sábado, 26 de marzo de 2022

La “S” de la ASG: ¿Qué es? …. aparte de ser la cenicienta del grupo


Con el ponerse de moda la denominación ASG, Ambiental, Social y Gobernanza, se está comenzando a analizar por separado cada uno de estos criterios de evaluación de aspectos de responsabilidad empresarial, con varias consecuencias no muy afortunadas para la asunción e implementación de esa responsabilidad (ver también el Adendum a este artículo).

Primero porque la responsabilidad es integral, no es cuestión de componentes, aunque resulte atractiva su descomposición para efectos de análisis. Y es mucho más que conjunción de estos componentes. [1] Segundo, porque ello conduce a la idea de que se pueden compensar unos con otros, como si se pudiera compensar alguna irresponsabilidad en S con una responsabilidad en A, como suponen las calificaciones de sostenibilidad, que las agregan en un número o una letra. El número de directores independientes no vale el doble que la igualdad de género, por ejemplo. ¿Se pueden compensar sueldos indignos con ahorro de agua? Y tercero, porque no se puede decir que uno es más importante que el otro, como alegan los expertos en alguno de los tres componentes, depende del contexto de la empresa y la sociedad donde opera.

La denominación ASG tiene el sesgo de los mercados financieros, son criterios de evaluación de las actividades de las empresas en esos tres aspectos, no representa la responsabilidad de la empresa. En este artículo tomamos el punto de vista de lo que debe preocupar y tomar en cuenta la empresa, no lo que deben ser los criterios para esos mercados.

El objetivo de este artículo es rescatar la importancia de los aspectos sociales en la responsabilidad empresarial frente al sesgo que la confusión de criterios ASG de evaluación financiera con actuaciones en responsabilidad. Los criterios “S” de la ASG no constituyen lo que debe ser la responsabilidad “S” de la empresa (como enfatizamos en la sección VI).

Para ello pasamos revista a los temas ambientales y de gobernanza y postulamos que hay componentes que están más desarrollados que otros, más populares, que reciben más atención que otros, por razones no necesariamente relacionadas con el impacto de cada uno en la sociedad, por lo que se pueden favorecer unos en detrimento de otros. Si bien la pandemia ha estimulado el interés en los aspectos S, siguen siendo los que están menos desarrollados, menos concretizados, son los que menos se prestan a la cuantificación y por ende pueden ser la cenicienta de la ASG. Es necesario realzar su contribución a la sociedad. Consideraremos brevemente la G y la A para poner la S en contexto.

Alguien puede preguntar cuáles son los criterios más importantes.  Los criterios más importantes son los que representan los aspectos materiales para la empresa.

I.                La G de Gobernanza, el decano de los criterios de evaluación ASG

De la misma manera que el suscrito alega que la S es subvalorada, un reciente estudio publicado por la asociación que agrupa a las instituciones de inversión responsable en España, SPAINSIF, La Gobernanza en las Finanzas Sostenibles, alega que “Dentro de los aspectos Ambientales, Sociales y de Buen Gobierno quizá sea este último el que menos presencia propia ha tenido en las finanzas sostenibles.”

Al contrario, los criterios de Gobernanza, G, son los más conocidos y desarrollados por la industria de los mercados financieros, desde mucho antes de que se desarrollara el interés por la sostenibilidad empresarial y la inversión socialmente responsable. Han estado en el centro del análisis financiero de las empresas casi desde que se crearon los valores negociables. El tema de la gobernanza, como sinónimo de gestión, ya estaba en las metodologías de su valoración. La idea de que los aspectos ambientales y sociales tienen algún impacto sobre el valor de las empresas es relativamente reciente.

Los criterios G surgen de los códigos de buen gobierno y, desde la disciplina de compliance, con las disposiciones de esos códigos y ya estaban muy desarrollados, a nivel global, en la versión original de los Principios de Gobierno Corporativo de la OCDE y del G20, del 1999. A nivel de países, en España se publicó el primero en el 2006, en Alemania en el 2002. En países de derecho común o anglosajón, que se guían más por buenas prácticas y jurisprudencia, no son comunes. El Reino Unido solo lo tiene consolidado desde el 2018, aunque ya en el 1992 existían guías oficiales. EE. UU. no tiene un código como tal y la práctica se basa en regulaciones a nivel estadual, legislaciones a nivel federal y buenas prácticas. 

La preocupación por la gobernanza es simultánea con la creación de las acciones en empresas y la delegación de la gestión a terceros (ya en el 1609 se registra una disputa entre accionistas y dirigentes por la gobernanza de la empresa en la East India Company de los Países Bajos).

Lo que si es cierto es que ahora que los criterios G se han se han agregado a los de A y de S, para completar el trio ASG, incorporándolos al análisis de la sostenibilidad de esos valores, se debe transitar desde criterios de evaluación financiera a criterios de evaluación de sostenibilidad. Para ser usados como base para toma de decisiones de inversiones socialmente responsables (que no es lo mismo que inversiones ASG [2] ), deben considerar que el interés de los inversionistas está no solo en el impacto sobre las finanzas de la empresa, sino además el impacto de la empresa sobre los stakeholders

Se debe transitar de la visión reactiva de gobernanza como compliance, a una visión proactiva de responsabilidad ante la sociedad. [3] La gobernanza de la empresa es crítica para la gestión de los impactos ambientales y sociales y es mucho más que la operatoria de los Consejos y de las Asambleas de Accionistas.

Algunos ejemplos de esta transición de la gobernanza de compliance a responsabilidad, en el caso del consejo (directorio), es el cambio de la preocupación por la remuneración de los consejeros en relación a la del empleado medio a la remuneración ligada al logro de indicadores de sostenibilidad, de la preocupación por el número de consejeros independientes a la del número de consejeras, de la existencia de comités de auditoría y remuneraciones a la de un comité de sostenibilidad y de las competencias de los consejeros en el negocio a competencias en sostenibilidad empresarial. [4]

II.             Los A de Medio Ambiente, los príncipes de los criterios de la evaluación ASG

Los criterios A son de creación más reciente, desde que comenzó la preocupación por el impacto de las actividades industriales y comerciales sobre el medio ambiente, desde que, a mediados del siglo pasado, se generalizó la idea de que los recursos del planeta son finitos y que el ritmo de su explotación debe moderarse. Y el interés está creciendo muy rápidamente, sobre todo en le aspecto del cambio climático, de mas reciente descubrimiento.

Si bien su desarrollo ha sido continuo hubo dos eventos que fueron críticos en despertar en los gobiernos y en las empresas la preocupación por el medio ambiente y en particular por el cambio climático. La Cumbre de la Tierra, celebrada en Rio de Janeiro en el 1992, que desarrolló un marco para la protección del medio ambiente y la promoción del desarrollo sostenible, y el Acuerdo de París [5] que logró el acuerdo de los gobiernos en la toma de medidas para la mitigación, adaptación y financiamiento de los impactos del cambio climático.

Si bien la responsabilidad por el control de las emisiones recae en los gobiernos a través de las regulaciones, las emisiones se deben en gran parte a las actividades de las empresas. De hecho, solo 20 empresas contribuyen al 47% de las emisiones y 100 empresas contribuyen al 71%

Pero el medio ambiente es mucho más que cambio climático, sin embargo, para las empresas se ha convertido en un tema sexy, por su impacto global y porque se presta a su cuantificación. Es el único tema de ASG para el que se han desarrollado esquemas de reporte específicos, separados de los esquemas integrados (aun cuando hay un movimiento para su absorción por los esquemas integrales de reporte). [6] Se ha progresado mucho en la estimación de las emisiones, lo que ha dado lugar a que se convierta en un tema favorito de conferencias, documentos, reportes, etc. Ha dado lugar a la moda más reciente, la del Net Zero, la de prometerse (¿compromiso vinculante?) a la neutralidad en emisiones, generalmente con la meta a ser lograda antes del año 2050 (cuando posiblemente será muy tarde). [7]

La preocupación por el cambio climático le resta atención al resto de los temas, incluyendo a otros del medio ambiente, que incluye además otros aspectos como el consumo de otros recursos naturales, en particular el consumo de agua, el reciclaje, y en su concepción más amplia, la economía circular y el impacto sobre la biodiversidad y el valor de sus recursos.

Todos ellos tienen en común que es relativamente fácil desarrollar indicadores cuantitativos, que es lo que demandan las calificadoras y la industria de la inversión ASG: emisiones, consumo neto de agua, consumo de energía, volumen de reciclaje, desechos, empaques, etc., por lo que se han convertido en los príncipes de la ASG.

Y su popularidad los convierte en enemigo de los demás criterios, sobre todo de los sociales, al robarles atención.

III.           La S de Sociales, la cenicienta de los criterios de evaluación ASG.

En su concepción amplia la S es el criterio ASG de más reciente interés, pero está en pleno desarrollo, estimulado además por la pandemia que ha destacado el papel clave de la persona y de las empresas en la mitigación de sus impactos. Algunos aspectos, por ejemplo, el bienestar de los empleados, han sido preocupación de muchas empresas desde la revolución industrial cuando estas constituían la principal fuente de empleo y riqueza de sus comunidades. Pero como en el caso de la G, se está produciendo una evolución desde de la consideración estrecha de empleados y comunidades como recursos, hacia la ampliación a otros stakeholders, con una consideración más integral de sus impactos en la sociedad, como fines, y desde la actitud reactiva de la mitigación de impactos negativos hacia a una actitud proactiva de hacer el mayor bien posible y usar esos recursos de manera sostenible.

Pero estos criterios, a diferencia de los A, tendrán obstáculos en su consideración por las dificultades de su cuantificación. No son físicos como la A o legalistas como la G, tienen un elevado componente emotivo, al fin y al cabo, se trata de impacto sobre las personas.

Por su interés relativamente reciente, su amplio espectro y las dificultades de su cuantificación y de la determinación de su contribución a la sostenibilidad financiera (que constituye el interés de muchas empresas) es conveniente analizar en más detalle lo que constituye la S en la visión proactiva. No pretendemos hacer una lista de todos los aspectos relevantes, sino más bien destacar su amplitud y la necesidad de su consideración, a pesar de aquello.

Los dos componentes anteriores tienen sus propios grupos de interés.  La G está muy relacionada con los inversionistas y las relaciones financieras. La A es de interés especializado a los ambientalistas, y por la frecuencia e impacto de los desastres naturales, de gran parte de la sociedad. Pero la S, por ser tan amplia, no tiene un grupo dedicado, es la cenicienta, y por ello puede perder importancia relativa (“perro de muchos dueños se muere de hambre”). Pero debe ser del interés de todos. 

¿Cuáles son los aspectos que las empresas deberían considerar en su “responsabilidad S”?  Tradicionalmente han sido, internamente, las condiciones (ambiente físico) y beneficios laborales (salud, educación, vacaciones) y externamente, el impacto en las comunidades. Recientemente el interés se ha profundizado y expandido a temas como las remuneraciones para un nivel de vida digno (seguridad financiera), el ambiente de trabajo con apoyo emocional, la igualdad de condiciones para todos los empleados (no discriminación), promoción de la diversidad, el desarrollo de oportunidades de crecimiento y de progreso, entre otros.

Ante los cambios acelerados en el entorno del trabajo, sobre todo los tecnológicos, muchos empleados confían en que la empresa los protegerá contra su obsolescencia profesional y promoverá su empoderamiento personal y el enriquecimiento del trabajo. [8] Y no es que se garantizará el empleo, pero sí que mitigarán los impactos del cambio. La pandemia fue paradigmática en este sentido y distinguió a las empresas responsables que no descargaron el impacto financiero sobre los empleados, y en algunos casos mantuvieron, en la medida de lo posible, los niveles de empleo en espera de la recuperación, con la conciencia de que la empresa tenía mayor capacidad de aguante y recuperación.

El cambio en las modalidades de trabajo, estimulado por la pandemia, está reduciendo el sentido de pertenencia, de unidad, de colaboración, de equipo, con el riesgo de la perdida de identificación con la empresa, por lo que adquiere todavía mayor importancia la consideración de los aspectos sociales.

Los acuerdos y convenciones internacionales sobre los Derechos Humanos, DD.HH., están comenzando a formar parte de las estrategias de las empresas, pasando desde la concepción tradicional de evitar violaciones, a considerarlos como un marco para asumir la S de la responsabilidad empresarial. Esto ha sido estimulado con la aprobación en el 2011de los Principios Rectores sobre las Empresas y los Derechos Humanos de la ONU, que si bien son de aplicación voluntaria, aterrizó la extensión y complejidad de las declaraciones y convenciones sobre DD.HH., a la realidad cotidiana de la empresa y su contexto. No era un problema solo de países, es un problema también de empresas. La propuesta de la Comisión Europea sobre diligencia debida en derechos humanos y medio ambiente del 2022 contribuirá a internalizar la consideración de los DD. HH. en las grandes empresas.

Externamente la S tradicionalmente incluía el apoyo a las comunidades afectadas positiva o negativamente por las actividades de la empresa, mayormente educación, salud, infraestructura y la mitigación de impactos negativos, a través de actividades filantrópicas. El interés se ha expandido hacia la responsabilidad social y ambiental de los suplidores, hacia el desarrollo y expansión de suplidores locales, con impacto en el desarrollo local, sobre todo en el empleo y la pobreza, y al apoyo a las autoridades locales para potenciar el impacto positivo de ambas partes, entre otros aspectos.

Y para algunos la responsabilidad del producto y la atención al cliente son parte de la S externa a la empresa.

IV.           ¿Y la A, B, …X y Y omitidas?

Pero ahora que se ha puesto de moda el confundir la responsabilidad y la sostenibilidad empresarial con los criterios ASG que se usan para la evaluación de las características de los instrumentos financieros, se tiende a olvidar cuales son los conceptos a nivel de actividad empresarial.  Son mucho más que A, S, G o su agregación en una calificación más o menos arbitraria [9]. Para no alargar más la discusión, reproducimos un par de párrafos del artículo De la Responsabilidad Social, a la Sostenibilidad, a la ASG: Lo bueno, lo malo y lo feo donde lo analizábamos:

Sin entrar en muchos detalles recordemos que la concepción integral de esa responsabilidad es la asunción y gestión de los impactos que la empresa tiene en la sociedad (y el medio ambiente) y los que quiere tener (ver ¿Cómo interpretar LA definición de la RSE?).  Los impactos negativos, pasados, presentes y futuros son indiscutibles, hay que gestionarlos. En los países con instituciones avanzadas son parte de la regulación. Los positivos, presentes y futuros, y los que quiere tener, dependen de la voluntad y de su capacidad gerencial y financiera de acometerlos.

Y la gestión de la responsabilidad no es algo que se limita a “actividades”, como muchos creen, incluye además la cultura organizacional, la gestión interna, sus políticas y procedimientos y su implementación, el carácter de sus dirigentes y empleados, entre otros (ver Reduccionismo en la RSE: El total debe ser mayor que la suma de las partes). Si bien se refleja en actividades, la responsabilidad empresarial es el carácter de la empresa.

Los indicadores A, S, y G son reactivos, del pasado.  ¿Invertiría basándose solamente en la rentabilidad que los valores han tendido históricamente en bolsa?  Es posible que los utilice como “indicadores”, pero no los debe usar como determinantes, querrá conocer además las perspectivas de la empresa, de los competidores, del mercado, de las regulaciones, etc. El caso de la responsabilidad empresarial es semejante, requiere de una consideración holística y en este caso de otras consideraciones que van más allá de la pura definición de A, S y G, incluyendo aspectos como los mencionados en el párrafo precedente.

V.              Contenidos de esquemas de reporte e indicadores para calificaciones ASG

Y ante la confusión entre responsabilidad o sostenibilidad empresarial y los criterios de evaluación ASG, se tiende a pensar que la responsabilidad denominada S son actuaciones en el componente S de los criterios.  Pero la responsabilidad S que le interesa a cada empresa es lo que es material para ella en función de su situación, contexto y tiempo en el que opera.  Pero estos esquemas e indicadores de reporte y evaluación suelen influenciar lo que las empresas creen que debe ser su responsabilidad empresarial. Si hay que informar sobre algo y nos van a evaluar sobre algo, debe ser que es “importante”.

Y lo más pernicioso es que muchas empresas siguen los criterios de evaluación de algunas calificadores ASG o los esquemas de reporte (GRI, SASB, Unión Europea, ONU, entre otros) para establecer sus estrategias de responsabilidad.  El objetivo termina siendo el mejorar la calificación más que responder a los stakeholders o ser responsable porque sí.

Basta recordar nuestros tiempos de estudiantes, cuando estudiábamos lo que creíamos que nos iban a preguntar en el examen, no lo que era relevante conocer. Algunos pasaban más tiempo averiguando lo primero que estudiando.

A continuación, listamos los estándares y esquemas de reporte y algunas fuentes de indicadores que son indicativos de “lo que van a preguntar en el examen”.

1.      Estándares de reporte (sociales) GRI, SASB, Comisión Europea e ISSB

Son o serán los más usados. El primero tiene como objeto todos los stakeholders de la empresa y requiere el reporte de información que los afecta (materialidad de ida). El segundo tiene como objeto los inversionistas y requiere el reporte de información que pueda afectar la situación financiera de la empresa, en parte como consecuencia de las acciones de los stakeholders (materialidad de vuelta). El tercero, en proceso de elaboración, requiere el reporte de información sobre ambos impactos (doble materialidad). [10] El cuarto, el International Sustainability Standards Board, ISSB (que absorbió a la Value Reporting Foundation, que a su vez había absorbido al SASB y al International Integrated Reporting Council), y es de suponer, por quienes son sus promotores, que se concentrará en la materialidad financiera, la de vuelta.[11]  GRI detalla la información que debe presentarse, incluyendo algunos indicadores, el SASB, todavía efectivo, contiene un extenso listado de indicadores y guías para su presentación.  El borrador de la propuesta de la Comisión está siendo preparado por el European Financial Reporting Advisory Group y es de esperar que será muy detallado en requerimientos, procesos e indicadores. Los estándares del ISSB están en un proceso muy preliminar.

2.     World Economic Forum

El World Economic Forum, WEF, ha producido una lista de indicadores a ser reportados, que consta de 21 indicadores de base y 34 suplementarios. Aunque no es un esquema de aceptación universal, lo mencionamos porque está apoyado por el WEF, un gran número de grandes empresas y las cuatro grandes firmas de auditoría. No hace mención explícita a la materialidad.

3.     Comisión Europea

a.     Taxonomía Social

Consideramos esta Taxonomía por su especificidad en los aspectos sociales. Es complementaria a la más conocida Taxonomía Verde, y fue publicada como borrador de consulta en febrero del 2022 (esta secuencia y el nivel de detalle relativo en ambas demuestra la prioridad que se le asigna en la Comisión a los temas medio ambientales, tratando los sociales como de añadidura).

La taxonomía social no incluye una lista de actividades ni de indicadores de impacto social. Se limita a sugerir los stakeholders a considerar, y los ámbitos de actuación: (i) empleados (incluyendo la cadena de valor); (ii) consumidores/usuarios finales; y (iii) comunidades afectadas (directamente y a través de la cadena de valor. A través de: (i) trabajo decente (incluyendo la cadena de valor; (ii) estándares de vida adecuados y el bienestar de los usuarios finales; y (iii) comunidades incluyentes y sostenibles. 

La Taxonomía Social está muy verde. Y el documento nos recuerda que, a diferencia de los impactos ambientales, las actuaciones sociales tienen de por sí impactos positivos (empleo, impuestos y bienes y servicios necesarios para la sociedad) que se dan por un hecho, que no hay que vanagloriarse de ello.  Se deben crear otros impactos positivos y obviamente, mitigar todos los negativos.

b.     Guías para el reporte de información no financiera

La Comisión Europea esta preparado una Directiva sobre reportes de sostenibilidad corporativa, CSRD, en contraposición a los del GRI y los eventuales del ISSB. Especificará, en particular, la información que debe reportarse sobre los aspectos sociales. Mientras tanto rigen unas guías para la presentación de información no financiera, en cumplimiento de la respectiva Directiva 2014/95EU, que sugieren algunos aspectos.

4.     Contenido de calificadores de sostenibilidad

Cada una de las centenares (aunque tan solo 8 controlan gran parte del mercado) de empresas calificadoras de sostenibilidad tienen sus modelos e indicadores privados [12] de lo que quiere decir sostenibilidad en general y la S en particular, y no hay consenso sobre lo que son. No hay un inventario exhaustivo de indicadores, pero se puede decir que hay millares de indicadores ASG y centenares específicamente S. Esos criterios suelen ser generalizaciones. La base de datos del Reporting Exchange  (una iniciativa del World Business Council on Sustainable Development) contiene más de 1400 indicadores.

VI.           ¿Qué es entonces la S de ASG?

Como mencionábamos, buena parte de la menor importancia relativa de la S es la dificultad de cuantificar muchos de sus componentes de manera confiable por su carácter parcialmente subjetivo.  Pero ¿si no se pueden cuantificar no cuentan?  La empresa es movida por personas, donde recaen todas las responsabilidades por la sostenibilidad empresarial.  De allí que se deben intensificar los esfuerzos para la identificación de los elementos relevantes, cualitativa o cuantitativamente. Y porque además cubre un espectro de actividades mucho más amplio que la A y la G

El objetivo de esta sección final no es hacer un análisis exhaustivo de todo el espectro de actividades calificables como parte de la “responsabilidad S”, tarea prácticamente imposible. Solo ofreceremos una tipología a nivel agregado para guiar las estrategias. Dentro de cada categoría se pueden considerar decenas de acciones que son específicas a cada empresa, en su tiempo y en su contexto. Con objeto de ilustrar lo que queremos decir con cada categoría, incluimos solo algunas acciones.

Postulamos que las actividades sociales caen dentro de cinco grandes categorías. Recordemos que cada empresa calificadora, cada estándar y esquema de reporte tiene su propia versión.

El valor agregado de nuestra presentación está en el objetivo. No es guiar el reporte para todas las empresas, no es conducir a una calificación de la empresa comparable con otras, es guiar la estrategia de responsabilidad y su gestión para una empresa en particular. Estos tres objetivos requieren de insumos diferentes. 

a.     Capital humano de la empresa

1.      Entorno físico.

a.      Seguridad laboral.

b.     Calidad del espacio.

c.      Trabajo remoto.

2.      Entorno emocional.

a.      Diálogo entre supervisores y supervisados.

b.     Conciliación trabajo familia.

c.      Canales de denuncia de irregularidades.

d.      Protección contra represalias.

e.      Políticas/procesos contra hostigamiento.

f.       Soporte emocional en crisis generales y/o personales.

3.      Justicia social.

a.      Diversidad, inclusión.

b.     No discriminación por ninguna característica personal.

c.      Procesos de resolución de discrepancias.

d.      Políticas de retención, terminación, estabilidad laboral.

4.      Remuneraciones.

a.      Sueldos compatibles con el costo de vida.

b.     Remuneración compatible con el trabajo efectuado.

c.      Promociones y desarrollo en base a rendimiento.

d.      Incentivos no monetarios.

e.      Pensión corporativa.

5.      Desarrollo profesional.

a.      Enriquecimiento del trabajo.

b.     Entrenamiento para el trabajo.

c.      Oportunidades de avance en la profesión.

d.      Participación en la toma de decisiones.

6.      Beneficios sociales.

a.      Seguros de salud, servicios médicos.

b.     Vacaciones.

c.      Contribución al ahorro personal.

d.      Razonabilidad y flexibilidad de horarios.

e.      Apoyo familiar (licencia maternidad/paternidad).

b.     Clientes.

1.      Responsabilidad del producto o servicio.

a.      Impacto positivo sobre el bienestar social.

2.      Efectividad del producto o servicio.

a.      Calidad, durabilidad, confiabilidad.

b.     Compatibilidad entre lo dice que hace y lo que hace.

3.      Ética en la publicidad.

4.      Servicio al cliente y al producto o servicio post adquisición.

5.      Apoyo en la utilización responsable del producto o servicio.

6.      Respeto a los derechos del consumidor, regulados o no.

c.     Comunidad.

1.      Compras y empleo locales.

2.      Apoyo al desarrollo económico local (infraestructura social).

3.      Apoyo al desarrollo social local (salud, educación, etc.).

4.      Mitigación de impactos negativos.

5.      Apoyo a los gobiernos locales para el servicio de la comunidad.

d.     Derechos Humanos (transversal sobre los tres precedentes).

1.      Políticas, procedimientos y diligencia debida para el respeto.

2.      Mecanismos de rectificación.

3.      Cumplimiento de los acuerdos y convenciones internacionales.

4.      Mano de obra infantil y/o forzada.

5.      Libertad de asociación.

e.     Proveedores.

1.      Apoyo a replicar su responsabilidad en los aspectos sociales precedentes.

2.      Requerimientos contractuales sobre su comportamiento en los aspectos sociales y ambientales.

3.      Proceso de cumplimiento, sanciones y exclusión.


Y esta lista de conceptos y actuaciones, que no es exhaustiva, da una idea de la importancia y del impacto de los aspectos sociales de la responsabilidad empresarial. Algunas son cuantificables y otras no, pero ello no quiere decir que no son gestionables. [13]  Para asumir la responsabilidad se requieren conceptos y actuaciones, que no es lo mismo que indicadores para calificaciones.

Contrástese con la lista de indicadores (y sus respectivos porcentajes) que usa S&PGlobal (Dow Jones)[14] para calificar la “S” en la industria minera (de alto impacto social):


Y de este contraste se puede apreciar la relativa pobreza de los “indicadores S” para capturar la “responsabilidad S”. [15] No, las calificaciones sobre sostenibilidad no son guías para la responsabilidad empresarial, aunque algunas empresas “hagan cositas” para mejorar la calificación.

VII.         En resumen

Los aspectos sociales de la responsabilidad empresarial pueden ser subvalorados por: (1) la competencia por espacio que le dan los aspectos ambientales (la moda del cambio climático sobre todo en las grandes empresas); (2) la influencia y el sesgo que los pocos criterios “S” usados en las evaluaciones ASG para la conformación de fondos de inversión, al ser extrapolarlos como si fueran las actividades responsables; y, (3) la relativamente mayor dificultad de la cuantificación de las actividades y de sus impactos.

Hay que vencer esta subvaloración y elevar los aspectos sociales de la responsabilidad empresarial al impacto que tienen en la sociedad y en el medio ambiente.  Esa responsabilidad esta ejercida por personas que son el centro de la actuación empresarial. Todos sus stakeholders son personas o el resultado de la actuación de personas.

 



[7] En el informe Road to Zero Emissions, se presenta un análisis de estas promesas para 55 grandes empresas en el que se concluye que “la gran mayoría de las empresas evaluadas no han establecido metas de reducción de emisiones alineadas con el aumento de 1,5`grados, ni han demostrado progreso en reducir sus emisiones en compatibilidad con las metas de cero emisiones netas”. El informe Are Companies Being Transparent in their Transition? 2021 Climate Transition Plan Disclosure, solo el 6% de las empresas analizadas revelan detalles completos de sus metas de cero emisiones.

[9] Para el análisis de un caso donde se compara la responsabilidad de la empresa con su evaluación en base a criterios ASG, ver el banco más sostenible del mundo.

[11] Aunque el GRI firmó un acuerdo de colaboración con el ISSB para promover la consideración de la materialidad de ida.

[12] Una de las pocas calificadoras que los divulga es S&PGlobal, que califica las empresas para los Dow Jones Sustainability Indices.

[14] Usamos estas por ser la única disponible.  Es de enfatizar que es posible que cada uno de estos indicadores este compuesto de otros no revelados.

[15] Nótese que no hemos incluido filantropía en la lista porque la consideramos como una modalidad de ejercer la responsabilidad en los demás conceptos no como un concepto separado.


domingo, 13 de marzo de 2022

La invasión de Ucrania y su impacto en la sostenibilidad empresarial y ambiental


La invasión está teniendo impacto sobre la sostenibilidad empresarial y sobre la ambiental, algunos inesperados. Consideraremos cuatro aspectos: responsabilidad de la empresa privada; energía y cambio climático; responsabilidad social de los armamentos; e, inversiones ASG.

1.    Responsabilidad de la empresa privada

Centenares de empresas están cerrando sus operaciones en Rusia y Bielorrusia o dejando de comercializar con instituciones de esos países.[1]  La invasión es tan injustificada como brutal que hacía previsible que algunas empresas expresaran su opinión via desinversiones.  Lo que es sorprendente es la cantidad de empresas que lo están haciendo, con costos significativos.  Algunas podrán ser expropiadas con compensación dudosa y/o serán excluidas de hacer negocios con los dos países en el futuro.  En todo caso, algunas tendrán pérdidas muy significativas y es laudable que las acepten para hacer valer sus valores.

Como parte de su responsabilidad empresarial, algunas lo harán bajo el argumento moral, de no querer asociarse con esa violencia, otras lo harán con un argumento empresarial, al considerar que las perdidas, monetarias y reputacionales, por esas decisiones serán menores que las pérdidas en los demás mercados donde operar por no actuar. Habrá algunas que lo hacen porque no tienen nada que perder o algo de reputación que ganar.

Y otras, como Danone y Nestlé, al contrario, rehúsan salir, usando también argumentos de responsabilidad ante la sociedad. Danone alega: “Tenemos una responsabilidad con la gente a la que alimentamos, los ganaderos que nos proporcionan la leche, las decenas de miles de familias que dependen de nosotros".  La compañía tiene a en torno a 8.000 empleados en el país. Hubiera sido interesante ver la reacción del CEO de Danone que fue removido en marzo del 2021 en parte por su estrategia de sostenibilidad empresarial. [2] Nestlé defiende su posición con argumentos muy semejantes.

Por otra parte, están empresas como McDonald’s, que ha cerrado sus operaciones en el país pero que, por lo menos en el corto plazo, está manteniendo el sueldo a sus 60 000 empleados, para no perjudicarlos por algo de lo que pueden ser víctimas.

Y las empresas que decidan quedarse muy probablemente aumentarán su filantropía en Ucrania.

Parece que con la responsabilidad de la empresa ante la sociedad se puede justificar todo tipo de acciones, salir, quedarse y quedarse saliendo.

De cualquier manera, el comportamiento de las empresas que cesan sus operaciones no ha dejado de sorprender. Ojalá se extienda esa responsabilidad a otras áreas, por ejemplo, suplidores, y países, que no respeten los derechos humanos y el medio ambiente.

La reciente propuesta de la Comisión Europea de hacer obligatoria la diligencia debida sobre esos aspectos en la cadena de valor no debe haber tenido un impacto directo sobre las decisiones de estas empresas, pero sí refleja una preocupación compartida.

2.    Energía, cambio climático

Posiblemente este sea el aspecto donde la invasión tenga un mayor impacto y sea el más duradero. Hay por lo menos tres frentes: cambio en el modelo energético del mundo, en particular de Europa; reconsideración del impacto ambiental de los combustibles fósiles; y, cambio en los patrones de consumo a nivel personal.

Se hace necesario un aumento de la producción de petróleo y gas en otras regiones para suplir la caída en el suministro por parte de Rusia, aceptando que el petróleo y el gas son imprescindibles.  No era de esperar que los países más afectados tuvieran que aumentar su propia producción, si pueden, y pedir aumentos a otros, en particular a los miembros de la OPEP, en especial Arabia Saudita.  Y hasta con Venezuela, EE., UU ha reabierto el diálogo buscando aumentos en el suministro de crudo cuando en los últimos años le había impuesto el embargo.  Y hay una urgencia añadida en lograr un acuerdo con Irán sobre sus armas nucleares con la idea de que pueda aumentar su producción y venta de crudo y gas que ahora está limitada.

¿Nos hará el petróleo y gas ignorar los derechos humanos?

Hasta el carbón puede llegar a ser menos odiado.

En este sentido es oportuno recordar la oposición de algunos sectores a la inclusión del gas y la energía nuclear en la Taxonomía verde de la Unión Europea, como fuentes energéticas en la transición a energías limpias.  La actual situación estimulará una reevaluación de esta oposición ya que la transición energética adquiere mayor urgencia.

Y todo el tema del cambio climático puede sufrir una pausa, a pesar del reciente informe del Intergovernmental Panel on Climate Change, IPCC, cada vez más alarmante. Ha quedado muy claro que hay un conflicto de intereses, no de fácil resolución: costo, seguridad y cambio climático.  Por una parte, en el corto plazo no es factible un aumento significativo de la producción de energía renovable para substituir la reducción en el suministro de combustibles fósiles, sobre todo en Europa.  Pero por otra, la crisis va a estimular aún más la necesidad de reducir la dependencia de estos combustibles y la de estimular la producción de energía renovable. El cambio de modelo energético se hace más imperativo.  

Con el súbito y elevado aumento de los precios de los combustibles, gasolina, diésel y gas, los consumidores tendrán estímulos a cambiar su “modelo de consumo de energía”, como en el caso de los países.  En algunos países aumentará el interés por los vehículos de menor consumo, que se había estabilizado.  En todos los países aumentará el interés por los vehículos eléctricos, aun cuando el costo de la electricidad también subirá, pero menos que el precio de la gasolina y el diésel, sobre todo en los países que tienen una mezcla energética menos dependiente de los combustibles fósiles. Y algunos consumidores, que puedan hacerlo, cambiaran sus medios de transporte a transporte público y bicicletas y motos, preferiblemente eléctricas para desplazamientos largos. Y por supuesto una reducción del consumo energético en el hogar, menos calefacción, menos aire acondicionado.

Todo esto podría estimular el ahorro de energía, con una reducción del consumo de combustibles fósiles y un impacto positivo sobre el cambio climático.  Algo parecido a lo que ocurrió con el covid, cuando se redujo la movilidad y la actividad económica, aunque será en menor escala.

Aun cuando el problema se resuelva a corto (ojalá) o mediano plazo, quedará el shock y es posible que los cambios sean permanentes, aunque dependiendo de este plazo de resolución serán más o menos intensos y más o menos duraderos. Algo parecido al impacto del COVID.

3.    Responsabilidad social del armamento

De la misma manera que la invasión está forzando la reconsideración del impacto ambiental de los combustibles fósiles, lo está haciendo con la responsabilidad social de los armamentos.  Ambos han adquirido más urgencia y con ello una reevaluación de su impacto.

Pero, a diferencia de los combustibles fósiles, la apertura al financiamiento responsable del armamento tiene muy poco consenso. En el artículo ¿Son las empresas de armamento socialmente responsables? ya habíamos analizado esto con algún detalle por lo que no lo repetiremos.  Baste con resumir que algunos alegan que ….

la altura de la responsabilidad social en estos momentos requiere invertir en acciones de empresas que producen armamentos ….la defensa de los valores de las democracias liberales y la creación de disuasivos, que preserven la paz y la estabilidad global es tan importante que las empresa productoras de armamentos deben ser incluidas en los fondos con la etiqueta ASG, medio ambiente, social y gobernanza” (énfasis añadido).

Estaremos de acuerdo que preservar la paz y la estabilidad global es una responsabilidad social, pero que hacerlo via la producción de armamentos es descabellado. ¿Podemos suponer que el armamento será utilizado responsablemente? ¿Qué solamente tendrán acceso a ellos los lideres responsables? ¿Qué no causarán destrucción?

Por ahora el consenso parece ser que no solamente es “absurdo” sino además, innecesario. Estas empresas no requieren acceder al mercado del financiamiento responsable para cubrir sus necesidades.  Su rentabilidad las hace atractivas a muchos inversionistas, a los que no les importan el uso que se les dé a sus productos. No solamente hay fondos que contienen empresas de tabaco, alcohol, apuestas, pornografía y armamento, los hay especializados a cada uno de estos sectores y aun fondos que excluyen el resto de los sectores, como por ejemplo, los “fondos de vicios”

4.    Inversiones ASG en Rusia

Con la invasión se ha hecho del conocimiento público que muchos fondos etiquetados como ASG (que no es lo mismo que inversiones socialmente responsables [3]) poseen valores de empresas rusas. Muchos expresan sorpresa. Sin entrar en detalles sobre la responsabilidad de las empresas seleccionadas (la etiqueta ASG aguanta de todo), que desconocemos, parecen confundir la empresa con el gobierno del país. Es posible que haya empresas en Rusia que sean ampliamente responsables y el hecho de estar localizadas en el país no debería descalificarlas, deben ser analizadas por sus propios méritos. Pero vista la creación de muchas empresas rusas en la transición del comunismo al capitalismo oligárquico, es posible que haya pocas que lo sean y que coticen en bolsas con estándares elevados de gobernanza.

Y ello no obsta para que los inversionistas responsables, los de verdad, no los de imagen, no quieran invertir en empresa supuestamente responsables localizadas en un país que asesina a sus ciudadanos y los de sus vecinos.  Y que, junto con las exclusiones de armamentos, tabaco, apuestas, alcohol, exijan exclusión de países. Así debería ser. [4]

 


[1] Algunos sitios publican la lista de empresas que lo han hecho y las que no lo han hecho.

[4] Algunas empresas productoras de índices de empresas responsables ya están excluyendo los valores de empresas de Rusia de sus índices.