sábado, 6 de diciembre de 2025

Los altibajos de la sostenibilidad empresarial: De la ignorancia, a la confusión, a la expansión, a la banalización, a la euforia, al revuelo, a sincerarse

 

Concentrarse en los detalles nos hace perder la perspectiva, tan necesaria para tomar decisiones.

 La sostenibilidad empresarial, como nuestro estado de ánimo, como el clima, está sujeta a altibajos. Los que la promovemos quisiéramos que fuera de progreso continuo, sostenido y sostenible, pero es tema muy complejo con infinidad de intereses que la impulsan o detraen.  Para su promoción es importante tener en cuenta que estos altibajos son de esperar, para no caer en la desesperación y desilusión. La tarea requiere de paciencia y constancia. Han sido muchas las nubes, pero el sol ha salido y saldrá.

En este artículo analizamos, a grandes rasgos, la trayectoria de la sostenibilidad empresarial para mostrar que los altibajos han existido y seguirán existiendo, pero que la tendencia es hacia la mejora (discontinua) a pesar del actual pesimismo.  No pretendemos considerar la historia de la sostenibilidad, usaremos algunos eventos solamente para indicar los cambios de dirección, resaltar los altibajos. Será una visión a vuelo de pájaro que como tal dejará de ver detalles, pero la idea es ver el conjunto. Concentrarse en los detalles nos hace perder la perspectiva, tan necesaria para tomar decisiones.

Por la extensión y amplitud de la sostenibilidad empresarial y para mantener la perspectiva deberemos recurrir a generalizaciones (para el lector interesado incluimos un buen número de notas al pie donde referimos a artículos que las analizan en más detalle). Pero esa perspectiva también requiere recordar que “Todas la generalizaciones son falsas, incluyendo esta”, como se le atribuye a Mark Twain, por lo que el análisis a continuación no debe considerarse como inmutable.

No hay nada de científico en esta tipificación de la evolución de la sostenibilidad empresarial, el análisis es el resultado de mis observaciones y experiencias durante los últimos 20 años (no es que la sostenibilidad empresarial comenzó cuando yo empecé a interesarme por el tema, error que comenten muchos “expertos”). Y no es que no sea posible mostrar “números” sobre estas etapas, en estos tiempos de la proliferación masiva de información, confiable y no confiable, y de credulidad, de falta de espíritu crítico, se pueden encontrar “evidencias” para defender cualquier argumento. Seguro que el lector tiene sus propias ideas de la evolución de la sostenibilidad empresarial. Esta es la mía.

La sostenibilidad empresarial no está anclada en concreto, no se la aplican las leyes de la física, tiene mucho de subjetivo y de opinión, por lo que es susceptible a los embates de los cambios políticos, económicos y sociales de su entorno. Ni siquiera hay consenso sobre lo que es, a pesar de las decenas de definiciones.  Es algo específico para cada empresa, que depende del contexto en que opera, de su situación financiera, del desarrollo institucional del país, en particular del entrono regulatorio, de las expectativas, poder y voluntad de actuación de los stakeholders, entre otros. Y aquí nos referimos a la práctica, no al ideal absoluto sobre la ejecución responsable de todas las actividades de todos los participantes, gobiernos, empresas, personas, instituciones. Una cosa es la teoría y otra la práctica. En este articulo nos ocupa la evolución de la práctica.

I.                Evolución de la sostenibilidad empresarial

Solo para poner la discusión en contexto, haremos un brevísimo repaso a la evolución general de la responsabilidad de la empresa ante la sociedad, para luego analizar en más detalle los altibajos de los recientes decenios.

Estrictamente hablando la responsabilidad de la empresa ante la sociedad se ha reconocido desde tiempo inmemorial (hay menciones en el viejo testamento), mucho antes de que existiera al figura legal de la empresa con responsabilidad limitada, con responsabilidad legal de la institución separada de la de sus dueños (digamos “accionistas”).  Con la consolidación de la figura legal, a finales del siglo XIX (aunque la Dutch East India Company hizo la primera oferta pública de acciones en el 1602) la responsabilidad de la empresa tomó un gran impulso en algunos países y sectores industriales, sobre todo en aquellas que tenían elevado impacto económico y social.

Aunque esta separación legal de responsabilidades, en la práctica, no se ha mantenido en las empresas familiares y las que están bajo el control de un grupo reducido de “dueños” (en este caso mejor que el nombre de accionistas) que trasladan a las actividades de la empresa sus convicciones personales.  Esta proximidad entre la propiedad y la empresa fue la que dio lugar a que muchas de ellas, ya a finales del siglo XIX, se preocuparon por el bienestar de sus empleados, (vivienda, educación, salud) y sus comunidades, como parte de la actividad empresarial, además de la suya personal.  Con la proliferación de la sociedad anónima este enfoque se fue perdiendo y sustituyendo, en buena parte, por actuaciones externas, que antes eran del dominio personal, como la filantropía y la acción social, a veces separado de la estrategia empresarial y algunas empresas, tercerizado a fundaciones. Así también se desarrollaron otras actividad de “responsabilidad” como el voluntariado (usando a los empleados para promocionar a la empresa) y acciones aisladas en favor de la comunidad.

Este tendencia era la prevalente a mediados del siglo pasado, donde se afincó la idea de que la responsabilidad era un conjunto de actividades tendentes a promover el bienestar social, ser un “buen vecino” y un “buen ciudadano”. Pero estaba subyacente en las empresas de mayor tamaño que esto no era suficiente, que la responsabilidad de la empresa iba más allá, en cierta forma regresando al concepto de finales del siglo XIX. Esto se vio reforzado por el gran crecimiento y desarrollo de las empresas, con su poderío económico, con el reconocimiento de su impacto social y posteriormente del ambiental. [i]

Simultáneamente se desarrolló en los medios académicos que la responsabilidad de las empresas era ante sus accionistas y no ante la sociedad, su única responsabilidad era la maximización de los beneficios financieros a los aportantes de capital. Como reacción a esto se desarrolló, también en medios académicos que la responsabilidad de las empresas era no solo ante los aportantes de recursos financieros, sino ante todos los aportantes de recursos, materiales e inmateriales, sus stakeholders.  

Estas dos conceptualizaciones de la empresa han estado en conflicto desde entonces, pero lo cierto es que no hay conflicto si se consideran dos aspectos: (1) que la empresa no pertenece a los accionistas, que solo han adquirido algunos derechos, negociables, a recibir dividendos e influenciar algunas decisiones y que la inmensa mayoría no aporta recursos financieros (salvo en la constitución y en los inusuales aumentos de capital, la inmensa mayoría de los accionistas han adquirido sus derechos en el mercado, comprándoselas a vendedores, sin que ello aporte recursos financieros a la empresa), la empresa es “dueña” de sí misma[ii] ; y, (2) que los aportantes de los recursos no financieros contribuyen a los beneficios financieros. Y a todo esto se ha extendido la responsabilidad obvia de evitar y mitigar impactos negativos, que han causado y pueden causar, y la aspiracional de que hagan todo el bien que puedan, y que les conviene con una visión de largo plazo, al desarrollo de la sociedad.

Y en este entorno muchas empresas han llegado a la convicción de que todo esto se trata sencillamente de buena gestión empresarial, lo que favorece la sostenibilidad de la sostenibilidad empresarial.

II.             Altibajos de la sostenibilidad empresarial [iii]

Dentro de todo este proceso es que han desarrollado los altibajos de la práctica de la sostenibilidad empresarial, que resultan de los cambios de percepciones sobre las prioridades relativas en cada momento de todos estos factores y el poder relativo de las partes que varían en el tiempo.  Es lo que analizamos a continuación. Y recordamos lector que las etapas que postulamos no tienen nada de científico y son meramente la opinión del suscrito y que pueden ocurrir simultáneamente en diferente entornos, no existir en algunos, y reaparecer en diferente orden. Es meramente ilustrativo con el propósito de estimular una visión de largo plazo de su evolución reciente y moderar las expectativas a las realidades de los mercados. [iv]

 

a.     Comenzamos con la ignorancia…..

En el comienzo de la profundización de la preocupación de la sociedad por la responsabilidad de las empresas, en la tercera parte del siglo XX, ello solo era objeto de atención en algunas empresas con gran impacto económico y social, o con lideres muy concientizados, o de las grandes empresas familiares, cuyos dueños, por lo que habían experimentado para llegar donde estaban, eran conscientes de las necesidades de la sociedad y de su capacidad de ayudar.

Pero la inmensa mayoría de las empresas no consideraba que tuvieran un papel en el desarrollo social más allá de producir productos y servicios que la sociedad demandaba (y muchos otros que eran perniciosos mientras fuese buen negocio), crear empleos y pagar impuestos.  Su responsabilidad se limitaba a obedecer las leyes y regulaciones. Era responsabilidad de los gobiernos establecer las que fueran necesarias. Sus objetivos revolvían alrededor de la supervivencia de la empresa, no había espacio para otras preocupaciones. Era una época de ignorancia en la gran mayoría de las empresas sobre su papel en la sociedad.

b.     …..y pasamos a una confusión….

En ese entorno de convivencia de empresas con conciencia social y el resto ignorante (por conveniencia o de hecho) se fue desarrollando la idea en este último grupo de que deberían adoptar algunas de sus prácticas. Pero lo hicieron más “para la galería” que por convencimiento, sin una visión estratégica ni con plena conciencia de sus capacidades y sus impactos. De allí surgió la confusión de que la responsabilidad de la empresa se podría evacuar a través de la filantropía y la inversión social, donde habían comenzado hacía decenas de años las empresas ahora más avanzadas.  Se popularizaron los dichos de que “la responsabilidad de la empresa es ir más allá de la ley”, “la RSE no es una moda” y “la RSE está en el ADN de la empresa”, pero más expresión que acción, más expresiones de confusión que de convencimiento.

Una vez que se generalizó la idea de que las empresas tenían una responsabilidad ante la sociedad, que iba mas allá de la filantropía y la acción social, empezó una carrera por demostrar responsabilidad lo que condujo a dos movimientos perversos, uno interno dentro de la empresa, el greenwashing y otro externo, la proliferación de nombres y definiciones.

En el primer caso, las empresas, no todas, ante la presión propia y la de algunos stakeholders mejoraron, pero lo más frecuente era “hacer cositas”, actividades aisladas, circunstanciales, efímeras, sin continuidad, para poderlo publicitar y tratar de obtener el favor de los consumidores y otros stakeholders. Unos stakeholders en particular, muchos consultores, para promover su negocio, estimulaban a las empresas a “hacer de todo”, más allá de lo que era material para ellas y de sus capacidades, lo que contribuyó a la decepción y confusión en muchas de ellas.

Por otra parte, a nivel externo se comenzó con una carrera por la atención de las empresas en particular, y de la sociedad en general, al papel de estas. Con el supuesto objetivo de aclarar la confusión se aumentó exponencialmente la confusión. Con el creciente interés se creó un nuevo mercado rentable, se desarrolló todo un ecosistema de apoyo, una industria de académicos, consultores, cursos, conferencias, cada uno con una visión distinta de lo que debía ser la responsabilidad de la empresa, cada uno con su definición, cada uno queriendo sacar provecho, capturar una cuota del mercado.  No había consultor ni conferencia que no diera su definición. [v]

El caso más paradigmático de esto fue la propuesta de la “creación de valor compartido” que tuvo sus cinco minutos de gloria por haber sido promovida por profesores de Harvard. Parecía que con ello la confusión había llegado a su fin, se había encontrado la piedra filosofal. Pero poco a poco se demostró que no era más que una pequeña parte de la sostenibilidad empresarial no integral, que de hecho era contraproducente al limitar la visión de la empresa. [vi]

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio, ODM, fueron desarrollados con el objetivo de promover el desarrollo sostenible, mayormente vías las acciones de gobiernos. Ante su incapacidad de avanzar, al vencerse su período en el 2015 se desarrollaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, que esta vez sí incluyeron la participación del sector empresarial y que pretendían que este contribuyera a su logro a través de su “responsabilidad social”, aspecto este que estaba adquiriendo prominencia. Pero también al ver que se dificultaba su logro se presionó a las empresas a mejorar sus contribuciones. Algunas hicieron esfuerzos adicionales, pero la gran mayoría se limitó a hacer un inventario de sus actividades para ver cuales se podían imputar y así reportarlo como contribuciones.  Siendo los ODS 17 objetivos con 169 metas que cubren todo el espectro posible de actuación gubernamental y empresarial, se encontraron todo tipo de actividades que imputar como contribución, desde trivialidades a actividades que son la misma razón de ser del negocio. No se consideraba el impacto que tenían en el logro de los objetivos, solamente su congruencia. Los ODS resultaron un excelente instrumento para el greenwashing empresarial, lo que contribuyo aún más a la confusión sobre lo que en realidad es responsabilidad de las empresas. [vii]

c.     ….que dio paso a la expansión….

Todo este entorno en ebullición dio lugar a una expansión por el interés, con la afortunada consecuencia de que se han ido clarificando los conceptos, actividades, estrategias, en fin, cuál debe ser la responsabilidad de la empresa ante la sociedad, aun cuando, como mencionábamos, el mismo concepto y su sobre todo su aplicación practica es difusa, especifica a la empresa.

Una situación que contribuyó a la clarificación de la confusión fueron las intervenciones y el gran interés desarrollado en Europa (región con mucha conciencia social y ambiental) recogido por la Comisión Europa a traves de sus estrategias de sostenibilidad y en particular en una simple definición de esa responsabilidad: “Responsabilidad de las empresas por sus impactos en la sociedad.  Pero para pasar de la teoría a la práctica el suscrito (y espero no añadir a la confusión) la especificaba a que su responsabilidad es la “Gestión de los impactos positivos y negativos, que ha tenido, tiene y quiere tener en la sociedad y el medio ambiente, mitigando los negativos y potenciando los positivos, teniendo en cuenta sus capacidades y el contexto en que opera.[viii] ¡Ves querido lector que cada experto tiene su definición!

Y el factor más determinante en la expansión fue que la profusión de información, aunque confusa, se despertó el interés de los stakeholders, reguladores, sociedad civil, las empresas mismas y sobre todo del gran negocio que se crea en el ecosistema de apoyo: consultores, proveedores y agregadores de información, de análisis, de calificación, de inversión responsable, de formación profesional, de medios y empresas de comunicación especializados, de conferencias, de premios, de certificaciones, de instituciones multilaterales y un gran etcétera. Esta industria es clave en mantener el interés y la expansión, es un buen negocio.  Algunos hacen el bien, otros no tan bien, pero contribuyen a mantener el interés, que no es poca cosa, a pesar de la confusión.

Con la disponibilidad de información y conocimiento se amplió el interés de muchas empresas y de sus stakeholders, en particular de los empleados, de los reguladores y de la sociedad en general, lo que naturalmente condujo a la expansión del mercado de apoyo seleccionado.  En buena parte fue este mercado, en su búsqueda de ingresos el que promovió más activamente el avance de la responsabilidad, aunque muchos lo hicieron con pocos escrúpulos. 

Como consecuencia de esta explosión, los reguladores vieron la necesidad de poner orden, no solo en las actividades de las empresas, sino además en la regulación de la información al público, sobre todo en Europa. Y así surgieron estándares de preparación y regulación de la diseminación de información, en Europa y a nivel internacional, que ampliaron los esfuerzos pioneros del Global Reporting Initiative, GRI, se desarrollaron regulaciones sobre el aseguramiento de la información, contra el greenwashing, del comportamiento de las calificadoras de la sostenibilidad, de las composiciones de los fondos inversión responsable que se ofrecieren al público inversionista, con regulaciones de protección del consumidor y de las emisiones de valores negociables que usasen denominaciones de sostenibilidad.[ix]

Al verse este creciente interés, por lo menos a nivel de difusión, hubo una explosión de conferencias, cursos cortos y largos, diplomados y maestrías, sitios internet especializados, grupos en las redes sociales, todo un ecosistema de promoción y diseminación, que contribuyeron al avance, pero también en este caso, con oportunismo, promoviendo actividades, información y educación de dudosa calidad. 

Esta etapa fue la más fructífera en el avance de la práctica de la sostenibilidad empresarial. Parecía que se rompería la idea de la primacía de los accionistas, que no había que demostrar que todo era rentable.  Esto no quiere decir que el progreso era uniforme ni mucho menos universal. Seguía concentrado en empresas ilustradas, que ahora son muchas, y en algunos países institucionalmente avanzados, sobre todo en Europa, pero el interés si era prácticamente universal.  Pero continuaba habiendo de todo, de quienes se aprovechaban de esta bonanza con actividades de dudosa ética y sobre todo la proliferación del greenwashing, el parecer sin ser.

Esta etapa también coincidió con un creciente interés en el cambio climático, alentado muy especialmente por el logro del Acuerdo de París. Si bien las disposiciones del acuerdo tenían el principal impacto en los gobiernos y en las muy grandes empresas que contribuían de manera significativa a las emisiones de gases de efecto invernadero, los integrantes del mercado de apoyo, mencionado arriba, tenían también interés en expandirse estimulando a empresas que no tenían contribuciones significativas a preocuparse del asunto. Era imperativo decir que todas las empresas se preocupaban del cambio climático.  Esta euforia exagerada contribuyó en parte a la reacción negativa que comentaremos más adelante.  También contribuyó a un relativo descuido de los aspectos sociales de esa responsabilidad. [x]

Adicionalmente la pandemia, además del grave impacto sanitario, lo tuvo sobre la situación económica, sobre todo exponiendo las deficiencias en muchos gobiernos de hacerle frente a la situación. Ante la emergencia sin precedentes, muchas empresas pusieron sus recursos a la disposición del control y amortiguación de la crisis. Se demostró que en una emergencia global las empresas tenían mayor y mejor capacidad de reacción que los gobiernos, lo que acentuó el interés en su responsabilidad ante la sociedad, nos solo vía sus iniciativas, sino además al levantar las expectativas de la sociedad y en particular de sus empleados en cuanto su papel en la mitigación del impacto.  Ello condujo a un relativo, pero temporal, énfasis en los aspectos sociales, que habían sido (y continúan siendo) apabullados por las preocupaciones ambientales.  Se destacó la centralidad de las personas en la vida empresarial. [xi]

d.     …lo que condujo a la banalización…[xii]

Y con la expansión vino la generalización, vino la popularización y con ella la banalización. Todo el mundo es ahora un experto, pero en banalidades y superficialidades.  Aprendes algo nuevo y crees que es la única persona que lo sabe, que has descubierto el agua mojada y escribes un artículo sobre algo ampliamente conocido.  La ubiquidad y facilidad de las redes sociales no solo lo facilita, sino que clama por ello.  Pero no hay control de calidad, ni de creatividad, ni de innovación, ni de contribución real.  No se pide que contribución hace ello al conocimiento o al avance de la práctica. Esto tiende a quitarle legitimidad y seriedad a los esfuerzos. Las redes sociales son un terreno fértil para la banalización. Volvemos a la etapa de confusión, pero esta vez por trivialización.  Claro está que estoy exagerando, no todo es así, pero sí una buena parte, lo que perjudica la implementación de la responsabilidad.

Y esta banalización se expande via instituciones que pretenden captar interés del público, por ejemplo, haciendo y reportando los resultados de encuestas insubstanciales que muestran que todos sabemos lo que es la responsabilidad de la empresa y actuamos en consecuencia. Titulares como “el 72% de las personas afirma que trata de comprar sólo productos o contrata servicios de empresas socialmente responsables”, “Más del 80% de los consumidores dicen que están dispuestos a pagar más por productos responsables, en términos de un sobreprecio[xiii]. ¿Cómo saben que la empresa es socialmente responsable?  ¿Y lo es en todo o destaca solo en alguna práctica? ¿Pagan el sobreprecio o solo lo dicen?  Qué esperaría Ud. como respuesta a la pregunta “¿Compraría Ud. productos que son producidos responsablemente? ¿Quién diría que no?  Otra cosa sería ¿Cuántos de los productos en su carrito de compra los compró porque sabía que eran responsables? ¿Me mostraría cuáles son? ¿Pagó un sobreprecio? [xiv] Banalización.

Un ejemplo paradigmático de la banalización es el artículo Las 10 nominadas al Óscar desde el ojo de la RSE donde se le atribuían aspectos de responsabilidad social a las películas ganadoras.  El que una persona de color gane como mejor vestuario o que haya una película con una “trans”, no es signo de responsabilidad empresarial. Anora es una prostituta, ¿glorificamos la prostitución”. Al Brutalista lo viola el jefe en la cantera de Carrara ¿glorificamos al abuso de poder?. ¿Tenían las películas la intención de moralizar, de estimular responsabilidad? ¿Tuvo ello algo que ver con que fueran ganadoreas? Banalización en estado puro.

¿Porque la banalización de la sostenibilidad empresarial es perniciosa? Porque trivializa algo que es muy serio y crítico para el desarrollo económico y social, que requiere de grandes esfuerzos por todas las partes, y porque hace creer a la sociedad que todo está resulto, que no hace falta profundizar esos esfuerzos.

e.     ….. y pasamos a la euforia….

La expansión, la popularización, la banalización, los intereses creados en la industria del ecosistema, y la profundización dentro de las mismas empresas del interés y de los responsables internos, contribuyeron a la creación de una euforia: hemos llegado. Buena parte de esta euforia es natural, pero otra es artificial. Sí, se ha logrado mucho, mucho progreso, sobre todo si se pone en la perspectiva de hace varias décadas.

Pero se han creado expectativas sobre los logros de las empresa que no se cumplen, se han desarrollado expectativas sobre el impacto financiero de la sostenibilidad que son muy inciertas, expectativas de impacto social que no se logran. Ante la presiones de hacer y decir que hacen, muchas empresas han tenido que recurrir a la información selectiva y a veces engañosa para paliar esas expectativas y se ha recurrido al greenwashing, greenhushing (decir solo lo indispensable y que no cause problemas legales) y targetwashing, (comprometerse a metas que no son realistas ni verificables).

¿Se nos fue la mano en la euforia? [xv]

f.       …lo que produjo un revuelo….

Para cada acción hay un reacción igual y opuesta.

Tercera ley de Newton.

 Estos excesos, como ocurre en muchos ámbitos, producen una reacción opuesta (la tercera ley de Newton). Se ha desatado un revuelo y una reacción negativa.  Algunos alegando que las prácticas afectan negativamente a algunos colectivos o a algunos sectores industriales (EE. UU.) y otros reactivando la vieja oposición de que la responsabilidad tiene costos y que ello afecta su competitividad y la del país. Se ha pasado a exagerar los costos, que suelen ser tangibles, concentrados, y en el corto plazo, y subestimar los beneficios, que suelen ser intangibles, dispersos y en el largo plazo.  Y este revuelo es efectivo porque llega en un momento de agotamiento por la euforia.

Los altibajos se parecen a lo de las bolsas de valores, la tendencia en el largo plazo es hacia arriba, pero está sujeta a los vaivenes de las informaciones disponibles, algunas fidedignas, otras meras especulaciones, y las correspondientes reacciones de los inversionistas. Cuando se cree que los valores están sobrevalorados, se presenta una corrección.  Pero una de las constantes de las inversiones bursátiles es que se tiende a sobre reaccionar, cuando hay razones para ser optimista se es sobre optimista y cuando hay razones para ser pesimista, se es sobre pesimista. Es el caso de la sostenibilidad que en los años recientes se había sobrevalorado y se ha presentado una fuerte corrección.

A comienzos del 2026 parece que estamos en plena tormenta perfecta, la sostenibilidad empresarial ha entrado en etapa de ataques, incertidumbre y, para algunos, hasta de dudas existenciales.  En EE. UU. los ataques del gobierno federal, y algunos estados, a aspectos críticos como la lucha contra el cambio climático y la diversidad, equidad e inclusión en los mercados laborales y financieros ha conducido a una ralentización de los esfuerzos, a veces reales y tangibles, a veces solamente en la expresión pública, un “ecosusurro”, no hacer muchos alardes (el greenhusing) para evitar reacciones negativas. Esta reacción, de supervivencia, a la reacción no debe interpretarse como evidencia concluyente de reducción de acción.

En Europa, el informe Draghi, [xvi] que detallaba un plan de acción para mejorar la competitividad, sobre todo frente a China y EE. UU. ha sido usado en medios políticos para atacar las actividades relacionadas con la sostenibilidad empresarial, alegando, engañosamente y sin pruebas convincentes, que la avalancha de regulaciones en esos aspectos es un factor que atenta contra de la competitividad de forma significativa. [xvii] La Comisión Europea reabrió un debate, que se había cerrado después de trabajados acuerdos, sobre esas regulaciones y abrió una caja de pandora permitiendo que las partes interesadas, a favor y en contra, reabran e intensifiquen sus desavenencias, complicando el logro de acuerdos. Se le ha servido en bandeja de plata a los detractores. [xviii] Con esto también se han intensificado las incertidumbres sobre el impacto de estas regulaciones, enfatizando sus costos e ignorando los beneficios que las justificaron en su momento, contribuyendo así a una ralentización del progreso que se venía logrando y que ha vuelto a despertar las dudas y escepticismos, que siempre han existido.

Después del vendaval de regulaciones vino su dilución. Los enemigos estuvieron esperando el momento oportuno para el contraataque. [xix]

Esta tormenta ha interrumpido, ojalá que sea solo temporalmente, la buena tendencia que traía la responsabilidad de la empresa ante la sociedad ¿Hacia dónde vamos?

g.     ….. que está forzando a sincerase…..

“No hay mal que por bien no venga”. En todo este revuelo, se puso en discusión como nunca antes la sostenibilidad empresarial y ambiental. No es que esta discusión haya clarificado la confusión, no, cada uno de los grupos tiene posiciones relativamente dogmáticas, unos más que otros. Y dentro de la confusión, aunque se usen las mismas palabras, cada uno tiene su idea de lo que esta defendiendo y atacando. No se convencerán.  Un ejemplo paradigmático es la denominación woke, con la cual los detractores se refieren a todo el conjunto de …… ¿de qué?, pues no lo saben, es todo lo que nos les gusta.  Pero woke se refiere a los “Comportamientos y actitudes de la gente que es sensible a la injusticia social y política”. ¿Qué tiene esto de malo?

Pero ha tenido su lado positivo y es que aún dentro de la confusión ha despertado el interés de muchas personas y empresas, que antes no lo tenían, en aprender y actuar. Es un paso adelante. Un buen ejemplo de esto es toda la discusión en Europa sobre la aplicación de la Directiva de Diligencia Debida, CSDDD, sobre la evaluación del comportamiento y riesgos en sostenibilidad en la cadena de valor. La Directiva se habrá diluido como consecuencia del revuelo, pero muchas empresas han ganado conciencia del valor de estos análisis y aun las que no deberán reportar, están tomando mediadas y progresivamente harán sus adquisiciones de bienes y servicios con mayores “diligencias”, con mayor responsabilidad.

Subyacente a todo esto, y de nuevo en reacción a la reacción, se está llegando a una etapa de sincerarse, de racionalizar, de lograr un compromiso entre la euforia y el negativismo, de sacar lecciones nucleares que permitan sincerar las acciones y las comunicaciones.  Las recientes regulaciones aprobadas, tanto a nivel mundial como a nivel de la Unión Europea, pero ahora en estado de dilución, sobre la información de sostenibilidad, los requisitos de aseguramiento de la información, el fortalecimiento del control interno, las regulaciones sobre el greenwashing, las taxonomías y la diligencia debida sobre la cadena de suministros entre otras, son un conjunto de disposiciones que sientan las bases para una situación estable, sostenida y sostenible. Lo que está en cuestionamiento es la profundidad y velocidad del cambio, aunque algunos quisieran que regresáramos a la Edad Media de la regulación empresarial.

Pero estamos montados en un avión: en este viaje hemos tenido y tendremos turbulencia, viento de cola, viento en frente, ganar y perder altitud, girar a derecha e izquierda, para evitar perturbaciones, pero debe seguirse adelante, no nos podemos bajar del avión. Esperemos no tener un aterrizaje forzoso.

Esta situación de cuestionamiento ha llevado a muchas empresas a sincerarse, en parte en función de las regulaciones que lo exigen, pero también para demostrar que el impacto de sus prácticas sostenibles es positivo, que no son simbólicas, y a afirmar su compromiso estratégico, alejándose de los mensajes generales hacia un enfoque más pragmático en el riesgo material, la regulación y el rendimiento financiero. Las controversias también han ayudado a que la misma sociedad este informada y discrimine mejor, enfocándose menos en lo que las empresas dicen sobre sus valores y más en lo que sus acciones revelan sobre sus estratégicas y actividades.

Lo que presenciamos es una recalibración: una evolución de la terminología, el tono y las tácticas en respuesta a un entorno político y económico complejo y combativo.  Muchas empresas han recurrido no solo a la moderación de los alardes públicos, sino además a un cambio de lenguaje. Por ejemplo, ante los ataques a la Diversidad, Equidad e Inclusión, algunos, lo más expuestos y los menos convencidos han reducido sus actividades, pero otras las mantienen, cambiando el nombre a, por ejemplo, “gestión de talento y aptitudes” y las actividades para combatir el cambio climático a “gestión de riesgos y oportunidades medioambientales”. [xx]

III.           ¿Quo vadis sostenibilidad empresarial?

Las predicciones son muy difíciles, especialmente sobre el futuro.

Niels Bohr

 La sostenibilidad empresarial no está disminuyendo. Simplemente se está volviendo más inteligente, más discreta, más integrada y, en muchos aspectos, más eficaz. Hay más rigor, más escepticismo, información mucho mejor y un enfoque más preciso en el impacto que hace cinco o diez años. Es una recalibración no una retirada.

Y la turbulencia está llevando a más y más empresas, ante la necesidad de mostrar impacto, a ver la sostenibilidad empresarial ya no solo como una responsabilidad moral sino como un instrumento de gestión financiera y de riesgo, o sea simplemente buena gestión.  Esto le puede dar resiliencia ante futuros embates.   

Y toda la gran industria que depende de la sostenibilidad empresarial, que mencionamos arriba, que ha sido afectada por la ralentización, tiene más interés que nunca en su avance. En un artículo anterior la culpábamos de ser enemigo de la sostenibilidad por crear confusión y presiones a llevar a cabo actividades no sostenibles, incluyendo el estímulo al greenwashing, pero ante esta turbulencia se van a convertir, por lo menos hasta que regrese la normalidad, en buenos amigos. [xxi]

Esta crisis puede constituir una oportunidad …….. si se aprovecha. Pero se corre el riesgo de que nos acostumbremos a este nuevo nivel de equilibrio inestable. No, debería ser un punto de inflexión.

¿Cuándo regresaremos a la normalidad? No es que esta turbulencia cesará y regresaremos al feliz estado de euforia. No, ha cambiado para siempre y si bien se irá progresando, no será en línea recta, se repetirán los altibajos. Lo que parece más factible es que estemos en esta situación por algunos años donde el cambio no será notable, muy posiblemente sea gradual.

Lo importante es que, como en las bolsas de valores, la tendencia sea alcista.

 

[i] Ver ¿Qué hay de nuevo bajo el sol en responsabilidad empresarial? y Regreso al futuro: ¿Hay progreso en RSE? donde analizamos un libro y un artículo sobre el tema, publicados en 1953 y 1927 respectivamente.

[iii] Parte de esta sección fue utilizada en el webinar “Altibajos de la sostenibilidad empresarial:  el papel subordinado de la comunicación”, organizado por el Pacto Global Red Colombia el 10 de julio del 2025, (texto aquí, video aquí).

[iv] Gracias a Edna Rodríguez de Aluna Sustainability por convertir mi garabato en una gráfica profesional

[xv] Este aspecto lo había tratado en la sección II en el artículo  ¿Está declinando el interés en la sostenibilidad empresarial?: Siete más una razones.