sábado, 11 de diciembre de 2010

No todo lo que se puede contar cuenta, ni todo lo que cuenta se puede contar

Esta cita, atribuida comúnmente a Einstein, refleja de manera muy gráfica la problemática que enfrentan las prácticas responsables dentro de las empresas, sobre todo cuando los que insisten en los beneficios medibles y en el corto plazo, anteponen la cita alternativa, anónima, de que “sólo se puede gestionar lo que se puede medir”. Según estos, si no lo podemos medir, no lo podemos gestionar y entonces lo mejor es no hacer nada que no sea medible.



Perece que nos encontrarnos ente un dilema. Por una parte la gran prioridad que se le da en la gestión de negocios a lo medible, a lo tangible, y por otra la dificultad que tienen muchas prácticas responsables de demostrar beneficios medibles. Lamentablemente en la parte de costos no existe tanto el problema, son tangibles y en el corto plazo. Pero los beneficios suelen ser en el largo plazo y a veces intangibles. Y no digamos de lo intangible de los costos evitados por tomar buenas previsiones. Existe entonces gran presión sobre los que promueven prácticas responsables de poder medir. No basta con usar muchas palabras bonitas y muchas promesas. El argumento de que hay que hacerlo porque es lo correcto no es sostenible.


Para convencer a los escépticos e iniciar o continuar programas de responsabilidad corporativa muchas veces hay que apelar al argumento empresarial (business case), de que esas prácticas rinden beneficios, ya sean en forma de mejoras de ingresos, de reducciones de costos o de reducción de riesgos. Para muchos promotores de estas prácticas bastaría decir que los beneficios son intangibles y en el largo plazo, pero los escépticos los quieren ver tangibles y en el corto plazo. Ambos tienen razón. Lamentablemente muchas veces los que controlan las decisiones son partidarios de la última versión, de incurrir costos sí y solo sí rinden beneficios concurrentes y medibles, sobre todo si sus bonificaciones están ligadas a beneficios en el corto plazo. Algunos puristas hasta tomas la versión contable, la que exige que los resultados de las prácticas se reflejen en los estados financieros, y no sólo en la parte de costos. Para éstos, los beneficios que no se pueden medir no cuentan.


Para promover prácticas responsables es necesario ampliar en campo de lo medible y buscar esquemas de cuantificación, aunque muchas veces no lleguen a expresarse en términos monetarios. Y buena parte del problema es que la medición también cuesta, pero lo invertido en medición puede resultar rentable si se pueden demostrar beneficios.


Y la reciente crisis lo ha hecho aun más necesario. La crisis hizo ver más claramente los costos de las prácticas responsables y las puso a competir, dentro del presupuesto, con otras inversiones y gastos con beneficios más tangibles.


Muchas veces, para justificarlo, decimos que algunos beneficios laborales, como la conciliación trabajo familia (por ejemplo el poder trabajar desde la casa algunos días), o el poner una cafetería en el lugar de trabajo, aumentan la productividad laboral. Pero no lo demostramos, solo lo decimos, a lo mejor con algún ejemplo circunstancial. Esto puede bastar para que nos aprueben un programa piloto, pero no para hacer un programa permanente. Para esto deberemos demostrar el aumento de productividad. Entonces lo importante es que esos programas piloto vayan acompañados de esquemas de información y de recopilación de información que nos permitan medir el impacto, no solo cuantos lo usaron o cuánto costó.


Este es un error muy común en RSE: ignorar la medición del impacto. Cuando lo queremos medir resulta que el programa no tenía incorporado el sistema de medición y cualquier estudio especial ex post se hace muy costoso y fallamos en demostrar el argumento empresarial. Se han desarrollado, sobre todo en los últimos tiempos, metodologías para la cuantificación de lo que se consideran intangibles, que aunque no sean específicamente desarrolladas para temas de responsabilidad corporativa, se pueden utilizar. Esto se puede ir cuantificando vía encuestas, estudios especiales en casos pilotos, comparación con otras empresas, entre otras metodologías.


Obviamente que hay muchas prácticas responsables que tienen beneficios tangibles y que su medición es relativamente sencilla, como son los de ahorros de consumo de recursos (agua, electricidad, empaque, reciclado, etc.), que no requieren de tecnologías especiales.


Pero creo que la sabiduría de Einstein se impone. Hay muchas cosas que se pueden medir, pero no cuentan y otras que cuentan, pero que lamentablemente no se pueden medir. Pero hay que hacer el esfuerzo.



FELICES FIESTAS Y QUE EL AÑO NUEVO TODOS SEAMOS MAS RESPONSABLES


sábado, 4 de diciembre de 2010

¿Cuánto invierte la empresa en RSE?



¿Se puede responder a una pregunta como esta?


Algunos piensan que sí. En el libro: "Las multinacionales españolas y el 'negocio de la responsabilidad' en América Latina" , publicado por Paz con Dignidad y el Observatorio de Multinacionales de América Latina, OMA, en 2009 se dice, en su página 184 ”… en promedio las transnacionales españolas apenas han destinado a la responsabilidad social el 1,2% de sus beneficios” Y esto está expresado en el contexto de que supuestamente esta inversión se hace para maquillar el deterioro de la calidad del empleo y violaciones a derechos fundamentales. Cuando la leí por primera vez no le di importancia, supuse que todo el que la leyera se daría cuenta de que había una contradicción intrínseca en la aseveración, no se puede cuantificar ni la inversión ni el gasto en RSE, propiamente entendida. Esta cita fue ampliamente reproducida por los medios de comunicación, inclusive recientemente, pero con el agravante de que cambian las palabras “destinaron” por “invirtieron”. Es una cita sexy. Pero creo que es hora de aclarar las confusiones.


Lamentablemente tenemos la mala costumbre de repetir sin analizar lo que hay detrás de la “noticia”. No hay nada mas atractivo que repetir posiciones de una empresa en un ranking, decir que tal o cual ganó tal premio, que a tal o cual la expulsaron del índice. No hay nada mas atractivo que un buen chisme, Ya lo decíamos en el artículo ¿En que se parecen los Rankings de RSE y los chismes sobre infidelidades? (mayo de 2009, www.cumpetere.blogspot.com ).


Si uno analiza un poco la información que acompaña la aseveración se dará cuenta de que lo que las empresas reportan es el “gasto en acción social”, o sea lo que las empresas han invertido o han gastado en acciones de filantropía y apoyo comunitario. Es lo que las empresas pueden reportar en valor monetario. ¿Es esto RSE? ¿Es sólo parte de la RSE? ¿Pueden las empresas contabilizar lo invertido en la RSE?


No es que quiera defender a las empresas que forman parte de aquella estadística, pero es que n hay manera de saber lo que invierten en RSE, no sé si es mucho o poco, no lo saben los autores y creo que ni las mismas empresas tampoco lo saben. ¿Cuánto sería una cifra razonable de “inversión en RSE”? Yo no tengo idea. Creo saber lo que son prácticas responsables e irresponsables, y que las empresas deberían tener muchas de las primeras y pocas o ninguna de las segundas.


Debo pedir perdón a los que ya lo saben, ya que me apena tener que repetir lo que se oye en toda reunión que trata la RSE, el concepto mas fundamental: la RSE es una manera de gestionar, la responsabilidad debe permear todas las actuaciones de la empresa, formar parte de las actividades cotidianas, no son solo algunas actividades especiales. Algunas actividades tienen costos y beneficios medibles, que se pueden contabilizar y por ende reportar en dólares, euros o la moneda que sea. Algunas tienen costos medibles, como la acción social, pero impactos o beneficios para la empresa no medibles. Pero la gran mayoría de las acciones responsables no tienen costos y beneficios medibles, o por lo menos no con los sistemas de contabilidad actuales.


Cuando a través de la capacitación o un mejor ambiente de trabajo aumenta el valor del capital humano, la contabilidad no lo recoge. El capital humano no está en el Balance General. A lo mejor se contabilizan los gastos de entrenamiento, pero no se contabilizan los beneficios. A lo mejor aumenta la productividad y algún día el estado de ganancias y pérdidas se entera, pero no habrá atribución del beneficio al gasto. ¿Contabilizan las empresas los costos de los días de voluntariado como inversión en RSE? A lo mejor alguna sí, pero para la mayoría son gastos del negocio, no inversión. ¿Es un costo contabilizable el tener directores independientes? ¿Y tener un código de ética? A lo mejor el funcionamiento del Comité de Ética sí es contabilizable, pero no es el efecto que su funcionamiento tiene en la responsabilidad de la empresa.


¿Separa la contabilidad entre la protección del medio ambiente que se hace para cumplir con la ley y la que se hace yendo más allá? ¿Y los pagos de “facilitación de negocios” que hace la empresa son inversiones o gastos atribuibles a la anti-RSE?


Algunos dirán que una buena empresa debe medir sus prácticas responsables. Totalmente de acuerdo, debe medir y reportar los resultados de sus prácticas responsables. De allí a poder decir cuánto costó o cuanto se invirtió hay un gran trecho. Esperamos que las empresas reporten sus emisiones de carbono, el impacto ambiental de los desechos, el reciclaje de papel o la diversidad étnica y de género. Pero no confundamos indicadores de RSE con contabilidad de inversiones y gastos en RSE.


Con esto no queremos decir que no hay que medir. Todo lo contrario, hay que hacer todos los esfuerzos posibles. Si se mide es mas fácil de promover y gestionar pero “No todo lo que se puede medir cuenta, ni todo lo que cuenta se puede medir” que es el título del próximo artículo. Pero pretender que todo es medible o que solo debemos hacer lo medible es miope.


¿Se puede responder a la pregunta: Cuánto invierten las empresas en RSE? Hay una contradicción intrínseca en la pregunta. O no estamos hablando de inversión (sino de algunos gastos) o no estamos hablando de RSE.


domingo, 21 de noviembre de 2010

¿Que podemos aprender de la irresponsabilidad social de algunas microfinancieras?

¿Porqué preocuparnos ahora este tema? Por dos razones fundamentales. La primera es que la que reciente crisis del sistema de micro finanzas en un estado de la India puede propagarse al resto del mundo y en particular a América Latina. Cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas a remojar. Y la otra es porque esa crisis nos da lecciones para la responsabilidad social de las instituciones financieras en general y para las empresas en particular.


La crisis en el estado de Andhra Pradesh en la India surge como consecuencia de que algunos clientes no pudieron pagar las elevadas tasas de interés de los préstamos lo que llevó a muchas familias a la ruina y a la desgracia y, en algunos casos, al suicidio. Esta situación fue lamentablemente exacerbada por algunos políticos oportunistas que sugirieron no pagar los créditos hasta que se arreglara la situación. Al interrumpirse el flujo a las microfinancieras se ha cerrado la renovación de créditos, eslabón fundamental del negocio, y se ha abierto un circulo vicioso virulento. Buena parte de las elevadas tasas de interés se deben a los elevados costos de transacción en préstamos muy pequeños con intensidad en supervisión directa. Sin embargo, parte de estas elevadas tasas se debe al poder cuasi-monopólico de algunas financieras. El hecho de que una de ellas fue al mercado de capitales con una emisión de acciones que hizo millonarios a algunos de sus accionistas, perjudicó la imagen pública de estas instituciones. Un problema de responsabilidad empresarial.


Ya hubo un caso en América Latina, que afortunadamente no llegó a mayores. Aparte de protestas aisladas de algunos expertos en el tema, no hubo reacción de los clientes ni de políticos. Fue el caso de una microfinanciera, con una posición en un gran mercado urbano que era monopólica, cobrando tasas de interés en exceso del 100 por ciento, aun con una mínima mora, con más de 600.000 clientes. Su rendimiento sobre el capital excedía el 50 por ciento, cuando en la banca tradicional no superaba el 10 por ciento. Los dueños decidieron salir a la Bolsa, no para aumentar el capital y así extender su cobertura, si no para vender el 30 por ciento de sus acciones y transformar en efectivo las ganancias contables. La emisión tuvo una sobre-subscripción de 12 veces. Los aportes originales de capital de US$6 millones se habían convertido en US$125 millones de valor en libros a través de ganancias contables, y se convirtieron en US$1.500 millones a través de la valoración en la bolsa. Los accionistas tuvieron un rendimiento del 100% anual compuesto, durante cada uno de los siete años de la existencia de la financiera. Todo ello gracias a tasas de interés superiores al 100 por cierto y a que los pobres pagan. ¿Quién pagó por estas extraordinarias ganancias de los accionistas?


¿Legal? SI, ¿Ético? NO. No es que tenga nada de malo ganar dinero legalmente, pero hay maneras y maneras. La emisión tuvo como objetivo capturar la alta valoración de la microfinanciera en el mercado, bajo la expectativa de ganancias extraordinarias, basadas en tasas de interés muy elevadas. Pero lo que cobraban no era ilegal y no está regulado. Siempre se ha argumentado, correctamente, que el control de las tasas de interés coartaría severamente el crédito. ¿Pero, y la responsabilidad social donde está? Aparentemente para los promotores era suficiente con dedicarse al microcrédito, con ello cumplían su labor ante la sociedad. Esta fue una excelente oportunidad perdida de crear, con parte de las ganancias extraordinarias, una Fundación para la educación financiera de los microempresarios. Y obviamente de reducir voluntariamente las tasas de interés.


Además de las responsabilidades tradicionales de toda empresa, ¿cuáles son las responsabilidades específicas a las microfinancieras? En realidad la gran mayoría son comunes con las de cualquier institución financiera, solo que más intensas, más sociales, más solidarias. Estas se tienen que adecuar al mercado que cubren, que suele ser poco competitivo y con clientes con muy pocos conocimientos financieros. Solo enumeraremos estas responsabilidades especiales para no extendernos:


• Dar el financiamiento que el cliente necesita y sólo el que el cliente necesita

• Como el cliente NO suele saber lo que necesita, hay que darle educación financiera en la demanda de los recursos y en su uso responsable.

• Y la responsabilidad mas importante, reducir el costo del dinero a través de la eficiencia en la intermediación financiera mediante:

  • Captación a bajo costo: Control de riesgos financieros y en cartera, mezcla de fondeo, buena gobernanza, responsabilidad (ética y transparencia), reporte de cumplimiento de objetivos (monitoreo del cliente y agregación)
  • Bajos márgenes de intermediación: Eficiencia en la gestión, usos de tecnología, selección y apoyo a clientes, manejo de liquidez.
  • Colocación efectiva: para la máxima recuperación

Pero, ¿se han preocupado las microfinancieras del impacto que sus costos de transacción tienen sobre sus clientes o simplemente traspasan esos elevados costos? Las microfinancieras dirán que eso es problema del mercado competitivo en que operan. Pero el mercado NO es competitivo, con todo lo que se quiera decir. El pobre cliente (en el sentido amplio de la palabra) no tiene conocimientos de finanzas, no es suficientemente sofisticado como para ir de financiera en financiera a ver quien le da mejores condiciones. ¿Sabe distinguir cuales son las mejores condiciones? Y si lo logra averiguar, no hay que preocuparse, las financieras se encargarán de complicarlo para que así no sea.


El hecho de prestar un servicio que supuestamente ayuda a mejorar la calidad de vida de la población, el hecho de que supuestamente ayuda a reducir la pobreza (hecho todavía no probado), no les permite ignorar la responsabilidad de su producto/servicio y del precio al que vende el producto


Lo del mercado competitivo en las microfinanzas en todavía una falacia en la mayoría de los países en vías desarrollo. Su regulación es relativamente deficiente, y cuando la hay es una regulación mas ligada a la estabilidad del sistema que a la protección del consumidor.


Pero esto nos deja además importantes lecciones para las empresas financieras y no financieras. Muchos de los problemas de las microfinancieras se deben a irresponsabilidades en el producto/servicio que venden y el precio al que lo venden. En las empresas en general, los que se preocupan de su responsabilidad social, se preocupan de la tipología tradicional de responsabilidades: medio ambiente, buen gobierno corporativo, políticas de recursos humanos, apoyo a la comunidad, etc.


Pero las responsabilidades en el producto y su precio no reciben tanta atención. En el caso de productos obviamente nocivos, pero para los cuales hay gran demanda (tabaco, alcohol, etc.), la responsabilidad recae en los gobiernos de regular su producción y consumo, y en buena medida a las mismas empresas, que tienen que cuidar la gallina de los huevos de oro y no perder el negocio. Pero hay muchos productos cuyo consumo se deja a la “regulación” del consumidor, muchas veces ignorante del tema. Habrán visto las pulseras milagrosas, las cremas que revierten el envejecimiento, los zapatos que adelgazan y reducen la celulitis y las píldoras que lo levantan todo a su máxima potencia. La responsabilidad del producto es un tema relativamente ignorado por los vigilantes de la RSE.


Y no se diga de los precios. Supuestamente los precios también están “regulados” por los mercados competitivos. Bajo el supuesto de que hay muchos productores que producen productos semejantes, no hace falta de que la empresa ejerza su responsabilidad de tener precios justos. El mercado lo hace. Pero esto depende de un supuesto en el funcionamiento de los mercados competitivos, que como en el caso de los microcréditos, pocas veces se cumple. Y es la disponibilidad de información y la capacidad del consumidor de actuar sobre ella.


Y no estamos proponiendo controles de precio, estamos proponiendo un mejor funcionamiento de los mercados, donde estos existen, vía más y mejor información y educación del consumidor


Este caso de las microfinanzas nos ilustra la responsabilidad que deben tener las empresas en dos áreas que los vigilantes de la RSE suelen ignorar o suponer que otros las cubren: responsabilidad del producto y de su precio. En estos aspectos estamos un poco retrasados.

sábado, 13 de noviembre de 2010

¿Para qué sirven los índices de sostenibilidad?


Empiezo pidiendo al lector un poco de paciencia ya que este artículo es un poco más largo de lo común por ser un tema menos conocido.

Este artículo pretende contribuir a un mejor entendimiento de qué son y qué no son los índices de sostenibilidad, para qué sirven y para qué no sirven. Esto es importante para entender las críticas que se les hacen, para que el lector sepa cómo usarlos y pueda sacar sus conclusiones de manera informada.

Con motivo del caso BP y el menos nombrado de Shell, recientemente ha resurgido el tema de los índices de sostenibilidad. El primer caso se refiere a las críticas a los índices por incluir empresas irresponsables como BP. El segundo a que Shell decidió excluir al Dow Jones Sustainability Index de sus indicadores para determinar parte de la las bonificaciones de sus ejecutivos, al ser excluida del índice.

Ello a dado lugar a grandes críticas a los índices sobre todo sobre la falta de transparencia sobre los criterios que usan para la inclusión y exclusión de las empresas (Jose Angel Moreno Izquierdo escribió un extenso artículo, ¿Calificadores descalificados? sobre estas críticas en Diario Responsable el 28 de octubre del 2010 ( www.diarioresponsable.com). También han surgido críticas respecto a aparentes inconsistencias entre los índices a la hora de incluir y excluir empresas.

Para entender todas estas críticas necesitamos conocer un poco más sobre los diferentes índices. ¿Por qué se crean los índices ¿Cuáles son los criterios de inclusión de empresas? ¿Cuáles son sus problemas? ? ¿Para qué sirven y como se usan? ¿Por qué quieren las empresas ser miembros?

A mediados de 2009 había más de 50 índices de sostenibilidad, con la mayoría de ellos creados en los últimos tres años, algunos de los nuevos son índices generales, multisectoriales y multinacionales, pero la mayoría son especializados en energía limpia y cambio climático y algunos son especializados en países. En septiembre del 2010 las bolsas de México y de Estambul anunciaron la creación de sus índices. En América Latina se creó en el 2005 el de la Bolsa de Sao Paulo (ISE BM&FBovespa). En España se creó en el 2009 el FTSE4good IBEX, que pertenece a la familia de índices del FTSE4good, integrada además por los de muchas otras bolsas de valores en países desarrollados.

El presente artículo pretende poner estas críticas en contexto y aclarar algunas confusiones que han ido surgiendo con respecto a los índices. Obviamente no es un tratado sobre índices de sostenibilidad. Lo haremos comentando el Dow Jones Sustainability Index (originado por la empresa entonces propietaria del Wall Street Journal, creado en 1999) y el FTSE4good (del Financial Times, creado en el 2001) que son los mas grandes y populares, y el de la Bolsa de Sao Paulo, por ser el primero en América Latina (y segundo en países en desarrollo). El Dow Jones cubre 318 empresas, el FTSE4Good no lo revela y el de la Bolsa de Sao Paulo solo 34 empresas. Los dos primeros son familias de índices y tienen subíndices por países y regiones.

Empecemos por responder porqué se crean estos índices. Se crean fundamentalmente para satisfacer las necesidades de la industria de inversión socialmente responsable, ISR, que busca invertir en valores de empresas que, de acuerdo a algún criterio, puedan calificarse como responsables. Los inversionistas pueden comprar las acciones directamente (si saben cuáles son) o bien comprar participaciones en fondos de inversión creados reproduciendo parcial o totalmente el índice.

Una vez que los inversionistas crean carteras o fondos basados en criterios de sostenibilidad necesitan evaluar su rendimiento, y se usan estos índices como “benchmark”, como referencia. De la venta de estos servicios es de donde vienen los ingresos de los índices del Dow Jones y del FTSE4Good (este índice dona sus ingresos por las licencias a UNICEF). También preparan índices a la medida del cliente. Por ejemplo, el Dow Jones ha vendido mas de 70 licencias para su uso. El de la Bolsa de Sao Paulo obtiene sus ingresos al cobrar por las aplicaciones, ya que no se usa todavía como “benchmark”. Estos índices también tienen costos que deben ser cubiertos y, en algunos casos, proporcionar beneficios. Por ello la metodología en ambos casos es de propiedad intelectual reservada. El producto de los índices es relativamente fácil de copiar, aunque costoso de reproducir, y de allí la confidencialidad con que se manejan.

Es muy importante destacar lo de que la calificación se hace “de acuerdo a algún criterio” porque es aquí de donde salen gran cantidad de las confusiones. Hemos mencionado en múltiples ocasiones que no existe la empresa totalmente responsable. Las empresas tienen algunas o muchas prácticas responsables (ver mi reciente artículo “La punta del iceberg de la RSEhttp://www.cumpetere.blogspot.com/ ). Por esta razón los índices deben decidir qué criterios y metodología van a usar para determinar la inclusión de las empresas.

El Dow Jones es un índice del tipo “best in class”, o sea que incluye las empresas que son consideradas las de mayor responsabilidad dentro de su “clase”, vale decir, dentro de su industria o subsector. Hay empresas que podríamos considerar muy responsables pero no lo son tanto como la empresa líder y por ello pueden no estar, o salir en momento determinado si entra otra mejor. El Dow Jones publica los componentes, las entradas y salidas del índice y la metodología general para el cálculo del índice. El FTSE4Good es un índice general. Sólo publica las empresas que entran y que salen, y ni su composición ni su metodología son del dominio público. Lo que se puede encontrar son los criterios de inclusión/exclusión que son públicos y otros detalles sobre la metodología, como los sectores de riesgo y la exigencia de cumplimiento según riesgo y nivel de capitalización bursátil.

El de la Bolsa de Sao Paulo tiene metodología propia. Su proceso de selección de empresas se basa en un cuestionario de casi 200 preguntas, invitando a empresas que superan un mínimo de liquidez bursátil. Las respuestas de las empresas que aceptan participar son codificadas, eliminado las peores, y se hace un análisis estadístico para determinar las mejores que son presentadas para la decisión final la toma un Consejo Asesor.

¿Pueden estos índices incluir empresas con prácticas irresponsables? Claro que sí. Y he aquí la primera confusión. En primer lugar porque la fuente de información primaria son las empresas. En algunos casos los analistas hacen preguntas a las empresas o se les pide información física de respaldo, pero en general la información está controlada por las empresas. En segundo lugar por el proceso mismo de selección que no puede ser exhaustivo.

En el caso del Dow Jones Sustainability Index hay empresas que producen productos que muchos calificarían de irresponsables, pero que dentro de su industria son las que más y mejores prácticas responsables tienen. En el índice hay productores de tabaco y de licores, que a lo mejor usan materia prima obtenida con agricultura sostenible, pagando precios justos, con excelente gestión de recursos humanos, etc. Las empresas incluidas son las calificadas como las más responsables, en su subsector (también preparan subíndices a la medida, sin tabaco, armamento o productos alcohólicos). En el caso del FTSE4Good, también puede haber empresas con prácticas irresponsables ya que no mide la totalidad de sus prácticas. ¿Deberían los índices incluir a empresas con productos irresponsables? Creo que no. ¿Es el petróleo un producto responsable?

Los criterios de inclusión son diferentes para cada índice. Algunos índices son de actualización semestral, otros de actualización anual, de allí que no reaccionen de forma inmediata a la detección de alguna irresponsabilidad. Esto también puede explicar porque una empresa puede entrar en un índice y salir de otro, aparte de que usan criterios diferentes de inclusión.

Buena parte de las críticas están basadas en un supuesto equivocado de que la membrecía en los índices, quiere decir que las empresas son TOTALMENTE responsables. El usuario del índice, como el usuario de toda herramienta, debe saber utilizarlo. Es posible que los productores de índices tengan buena parte de culpa al no dejar esto bien claro. Además es importante comprender que el que una empresa esté en un índice solo quiere decir que la empresa mostró cumplir, al momento de su selección, con los criterios que usa el índice.

Otra parte del problema, que amplía el anterior, es la falta de transparencia del proceso. Estos índices están pasando ahora por la misma etapa que pasaron las calificadoras de riesgo durante la crisis financiera. La metodología no era de conocimiento público y los usuarios las usaron sin mirar que había detrás. El problema fue que los supuestos expertos no lo hicieron y los ignorantes nos confiamos. Los índices de sostenibilidad también son productos para uso de expertos.

Hay que recordar que la información que entregan las empresas se entrega con carácter confidencial, de allí que se pueda explicar, aunque no justificar, la falta de transparencia sobre esta información. ¿Podemos calificar de responsable a una empresa que considera que su información sobre sostenibilidad es confidencial? Muchos lectores dirán que ello es una contradicción, que es signo de irresponsabilidad. Pero aquí también es conveniente recordar que puede haber información que permitiría a la competencia descifrar algunos secretos industriales. Si la información tuviera que ser de dominio público, las empresas empezarían a entregar menos información y por ello podría quedar en desventaja o hasta dejar de participar. No estamos defendiendo la confidencialidad, la estamos explicando. Sería deseable que la empresa divulgara toda la información que les entregó a los índices, que la publicara en sus informes de sostenibilidad. Pero es que la confidencialidad no es tan trivial como parece.

También se alega falta de transparencia por parte de los índices sobre las razones para excluir o incluir las empresas. Durante 2010 se dio el caso de que uno de los índices excluyó a algunas empresas que fueron incluidas en otro índice. Aun cuando puede parecer absurdo, hay que recordar que lo que se considera como empresa sostenible en un índice es diferente a lo que considera otro.

Por otra parte, divulgar las razones por las que se excluya a una empresa le puede causar daños importantes, que van muchísimo mas allá de la “irresponsabilidad” por la que se le excluye. Algunas se excluyen por el hecho de que entró otra mejor (Dow Jones). De nuevo, algunos dirán que la divulgación es precisamente lo que hay que hacer. Pero también hay que recordar que los índices no son instituciones cuyo objetivo es premiar y castigar la irresponsabilidad. No les compete. Si así fuera, serían muy pocas las empresas que quisieran participar en el proceso, y perderíamos la oportunidad de mejoras continuas en la sostenibilidad. Es de suponer que las empresas excluidas sí saben porque se les excluyó y harán algo para mejorar y volver a entrar en el índice. Siempre y cuando el costo-beneficio de hacerlo lo justifique.

Hay un balance delicado entre transparencia y efectividad, entre rigor y entre utilidad de los índices. No es trivial.

También es importante entender por qué quieren las empresas ser miembros. Presumiblemente, la inclusión en el índice debería mejorar las prácticas responsables de las empresas, mejorar su liquidez bursátil, mejorar el acceso a los mercados financieros y, a lo mejor, hasta su rentabilidad en bolsa. En un estudio detallado del índice de sostenibilidad de una bolsa que acabo de completar pude constatar que en efecto, las prácticas responsables de las empresas tienden a mejorar al ser incluidas en el índice y a deteriorarse al salir, pero que su inclusión no tiene afecto alguno sobre su liquidez bursátil, su acceso a los mercados financieros. En muchos estudios no se ha llegado a una confirmación sobre si la inclusión hace que su rentabilidad en bolsa sea superior a la de las empresas no incluidas. En algunos estudios parece que sí, en otros que no. Puede ser que sean las más rentables las que hacen los esfuerzos por estar en los índices. En cualquier caso, el estar en los índices, no perjudica.

Buena parte de las críticas se derivan de que hay quienes esperan que los índices sean algo que no son. No tienen el objeto de ser fuente de información para el público, no son intermediarios de información entre las empresas y el público. Son productos especiales para quienes los quieren comprar, son productos para guiar las inversiones de un grupo de inversionistas. Muchos de los que los critican lo hacen porque los índices no cumplen la función que ellos quisieran que cumplan. Debemos recordar que no son un bien público, son un bien privado. Ello no obsta para que así como exigimos a las empresas ser responsables, también se lo debamos exigir a los índices. Pero también hay que preguntarse: ¿Publican las empresas detalles de sus procesos y componentes de sus productos y servicios?

Pero llegará el día en que hablaremos de la RSE de los índices de sostenibilidad.

Pero como en el caso de las empresas, no se puede lograr todo de la noche a la mañana. Podríamos ser puristas y pretender crear índices totalmente transparentes. ¿Participarían las empresas? Podríamos pretender que sólo contengan empresas totalmente responsables. ¿Dónde están? Perderíamos una buena oportunidad de contribuir a la sostenibilidad.

Con todo y estos problemas, los índices pueden contribuir a mejorar la sostenibilidad de las empresas, tanto por el proceso de introspección interna que estas deben llevar a cabo para preparar la información, como por la retroalimentación que reciben. Por otra parte, la inclusión en estos índices puede contribuir a mejorar la liquidez bursátil y el acceso al financiamiento, que puede iniciar un círculo virtuoso de sostenibilidad.

No tiremos el bebe con el agua sucia del baño.

sábado, 30 de octubre de 2010

El iceberg de la RSE

La responsabilidad de las empresas es como un iceberg. No porque sea fría, sino que solo se le ve una pequeña parte. Solo se “ve” lo que ellas mismas reportan, que suele ser solo lo bueno.

Esto viene a colación por el reciente caso tan sonado como el de BP. Mucha gente se pregunta cono es posible que una empresa como esa fuera calificada de responsable y hasta estaba en el varios índices de sostenibilidad. Y había ganado muchos premios. Y después del accidente del Golfo de México se descubre que no lo era tanto
La mayor parte de las prácticas estaban sumergidas, como en el iceberg (o como la plataforma de BP).

No era tan responsable antes ni es tan irresponsable ahora. Como se dice de muchos equipos de futbol después de una dura derrota, ni antes éramos tan buenos, ni ahora somos tan malos.

Si no hubiera ocurrido el accidente, ¿estaría todavía BP en los índices de sostenibilidad? Probablemente sí. Lo que esto demuestra que los índices, los analistas y el público en general saben poco de las verdaderas actividades de las empresas, solo lo que ellas deciden revelar o que investigaciones especiales logren revelar. Todavía dependemos mayormente de las empresas en cuanto a información.

Hemos escrito en varios artículos, que la responsabilidad total no existe, la RSE es un concepto parcial. El evento de BP corrobora esto.

Todas las empresas tienen prácticas responsables y algunas prácticas irresponsables. Algunas más, otras menos. La cuestión es donde se ubica el neto, el balance. Ni varias prácticas responsables hacen que la empresa sea calificable de responsable, ni alguna práctica irresponsable hace que la empresa sea irresponsable. Y si se encuentra alguna práctica irresponsable, ¿qué hacemos? ¿La sacamos de todas las listas, de todos los índices? No quedaría nadie. El que esté libre de culpa que tire la primera piedra.

No pretendo excusar a BP, todo lo contrario, en su caso se ha comprobado que su balance es muy negativo, no sólo por el impacto de este accidente, sino por la secuencia de accidentes en otros países atribuibles a negligencia, entre otras irresponsabilidades.

Pero es que si desechamos a todos los hayan cometido algún pecado no nos queda nadie. Hay que buscar la redención, trabajar con los que tienen ganas de mejorar, aumentar el número e intensidad de prácticas responsables en los que tienen vocación. Pero no desahuciar a las que se les encuentra algún problema. Todo lo contrario, son las que necesitan mas ayuda.

Pero tampoco decir que SON RESPONSABLES, como insisten algunos premios. Lo que es correcto es decir que tienen prácticas responsables y que las empresas divulguen cuales son. Así podremos trabajar con las empresas para mejorar y no engañar ni engañarnos con ideas ingenuas.

Y como decíamos en el artículo anterior, que los premios, reconocimientos y certificaciones sean por prácticas específicas, no generales.

Si adoptáremos estos criterios de no demonizar a las empresas por alguna práctica irresponsable y apreciar las responsable a lo mejor serían más honestas en la información que nos dan, no como ahora que solo nos muestran la punta del iceberg y aun esta, en muchos casos, viene bastante maquillada.

Con la responsabilidad de las empresas no podemos generalizar. Como dijo el escritor y humorista Mark Twain: “Todas las generalizaciones son falsas, ……….. incluyendo esta”.

sábado, 16 de octubre de 2010

Premios y certificaciones en RSE: No es oro oro todo lo que reluce

Con el angelito en un hombro y el diablito en el otro, la voluntad de las empresas de implementar prácticas responsables está siendo zarandeada. Por una parte, los de la vida fácil le dicen que no se preocupe, que no hay que hacer grandes esfuerzos. Se pueden ganar premios y certificaciones de que es una empresa responsable con facilidad. Por otra parte, los de la vida dura les dicen que no tomen esa ruta fácil, que tarde o temprano serán descubiertos y sufrirán por esos momentos de gozo temporal.


Con los premios y las certificaciones genéricas se han encontrado el hambre con las ganas de comer. Instituciones supuestamente promotoras de responsabilidad empresarial crean y otorgan premios con gran facilidad. Ambos, los otorgantes y los premiados, ganan “prestigio”, digamos más bien que publicidad relativamente barata. Unos pueden organizar conferencias anuales para la entrega de los premios; algunos hasta llegan a cobrar por participar u ofrecen cursos y asesoría sobre como completar los cuestionarios; otros otorgan la licencia para usar logos que reconocen a la empresa como responsables. Muchos son otorgados por instituciones en las que las empresas deben ser miembros, con pago de cuota. Los premiados presumen de haber ganado un premio y lo anuncian en sus sitios web y en sus informes de sostenibilidad. Es un “gana-gana”. Todos contentos.


Esto no tendría nada de malo, si en efecto los otorgantes hubieran comprobado que las empresas son (totalmente) responsables como dicen. Lamentablemente, para economizar, los premios se basan en cuestionarios completados por las empresas, o mejor dicho, por consultores especializados. En realidad quien gana el premio no es la empresa, es quién completó el cuestionario. Habiendo analizado muchas respuestas a cuestionarios he podido constatar que casi lo único que diferencia a las empresas es cómo lo dicen. La gran mayoría dice todo lo que se espera que digan. Dice que tiene códigos de ética y de conducta, pero no dice si los aplica, cuantos casos se han presentado y como se han resuelto; dice que tiene procedimientos para protección de medio ambiente, pero no si lo hace o como lo hace. Ninguna habla de multas o problemas: ¡!los cuestionarios no lo preguntan!!


Y no hablemos de los premios donde vota el público, como en el caso de algunos reportes de sostenibilidad, donde vota un público que no ha leído los informes y donde la inmensa mayoría vota por las empresas de su país, sin considerar los de otros países.


Pero, ¿a alguna empresa le han retirado un premio por mostrar irresponsabilidad? ¿Quién se atreve?


Problemas semejantes tienen las certificaciones o acreditaciones de tipo genérico otorgadas por gobiernos como propone el proyecto de ley de Economía Sostenible en España (ver el artículo ¿Acreditación de empresas responsables? en el blog www.cumpetere.blogspot.com) y el proyecto de ley de Responsabilidad Social Empresarial de la Comunidad Autónoma de Extremadura. Sin entrar en detalles de si los gobiernos tienen la capacidad de certificar empresas, hay que preguntarse qué pasa si las demás comunidades deciden imitar estas “iniciativas”. ¿Serán mejor las empresas certificadas por una Comunidad que otra? ¿Habrá que certificarse en todas las comunidades autónomas? No hay que preocuparse, si se aprueban estas leyes, pronto saldrá alguna institución que hará un ranking de las certificaciones de las comunidades autónomas o las de los gobiernos.


Éramos muchos (algunos dicen que éramos pocos) y parió la abuela


Y ahora se nos une a la fiesta la ISO 26000, o mejor dicho, sus hijos. La ISO 26000, que no es certificable, no excluye que las autoridades normativas nacionales (generalmente instituciones normativas de los estándares certificables de la ISO) emitan normas certificables. En el alcance dice que “Esta Norma internacional no pretende impedir el desarrollo de Normas Nacionales que sean mas específicas, más estrictas o de diferente tipo” La ISO no debió meterse en normalizaciones cualitativas y subjetivas, pero lo hizo y sacó una buena guía, para guiar (valga la cacofonía) el diseño e implementación de prácticas responsables. La ISO 26000 es el producto de un largo proceso consultivo, razonablemente inclusivo, con la participación de expertos internacionales. Pero no pudo cerrar la puerta a certificaciones nacionales. Es de esperar que, siendo su negocio, las instituciones nacionales vayan más allá y saquen normas certificables. La tentación será grande y ya me imagino una carrera a ver quién saca la primera norma nacional certificable en base a la ISO 26000. Y habrá que ver qué tanta fidelidad mantienen con el original.


Ya existen normas genéricas certificables emitidas por algunas de estas instituciones (en México, Colombia), pero no basadas en la ISO 26000 y no usan mucho. Pero, poder usar el nombre ISO 26000 en la norma certificable, tentará a las empresas a pedirlas y consultores a darlas. No nos dejes caer en la tentación……..


Es que la responsabilidad total no existe. Existen prácticas responsables y algunos tienen muchas. El que esté libre de culpa que tire la primera piedra.


Lo que las prácticas responsables necesitan son certificaciones de prácticas específicas hechas por instituciones acreditadas, independientes, no por consultores no certificados (¿quién certifica a los certificadores?). Instituciones, que se dediquen exclusivamente a estas tareas, que comprueben sobre el terreno las prácticas, que auditen los procesos y otorgan certificaciones con fecha de caducidad, que deben renovarse.


Hay muy buenos ejemplos de estas certificaciones específicas, aunque también pueden tener su problemas: Comercio Justo (verifica precios pagados a productores), Social Accountability (verifica condiciones laborales), WRAP (condiciones laborares en textiles), ICTI (sobre la fabricación de juguetes), Trabajo Infantil (certificaciones por industria: ropa, alfombras, cacao, etc.), Forest Stewarship Council (explotación sostenible de bosques), la etiqueta PEAC en Brasil sobre ausencia de mano de obra infantil, promovida por la Fundación Abrinq, entre muchas otras certificaciones. El uso de estas etiquetas sí tiene valor ……aunque no siempre el consumidor las valora.


También algunos índices de sostenibilidad de bolsas de valores hacen alguna verificación de la información de las empresas, pero tampoco es muy detallada, dependen más del “castigo” que representa ser excluidas del índice (en un próximo artículo cubriremos este tema).


De lo que hay que estar orgulloso y reportar en el sitio web y en el informe se sostenibilidad es cuantas certificaciones tienen, quién las otorgó, desde cuando las tienen. No que cuantos premios logró cosechar, no cuantos reconocimientos recibió de las instituciones a las cuales hizo una donación o es miembro.


Ojalá oyeran al angelito y no al diablito.

sábado, 2 de octubre de 2010

Un llamado a la responsabilidad empresarial: Aumenten la pesca

Los esquemas tradicionales de reducción de la pobreza se basan en darles pescado, y a veces enseñarles a pescar. Pero esto no es suficiente. Las empresas, a través de su responsabilidad ante la sociedad, pueden y deben hacer algo mas: Aumentar la pesca.


Los ODMs, el Pacto Mundial y sus omisiones


Mucho se ha hablado recientemente de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, con motivo de la reciente Cumbre en Nueva York, donde se analizaron los logros, las carencias y, para no quedar mal, se hicieron múltiples compromisos (algún día debería crearse una institución supranacional que tenga poder para asegurar su cumplimento, por lo menos así estos compromisos serán más serios y sinceros). No vamos a entrar en los detalles de los resultados de la Cumbre ya que el lector los puede leer en la gran cobertura mediática que ha generado.


Los ODM son objetivos cuyo cumplimiento corresponde mayormente al sector público. Incluyen metas agregadas, a ser logradas antes del 2015, para erradicar la pobreza, mortalidad infantil, discriminación, salud materna, protección del medio ambiente, reducción de algunas enfermedades. Tiene un objetivo, en apariencia agregado a última hora, como quien dice “otros asuntos”, que aboga por “una asociación mundial para el desarrollo” que tiene una meta, la 8A que puede interpretarse como un llamado indirecto a la inclusión social (Desarrollar aún más un sistema comercial y financiero abierto, basado en normas, previsible y no discriminatorio…). Salvo este último objetivo, los demás corresponden mayormente a los gobiernos, aunque algunas grandes empresas efectúan acciones tendentes al logro de los demás objetivos. A lo mejor se logran algunas de las metas (globales) de reducción de pobreza, aunque no a nivel de países, gracias a los grandes progresos en China y la India, que tienen (o tenían) una gran proporción de los pobres del mundo y que han logrado grandes progresos.


El Pacto Global supuestamente pretende llenar la brecha dejada abierta por los ODM, al dirigirse específicamente a las empresas. Compromete a las empresas firmantes a ciertas normas de conducta en las áreas de derechos humanos, trabajo forzoso e infantil, medio ambiente y corrupción Pero no se preocupa sobre el papel de las empresas en la reducción de la pobreza. Se queda en “no hacer el mal”, sin preocuparse de proponer “hacer el bien”. Son declaraciones de buenas intenciones, sin seguimiento de su cumplimiento y sin consecuencias por incumplimiento (con tal de reportar lo que se hace o no se hace, una vez cada tres años, se puede seguir siendo miembro de esa comunidad). Hay muy poca superposición entre los ODM y el Pacto Global, pero sí una inmensa brecha.


En algunos países de América Latina se han implantado programas de Transferencias Condicionadas de Efectivo (Bolsa Familia en Brasil, Oportunidades en México, por ejemplo), que proporcionan subsidios a las familias pobres a cambio de que los niños vayan al colegio y accedan a medicina preventiva, son un paliativo, que reduce los números de personas que están por debajo de ciertos niveles de ingreso económico, pero no reducen la pobreza, en la definición más amplia que hemos dado arriba. Estos son programas de alivio de la pobreza, no de reducción de la pobreza. ¿Qué pasa cuando los niños crecen y terminan el colegio? ¿Encuentran trabajo? ¿Tienen oportunidad de participar en la actividad económica?


La ayuda para el desarrollo también juega un papel fundamental, pero de la pobreza se sale con el empleo, con la utilización de la capacidad productiva del individuo, no con asistencialismo. Obviamente con salud y educación como condiciones previas.


Pero los ODMs y el Pacto Global se quedan muy cortos, ignoran al individuo y su capacidad de emprendimiento, están basados en el supuesto de que hay que “darle pescado”, en vez de “enseñarle a pescar” y lo que es más importante, “que haya pesca”. ¿Qué pasa cuando muchos han aprendido a pescar si no hay pesca?


La empresa y su potencial para la reducción de la pobreza


El potencial de la empresa para contribuir a la reducción de la pobreza, para el empoderamiento del individuo, para que haya pesca, está prácticamente ignorado en los ODM y en el Pacto Global.


¿Han sacado la China y la India a millones de personas de la pobreza gracias a la ayuda para el desarrollo o gracias a las donaciones? NO. Los pobres han salido de la pobreza gracias a la utilización de su capacidad productiva, gracias a los emprendimientos, gracias a la iniciativa privada. Qué ironía que el país comunista ha usado instrumentos supuestamente capitalistas y no socialistas para reducir la pobreza.


Aun cuando la reducción de la pobreza no es, en principio, responsabilidad de la empresa, puede hacer importante contribuciones a ello, que en el largo plazo la benefician, a través del círculo virtuoso del desarrollo. De allí que, en algunos casos, esto puede ser parte de su responsabilidad social.


Para esto hay que corregir el error prevaleciente de que la pobreza se mide solamente como el poder adquisitivo. Es un concepto mucho más amplio. Como decía la Carta Pastoral de 1986 de los obispos de Estados Unidos en el párrafo 188: “El principio de participación nos lleva a la convicción de que las soluciones más apropiadas y fundamentales a la pobreza serán aquellas que permiten a las personas tomar control de sus propias vidas. Porque la pobreza no es sencillamente falta de recursos financieros. Involucra un tipo de privación más fundamental, una negación a la participación plena en la vida económica, social y política de la sociedad…..”. Esta es la definición de pobreza que trece años más tarde popularizó el premio Nobel Amartya Sen en su libro Development as Freedom, 1999. Atendiendo a estos criterios, se acaba de lanzar un indicar de pobreza más amplio, basado en el acceso a servicios básicos, incluyendo salud y educación. Oxford Poverty and Human Development Initiative (http://www.ophi.org.uk/).


¿Cómo hacemos? Ya lo decía Juan Pablo II en su encíclica Centesimus Annus de 1991: (58) …….En efecto, no se trata de dar lo superfluo, sino de ayudar a pueblos enteros, que están excluidos o marginados, a que entren en el círculo de desarrollo económico y humano. Esto será posible no solo utilizando lo superfluo que nuestro mundo produce en abundancia, sino cambiando sobre todo ….los modelos de producción y consumo……


Es aquí conde la empresa puede jugar un papel importante. Esto es un llamado a los negocios inclusivos, que once años más tarde popularizaría Prahalad en su libro “Fortuna en la base de la pirámide”, aunque originalmente llamaba a la explotación de un mercado no atendido a través de productos y servicios, concepto que posteriormente fue ampliado al de inclusión económica.


Los ODM y el Pacto Global a la hora de resolver el problema de la pobreza están desbalanceados, no se aguantan, ni siquiera con las transferencias condicionadas de efectivo. Necesitan la tercera pata, la participación en la actividad económica, que puede ser proporcionada por los negocios inclusivos (que en cierta forma están insinuados en el objetivo 8 de los ODM que aboga por asociaciones publico privadas para promover el desarrollo económico y social, pero que están mayormente dirigidas a la colaboración empresa-gobierno y que no se han efectivizado).


Es a través del trabajo, del empleo, del empoderamiento constituido por la participación en la actividad económica, la inclusión en el círculo de intercambio, que el hombre logra su dignidad, como se logra la reducción de la pobreza en el sentido más amplio. Aquí sí que las empresas son actores claves, donde hace falta su liderazgo, con el apoyo de gobiernos y de la sociedad civil. Los negocios inclusivos, o en el sentido más amplio, las actividades que contribuyan a una reducción de la inequidad, donde las empresas no ven a los pobres como mercado, sino como proveedores de bienes y servicios, como socios, son uno de muchos instrumentos con los que se pueden incorporar a poblaciones de menores ingresos en la actividad económica.


Las prácticas responsables de las empresas en apoyo comunitario, empleo, sueldos justos, propiedad compartida, adquisiciones y, en general, en negocios inclusivos, constituyen la tercera pata el programa para reducir la pobreza. Es donde se les enseña a pescar y se aumenta la pesca.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Publicacion del libro: La Responsabilidad Social de las Empresas: Enfoques ante la crisis.

La Fundación Carolina acaba de publicar el libro de mi autoría:  La Responsabilidad Social de las Empresas: Enfoques ante la crisis, que son reflexiones derivadas de III Conferencia España-Iberoamérica sobre Responsabilidad Social de las Empresas del mismo título, que tuve el honor de dirigir y que se celebró en Ciudad de México del 20 al 21 de octubre de 2009.

Lo pueden descargar en http://www.cumpetere.com/  o en el sitio de la Fundación Carolina www.fundacioncarolina.es/es-ES/publicaciones/cuadernoscealci/Documents/CC%20RSEMéxico.pdf

Disculpen si han recibido esta notificación de varias fuentes.

domingo, 5 de septiembre de 2010

¿Estamos confundidos?: RSE, BoP y empresas sociales

Acabo de leer un par de artículos cortos que ilustran buena parte de los problemas que enfrentan los que quieren promover prácticas responsables en las empresas. Uno, de un proponente de negocios en la Base de la Pirámide, se esfuerza en tratar de convencernos de que eso no es RSE, que es una disciplina separada. El otro entra en una discusión sobre si las empresas sociales pueden o deben aspirar al lucro. Ambos casos ilustran porque muchas empresas tienen razón en ser escépticos sobre la RSE. Si los proponentes discuten entre ellos, las empresas pueden quedar confundidas.



En el primer caso, titulado Base de la Pirámide (BoP) ¿Responsabilidad Social Empresaria? El autor cuestiona que los negocios inclusivos y en la BoP sean parte de la RSE. Alega que “la base de la pirámide se debe sustentar en la “intimidad de negocios” que existe cuando una compañía y sus socios de la comunidad se consideran esenciales entre sí para su identidad, salud y bienestar colectivos e implica una profunda interdependencia en la que la compañía y la comunidad desarrollan y nutren un compromiso compartido hacia el crecimiento y desarrollo a largo plazo de cada una de ellas.” También expresa que “la idea de que relacionar la conceptualización de la base de la pirámide (o aún los negocios inclusivos) con la RSE producirá una limitación en el desarrollo en las personas en condiciones de pobreza”, poniendo en duda de que los negocios inclusivos son parte de la RSE.


Analicemos ambas aseveraciones. En la primera aseveración el autor alega por la intimidad de los negocios inclusivos y una profunda interdependencia entre ambos. Si ese fuera el caso, se dejarían de aprovechar múltiples oportunidades de incorporar a sectores desatendidos en el círculo de intercambio, en la actividad económica. Difícilmente podrá la empresa permitirse la intimidad con todos sus relacionados y crearse dependencia de empresas o negocios, por definición más débiles, que dependen ella, no al revés. ¿Porqué restringir tanto el ámbito de operación? ¿Por qué exigirle tanto esfuerzo adicional a la empresa?


En la segunda aseveración, el autor alega que relacionar los negocios inclusivos con la RSE, limita del desarrollo de personas en condiciones de pobreza. ¿No será que su definición tan excluyente de los negocios inclusivos es la limita la inclusión? Parece que la RSE sea culpable de que no se resuelva la pobreza. Es cierto que no es responsabilidad de la empresa resolver los problemas de la pobreza, pero es también cierto que a la empresa le conviene operar en un mercado donde puedan participar todos, le conviene hacer lo que esté a su alcance, dentro del marco de sus negocios, para mejorar las condiciones de vida de esos segmentos menos favorecido y que puedan contribuir al desarrollo de la misma empresa. Si el objetivo de los negocios inclusivos fuera resolver la pobreza, difícilmente pueden llamarse negocios y difícilmente serán financieramente sostenibles en el largo plazo. Si la parte de los negocios inclusivos de la empresa tiene esos objetivos de reducción de pobreza, entonces el autor tiene razón, no es parte de sus prácticas responsables de la empresa, es parte de su filantropía, muy posiblemente efímera. Sería una gran oportunidad perdida si nos limitáramos a negocios inclusivos que cumplan con estas características.


Todo esto arece estar orientado a crear una nueva disciplina de “negocios inclusivos”, o de BoP, separada de la RSE. Con la balcanización del tema, para que algunos ganen, perdemos todos. Es preferible apoyarnos mutuamente, construir una mejor sociedad sin divisiones semánticas. Los negocios inclusivos y los negocios BoP son una de las múltiples prácticas responsables enmarcadas dentro de la RSE. (Invito al autor de ese artículo a publicar su respuesta en mi blog)


El segundo artículo es una recensión del último libro de Muhammad Yunus, Building Social Business: The new kind of capitalitsm that serves humanity's most pressing needs” por Rodney Schwartz, publicado en el Stanford Social Innovation Review de Otoño de 2010. El autor del artículo critica a Yunus por lu estrechez de su definición de lo que constituye una empresa social. Yunus la define como una empresa sin fines de lucro, que tiene como objetivo la producción de productos y servicios con fines sociales. Su argumento es que la oposición de Yunus al lucro limitaría enormemente el tipo de empresas que se calificarían como sociales y por ende su capacidad de capturar mercados y el apoyo de donantes.


En un análisis desapasionado, la discusión parece irrelevante, de semántica. Cómo se califique la empresa parece ser irrelevante, lo que importa es la contribución que hace al desarrollo económico. Pero es mucho más probable que subsista si obtiene beneficios para respaldar su continuidad. No se trata de que su objetivo sea únicamente el logro de beneficios, y mucho menos la explotación de mercados de los pobres y desinformados. Ello puede ir apartándola paulatinamente del objetivo social. Pero pretender que solo tenga objetivos sociales, la puede hacer dependiente de donaciones de terceros, y limitar su innovación y capacidad de acción. Si la empresa tuviere beneficios siempre tendría la opción de utilizarlos para donaciones o para subsidiar algunos productos o servicios a segmentos con menor capacidad de pago. Si no los obtiene, su subsistencia estará constantemente en peligro.


El mismo Yunus, refiriéndose al fundador de la más grande microfinanciera en la India que hizo una emisión de acciones en el mercado de capitales, lo calificó como “un joven competente que ha tomado la decisión equivocada de usar las microfinanzas para ganar dinero”. La discusión no debe ser si gana dinero, debe ser si lo gana responsablemente, prestando sus servicios con márgenes de intermediación eficientes, buscando sus fuentes de fondos más económicas, educando a sus clientes sobre el uso adecuado del crédito, ofreciéndole los productos que necesitan, contribuyendo a su desarrollo, etc.


Una empresa, por definición, debe tener como primer objetivo su sostenibilidad financiera, de lo contrario no puede contribuir mucho (y aquí no estamos hablando de fondos de filantropía). Lo que se debería evitar es que este objetivo sea el único y que ignore o aplaste otros objetivos de contribuir al desarrollo económico y social.


Continuando con este tema, el próximo artículo será ¿Con amigos así, quien necesita enemigos?

sábado, 24 de julio de 2010

¿En qué se parecen……………?

Y antes de se vayan de vacaciones de verano o de invierno (en el hemisferio sur), un poquito de humor………………… responsable.



¿En qué se parecen los informes de sostenibilidad y el Quijote?

              En que todos opinan, pero nadie los ha leído.

¿En qué se parecen los códigos de ética empresarial y el sentido común?

             En todos lo tienen pero nadie los usa.

¿En qué se parecen las conferencias de RSE y una tienda de antigüedades

            En que no tienen nada nuevo

¿En qué se parecen las conferencias de RSE y el papel de periódico

             En que casi todo es reciclado

¿En qué se parecen los premios a la responsabilidad empresarial y las tarjetas de crédito?

            En que basta con aplicar.

¿En qué se parece el Pacto Mundial y mi blog de RSE.

             En que también basta con aplicar

¿En que se parecen los rankings de responsabilidad de empresas a las pilas usadas?

              En que tienen muy poca utilidad.

¿En que se parecen las buenas noticias sobre prácticas responsables y las cortesanas?

              En que hay que pagarlas

¿En qué se parece la RSE a Dios?

            En que se les conoce con muchos nombres

¿En qué se parece la RSE a la cirugía plástica?

            En que mejoran la apariencia

¿En qué se parecen los indicadores de RSE y los dobles de Elvis Presley?

              En que hay muchos

¿En qué se parecen las prácticas responsables a los niños?

              En que hay que prestarles mucha atención

¿En qué se parecen las prácticas responsables a las oraciones?

           En que solo se llevan a cabo cuando estamos en problemas

¿En que se parecen las encuestas sobre RSE y las preguntas de seguridad en el aeropuerto

            En que las preguntas son las mismas y las respuestas son obvias

¿En que se parecen las herramientas de auto diagnóstico en RSE y el marido que deseamos

           En que se espera que sea perfecto en todo, al mismo tiempo

¿En que se parecen las normas sobre RSE y las armas

           En que son poderosas, pero hay saberlas usar, y si no, mejor es no tenerlas

¿En que se parecen los diálogos con los grupos de interés y la conversación en el matrimonio?

            En que el diálogo es un monólogo.

domingo, 4 de julio de 2010

Sin incentivos no hay paraíso. Segunda parte

En el artículo anterior, que recomendamos leer antes que este, habíamos comenzado a discutir la necesidad de utilizar incentivos para motivar a los directivos y empleados a alinear sus objetivos intrínsecos con los de la empresa (www.cumpetere.blogspot.com/).  Comentábamos que algunas empresas están empezando a relacionar parte de las bonificaciones con el logro de objetivos sociales y ambientales, no solamente los económicos. Mencionábamos sin embargo que los incentivos monetarios pueden llegar a ser inefectivos y hasta contraproducentes. Comenzamos a discutir las diferencias entre las transacciones entre empresa y empleado en el ámbito comercial y en el ámbito social.


La inmensa mayoría de incentivos se desarrollan en el ámbito comercial donde es mucho más difícil alinearlos con objetivos de responsabilidad social y ambiental. El ámbito comercial es conducente a promover la sostenibilidad comercial o financiera. Esta alineación de objetivos es muy difícil, aún con las recientes propuestas de limitar la parte de los incentivos que se paga en efectivo y que parte se pague en acciones de la empresa, con restricciones a su venta en el corto plazo, para evitar el cortoplacismo, enemigo de la responsabilidad social. También hay propuestas en el sentido de que parte de las bonificaciones sean devueltas a la empresa en caso de que su rendimiento sea menor al esperado. Estas propuestas de incentivos financieros se han hecho para en el sistema financiero, centro de atención de los incentivos. Esto es casi imposible de aplicar en las pequeñas y medianas empresas, que constituyen cerca del 99% de las empresas en Iberoamérica.

Debemos pensar en desarrollar esquemas de incentivos que incluyan transacciones en el ámbito social, no solo en el comercial. El voluntariado empresarial es un buen ejemplo de una transacción que puede estar en estos dos ámbitos, donde hay parte de ambos elementos, los objetivos de la empresa y la motivación intrínseca del empleado. Aún cuando el voluntariado se haga en el contexto de la empresa, no es, o no debe ser, parte del trabajo por el cual se recibe la compensación monetaria. Si lo es, no es voluntariado. Estaría en el plano comercial si fuera obligación hacerlo y se hiciera en tiempo de la empresa. Pero cuando se hace el tiempo del empleado, aunque sea en actividades que benefician a la empresa, entra en el plano social. Lo más razonable es que exista alguna compensación, como por ejemplo que les den algún día libre por varios días de voluntariado y/o algún reconocimiento. Un incentivo en el ámbito social. Este es un claro ejemplo donde se mezclan el ámbito social y el ámbito comercial, que puede servir de guía para otros casos.

Un caso ilustrativo de la diferencia entre el ámbito comercial y social es el ejemplo de Wikipedia y Encarta citado en el video de Dan Pink en TED (www.ted.com/talks/dan_pink_on_motivation.html). Encarta se concibió como una enciclopedia electrónica, producida por expertos contratados por Microsoft para escribir los artículos, a un elevado costo. Una transacción estrictamente comercial. El modelo opuesto fue el de Wikipedia, producida por voluntarios. Pocos le daban muchas posibilidades de éxito a algo que involucraba “trabajo” no remunerado. Pero el orgullo de contribuir, por ser parte de un proyecto de avance de la sociedad, lo llevó a éxitos sin precedentes,. Encarta ya no existe, Wikipedia crece a ritmo acelerado, en muchos idiomas, y es uno de los sitios internet más visitado del mundo. Una transacción en el ámbito social.

Dentro de la empresa se pueden aprovechar estas motivaciones intrínsecas de los empleados. En muchas encuestas sobre prácticas responsables los directivos responden que hay que ser responsable porque es lo correcto. En una encuesta de McKinsey, (septiembre 2008) sobre el papel de la empresa llevada a cabo entre casi 1.500 directivos en 78 países, dos tercios de los entrevistados respondieron que hoy la empresa debe buscar un balance entre los beneficios y el bien común y de estos, el 55% respondieron que hay que hacerlo porque “es lo que hay que hacer”. En contraste, un tercio respondió que la empresa debe buscar el máximo rendimiento posible. Es muy posible que los trabajadores también piensen que la empresa tiene la obligación de buscar ese balance. ¿Pero porqué no trasladamos estas convicciones al día a día del trabajo? Son convicciones en el plano social. Pero en la gran mayoría de los casos la implementación se propone hacer vía sueldos, vía recompensas y castigos y esto no parece estar produciendo los resultados esperados.

¿Qué quiere decir esto en la práctica?

Los incentivos monetarios enfocan los esfuerzos en el tema monetario (¿sorpresa?) y restringen la visión hacia el corto plazo. Pero las prácticas responsables requieren iniciativa y creatividad que son más fértiles en las relaciones en el ámbito social de las relaciones empleado-empresa. El ejemplo de Google que trata a sus empleados como parte de la familia, que no les mide los minutos que están en la oficina, ha demostrado ser mucho más conducente a la innovación y la creatividad (claro está que esto viene acompañado de un proceso integral de selección y gestión de esos recursos humanos).

Obviamente que no estoy sugiriendo substituir los sueldos y los incentivos monetarios por abrazos y besos, pero si queremos empresas que se preocupen de la sociedad y el planeta, además de ganar dinero, debemos movernos del ámbito meramente comercial al ámbito social. La empresa debe tratar al empleado como un amigo, como un familiar, o por lo menos con respeto y no meramente como un factor de producción. Ya lo decía muy elocuentemente el Papa Juan Pablo II en la encíclica Centesimus Anus, “El beneficio es un regulador de la vida del negocio, pero no es el único. También deben considerarse factores humanos y morales, que en el largo plazo, son igualmente importantes para la vida de la empresa”.

Pero con responsabilidad, con sinceridad. Son muchas las empresas que les dicen que no son trabajadores, que son parte de la familia de la empresa. Pero cuando las cosas no están bien, no hay dudas en despedirlos. Son parte de la familia cuando les conviene y quieren exigir más del empleado.

Cada empresa es diferente, cada entorno es diferente y el movimiento de la relación puramente comercial hacia una relación mas social entre empresa y empleado se debe hacer a diferente intensidad, a diferente velocidad, pero la dirección es clara: para la implementación de prácticas responsables no podemos basarnos solamente en ordenes de arriba e incentivos monetarios, hay que apelar a la motivación intrínseca de la persona de hacer el bien, pero en un contexto donde la empresa verdaderamente reconozca al empleado como “parte de la familia”.

En los países de Iberoamérica y especialmente en las empresas de menor tamaño, donde la balanza de las relaciones esta más en el plano social que en el plano del mercado, debería ser menos difícil implementar las relaciones que motiven a los empleados a prácticas responsables. En este sentido la cultura latina es más conducente que la anglosajona.

¿Podemos entonces usar incentivos no monetarios?

En otra encuesta de McKinsey (noviembre 2009) sobre la motivación de los empleados más allá de lo monetario, se encontró que los incentivos no monetarios eran más efectivos, pero lamentablemente menos usados, que los incentivos monetarios. Tres incentivos resultan ser particularmente efectivos. El reconocimiento y felicitación por parte del supervisor inmediato, la atención que reciben de los líderes en la empresa y las oportunidades de liderar grupos de trabajo o proyectos especiales. La encuesta los reporta como más efectivos que las bonificaciones en efectivo, que los aumentos de sueldo y que las opciones de comprar acciones. Y no cuestan mucho.

Sin embargo, existe un fuerte sesgo en las organizaciones sobre el impacto del dinero, con un gran descuido de los incentivos no monetarios. Sin embargo, en las organizaciones donde las posibilidades de progreso son limitadas, la situación económica no es holgada o donde por razones de política (burocracias) los aumentos de sueldo distinguen poco entre los mediocres y los buenos, los incentivos no financieros tienen mayor impacto. Claro está que hay mucha diferencia en la reacción de los empleados dependiendo sí tienen sueldos de subsistencia o si tienen remuneraciones que cubren las necesidades básicas con holgura, entre obreros y empleados a sueldo mensual.

Recuerdo la importancia que se le daba entre los funcionarios en el BID a una felicitación pública por un proyecto bien logrado, a una invitación a un almuerzo con el Directorio o con el Presidente con motivo de la visita de alguna autoridad, a la invitación a asistir a un retiro gerencial, y no se diga a la invitación a asistir a un viaje de trabajo con “los jefes”. Los aumentos de sueldo eran menos importantes dado su estrecho margen de maniobra. Y en las promociones influían otros factores. Lo que distinguía eran los incentivos no monetarios.

Otro incentivo no monetario muy apreciado es poder participar en actividades especiales o en las decisiones. El orgullo con que algunos empleados dicen “me nombraron jefe del grupo de trabajo” o “jefe del equipo para preparar ……” No es una promoción, es un reconocimiento. A quien le cuesta es al empleado, que tiene que trabajar más por el mismo sueldo. Y estas tareas especiales pueden estar relacionadas con prácticas responsables.

Cuando se empezaron a promover los temas de sostenibilidad dentro de una institución, la resistencia era grande. “¿Para qué complicarnos la vida?” “¿esto no tiene impacto sobre las operaciones de la institución?”, etc. Para lograr la aceptación y vencer la resistencia sobre estos aspectos se formó un grupo de jóvenes voluntarios que dieran ideas sobre cómo reducir el impacto ambiental de las actividades de las oficinas y las promovieran. El grupo estaba orgulloso de trabajar en estos temas. Este grupo se puso un nombre llamativo y ser miembro del grupo pasó a ser razón de orgullo. Rápidamente este grupo aportó excelente ideas que poco a poco se comenzaron a implementar y poco a poco se fue logrando la aceptación de la gerencia media (de un poco más edad) y eventualmente de la alta gerencia (mayor todavía).

Con esto no quiero decir que los incentivos monetarios no sean importantes, pero los incentivos no monetarios pueden tener la virtud de mover las relaciones entre el empleado y la empresa hacia el ámbito social, siempre y cuando estén complementados con la relación de reciprocidad. ¿Puedo ausentarme cuando mi hijo está enfermo, sin cargo a mis vacaciones? ¿Puede la empresa ayudarme con el problema de …….?

Las empresas más avanzadas están reenfocando el tema de las remuneraciones desde “retribución”, que significa un quid pro quo, “tu me das, y te doy”, hacia el “reconocimiento”, hacia una relación de reciprocidad más allá de lo estrictamente monetario.

Pero no hay que ser ingenuos. Este camino no es fácil, es lento, pero con los incentivos monetarios y no monetarios adecuados y alineados se puede promover una integración de los empleados a las prácticas responsables.

Sin los incentivos adecuados no podremos alcanzar el paraíso de la responsabilidad empresarial.

sábado, 12 de junio de 2010

Sin incentivos no hay paraíso. Primera parte

La crisis reciente nos esté dejando muchas lecciones para la responsabilidad empresarial. Una de las más claras es la importancia de la alineación de los incentivos con los objetivos. Hemos visto, particularmente en el caso de algunas instituciones financieras, que los objetivos han sido la maximización del beneficio y los incentivos han sido la bonificación en el corto plazo. Y hemos visto y sufrido lo perverso que esta alineación puede ser. Pero estaban alineados. Los incentivos pueden ser muy poderosos y se pueden utilizar para incitar al bien. Estas lecciones las podemos extender al logro de los objetivos de sostenibilidad social y ambiental de las empresas.

¿Cómo hacemos esta alineación?

En el tema de la promoción de las prácticas responsables hay un relativo énfasis en la reacción a los grupos de interés externos a la empresa, con cierto descuido hacia el impacto de los incentivos internos, positivos y negativos, que enfrentan los empleados. Pareciera como que estos no los necesitaran, que bastan las políticas, el código de ética (que nadie conoce) o las órdenes de la alta gerencia para incitar comportamientos responsables. Sin embargo, se han publicado una serie de noticias y reportes recientemente, en parte estimulados por las reflexiones que ha provocado la crisis, que nos pueden dar algunas pautas, si las sabemos leer bien y sacar las lecciones pertinentes.

Se han publicado varias noticias sobre las iniciativas de algunas empresas, sobre todo holandesas, que reportan sobre sus esfuerzos en relacionar parte (en algunos casos hasta la mitad) de las bonificaciones (no del sueldo) a logros relacionados con la sostenibilidad social y ambiental de la empresa y parte a la sostenibilidad financiera (¡sin la sostenibilidad financiera sí que no hay paraíso!). Estas bonificaciones suelen estar dirigidas a la parte alta de la empresa, a sus directivos. Es un gran paso adelante, ya que supuestamente estas bonificaciones a los de arriba influencian el comportamiento de los de abajo, de la gerencia media y de los trabajadores, obreros y funcionarios.

Eurosif, la organización europea que promueve la inversión sostenible, en su informe sobre la remuneración en las 300 empresas del índice del Financial Times Sustainable Enterprises, reporta que el 29% de las empresas tenían algún compromiso de relacionar las remuneraciones con el rendimiento en temas ambientales, sociales y de gobierno corporativo. Recomienda que los accionistas presionen a las empresas para que adopten bonificaciones relacionadas con estos rendimientos. Si han leído las noticias sobre los resultados de estas iniciativas en las asambleas generales de accionistas habrán notado que son muy pocas las que han tenido éxito.

¿Es suficiente relacionar las bonificaciones con las buenas prácticas en responsabilidad social y ambiental? Parece ser un paso adelante. Supuestamente todos queremos más dinero y estaríamos dispuestos a cambiar el comportamiento a cambio de más dinero. Sin embargo, el estado actual de la medición del rendimiento social y ambiental está muchísimo más atrasado que la medición del rendimiento económico, y los incentivos están sesgados a lo que se puede medir.

Es más, hay quién alega que las bonificaciones ligadas a rendimientos, cualesquiera sean, son perniciosas. Por ejemplo, Akerlof y Kranton (en Identity Economics, George Akerlof y Rachel Kranton, Princeton University Press, 2010) llegan a decir que la remuneración ligada al rendimiento demuestra que la empresa no confía en que sus empleados harán lo correcto, que hay que estimularlos para que lo hagan. Alegan que los empleados quieren hacer un buen trabajo porque es lo correcto y cuando se introducen estas bonificaciones los hacen pensar que están haciendo cosas que van allá de su obligación e los incitan a tomar más riesgos de los necesarios para lograr la bonificación y llevar a cabo actividades que pueden ser perjudiciales. Véase el caso del impacto de las bonificaciones en el comportamiento en algunas instituciones financieras.

Estos incentivos al comportamiento responsable parece que funcionan en el corto plazo, pero una vez que forman parte de las expectativas del individuo, que los ven como parte del “sueldo”, van perdiendo efectividad en el mediano y largo plazo. Si uno lo piensa bien, parece ser una aberración tener que dar bonificaciones por cumplir con el deber, por comportarse responsablemente. Pero las expectativas son las de recibir bonificaciones por ir más allá del mínimo. Aún que parecen lógicas, no parece sencillo seguir las prescripciones de estos autores de abandonar las bonificaciones ligadas al rendimiento por ser contraproducentes. La reacción podría ser muy negativa.

¿Es suficiente con tener incentivos en los altos niveles de la empresa?

No basta. Al fin y al cabo, Son los empleados los que están en contacto con el suelo, los que están en contacto con los clientes, con los medios de producción, etc., los que se pueden dar cuenta de que hay mejores maneras de hacer las cosas. La cultura empresarial es importante, los mandatos de los directores son importantes, pero más lo es la iniciativa y la acción de los individuos en contacto con la realidad cotidiana. Son ellos los que implementan el cambio. Es el compromiso personal, los factores intrínsecos al individuo, los que llevan al cambio. Hay que alinear las motivaciones individuales de querer hacer el bien con las de la empresa, sobre todo en temas sociales y ambientales.

Como todos los que han trabajado en una empresa con fines de lucro deben saber, las órdenes de arriba son condición necesaria pero no suficiente para motivar a la masa laboral. Los de más abajo también deben percibir incentivos diferentes. En muchas empresas las acciones de sostenibilidad las implementa la masa laboral. De poco sirve que nuestros consejeros o gerentes tengan bonificaciones por buenas políticas laborales, cuando del jefe de planta sigue con bonificaciones o sueldo en función del volumen de producción. Su incentivo es máxima producción a como dé lugar. Véanse los casos de las maquiladoras en América Latina o las fábricas de ropa en el Asia. Si es necesario violar los principios laborales, se violan, con tal de cumplir cuotas o lograr bonificaciones. O sí sus incentivos son minimización de costes, harán lo necesario para que sean mínimos, incluyendo daños al medio ambiente. Y si estos costos se contabilizan, posiblemente caigan en otro departamento, o sea que “no es mi problema”.

¿Se pueden llevar los incentivos a los bajos niveles de la empresa? ¿Deben ser monetarios?

La respuesta a la primera pregunta es que hay que intentarlo. La solución, como siempre, pasa por los detalles y la discusión entre incentivos monetarios y no monetarios se hace muy pertinente. Por varias razones. Una razón es relativamente obvia y es que muchas empresas, sobre todo en la situación actual, no pueden considerar erogaciones adicionales para incentivos monetarios. Pero se pueden añadir incentivos no monetarios a los monetarios ya existentes, alineandolos con las prácticas responsables.

La otra razón es un poco más compleja. Se refiere a que cuando la transacción entre trabajador y empresa es estrictamente monetaria, ambas partes colocan la transacción en el ámbito comercial, del mercado. Tú me das y yo te doy. Varios estudios recientes han mostrado que cuando las transacciones entre las partes se colocan en otro ámbito, el social, cuando la empresa y el trabajador se ven como parte de una sociedad, que se benefician mutuamente, las transacciones se vuelven menos cortoplacistas, menos interesadas y se puede buscar el bien común.

¿Qué quiere decir poner las transacciones(o relaciones) entre las partes en el ámbito social?

Cuantas veces no hemos oído y hasta dicho “a mí no pagan para eso” o “a mí solo me pagan para que haga mi trabajo”, “Yo hago mi trabajo, hago lo que pagan y si veo que alguien menos competente que yo le pagan más, hago menos”. Relacionamos el pago con el trabajo y se hace el trabajo en función del pago. Es una transacción estrictamente comercial.

Pero cuántas veces no hacemos mucho más esfuerzos para un amigo o un familiar, sin que medie una recompensa inmediata o sin esperarla en el futuro. Es más, podemos llegar a ofender cuando ofrecemos pago. Cuantas veces hacemos trabajos de voluntario personal, al margen de la empresa, en la comunidad, en la iglesia, en el colegio. Estas son transacciones en el ámbito social, que se hacen por motivación intrínseca.

En el ámbito comercial, del mercado, como se vio en la crisis, el trabajo se manipula para explotar los incentivos monetarios, los incentivos monetarios son el fin, el trabajo el medio, que se tergiversa para el fin. Según el caso en litigio entre la Comisión de Valores y Bolsas de EEUU y Goldman Sachs, el cliente para estos era menos importante que los beneficios, los clientes eran un instrumento para los beneficios, todo ello condicionado por las bonificaciones (que como comentábamos en un artículo anterior (¿El trabajo de Dios o la compra de indulgencias? www.cumpetere.blogspot.com) llegaron US$740.000 por empleado para el 2009, en un promedio que incluye desde el portero hasta el presidente.

Había un maestro muy famoso de artes marciales en Japón que enseñaba de forma gratuita a sus alumnos. Después de un tiempo los alumnos pensaron que no era justo que no le pagaran y ofrecieron pagarle. El maestro les respondió que si las clases fueran por pago, no podrían pagarle lo que el cobra. Era una transacción en el ámbito social. Al ponerla en el ámbito comercial, serían compradores y vendedor.

¿No podríamos llevar algo de esto a la empresa para alinear las motivaciones de los empleados con los objetivos de la empresa, incorporando incentivos no monetarios? ¿Podemos comportarnos como amigos, como familiares?

Estas preguntas y otros temas los trataremos en la segunda parte del artículo.

Antonio Vives

http://www.cumperte.com/

sábado, 29 de mayo de 2010

Premios GRI al mejor reporte de sostenibilidad: ¡Falacia!

Se confirmó la falacia que sospechábamos en un artículo el 5 de abril sobre los Premios GRI al mejor reporte de sostenibilidad. En aquel artículo (Premios GRI al mejor reporte de sostenibilidad: ¿Falacia?, www.cumpetere.blogspot.com), basado en los finalistas al premio preguntábamos si serían una falacia, con signo de interrogación. Ahora con los resultados finales se confirma, ¡los Premios GRI son una falacia!, con signos de exclamación.


Se han entregado seis premios y los ganadores son……………!!SORPRESA!!!!.....seis empresas brasileñas. Tres premios a una misma empresa, el Banco do Brasil y las otras tres a la minera Vale, a la empresa de cosméticos Natura y al Banco Bradesco.

Ya el 27 de mayo del 2008 (¿En que se parecen los premios GRI y los de Eurovisión?, www.cumpetere,blogspot.com ) advertíamos de las dificultades de otorgar premios a reportes de sostenibilidad basados en el voto popular y mostrábamos la casi imposibilidad que tiene un lector de leer y mucho menos comparar varios reportes. Lo comparábamos a los Premios de Eurovisión, donde los nacionales de un país (que no pueden votar por la canción de su país) votan por la de países vecinos con los que tienen afinidad. El caso del GRI es peor, los supuestos lectores votan por los informes de su país. Este es una competencia donde la gana la audiencia, no los competidores.

¡Esperemos que el Mundial de futbol se decida en el campo y no en las gradas! Si no, África del Sur será campeón.

En la primera edición de los premios mostrábamos la baja probabilidad de que los ganadores fueran mayormente de Brasil e India y ninguno de los países tradicionalmente fuertes en reportes de sostenibilidad. En esa primera edición Brasil fue el tercer país del mundo en votos, pero el segundo en votantes. Casi el 80% de los votos de los brasileños fueron para reportes de su país. Para esta edición no tenemos los números de los que votan por su país, pero es de sospechar que superaron estas proporciones.


Lo que sí está disponible en el sitio web del GRI es la distribución geográfica de los votos, pero no de los votantes. Por ejemplo, para el premio de Involucramiento (“engagement”) hubo 12.748 votos de los cuales el 82% fueron para reportes de Brasil (de procedencia no revelada). India obtuvo el 10%, quedando el resto del 8% para los demás 11 países. Para el premio de Inversionistas hubo 1.991 votos, de los cuales el 84% fueron para Brasil.

Cada votante votó por un promedio de 8 reportes (¡qué capacidad de lectura!)


Ahora ya ni las apariencias se mantienen: Todos los ganadores son de un mismo país. Del país donde los premios reciben más promoción, del país del principal patrocinador del premio (aunque hay que felicitarlo ya que éticamente decidió dejar su reporte fuera de concurso).


Ya con las finalistas mostrábamos la extraña distribución por países, si en el concurso participaran votantes de muchos países de forma imparcial. Reproducimos la tabla de los finalistas comparados con el número de reportes que se presentan al GRI.


Ahora resulta que los cuatro ganadores son del mismo país. Brasil tiene 66 informes sometidos al GRI de los 1346.del año 2008-2009. O sea que tiene el 5% de los reportes. Si la selección fuera imparcial y hubiera votantes de todos los países en proporción al número de reportes, la probabilidad, a priori, de que Brasil ganara uno es del 5% pero de que ganara cuatro es del 0.0006%. Imagínense un dado con 20 caras. Se tira cuatro veces y las cuatro veces sale la misma cara. Posible pero poco probable. Y no hablemos de que ganen los 7 premios.



Menos probable es que Estados Unidos o España, con una proporción de reportes GRI que exceden del 10%, no ganen ninguno.


Es cierto que la selección no es aleatoria. No debe serlo. Solo hacemos la comparación para ilustrar el otro extremo, de que la selección es altamente sesgada.


Con esto no queremos decir que los informes no sean los mejores, o que Brasil no sea un país de excelencia en reporte. Son todas empresas reconocidas y muy reputables, algunas de ellas modelos de sostenibilidad. Es muy posible que sus reportes sean los mejores. Lo que queremos decir es que la metodología es absolutamente inapropiada para seleccionar “mejores reportes”. Ya en la votación anterior y en los finalistas de esta se había visto que los reportes se seleccionan con pocos votos y de nacionales de estos países. De un país donde la sostenibilidad está tan avanzada, que es tan nacionalista y sus habitantes están orgullosos de sus logros internacionales como Brasil, es de esperar que voten por sus empresas. Nada malo. Lo inadecuado es la metodología.


¿Tiene esto importancia? Total, es un simple premio. Sí tiene importancia y mucha por cuatro razones: Porque desprestigia a la sostenibilidad (que está en duda sobre si es lavado de cara y esto no ayuda) desprestigia a los ganadores (que ganaron un premio sospechoso), desprestigia a los reportes de sostenibilidad (que no son tomados en serio por los muchos de los votantes) y desprestigia al GRI.


La sociedad necesita al GRI, un GRI con credibilidad que produzca los lineamientos que sirvan de guía para el reporte de prácticas responsables, que inspire a su adopción.



Pero lamentablemente el GRI cae víctima de una de las peores prácticas en sostenibilidad: la búsqueda de notoriedad los lleva a acciones irresponsables como esta.


Por favor señor@s del GRI: Cancelen estos premios y dedíquense a producir y promover el uso de las guías. Y si quieren dar premios, háganlo con un panel de expertos, imparciales, que hayan estudiado los reportes.


P.D. En aras de la transparencia debo reportar que no tengo los datos de la procedencia de los votos de esta edición, solo adonde fueron. Sería altamente deseable que el GRI, siguiendo la transparencia que aboga, reportara además de donde vinieron los votos que recibieron todos 103 finalistas.