A principios de mayo
se anunciaron cuatro noticias, que bajo condiciones normales a lo mejor
pasaban desapercibidas, pero en los actuales momentos de gran incertidumbre sobre
el futuro de la sostenibilidad empresarial son alentadoras. En Europa se
han diluido y pospuesto muchas de las regulaciones pertinentes y en EE. UU. se
están, no solo eliminado regulaciones, sino además hostigando a empresas e instituciones
que pretenden promover aspectos de la sostenibilidad. Ambos casos influencian
las actividades en muchos otros países.
I.
Inversiones responsables.
Una de las mejores
noticias para la sostenibilidad en lo que va de annus horibilis, son los
resultados de una extensa encuesta, Sustainable Signals Individual Investors 2025, sobre las intenciones de inversión
responsable, llevada a cabo por el banco de inversiones Morgan Stanley sobre
casi 1 800 inversionistas de elevados niveles de ingresos en América del Norte,
Europa y Asia-Pacífico. Los resultados
son muy alentadores, aunque hay recordar que en los casos de encuestas siempre
hay que tener en cuenta la tendencia a sesgos hacia
lo positivo. Muchas veces se
responde lo que parece ser lo mejor o lo que desearían hacer, no necesariamente
lo que se hace o se ha hecho, lo que haría más confiable los resultados.
Resumimos algunos de los resultados más destacables (resultados en itálicas). Para no extender la discusión nos concentraremos en las diferencias de intenciones de inversión responsable entre las distintas generaciones, aunque la encuesta también cubre diferencias regionales (no son muy significativas) y por sectores de inversión (más interés por el cambio climático que por lo social).
- Lo que más nos llama la atención son los resultados por generación, donde los más jóvenes muestran mayor interés. El 72% de los de la generación Z (1997-2012) y el 69% de los millennials o Y (1981-1996) están muy interesados en la inversión responsable, en tanto que el 47% de los de la generación X (1985-1980) y solo el 23% de los baby boomers (1946-1964).
Postulamos dos posibles explicaciones: (1) los jóvenes están preocupados por el futuro en el que vivirán en tanto que a los mayores les queda poco tiempo, no es su problema; y (2) los mayores tienen un horizonte de planificación menor y por ello tienen mayor aversión al riesgo, riesgo que presumiblemente conllevan las inversiones responsables.
- Consistente con esto, los jóvenes también dicen tener una intención mucho más firme de destinar una proporción cada vez mayor de sus carteras a inversiones responsables: el 80 % de la generación Z y los millennials declararon tener planes de aumentarlas, en comparación con el 56 % de la generación X y solo el 31 % de los baby boomers.
- Los inversores más jóvenes fueron más propensos a señalar la falta de conocimiento o asesoramiento como un obstáculo para la inversión sostenible, por lo que eran mucho más propensos a decir que probablemente seleccionarían un asesor financiero o una plataforma de inversión en función de sus ofertas de inversión sostenible: el 96% de la generación Z y el 92% de los millennials, en comparación con el 76% de la generación Z y el 52% de los baby boomers.
Sus declarado
intereses en la exposición de sus carteras a las inversiones responsables aunado
a su declarada falta de conocimiento corrobora nuestra hipótesis mencionada
arriba de que las respuestas pueden estar sesgadas a lo sería deseable
responder y no necesariamente a lo que se hace.
· Otro resultados interesantes se refieren a
la rentabilidades relativas. El 24 % afirmó que planea aumentar las
asignaciones porque confía más en que las opciones sostenibles ofrecen rentabilidades
comparables o superiores. Además, una gran mayoría de inversores rechazó la idea de que hay que sacrificar rendimiento
financiero para obtener sostenibilidad. El
85 % de los encuestados afirmó creer que es posible equilibrar las ganancias
financieras con un enfoque en la sostenibilidad.
Esperemos que
las nuevas generaciones plasmen sus buenas intenciones en realidades y
promuevan la sostenibilidad empresarial y ambiental a través de sus inversiones.
2. Inversiones en sostenibilidad.
Un fondo de
inversiones creó un fondo dedicado a financiar
proyectos de transición energética e infraestructura ambiental sostenible en Europa Occidental, por un monto
de € 800 millones, pero terminó captando € 1 100 millones por exceso de demanda,
incluyendo más de la mitad por parte de inversionistas institucionales.
Lo destacable
del fondo es que fue calificado como del “artículo 9”, verde oscuro, de la Sustainable Finance Disclosure
Regulation, SFDR, de la Comisión Europea, que es la calificación más
exigente en los actuales momentos (aunque la regulación, y en particular la
denominación y composición de fondos, están en proceso de revisión [i] ).
Para ponerlo en
contexto hay que recordar que cuando las condiciones para la calificación se hicieron
más estrictas, un gran número de fondos tuvieron que rebajar su categoría o
inclusive dejar de adoptar una calificación de sostenibilidad y además se
dejaron de crear o expandir otros fondos.
Esta reducción de los volúmenes se interpretó en algunos medios como una
caída en el interés por la sostenibilidad, cuando en gran parte fue motivada por la sincerar los requerimientos, que
antes era muy débiles.
Que se
empiecen a crear fondos del articulo 9 en las actuales circunstancias es
alentador. También ayuda que se han expandido los rubros
elegibles en la taxonomía verde para incluir inversiones en la transición
energética, siempre y cuando tengan planes creíbles de avance hacia la
sostenibilidad ambiental.
3. Regulación anti-greenwashing parece
ser efectiva.
El mayor banco de
Canadá, el Royal Bank of Canada, RBC, ha decidido suspender el establecimiento de metas de financiamiento sostenible, que se había
establecido en el 2021 de colocar C$ 500 000 millones (unos US$ 350 000
millones). Las razones que aduce el banco para ello es que las nuevas regulaciones
antigreenwashing en el país implican riesgos legales por incumplimiento,
aun cuando las metas son voluntarias. Podría ser demando por greenwashing si se
analizan las actividades que el Banco reporta como sostenibles, en función de
las tipologías expresadas en las regulaciones sobre lo que es ambientalmente
sostenible. Se adopta la posición del
greenhushing, no omitir información y seguir adelante, para evitar
problemas legales. Su argumento es
que las regulaciones conspiran contra el financiamiento sostenible.
Esta posición de greenhushing
es la que han adoptado muchas empresa e instituciones sobre las actividades en
Diversidad, Equidad e Inclusión, DEI, en respuesta al hostigamiento de la administración
Trump sobre el tema, para poder seguir llevando a cabo sus actividades, “debajo
del radar”. [ii]
Pero son dos
casos de greenhushing opuestos. En el caso del financiamiento de actividades en sostenibilidad del banco se
trata de un greenhushing negativo, es para que no los acusen de no
hacer un bien del que alardean, en tanto que el greenhushing sobre la
DEI, es positivo, para poder seguir haciendo algo positivo, sin alardear, ante
la oposición de algunos poderes.
4. Bolsa de valores sostenibles.
La Comisión Valores
y Mercados de EE. UU, aprobó la creación de una bolsa dedicada a la cotización de valores
sostenibles, Green
Impact Exchange, GIX. Se espera comenzar operaciones a principios del 2026,
y para establecerse, comenzará cotizando valores que coticen también en otros
mercados.
GIX ha
establecido una serie de principios rectores que las empresas deben seguir para
cotizar en la bolsa, entre los que se incluyen:
……el compromiso público con la sostenibilidad a largo plazo de la
empresa y su junta directiva y mecanismos significativos para rendir
cuentas, tener un plan a corto, mediano y largo plazo que lleve a operar el
negocio de manera sostenible, alinear la estrategia comercial de la
empresa con sus principios e implementar políticas y procesos diseñados
para lograr los compromisos y objetivos de sostenibilidad, adoptar un marco
de sostenibilidad comúnmente aceptado y comprometerse a informar
públicamente de forma regular sobre las métricas de sostenibilidad,
garantizar que los compromisos de sostenibilidad se reflejen en aspectos del
negocio y las operaciones de la empresa e identificar, involucrar y comunicarse
con las partes interesadas clave en los compromisos de sostenibilidad de la
empresa.
Sus principios rectores son un libro de texto de lo que debe ser la gestión
de la sostenibilidad empresarial. Ojalá que haya suficientes
empresas que deseen cotizar en este mercado y que haya demanda por parte de los
inversionistas responsable sobre los valores.
Es de recordar
que es un mercado secundario de transacciones, donde por cada comprador hay un vendedor,
por lo que no se generan recursos frescos para inversiones en sostenibilidad
empresarial. Ello solo ocurrirá en el caso de emisiones primarias, ya sea de
acciones de este tipo de empresas, ya sea de instrumentos de deuda de empresas
o proyectos dedicados a inversiones especificas (bonos verdes sociales y sostenibles).
[iii]
De cualquier
manera, la existencia del mercado y la difusión de información sobre la
sostenibilidad de los valores que allí cotizan influirá indirectamente en la
sostenibilidad empresarial en forma positiva, a través del estímulo a empresas
para que adapten sus estrategias para cumplir con esos principios rectores y
cotizar en el mercado, ya sea vía la imitación de otras empresas, ya sea vía emisiones
primarias en valores sostenibles.
5. En resumen
Es alentador ver
que, en los actuales momentos de dilución y posposición de las regulaciones
sobre sostenibilidad empresarial y ambiental, y diríamos hasta de confusión y
duda, en Europa, y ante los ataques en EE. UU. a todo lo que parezca promover
la responsabilidad social y medioambiental, hay iniciativas y acciones que
la avanzan. Aunque hay que destacar que los cuatro ejemplos descritos no
quieren decir que sean actuaciones generalizadas, son solamente muestras, pero son
alentadoras.
Hoy en día, ante la avalancha de malas noticias, del pesimismo, hay que
destacar las pocas buenas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario