domingo, 20 de noviembre de 2016

Trump, la gente y el planeta


El lector seguramente estará harto de leer, escuchar y hablar sobre las elecciones en EEUU.  Para los que vivimos en el país los últimos meses han sido una verdadera tortura y la mayoría queríamos que todo terminase para volver a la normalidad.  Pero el proceso nos deparaba una gran sorpresa, la normalidad no regresaría por mucho tiempo.

Para más la mitad de los votantes de EEUU y una gran parte de la opinión del resto del mundo el resultado no fue el deseado, por múltiples razones, que no viene al caso analizar, ya lo han hecho un sinnúmero de medios.  Lo que queremos comentar es el posible impacto del resultado sobre el desarrollo armónico del planeta y muchos de sus habitantes.

Es bien conocida la opinión del presidente electo sobre el cambio climático: es un invento de China para conspirar contra la competitividad de los EE.UU. en el comercio internacional.  Su plataforma electoral incluyó el repudio al Acuerdo de París para el control de las emisiones que recientemente ha entrado en efecto, al respaldarlo los principales emisores, EE.UU., China, India y la Unión Europea.

¿Puede EE.UU. salirse del acuerdo?  Sí, pero la efectividad de su salida debe esperar cuatro años, periodo en el cual todavía debería cumplir con las obligaciones adquiridas.  También podrán salirse denunciando el acuerdo en la Convención de las Partes.  Pero debemos recordar que estas “obligaciones” están basada en planes de reducción de emisiones voluntarios. Si bien el Acuerdo es vinculante, la mayoría de sus disposiciones son de cumplimiento voluntario ya que las “obligaciones” están precedidas de calificativos como “deberían”, “hacer lo mejor que se pueda”, “se estimula”, etc. Entonces las reducciones sugeridas por cada país no son vinculantes y no hay manera de penalizar a los que no presenten los planes naciones o que no los cumplan.  Si bien EE.UU. en teoría continuaría dentro del Acuerdo por el mínimo de cuatro años, en la práctica puede comportarse como si no lo estuviera, no participar en la reuniones, no enviar la información, no cumplir con el plan original, etc. y no hay penalizaciones más allá de un rechazo social (Para mayores detales sobre el Acuerdo, ver mi artículo Acuerdo de París: sencillamente analizado y explicado).

El impacto del eventual rechazo va a depender de la reacción de los demás gobiernos miembros del Acuerdo y de las empresas y personas.  Si con la participación de todos el logro de las metas ya es de por sí  muy difícil, más lo será sin la participación de uno de los mayores emisores.  Es muy posible que los demás países presionen a EE.UU. a que cumpla con su parte, que ellos sigan con los suyos y se logre lo que se pueda.  Claro está que esto sería una gran tentación para algunos países, ya de por si recalcitrantes, para que tampoco cumplan con sus compromisos o se los tomen poco en serio.

Afortunadamente, la entrada en vigencia del Acuerdo llegó en un buen momento y a pesar de algunas dudas hay muchos países, empresas, organizaciones y la sociedad en general que ha percibido que el problema es serio y que ha llegado el momento de actuar.  Hace unos 5 años, esta situación podría haber sido fatal para el avance, pero ahora hay un mucho mayor consenso. 

Las mismas empresas con mayor contribución a las emisiones (energéticas, transportes, etc.) ha realizado grandes inversiones ya sean financieras y físicas ya sean de capital intelectual y social que van a querer rentabilizar.  Muchas ya han capitalizado en el cambio de modelo energético y constituirán fuentes de presión al gobierno de EE.UU.  Adicionalmente, los costos de energía renovable, por ejemplo, se están volviendo competitivos con los de los combustibles fósiles y hay muchos avances en transportes y en fuentes de energía alternativa.  Se han desarrollado tecnologías y mercados para facilitar los procesos.  Estas tecnologías y mercados son poderosos impulsores de la tendencia hacia la reducción de emisiones.  La conciencia de la necesidad de actuar está extendida entre la sociedad, principalmente en países desarrollados, que es donde se generan la mayoría de las emisiones.

No es que esos progresos sean irreversibles, pero sí que hay costos de volver atrás.  No es descartable que se presente una reacción de gobiernos y de la sociedad y sus instituciones en contra de la postura de EE.UU. y quieran aislarlo como un paria en estos temas, lo cual podría generar una fuerte reacción interna en el país.  A pesar de que el proceso electoral llevo al descubrimiento de una gran parte de la población que es ignorante e indiferente ante problemas colectivos, el país, en general es muy orgulloso de su percibido liderazgo mundial.

Tampoco es descartable que veamos matices de un “tercer Trump”.  Hubo un primero, el insultante, que necesitaba ganar las elecciones primarias humillando a sus contrincantes, el segundo, el mentiroso y calumniador, que necesitaba ganar la elección general y, posiblemente un tercero, el moderado (¡gran incógnita!) que debe gobernar a un país, poderoso y de gran diversidad, con un gran desarrollo institucional y legal.  No es de esperar que sea un buscador de consenso, todo lo contrario, se espera que sea un “bull in a china shop” (“como elefante en una cristalería”).  Pero sí es de esperar que a su alrededor se constituyan fuerzas moderadoras, empezando por el vicepresidente, algunos miembros poderosos de su partido, líderes empresariales y la misma opinión pública, especialmente los medios informativos. 

Inmediatamente después de la elección se han presentado protestas públicas en las grandes ciudades, en su contra, de forma genérica, algo sin precedentes en la historia del país.  Es de esperar que estas protestas se intensifiquen en cuanto llegue el momento de la discusión de temas específicos como el medio ambiente y la expulsión forzada de los inmigrantes ilegales.  No parece factible que la deportación anunciada de más de tres millones de personas se lleve a cabo ante la indiferencia de la población.  Son muchos los que verán analogías con los trenes masivos a finales de los años 30s y principios de los 40s en Europa Central y el registro forzado de los americano-japoneses en el transcurso de la segunda guerra mundial.

En contra de esta moderación juega el hecho de que el presidente electo cree que tiene un mandato firme y amplio del pueblo (sin recordar que más de la mitad no votó por él y que un gran número de los que lo votó no entiende las implicaciones de las propuestas electorales, que no estaban ni están definidas).  También cuenta con el control del Congreso, Senado y Cámara de Representantes, lo que permite al partido aprobar las legislaciones que desee.  Con el control del Congreso también viene el control de la Corte Suprema de Justicia, que si bien debería ser independiente sus jueces son nombrados en función de sus tendencias políticas (actualmente la Corte una vacante, con ocho miembros, cuatro de cada bando, y el noveno que fue postulado por el Presidente Obama no ha sido considerado por el Congreso, dominado por los republicanos, a la espera del milagro, que se dio, de tener un presidente republicano, que nombre ahora a uno afín y a varios más al retirarse los de edad avanzada).

Es imposible predecir cómo será el comportamiento del presidente electo que como candidato fue inconsistente, incoherente e indefinido.   Pero su comportamiento como ejecutivo y como candidato ha demostrado que es una persona eminentemente pragmática, que hace lo que sea con tal de conseguir su objetivo.  Los valores y principios no se interpondrán ante la consecución del objetivo final.  Lo que le importa es el fin, lo medios son maleables.

Por ello la sociedad tendrá que imponerle costos que le parezcan tangibles como para compensar los beneficios que percibe de sus actuaciones.  No se le convencerá con argumentos.  Buena parte de la responsabilidad por moderar las acciones caerá en la sociedad civil, sus instituciones, en particular los medios y entre estos los medios sociales, en las personas y en empresas líderes.  Es de esperar que en los próximos años se acentúe el activismo político de la sociedad

De repente y de forma sorprendentemente se está produciendo una concentración de poder por parte de la derecha, no moderada, en los tres poderes ejecutivo, legislativo y judicial.  Se están perdiendo los pesos y contrapesos, algo que siempre ha consistido un gran orgullo de gobierno de EEUU.  De allí la necesidad de un fortalecimiento del poder de la sociedad y el primer (empresas) y tercer (sociedad civil, incluyendo medios, instituciones, academia, redes, gente) sectores. Este sector de contrapeso deberá también defender a la sociedad contra los ataques de quienes se sienten empoderados para los insultos, sexismo, racismo, xenofobia, etc.  ¡Se necesita un nuevo poder!


Una situación verdaderamente preocupante para el desarrollo armónico de la sociedad.


jueves, 10 de noviembre de 2016

Sustainability reporting standards: Compete or collaborate to compete?


There is nothing worse than a sharp image of a fuzzy concept.
Ansel Adams, photographer.

The question posed in the title may seem to some to be rhetorical.  No, there can be no competition between sustainability reporting standards (SASB, GRI, IIRC, etc.).  Even though their products cater to the same market, sustainability information providers, the end users are different. Nevertheless some, particularly SASB and GRI, behave as if in competition with each other, which does not help either of them, nor the providers nor the final users.  Time would be better invested in cooperation.

Is there competition?

In an analysis of this competitive situation, in her post Trump versus Clinton or SASB versus GRI Elaine Cohen, reports that SASB, in the comments sent about the draft GRI standards, suggested that “Perhaps GRI efforts are better place in providing a forum for stakeholders to voice their concerns………rather than codifying standards……”.   Looks as if SASB was telling GRI “get out of the way”. I do not think this should be seen as a dismissal by SASB of the notable contribution of the GRI framework to sustainability reporting, but it is indicative that there is a sense of “competition” between both sets of standards (not as nasty and consequential as the competition between Trump and Clinton).

Sustainability information is still a “fuzzy concept”, but by using the terms “standards” SASB and GRI want to convey a “sharp image”, after all the connotation of the word “standards” is that of something very well defined, with consensus among users. Both are guilty of abuse of sharpening a fuzzy concept.  And it all started with the creation of the SASB, partly fueled by perceived weaknesses in the GRI “framework”.  Even the name was meant to recall the true and tried financial standards of the FASB and provide instant credibility by association.  By being “standards”, they would certainly be superior to a “framework”.  GRI must have felt threatened as, shorlty aftert he introduction of G4 framework moved speedily the process of converting the guidelines for the “preparation of sustainability reports” into “sustainability reporting standards”.  This was achieved by changing some of the language and rearranging the content of the framework to look more like “standards”.  It convened a group of experts under the competitive name of Global Sustainability Standards Board, GSSB to guide the process, although this is far from a standard setting institution.  Now both institutions have standards.  FASB, SASB, GSSB, any others SBs? Let’s hope that the IIRCouncil does not change its name to IRSB, Integrated Reporting Standards Board, to enter the “competition”.  

This had led both SASB and GSSB (GRI) to rush their dissemination campaigns, aided by the legion of consultants that make a living providing training and advice on the use of the standards, with providers and users of sustainability information as interested onlookers. This rivalry has helped the dissemination of their products and stimulated the interest of providers and users, although it has also caused unnecessary confusion as they are different products for different final users.

Sustainability information vs. sustainability reports

Some of this confusion is the result of assuming that sustainability information must be compiled in a sustainability report.  The preparation of these reports has been heavily promoted by GRI as it means a growing market for its product.  It has contributed to develop a vast industry of advisors, writers, graphic designers, photographers, specialized printers, etc. which are now strong supporters of the adoption of the GRI standards, of the continuity and indispensability of preparing sustainability reports, and of the updating of the standards so that the market continues to need their training and advisory services (disclosure: the author of this article does not provide these services). They have significant intellectual capital invested in the GRI framework/standards that needs to be preserved.

But what stakeholders need is sustainability information, not necessarily complied in a formal, quasi-standardized report.  And this is where the difference between SASB and GRI is stark.  SASB supports the preparation of information for a very narrow set of users of sustainability information: providers of financial resources.  As such their concerns are that the information be of interest to the users and be material, defined as having a direct or indirect impact, preferably tangible, on the financial condition and operational performance of the company. For SASB the relevant sustainability information is the one that supports the business case. This information can be presented in many ways, which are not specified by SASB, except to suggest quantitative and qualitative (worded as precise as possible) indicators.

The major issue for SASB is the link and the certainty of the link between the indicator and actual impact on financial performance.  They go to some length to show that the action contained in the indicator “should” have a financial impact. But does it?  The key is the transmission mechanism between the action and the impact.  If customers do not care or do not know about the working conditions, or financial analysts do not consider the issue in their recommendations, or if investors do not act on the sustainability of the company, the financial impact may not be realized.  To justify the inclusion of the indicators SASB seeks to provide “evidence of impact”, but the evidence tends to be derived from academic studies on the “aggregate” of many firms and on the efficiency of markets in incorporating sustainability information, not for the particular case of a given company, under its context and its circumstances.  For instance, reduction of emissions “should” reduce risks and affect the cost of capital.  But, it this the case of the specific reporting company?  Does the transmission mechanism work?  The expectation is that the impact will eventually be realized, hence in a long term view, the sustainability action is material.

GRI takes a broader view of stakeholders and includes all of them, and prompts the identification of the issues that affect or are affected by them (very different definition of materiality from SASB).  But the criterion for issue inclusion is the interest of stakeholders in knowing the information and potentially acting on it, not necessarily on the potential financial impact as is the criteria of SASB.  Even though the GRI standards call for prioritization of material issues, it wants to serve all needs of all users, calling for the preparation of (extensive) sustainability reports that, in general, serve none of them.  But by now the “sustainability market” has come to expect the publication of a sustainability report under GRI framework/standards and not doing so is considered a lack of respect for stakeholders or even an indication of poor sustainability performance.  Actually one of the most used indicators for the progress of sustainability is the number of reports published or the fact the reporting is being extended to SMEs (even though it may not be cost effective for these firms), among others.  And it has become a must, as sign of responsibility, of “compliance”, of prestige, to follow GRI framework, now standards.

And what is the value added of the Integrated Reporting framework?  It overlays both SASB and GRI standards, supporting and expanding them.  It promotes the preparation of reports with an expanded set of financial and non-financial information (that includes sustainability), by proposing to report the contribution of the company in the advancement of the six capitals (Financial, Manufactured, Intellectual, Human, Social and Relationship and Natural capital), not just the impact on financial capital as in the case of SASB or the scattered reporting, with non-explicit impacts, of GRI.  It one could overcome the problems of measurement of impact on the six capitals, it would be the ultimate report on the contribution of the company to society.  This shows the direction of financial and non-financial reporting, even if the measure of this contribution is still in its infancy.

Compete or “collaborate to compete”? [i]

Contrasting the approaches to sustainability information of the targeted SASB information to a set of stakeholders with the all-inclusive (in spite of its efforts to focus on material issues) dispersed requirements of GRI, in the wider but focused context of the contribution to the six capitals of the IIRC one could conclude that effectiveness, in the long run, suggests that efforts should be directed at producing and disseminating targeted information to the different stakeholders along the lines of the six capitals, i.e. “six SASBs”, one for each capital.  In our previous article Is competition between sustainability reporting standards healthy?  we argued for the availability of sustainability information to fill the needs of stakeholders.  With the cooperation and integration of …

“….these standards companies could prepare information, almost like a “universal report” in a comprehensive online information dataset which would allow each stakeholder to pick and choose the information that is material to them and let the software compile the report, including qualitative descriptions and quantitative data or indicators. From all of that WE, the stakeholders, will determine what is material to us in our decision making, which is the materiality that matters.” 

And if the information were to include the impact on the capitals, it would significantly enhance its usefulness.  So far the indicators and the narrative, even if standardized, leave a lot of the work in the hands of the users. Eventually companies will move to make this impact more explicit.

In the meantime the proliferation of “standards” is not helping to advance the cause of sustainability, distracting the scarce resources within companies and the limited capacity of the users in information processing and understanding its implications. [ii]






[i] In Latin, CUMPETERE, the name of my consulting firm.
[ii] And in the confusion many institutions are proposing other models for sustainability information, the latest of which is the proposal of BSR in Triangles, Numbers, and Narratives: A Proposal for the Future of Sustainability Reporting.