporta recursos financieros (salvo en la constitución y en
los inusuales aumentos de capital, la inmensa mayoría de los accionistas han
adquirido sus derechos en el mercado, comprándoselas a vendedores, sin que ello
aporte recursos financieros a la empresa), la empresa es “dueña” de sí misma[ii] ; y,
(2) que los aportantes de los recursos no financieros contribuyen a los beneficios
financieros. Y a todo esto se ha extendido la responsabilidad obvia de
evitar y mitigar impactos negativos, que han causado y pueden causar, y la aspiracional
de que hagan todo el bien que puedan, y que les conviene con una visión de
largo plazo, al desarrollo de la sociedad.
Y en este entorno
muchas empresas han llegado a la convicción de que todo esto se trata sencillamente
de buena gestión empresarial, lo que favorece la sostenibilidad de la sostenibilidad
empresarial.
II.
Altibajos de la sostenibilidad empresarial [iii]
Dentro de todo
este proceso es que han desarrollado los altibajos de la práctica de la sostenibilidad
empresarial, que resultan de los cambios de
percepciones sobre las prioridades relativas en cada momento de todos estos
factores y el poder relativo de las partes que varían en el tiempo. Es lo que analizamos a continuación. Y
recordamos lector que las etapas que postulamos no tienen nada de científico y
son meramente la opinión del suscrito y que pueden ocurrir simultáneamente en
diferente entornos, no existir en algunos, y reaparecer en diferente orden. Es
meramente ilustrativo con el propósito de estimular una visión de largo plazo de
su evolución reciente y moderar las expectativas a las realidades de los
mercados. [iv]
a.
Comenzamos con la ignorancia…..
En el comienzo de
la profundización de la preocupación de la sociedad por la responsabilidad de
las empresas, en la tercera parte del siglo XX, ello solo era objeto de
atención en algunas empresas con gran impacto económico y social, o con lideres
muy concientizados, o de las grandes empresas familiares, cuyos dueños, por
lo que habían experimentado para llegar donde estaban, eran conscientes de las
necesidades de la sociedad y de su capacidad de ayudar.
Pero la inmensa
mayoría de las empresas no consideraba que tuvieran un papel en el desarrollo
social más allá de producir productos y servicios que la sociedad demandaba (y
muchos otros que eran perniciosos mientras fuese buen negocio), crear empleos y
pagar impuestos. Su responsabilidad
se limitaba a obedecer las leyes y regulaciones. Era responsabilidad de los
gobiernos establecer las que fueran necesarias. Sus objetivos revolvían
alrededor de la supervivencia de la empresa, no había espacio para otras preocupaciones.
Era una época de ignorancia en la gran mayoría de las empresas sobre su papel
en la sociedad.
b.
…..y pasamos a una confusión….
En ese entorno de
convivencia de empresas con conciencia social y el resto ignorante (por
conveniencia o de hecho) se fue desarrollando la idea en este último grupo de
que deberían adoptar algunas de sus prácticas. Pero lo hicieron más “para la
galería” que por convencimiento, sin una visión estratégica ni con plena
conciencia de sus capacidades y sus impactos. De allí surgió la confusión de
que la responsabilidad de la empresa se podría evacuar a través de la filantropía
y la inversión social, donde habían comenzado hacía decenas de años las
empresas ahora más avanzadas. Se
popularizaron los dichos de que “la responsabilidad de la empresa es ir más
allá de la ley”, “la RSE no es una moda” y “la RSE está en el ADN de la
empresa”, pero más expresión que acción, más expresiones de confusión que
de convencimiento.
Una vez que se
generalizó la idea de que las empresas tenían una responsabilidad ante la
sociedad, que iba mas allá de la filantropía y la acción social, empezó una
carrera por demostrar responsabilidad lo que condujo a dos movimientos
perversos, uno interno dentro de la empresa, el greenwashing y otro externo,
la proliferación de nombres y definiciones.
En el primer
caso, las empresas, no todas, ante la presión propia y la de algunos stakeholders
mejoraron, pero lo más frecuente era “hacer cositas”, actividades aisladas, circunstanciales,
efímeras, sin continuidad, para poderlo publicitar y tratar de obtener el
favor de los consumidores y otros stakeholders. Unos stakeholders
en particular, muchos consultores, para promover su negocio, estimulaban a
las empresas a “hacer de todo”, más allá de lo que era material para ellas
y de sus capacidades, lo que contribuyó a la decepción y confusión en muchas de
ellas.
Por otra parte, a
nivel externo se comenzó con una carrera por la atención de las empresas en particular,
y de la sociedad en general, al papel de estas. Con el supuesto objetivo de
aclarar la confusión se aumentó exponencialmente la confusión. Con el
creciente interés se creó un nuevo mercado rentable, se desarrolló todo un
ecosistema de apoyo, una industria de académicos, consultores, cursos,
conferencias, cada uno con una visión distinta de lo que debía ser la
responsabilidad de la empresa, cada uno con su definición, cada uno queriendo
sacar provecho, capturar una cuota del mercado.
No había consultor ni conferencia que no diera su definición.
[v]
El caso más
paradigmático de esto fue la propuesta de la “creación de valor compartido”
que tuvo sus cinco minutos de gloria por haber sido promovida por profesores de
Harvard. Parecía que con ello la confusión había llegado a su fin, se había encontrado
la piedra filosofal. Pero poco a poco se demostró que no era más que una pequeña
parte de la sostenibilidad empresarial no integral, que de hecho era contraproducente
al limitar la visión de la empresa. [vi]
Los Objetivos de
Desarrollo del Milenio, ODM, fueron desarrollados con el objetivo de promover
el desarrollo sostenible, mayormente vías las acciones de gobiernos. Ante
su incapacidad de avanzar, al vencerse su período en el 2015 se desarrollaron
los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, que esta vez sí incluyeron la participación
del sector empresarial y que pretendían que este contribuyera a su logro a
través de su “responsabilidad social”, aspecto este que estaba adquiriendo
prominencia. Pero también al ver que se dificultaba su logro se presionó a las
empresas a mejorar sus contribuciones. Algunas hicieron esfuerzos adicionales,
pero la gran mayoría se limitó a hacer un inventario de sus actividades para
ver cuales se podían imputar y así reportarlo como contribuciones. Siendo los ODS 17 objetivos con 169 metas que
cubren todo el espectro posible de actuación gubernamental y empresarial, se
encontraron todo tipo de actividades que imputar como contribución, desde
trivialidades a actividades que son la misma razón de ser del negocio. No
se consideraba el impacto que tenían en el logro de los objetivos, solamente su
congruencia. Los ODS resultaron un excelente instrumento para el greenwashing
empresarial, lo que contribuyo aún más a la confusión sobre lo que en realidad
es responsabilidad de las empresas. [vii]
c.
….que dio paso a la expansión….
Todo este entorno
en ebullición dio lugar a una expansión por el interés, con la afortunada
consecuencia de que se han ido clarificando los conceptos, actividades,
estrategias, en fin, cuál debe ser la responsabilidad de la empresa ante la
sociedad, aun cuando, como mencionábamos, el mismo concepto y su sobre todo su
aplicación practica es difusa, especifica a la empresa.
Una situación
que contribuyó a la clarificación de la confusión fueron las intervenciones y
el gran interés desarrollado en Europa (región con mucha conciencia social y ambiental) recogido
por la Comisión Europa a traves de sus estrategias de sostenibilidad y en particular
en una simple definición de esa responsabilidad: “Responsabilidad de las
empresas por sus impactos en la sociedad.” Pero para pasar de la teoría a la
práctica el suscrito (y espero no añadir a la confusión) la especificaba a que
su responsabilidad es la “Gestión de
los impactos positivos y negativos, que ha tenido, tiene y quiere tener en la sociedad y el medio ambiente,
mitigando los negativos y potenciando los positivos,
teniendo en cuenta sus capacidades y el contexto
en que opera.” [viii] ¡Ves
querido lector que cada experto tiene su definición!
Y el factor
más determinante en la expansión fue que la profusión de información, aunque
confusa, se despertó el interés de los stakeholders, reguladores,
sociedad civil, las empresas mismas y sobre todo del gran negocio que se crea
en el ecosistema de apoyo: consultores, proveedores y agregadores de
información, de análisis, de calificación, de inversión responsable, de
formación profesional, de medios y empresas de comunicación especializados, de
conferencias, de premios, de certificaciones, de instituciones multilaterales y
un gran etcétera. Esta industria es clave en mantener el interés y la
expansión, es un buen negocio.
Algunos hacen el bien, otros no tan bien, pero contribuyen a mantener el
interés, que no es poca cosa, a pesar de la confusión.
Con la
disponibilidad de información y conocimiento se amplió el interés de muchas
empresas y de sus stakeholders, en particular de los empleados, de los
reguladores y de la sociedad en general, lo que naturalmente condujo a la expansión
del mercado de apoyo seleccionado. En buena
parte fue este mercado, en su búsqueda de ingresos el que promovió más activamente
el avance de la responsabilidad, aunque muchos lo hicieron con pocos escrúpulos.
Como
consecuencia de esta explosión, los reguladores vieron la necesidad de poner orden,
no solo en las actividades de las empresas, sino además en la regulación de la
información al público, sobre todo en Europa. Y así surgieron estándares de preparación y regulación
de la diseminación de información, en Europa y a nivel internacional, que ampliaron
los esfuerzos pioneros del Global Reporting Initiative, GRI, se desarrollaron
regulaciones sobre el aseguramiento de la información, contra el greenwashing,
del comportamiento de las calificadoras de la sostenibilidad, de las composiciones
de los fondos inversión responsable que se ofrecieren al público inversionista,
con regulaciones de protección del consumidor y de las emisiones de valores negociables
que usasen denominaciones de sostenibilidad.[ix]
Al verse este
creciente interés, por lo menos a nivel de difusión, hubo una explosión de conferencias,
cursos cortos y largos, diplomados y maestrías, sitios internet especializados,
grupos en las redes sociales, todo un ecosistema de promoción y diseminación,
que contribuyeron al avance, pero también en este caso, con oportunismo, promoviendo
actividades, información y educación de dudosa calidad.
Esta etapa fue
la más fructífera en el avance de la práctica de la sostenibilidad empresarial. Parecía que se rompería la idea de la primacía
de los accionistas, que no había que demostrar que todo era rentable. Esto no quiere decir que el progreso era uniforme
ni mucho menos universal. Seguía concentrado en empresas ilustradas, que ahora son
muchas, y en algunos países institucionalmente avanzados, sobre todo en Europa,
pero el interés si era prácticamente universal.
Pero continuaba habiendo de todo, de quienes se aprovechaban de esta
bonanza con actividades de dudosa ética y sobre todo la proliferación del greenwashing,
el parecer sin ser.
Esta etapa
también coincidió con un creciente interés en el cambio climático, alentado muy especialmente por el logro
del Acuerdo de París. Si bien las disposiciones del acuerdo tenían el principal
impacto en los gobiernos y en las muy grandes empresas que contribuían de
manera significativa a las emisiones de gases de efecto invernadero, los
integrantes del mercado de apoyo, mencionado arriba, tenían también interés en
expandirse estimulando a empresas que no tenían contribuciones significativas a
preocuparse del asunto. Era imperativo decir que todas las empresas se preocupaban
del cambio climático. Esta euforia
exagerada contribuyó en parte a la reacción negativa que comentaremos más
adelante. También contribuyó a un relativo
descuido de los aspectos sociales de esa responsabilidad. [x]
Adicionalmente la
pandemia, además del grave impacto sanitario, lo tuvo sobre la situación económica,
sobre todo exponiendo las deficiencias en muchos gobiernos de hacerle
frente a la situación. Ante la emergencia sin precedentes, muchas empresas pusieron
sus recursos a la disposición del control y amortiguación de la crisis. Se demostró
que en una emergencia global las empresas tenían mayor y mejor capacidad de
reacción que los gobiernos, lo que acentuó el interés en su responsabilidad
ante la sociedad, nos solo vía sus iniciativas, sino además al levantar las
expectativas de la sociedad y en particular de sus empleados en cuanto su papel
en la mitigación del impacto. Ello condujo
a un relativo, pero temporal, énfasis en los aspectos sociales, que habían sido
(y continúan siendo) apabullados por las preocupaciones ambientales. Se destacó la centralidad de las personas
en la vida empresarial. [xi]
d.
…lo que condujo a la banalización…[xii]
Y con la
expansión vino la generalización, vino la popularización y con ella la
banalización. Todo el mundo es ahora un experto, pero en banalidades y superficialidades. Aprendes algo nuevo y crees que es la única
persona que lo sabe, que has descubierto el agua mojada y escribes un artículo
sobre algo ampliamente conocido. La
ubiquidad y facilidad de las redes sociales no solo lo facilita, sino que clama
por ello. Pero no hay control de
calidad, ni de creatividad, ni de innovación, ni de contribución real. No se pide que contribución hace ello al conocimiento
o al avance de la práctica. Esto tiende a quitarle legitimidad y seriedad a
los esfuerzos. Las redes sociales son un terreno fértil para la banalización.
Volvemos a la etapa de confusión, pero esta vez
por trivialización. Claro
está que estoy exagerando, no todo es así, pero sí una buena parte, lo que
perjudica la implementación de la responsabilidad.
Y esta
banalización se expande via instituciones que pretenden captar interés del público,
por ejemplo, haciendo y reportando
los resultados de encuestas insubstanciales que muestran que todos sabemos lo
que es la responsabilidad de la empresa y actuamos en consecuencia. Titulares
como “el 72% de las personas afirma que trata de comprar sólo productos o contrata servicios de empresas
socialmente responsables”, “Más del 80% de los consumidores dicen
que están dispuestos a pagar más por productos responsables, en términos de un sobreprecio”
[xiii]. ¿Cómo
saben que la empresa es socialmente responsable? ¿Y lo es en todo o destaca solo en alguna
práctica? ¿Pagan el sobreprecio o solo lo dicen? Qué esperaría Ud. como respuesta a la
pregunta “¿Compraría Ud. productos que son producidos responsablemente? ¿Quién
diría que no? Otra cosa sería ¿Cuántos de
los productos en su carrito de compra los compró porque sabía que eran
responsables? ¿Me mostraría cuáles son? ¿Pagó un sobreprecio? [xiv] Banalización.
Un ejemplo
paradigmático de la banalización es el artículo Las 10
nominadas al Óscar desde el ojo de la RSE donde se le atribuían aspectos de responsabilidad social a las películas
ganadoras. El que una persona de color
gane como mejor vestuario o que haya una película con una “trans”, no es signo
de responsabilidad empresarial. Anora es una prostituta, ¿glorificamos la
prostitución”. Al Brutalista lo viola el jefe en la cantera de Carrara
¿glorificamos al abuso de poder?. ¿Tenían las películas la intención de
moralizar, de estimular responsabilidad? ¿Tuvo ello algo que ver con que fueran
ganadoreas? Banalización en estado puro.
¿Porque la banalización
de la sostenibilidad empresarial es perniciosa? Porque trivializa algo que es muy serio y crítico
para el desarrollo económico y social, que requiere de grandes esfuerzos por
todas las partes, y porque hace creer a la sociedad que todo está resulto, que
no hace falta profundizar esos esfuerzos.
e.
….. y pasamos a la euforia….
La expansión, la
popularización, la banalización, los intereses creados en la industria del
ecosistema, y la profundización dentro de las mismas empresas del interés y de
los responsables internos, contribuyeron a la creación de una euforia: hemos llegado. Buena parte de esta euforia
es natural, pero otra es artificial. Sí, se ha logrado mucho, mucho
progreso, sobre todo si se pone en la perspectiva de hace varias décadas.
Pero se han creado
expectativas sobre los logros de las empresa que no
se cumplen, se han desarrollado expectativas sobre el impacto financiero
de la sostenibilidad que son muy inciertas, expectativas de impacto social que
no se logran. Ante la presiones de hacer y decir que hacen, muchas empresas
han tenido que recurrir a la información selectiva y a veces engañosa para
paliar esas expectativas y se ha recurrido al greenwashing,
greenhushing (decir solo lo indispensable y que no cause problemas legales)
y targetwashing, (comprometerse a metas que no son realistas ni
verificables).
¿Se nos fue la
mano en la euforia? [xv]
f.
…lo que produjo un revuelo….
Para cada acción hay un reacción igual y
opuesta.
Tercera ley de Newton.
Los altibajos se
parecen a lo de las bolsas de valores, la tendencia en el largo plazo es hacia
arriba, pero está sujeta a los vaivenes de las informaciones disponibles,
algunas fidedignas, otras meras especulaciones, y las correspondientes
reacciones de los inversionistas. Cuando se cree que los valores están
sobrevalorados, se presenta una corrección.
Pero una de las constantes de las inversiones bursátiles es que se
tiende a sobre reaccionar, cuando hay razones para ser optimista se es sobre
optimista y cuando hay razones para ser pesimista, se es sobre pesimista. Es el
caso de la sostenibilidad que en los años recientes se había sobrevalorado y se
ha presentado una fuerte corrección.
A comienzos del
2026 parece que estamos en plena tormenta perfecta, la sostenibilidad
empresarial ha entrado en etapa de ataques, incertidumbre y, para algunos, hasta
de dudas existenciales. En EE. UU.
los ataques del gobierno federal, y algunos estados, a aspectos críticos como
la lucha contra el cambio climático y la diversidad, equidad e inclusión en los
mercados laborales y financieros ha conducido a una ralentización de los
esfuerzos, a veces reales y tangibles, a veces solamente en la expresión pública,
un “ecosusurro”, no hacer muchos alardes (el greenhusing) para evitar
reacciones negativas. Esta reacción, de supervivencia, a la reacción no debe
interpretarse como evidencia concluyente de reducción de acción.
En Europa, el
informe Draghi, [xvi]
que detallaba un plan de acción para mejorar la competitividad, sobre todo
frente a China y EE. UU. ha sido usado en medios políticos para atacar las
actividades relacionadas con la sostenibilidad empresarial, alegando,
engañosamente y sin pruebas convincentes, que la avalancha de regulaciones en
esos aspectos es un factor que atenta contra de la competitividad de forma
significativa. [xvii]
La Comisión Europea reabrió un debate, que se había cerrado después de
trabajados acuerdos, sobre esas regulaciones y abrió una caja de pandora
permitiendo que las partes interesadas, a favor y en contra, reabran e
intensifiquen sus desavenencias, complicando el logro de acuerdos. Se le ha servido en bandeja de plata a los detractores. [xviii]
Con esto también se han intensificado las incertidumbres sobre el impacto de
estas regulaciones, enfatizando sus costos e ignorando los beneficios que las
justificaron en su momento, contribuyendo así a una ralentización del
progreso que se venía logrando y que ha vuelto a despertar las dudas y
escepticismos, que siempre han existido.
Después del vendaval
de regulaciones vino su dilución. Los enemigos estuvieron esperando el momento
oportuno para el contraataque. [xix]
Esta tormenta ha interrumpido, ojalá que sea solo temporalmente, la buena tendencia que traía la responsabilidad de la empresa ante la sociedad ¿Hacia dónde vamos?
g.
….. que está forzando a sincerase…..
“No hay mal
que por bien no venga”. En todo este revuelo, se puso en discusión como nunca antes
la sostenibilidad empresarial y ambiental. No es que esta discusión haya clarificado la
confusión, no, cada uno de los grupos tiene posiciones relativamente dogmáticas,
unos más que otros. Y dentro de la confusión, aunque se usen las mismas
palabras, cada uno tiene su idea de lo que esta defendiendo y atacando. No se
convencerán. Un ejemplo paradigmático es
la denominación woke, con la cual los detractores se refieren a todo el
conjunto de …… ¿de qué?, pues no lo saben, es todo lo que nos les gusta. Pero woke se refiere a los “Comportamientos
y actitudes de la gente que es sensible a la injusticia social y política”.
¿Qué tiene esto de malo?
Pero ha tenido
su lado positivo y es que
aún dentro de la confusión ha despertado el interés de muchas personas y
empresas, que antes no lo tenían, en aprender y actuar. Es un paso adelante. Un
buen ejemplo de esto es toda la discusión en Europa sobre la aplicación de la
Directiva de Diligencia Debida, CSDDD, sobre la evaluación del comportamiento y
riesgos en sostenibilidad en la cadena de valor. La Directiva se habrá diluido
como consecuencia del revuelo, pero muchas empresas han ganado conciencia
del valor de estos análisis y aun las que no deberán reportar, están tomando mediadas
y progresivamente harán sus adquisiciones de bienes y servicios con mayores “diligencias”,
con mayor responsabilidad.
Subyacente a todo
esto, y de nuevo en reacción a la reacción,
se está llegando a una etapa de sincerarse, de racionalizar, de lograr un compromiso
entre la euforia y el negativismo, de sacar lecciones nucleares que permitan
sincerar las acciones y las comunicaciones.
Las recientes regulaciones aprobadas, tanto a nivel mundial como a nivel
de la Unión Europea, pero ahora en estado de dilución, sobre la información de
sostenibilidad, los requisitos de aseguramiento de la información, el
fortalecimiento del control interno, las regulaciones sobre el greenwashing,
las taxonomías y la diligencia debida sobre la cadena de suministros entre
otras, son un conjunto de disposiciones que sientan las bases para una
situación estable, sostenida y sostenible. Lo que
está en cuestionamiento es la profundidad y velocidad del cambio, aunque
algunos quisieran que regresáramos a la Edad Media de la regulación
empresarial.
Pero estamos
montados en un avión: en este viaje hemos tenido y tendremos turbulencia,
viento de cola, viento en frente, ganar y perder altitud, girar a derecha e
izquierda, para evitar perturbaciones, pero debe seguirse adelante, no nos
podemos bajar del avión. Esperemos no tener un aterrizaje forzoso.
Esta situación
de cuestionamiento ha llevado a muchas empresas a sincerarse, en parte en función de las regulaciones
que lo exigen, pero también para demostrar que el impacto de sus prácticas sostenibles
es positivo, que no son simbólicas, y a afirmar su compromiso estratégico, alejándose
de los mensajes generales hacia un enfoque más pragmático en el riesgo
material, la regulación y el rendimiento financiero. Las controversias también
han ayudado a que la misma sociedad este informada y discrimine mejor,
enfocándose menos en lo que las empresas dicen sobre sus valores y más en lo
que sus acciones revelan sobre sus estratégicas y actividades.
Lo que
presenciamos es una recalibración: una
evolución de la terminología, el tono y las tácticas en respuesta a un entorno
político y económico complejo y combativo. Muchas
empresas han recurrido no solo a la moderación de los alardes públicos, sino
además a un cambio de lenguaje. Por ejemplo, ante los ataques a la
Diversidad, Equidad e Inclusión, algunos, lo más expuestos y los menos
convencidos han reducido sus actividades, pero otras las mantienen, cambiando
el nombre a, por ejemplo, “gestión de talento y aptitudes” y las actividades para
combatir el cambio climático a “gestión de riesgos y oportunidades
medioambientales”. [xx]
III.
¿Quo vadis sostenibilidad empresarial?
Las predicciones son muy difíciles, especialmente
sobre el futuro.
Niels Bohr
Y la turbulencia está
llevando a más y más empresas, ante la necesidad de mostrar impacto, a ver la sostenibilidad
empresarial ya no solo como una responsabilidad moral sino como un instrumento
de gestión financiera y de riesgo, o sea simplemente
buena gestión. Esto le puede dar resiliencia
ante futuros embates.
Y toda la gran
industria que depende de la sostenibilidad empresarial, que mencionamos arriba,
que ha sido afectada por la ralentización, tiene más interés que nunca en su
avance. En un artículo anterior la culpábamos de ser enemigo de la sostenibilidad
por crear confusión y presiones a llevar a cabo actividades no sostenibles, incluyendo
el estímulo al greenwashing, pero ante esta turbulencia se van a
convertir, por lo menos hasta que regrese la normalidad, en buenos amigos.
[xxi]
Esta crisis
puede constituir una oportunidad …….. si se aprovecha. Pero se corre el riesgo de que nos acostumbremos
a este nuevo nivel de equilibrio inestable. No, debería ser un punto de
inflexión.
¿Cuándo
regresaremos a la normalidad? No es que esta turbulencia cesará y regresaremos al feliz estado de
euforia. No, ha cambiado para siempre y si bien se irá progresando, no será en línea
recta, se repetirán los altibajos. Lo que parece más factible es que
estemos en esta situación por algunos años donde el cambio no será notable,
muy posiblemente sea gradual.
Lo importante es que, como en las bolsas de valores, la tendencia sea alcista.
[i] Ver ¿Qué
hay de nuevo bajo el sol en responsabilidad empresarial? y Regreso al futuro: ¿Hay progreso en RSE? donde analizamos un libro y un
artículo sobre el tema, publicados en 1953 y 1927 respectivamente.
[ii] Ver un análisis más detallado en ¿Quién
determina cuales son los objetivos de la empresa? ¿Debe maximizar los
beneficios? y ¿De quién es la empresa? ¿Qué debe
maximizar?
[iii] Parte de esta sección fue utilizada en el
webinar “Altibajos de la sostenibilidad empresarial: el papel subordinado de la comunicación”,
organizado por el Pacto Global Red Colombia el 10 de julio del 2025, (texto
aquí, video aquí).
[iv] Gracias a Edna Rodríguez de Aluna
Sustainability por convertir mi garabato en una gráfica profesional
[v] Ver una lista de nombres en ¿Basta
con darle un nuevo nombre a la sostenibilidad?
[vi] Ver RSE y creación de valor compartido: Mis trece
artículos, en particular ¿Qué comparte Nestlé: el valor creado o el valor destruido? y Compartir el Valor Creado versus Crear Valor
Compartido: Diferentes estrategias, diferentes implementaciones, diferentes
resultados.
[vii] Ver una amplia discusión de esto en Mis veintidós artículos sobre los
Objetivos de Desarrollo Sostenible y la RSE, en particular, en Objetivos de Desarrollo Sostenible: ¿De
desarrollo? ¿Sostenible? ¿o greenwashing sofisticado?
[x] Ver Es hora de luchar por equiparar los temas sociales con los ambientales, Encíclica
Laudato si: Implicaciones para la responsabilidad de las empresas ante la
sociedad y Realineación de prioridades: Bill Gates,
cambio climático y desarrollo social
[xi] Ver Impacto
de la crisis sobre la responsabilidad empresarial: Deseos y predicciones y Pandemia: Relevancia de las empresas y
centralidad de las personas.
[xii] En diciembre del 2014 ofrecíamos 20 razones por las que nos estamos cansando de la RSE
[xv] Este aspecto lo había tratado en la
sección II en el artículo ¿Está declinando el interés en la
sostenibilidad empresarial?: Siete más una razones.
[xvi] Ver ¿Competitividad a expensas de la sostenibilidad?: Sostenibilidad en el
informe Draghi sobre la competitividad en Europa.
[xx] Ver ¿Tenemos un problema de semántica en la sostenibilidad empresarial? y Lenguaje
“en modo negocio”: un remedio contra la Ola #AntiESG este por
Alberto Andreu.
[xxi] Ver los enemigos 2 y 3 en Los
trece enemigos de la RSE(C): Los primeros seis
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