sábado, 10 de diciembre de 2022

¿Son sostenibles los valores y fondos sostenibles?: El inversionista tiene que hacer sus deberes


Malas y engañosas ciencias, es juzgar por las apariencias.

El hábito, no hace al monje.

Proverbios populares

 

A finales del 2022 la discusión sobre lo que representan las calificaciones de sostenibilidad, su interpretación y su (ab)uso en el etiquetado de fondos y carteras de inversión ha adquirido gran intensidad, en buena parte buscando reducir su proliferación, ambigüedad y abuso. En este articulo pasamos revista a los intentos de regulación y a las dificultades de lograr una calificación representativa de la realidad. ¿Son sostenibles los valores y fondos etiquetados como sostenibles?

El hecho de que la extensa recalificación a la baja en las categorizaciones de la sostenibilidad de los fondos en Europa y otros países (ver La oleada de rebajas del rating ESG de los fondos alarma a los inversores) alarme a los inversores es un buen indicador de que esos inversores no están al tanto de lo que representa en realidad la categorización y de su ambigüedad. Pero no todo es greenwashing de los gestores, es también desidia de los inversores de hacer sus deberes. Esto fue revelado, entre muchos otros medios, [i] en la investigación de un consorcio de medios europeos The Great Green Investment Investigation. El resumen en español fue publicado en El País Los agujeros legales de las finanzas sostenibles: así acaba el dinero de los fondos de inversión más verdes en empresas contaminantes.

I.                Directrices sobre las características de sostenibilidad de fondos de inversiones

La Unión Europea ha estado actualizando la Directiva sobre la divulgación de información relativa a la sostenibilidad en el sector de los servicios financieros (Sustainable Finance Disclosure Regulation, SFDR, en inglés) en la que se mencionan las características de sostenibilidad de los productos de inversión que los gestores de fondos ofrecen al público inversionista y su etiquetado. A finales del 2022 todavía no se habían definido las características específicas de lo que constituye un valor negociable sostenible y las instituciones financieras solo tenían descripciones vagas en la directiva, lo que ha llevado a los gestores de fondos a calificarlos en base los artículos que las describen. Las calificadas bajo el Articulo 6: no persiguen objetivos de sostenibilidad; bajo el Artículo 8: promueven inversiones con objetivos sociales y ambientales; y, bajo el Articulo 9: persiguen objetivos de sostenibilidad.  Esta falta de especificidad ha conducido a confusión en los mercados, lo que analizamos más adelante.

La Comisión de Valores y Bolsas de EE. UU., SEC, emitió una propuesta en la que se establecen tres categorías de fondos: “Fondos de Integración”, en cuya selección de valores se consideran criterios ASG junto con otros criterios financieros; “Fondos enfocados a la ASG”, que seleccionan los valores en base a uno o más criterios ASG como consideración significativa o primordial; y los “Fondos de Impacto”, cuyo provincial objetivo es lograr impactos específicos en sostenibilidad.

En el Reino Unido el regulador, la Financial Conduct Authority (FCA), está discutiendo la normativa Sustainability Disclosure Requirements (SDR) donde se contemplan cinco categorías de fondos: “No promovido como sostenible”, que no considera específicamente criterios ASG; “Responsable”, que incluyen algunos criterios ASG en la sección de valores, pero que no tienen la sostenibilidad como objetivo; “Transición a la sostenibilidad” que usan criterios ASG pero sin ser su objetivo primario; “Alineados con la sostenibilidad” que tienen una alta proporción de valores que persiguen objetivos de sostenibilidad específicos; y, de “Impacto” que buscan el logro de impactos específicos en aspectos de la sostenibilidad.  Esta categorización de la FCA es posiblemente la más especifica y descriptiva.

Lo que tienen en común estas tres categorizaciones es que no especifican qué es un valor sostenible o cómo se determina. [ii] [iii] De la discusión que sigue veremos que todas, quizás con la excepción de las categorizadas como de impacto, pueden contener valores con algo o mucho de responsabilidad (¿cuánto?) y con algo o mucho de irresponsabilidad (¿cuánto?).

Los calificados como sostenibles pueden tener una alta concentración de mediocres o una baja concentración de responsables e inclusive incluir valores de empresas con impactos negativos. La versión europea sí especifica algunos criterios sobre los impactos negativos (do not significant harm, DNSH), que posiblemente elimina los casos más obvios, aunque pueden incluir empresas que causen daño, siempre que no sea significativo. [iv]

II.             ¿Cuándo se pueden considerar valores o fondos como sostenibles?

Artículo 2 (17) del Reglamento (UE) 2019/2088 sobre la divulgación de información relativa a la sostenibilidad en el sector de los servicios financieros incluye criterios para la determinación de lo que se puede considerar como una inversión sostenible

Inversión en una actividad económica que contribuya a un objetivo ambiental, medido, por ejemplo, por indicadores de eficiencia energética, energía renovable, consumo de insumos, agua y tierra, ….desechos …emisiones de gases de efecto invernadero, biodiversidad, economía circular, o que contribuye a un objetivo social, ….reducción de desigualdad…integración, social, condiciones labirales, capital humano, desarrollo de comunidades….siempre que no causen daños significativos y las empresas emisoras sigan buenos principios de gobernanza…estructura organizativa, relaciones laborales, remuneraciones…cumplimiento fiscal…

Para el etiquetado de los fondos que incluyen esos valores, la Autoridad Europea de Valores y Mercados, ESMA, propone que los fondos que usen el término ESG tengan al menos un 80% de activos que "promocionan características ASG", es decir, que favorezcan las cuestiones ambientales, sociales y de buen gobierno. Por su parte, los fondos en cuya denominación incluyan la palabra Sostenible o Sostenibilidad deberán tener al menos el 50% de ese 80% destinado a "inversiones sostenibles". Ver Consultation Paper on Guidelines on funds’ names using ESG or sustainability-related terms. [v]

Si se analiza con cuidado se puede ver que un fondo comercializado sostenible o de sostenibilidad, bajo estas reglas, puede contener una muy baja proporción de sostenibilidad y no hablemos de impacto, que solo se considera en algunos fondos de impacto. Debe contener un mínimo del 50% de inversiones sostenibles del 80% que promocionen características ASG, o sea un 20% que no importa lo que haga con tal de que no cause daños significativos, un 40% de inversiones sostenibles y un 40% de inversiones con características ASG, aunque no sean sostenibles.  Y el 40% de inversiones sostenibles puede contener valores calificados como sostenibles que en realidad tienen solo un porcentaje de sostenibilidad, no deben ser 100% sostenibles, que ninguno lo es. Si suponemos que del ideal de sostenibilidad en el promedio llegan al 50% (pensemos en la mala gestión del recurso humano de Tesla, la evasión fiscal de Facebook, la restricción a la competencia de Google, empresas que forman parte de una gran mayoría de fondos sostenibles), el fondo sostenible tendría un 20% de “sostenibilidad”, 20% que no lo es, y un 60% de valores que tiene algunas características ASG pero que no se puede calificar como sostenible. Véase el caso de ExxonMobil que, con su buena calificación en sus planes de neutralidad de emisiones y recursos humanos, pero gran contribución real a las emisiones de gases de efecto invernadero, está incluida en el índice ASG de S&P y por ende en muchos fondos que se basan en el índice.

Es de destacar, sin embargo, que en otro documento de guías, la ESMA sugería que los fondos calificados como de Artículo 9 deberían ser lo más cercano posible al 100% sostenibles. [vi]

Esta discusión no debe tomarse al “pie de la letra cuantitativa”, solo pretende ilustrar como se puede diluir el término “fondo sostenible”.

En un artículo anterior [vii] analizábamos esta problemática en el caso del etiquetado de fondos que se utilizan en los informes sobre la inversión responsable en Europa y en particular en el caso de España al analizar el informe anual de Spainsif sobre el avance de la inversión responsable. El informe tipifica los fondos por la metodología de selección de los valores, no por su sostenibilidad (salvo los de inversión de impacto), pero al descansar en buena parte en el uso de calificaciones de responsabilidad por parte de calificadoras comerciales, constituye un buen ejemplo de ambigüedad en la tipificación y la necesidad de mayores precisiones.

III.            Problemas en la producción de calificaciones de sostenibilidad y en su interpretación.

Para entender estas regulaciones y su aplicación a la inversión responsable en los mercados de valores es indispensable un conocimiento sobre que son y que no son las calificaciones de sostenibilidad empresarial, que representan y que no representan, ya que suelen ser la base para la asignación del grado de sostenibilidad empresarial de los valores, carteras y fondos de inversión.

En la discusión que sigue nos referiremos a las calificaciones de sostenibilidad empresarial de los emisores de valores negociables que son usados para conformar las carteras y fondos de inversión etiquetados como responsables, por lo que es importante distinguir entre las evaluaciones de la sostenibilidad empresarial de los de valores emitidos para financiar actividades generales de la empresa (acciones e instrumentos de deuda genéricos), de la evaluación de instrumentos emitidos para financiar proyectos o actividades específicas con el objetivo de promover la sostenibilidad, via, por ejemplo, bonos verdes, sociales y sostenibles.

En el primer caso se evalúa la sostenibilidad empresarial del emisor, en el segundo caso la de los proyectos o actividades a financiar. Un tercer caso, especial, son los bonos ligados a la sostenibilidad, que captan recursos de libre disposición para el emisor por lo que es éste, en su conjunto, el que debería ser calificado, pero no lo es. En el primer caso, al cubrir la totalidad de las actividades del emisor, la ambigüedad de la calificación es mayor: muchas actividades, compensaciones entre lo malo y lo bueno, etc. En el segundo caso, la evaluación de restringe al destino acordado de los recursos, que es más acotado y definido. El tercer caso, es el peor: no se evalúa al emisor, solo a sus promesas de llevar a cabo a cabo algunas actividades ligadas a la sostenibilidad, que pueden ser significativas, pero también pueden ser triviales o inclusive referirse a logros que se perseguían sin mediar la emisión de los bonos ligados a la sostenibilidad, que como recordamos son de libre disposición del emisor, no son para el logro de las promesas.[viii]

Muchas de las metodologías de selección de valores se basan en las calificaciones de sostenibilidad por agencias calificadoras En el artículo ¿Se puede mejorar la relevancia y efectividad de las calificaciones de la sostenibilidad empresarial? analizábamos en mayor detalle este proceso de calificación y concluíamos que adolecen de seis problemas en lo referente a la determinación de la responsabilidad de los emisores (hemos hecho una propuesta para paliar algunos de estos problemas [ix] ). Decíamos:

El principal problema (1) es que califican algo que no está definido y que cada calificadora define y modela a su gusto.  ¿Qué es sostenibilidad empresarial?  Lo único que tienen en común es que todas le dan el nombre de calificaciones de sostenibilidad o algo parecido. Adicionalmente, (2), siendo su principal mercado los inversionistas, las calificadoras usan modelos en base a la materialidad financiera, que pretenden indicar el potencial impacto sobre la situación financiera de las empresas, pero muchos de los participantes también están interesados en la materialidad de impacto, el efecto de las actividades de la empresa en la sociedad y el medio ambiente.

Pero (3), ello es ignorado por las calificadoras.  Se basan en los insumos asignados y las actividades llevadas a cabo, y en el caso de algunos criterios se basan en planes, en intenciones, pero no en sus resultados y el impacto logrado. Y lo que es peor, (4), se ignoran los impactos negativos, no restan puntos.  Hay empresas con el máximo puntaje (best-in class) que tiene impactos negativos no mitigados y comportamientos irresponsables.

Pero (5), se utilizan como si indicaran la sostenibilidad empresarial, o sea como indicadores del bien que supuestamente hacen para la sociedad. ¿Inconscientemente, por ignorancia, por complicidad o por comodidad? Sea como sea, no solamente tienen los problemas de conflictos de definición de algo no definido, sino además de usos que no se corresponden con su determinación.

Y (6), asignan clasificaciones a los diferentes criterios A, S y G, y calculan una calificación agregada, lo que implícitamente permite compensar deficiencias en algunos aspectos con elementos positivos en otros y viceversa. [x]

Y muchas de las calificadoras no consideran la responsabilidad del producto o servicio, lo que lleva a la potencial inclusión de valores cuyos emisores causan daños significativos a la sociedad.

En una entrevista el profesor de finanzas en la escuela de negocios de la George Mason University Brad Swanson, sobre las calificaciones de sostenibilidad (mi traducción) ponía ejemplos de estos problemas: [xi]

Las prácticas negativas, como la descarga de desechos en los ríos no reducen las calificaciones ASG si ello no tiene un costo tangible para la empresa. De la misma manera, equidad en las remuneraciones por género no suben las calificaciones si no hay evidencia de que traerán beneficios adicionales a la empresa.

Una buena calificación ASG simplemente refleja que la empresa está gestionando efectivamente los riesgos a los beneficios netos, no que la empresa produce valor social.

Es por esto que, por ejemplo, una empresa tabacalera puede tener una calificación razonable al tener buenas puntuaciones en aspectos como la conservación de suelos o el comercio justo, aun cuando sus productos matan a sus clientes.  El tabaco causa daños sociales considerables, pero ninguno de esos daños se refleja en la calificación ASG, dado que las ventas del tabaco son legales y no conllevan riesgos financieros a los productores.

…… incluir en el índice a Caesars Entertainment, la mayor empresa de casinos de EE.UU. El daño social de las apuestas, especialmente las apuestas adictivas, es muy conocido. Pero la destrucción de vidas a través de las apuestas no es ilegal y no conlleva riesgos financieros a la empresa, de tal manera que no se penaliza la calificación ASG.

Al ser la evaluación un gran promedio ponderado, implícitamente se permite compensar defectos con alguna virtud (en la evaluación de ExxonMobil se compensó su contribución a las emisiones de gases de efecto invernadero, el mayor contribuidor del mundo a nivel de empresa, con sus planes para logar cero emisiones netas en 2050).  La calificación es un neto, pero recordando que no se asignan números negativos a comportamientos irresponsables. Se puede constatar que difícilmente ese gran promedio ponderado de números incompletos refleja la responsabilidad del emisor. [xii]

Si bien esta breve y simplificada descripción no le hace justicia a las complejidades de los modelos de algunas de las calificadoras, es suficiente para los propósitos de nuestra discusión. Hay que recordar que la gran mayoría de las calificadoras no divulgan sus metodologías. [xiii]

Cada una tiene sus ideas de lo que quiere decir ser responsable (sobre lo que no hay ni habrá consenso, dependen del contexto en que opera la empresa, de sus prioridades, del bien que quiere hacer, etc.). Remitimos al lector al artículo ¿Cuál es el banco más sostenible del mundo? donde incluimos la tabla de puntuaciones que asignan una de las mayores calificadoras del mundo, S&PGlobal, a los bancos, donde podrá constatar estas aseveraciones.

IV.           En resumen

El problema subyacente en todos estos esfuerzos es la tipificación de lo que es una empresa (o un emisor de valores) sostenible. No pudiendo haber consensos sobre lo que se quiere calificar, no es posible lograr una calificación de valores o fondos sostenibles. ¿Qué es sostenibilidad de un emisor de valores? ¿Cuánta A, cuánta S, cuánta G? ¿se pueden compensar unos con otros? ¿Está representada la sostenibilidad de la empresa por estos tres criterios, o es mucho más que eso? [xiv] ¿Cómo incluimos el bien que el emisor quiere hacer? ¿Representa esto el valor social y ambiental que crean las empresas? ¿Solo importa la materialidad financiera? Sin pretender ser exhaustivo, estas preguntas permiten apreciar lo imposible que es definir y mucho menos cuantificar la sostenibilidad de un emisor de valores.

Lo que esto quiere decir es que cualquier solución que se adopte para la calificación de los valores y de los fondos será imperfecta. Lo será menos en la medida que la calificación se refiera a un aspecto especifico de la sostenibilidad (por ejemplo, emisiones, o igualdad de género, o responsabilidad fiscal), pero se diluirá en la medida que quieran incluir más y más aspectos de la sostenibilidad. Pero al enfocarse en solo una temática se ignora la responsabilidad en todos los demás aspectos. acarrea Ello no obsta para que algunas calificaciones sean menos malas que otras y habrá que optar por alguna. Pero ello debe ser una seria advertencia para los inversionistas responsables de que no es suficiente con mirar la etiqueta, que el hábito no hace al monje. 

Y en las regulaciones habrá que balancear su rigurosidad con la flexibilidad necesaria para seleccionar los valores “sostenibles”.  Si las regulaciones son muy estrictas no habrá valores con los que conformar los fondos, o solo se ofrecerán fondos de baja sostenibilidad o los calificados como de transición, que invierten en valores tradicionales, con la promesa de mejorar.

Las propuestas en consideración de mejorar la disponibilidad, calidad y confiabilidad de la información sobre sostenibilidad empresarial [xv] harán una gran contribución a mejorar la relevancia de estas calificaciones, pero no resuelven muchos de los problemas mencionados arriba.

Todo esto puede llevar a establecer un mayor número de categorías, como se hace en el caso de las calificaciones crediticias que incluyen cerca de veinte categorías, que van de AAA hasta D (claro está que es mucho más fácil definir y cuantificar riesgo crediticio que riesgo de sostenibilidad). En este sentido, la propuesta del Reino Unido citada arriba parece ofrecer mejores opciones que la de EE. UU y la de la Comisión Europea.

Los inversionistas lógicamente quieren uniformidad de criterio, y la mayor representatividad posible, y los reguladores deben contribuir a ello en la medida de lo factible y lo deseable, Pero los inversionistas responsables y sus agentes no pueden renunciar a su deber de analizar en lo que invierten.

La inversión responsable para que rinda sostenibilidad requiere esfuerzo.

¿Eliminarán estas categorizaciones el greenwashing? No, lo harán más sutil y sofisticado.


[ii] La ambigüedad subyacente es la causa de la reclasificación de miles de millones de fondos de inversión, sobre todo en Europa en los fondos originalmente calificados como de “Artículo 9”. Ver el articulo citado en la nota anterior.

[iii] Para una comparación entre las categorías de Europa, el Reino Unido y EE. UU. Ver Comparing ESG disclosure rules for funds in the EU, UK and the US (SFDR, SDR and SEC) proposals.

[v] The Financial Conduct Authority (FCA) del Reino Unido ha establecido, a finales del 2022, un grupo de trabajo de expertos para desarrollar un código de conducta voluntario para los proveedores de datos y calificaciones ASG.

[viii] Ver el caso muy ilustrativo de una las empresas con mayor impacto negativo sobre el medio ambiente y serias deficiencias en gobernanza en ¿Hace falta ser una empresa responsable para emitir un bono ligado a la sostenibilidad?

[x] Para paliar este problema habíamos hecho la propuesta de la creación de un “grado de sostenibilidad” en ¿Tienen tus inversiones ASG “grado de sostenibilidad”?

[xi] Estos argumentos los he expresado en algunos de mis artículos. Ver Mis ocho artículos sobre calificaciones de sostenibilidad empresarial.

[xiii] Hay una presión creciente por parte de los reguladores de Europa y de EE.UU. para lograr mayor transparencia sobre estas metodologías.

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