Una buena táctica (¿truco?) de escritores de artículo técnicos, sobre todo
de los economistas académicos, es usar una pregunta como título para atraer el
interés y, en el mejor de los casos, responderla al final. Lo hago, pero no hago
esperar por la respuesta: SI, la sociedad está perdiendo el interés en la
sostenibilidad empresarial, y más todavía con el horrendo concepto de la
ASG, que la ha llevado a los mercados de capitales, para expandir los malentendidos.
¡Ha! Pero para continuar atrayendo el interés, formularé otra pregunta: ¿Por
qué está declinando? Y para la respuesta hay que leer el artículo.
Si el lector ha estado interesado en el tema, habrá leído números artículos
que se lo atribuyen a diferencias de ideología política, que es algo mayormente
concentrado en EE. UU., republicanos contra demócratas, derecha ultraconservadora
contra izquierda progresista. Sí, es cierto
que es uno de los argumentos más difundido, pero no es el único, de hecho, es
casi especifico a un solo país.
En este artículo pasaré
una breve revista a este y a otros que son de más amplia aplicación y ofreceré
uno que creo explica mejor la universalidad del reciente problema, con lo que
espero agregar valor a la discusión. Al final presentaré mi pronóstico para el
mediano plazo. [1]
I. Argumentos “tradicionales”.
1.
Ideologías políticas: El empeño de algunos gobiernos, sobre todo en EE. UU. de promover el
comportamiento empresarial responsable ha desatado una reacción negativa de quienes
se ven afectados ya sea por su ideología política ya sea económicamente. La promoción
del combate al cambio climático, de la discriminación, de la promoción de la igualdad
de oportunidad para todos los sectores de la población, incluyendo inmigrantes,
suele ser parte de las prioridades de gobiernos de izquierda o centro izquierda,
en tanto que la libertad individual, de que el estado no se inmiscuya en la
reasignación de recursos, suele estar en gobiernos de derecha y ultraderecha.
En países como EE. UU., donde hay una polarización muy definida entre ambos
espectros, dividiendo a la población en dos partes casi guales, con polarización
definida entre grupos (por raza, por nivel de educación, por género, por nivel
de ingresos, y por geografía urbano/rural) estos aspectos de convierten en batallas
políticas.
En países donde existe menor polarización
y las diferencia en las urnas son mayores o variables, estos temas son relevantes,
pero no determinantes y la oposición no suele ser generalizada, es más puntual.
Y hay razones económicas para el rechazo, sobre todo en temas ambientales donde una parte
del espectro favorece las energías renovables y la otra los combustibles fósiles,
lo que ha llevado a que los gobernantes de regiones con dependencia económica de
estos últimos se opongan a medidas de transición energética y pongan obstáculos
a la operación de las empresas que favorecen la lucha contra el cambio climático
(por ejemplo, empresas de energía, instituciones de servicios financieros y de
conocimiento) y las vetan para hacer negocios con los gobiernos locales.
Y algo parecido sucede con las medidas de no discriminación o de favorecimiento
a ciertos colectivos como mujeres, inmigrantes y de raza no caucásica, alegando
que ello introduce ineficiencias, afectando la libertad de operación de las
empresas, lo que conlleva costos económicos.
Esta situación ha llevado a un rechazo a la “sostenibilidad empresarial”,
en el agregado, por segmentos de la población y ha llevado a algunas
empresas, que, para seguir operando en regiones gobernadas por una parte del
espectro, a contraer sus actividades en este sentido o por lo menos a no alardear
de ellas, ni a presentar estrategias futuras que parezcan favorecerlas, contribuyendo
al declive o por lo menos reforzando la impresión del declive en el interés por
esa sostenibilidad empresarial.
Esto ha afectado también a los grandes gestores de fondos, como BlacRock,
State Street y Vangard, que por el elevado volumen de recursos que gestionan
(son uno de los tres primeros accionistas en el 93% de esas empresas que
cotizan en la bolsa de valores de Nueva York) tienen mucho poder en guiar las inversiones.
Un ejemplo paradigmático es el caso del consejero delegado de BlackRock,
que era considerado un líder de la inversión responsable, famoso por sus exhortaciones
en sus cartas anuales a otros líderes, pero recientemente ha sucumbido a estas presiones
y ha dejado de usar los términos asociados con la sostenibilidad y han
reducido su oferta de fondos que invierten en empresas responsables. [2]
Estos argumentos están relativamente concentrados en EE. UU. Pero muchos
autores los extrapolan a otras regiones, donde no aplica. Las razones que
comentamos a continuación son de aplicación más generalizada, en especial la
que proponemos en la sección II.
2.
Competencia con otras prioridades: La sostenibilidad empresarial consume recursos financieros y gerenciales
que compiten con otras prioridades de las empresas. Si las empresas perciben
que la sociedad no las aprecia y no las favorece como consecuencia de su
responsabilidad social, las empresas tienden a des enfatizarla y canalizar los
recursos a actividades que “les rindan más”.
La lucha cotidiana entre las diferentes unidades de las empresas por los escasos recursos se intensifica, a favor de las que tienen mayor impacto financiero, en detrimento de las que promueven la sostenibilidad. Y se puede entrar en un círculo vicioso de declive de esa responsabilidad. Puede ser que las empresas estén dispuestas a invertir en responsabilidad, pero no por ello descuidarán la sostenibilidad financiera. Y cuando las condiciones no son las mejores o se abre la oportunidad a los detractores, ya que el corto plazo suele imponerse sobre el largo plazo y el corto esta más asociado con las finanzas y el largo con la responsabilidad.
3.
Frustración con el greenwashing: A medida que la sostenibilidad empresarial ha
ido adquiriendo aceptación y atención, ha aumentado
no solo la presión para ser responsables sino además para parecerlo, lo que ha
llevado a algunas empresas a exagerar, tergiversar ya hasta engañar sobre sus
acciones. Con la ubicuidad de
la información mucho de este greenwashing se ha puesto del conocimiento
de la sociedad y muchos integrantes concluyen que lo de la responsabilidad empresarial
no es tal, que es un artilugio de las empresas para parecer que atienden las
preocupaciones de la sociedad y por ello ha adquirido una mala reputación.
Muchos no pueden distinguir los justos de los pecadores y pagan todos con el
consecuente declive del interés por la sostenibilidad empresarial. [3]
Un caso paradigmático de esto son las declaraciones sobre el Net Zero,
el logro de la neutralidad de emisiones de gases de efecto invernadero a un
cierto año, por ejemplo, el 2040 o el 2050, por parte de muchas empresas y
gobiernos. Se hace la promesa para aparecer responsable, pero cuando se han
analizado estas declaraciones con cuidado se ha determinado que la gran mayoría
no son factibles, lo que le ha quitado credibilidad a la supuesta sostenibilidad
ambiental propugnada por las empresas. [4] En consecuencia,
los reguladores están exigiendo que estas declaraciones sean acompañadas de
metas intermedias, de estrategias y de la asignación de recursos para
lograrlas.
4.
Aumento de la transparencia: En buena parte como consecuencia de lo anterior los reguladores de los
mercados comerciales y financieros están exigiendo mayor transparencia a las
empresas. Se han desarrollado estándares para la preparación de reportes
de información sobre la sostenibilidad y regulaciones para su diseminación.
Paradójicamente ello está contribuyendo, en el corto plazo, a un declive en
la sostenibilidad ya que ahora las empresas deben reportar con mayor
cuidado sus actividades y hasta sus impactos y se restringen. A lo mejor no llevaban a cabo ciertas actividades
y lo decían, pero al ahora no decirlo por miedo a las acusaciones, se reduce la
percepción sobre las actividades de las empresas y parece que se reduce la
responsabilidad. Es posible que el largo plazo, al mejorar la credibilidad
de las empresas y su confianza en lo que hacen y dicen hacer, se revierta la
tendencia.
Con ello la sociedad se ha dado cuenta de que mucha de la información que
recibía no era tan confiable como creía y las empresas, ante el tsunami de los requerimientos
informativos se está volviendo mucho más selectiva en la información que
disemina, que si bien no
conlleva riesgos legales por parte de los reguladores de la información, sí
conlleva riesgos reputacionales y legales por parte de algunos de sus stakeholders,
en particular clientes, empleados y organizaciones de la sociedad civil. [5]
También existen riesgos legales derivados de las regulaciones de protección del
consumidor, sobre la veracidad en las propagandas y características de
los productos y servicios, lo que se han intensificado mucho últimamente. [6]
Este aumento de la transparencia ha llevado a una retracción tanto de las
actuaciones como de su diseminación, con la consecuencia real y aparente de un
declive de la sostenibilidad.
5.
Sinceramiento de algunas empresas: Con esto ocurre lo opuesto al anterior. Algunas empresas
se han dado cuenta de sus declaraciones de intenciones eran poco realistas,
aunque resultaban muy atractivas. Después de algún tiempo de no alcanzarlas
se han centrado en objetivos menos ambiciosos, pero más realistas, aun a pesar
de parecer un retroceso en sus aspiraciones. Se están centrando en lo más relevante
para la empresa y sus aspectos materiales no son ya un gran número de buenas
intenciones. Al hacerse más honestos,
lo que debería llevar a una mejor apreciación de la sostenibilidad, se percibe
como un reconocimiento de exageración o engaño, cuando en realidad debería
verse como sinceramiento y debería estimular el aprecio.
Un caso paradigmático de esto es el de Unilever, empresa que ha sido
reconocida como de las más responsables por un gran número de expertos, sobre
todo en los diez años que estuvo bajo la dirección de Paul Polman. Pero, en
parte como consecuencia de las duras críticas, burlonas, al propósito de su
mayonesa, “Luchar contra el desperdicio de alimentos” (¿una
mayonesa con propósito?), decidieron aterrizar sus aspiraciones y hacerlas más
factibles y realistas. En vez de tener
aspiraciones grandilocuentes a nivel del conglomerado (“Hacer cotidiano el
vivir de forma sostenible”), han descentralizado las aspiraciones y cada
unidad del negocio (¡son más de 400 marcas!), puede hacerlas de manera que sean
más compatibles con su línea de negocios y más relevantes para el entorno en
que operan. [7] También
ha influido el ataque de inversionistas activistas que sufrieron durante
años, para que prestasen menos atención a la sostenibilidad y más a la rentabilidad,
que comentamos más adelante. [8]
6.
La “industria de la ASG”: Si bien se ha extendido el uso
del acrónimo ASG a todos los aspectos de la sostenibilidad empresarial, su
mayor uso es en los mercados de financieros y de capitales, como instrumento de
calificación sobre la supuesta responsabilidad de las empresas, a efectos de guiar
las decisiones de inversión de aquellos que quieren favorecer los valores negociables
de las empresas responsables.
Lamentablemente el uso de los criterios ASG (ambiental, social y
gobernanza) como representación de la sostenibilidad empresarial conlleva una simplificación
perniciosa y es la de pensar que esa responsabilidad se puede medir con indicadores
de algunas actuaciones en esos temas. Esto contiene dos falacias, una es la de
que se puede encapsular esta responsabilidad en un índice compuesto de una
serie de indicadores, cuando la responsabilidad es mucho más que el conjunto
de acciones en esos aspectos, (A + S + G ≪≪ Sostenibilidad Empresarial) [9] [10] y la
otra de que es posible capturar el impacto de las acciones empresariales en
indicadores simples. Esta distorsión de la
responsabilidad ha llevado a un desprestigio de la “ASG” cuando se ha visto,
por ejemplo, que empresas que tienen prácticas irresponsables o que tienen productos
y servicios nocivos son calificadas como responsables, lo que ha llevado al
escepticismo sobre la inversión responsable y sobre el acrónimo ASG.
Se ha creado la lamentable precepción, por ignorancia o por negligencia, de
que ASG es sinónimo de sostenibilidad empresarial, en todo el sentido de la
palabra, con lo que la pérdida de credibilidad de la calificación de inversión “ASG”
se ha extendido a toda la sostenibilidad empresarial, que no es lo mismo y que debería
estar al margen de estas tergiversaciones conceptuales.
Adicionalmente, para combatir el greenwashing en esta industria, los
reguladores, especialmente en la Comisión Europea, de EE.UU. y del Reino Unido
tienen en proceso regulaciones para asegurar que los fondos comercializados
como responsables tengan inversiones que sean calificadas como tales y que
tengan el impacto correspondiente. Ello ha llevado a una “sinceración” de los
fondos existentes, muchos de los cuales han debido reclasificarse en
niveles inferiores de responsabilidad o aun desistir de la etiqueta y de
ofrecer menos nuevos fondos esperando que se concreticen las regulaciones.
Ella conlleva la impresión de que interés en la sostenibilidad empresarial
está decayendo, cuando lo que esta sucediendo es que se está sincerando.
7.
Inversionistas activistas: [11] Los
mercados de capitales están dominados por inversionistas que persiguen la maximización
de beneficios financieros y algunas empresas que cotizan en bolsa tienen entre
sus estrategias el logro de la sostenibilidad empresarial, y algunas más, muy
pocas, el objetivo de optimizar beneficios financieros y sociales. Algunos inversionistas,
los llamados activistas, los que quieren influenciar activamente las
estrategias de las empresas, alegan que la sostenibilidad es una distracción
de lo que debe ser su objetivo primario de maximización de beneficios e intervienen
vía la adquisición de acciones de empresas que consideran vulnerables y a través
del nombramiento de consejeros que compartes sus ideas. Sus éxitos y sus amenazas
han logrado cambiar las estrategias de algunas empresas con la consecuente reducción
de su responsabilidad social actual o futura. [12]
No todos los inversionistas activistas son anti-sostenbilidad, los hay pro-sostenibilidad, pero, aunque sean un mayor número, tienen menos recursos para ser efectivos y el balance se ha inclinado a favor de los primeros.
II.
Mi argumento: Golpe de realidad.
En muchos de mis artículos he alegado que el problema de la responsabilidad
de la empresa ante la sociedad, ahora sostenibilidad empresarial, es que “sus costos son tangibles y en el corto plazo y los
beneficios, si se dan, son en el largo plazo y muchas veces intangibles”
[13]
Mientras nos referíamos a cosas hipotéticas, como “la sostenibilidad
empresarial debería ser rentable”, “la sociedad aprecia a las empresas
responsables” o “es de justicia que las empresas devuelvan a la sociedad parte
de lo que ella les ha dado”, todo andaba bien. Pero cuando los costos se hacen
tangibles, cuando se enfrenta a la realidad cotidiana, la evaluación no es
hipotética. ¿Compararía Ud. productos que han sido producidos
responsablemente?: “¡Claro que sí!” Pero ¿qué porcentaje de sus compras
lo han sido?: “No lo sé, pero debe ser muy, muy poco”.
Mientras la situación económica es favorable, mientras todo va viento en popa,
se aceptan más incertidumbres sobre los potenciales beneficios, se aceptan más
costos tangibles en el corto plazo con la esperanza de beneficios en el largo
plazo, y hasta se es optimista y se cree que serán más tangibles. Esto es válido tanto para personas, como
para empresas, como para la sociedad, como para los países. En términos económicos
decimos que la tasa de descuento implícita de los beneficios futuros, para
comparar con los costos actuales, es muy baja, porque la incertidumbre (léase
riesgo) percibida es baja, lo que favorece el costo beneficio a favor de la
responsabilidad. Se asumen los “bajos” riesgos.
Pero cuando se enfrenta a la realidad, la precepción y
las expectativas cambian.
Lo opuesto, y es lo que conspira, por ejemplo. contra la acción sobre el
cambio climático, es donde se sienten los costos tangibles, en tanto que los
beneficios son muy inciertos y a muy largo plazo y “no me preocupan
porque yo ya no estaré aquí, sufro los costos, pero no recibo los beneficios”.
La incertidumbre de recibir los beneficios es muy alta, por lo que la tasa de
descuento implícita es alta y no es “rentable” hacer algo al respecto. ¿Y las
generaciones futuras? Ese es problema suyo. Menos mal que los millenials
se han dado cuenta y actúan, ante la relativa indiferencia de los baby
boomers y los de la generación X.
Los hogares se enfrentan a la inflación, lo que los lleva a ser más cautelosos
en sus adquisiciones, dejando de lado consideraciones de responsabilidad. El
precio pasa todavía a ser más determinante. Todos estamos a favor de
combatir el cambio climático, pero cuando ello conlleva aumentos en los costos
de la energía, nos lo pensamos mejor. Si se deben instalar molinos de viento o
placas solares cerca de mi casa, me opongo. Estamos a favor de los vehículos
eléctricos, pero si son más caros nos lo pensamos y nos quedamos con los de
combustibles fósiles. Sí, es cierto que a largo plazo pueden ser más económicos,
pero mi tasa de descuento es alta y veo con mucha claridad los costos
actuales y muy difusos los beneficios. Estamos en contra de la eliminación
de los subsidios a los combustibles fósiles (por ejemplo, el diésel para camiones
o autobuses) porque me sube el precio del transporte, cuando su eliminación podría
llevar a un menor consumo y un mayor uso de energías renovables y menores emisiones.
Nos oponemos a los impuestos a la gasolina, pero es lo que ha llevado a un
mayor uso del transporte público, si está disponible, o que compremos vehículos
de menor consumo.
Ante las condiciones económicas adversas y los riesgos en la situación
geopolítica actual, todos, las personas, la sociedad, las empresas y los
gobiernos, ven los costos de la sostenibilidad
empresarial y ambiental con más claridad y los beneficios más borrosos. Y nos
volvemos más cortoplacistas.
Todos los beneficios que los promotores de la sostenibilidad empresarial nos
han venido prometiendo no se están dando, pero los costos sí. Estamos cansados
de esperar. Hay fatiga.
Este es en resumen una de las causas más universales del declive del
interés por la sostenibilidad empresarial.
III.
En resumen: ¿Irreversible?
La realidad y la percepción sobre la sostenibilidad empresarial es que está
declinado, por
múltiples causas, que afectan a países y sectores industriales de manera
diferente, como las manipulaciones políticas, competencias por escasos recursos,
mayor conocimiento por parte de la sociedad de la realidad empresarial y desilusión
con el comportamiento empresarial, presiones económicas, entre otros.
Pero una de las causas más universales es de que esa sostenibilidad
empresarial se está enfrentando a una cruda realidad. Está dejando de transitar en un mundo de ilusiones,
de promesas al futuro, está llegando la hora de la rendición de cuentas.
Los países, instituciones, y personas que la promueven han creado expectativas,
a veces exageradas, para convencer a los escépticos, que no se han concretado. La más notable es la de que es rentable.
Puede ser, depende. [14] Y los
opositores suelen ser más adeptos que los promotores a usar los medios de comunicación
masiva para difundir sus opiniones. Y las noticias que más se difunden son
las malas no las buenas, por ejemplo, los episodios de corrupción y falta
de ética y los relacionados con desastres naturales.
Y la gran atención a los aspectos ambientales, sobre todo al cambio climático,
que no esta logrado los resultados deseados, hace muy visible esa falla. Por otra parte, su atención conspira contra
aspectos como los sociales, sobre los que sí ha habido progreso. Los primeros
son de interés universal, en todo momento, en tanto que los segundos son de
interés más especializado, más local. Los aspectos sociales estuvieron su
apogeo durante e inmediatamente después de la epidemia, pero ahora ha cambiado
la percepción sobre los costos y los beneficios, con una caída de atención.
¿Es este declive permanente? Toda acción tiene una reacción y estimo que
habrá una reacción a estas causas en el mediano plazo, con la estabilización de
las regulaciones, la diseminación de información confiable, con un mayor
enfoque por parte de las empresas a lo que es verdaderamente material para ella
y para la sociedad, dentro de los escasos recursos de que se dispone, lo que lo
hará más estable.
Nos moveremos a un nuevo equilibrio, posiblemente a un
nivel inferior al que esperábamos. En cierta forma, estamos ante un punto de inflexión. Lo
que no está claro es el plazo en el que se logrará ese nuevo equilibrio.
Ojalá sea en el mediano y no en el largo, y ojalá que los promotores entiendan
esta nueva realidad y dejen de ser ilusos.
Su ilusión puede ser un estímulo, si es realista, si no lo es puede ser perjudicial
[15] Y hay
quienes ven es esto oportunidades [16]
Creemos que el declive se presentará en aspectos puntales, en la periferia
(por ejemplo, en la inversión responsable) pero que el
núcleo conceptual, la necesidad, virtudes y valores de la responsabilidad permanecerá
y podrá ayudar a salir del punto de inflexión, sobre todo por el interés
de muchos países, especialmente los europeos, con los esfuerzos de la Comisión Europea,
de las instituciones de apoyo, que en cierta forma dependen de la continuidad
de la sostenibilidad empresarial, y de no pocas empresas que están comprometidas.
El apoyo de las personas, como consumidores, como votantes, como empleados,
etc., es menos proactivo y un poco más volátil y dependerá del resto de los
esfuerzos.
[2] Ver CEO de BlackRock: ¿Ha dejado de promover la
sostenibilidad empresarial? y El
CEO de BlackRock como apóstol de la sostenibilidad: ¿En serio?
[3] Ver Confianza
en las empresas, pero desconfianza en sus alardes de sostenibilidad: Las
encuestas de Edelman.
[4] Si bien el número de empresas que
expresan compromisos aumente continuamente, menos del 5% son creíbles según un
estudio del NewClimate Institute.
[6] Ver, por ejemplo, ¿Y si el greenwashing fuera un crimen? La redada
a las oficinas de DWS y Feeding us Greenwash
[7]
Ver los artículos de Greenbiz Unilever
CEO signals radical shift in sustainability agenda y Why
Unilever’s downshift on sustainability is good news.
[9] Ver Doce razones por las que los criterios ASG no reflejan la sostenibilidad
empresarial y ¿Se puede encapsular la responsabilidad empresarial en un número ASG?
[11] Ver el artículo de la nota 8 y ¿Valoran
los accionistas los beneficios a la sociedad? El caso Danone
[12] Ver los casos Etsy, en ¿Pueden las empresas certificadas como
responsables cotizar en bolsa? y de Danone y Unilever de las notas 8 y
11.
[13] Lo había publicado por primera vez en
un artículo del blog, hace 15 años, en diciembre del 2008, en Responsabilidad
Empresarial: De la ilusión a la realidad.
1 comentario:
La sostenibilidad ya no es solo un valor añadido, sino una necesidad estratégica para las empresas modernas. Convertirla en el eje central de las operaciones permite no solo cumplir con las crecientes demandas del mercado y los consumidores, sino también construir cadenas de valor más resilientes y responsables. Sin embargo, el verdadero reto no solo está en implementar prácticas sostenibles, sino en visibilizarlas y contar con equipos especializados que impulsen su gestión. Negocios sostenibles bien integrados no solo benefician a la empresa, sino también a la comunidad y al planeta.
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