El lector
seguramente estará harto de leer, escuchar y hablar sobre las elecciones en
EEUU. Para los que vivimos en el país
los últimos meses han sido una verdadera tortura y la mayoría queríamos que todo
terminase para volver a la normalidad.
Pero el proceso nos deparaba una gran sorpresa, la normalidad no
regresaría por mucho tiempo.
Para más la mitad
de los votantes de EEUU y una gran parte de la opinión del resto del mundo el
resultado no fue el deseado, por múltiples razones, que no viene al caso
analizar, ya lo han hecho un sinnúmero de medios. Lo que queremos comentar es el posible
impacto del resultado sobre el desarrollo armónico del planeta y muchos de sus
habitantes.
Es bien conocida la opinión del presidente electo
sobre el cambio climático: es un invento de China para conspirar contra la
competitividad de los EE.UU. en el comercio internacional.
Su plataforma electoral incluyó el repudio al Acuerdo de París para el
control de las emisiones que recientemente ha entrado en efecto, al respaldarlo
los principales emisores, EE.UU., China, India y la Unión Europea.
¿Puede EE.UU. salirse del acuerdo? Sí, pero la efectividad de su salida debe esperar cuatro años, periodo en el
cual todavía debería cumplir con las obligaciones adquiridas. También podrán salirse denunciando el acuerdo
en la Convención de las Partes. Pero debemos
recordar que estas “obligaciones” están basada en planes de reducción de
emisiones voluntarios. Si bien el
Acuerdo es vinculante, la mayoría de sus disposiciones son de cumplimiento
voluntario ya que las “obligaciones” están precedidas de calificativos como
“deberían”, “hacer lo mejor que se pueda”, “se estimula”, etc. Entonces las
reducciones sugeridas por cada país no son vinculantes y no hay manera de
penalizar a los que no presenten los planes naciones o que no los cumplan. Si bien EE.UU. en teoría continuaría dentro
del Acuerdo por el mínimo de cuatro años, en la práctica puede comportarse como
si no lo estuviera, no participar en la reuniones, no enviar la información, no
cumplir con el plan original, etc. y no hay penalizaciones más allá de un
rechazo social (Para mayores detales sobre el Acuerdo, ver mi artículo Acuerdo de París: sencillamente analizado y
explicado).
El impacto del
eventual rechazo va a depender de la reacción de los demás gobiernos miembros
del Acuerdo y de las empresas y personas.
Si con la participación de todos el logro de las metas ya es de por sí muy difícil, más lo será sin la participación de
uno de los mayores emisores. Es muy
posible que los demás países presionen a EE.UU. a que cumpla con su parte, que
ellos sigan con los suyos y se logre lo que se pueda. Claro está que esto sería una gran tentación
para algunos países, ya de por si recalcitrantes, para que tampoco cumplan con
sus compromisos o se los tomen poco en serio.
Afortunadamente, la entrada en vigencia del
Acuerdo llegó en un buen momento y a pesar de algunas dudas hay muchos países, empresas, organizaciones y
la sociedad en general que ha percibido que el problema es serio y que ha llegado
el momento de actuar. Hace unos 5 años,
esta situación podría haber sido fatal para el avance, pero ahora hay un mucho
mayor consenso.
Las mismas empresas con mayor contribución a las
emisiones (energéticas, transportes, etc.) ha realizado grandes inversiones ya
sean financieras y físicas ya sean de capital intelectual y social que van a
querer rentabilizar. Muchas ya han capitalizado en el cambio de
modelo energético y constituirán fuentes de presión al gobierno de EE.UU. Adicionalmente, los costos de energía
renovable, por ejemplo, se están volviendo competitivos con los de los
combustibles fósiles y hay muchos avances en transportes y en fuentes de
energía alternativa. Se han desarrollado
tecnologías y mercados para facilitar los procesos. Estas tecnologías y mercados son poderosos
impulsores de la tendencia hacia la reducción de emisiones. La
conciencia de la necesidad de actuar está extendida entre la sociedad,
principalmente en países desarrollados, que es donde se generan la mayoría de
las emisiones.
No es que esos progresos sean irreversibles, pero
sí que hay costos de volver atrás. No es descartable que se presente
una reacción de gobiernos y de la sociedad y sus instituciones en contra de la
postura de EE.UU. y quieran aislarlo como un paria en estos temas, lo cual
podría generar una fuerte reacción
interna en el país. A pesar de que
el proceso electoral llevo al descubrimiento de una gran parte de la población
que es ignorante e indiferente ante problemas colectivos, el país, en general
es muy orgulloso de su percibido liderazgo mundial.
Tampoco es
descartable que veamos matices de un “tercer
Trump”. Hubo un primero, el insultante,
que necesitaba ganar las elecciones primarias humillando a sus contrincantes, el
segundo, el mentiroso y calumniador, que necesitaba ganar la elección general y,
posiblemente un tercero, el moderado (¡gran incógnita!) que debe gobernar a un
país, poderoso y de gran diversidad, con un gran desarrollo institucional y
legal. No es de esperar que sea un
buscador de consenso, todo lo contrario, se espera que sea un “bull in a china
shop” (“como elefante en una cristalería”).
Pero sí es de esperar que a su
alrededor se constituyan fuerzas moderadoras, empezando por el
vicepresidente, algunos miembros poderosos de su partido, líderes empresariales
y la misma opinión pública, especialmente los medios informativos.
Inmediatamente
después de la elección se han presentado protestas públicas en las grandes
ciudades, en su contra, de forma genérica, algo sin precedentes en la historia
del país. Es de esperar que estas protestas se intensifiquen en cuanto llegue el
momento de la discusión de temas específicos como el medio ambiente y la
expulsión forzada de los inmigrantes ilegales. No parece factible que la deportación anunciada
de más de tres millones de personas se lleve a cabo ante la indiferencia de la
población. Son muchos los que verán
analogías con los trenes masivos a finales de los años 30s y principios de los
40s en Europa Central y el registro forzado de los americano-japoneses en el
transcurso de la segunda guerra mundial.
En contra de esta
moderación juega el hecho de que el
presidente electo cree que tiene un mandato firme y amplio del pueblo (sin recordar
que más de la mitad no votó por él y que un gran número de los que lo votó no
entiende las implicaciones de las propuestas electorales, que no estaban ni
están definidas). También cuenta con el
control del Congreso, Senado y Cámara de Representantes, lo que permite al
partido aprobar las legislaciones que desee.
Con el control del Congreso también viene el control de la Corte Suprema
de Justicia, que si bien debería ser independiente sus jueces son nombrados en
función de sus tendencias políticas (actualmente la Corte una vacante, con ocho
miembros, cuatro de cada bando, y el noveno que fue postulado por el Presidente
Obama no ha sido considerado por el Congreso, dominado por los republicanos, a
la espera del milagro, que se dio, de tener un presidente republicano, que
nombre ahora a uno afín y a varios más al retirarse los de edad avanzada).
Es imposible predecir cómo será el comportamiento
del presidente electo que como candidato fue inconsistente, incoherente e
indefinido. Pero su comportamiento como
ejecutivo y como candidato ha demostrado que es una persona eminentemente
pragmática, que hace lo que sea con tal de conseguir su objetivo. Los valores y principios no se interpondrán
ante la consecución del objetivo final.
Lo que le importa es el fin, lo medios son maleables.
Por ello la sociedad tendrá que imponerle costos
que le parezcan tangibles como para compensar los beneficios que percibe de sus
actuaciones. No se le convencerá con argumentos. Buena parte de la responsabilidad por
moderar las acciones caerá en la sociedad civil, sus instituciones, en
particular los medios y entre estos los medios sociales, en las personas y en empresas
líderes. Es de esperar que en los próximos años se acentúe el activismo político
de la sociedad
De repente y de
forma sorprendentemente se está produciendo una concentración de poder por
parte de la derecha, no moderada, en los tres poderes ejecutivo, legislativo y
judicial. Se están perdiendo los pesos y
contrapesos, algo que siempre ha consistido un gran orgullo de gobierno de
EEUU. De allí la necesidad de un
fortalecimiento del poder de la sociedad y el primer (empresas) y tercer
(sociedad civil, incluyendo medios, instituciones, academia, redes, gente)
sectores. Este sector de contrapeso
deberá también defender a la sociedad contra los ataques de quienes se sienten
empoderados para los insultos, sexismo, racismo, xenofobia, etc. ¡Se
necesita un nuevo poder!
Una situación verdaderamente preocupante para el
desarrollo armónico de la sociedad.