Tengo acceso a
una gran cantidad de estudios sobre RSE sobre los cuales me gustaría escribir
artículos. Sin embargo, son muchos y no
resulta factible. Pero en algunos casos estimo que es importante para mis
lectores conocerlos, de allí que escribo
un breve análisis de algunos para que los interesados en profundizar tengan mi
impresión y acceso a los mismos (el anterior fue Cinco
estudios de interés para los estudiosos de la RSE, de julio 2016, que fue muy bien recibido). En este caso comentaré sobre seis que, lamentablemente,
como de costumbre, todos son en inglés.
Me encantaría comentar algunos en español, pero parece que en nuestra
lengua solo se escriben artículos periodísticos o académicos. Tenemos mucha escasez de estudios rigurosos,
pero de aplicación práctica. Afortunadamente
se publicó uno en febrero de 2018, un estudio sobre el Directivo de RSE por
DIRSE y Llorente y Cuenca, al que le dedicaré un próximo artículo.
Los seis estudios
son uno sobre los ODS, otro sobre las metas en responsabilidad social de la
empresa, uno sobre el financiamiento de la sostenibilidad, uno sobre cómo
debería considerarse esa responsabilidad en el futuro, uno sobre como evaluar
la responsabilidad de las grandes empresas en su cadena de valor y uno sobre el
progreso en la sostenibilidad en grandes empresas.
El estudio ha
sido producido por una certificadora de proyectos ambientales, Gold Standard (nombre humilde) y la ONG medioambiental
internacional World
Wildlife Fund. Es otro
estudio que pretende promover el logro de los ODS usando el argumento
empresarial de que ello ofrece grandes oportunidades de negocio. Sin embargo, este añade valor al hacer una serie de
advertencias para no perder la credibilidad (nótese la inclusión de la palabra
en el título). Analiza cinco potenciales peligros reconociendo el potencial de greenwashing, o como lo denominan, SDGwashing (ver mi análisis, anterior a
este estudio, en De
cómo los Objetivos de Desarrollo Sostenible pueden contribuir al greenwashing) y ofrece tres buenas prácticas y recomendaciones
para obtener y mantener la credibilidad de los esfuerzos. Consta de sólo 17 páginas efectivas y es de
lectura muy atractiva. Recomendado.
Los peligros que
identifican son: (1) Cambiar la comunicación,
pero haciendo lo mismo que antes (¡de acuerdo!, greenwashing); (2) Establecer
objetivos basados en consideraciones internas (basarse en consideraciones
externas es deseable pero para muchas empresas puede ser demasiado ambicioso);
(3) No considerar los negativos y las
disyuntivas; (4) Basarse en insumos/actividades
en vez de en resultados/impacto (¡de acuerdo!); y, (5) Reportes e indicadores inconsistentes (íntimamente ligado al (1)). Las buenas prácticas y recomendaciones son:
(1) Comprometerse a la cuantificación de los objetivos y la medición de
impacto; (2) Usar los servicios de verificación y certificación independientes;
y, (3) Incorporar la cuantificación y el reporte en el proceso de toma de decisiones.
Y para estas tres
recomendaciones recomiendan (valga la cacofonía) los servicios de Gold Standard de certificación de
impacto de las acciones tomadas en el logro de los ODS, usando sus Gold Standards for the
Global Goals. Se
aprovecha el estudio para vender sus servicios El estudio si bien tiene valor
agregado, no es altruista, desinteresado. Esto reivindica mi pronóstico número 27
para el 2018 “Los ODS será nombrados como
“negocio del año” por las empresas consultoras” (ver Mis
muchos pronósticos para la RSE en el 2018).
Todo lo que necesitas saber sobre como establecer
metas de sostenibilidad para la empresa en 80 páginas. Este
informe incluye los resultados de una investigación por la firma consultora SustainAbility basado en un estudio de
la literatura existente y en numerosas entrevistas. Cubre aspectos como las razones para establecer metas (mejorar
la gestión, mejorar la reputación, motivar a los empleados, estimular la
innovación, responder a demandas de los stakeholders,
atender imperativos morales, etc.) los
beneficios que pueden traer (mejora en el enfoque de sus actividades y el
valor para la empresa, en la reputación, en la coherencia de sus acciones, en
el impacto de sus actividades en sus empleados y en la sociedad, etc) los obstáculos que se pueden enfrentar y
cómo vencerlos (resistencia interna, dificultades en la medición, recursos,
etc.) los riesgos de incumplimiento, el
proceso de definición para mejorar el valor aportado a la empresa y el impacto
en la sociedad, las características de los indicadores para mejorar el valor para
la empresa, una tipología de los indicadores posibles (absolutos, relativos,
basados en el ciencia, basados en el contexto en que opera, éticos/justicia,
etc.) y como reportar las metas para
mayor efectividad. Incluye numerosos
casos cortos que ilustran los conceptos expuestos.
El informe está
dirigido a grandes empresas que tienen la necesidad y los recursos para gestionar
metas de sostenibilidad, que deben rendir cuentas a grupos de stakeholders con algún poder sobre la
empresa y que pueden capturar los beneficios de establecer y gestionar las
metas. Pero también debe ser de mucha utilidad para empresas de menor tamaño,
que si bien no pueden seguir las amplias recomendaciones en su totalidad, si pueden
obtener buenas ideas sobre las razones, ventajas, desventajas, procesos, etc.
en caso de que quieren comenzar a establecer algunas metas, pero también, con
la excusa de las metas desarrollar y gestionar mejor sus estrategias y acciones
de sostenibilidad, en particular identificar los aspectos más materiales. Es un
buen repaso de como establecer estrategias de sostenibilidad.
Es el primer informe
de progreso de la Sustainable
Banking Network que
es una red de agencias regulatorias del sector financiero de países emergentes
y de asociaciones bancarias. Tiene como
objeto promover el financiamiento de la
sostenibilidad a través del desarrollo de políticas, diseminación y otras iniciativas.
El Secretariado de la SBN está gestionado por la Corporación Financiera
Internacional, CFI, del grupo del Banco Mundial. En el sitio de Financiamiento de la Sostenibilidad de la CFI se encuentran los informes de progreso de
10 de los 15 países cubiertos en el informe consolidado entre los cuales están Brasil, Colombia, México, Perú y Ecuador (los últimos tres están cubiertos
en el informe de progreso pero no tienen informes separados). Califica a los
dos primeros como “establecidos” en el financiamiento sostenible, a los
siguientes dos como “emergentes” y a Ecuador como “formativo”. Ningún país miembro de la SBN es calificado
como “maduro”. Hay 19 países miembros de
la SBN que por ahora solo han mostrado interés y que no son cubiertos por el
informe (incluye a Argentina, Chile, Honduras, República Dominicana, Panamá y
Paraguay).
El informe cubre el progreso en los tres pilares
de actuación: (1) Gestión de riesgos ambientales y sociales, ES; (2) Flujos de
financiamiento a la sostenibilidad; y, (3) Entorno regulatorio e institucional.
El primer pilar cubre la operatoria de las instituciones financieras en cinco
áreas: políticas para incorporar aspectos ES en sus operaciones, capacidad y
gobernanza del proceso, evaluación de los aspectos ES en sus operaciones, monitoreo
de la implementación y transparencia y reporte de resultados. El pilar de los
flujos monetarios analiza cuatro áreas de desarrollo: existencia de iniciativas
para promover el financiamiento, definiciones de lo que constituye
financiamiento ES, recopilación de datos y requisitos de reporte de los flujos
y su impacto. El tercer pilar del entorno se compone de tres áreas: nivel de
desarrollo de la políticas, mecanismos existentes para la implementación y la participación
de otros stakeholders y las
posibilidades de desarrollar el mercado.
El progreso de los países en evaluado
en cada uno de estos aspectos y se le otorga una calificación final para
valorar su grado de desarrollo. La
evaluación es nivel de país y no de instituciones financieras. El informe
presenta un excelente marco con el que evaluar lo que los países están haciendo
para desarrollar los mercados financieros locales para atender a las
necesidades de la sostenibilidad y lo que debería hacer. Es de esperar que futuros informes
proporcionen información sobre el progreso en implementación, en resultados
obtenidos, y no solo en condiciones que sn deseables para ello.
Si bien el informe expresa interés en el marco
financiero para temas como el cumplimiento del Acuerdo de París y el logro de
los ODS, es de destacar que el sesgo es hacia la parte E ya que la parte S es
prácticamente ignorada y en la E el sesgo es hacia el financiamiento de
acciones relacionadas con el cambio climático.
2 comentarios:
Este posiblemente sea un comentario "políticamente incorrecto".
Los dos primeros estudios recomendados tienen en común la consideración de objetivar o de presentar evidencias de los logros alcanzados. Así, estableciendo el típico plan de indicadores, mediciones, plan de contingencias etc. y, como no, verificación externa (que podrían ser los mimos que diseñan los protocolos de validación) se podría obtener cierto reconocimiento de actuar de modo ético y respetuoso con los ODS. Entiendo que todas estas medidas se realizan para evitar únicamente "las declaraciones de buenas intenciones", y, obligar a las empresas que adopten un línea coherente entre lo que dicen y lo que hacen. Pero, por otro lado, desde mi perspectiva, se corre el peligro de reducir las cuestiones de RSE a "cuantificaciones". Eso esta bien, pero no es lo máximo ni es lo ejemplar. Las acciones por muy verificadas que estén, deben ir acompañadas de un contexto, de una implicación. Hipotéticamente (por no nombrar casos reales) podría haber empresas que cumplieran las exigencias de realizar acciones RSE adecuadas, pero que sin embargo no creyeran en ellas. E incluso en otros ámbitos de su práctica empresarial cayeran en contradicciones. Pienso que el camino debe ser justamente el otro. Primero hay que estar convencido, y desde ese nuevo paradigma los "procedimientos" pueden ayudar a canalizar, pero no sustituir la cultura de valores de la empresa.
En definitiva, validar los resultados es una condición necesaria para un adecuado progreso en ética y RSE pero no es suficiente.
Este posiblemente sea un comentario "políticamente incorrecto".
Los dos primeros estudios recomendados tienen en común la consideración de objetivar o de presentar evidencias de los logros alcanzados. Así, estableciendo el típico plan de indicadores, mediciones, plan de contingencias etc. y, como no, verificación externa (que podrían ser los mimos que diseñan los protocolos de validación) se podría obtener cierto reconocimiento de actuar de modo ético y respetuoso con los ODS. Entiendo que todas estas medidas se realizan para evitar únicamente "las declaraciones de buenas intenciones", y, obligar a las empresas que adopten un línea coherente entre lo que dicen y lo que hacen. Pero, por otro lado, desde mi perspectiva, se corre el peligro de reducir las cuestiones de RSE a "cuantificaciones". Eso esta bien, pero no es lo máximo ni es lo ejemplar. Las acciones por muy verificadas que estén, deben ir acompañadas de un contexto, de una implicación. Hipotéticamente (por no nombrar casos reales) podría haber empresas que cumplieran las exigencias de realizar acciones RSE adecuadas, pero que sin embargo no creyeran en ellas. E incluso en otros ámbitos de su práctica empresarial cayeran en contradicciones. Pienso que el camino debe ser justamente el otro. Primero hay que estar convencido, y desde ese nuevo paradigma los "procedimientos" pueden ayudar a canalizar, pero no sustituir la cultura de valores de la empresa.
En definitiva, validar los resultados es una condición necesaria para un adecuado progreso en ética y RSE pero no es suficiente.
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