sábado, 25 de junio de 2022

De la RSE a la ASG: ¿Cómo vamos?

 

Este artículo, divulgativo, no analítico, tratamos brevemente diversos aspectos de la responsabilidad empresarial, desde el impacto de la pandemia, a la evolución reciente de esa responsabilidad en general y de los principales aspectos ambientales, sociales y de gobernanza en particular, el desarrollo de las finanzas sostenibles y el futuro de la información sobre la sostenibilidad empresarial. [1]

I.         Desde la gobernanza hasta las políticas de gestión de colaboradores, las acciones de las empresas frente a la comunidad, el compromiso con la sustentabilidad, la relación con clientes ¿Cuánto nos cambió COVID-19? ¿Cuáles son las claves de la gestión responsable que se impone para los nuevos tiempos?

Desde el punto de vista de la responsabilidad de las empresas ante la sociedad, la crisis del COVID-19 produjo dos movimientos notables:  Por una parte, nos dimos cuenta de que las empresas pueden y deben juagar un papel más activo en la sociedad, que la acción de los gobiernos, si bien es necesaria se demostró insuficiente y en algunos casos inefectiva.  El papel de las empresas en la superación de la crisis fue clave. Por otra parte, siendo fundamentalmente una crisis humana, las empresas se percataron más de la importancia de las personas en su operación, y estas también se percataron más de la importancia que las empresas tienen para ellos.  Se acentuó la necesidad mutua y sobre todo las expectativas de los empleados de que las empresas, y sus empleos, proporcionarían soporte y estabilidad en una crisis como esta.  Desarrolló, en muchos casos, una mayor identificación con la empresa.

Las claves de la gestión responsable son siempre las mismas: mitigar los impactos negativos sobre la sociedad y el medio ambiente y potenciar los positivos que se tienen y se quieran tener. Lo que sucede con crisis como esta, es que las empresas se dieron cuenta de que pueden y deben hacer más el bien de lo que parecía posible, sobre todo en términos del capital humano. 

Los aspectos sociales de la responsabilidad adquieren mayor relevancia y las personas se constituyen en el centro de esa responsabilidad. Se pasa de ver al empleado como un recurso más, a verlo como parte de su capital, que debe ser nutrido y conservado. Es de enfatizar que todo esto es una generalización y que no es el caso de muchas empresas, pero sí que debería serlo.

-En esta nueva normalidad ¿Están las empresas/ organizaciones de Latinoamérica realmente replanteándose su rol de frente a sus comunidades/ a sus países y a la región y el planeta? ¿Por dónde pasa un verdadero cambio profundo?

Hay una gran variedad de situaciones.  Para las empresas que han asumido su responsabilidad ante la sociedad, convencidas de que es lo hay que SER, contra viento y marea, y no solo HACER algunas actividades ocasionales, aisladas, dependiendo de las circunstancias, la nueva normalidad los ha convencido aún mas de ese papel. Pero para las empresas responsables por imagen, ocasionalmente, por conveniencia, esto no cambia mucho, el cambio que hagan es efímero, no es sostenible, no aguanta adversidades. Es como en la parábola de las semillas que caen entre espinos, las plantas brotaron, pero los espinos las ahogaron y no las dejaron crecer.

Pero lo que sí es cierto es la crisis replanteó la relación empresa/sociedad y en particular la de empresa/empleado.

El cambio profundo pasa por los dirigentes. Es cierto que el entorno es un factor importante, es más fácil ser responsable cuando las condiciones son favorables, pero el terreno debe ser fértil, el carácter los dirigentes, sus voluntades y la cultura de la organización son críticas para la sostenibilidad de la responsabilidad. Y mucho de este cambio debería iniciarse en la forma como se imparte la educación en las escuelas de negocio en particular y en la educación en general.

II.        Pero ¿es el tema de la responsabilidad de las empresas ante la sociedad es algo que compete solo a las grandes empresas?

Es muy cierto que la discusión internacional, los ejemplos que se destacan y los materiales de difusión y enseñanza, están dominados por las grandes empresas.  Pero ello no obsta para que las pequeñas y medianas también participen en esta contribución a la sociedad. Hay que recordar que las micro, pequeñas y medianas empresas en América Latina constituyen más de 99% de las empresas, aunque menos el 50% de la producción y el empleo, pero son claves en la cohesión de la comunidad donde operan y en la resiliencia ante condiciones adversas.

Pero estas empresas deben hacerlo de acuerdo con el contexto en que operan, de acuerdo con sus capacidades financieras y sobre todo sus capacidades de gestión.  Y lo que no deben hacer es tratar de imitar a las grandes, las MiPyME no pueden hacer de todo, deben concentrarse mucho más que las grandes en lo que tiene impacto y en lo que se ajusta a sus capacidades y ventajas operativas.

III.      ¿Hay ya una evolución en Latinoamérica de la RSE a la adopción de criterios Ambientales, Sociales y de Gobierno Corporativo (ASG)? ¿Cómo se está dando esta evolución en la región?

En esto hay una confusión muy lamentable, contraproducente para la asunción de responsabilidad de la empresa ante la sociedad.  Se cree que cuando se propone un nuevo nombre (hace una década fue el de creación de valor compartido, ¿se acuerdan?) quiere decir que será más efectivo, más amplio, de aceptación más generalizada.

La responsabilidad de la empresa, llámese RSE, son la miríada de acciones, pero además incluye la cultura organizacional, los procesos de toma de decisiones, las políticas, el carácter du sus dirigentes, la cultura organizacional, etc., que al ser implementadas conducen a la sostenibilidad empresarial. ASG son meramente criterios con los cuales se pretende evaluar esto, pero de una forma muy reducida ya que se limita a cuantificar algunas de las acciones, pero la responsabilidad empresarial es mucho más que hacer “cositas” por la comunidad, empleados, medio ambiente, etc.

Y más aún, los criterios ASG no miden ni el mal que se hace, ni la cantidad y calidad del bien que se hace o el que debería y podría hacer, ni el impacto que tienen sus acciones responsables. Pretende medir que tipo de “cositas” hace la empresa en estos tres aspectos. ASG no es una alternativa a la RSE, no es comportamiento, es solo una manera de evaluar muy imperfecta y parcialmente algunos comportamientos.

Si empresa “hace” un poquito de A (recicla parte de sus desechos), un poquito de S (tiene un programa de educación para sus empleados y usa su voluntariado para plantar algunos árboles) y un poquito de G (tiene algunas mujeres en el consejo directivo) se le califica como ASG, asignándolo un numero o una letra, para expresar su posición relativa en el modelo idealizado de las acciones, del cual hay centenares en el mercado, que el evaluador cree que las empresas deberían hacer. El problema es que los usuarios no conocen el modelo, ni analizan que hay detrás de la calificación, ni conocen de las omisiones y comisiones. Extrapolan una pequeña parte de la sostenibilidad empresarial a un todo.

En la región también se está extendiendo esta confusión y se comenzando a usar el término ASG en el contexto de las inversiones y el financiamiento sostenible como veremos más adelante.

IV.       Desde su mirada experta ¿Por dónde corre la agenda y el accionar de las organizaciones/empresas en Latinoamérica en cuanto al componente AMBIENTAL y cuanto más se impone avanzar en esta agenda

El tema ambiental es uno que está adquiriendo mucho interés, dominado por las emisiones de gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático.  Lamentablemente este interés está opacando los demás aspectos ambientales, los de gobernanza, y lo más crítico para América Latina, los sociales.

El tema de las emisiones debe ser de interés para los gobiernos y las grandes empresas consumidoras de energía y combustible fósiles como las acereras, cementeras, etc., y para las grandes explotaciones ganaderas (uno de los principales causantes), por ejemplo.  Para la gran mayoría de las empresas en América Latina no es un elemento crítico.  Sí lo es el resto del tema ambiental relacionado con los residuos, deforestación, desertificación, contaminación del aire, de la tierra y en especial del agua y su consumo.  Y es en esto donde se impone avanzar, en particular en la implantación de las regulaciones ambientales. Pero hay que poner el énfasis donde se tiene impacto.

V.        ¿Cómo gestionan y se reformulan las empresas/organizaciones de la región el abordaje de las acciones SOCIALES, el componente Social de las ASG?  ¿Cuál agenda muestra avances y cuál es la postergada en este tema?

La responsabilidad de la empresa ante la sociedad comenzó por los aspectos sociales, muchas veces a través de filantropía, para apoyar a la comunidad circundante, donde vivían sus empleados y para apoyarlos en vivienda, salud y educación.  En una continua evolución se profundizó y extendió a las mejoras laborales y del ambiente del trabajo, emocional y físico. Y recientemente, ante el desarrollo económico y social, el crecimiento acelerado del poder empresarial, y la ubiquidad de la información, la sociedad ha entendido mejor cual debe ser el papel de la empresa en la sociedad y exige directa o indirectamente una mayor contribución a su desarrollo.

En los actuales momentos los temas sociales vuelven a ocupar un primer plano. Ahora se espera que las empresas (por lo menos las grandes) pongan a las personas y su dignidad en el centro de su preocupaciones y contribuyan a su desarrollo profesional, que se paguen sueldos justos y equitativos, a pesar de lo que diga el mercado laboral, que se proporcione un ambiente trabajo conducente, que se respeten los derechos humanos en toda la cadena de valor, que los productos sean responsables y producidos responsablemente, que los clientes y consumidores sean tratados como personas y no solo como fuentes de ingresos.  Por otra parte, no se trata solo de contribuir a paliar los problemas de las comunidades afectadas, como en el pasado, sino además de contribuir a su desarrollo regional sostenido, sobre todo proporcionado además fuentes de empleo y de apoyo como proveedores a las micro, pequeñas y medianas empresas, vía los negocios inclusivos. 

Claro está que todo esto debe ser en función de la capacidad de las empresas y su impacto económico y social.  Pero apunta a la dirección necesaria.

VI.       ¿Cómo han adoptado las organizaciones/ empresas de la región el componente DE GOBERNANZA, en dónde se avanza y en donde hace falta profundizar? ¿Cuál debe ser el rol de un gobierno corporativo transformado, alineado con la ASG?

Este es un tema que ha estado dictado por las grandes empresas que cotizan en bolsas de valores y en países desarrollados, sujetas a las disposiciones de los códigos de buen gobierno de las comisiones de valores respectivas. Ha estado dominado por una gobernanza que tiene como objetivo la eficiencia económica de la empresa, el accionista o dueño como objeto de la acción, por lo que se concentrado al más alto nivel, el del consejo directivo, donde se toman las decisiones estratégicas, sobre todo en aspectos como financiamiento, mercados, remuneraciones, selección de consejeros, auditoria, y, recientemente, la participación de la mujer.

Y estos aspectos, con la evolución de las expectativas sobre el papel de las empresas, también se han expandido y evolucionado a incluir además objetivos de gestión responsable en todos los sentidos. Se trata ahora de gobernanza para la sostenibilidad, con asignación de responsabilidades al consejo en estos aspectos, no solo los económico/financieros, las estructuras internas para las estrategias, políticas, procesos, la coordinación y ejecución de las actividades necesarias, el establecimiento de sistemas de gestión del personal conducente y compatible con la sostenibilidad (reclutamiento, promoción, desarrollo, remuneración, equidad, justicia, integridad, ética, etc.), énfasis en la colaboración, eliminación de silos, gestión de los conflictos entre las subculturas de las diferentes funciones (Finanzas vs. Producción vs. Ventas vs, Compras, vs. Medioambiente, vs Personal, vs Legal, etc.),  que lleven a una cultura de la organización guiada por su contribución positiva a los stakeholders afectados y los que quiere afectar.

Esta cultura de sostenibilidad es el aspecto menos desarrollado ya que requiere de todo el esquema descrito arriba, pero desarrollado en un terreno donde en el día a día se reconozca y se aprecie esa contribución. Y esto pasa en gran parte por el carácter de sus dirigentes y de las personas, cuya transformación y adaptación a esta cultura requiere del largo plazo

Esta es la nueva gobernanza, de la gobernanza para los accionistas a la gobernanza para la sostenibilidad.

VII.     Ha planteado que en los ASG falta la P, de producto responsable. ¿Qué impacto tendría en empresas actualmente calificadas ASG dicha inclusión y cuanto aportaría a una certificación más legítima?

La responsabilidad del producto es una de las mayores omisiones en los criterios ASG, junto con temas de elusión y evasión fiscal, aunque todo esto sí es parte de la responsabilidad empresarial.  Una empresa productora de tabacos o de bebidas alcohólicas (con agricultura sostenible), de armas (con beneficios laborales), casinos (consumiendo energía renovable), pornografía (que no discrimina a las mujeres), es calificada con algún puntaje ASG, algo de bueno tienen para compensar algo de malo.

Cierto es que algunos fondos de inversión las excluyen de sus carteras, pero, por ejemplo, las que siguen al índice Dow Jones Sustainability Index invierten en la tabacalera Phillip Morris y en la petrolera ExxonMobil, por ejemplo. Recientemente se sacó a Tesla, líder en producción y modelo y estímulo para el mundo de vehículos eléctricos, de un índice de sostenibilidad por baja calificación en el tratamiento de sus empleados, pero se elevó a ExxonMobil, la mayor productora del mundo de combustibles fósiles, con gran contribución a las emisiones, por tener un plan de reducción (no por haberlas reducido). Y esto es un buen ejemplo de las grandes limitaciones en el uso de criterios ASG.

VIII.    ¿Cómo avanza el tema de las finanzas responsables y sostenibles, su evolución a nivel global y en Latinoamérica/ Centroamérica?

Es un tema que está tomando mucho impulso, mayormente por el lado de la oferta de valores negociables y de préstamos bancarios. En parte porque está de moda, en parte porque contribuye a mejorar la imagen de los emisores y prestamistas y en parte porque se puede aprovechar un mercado incipiente de inversionistas responsables que quieren colocar sus ahorros e inversiones en estos valores. Este tema de las finanzas sostenibles tiene dos frentes: la emisión de valores de deuda y de capital para el financiamiento de actividades y proyectos sostenibles y el mercado financiero donde se transan.

Muchos países ya tienen regulaciones para la captación de recursos con financiamiento sostenible vía bonos verdes (para financiar actividades relacionadas con el medio ambiente), sociales (actividades sociales), sostenibles (ambos, ambientales y sociales) o ligadas a la sostenibilidad (para cualquier cosa, pero con el compromiso de tomar algunas acciones en sostenibilidad), llamados colectivamente BVSS y LS. Ya los han emitido empresas en países como Costa Rica, Guatemala, Perú y Colombia, y en Chile a nivel de gobierno.  Bien estructurados y con la supervisión y rendición de cuentas adecuadas sobre el impacto de las actividades y proyectos que se financian pueden ser un poderoso instrumento para contribuir a la sostenibilidad del planeta y la canalización de inversiones responsables. Además de estos instrumentos negociables, algunas instituciones financieras otorgan préstamos y otros financiamientos para estas actividades, condicionados al logro de metas de sostenibilidad.

Si bien estos instrumentos tienen el potencial de contribuir a la sostenibilidad se debe además considerar el resto de la responsabilidad de la empresa.  Una de las empresas que más contribuye a la contaminación del agua en EE. UU, y a la deforestación y emisiones en Brasil emitió un bono ligado la sostenibilidad, donde se comprometieron a una mínima reducción de sus emisiones, y tuvo un exceso de demanda por los bonos. Y las empresas de los sectores mencionados arriba también pueden emitir BVSS y LS, independientemente de la responsabilidad de sus productos. Y esto son ejemplos del (mal) uso de los incompletos criterios ASG. Para juzgar la legitimidad de estas emisiones de valores y su posible incorporación a las carteras de inversión responsable hay que hacer una evaluación integral del emisor.

Un mercado menos desarrollado en América Latina y que puede estimular la demanda de aquellos valores y de las acciones de empresas responsables (de verdad), es el de las inversiones responsables, en el que fondos de pensiones, de inversiones, de empresas de seguros, entre otros, adquieren valores que han sido calificados como responsables, con la idea de que con ello canalizan recursos hacia la sostenibilidad. Pero también aquí hay que hacer dos acotaciones, una es que no es lo mismo inversiones en base a criterios ASG, que son muy parciales, y la otra es en inversiones socialmente responsables, ISR, donde se hace la evaluación integral de la totalidad de la responsabilidad de los que emiten los valores. La otra es que la gran mayoría de estas transacciones ocurren en el mercado secundario, transándose valores ya emitidos, cuyos recursos van del comprador al vendedor, sin que las empresas reciban recursos adicionales para inversiones en sostenibilidad. Es en el mercado primario, donde las empresas hacen la colocación inicial de sus valores en el mercado, como lo es el caso de los BVSS y LS y de sus acciones en aumentos de capital, que aportan recursos adicionales para sus inversiones, que luego van a esos mercados secundarios. Pero el mercado primario es una fracción del mercado secundario.

IX.       ¿Cuáles desafíos observa en las empresas de la región cuando están en el proceso de adoptar estándares de sostenibilidad, en línea con los requisitos de los inversores? ¿cómo fortalecer el ecosistema de finanzas sostenibles en nuestra región?

Por ahora es muy posible que los costos de las emisiones de valores en los mercados primarios, de acuerdo con estándares de sostenibilidad, su reporte, seguimiento y costos de transacción, que satisfagan a los inversionistas responsables, sean superiores a los beneficios que se obtienen en términos de menores costos financieros. Algunos tendrán que incluir los beneficios de reputación y tener visión de largo plazo para equilibrar la balanza.

Es posible que en colocaciones directas a inversionistas privados se obtengan menores costos, pero salvo contadas excepciones, las ofertas al público inversionista en general tienen tasas que son relativamente comparables a las de los productos financieros tradicionales de riesgo comparable.

En los mercados secundarios se alega que las carteras conformadas por valores de empresas consideradas responsables rinden mas que las tradicionales.  En esto es muy difícil generalizar por cuanto las comparaciones se hacen con grupos de valores seleccionados y sobre períodos cortos o especiales de tiempo, como fueron los dos años del pico de la pandemia. Se requiere de un mayor ámbito analítico para hacer generalizaciones.

Sea como sea, para la sostenibilidad es crítico desarrollar los mercados primarios y secundarios en América Latina, sobre todo en términos de la demanda por estos valores por parte de fondos e instituciones financieras.  La parte de la oferta de instrumentos de deuda está bien encaminada en buena parte de los países de región, aunque se puede requerir su revisión en base a las experiencias que se vayan adquiriendo en este incipiente mercado.  Y también se está desarrollando de forma favorable la infraestructura financiera, informática, legal y de consultoría para el funcionamiento de estos mercados.

La demanda por estos valores es lo más crítico en términos del desarrollo del ecosistema, que puede requerir la flexibilización de las reglas para que los fondos puedan invertir en estos instrumentos y sobre todo el fortalecimiento de la supervisión por parte de las autoridades que den confianza de que en efecto se cumplen sus objetivos de sostenibilidad y eviten el lavado de cara (el llamado greenwashing). Y estas autoridades deben evitar la tentación de tener reglas diferentes para cada país, cuando ya existen reglas internacionalmente aceptadas que permiten la emisión y comercialización en diferentes países.  No hay que reinventar la rueda.

 


[1] Es el texto completo de la entrevista con la revista Estrategia y Negocios (Centroamérica), que fue resumida en las páginas 24-25 del número 269 Empresas responsables: Liderazgo con futuro (mayo-junio 2022).


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