domingo, 21 de noviembre de 2010

¿Que podemos aprender de la irresponsabilidad social de algunas microfinancieras?

¿Porqué preocuparnos ahora este tema? Por dos razones fundamentales. La primera es que la que reciente crisis del sistema de micro finanzas en un estado de la India puede propagarse al resto del mundo y en particular a América Latina. Cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas a remojar. Y la otra es porque esa crisis nos da lecciones para la responsabilidad social de las instituciones financieras en general y para las empresas en particular.


La crisis en el estado de Andhra Pradesh en la India surge como consecuencia de que algunos clientes no pudieron pagar las elevadas tasas de interés de los préstamos lo que llevó a muchas familias a la ruina y a la desgracia y, en algunos casos, al suicidio. Esta situación fue lamentablemente exacerbada por algunos políticos oportunistas que sugirieron no pagar los créditos hasta que se arreglara la situación. Al interrumpirse el flujo a las microfinancieras se ha cerrado la renovación de créditos, eslabón fundamental del negocio, y se ha abierto un circulo vicioso virulento. Buena parte de las elevadas tasas de interés se deben a los elevados costos de transacción en préstamos muy pequeños con intensidad en supervisión directa. Sin embargo, parte de estas elevadas tasas se debe al poder cuasi-monopólico de algunas financieras. El hecho de que una de ellas fue al mercado de capitales con una emisión de acciones que hizo millonarios a algunos de sus accionistas, perjudicó la imagen pública de estas instituciones. Un problema de responsabilidad empresarial.


Ya hubo un caso en América Latina, que afortunadamente no llegó a mayores. Aparte de protestas aisladas de algunos expertos en el tema, no hubo reacción de los clientes ni de políticos. Fue el caso de una microfinanciera, con una posición en un gran mercado urbano que era monopólica, cobrando tasas de interés en exceso del 100 por ciento, aun con una mínima mora, con más de 600.000 clientes. Su rendimiento sobre el capital excedía el 50 por ciento, cuando en la banca tradicional no superaba el 10 por ciento. Los dueños decidieron salir a la Bolsa, no para aumentar el capital y así extender su cobertura, si no para vender el 30 por ciento de sus acciones y transformar en efectivo las ganancias contables. La emisión tuvo una sobre-subscripción de 12 veces. Los aportes originales de capital de US$6 millones se habían convertido en US$125 millones de valor en libros a través de ganancias contables, y se convirtieron en US$1.500 millones a través de la valoración en la bolsa. Los accionistas tuvieron un rendimiento del 100% anual compuesto, durante cada uno de los siete años de la existencia de la financiera. Todo ello gracias a tasas de interés superiores al 100 por cierto y a que los pobres pagan. ¿Quién pagó por estas extraordinarias ganancias de los accionistas?


¿Legal? SI, ¿Ético? NO. No es que tenga nada de malo ganar dinero legalmente, pero hay maneras y maneras. La emisión tuvo como objetivo capturar la alta valoración de la microfinanciera en el mercado, bajo la expectativa de ganancias extraordinarias, basadas en tasas de interés muy elevadas. Pero lo que cobraban no era ilegal y no está regulado. Siempre se ha argumentado, correctamente, que el control de las tasas de interés coartaría severamente el crédito. ¿Pero, y la responsabilidad social donde está? Aparentemente para los promotores era suficiente con dedicarse al microcrédito, con ello cumplían su labor ante la sociedad. Esta fue una excelente oportunidad perdida de crear, con parte de las ganancias extraordinarias, una Fundación para la educación financiera de los microempresarios. Y obviamente de reducir voluntariamente las tasas de interés.


Además de las responsabilidades tradicionales de toda empresa, ¿cuáles son las responsabilidades específicas a las microfinancieras? En realidad la gran mayoría son comunes con las de cualquier institución financiera, solo que más intensas, más sociales, más solidarias. Estas se tienen que adecuar al mercado que cubren, que suele ser poco competitivo y con clientes con muy pocos conocimientos financieros. Solo enumeraremos estas responsabilidades especiales para no extendernos:


• Dar el financiamiento que el cliente necesita y sólo el que el cliente necesita

• Como el cliente NO suele saber lo que necesita, hay que darle educación financiera en la demanda de los recursos y en su uso responsable.

• Y la responsabilidad mas importante, reducir el costo del dinero a través de la eficiencia en la intermediación financiera mediante:

  • Captación a bajo costo: Control de riesgos financieros y en cartera, mezcla de fondeo, buena gobernanza, responsabilidad (ética y transparencia), reporte de cumplimiento de objetivos (monitoreo del cliente y agregación)
  • Bajos márgenes de intermediación: Eficiencia en la gestión, usos de tecnología, selección y apoyo a clientes, manejo de liquidez.
  • Colocación efectiva: para la máxima recuperación

Pero, ¿se han preocupado las microfinancieras del impacto que sus costos de transacción tienen sobre sus clientes o simplemente traspasan esos elevados costos? Las microfinancieras dirán que eso es problema del mercado competitivo en que operan. Pero el mercado NO es competitivo, con todo lo que se quiera decir. El pobre cliente (en el sentido amplio de la palabra) no tiene conocimientos de finanzas, no es suficientemente sofisticado como para ir de financiera en financiera a ver quien le da mejores condiciones. ¿Sabe distinguir cuales son las mejores condiciones? Y si lo logra averiguar, no hay que preocuparse, las financieras se encargarán de complicarlo para que así no sea.


El hecho de prestar un servicio que supuestamente ayuda a mejorar la calidad de vida de la población, el hecho de que supuestamente ayuda a reducir la pobreza (hecho todavía no probado), no les permite ignorar la responsabilidad de su producto/servicio y del precio al que vende el producto


Lo del mercado competitivo en las microfinanzas en todavía una falacia en la mayoría de los países en vías desarrollo. Su regulación es relativamente deficiente, y cuando la hay es una regulación mas ligada a la estabilidad del sistema que a la protección del consumidor.


Pero esto nos deja además importantes lecciones para las empresas financieras y no financieras. Muchos de los problemas de las microfinancieras se deben a irresponsabilidades en el producto/servicio que venden y el precio al que lo venden. En las empresas en general, los que se preocupan de su responsabilidad social, se preocupan de la tipología tradicional de responsabilidades: medio ambiente, buen gobierno corporativo, políticas de recursos humanos, apoyo a la comunidad, etc.


Pero las responsabilidades en el producto y su precio no reciben tanta atención. En el caso de productos obviamente nocivos, pero para los cuales hay gran demanda (tabaco, alcohol, etc.), la responsabilidad recae en los gobiernos de regular su producción y consumo, y en buena medida a las mismas empresas, que tienen que cuidar la gallina de los huevos de oro y no perder el negocio. Pero hay muchos productos cuyo consumo se deja a la “regulación” del consumidor, muchas veces ignorante del tema. Habrán visto las pulseras milagrosas, las cremas que revierten el envejecimiento, los zapatos que adelgazan y reducen la celulitis y las píldoras que lo levantan todo a su máxima potencia. La responsabilidad del producto es un tema relativamente ignorado por los vigilantes de la RSE.


Y no se diga de los precios. Supuestamente los precios también están “regulados” por los mercados competitivos. Bajo el supuesto de que hay muchos productores que producen productos semejantes, no hace falta de que la empresa ejerza su responsabilidad de tener precios justos. El mercado lo hace. Pero esto depende de un supuesto en el funcionamiento de los mercados competitivos, que como en el caso de los microcréditos, pocas veces se cumple. Y es la disponibilidad de información y la capacidad del consumidor de actuar sobre ella.


Y no estamos proponiendo controles de precio, estamos proponiendo un mejor funcionamiento de los mercados, donde estos existen, vía más y mejor información y educación del consumidor


Este caso de las microfinanzas nos ilustra la responsabilidad que deben tener las empresas en dos áreas que los vigilantes de la RSE suelen ignorar o suponer que otros las cubren: responsabilidad del producto y de su precio. En estos aspectos estamos un poco retrasados.

sábado, 13 de noviembre de 2010

¿Para qué sirven los índices de sostenibilidad?


Empiezo pidiendo al lector un poco de paciencia ya que este artículo es un poco más largo de lo común por ser un tema menos conocido.

Este artículo pretende contribuir a un mejor entendimiento de qué son y qué no son los índices de sostenibilidad, para qué sirven y para qué no sirven. Esto es importante para entender las críticas que se les hacen, para que el lector sepa cómo usarlos y pueda sacar sus conclusiones de manera informada.

Con motivo del caso BP y el menos nombrado de Shell, recientemente ha resurgido el tema de los índices de sostenibilidad. El primer caso se refiere a las críticas a los índices por incluir empresas irresponsables como BP. El segundo a que Shell decidió excluir al Dow Jones Sustainability Index de sus indicadores para determinar parte de la las bonificaciones de sus ejecutivos, al ser excluida del índice.

Ello a dado lugar a grandes críticas a los índices sobre todo sobre la falta de transparencia sobre los criterios que usan para la inclusión y exclusión de las empresas (Jose Angel Moreno Izquierdo escribió un extenso artículo, ¿Calificadores descalificados? sobre estas críticas en Diario Responsable el 28 de octubre del 2010 ( www.diarioresponsable.com). También han surgido críticas respecto a aparentes inconsistencias entre los índices a la hora de incluir y excluir empresas.

Para entender todas estas críticas necesitamos conocer un poco más sobre los diferentes índices. ¿Por qué se crean los índices ¿Cuáles son los criterios de inclusión de empresas? ¿Cuáles son sus problemas? ? ¿Para qué sirven y como se usan? ¿Por qué quieren las empresas ser miembros?

A mediados de 2009 había más de 50 índices de sostenibilidad, con la mayoría de ellos creados en los últimos tres años, algunos de los nuevos son índices generales, multisectoriales y multinacionales, pero la mayoría son especializados en energía limpia y cambio climático y algunos son especializados en países. En septiembre del 2010 las bolsas de México y de Estambul anunciaron la creación de sus índices. En América Latina se creó en el 2005 el de la Bolsa de Sao Paulo (ISE BM&FBovespa). En España se creó en el 2009 el FTSE4good IBEX, que pertenece a la familia de índices del FTSE4good, integrada además por los de muchas otras bolsas de valores en países desarrollados.

El presente artículo pretende poner estas críticas en contexto y aclarar algunas confusiones que han ido surgiendo con respecto a los índices. Obviamente no es un tratado sobre índices de sostenibilidad. Lo haremos comentando el Dow Jones Sustainability Index (originado por la empresa entonces propietaria del Wall Street Journal, creado en 1999) y el FTSE4good (del Financial Times, creado en el 2001) que son los mas grandes y populares, y el de la Bolsa de Sao Paulo, por ser el primero en América Latina (y segundo en países en desarrollo). El Dow Jones cubre 318 empresas, el FTSE4Good no lo revela y el de la Bolsa de Sao Paulo solo 34 empresas. Los dos primeros son familias de índices y tienen subíndices por países y regiones.

Empecemos por responder porqué se crean estos índices. Se crean fundamentalmente para satisfacer las necesidades de la industria de inversión socialmente responsable, ISR, que busca invertir en valores de empresas que, de acuerdo a algún criterio, puedan calificarse como responsables. Los inversionistas pueden comprar las acciones directamente (si saben cuáles son) o bien comprar participaciones en fondos de inversión creados reproduciendo parcial o totalmente el índice.

Una vez que los inversionistas crean carteras o fondos basados en criterios de sostenibilidad necesitan evaluar su rendimiento, y se usan estos índices como “benchmark”, como referencia. De la venta de estos servicios es de donde vienen los ingresos de los índices del Dow Jones y del FTSE4Good (este índice dona sus ingresos por las licencias a UNICEF). También preparan índices a la medida del cliente. Por ejemplo, el Dow Jones ha vendido mas de 70 licencias para su uso. El de la Bolsa de Sao Paulo obtiene sus ingresos al cobrar por las aplicaciones, ya que no se usa todavía como “benchmark”. Estos índices también tienen costos que deben ser cubiertos y, en algunos casos, proporcionar beneficios. Por ello la metodología en ambos casos es de propiedad intelectual reservada. El producto de los índices es relativamente fácil de copiar, aunque costoso de reproducir, y de allí la confidencialidad con que se manejan.

Es muy importante destacar lo de que la calificación se hace “de acuerdo a algún criterio” porque es aquí de donde salen gran cantidad de las confusiones. Hemos mencionado en múltiples ocasiones que no existe la empresa totalmente responsable. Las empresas tienen algunas o muchas prácticas responsables (ver mi reciente artículo “La punta del iceberg de la RSEhttp://www.cumpetere.blogspot.com/ ). Por esta razón los índices deben decidir qué criterios y metodología van a usar para determinar la inclusión de las empresas.

El Dow Jones es un índice del tipo “best in class”, o sea que incluye las empresas que son consideradas las de mayor responsabilidad dentro de su “clase”, vale decir, dentro de su industria o subsector. Hay empresas que podríamos considerar muy responsables pero no lo son tanto como la empresa líder y por ello pueden no estar, o salir en momento determinado si entra otra mejor. El Dow Jones publica los componentes, las entradas y salidas del índice y la metodología general para el cálculo del índice. El FTSE4Good es un índice general. Sólo publica las empresas que entran y que salen, y ni su composición ni su metodología son del dominio público. Lo que se puede encontrar son los criterios de inclusión/exclusión que son públicos y otros detalles sobre la metodología, como los sectores de riesgo y la exigencia de cumplimiento según riesgo y nivel de capitalización bursátil.

El de la Bolsa de Sao Paulo tiene metodología propia. Su proceso de selección de empresas se basa en un cuestionario de casi 200 preguntas, invitando a empresas que superan un mínimo de liquidez bursátil. Las respuestas de las empresas que aceptan participar son codificadas, eliminado las peores, y se hace un análisis estadístico para determinar las mejores que son presentadas para la decisión final la toma un Consejo Asesor.

¿Pueden estos índices incluir empresas con prácticas irresponsables? Claro que sí. Y he aquí la primera confusión. En primer lugar porque la fuente de información primaria son las empresas. En algunos casos los analistas hacen preguntas a las empresas o se les pide información física de respaldo, pero en general la información está controlada por las empresas. En segundo lugar por el proceso mismo de selección que no puede ser exhaustivo.

En el caso del Dow Jones Sustainability Index hay empresas que producen productos que muchos calificarían de irresponsables, pero que dentro de su industria son las que más y mejores prácticas responsables tienen. En el índice hay productores de tabaco y de licores, que a lo mejor usan materia prima obtenida con agricultura sostenible, pagando precios justos, con excelente gestión de recursos humanos, etc. Las empresas incluidas son las calificadas como las más responsables, en su subsector (también preparan subíndices a la medida, sin tabaco, armamento o productos alcohólicos). En el caso del FTSE4Good, también puede haber empresas con prácticas irresponsables ya que no mide la totalidad de sus prácticas. ¿Deberían los índices incluir a empresas con productos irresponsables? Creo que no. ¿Es el petróleo un producto responsable?

Los criterios de inclusión son diferentes para cada índice. Algunos índices son de actualización semestral, otros de actualización anual, de allí que no reaccionen de forma inmediata a la detección de alguna irresponsabilidad. Esto también puede explicar porque una empresa puede entrar en un índice y salir de otro, aparte de que usan criterios diferentes de inclusión.

Buena parte de las críticas están basadas en un supuesto equivocado de que la membrecía en los índices, quiere decir que las empresas son TOTALMENTE responsables. El usuario del índice, como el usuario de toda herramienta, debe saber utilizarlo. Es posible que los productores de índices tengan buena parte de culpa al no dejar esto bien claro. Además es importante comprender que el que una empresa esté en un índice solo quiere decir que la empresa mostró cumplir, al momento de su selección, con los criterios que usa el índice.

Otra parte del problema, que amplía el anterior, es la falta de transparencia del proceso. Estos índices están pasando ahora por la misma etapa que pasaron las calificadoras de riesgo durante la crisis financiera. La metodología no era de conocimiento público y los usuarios las usaron sin mirar que había detrás. El problema fue que los supuestos expertos no lo hicieron y los ignorantes nos confiamos. Los índices de sostenibilidad también son productos para uso de expertos.

Hay que recordar que la información que entregan las empresas se entrega con carácter confidencial, de allí que se pueda explicar, aunque no justificar, la falta de transparencia sobre esta información. ¿Podemos calificar de responsable a una empresa que considera que su información sobre sostenibilidad es confidencial? Muchos lectores dirán que ello es una contradicción, que es signo de irresponsabilidad. Pero aquí también es conveniente recordar que puede haber información que permitiría a la competencia descifrar algunos secretos industriales. Si la información tuviera que ser de dominio público, las empresas empezarían a entregar menos información y por ello podría quedar en desventaja o hasta dejar de participar. No estamos defendiendo la confidencialidad, la estamos explicando. Sería deseable que la empresa divulgara toda la información que les entregó a los índices, que la publicara en sus informes de sostenibilidad. Pero es que la confidencialidad no es tan trivial como parece.

También se alega falta de transparencia por parte de los índices sobre las razones para excluir o incluir las empresas. Durante 2010 se dio el caso de que uno de los índices excluyó a algunas empresas que fueron incluidas en otro índice. Aun cuando puede parecer absurdo, hay que recordar que lo que se considera como empresa sostenible en un índice es diferente a lo que considera otro.

Por otra parte, divulgar las razones por las que se excluya a una empresa le puede causar daños importantes, que van muchísimo mas allá de la “irresponsabilidad” por la que se le excluye. Algunas se excluyen por el hecho de que entró otra mejor (Dow Jones). De nuevo, algunos dirán que la divulgación es precisamente lo que hay que hacer. Pero también hay que recordar que los índices no son instituciones cuyo objetivo es premiar y castigar la irresponsabilidad. No les compete. Si así fuera, serían muy pocas las empresas que quisieran participar en el proceso, y perderíamos la oportunidad de mejoras continuas en la sostenibilidad. Es de suponer que las empresas excluidas sí saben porque se les excluyó y harán algo para mejorar y volver a entrar en el índice. Siempre y cuando el costo-beneficio de hacerlo lo justifique.

Hay un balance delicado entre transparencia y efectividad, entre rigor y entre utilidad de los índices. No es trivial.

También es importante entender por qué quieren las empresas ser miembros. Presumiblemente, la inclusión en el índice debería mejorar las prácticas responsables de las empresas, mejorar su liquidez bursátil, mejorar el acceso a los mercados financieros y, a lo mejor, hasta su rentabilidad en bolsa. En un estudio detallado del índice de sostenibilidad de una bolsa que acabo de completar pude constatar que en efecto, las prácticas responsables de las empresas tienden a mejorar al ser incluidas en el índice y a deteriorarse al salir, pero que su inclusión no tiene afecto alguno sobre su liquidez bursátil, su acceso a los mercados financieros. En muchos estudios no se ha llegado a una confirmación sobre si la inclusión hace que su rentabilidad en bolsa sea superior a la de las empresas no incluidas. En algunos estudios parece que sí, en otros que no. Puede ser que sean las más rentables las que hacen los esfuerzos por estar en los índices. En cualquier caso, el estar en los índices, no perjudica.

Buena parte de las críticas se derivan de que hay quienes esperan que los índices sean algo que no son. No tienen el objeto de ser fuente de información para el público, no son intermediarios de información entre las empresas y el público. Son productos especiales para quienes los quieren comprar, son productos para guiar las inversiones de un grupo de inversionistas. Muchos de los que los critican lo hacen porque los índices no cumplen la función que ellos quisieran que cumplan. Debemos recordar que no son un bien público, son un bien privado. Ello no obsta para que así como exigimos a las empresas ser responsables, también se lo debamos exigir a los índices. Pero también hay que preguntarse: ¿Publican las empresas detalles de sus procesos y componentes de sus productos y servicios?

Pero llegará el día en que hablaremos de la RSE de los índices de sostenibilidad.

Pero como en el caso de las empresas, no se puede lograr todo de la noche a la mañana. Podríamos ser puristas y pretender crear índices totalmente transparentes. ¿Participarían las empresas? Podríamos pretender que sólo contengan empresas totalmente responsables. ¿Dónde están? Perderíamos una buena oportunidad de contribuir a la sostenibilidad.

Con todo y estos problemas, los índices pueden contribuir a mejorar la sostenibilidad de las empresas, tanto por el proceso de introspección interna que estas deben llevar a cabo para preparar la información, como por la retroalimentación que reciben. Por otra parte, la inclusión en estos índices puede contribuir a mejorar la liquidez bursátil y el acceso al financiamiento, que puede iniciar un círculo virtuoso de sostenibilidad.

No tiremos el bebe con el agua sucia del baño.

sábado, 30 de octubre de 2010

El iceberg de la RSE

La responsabilidad de las empresas es como un iceberg. No porque sea fría, sino que solo se le ve una pequeña parte. Solo se “ve” lo que ellas mismas reportan, que suele ser solo lo bueno.

Esto viene a colación por el reciente caso tan sonado como el de BP. Mucha gente se pregunta cono es posible que una empresa como esa fuera calificada de responsable y hasta estaba en el varios índices de sostenibilidad. Y había ganado muchos premios. Y después del accidente del Golfo de México se descubre que no lo era tanto
La mayor parte de las prácticas estaban sumergidas, como en el iceberg (o como la plataforma de BP).

No era tan responsable antes ni es tan irresponsable ahora. Como se dice de muchos equipos de futbol después de una dura derrota, ni antes éramos tan buenos, ni ahora somos tan malos.

Si no hubiera ocurrido el accidente, ¿estaría todavía BP en los índices de sostenibilidad? Probablemente sí. Lo que esto demuestra que los índices, los analistas y el público en general saben poco de las verdaderas actividades de las empresas, solo lo que ellas deciden revelar o que investigaciones especiales logren revelar. Todavía dependemos mayormente de las empresas en cuanto a información.

Hemos escrito en varios artículos, que la responsabilidad total no existe, la RSE es un concepto parcial. El evento de BP corrobora esto.

Todas las empresas tienen prácticas responsables y algunas prácticas irresponsables. Algunas más, otras menos. La cuestión es donde se ubica el neto, el balance. Ni varias prácticas responsables hacen que la empresa sea calificable de responsable, ni alguna práctica irresponsable hace que la empresa sea irresponsable. Y si se encuentra alguna práctica irresponsable, ¿qué hacemos? ¿La sacamos de todas las listas, de todos los índices? No quedaría nadie. El que esté libre de culpa que tire la primera piedra.

No pretendo excusar a BP, todo lo contrario, en su caso se ha comprobado que su balance es muy negativo, no sólo por el impacto de este accidente, sino por la secuencia de accidentes en otros países atribuibles a negligencia, entre otras irresponsabilidades.

Pero es que si desechamos a todos los hayan cometido algún pecado no nos queda nadie. Hay que buscar la redención, trabajar con los que tienen ganas de mejorar, aumentar el número e intensidad de prácticas responsables en los que tienen vocación. Pero no desahuciar a las que se les encuentra algún problema. Todo lo contrario, son las que necesitan mas ayuda.

Pero tampoco decir que SON RESPONSABLES, como insisten algunos premios. Lo que es correcto es decir que tienen prácticas responsables y que las empresas divulguen cuales son. Así podremos trabajar con las empresas para mejorar y no engañar ni engañarnos con ideas ingenuas.

Y como decíamos en el artículo anterior, que los premios, reconocimientos y certificaciones sean por prácticas específicas, no generales.

Si adoptáremos estos criterios de no demonizar a las empresas por alguna práctica irresponsable y apreciar las responsable a lo mejor serían más honestas en la información que nos dan, no como ahora que solo nos muestran la punta del iceberg y aun esta, en muchos casos, viene bastante maquillada.

Con la responsabilidad de las empresas no podemos generalizar. Como dijo el escritor y humorista Mark Twain: “Todas las generalizaciones son falsas, ……….. incluyendo esta”.

sábado, 16 de octubre de 2010

Premios y certificaciones en RSE: No es oro oro todo lo que reluce

Con el angelito en un hombro y el diablito en el otro, la voluntad de las empresas de implementar prácticas responsables está siendo zarandeada. Por una parte, los de la vida fácil le dicen que no se preocupe, que no hay que hacer grandes esfuerzos. Se pueden ganar premios y certificaciones de que es una empresa responsable con facilidad. Por otra parte, los de la vida dura les dicen que no tomen esa ruta fácil, que tarde o temprano serán descubiertos y sufrirán por esos momentos de gozo temporal.


Con los premios y las certificaciones genéricas se han encontrado el hambre con las ganas de comer. Instituciones supuestamente promotoras de responsabilidad empresarial crean y otorgan premios con gran facilidad. Ambos, los otorgantes y los premiados, ganan “prestigio”, digamos más bien que publicidad relativamente barata. Unos pueden organizar conferencias anuales para la entrega de los premios; algunos hasta llegan a cobrar por participar u ofrecen cursos y asesoría sobre como completar los cuestionarios; otros otorgan la licencia para usar logos que reconocen a la empresa como responsables. Muchos son otorgados por instituciones en las que las empresas deben ser miembros, con pago de cuota. Los premiados presumen de haber ganado un premio y lo anuncian en sus sitios web y en sus informes de sostenibilidad. Es un “gana-gana”. Todos contentos.


Esto no tendría nada de malo, si en efecto los otorgantes hubieran comprobado que las empresas son (totalmente) responsables como dicen. Lamentablemente, para economizar, los premios se basan en cuestionarios completados por las empresas, o mejor dicho, por consultores especializados. En realidad quien gana el premio no es la empresa, es quién completó el cuestionario. Habiendo analizado muchas respuestas a cuestionarios he podido constatar que casi lo único que diferencia a las empresas es cómo lo dicen. La gran mayoría dice todo lo que se espera que digan. Dice que tiene códigos de ética y de conducta, pero no dice si los aplica, cuantos casos se han presentado y como se han resuelto; dice que tiene procedimientos para protección de medio ambiente, pero no si lo hace o como lo hace. Ninguna habla de multas o problemas: ¡!los cuestionarios no lo preguntan!!


Y no hablemos de los premios donde vota el público, como en el caso de algunos reportes de sostenibilidad, donde vota un público que no ha leído los informes y donde la inmensa mayoría vota por las empresas de su país, sin considerar los de otros países.


Pero, ¿a alguna empresa le han retirado un premio por mostrar irresponsabilidad? ¿Quién se atreve?


Problemas semejantes tienen las certificaciones o acreditaciones de tipo genérico otorgadas por gobiernos como propone el proyecto de ley de Economía Sostenible en España (ver el artículo ¿Acreditación de empresas responsables? en el blog www.cumpetere.blogspot.com) y el proyecto de ley de Responsabilidad Social Empresarial de la Comunidad Autónoma de Extremadura. Sin entrar en detalles de si los gobiernos tienen la capacidad de certificar empresas, hay que preguntarse qué pasa si las demás comunidades deciden imitar estas “iniciativas”. ¿Serán mejor las empresas certificadas por una Comunidad que otra? ¿Habrá que certificarse en todas las comunidades autónomas? No hay que preocuparse, si se aprueban estas leyes, pronto saldrá alguna institución que hará un ranking de las certificaciones de las comunidades autónomas o las de los gobiernos.


Éramos muchos (algunos dicen que éramos pocos) y parió la abuela


Y ahora se nos une a la fiesta la ISO 26000, o mejor dicho, sus hijos. La ISO 26000, que no es certificable, no excluye que las autoridades normativas nacionales (generalmente instituciones normativas de los estándares certificables de la ISO) emitan normas certificables. En el alcance dice que “Esta Norma internacional no pretende impedir el desarrollo de Normas Nacionales que sean mas específicas, más estrictas o de diferente tipo” La ISO no debió meterse en normalizaciones cualitativas y subjetivas, pero lo hizo y sacó una buena guía, para guiar (valga la cacofonía) el diseño e implementación de prácticas responsables. La ISO 26000 es el producto de un largo proceso consultivo, razonablemente inclusivo, con la participación de expertos internacionales. Pero no pudo cerrar la puerta a certificaciones nacionales. Es de esperar que, siendo su negocio, las instituciones nacionales vayan más allá y saquen normas certificables. La tentación será grande y ya me imagino una carrera a ver quién saca la primera norma nacional certificable en base a la ISO 26000. Y habrá que ver qué tanta fidelidad mantienen con el original.


Ya existen normas genéricas certificables emitidas por algunas de estas instituciones (en México, Colombia), pero no basadas en la ISO 26000 y no usan mucho. Pero, poder usar el nombre ISO 26000 en la norma certificable, tentará a las empresas a pedirlas y consultores a darlas. No nos dejes caer en la tentación……..


Es que la responsabilidad total no existe. Existen prácticas responsables y algunos tienen muchas. El que esté libre de culpa que tire la primera piedra.


Lo que las prácticas responsables necesitan son certificaciones de prácticas específicas hechas por instituciones acreditadas, independientes, no por consultores no certificados (¿quién certifica a los certificadores?). Instituciones, que se dediquen exclusivamente a estas tareas, que comprueben sobre el terreno las prácticas, que auditen los procesos y otorgan certificaciones con fecha de caducidad, que deben renovarse.


Hay muy buenos ejemplos de estas certificaciones específicas, aunque también pueden tener su problemas: Comercio Justo (verifica precios pagados a productores), Social Accountability (verifica condiciones laborales), WRAP (condiciones laborares en textiles), ICTI (sobre la fabricación de juguetes), Trabajo Infantil (certificaciones por industria: ropa, alfombras, cacao, etc.), Forest Stewarship Council (explotación sostenible de bosques), la etiqueta PEAC en Brasil sobre ausencia de mano de obra infantil, promovida por la Fundación Abrinq, entre muchas otras certificaciones. El uso de estas etiquetas sí tiene valor ……aunque no siempre el consumidor las valora.


También algunos índices de sostenibilidad de bolsas de valores hacen alguna verificación de la información de las empresas, pero tampoco es muy detallada, dependen más del “castigo” que representa ser excluidas del índice (en un próximo artículo cubriremos este tema).


De lo que hay que estar orgulloso y reportar en el sitio web y en el informe se sostenibilidad es cuantas certificaciones tienen, quién las otorgó, desde cuando las tienen. No que cuantos premios logró cosechar, no cuantos reconocimientos recibió de las instituciones a las cuales hizo una donación o es miembro.


Ojalá oyeran al angelito y no al diablito.

sábado, 2 de octubre de 2010

Un llamado a la responsabilidad empresarial: Aumenten la pesca

Los esquemas tradicionales de reducción de la pobreza se basan en darles pescado, y a veces enseñarles a pescar. Pero esto no es suficiente. Las empresas, a través de su responsabilidad ante la sociedad, pueden y deben hacer algo mas: Aumentar la pesca.


Los ODMs, el Pacto Mundial y sus omisiones


Mucho se ha hablado recientemente de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, con motivo de la reciente Cumbre en Nueva York, donde se analizaron los logros, las carencias y, para no quedar mal, se hicieron múltiples compromisos (algún día debería crearse una institución supranacional que tenga poder para asegurar su cumplimento, por lo menos así estos compromisos serán más serios y sinceros). No vamos a entrar en los detalles de los resultados de la Cumbre ya que el lector los puede leer en la gran cobertura mediática que ha generado.


Los ODM son objetivos cuyo cumplimiento corresponde mayormente al sector público. Incluyen metas agregadas, a ser logradas antes del 2015, para erradicar la pobreza, mortalidad infantil, discriminación, salud materna, protección del medio ambiente, reducción de algunas enfermedades. Tiene un objetivo, en apariencia agregado a última hora, como quien dice “otros asuntos”, que aboga por “una asociación mundial para el desarrollo” que tiene una meta, la 8A que puede interpretarse como un llamado indirecto a la inclusión social (Desarrollar aún más un sistema comercial y financiero abierto, basado en normas, previsible y no discriminatorio…). Salvo este último objetivo, los demás corresponden mayormente a los gobiernos, aunque algunas grandes empresas efectúan acciones tendentes al logro de los demás objetivos. A lo mejor se logran algunas de las metas (globales) de reducción de pobreza, aunque no a nivel de países, gracias a los grandes progresos en China y la India, que tienen (o tenían) una gran proporción de los pobres del mundo y que han logrado grandes progresos.


El Pacto Global supuestamente pretende llenar la brecha dejada abierta por los ODM, al dirigirse específicamente a las empresas. Compromete a las empresas firmantes a ciertas normas de conducta en las áreas de derechos humanos, trabajo forzoso e infantil, medio ambiente y corrupción Pero no se preocupa sobre el papel de las empresas en la reducción de la pobreza. Se queda en “no hacer el mal”, sin preocuparse de proponer “hacer el bien”. Son declaraciones de buenas intenciones, sin seguimiento de su cumplimiento y sin consecuencias por incumplimiento (con tal de reportar lo que se hace o no se hace, una vez cada tres años, se puede seguir siendo miembro de esa comunidad). Hay muy poca superposición entre los ODM y el Pacto Global, pero sí una inmensa brecha.


En algunos países de América Latina se han implantado programas de Transferencias Condicionadas de Efectivo (Bolsa Familia en Brasil, Oportunidades en México, por ejemplo), que proporcionan subsidios a las familias pobres a cambio de que los niños vayan al colegio y accedan a medicina preventiva, son un paliativo, que reduce los números de personas que están por debajo de ciertos niveles de ingreso económico, pero no reducen la pobreza, en la definición más amplia que hemos dado arriba. Estos son programas de alivio de la pobreza, no de reducción de la pobreza. ¿Qué pasa cuando los niños crecen y terminan el colegio? ¿Encuentran trabajo? ¿Tienen oportunidad de participar en la actividad económica?


La ayuda para el desarrollo también juega un papel fundamental, pero de la pobreza se sale con el empleo, con la utilización de la capacidad productiva del individuo, no con asistencialismo. Obviamente con salud y educación como condiciones previas.


Pero los ODMs y el Pacto Global se quedan muy cortos, ignoran al individuo y su capacidad de emprendimiento, están basados en el supuesto de que hay que “darle pescado”, en vez de “enseñarle a pescar” y lo que es más importante, “que haya pesca”. ¿Qué pasa cuando muchos han aprendido a pescar si no hay pesca?


La empresa y su potencial para la reducción de la pobreza


El potencial de la empresa para contribuir a la reducción de la pobreza, para el empoderamiento del individuo, para que haya pesca, está prácticamente ignorado en los ODM y en el Pacto Global.


¿Han sacado la China y la India a millones de personas de la pobreza gracias a la ayuda para el desarrollo o gracias a las donaciones? NO. Los pobres han salido de la pobreza gracias a la utilización de su capacidad productiva, gracias a los emprendimientos, gracias a la iniciativa privada. Qué ironía que el país comunista ha usado instrumentos supuestamente capitalistas y no socialistas para reducir la pobreza.


Aun cuando la reducción de la pobreza no es, en principio, responsabilidad de la empresa, puede hacer importante contribuciones a ello, que en el largo plazo la benefician, a través del círculo virtuoso del desarrollo. De allí que, en algunos casos, esto puede ser parte de su responsabilidad social.


Para esto hay que corregir el error prevaleciente de que la pobreza se mide solamente como el poder adquisitivo. Es un concepto mucho más amplio. Como decía la Carta Pastoral de 1986 de los obispos de Estados Unidos en el párrafo 188: “El principio de participación nos lleva a la convicción de que las soluciones más apropiadas y fundamentales a la pobreza serán aquellas que permiten a las personas tomar control de sus propias vidas. Porque la pobreza no es sencillamente falta de recursos financieros. Involucra un tipo de privación más fundamental, una negación a la participación plena en la vida económica, social y política de la sociedad…..”. Esta es la definición de pobreza que trece años más tarde popularizó el premio Nobel Amartya Sen en su libro Development as Freedom, 1999. Atendiendo a estos criterios, se acaba de lanzar un indicar de pobreza más amplio, basado en el acceso a servicios básicos, incluyendo salud y educación. Oxford Poverty and Human Development Initiative (http://www.ophi.org.uk/).


¿Cómo hacemos? Ya lo decía Juan Pablo II en su encíclica Centesimus Annus de 1991: (58) …….En efecto, no se trata de dar lo superfluo, sino de ayudar a pueblos enteros, que están excluidos o marginados, a que entren en el círculo de desarrollo económico y humano. Esto será posible no solo utilizando lo superfluo que nuestro mundo produce en abundancia, sino cambiando sobre todo ….los modelos de producción y consumo……


Es aquí conde la empresa puede jugar un papel importante. Esto es un llamado a los negocios inclusivos, que once años más tarde popularizaría Prahalad en su libro “Fortuna en la base de la pirámide”, aunque originalmente llamaba a la explotación de un mercado no atendido a través de productos y servicios, concepto que posteriormente fue ampliado al de inclusión económica.


Los ODM y el Pacto Global a la hora de resolver el problema de la pobreza están desbalanceados, no se aguantan, ni siquiera con las transferencias condicionadas de efectivo. Necesitan la tercera pata, la participación en la actividad económica, que puede ser proporcionada por los negocios inclusivos (que en cierta forma están insinuados en el objetivo 8 de los ODM que aboga por asociaciones publico privadas para promover el desarrollo económico y social, pero que están mayormente dirigidas a la colaboración empresa-gobierno y que no se han efectivizado).


Es a través del trabajo, del empleo, del empoderamiento constituido por la participación en la actividad económica, la inclusión en el círculo de intercambio, que el hombre logra su dignidad, como se logra la reducción de la pobreza en el sentido más amplio. Aquí sí que las empresas son actores claves, donde hace falta su liderazgo, con el apoyo de gobiernos y de la sociedad civil. Los negocios inclusivos, o en el sentido más amplio, las actividades que contribuyan a una reducción de la inequidad, donde las empresas no ven a los pobres como mercado, sino como proveedores de bienes y servicios, como socios, son uno de muchos instrumentos con los que se pueden incorporar a poblaciones de menores ingresos en la actividad económica.


Las prácticas responsables de las empresas en apoyo comunitario, empleo, sueldos justos, propiedad compartida, adquisiciones y, en general, en negocios inclusivos, constituyen la tercera pata el programa para reducir la pobreza. Es donde se les enseña a pescar y se aumenta la pesca.