I.
Introducción[1]
En las cuatro partes anteriores habíamos presentado un
extenso análisis de los bonos verdes, sociales y sostenibles. La primera, Bonos
verdes, sociales y sostenibles. Primera parte: ¿Qué son y para qué sirven? incluye una amplia cobertura de los
bonos verdes (medio ambiente), sociales y de sostenibilidad (social y
ambiental), BVSS, generalmente agrupados bajo el nombre común de “verdes”. Analiza qué son los bonos BVSS, las
definiciones y criterios más aceptados para su calificación como tales, las
actividades y proyectos financiables de acuerdo con estos criterios, las
diferentes modalidades financieras de emisión de estos bonos, un análisis de la
evolución reciente del mercado de estos bonos y las metodologías para la
calificación y verificación de las emisiones.
La segunda parte, Bonos
verdes, sociales y sostenibles. Segunda parte: ¿Añaden valor?, presenta un análisis de algunos
ejemplos de emisiones de estos bonos para poder apreciar la gran variedad de
modalidades y emisores (instituciones multinacionales, gobiernos nacionales y
subnacionales, instituciones financieras y empresas) y el destino de sus
recursos, analiza las razones para emitir este tipo de bonos en contraste con
los bonos tradicionales, discute el valor agregado que pueden tener estos
bonos, elemento clave para poder determinar su legitimidad, y analiza el
argumento, muy común para promover estas emisiones, de que representan un costo
de financiamiento más barato.
La tercera parte, Bonos
verdes, sociales y sostenibles. Tercera parte: ¿Legitimidad o Greenwashing?, incluye una amplia discusión sobre el
uso de estos bonos para parecer responsable y analiza las condiciones de
legitimidad, a través de un análisis detallo de los principios que deben
cumplir, la información que se presenta, las metodologías de verificación,
calificación y seguimiento y las motivaciones de los emisores con el objeto de
determinar el potencial de que sean usados para greenwashing. Incluye el análisis de cinco casos sospechosos y
cinco que parecen legítimos. La cuarta
parte, Bonos
verdes, sociales y sostenibles. Cuarta parte: Un ejemplo paradigmático, analiza con más detalle una emisión
del Banco Mundial, con elementos innovativos, que deber ser un buen ejemplo de
estas emisiones.
Esta quinta parte, Bonos
verdes, sociales y sostenibles. Quinta parte: Mejorando la legitimidad e
impacto, usa las lecciones aprendidas en los cuatro artículos anteriores
para proponer una mejora en los criterios de calificación, la información a
presentar, la verificación, calificación y seguimiento de la ejecución de las
actividades y proyectos, con el objeto de pasar de intenciones a impacto real.
II.
Despliegue
publicitario
Parece que los Bonos verdes, sociales y sostenibles,
comúnmente llamados Bonos verdes, son la última moda en finanzas. Con el
énfasis en la mitigación y la adaptación al cambio climático, el tema de la
financiación de las actividades necesarias se ha puesto en primer plano. Uno de
los principales escollos para el Acuerdo
de París [2]
fue el de la financiación, en particular para que los países en desarrollo
puedan ponerse al día. En este entorno, los Bonos verdes se han convertido en
una de las soluciones más simples para financiar proyectos que pueden
contribuir a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible y los del Acuerdo.
Casi se está convirtiendo en la panacea:
Emite bonos verdes y el problema será resuelto. En este breve artículo queremos
discutir la brecha potencial entre la
financiación verde y los proyectos verdes, lo que puede llevar a un greenwashing, y sugerir algunas medidas
para cerrar la brecha.
Los bonos verdes se emiten para financiar proyectos verdes,
pero el vínculo entre la emisión y el impacto no es automático. ¿Qué tan verde es el proyecto financiado
por un bono verde? ¿Los bonos verdes realmente financiarán proyectos verdes que
tengan el supuesto impacto? Con la
presión de aparecer avanzando en el cierre de la brecha financiera, se pueden
emitir bonos que estén “coloreados” de verde o bonos que comiencen en verde y
pierdan su color durante la ejecución de sus proyectos. La mayoría de los
indicadores de progreso se expresan en términos de financiamiento
verde disponible y no en términos del impacto de los proyectos
verdes que han sido financiados. Los números relacionados con la emisión son de
fácil acceso y disponibles al comienzo, pero el impacto de los proyectos
financiados es muy difícil de medir y ocurre, si sucede, más adelante. Y en el largo plazo todos nos hemos olvidado
de los proyectos que se financiaron.
Un muy buen caso de énfasis en los insumos en contraposición
con los resultados o el impacto logrado es el Green
Pledge, iniciativa propuesta
en el 2018, que promueve la emisión de bonos verdes por valor de 1 billón de
dólares durante el 2020. Pero la emisión
es una condición necesaria pero no suficiente para lograr objetivos, como el
mantener el aumento en la temperatura promedio del planeta por debajo de los 2
grados. Las finanzas no ecologizan el
medio ambiente, los proyectos efectivos sí. Hay una brecha que puede ser llenada
con pintura verde. Existe la tentación de etiquetar todo de verde.
Uno de los ejemplos
más notorios es el de Francia que emitió bonos por valor de 7 mil millones de
euros etiquetados de color verde para financiar actividades relacionadas
con el logro de los objetivos del Acuerdo de París. Estas han sido y pueden ser
financiados por la deuda regular del Tesoro, pero al agrupar las actividades
que generalmente financia el Tesoro en las que tienen algo de verde, la deuda
puede denominarse "el mayor bono verde soberano" y presumir de
liderazgo. También está el tema de la adicionalidad, es decir, ¿los nuevos bonos verdes aportan
financiamiento adicional que de otra manera no estaría disponible? La
experiencia hasta el momento indica que la mayoría de las emisiones, como la de
Francia, eran y podrían ser financiadas con instrumentos tradicionales. Por
ejemplo, lo que solía ser la financiación de proyectos para la energía
hidroeléctrica o las energías renovables, ahora estarán etiquetados como
finanzas verdes. Y no solo la energía hidroeléctrica (verde) generada, sino
también la línea de transmisión ahora será llamada verde. Pero concentrémonos en la brecha entre las finanzas verdes y los
proyectos verdes.
III.
Brechas
No es que cualquier emisión pueda ser etiquetada como
verde, debe cumplir con ciertos requisitos, los más utilizados son los
Principios de la Asociación Internacional de Mercados de Capitales, ICMA,
aunque hay muchos otros, incluidos los de países o grupos de países y, en un futuro
cercano, los de la Unión Europea. Los
Principios de Bonos Verdes de la ICMA, GBP, requieren que los
emisores cumplan con los requisitos de cuatro Principios: 1. Uso de fondos; 2. Evaluación y Selección de Proyectos; 3. Gestión de
fondos; y, 4. Informes. Bajo el Principio #1, el marco o prospecto debe indicar los tipos de Proyectos /
actividades que serán financiadas; bajo el #2 debe
indicar cómo los proyectos / actividades contribuirán a la sostenibilidad y
cómo serán seleccionados (metodología); bajo el #3, debe indicar cómo se asignarán y administrarán los fondos (gobernanza);
y bajo el #4 debe indicar los informes
que se prepararán sobre la implementación de proyectos/actividades y que sería
conveniente incluir un informe (voluntario) sobre los resultados e impactos
logrados (se sugieren indicadores para algunos casos).
En teoría, los Principios cubren todos los aspectos que
se consideran necesarios para garantizar que los bonos verdes sean verdes, pero
el problema está en su implementación y
verificación del cumplimiento de los objetivos (¿prometidos?) establecidos.
En la implementación hay lagunas en los cuatro Principios:
1. Marcos de emisión o prospectos de los bonos: estos
documentos establecen cómo la emisión pretende cumplir con los GBP, pero la
gran mayoría de los casos incluye generalidades, el mínimo necesario para
cumplir. La prioridad parece ser mantener la flexibilidad operativa, evitar
tener que revelar más información de la necesaria, evitar posibles impactos reputacionales
negativos y, especialmente, evitar
riesgos legales. Muchos simplemente indicarán los tipos generales de proyectos
o actividades que se realizarán sin especificar ningún detalle. Con muy
pocas excepciones, no establecen cómo los proyectos o actividades contribuirán
a la mejora del medio ambiente y la sociedad, en muchos casos solo se enumeran
los tipos de proyectos y actividades.
2. Verificación: Una institución independiente verifica
el cumplimiento del marco o prospecto con los GBP, emitiendo "una segunda
opinión", basada en el "aseguramiento limitado" en lugar de un "aseguramiento
razonable". Esta opinión se limita a la verificación de que los cuatro
principios se abordan en el documento, es decir, los documentos indican dónde
se utilizarán los fondos, cómo se seleccionarán los proyectos, la gestión de la
emisión y los informes ofrecidos. Pero es una evaluación de cumplimiento de
contenido.
3. Calificación: Algunos emisores obtienen una
calificación del bono en relación con el cumplimiento de los GBP en algunos
aspectos (transparencia, gobierno, proyectos propuestos, informes, etc.). S&P
y Moody's
han desarrollado metodologías. Estas calificaciones agregan un nivel de rigor al
aseguramiento limitado del marco o prospecto, ya que evalúan la efectividad potencial del cumplimiento
propuesto, no solo si se describen los requisitos de los GBP. Pero esto
todavía es una evaluación ex ante, basada en promesas en el prospecto o marco.
Aún no ha ocurrido ninguna inversión.
4.
Monitoreo: Y aquí es
donde pueden ocurrir las mayores brechas. Se puede recurrir a las mismas instituciones
independientes para evaluar el contenido de los informes del emisor. Estas evaluaciones limitadas evalúan si el
informe de monitoreo incluye lo que el prospecto indicaba que iba a incluir
(ver KPMG
en Unilever). También hay evaluaciones del progreso en la
implementación del problema, pero el
monitoreo se limita a evaluar si se siguieron los procedimientos descritos en
el marco o prospecto, no al logro de resultados y mucho menso del impacto de
los proyectos.
En todas estas etapas
no hay garantía de que los bonos verdes conduzcan a proyectos verdes, solo
presunción.
IV.
Cerrando las
brechas
La herramienta más
efectiva para asegurar la alineación de las intenciones con el impacto de los
proyectos o actividades es la responsabilidad social y el carácter del propio
emisor. Si quisiéramos regular todas las fases para que haya garantías de
efectividad e impacto, las regulaciones deberían ser tan detalladas que
resultarían inflexibles, muy caras para todos y se perdería toda la
flexibilidad necesaria durante la ejecución ante el entorno cambiante. Pero
esto no significa que los principios y procedimientos actuales no puedan hacerse
más rigurosos y seguir siendo manejables.
Los Principios deben reforzarse para evitar generalidades, las verificaciones
para incluir la evaluación de los impactos potenciales de los proyectos y las
actividades deben ser obligatorias y no opcionales, y el monitoreo debe ir más
allá de afirmar que los procesos han sido seguidos, su eficacia debe evaluarse
y, lo que es más importante, debe evaluarse el impacto alcanzado. Algunas
de las brechas identificadas anteriormente podrían ser reducidas:
• Incluyendo una justificación de que los fondos están aprovechando un mercado que no
estaría disponible para proyectos no verdes, que no es solo un cambio en la
denominación (adicionalidad). Esto puede ser especulativo, pero combinado con
el aseguramiento (más abajo) daría mayor credibilidad al mercado de finanzas
verdes.
• Incluyendo criterios detallados para la selección de proyectos/actividades basados
en los impactos esperados, no solo en su vaga
caracterización de
"verde", como se hace actualmente en la mayoría de los casos.
• Incluyendo una descripción de los
impactos esperados de las actividades/proyectos en base a los indicadores
acordados (por ejemplo, los de SASB). Por ejemplo, si es eficiencia energética,
¿cuáles son los objetivos cuantitativos?
• Requiriendo una calificación de la
emisión o una segunda opinión de “aseguramiento razonable”, que incluya una evaluación
del cumplimiento de los procesos propuestos con los criterios de selección
detallados y una evaluación de su potencial para lograr el impacto
propuesto de los proyectos, no solo una aseguración limitada de que el
contenido del marco se alinea con los Principios.
• Requiriendo un “aseguramiento razonable” de los informes de monitoreo del proyecto
y de que se han cumplido con los GBP, de que el uso de los fondos ha sido
efectivo y de la medida en que se están logrando los impactos, más allá de lo
que actualmente se evalúa de si los recursos se han utilizado en los proyectos
y actividades propuestas, que podrían haber sido muy generales y vagas.
Actualmente, una declaración típica, muy vaga, concluye: "no se nos ha llamado la atención que los
recursos no se hayan utilizado para los fines previstos" (DNV-GL
en al emision de del bono verde de Unilever). Como la explosión del
mercado ha sido tan reciente, hay muy pocos ejemplos de evaluación de impacto
(ver más abajo).
Además, los emisores de los Principios (ICMA, Unión
Europea y otros) y la industria de las finanzas verdes deberían tratar de
promover la experiencia y la
participación de las organizaciones de la sociedad civil en el seguimiento
de los prospectos de bonos verdes y los proyectos financiados, ya que estos temas
aún no están en el radar de la sociedad civil cuyas organizaciones deberían exigir la rendición de cuentas y asumir responsabilidades.
Sin duda, esto aumentará los costos de las emisiones,
pero como suelen ser de cientos de millones de dólares, el aumento será muy pequeño en términos relativos y la
ganancia de credibilidad será alta. Se
necesita la rendición de cuentas con responsabilidad para el impacto. Pero la
aversión al riesgo de los emisores conspira contra la efectividad del proceso.
Esto es, con algunas
variaciones, lo que está haciendo actualmente el Banco de Inversiones Europeo,
BEI, el más antiguo (primera emisión en 2007 por US $ 800 millones) y el mayor emisor no soberano de bonos verdes
(US$ 18 mil millones en 10 años). Por supuesto, esta es una institución de
desarrollo que financia proyectos por casi US$ 80 mil millones cada año y tiene
la experiencia para monitorear los proyectos que financia y para evaluar sus
resultados, según lo exige su normativa interna. Además, el BEI está en el
negocio de tener impacto, no solo de proporcionar financiamiento; está
comprometido con el proyecto, a diferencia de los bancos comerciales o de
inversión que están en el negocio de proporcionar financiamiento y su
compromiso es con el prestatario y no con la sociedad. Es precisamente el BEI
el que creó y desarrolló el mercado de bonos verdes.
V.
Credibilidad
e impacto, no solo cantidad.
Todo esto no implica que los bonos verdes no sean una
herramienta efectiva y legítima para promover el desarrollo verde, es para resaltar la brecha potencial entre la
emisión y el impacto, a través del etiquetado del financiamiento
tradicionales como si fuera verde y mediante la financiación de proyectos que
pueden no ser tan verdes como se alegó. Los GBP, aunque son un gran paso
adelante, tienen una implementación
débil que tiene el potencial de greenwashing
y de ineficacia. Mientras más presión haya para emitir bonos verdes, más greenwashing. Lamentablemente el greenwashing, el etiquetado verde, contribuye a las estadísticas,
pero puede tener poco impacto en la sociedad
El énfasis en las
cantidades de emisiones de bonos verdes es inapropiado y puede dar la impresión
de que las cantidades son sinónimo de transformación. Se distrae de lo que
debería ser la preocupación real: el impacto de los proyectos completados. Desafortunadamente,
la memoria es muy corta y los medios de comunicación están dominados por
aquellos que se benefician del volumen de emisiones (emisores, bancos de
inversión, firmas consultoras, compañías de seguros, incluso las compañías que
explotan la publicidad) y no de los resultados obtenidos (sociedad).
La credibilidad de la
industria de las finanzas verdes está en juego. En algún momento, el
énfasis se moverá hacia la calidad, no a la cantidad de emisiones. Como los
inversionistas socialmente responsables exigen que las empresas demuestren su
responsabilidad social corporativa y más responsabilidad y quieran invertir más
allá de los criterios simplistas de exclusión (no armas, no vicios), la industria de las finanzas verdes debe ir
más allá de los proyectos/actividades de financiamiento que se etiquetan de
verde hacia los que son demostrablemente verdes.
Un día se nos preguntará: Sí, cumplimos con los objetivos
de financiamiento para proyectos de cambio climático, pero las temperaturas
globales todavía aumentaron en 3-4 grados. ¿Qué
pasó?
[1] Parte de este artículo fue publicado en inglés en el
boletín de Greenbiz (11 de mayo del
2018) con el nombre de What's
the true impact of green bonds?