En el artículo ¿Tienen tus inversiones ASG “grado de sostenibilidad”? publicado el 2 de septiembre del 2021 analizábamos las posibles decepciones de los fondos y valores calificados como responsables, ASG, y su consecuente greenwashing y ofrecíamos una propuesta para paliar estos problemas.
El 21 de septiembre la
escuela para negocios (como se autodenominan para enfatizar su enfoque
pragmático) École des Hautes Etudes Commerciales du Nord, EDHEC,
especializada en finanzas, presentó los resultados de su estudio Doing Good or Feeling Good? Detecting
Greenwashing in Climate Investing en el webinar The Climate
Deserves Better than 12%! (presentación). El
estudio corrobora con evidencia tangible que muchas de las inversiones
calificadas como A, “ambientalmente responsables” (el estudio se concentra solo
en el tema del cambio climático) dejan mucho que desear en cuanto a impacto en
el cambio climático.
En aquel artículo
preguntábamos: ¿Cuánta A, o cuánta S, o cuánta G deben tener las empresas
que emiten valores o piden préstamos? ¿Cuál es el mínimo necesario para
calificar? Este estudio analiza la primera de estas preguntas y
concluye que muchos valores calificados como A tienen muy poca A y mucho de
greenwashing, pero son calificados como tales, con la implicación (no
explícita) de que son “completamente A”.
En este adendum consideramos
los resultados del estudio en el contexto de nuestras observaciones.
El aquel articulo analizábamos
también el argumento de que los fondos calificados como ASG rendían más que los
fondos tradicionales y lo atribuyamos (sin hacen un análisis estadístico
riguroso) a que tenían una mayor proporción de valores que eran considerados
como ASG, pero que lo eran poco, pero siendo valores de elevada capitalización
en el mercado eran incluidos en los fondos para no desviarse mucho del
rendimiento de los índice que se usan como benchmark para la evaluación
de sus rendimiento. En efecto, estos
valores tienden a ser incluidos en mayores proporciones que en los índices benchmark,
lo cual ha dado lugar a un mayor rendimiento de los fondos ASG.
El estudio citado, para
mostrar el efecto del greenwashing, se hace también un análisis comparativo de
las proporciones de los diferentes valores con supuesto impacto en el cambio
climático (A) en fondos comercializados como de ese impacto, con los de los benchmarks. Pero en este caso se concluye con una observación sobre
el potencial greenwashing en la composición de los fondos. Si en nuestro artículo atribuíamos las diferencias
de proporciones a la busca de un argumento de mayor rentabilidad, en este
estudio es la similitud de proporciones la que sugiere el argumento de
greenwashing.
Concluye, por ejemplo, que:
“las
estrategias de los fondos que alegan combatir el cambio climático son muy
parecidas a las de los fondos tradcionales……..Por ejemplo, los diez valores
con mayor proporción en el fondo ASG de MSCI (US$22.500 millones en
inversiones: iShares ESG Aware) son las mismas que las de mayor proporción
en el índice general S&P 500.
O sea, que no se enfatizan
los valores (acciones y bonos) de las empresas con impacto en el cambio
climático. De hecho, la principal conclusión del estudio es que la diferencia
global agregada entre las proporciones en los fondos de cambio climático y los
tradicionales es de solo el 12%
Como
tal, el estudio del greenwashing en la construcción de los fondos de inversión
muestra que las calificaciones sobre cambio climático solo corresponden, en el promedio,
a un 12% de la diferencia en las proporciones de los valores en los fondos
con todas las estrategias de inversión con las que tienen como objetivo primario
el impacto sobre el rendimiento climático.
¿Se puede justificar la
etiqueta ASG, o en este caso de A, a fondos que en el promedio se diferencian
de los tradicionales en un 12%? O sea, un caso de etiquetado más que de
impacto, como denunciábamos en el artículo.
Y no vale la pena entrar en argumentaciones
metodológicas sobre el valor del 12% de diferencias. Lo que si es cierto es que
la correlación entre la composición de un fondo tradicional y uno dedicado al
cambio climático es muy alta y ello indica que hay poca diferencia de estrategia
entre ambos, poco valor añadido por los fondos dedicados a valores de empresas
que supuestamente son ambientalmente responsables. Los autores del estudio
llaman a esto greenwashing, en el sentido de que “venden” un fondo como
ambientalmente responsable cuando se diferencian muy poco de los fondos
tradicionales. En el lenguaje de nuestro
articulo podríamos decir que con muy poca “A” estos fondos se denominan “A”.
No se puede esperar que los
componentes de los fondos ASG sean 100% ASG, pero como proponíamos con la
calificación de “grado de sostenibilidad” se debe exigir que cada uno de los
valores que se incluyen en esos fondos y los mismos fondos resultantes (no
compensar irresponsables con responsables) deban superar un umbral de impacto positivo
en sus respectivas especializaciones, en este caso en A.
El estudio también destaca una
conclusión colateral pero que es relevante para la construcción de estos fondos
de inversión. Es la estrategia que
usan algunos de evitar invertir en empresas que tienen alta contribución a las
emisiones, lo cual en principio parece que debe ser la estrategia que seguir,
pero que tiene efectos secundarios importantes en la economía real. Por ejemplo, evitar inversiones en generación
de energía eléctrica con fuentes no renovables parece ser razonable, pero ello
implica que los fondos afectan la asignación de recursos financieros a ciertos
sectores que son (todavía) necesarios para hacer la transición de una economía
baja en emisiones carbono. No se puede
vivir sin la electricidad y no toda puede ser generada por fuentes 100%
renovable en el corto y mediano plazo. Lo
razonable sería la de no excluir aquella actividad, pero enfatizando su
transición a energía limpia. Debería ser
aceptable incluir inversiones en función de su mejora y no solo por su
condición actual. Significativamente el estudio
también concluye que los fondos siguen invirtiendo en empresas que empeoran su
contribución al cambio climático.
Pero este requeriría de un
activismo proactivo de los fondos de inversión, no solo favoreciendo las
empresas responsables sino además exigiendo la mejora de ese comportamiento. Recordemos que
la responsabilidad empresarial, en la mayoría de los casos, se aleja mucho de
ser inmejorable. En general los fondos de inversión ESG son relativamente
pasivos en este sentido [1](con
algunas excepciones como el fondo de pensiones más grande del mundo, el de los
empleados públicos del estado de California, CalPERS). ¿Debería esto ser
parte de la responsabilidad social de los fondos de inversión?
En nuestro artículo comentábamos
que se podrían construir fácilmente fondos ambientalmente responsables, aumentando
las proporciones en empresas de consultoría (bajas emisiones) y, según el análisis
del estudio, reduciendo las proporciones en generación eléctrica. Pero ¿qué es más importante para la
transición a la economía limpia y el desarrollo económico, que es lo que la
sociedad necesita? ¿más capital para la consultoría y menos para la electricidad?
¿o más recursos para las empresas de electricidad y con ello estimular el
cambio? Mientras tanto ¿podemos vivir sin combustibles fósiles? No, pero
se puede estimular a esas empresas que inviertan los beneficios que obtienen con
esas fuentes para diversificarse a fuentes renovables.
En este sentido es de
destacar el impacto que puede ejercer la demanda, como es el caso de las
empresas de mayor consumo energético del mundo, como Google y Amazon. Google, desde hace 13 años es neutro en sus
emisiones de GEI utilizando energía renovable y compensado emisiones con
inversiones en proyectos que evitan o reducen emisiones. Es el mayor
comprador del mundo de energía renovable. Amazon también es un gran
comprador de energía renovable y se comprometió a usar exclusivamente energía
renovable para el 2030 y ser neutrales en carbono para el 2040.
Ejercer el poder de compra
es un cabildeo muy efectivo. Al contrario del cabildeo greenwashing que hace el
mayor fondo de inversión del mundo, BlackRock, cuyo CEO se ha hecho todavía más famoso al pontificar
sobre la responsabilidad de las empresas ante la sociedad, aun cuando sus
fondos no actúan en consecuencia. Se
defienden diciendo que consideran más efectivo el involucramiento directo con los
dirigentes de las empresas en que invierten.
Mientras tanto no votan a favor de resoluciones, por ejemplo sobre
cambio climático, en las Asambleas Generales de Accionistas. [2]
Y ha habido denuncias
públicas de este greenwashing por parte de exempleados. Tariq Fancy, el ex jefe
de inversiones sostenibles de BlackRock ha denunciado en tres artículos (Secret Diary) la
hipocresía de su ex empleador, alegando que sus políticas y esquemas de
inventivos conspiran contra sus acciones en sostenibilidad. La ex jefe de inversiones sostenibles del
mayor gestor de inversiones bursátiles de Europa, DWS (Deustche Bank
tiene el 80% de las acciones), Desiree Fixler, denunció que su
empleador no incorporaba criterios de sostenibilidad en la composición de gran
parte de los fondos comercializados como ASG (ello ha dado lugar a su
despido y a investigaciones por parte de los reguladores de EE. UU. y de Alemania).
El estudio mencionado hace un breve análisis de este greenwashing en el cabildeo por parte de algunos gestores de fondos responsables. Esto ya lo habíamos analizado en algunos artículos. [3]
En resumen, greenwashing en
la selección de los valores a incluir en los fondos, en sus proporciones, en su
calificación y aun en el cabildeo a favor de la sostenibilidad.
[1] Ver el artículo Mucho ruido, pocas nueces: Activismo de fondos de inversión.
[2] Ver el artículo de la nota al pie precedente.
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