No, el título no es un error de mecanografía. Refleja un problema real.
Desde que comenzó
a intensificarse el interés de la sociedad en general y de los inversionistas
en particular, hace algunas decenas de años, sobre los impactos sociales y
ambientales de las empresas, la información “extra-financiera” comenzó un lento
camino hacia la relevancia. Con esta intensificación
del interés vinieron las exigencias por el acceso a mayor y mejor información
sobre todas sus actividades, información que estaba demasiado condensada y en
gran parte ausente de los estados financieros tradicionales.
Para darle un nombre sencillo y que fuera incluyente
a toda esa información, que no se sabía, y todavía no se sabe que incluye, se
adoptó el desafortunado nombre de “información no financiera”, en contraposición a la información financiera,
o sea, lo que no está en los estados financieros. Supuestamente con la
financiera y la no financiera se cubría todo.
Uno de los
esfuerzos pioneros en tipificar esta información fueron los lineamientos
del GRI, creado en el 1997 para reportar sobre aspectos ambientales
de la operación de las empresas. Desde
entonces los lineamientos se han convertido en “estándares” de reporte, sobre
todo tipo de aspectos, ambientales, sociales y económicos (que no financieros).
Mas recientemente, se han desarrollado toda clase de esquemas de reporte y de indicadores,
en particular los indicadores por sector industrial del Sustainability Standards
Accounting Board, SASB, (mayormente indicadores económicos y
ambientales, para accionistas en EE. UU.) [1]
y esquemas que abogan por una inclusión lo mas amplia posible de esa información
como lo es el marco de referencia del International
Integrated Reporting Council,
IIRC, que requiere no solamente información
financiera (capital financiero) sino además sobre el modelo de negocios, los
riesgos y oportunidades del negocio y la discusión del impacto de las
actividades sobre los otros cinco capitales (manufacturero, intelectual -que
incluye marca y reputación-, humano, social y relacional -con los stakeholders externos- y el capital
natural). Pero no incluye lineamientos
sobre la cuantificación monetaria del cambio en los capitales, se refiere
mayormente a descripciones. [2]
Y existen un sinnúmero
de propuestas de indicadores pero muchos de ellos se limitan a cuantificar la
información en términos físicos (emisiones de CO2, proporción de mujeres en la alta
gerencia, rotación de personal, etc.), y
en términos económicos (volumen de ventas, impuestos pagados, etc.) con el
objetivo pretendido de hacerlos comparables, pero que son de difícil
comparación ya que cada empresa, aun en el mismo sector industrial, opera en
condiciones que le son muy específicas.
Algunos indicadores sí resultan comparables para la misma empresa a
través del tiempo, siempre y cuando de hagan relativos a algún nivel de
actividad.
Un esfuerzo más
reciente y conocido es la Directiva de la Unión Europea (Directiva
2014/95/UE 22 de octubre de 2014) que estableció requerimientos para el reporte de
información no financiera y de diversidad [3]
(protección del medio ambiente, responsabilidad social y trato a los empleados,
respeto a los derechos humanos, anticorrupción y soborno y diversidad en los
Consejos) para las más grandes empresas (unas 6.000). Tiene la virtud de que a través de su
transposición a las legislaciones de los países el reporte se hace obligatorio.
[4]
Y ello conlleva la institucionalización del nombre, “información no financiera”,
que ahora está en las leyes.
Se están haciendo
muchos esfuerzos para cuantificar parte de esta información y de hecho es uno
de los aspectos de mayor interés para las grandes empresas de consultoría en
sostenibilidad. Por ejemplo, PwC
tiene Measuring
and managing total impact: A new language for business decisions y Deloitte
tiene el Global
Impact Model. Y hay instituciones dedicadas a promover
la cuantificación, en términos monetarios, del impacto. Una de las más activas es Natural Capital
Coalition que promueve la cuantificación del costo del consumo
de los recursos naturales, muchos de los cuales hoy por hoy se consideran
gratuitos, lo que conlleva a decisiones sobre su consumo ilimitado. [5]
Un interesante ejemplo reciente, más
integral, sobre la cuantificación de la información no financiera lo constituye
la medición del cambio en el capital ambiental en el informe especial del Grupo Kering, que
agrupa a 14 marcas de lujo (Gucci, Bottega Veneta, Balenciaga, Saint Laurent y
otras diez) sobre un estado de “ganancias y pérdidas” ambientales (lo que
podría llamarse la cuenta de resultados ambientales). El más reciente disponible (a finales del
2018) es el correspondiente al 2017, Environmental
Profit & Loss (Ep&L) 2017 Group Results.
Pero, ¿tienen
estos esfuerzos algo de malo? ¿no contribuyen a que la sociedad y los
accionistas en particular tengan mejor información para la toma de sus
decisiones? Sí y Sí, pero …..
El problema está en el nombre: NO FINANCIERA. Ello tiene la connotación para muchos, de que
la información no es sobre las “finanzas” de la empresa, sobre su rentabilidad,
que es algo accesorio, secundario, de menor importancia que la información
financiera. Degrada la información “no
financiera”. Salvo que
sea presentada como financiera, un buen ejemplo de lo cual es el de Kering.
Pero la pregunta relevante es: ¿tiene la
información no financiera impacto financiero?
Y la respuesta es SI, tiene impacto financiero, el problema es que
todavía no sabemos cuándo lo tiene, como lo tiene y dónde lo tiene y todavía no
sabemos cuantificarlo en la gran mayoría de los casos. ¿Es la información no
financiera no financiera? No, gran parte
de la información llamada “no financiera” es financiera.
Mal nombre que induce a su menosprecio.
Es una pena que la tengamos que describirla con lo
que no es (financiera), que en realidad si es (financiera).
Todo esto quiere
decir que hay que seguir avanzando en el reconocimiento y cuantificación del
impacto financiero de la información no financiera, que entonces será reconocida
como financiera.
[1] Se le dio ese nombre a la
institución para dar la impresión de que los indicadores de esta información eran
del mismo nivel que los financieros que, son desarrollados en EE.UU. por el Financial Accounting Standards Board, FASB.
[2] Ver mi artículo El
informe integrado: lo que podría haber sido y lo que debería ser.
[3] Como si la “diversidad” no fuera
parte de la información no financiera.
Era un problema político, había que destacarla.
[4] En España fue transpuesta a la
legislación española en un Real
Decreto Ley 18/2017 del 24 de noviembre, publicado en el Boletín
Oficial del Estado.
[5] También vale la pena mencionar el estudio Total Impact Valuation, producido por el Conference Board (solo
disponible por subscripción o compra).
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