miércoles, 23 de septiembre de 2015

Voluntariado corporativo: basta de malgastar recursos. IIa. Parte



“Porque al que se le da mucho, también se le exigirá mucho;
y al que se le confía mucho, se le pedirá más todavía.” Lucas 12:48

En la primera parte de este artículo[1] analizábamos el potencial del voluntariado corporativo, las ventajas de incorporarlo como para integral de la estrategia de responsabilidad de la empresa ante la sociedad y los beneficios que ello puede producir para ambas partes.  En esta segunda y última parte analizaremos el que y como aprovechar ese potencial de la empresa de hacer el bien a la sociedad a través de una implementación efectiva y eficiente del voluntariado, con una visión más amplia de ese potencial.

I.                Desde la comunidad hacia la sociedad

a.      Introducción

Para mejorar la productividad de la empresa es necesario que los empleados se involucren, que no lo vean solo como un trabajo para obtener una remuneración financiera (“yo no sé, yo solo trabajo aquí”), que es la visión más generalizada.  Una de las maneras más simples de involucrarlos más es hacerlos partícipes de los esfuerzos para que la empresa sea más responsable ante la sociedad a la que pertenecen.  Y una de las manifestaciones más visibles de esa responsabilidad es el voluntariado corporativo.  Sin embargo en la gran mayoría de los casos ese voluntariado es sinónimo de asistencialismo, de solidaridad, lo que no es malo y puede coincidir con los intereses de los empleados.  Sembrar arbolitos, ir al asilo, limpiar el pueblo puede mejorar la reputación de la empresa, especialmente si se publicita que los voluntarios lo hacen “a nombre” de la empresa (aunque muchas veces lo hagan en su tiempo libre y no el tiempo de la empresa).  Con la ubiquidad de la información todo se sabe y tarde o temprano se verán las verdaderas motivaciones de la empresa.

La gran mayoría de los programas de voluntariado corporativo están orientados hacia la comunidad, en un sentido muy estrecho, y desaprovechan la oportunidad de beneficiar a la sociedad en un sentido más general.  Para ilustrar esto podemos considerar un ejemplo que es paradigmático.  Es lo que hace una empresa multinacional farmacéutica:

  “……se les ofrece la oportunidad de colaborar durante una jornada laboral con diferentes entidades en el desarrollo de proyectos altruistas solidarios……”.  “Recogida de alimentos y juguetes, acciones de ayuda a la integración de discapacitados y ancianos o bazares solidarios son algunos ejemplos de las actividades que llevan a cabo …….”  “Todos estos proyectos parten de la estrategia de RSC de XXXXX, respondiendo a las demandas de todos sus públicos de interés y especialmente de sus empleados, generando valor para la compañía, reafirmando su carácter sostenible y socialmente responsable, y potenciando el desarrollo de su capital humano, valores y cultura corporativa.” 

De acuerdo, no es incorrecto, laudable, pero parece ser de bajo impacto relativo.  ¿Es esto lo mejor que pueden hacer la empresa y sus empleados?  ¿No es una mala utilización de recursos el usar personas calificadas para hacer trabajos menores?  Parece ser una estrategia diseñada al margen de la estrategia de sostenibilidad de la empresa y una consideración relativamente ligera de lo que debe ser su responsabilidad ante la sociedad, a pesar de que indican que es parte de su estrategia de RSC y pretenden obtener grandes “beneficios”.  Cabría esperar más.  Muy posiblemente es un malgaste de los talentos y motivaciones de sus empleados y las ventajas comparativas de una  empresa farmacéutica.  El lector podría sugerir una estrategia de voluntariado corporativo para hacer una contribución más efectiva a la sociedad.  No debe ser difícil.  

Este ejemplo, que es típico, ilustra la situación actual del voluntariado corporativo en muchas empresas.  Ha seguido al evolución de la responsabilidad de la empresa ante la sociedad, donde en sus comienzos, hace decenas de años, la empresa pensaba que para expiar sus pecados había que comprar indulgencias, o sea hacer donaciones.  Posteriormente vino el avance de ver que esas donaciones podrían beneficiar a la empresa y tener más impacto si se hacían parte integral de su estrategia y la empresa se involucraba en su ejecución. Se pasó de la filantropía pura y dura a la filantropía estratégica.  Esta es la etapa en que se encuentra el voluntariado donde ha pasado de atender necesidades percibidas de algunos colectivos en situación de desventaja a ampliar su visión hacia la comunidad como un todo.  Y a esta comunidad se le considera como uno de los stakeholders, pero esta es solo uno de ellos. 

Algunos autores proponen moverse del voluntariado corporativo tradicional al involucramiento en la comunidad. [2]  Pero eso sería paso muy tímido, el involucramiento debe ser con la sociedad. De la misma manera que la responsabilidad de la empresa ante la sociedad ha superado esta etapa en algunas empresas (las de mayor sofisticación) y se toma responsabilidad sobre los impactos que tiene y quiere tener sobre la sociedad, [3] el voluntariado debe moverse hacia un voluntariado donde se aprovechan las capacidades de los empleados y las ventajas comparativas de la empresa. Hay que moverse desde el voluntariado como estrategia de desarrollo comunitario a estrategia de desarrollo de la sociedad.  Debe verse en el contexto integral de sociedad, incluyendo gobiernos, toda la sociedad civil, el medio ambiente (no solo el parque aledaño), gestión de recursos humanos, etc.  Debe alienarse e integrarse con la estrategia de responsabilidad de la empresa, donde se gestionan todos los stakeholders.  Muchas veces el problema está en que la unidad de la empresa que atiende el voluntariado no está integrado al grupo que tiene la visión integral de la empresa y su entorno y se considera un grupo de benefactores sociales, al margen del negocio mismo de la empresa. Así es difícil tener impacto.

La discusión sobre si el programa de voluntariado es iniciativa de la empresa o de los empleados o responde a peticiones de la comunidad debería ser irrelevante.  Un programa de voluntariado corporativo solo puede ser efectivo y sostenible si forma parte de la estrategia de sostenibilidad de la empresa, de lo contrario es un programa aislado, ocasional, vulnerable.

La empresa tiene la responsabilidad moral y económica de emplear el talento y sus ventajas comparativas para el desarrollo de la sociedad, tanto de los gobiernos, como de las instituciones de la sociedad civil como de las personas.  Sería una irresponsabilidad quedarse en actuaciones a nivel de la comunidad, aunque ello no obsta para que en esas actuaciones tradicionales se busque usar esos talentos para mejorar la efectividad y eficiencia de sus intervenciones.  Esas actuaciones tradicionales continúan siendo válidas, hacen contribuciones al desarrollo de la sociedad, pero deben expandirse para aprovechar mejor las capacidades de la empresa y buscar impacto, valor agregado y efecto multiplicador.

b.     Materialidad de las intervenciones

En el esquema tradicional raramente se hace un análisis del potencial de la empresa de contribuir al desarrollo de la sociedad, muchas veces parece que esto es el resultado de las actuaciones predeterminadas más que el fin que se persigue.  Muchas veces las actividades son el resultado del interés de los empleados que observan necesidades insatisfechas en la comunidad o de demandas que la misma comunidad hace a la empresa, muchas veces canalizadas como actividades de relaciones públicas.  Pero, como en el caso de la responsabilidad de la empresa ante la sociedad, de la cual el voluntariado es parte, hay que determinar lo que es material para la empresa, es decir, lo que es más importante para la empresa en función del impacto que tiene sobre los stakeholders que pueden tener más impacto sobre el negocio. [4]

Como resultado de este análisis es muy posible que se concluya que apoyar al asilo de ancianos no es material para la empresa, aunque pueda ser deseable como solidaridad, pero no estaría en la lista de aspectos materiales o en todo caso estaría muy abajo en la escala de prioridades.  Es muy posible que, por ejemplo, para una empresa con gran impacto en la economía local, sea más material el usar los recursos del voluntariado apoyando la creación y gestión de pequeñas empresas que puedan ser sus proveedores o que den empleo estable a la población.  Esto tendría un efecto multiplicador. 

Obviamente que lo que es material depende de la empresa y su contexto, como deberían depender también las acciones del voluntariado.  ¿Tiene sentido que todos hagamos lo mismo? ¿Qué valor agregado tiene?  ¿Puede motivar a los empleados y directivos el hacer lo mismo que hacen los demás y que no tiene relación con la actividad de la empresa?  Las actuaciones en aspectos que son materiales para la empresa son más sostenibles en el mediano y largo plazo y tienen mayores beneficios al interior de la empresa.  La materialidad de las actividades del voluntariado forzará a moverse de iniciativas personales, ocasionales, efímeras y circunstanciales a iniciativas estratégicas a nivel de empresa,  con continuidad y coherencia internas.

c.      Ventajas comparativas de la empresa ante la sociedad

Para ir más allá del apoyo a la comunidad, la empresa debería analizar sus fortalezas y debilidades y las destrezas de sus empleados en función de su estrategia de sostenibilidad y en particular en la identificación de los aspectos materiales, y donde cree que puede tenar más impacto y efectividad.  Este análisis es específico para cada empresa y su entorno.  ¿Qué ventajas tiene una empresa de tecnología, o una farmacéutica, o de manufactura?  Es un análisis corporativo e industrial.

Pero también hay un análisis genérico aplicable a todas las empresas y una de las maneras de identificar áreas de actuación donde el voluntariado puede tener impacto es contrastando las ventajas y desventajas relativas de los diferentes sectores, usando las ventajas de la empresa para paliar las desventajas de otros.  El mismo análisis puede servir para identificar la posibilidad de efectuar alianzas para aprovechar sinergias en la responsabilidad ante la sociedad, incluyendo el voluntariado.  El siguiente cuadro presenta una simplificación de estas características. 





Analizando esta tabla se puede deducir, por ejemplo, que la empresa puede hacer una contribución usando sus talentos en la gestión de recursos financieros con eficiencia y en la búsqueda de resultados en el apoyo a las deficiencias de los gobiernos en ese mismo sentido. O que puede aprovechar su capacidad de gestión para colaborar con organizaciones de la sociedad civil a mejorar el impacto de sus actividades.

Un caso paradigmático es el voluntariado de las empresas mineras en la gestión de los gobiernos locales.  Un serio problema para estas empresas lo representa la gestión por parte de estos gobiernos de las regalías que pagan por la explotación.  Cuando estas regalías son despilfarradas o mal administradas, la empresa sufre ya que se crea la percepción de que se lleva todo y no deja nada.  Si la empresa ofrece asistencia a través del voluntariado en la formulación, construcción y gestión de proyectos (por ejemplo alumbrado, pavimentación, construcción de centros de salud y educación), lo que no es lo fuerte de los gobiernos locales pero si el suyo, los resultados positivos contribuyen al desarrollo de la sociedad y benefician a la empresa.  Y es mucho más efectivo que la filantropía tradicional que, por ejemplo, haría el proyecto, pero no dejaría conocimiento ni el sentido de esfuerzo y propiedad a la comunidad, incitando más bien a pedir más, a perpetuar el asistencialismo corporativo.  Igualmente sucedería con el voluntariado para la gestión financiera (contabilidad, préstamos, inversiones, relaciones bancarias, etc.) de los recursos fiscales del gobierno local.  Y la gestión de los recursos por los gobiernos locales es un aspecto material para la industria extractiva.  Claro está que esto debe manejarse con suma cautela para evitar la impresión de que una empresa poderosa controla al gobierno. [5]  Y también hay que tener mucho cuidado con no transmitir los defectos de las empresas de cortoplacismo, avaricia, etc.

Algo parecido puede hacerse con las organizaciones de la sociedad civil, apoyándolas en la gestión de sus propios proyectos, la obtención de recursos, su gestión financiera.  De esta manera en vez de “competir” con la ONG, por ejemplo una que se dedica al tema de educación, se la potencia para que ejerza sus labores con mayor efectividad y eficiencia, lo que tiene un efecto inmediato y un efecto multiplicador.

Otro ejemplo es el voluntariado con el conglomerado de las pequeñas y medianas empresas, PyMEs.  Los principales problemas de las PyMEs suelen ser los derivados de una gestión deficiente, que los lleva a problemas de financiamiento, de acceso a mercados y de producción.  La gran empresa puede colaborar con el colectivo de PyMEs proporcionado voluntarios que las ayuden en su gestión, ya a sea a nivel colectivo vía alguna asociación gremial, ya sea individualmente.  Este último caso es más factible para la gran empresa si la PyME es proveedora o existe la posibilidad de que lo sea.  El voluntariado sería una parte integral de una estrategia más amplia del desarrollo de su cadena de valor.

Estos tres ejemplos caen dentro de lo que podríamos llamar desarrollo institucional.  Este desarrollo suele tener más impacto y efecto multiplicador que acciones puntuales de hacer cosas dentro del voluntariado tradicional.

Otra de las ventajas comparativas de las empresas, por ser sometidas a las fuerzas competitivas, está en el uso de tecnologías, particularmente tecnologías de información, que suelen ser de aplicación más universal que sus tecnologías de producción y donde hay menos resistencia para compartirlas.  Esta ventaja se puede compartir a través del micro-voluntariado ya que suele ser una destreza específica de algunas personas y que debe ser personalizada para la institución a la cual se apoya.  Esta forma muchas veces se implementa no sólo a través de dedicaciones ocasionales, por horas, de algunos empleados, sino también en forma más intensiva a través de asignaciones de mediano plazo (secondment) en gobiernos, ONG e instituciones gremiales.

En este micro-voluntariado, ya sea en vivo o virtual, no participan decenas o centenares de personas, lo que a veces no es considerado o apreciado porque dentro de la empresa  el “impacto” se suele medir a través del número de voluntarios o el número de horas, en vez de medir el impacto, como debería ser, en función de la transformación que se ha logrado y de su sostenibilidad en el tiempo. Las personas, las horas, el dinero gastado son insumos no impacto.

Estos tipos de voluntariado pueden ser más factibles y efectivos en países en vías de desarrollo, pero no deben menospreciarse las posibilidades en países desarrollados, los que siempre tienen regiones o instituciones con menor desarrollo relativo, que pueden aprovechar el apoyo. Y también, como puede verse, estos voluntariados tienen una concepción más amplia que la de la comunidad, que se refiere más a personas que a instituciones.

Y es también importante considerar hacer alianzas para la implementación del voluntariado.  Es muy posible que existan instituciones gubernamentales, ONG especializadas o asociaciones gremiales en los temas de interés para la empresa.  En épocas de escasez de recursos no tiene sentido reinventar la rueda y duplicar esfuerzos o instituciones.  Es preferible dedicar los esfuerzos a conformar alianzas donde cada uno ponga a disposición sus ventajas comparativas para el logro del objetivo.  Si la empresa está interesada, por ejemplo en mejorar la educación en el entorno de sus operaciones, en vez de que algunos empleados vayan a enseñar en una escuelita sería preferible hacer una alianza donde el gobierno pone sus conocimientos y responsabilidades en el tema, la ONG su capacidad de entrega del servicio, su íntimo conocimiento del medio, su pasión y su independencia y los voluntarios de la empresa pongan su capacidad de gestión y a lo mejor acceso a algunos recursos de sus programas de inversión social.  Así se mejora la educación en más de un aula, en más de un pequeño grupo de estudiantes.  Y un caso, casi utópico, agruparía los programas de varias empresas para mejorar aún más el impacto y alcance (lamentablemente algunas empresas pensarían que esta alianza inter-empresarial diluiría la visibilidad de la empresa).  Más que dar pescado, más que enseñar a pescar, hay que aumentar la pesca al crear programas con impacto a largo plazo. [6]

II.             Comentarios de cierre

La sociedad está evolucionando, a diferentes velocidades en diferentes lugares, hacia la exigencia de responsabilidades a las empresas no solo por sus impactos positivos y negativos sino además por el uso que hace de los recursos que esa sociedad pone a su disposición.  Poco a poco la sociedad exige a las empresas la utilización de los escasos recursos de la manera más eficiente y efectiva posible, para su propio bien y el de la sociedad.  Y este criterio también aplica a las actividades de voluntariado corporativo.

Este voluntariado corporativo ha sido tradicionalmente gestionado como si fuera una donación de la empresa a la sociedad y por ende solo compete a la empresa la forma como la gestiona.  Es un “regalo”.  Si bien esto puede ser cierto en el corto plazo, a esperar que la sociedad exija otras formas, no es menos cierto que la gestión tradicional no utiliza los talentos y capacidades de la empresa y sus empleados de forma de maximizar el impacto positivo que puede tener.  La empresa deben moverse de la consideración del voluntariado como una parte de su filantropía, determinada casuísticamente, hacia verlo como parte de su estrategia de negocios y en particular de su estrategia de responsabilidad ante la sociedad.  Para ello debe analizar donde puede tener mayor impacto y efecto multiplicador, añadiendo valor, en los aspectos que son materiales para su sostenibilidad y debe moverse de considerar a la comunidad como su objetivo y ampliarlo a impactos positivos sobre la sociedad como un todo, en particular apoyando y apoyándose en el resto de las instituciones de la sociedad civil y los gobiernos.

Todo esto no quiere decir que debe suspender sus actividades tradicionales de voluntariado corporativo, pero si quiere decir que la sociedad espera mucho más de las empresas que donaciones de dinero o de mano de obra.

Este artículo ha propuesto mejorar la efectividad, eficiencia e impacto del voluntariado corporativo al ampliar la mira de actuación desde una filantropía comunitaria, como es lo tradicional, hacia su  responsabilidad ante la sociedad como un todo, a través de la integración del voluntariado en la estrategia de sostenibilidad de la empresa y determinando las actividades específicas en función de los aspectos materiales para la empresa y un análisis de las ventajas comparativas de la empresa en el entorno en que opera y de las competencias y destrezas de sus empleados.

Basado en esta discusión, ¿qué recomendaría el lector a la multinacional farmacéutica mencionada arriba como estrategia de voluntariado corporativo?  ¿Recomendaría el “…desarrollo de proyectos altruistas solidarios……”.  “Recogida de alimentos y juguetes, acciones de ayuda a la integración de discapacitados y ancianos o bazares solidarios.....” como lo hace ahora?





[1] Artículo escrito para el blog de Voluntare.

Engagement in the Community, CCCD – the Center for Corporate Citizenship Germany, 2010

[5] Ver mi artículo ¿Es nuestra responsabilidad? El papel público del sector privado. Versión preliminar de la publicada en Harvard Business Review América Latina, abril 2008.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Desigualdad, remuneración de los ejecutivos y responsabilidad empresarial: Una propuesta


Como consecuencia de la reciente crisis financiera han surgido grandes preocupaciones en muchos países desarrollados sobre los niveles de remuneración de los directivos, especialmente los bancarios, que son de los más elevados y los que parecían tener menos relación con el rendimiento y comportamiento de los bancos.

Recientemente la Comisión de Valores y Bolsas de EEUU (Securities and Exchange Commission, SEC) aprobó la resolución por medio de la cual se establece la obligatoriedad del reporte de la relación entre la remuneración del Consejero Delegado (Presidente, CEO) y el empleado medio (no el promedio de los empleados sino la remuneración del que está en el medio[1])[2].   Nótese que es solo un requerimiento de informar, no de actuar sobre la brecha.  Se espera que los accionistas y otros stakeholders tengan mejor información para evaluar las políticas de compensación de los dirigentes y reaccionen  en casos en los que pueda parecer una brecha excesiva[3].  Por la notoriedad de la medida y por el prestigio de la SEC es muy posible que sea imitada por otros países. 

La tabla siguiente muestra la relación entre el máximo y el promedio para algunos países.  Nótese que al poner en el numerador la máxima remuneración y el promedio en el denominador, la relación es mayor que lo que será la que se reporte según las regulaciones de la SEC.


En el caso de España el 24 de febrero del 2015 entró en vigor el nuevo Código de Buen Gobierno de las sociedades cotizadas, promulgado por la Comisión Nacional del Mercado de Valores, CNMV donde se establece que las empresas deben tener una política de remuneración de sus Consejeros que las alinee con los objetivos financieros y sociales de las empresas, pero sin imponer ningún tipo de límites absolutos o relativos ni relacionarlos con su responsabilidad ante la sociedad (ver el artículo del suscrito con Helena Ancos publicado el 29 de marzo del 2015 en AgoraRSC y el en blog de Cumpetere:  Código de Buen Gobierno: Remuneraciones de los Consejeros).



El promedio de remuneración anual de los casi 3.200 directivos de instituciones financieras que más ganan en la Unión Europea (2013) fue, de 1,9 millones de euros (Benchmarking of  Remuneration Practices at Union Level and Data on High Earners).  Para situarlo en contexto es ilustrativo compararlo con las ganancias de los 11 jugadores de fútbol mejor pagados en Europa (2015) y con los sueldos promedios de los científicos en EEUU (2013, 2014) en las siguientes tablas.  Las diferencias son abismales, sin embargo se escuchan pocas quejas sobre las ganancias de los jugadores de fútbol y pocas defensas sobre los bajos sueldos de los científicos (la tabla que sigue refleja promedios, pero es muy posible que la distribución estadística sea relativamente cerrada).  Aun cuando estos mercados laborales no sean mercados perfectos, reflejan oferta y demanda.  Con esta comparación no pretendemos justificar las remuneraciones en el sistema financiero, pretendemos mostrar un ejemplo muy paradigmático de que estos mercados no toman en cuenta la contribución que esas personas hacen al desarrollo de la sociedad para fijar la compensación por su trabajo. 



¿Cuál es el problema?

Pero, ¿cuál es el problema que queremos atacar?  Presumiblemente el problema son las elevadas remuneraciones de algunos directivos.  En vez de controlarlas directamente a través de limitaciones como se pretende hacer sobre las de las instituciones financieras en Europa (Capital Requirements Directive IV), con estas regulaciones se pretende que sea “el mercado de la responsabilidad” el que los controle.  Mano blanda, no intervención directa.  Se pretende que al obtener la  información sobre las remuneraciones, la sociedad civil, incluidos los accionistas de las empresas y, a lo mejor, algunos de sus directivos, presionen para corregir el “desbalance”.  Pero, ¿es la información sobre la relación entre el mejor pagado y el empleado medio la solución?  ¿Qué haremos con la información?  ¿Actuará la sociedad, y en particular los accionistas activistas, con esa información?  ¿Será esa actuación efectiva?  Y aun si la relación se hiciera obligatoria, ¿sería efectiva? ¿Se puede manipular la relación?   

No se pueden obtener respuestas definitivas a estas preguntas pero es posible hacer algunas consideraciones.  Seguramente los números recibirán mucha atención en los medios y es posible que en algunos casos los accionistas activistas y la sociedad civil exijan una moderación de las remuneraciones más elevadas.  En algunos casos tendrán éxito, ya sea porque sus propuestas sean aceptadas ya sea porque los mismos directivos tomen medidas antes de someterse al escrutinio.  Pero dado el estado actual de la gobernanza corporativa en la mayoría de los países el poder de los accionistas es limitado.

Es también poco probable que se establezcan limitaciones cuantitativas a las remuneraciones.  En todo caso se regularán las relaciones entre sueldos y bonificaciones por rendimientos o la posibilidad de recuperar parte de las bonificaciones en caso de que los rendimientos no se materialicen.  Pero es muy poco probable que se regulen cuantitativamente las relaciones entre los sueldos más altos y alguna medida de los sueldos del resto del personal.  Si se hace ello dará lugar a todo tipo de manipulaciones en el personal que se incluye, en qué forma parte del “sueldo” y no se debe descartar  que si las empresas se ven forzadas a subir algunos sueldos lo hagan a costa de la reducción de beneficios.  Para las empresas que se portan bien estas restricciones no son limitantes y los que se portan mal buscarán todo tipo de evasiones.  La crisis financiera que comenzó en el 2008 demostró que las empresas (financieras) siempre han estado y están por delante de los reguladores.  Y si se quiere controlar todo, se coartará la innovación y las acciones de responsabilidad ante la sociedad.  El balance entre regulación y libertad de acción es muy delicado y suelen pagar justos por pecadores.  Por ahora el balance se inclina a la libertad de acción, excepto en el sistema financiero que se inclina hacia la regulación.

¿Pero es el problema las altas remuneraciones de los directivos o el problema es la desigualdad en las remuneraciones dentro de la empresa? ¿Es preferible estimular reducciones en los sueldos de los más altos o subir las de los más bajos? ¿o ambos? 

La cobertura mediática ha tenido un sesgo a preocuparse por los elevados sueldos, pero recientemente, y como consecuencia de la crisis financiera, la sociedad civil, y en especial los medios académicos y algunos políticos están resaltando que el problema es la desigualdad y las propuestas van más hacia mejorar los ingresos del fondo de la pirámide salarial.

En parte para atacar la desigualdad, Thomas Piketty el autor del bestseller El Capital en el Siglo XXI y ahora asesor económico del partido Podemos en España, al analizar la evolución de la desigualdad en el siglo XX sugiere que parte de esa desigualdad se debe a que el capital crece a una mayor tasa que el PIB, en parte la acumulación de activos (algunos hereditarios) en manos de un reducido número de personas y por los elevados sueldos de los ejecutivos, y el enriquecimiento derivado de las start-ups han creado una clase privilegiada, además de la clase hereditaria.  Como parte de una serie de medidas para mitigar esa desigualdad propone que se establezca un impuesto sobre todo tipo de capital/riqueza (físico, patentes, valores negociables, etc., esperemos que no incluyan el capital humano) y que se aumenten las tasas marginales sobre las ganancias hasta llegar a un 80% sobre ingresos superiores a US$500.000 y 50% para los superiores a US$200.000.  Este artículo no es el medio adecuado para analizar esta propuesta, baste decir que ha sido muy controversial y calificada de utópica.

Una propuesta más modesta

En vez de gravar la riqueza acumulada o los esfuerzos personales, otros proponen otorgar incentivos fiscales, por ejemplo para que las empresas aumenten el sueldo a los empleados que ganan menos de $80.000 (Capitalists, Arise: We need to Deal With Income Inequality). No solo conllevaría  una reducción de la brecha salarial sino que podría ayudar a reactivar la economía a través del aumento del gasto. Esta propuesta hace que el gobierno termine pagando buena parte de los aumentos de sueldo a través de los incentivos fiscales.  Podría tener resistencias en las empresas y no parece factible por los costos que conlleva.  Nótese la gran oposición que está teniendo el aumento del sueldo mínimo, con el que se trata de beneficiar a los de menores ingresos.  Sería más efectivo si los impuestos se pagaran en función de la estructura de salarios (número de empleados en cada categoría de sueldos) como comentamos a continuación.

Esta brecha tiene resultados perversos.  La mayoría de los sueldos son a niveles inferiores a la contribución marginal que hacen a los beneficios de la empresa.  Esa es clave de la actividad empresarial.  Una consultora contrata estudiantes (contentos de tener trabajo) por $10/hora y los factura a los clientes a $100/hora, con lo que se cubren los sobrecostos (overhead) y los beneficios.  Cuando la población en el fondo de la pirámide salarial no gana lo suficiente, el Estado debe proporcionarle los servicios sociales y a veces créditos fiscales, que terminan pagando los contribuyentes.  Se puede alegar que los contribuyentes subsidiamos a los accionistas a través del pago de impuestos para cubrir ese déficit y a través de la remuneración de nuestros esfuerzos por un valor inferior a nuestra contribución.  En un mercado laboral tan imperfecto y con exceso de mano de obra no calificada o semi-calificada, esto es un negocio.  La empresa se puede preguntar ¿Por qué tengo que pagar mayores sueldos?

¿Debería preocuparle esto a las empresas? A los que operan en un mercado laboral con exceso de oferta del fondo de la pirámide salarial parece preocuparles poco, aunque con la ubicuidad de la información podrían sufrir las consecuencias de la inestabilidad social, de baja de poder adquisitivo de la población y de presiones de la sociedad civil, gobiernos y consumidores.[4]   Por lo menos debería preocuparles como un tema de justicia social, de motivación.  Afortunadamente les preocupa a los dirigentes más ilustrados que dan el ejemplo en sus empresas, industrias y países.  ¿Debería preocuparles a los gobiernos? La desigualdad es una bomba de tiempo, que conduce a la inestabilidad social, incertidumbre en las inversiones, costos sociales, crimen, enfermedades y por supuesto el efecto no medible sobre la dignidad personal.

¿A quién corresponde entonces la responsabilidad de cerrar la brecha?  Los gobiernos pueden establecer regulaciones, incentivos, castigos.  Las empresas pueden, voluntariamente, establecer una estructura salarial internamente equitativa y externamente justa. [5]  Los sindicatos también pueden tener un papel, pero recordemos que los afiliados son una gran minoría (en España menos del 16% de los trabajadores). Y obviamente los trabajadores mismos, aunque tengan menos probabilidad de éxito.

Como dirían los economistas, si la solución fuera fácil ya estaría implementada.  Una modesta propuesta para contribuir a cerrar la brecha podría ser el establecimiento de una estructura impositiva basada en la estructura salarial prevaleciente en la empresa. Hay que enfatizar que no estamos proponiendo ni subsidios, ni créditos fiscales, la propuesta radica en proporcionar incentivos para cambiar la estructura salarial, pagando los mismos o mayores impuestos, nunca menores.

¿Qué tal si los gastos en remuneraciones que sean inferiores a una predeterminada parte de la proporción global son deducibles del impuesto sobre la renta de las sociedades y el resto no?  En la actualidad, en la gran mayoría de los sistemas fiscales los gastos en remuneraciones del personal son totalmente deducibles del impuesto sobre la renta de las sociedades, pero podría cambiarse a que solo algunos lo fueran. Por ejemplo, si el ratio para una empresa es de 40 a 1, incluyendo los beneficios, solo serían deducibles las remuneraciones de aquellos que ganan menos de 10 veces la media.  Por ejemplo, si la media de todos los empleados, excluidos el cuerpo directivo gana $20.000 anuales y ese cuerpo directivo gana en promedio $800.000 anuales, las únicas remuneraciones deducibles serían  aquellas de los que ganan menos de $200.000 anuales (esto podría llegar a ser el 80% del gasto de nómina de una empresa típica).  El resto no es deducible del impuesto sobre la renta de las sociedades. [6]
Esto debería inducir a los directivos, y muy posiblemente a los accionistas a mejorar la estructura de sueldos.  Para mejorar sus bonos ligados a las ganancias netas tendrían interés en subir los sueldos de los de abajo ya que llevaría a mayores deducciones fiscales al subir el nivel de los sueldos deducibles.  Si se aumentan los sueldos de los de mayores salarios, ni sus salarios ni sus aumentos son considerados gastos deducibles, se cargan enteramente al beneficio de la empresa, el fisco no los subsidia, pero si se aumentan los de menores salarios, los aumentos y los sueldos son deducibles y la media aumenta, aumentando el grupo de trabajadores cuyo sueldo es deducible.

Obviamente que para fijar estos números hará falta hacer un estudio muy a fondo de las estructuras salariales en un gran número de empresas, de lo que ahora no se dispone.  Será después de varios años de que entren en vigor las regulaciones mencionadas cuando se podrá obtener mejor información para diseñar la estructura fiscal, para asegurarse que los incentivos funcionan y que no tiene costos para el fisco y a lo mejor generan mayores ingresos.

Y esto no es nada fácil porque cada industria tiene una estructura de mercado competitivo y una estructura de salarios diferente.  Algunas tienen personal altamente capacitado, otros usan mayormente personal no cualificado, aunque necesitan ejecutivos muy cualificados.  Estas medidas fiscales dejan libertad a las empresas para manejar sus estructuras salariales y no les impone regulaciones sobre los niveles de sueldos o bonificaciones de los directivos. Es menos intrusivo.

Y esta propuesta puede ser complementada con otras acciones.  La precandidata a la presidencia de EEUU de Hilary Clinton ha prometido promover créditos fiscales a las empresas que compartan beneficios con sus trabajadores.  Aunque no se afecten directamente los sueldos, se afecta la remuneración global del trabajador.  Por ahora hay muchas empresas que ya incluyen a sus trabajadores en participar de los beneficios.  En muchos casos está reservado para los de mayor nivel, pero hay casos en que se incluye a la mayoría de los trabajadores con contratos de mediano o largo plazo.  La experiencia existe a nivel voluntario.  La propuesta de la precandidata es usar el fisco para estimular una mayor aplicación.  Para no alargar el artículo sugerimos la lectura del artículo Can Profit Sharing Address Income Inequality? Publicado en el Harvard Business Review.

En resumen

El problema de la desigualdad en el ingreso ha adquirido mucha relevancia en los años recientes en buena parte estimulada por la crisis financiera y su impacto sobre las clases menos favorecidas y por las medidas de austeridad propuestas en muchos países que han reducido su red de protección social.  En este contexto, las remuneraciones de los directivos en general y en especial las del sistema financiero han llamado la atención sobre los problemas de desigualdad.  La oportuna publicación del libro de Piketty sobre el Capital en el Siglo XXI ha dada todavía más visibilidad al problema.

Muchas de las soluciones propuestas van en el sentido de controlar los sueldos de los altos directivos.  Pero es una solución fácil e inefectiva.  El verdadero problema reside en los bajos sueldos de aquellos afortunados que tienen empleos estables y es allí donde se deben tomar las medidas, mejorar sus remuneraciones.  Este artículo hace una modesta propuesta de usar la estructura fiscal para estimular mejoras en la estructura salarial a través del reconocimiento diferencial de los gastos de nómina como deducibles.




[1] Es de suponer que la distribución de remuneraciones en las empresas está sesgado hacia las más bajas por lo que la remuneración media será superior a la del promedio y que la relación será un número inferior a si se usara el promedio.  Habrá que tener cuidado con la comparación de otras relaciones que usen el promedio.

[2] La determinación de estas relaciones no es trivial, como puede parecer a primera vista y el lector interesado en los detalles puede ver el análisis en el National Law Review.

[3] Es de destacar que las regulaciones de la SEC ya exigen reportar las remuneraciones del CEO y de otros directivos claves.

[4] Cuando Henry Ford a principios de los 90s decidió elevar el salario mínimo con la oposición de algunos accionistas dio como argumento  que así sus trabajadores eventualmente podrían comprar uno de sus coches.

[5] El dueño de la empresa Gravity Payments se percató de la gran brecha entre su sueldo y el de sus empleados y decidió rebajarse el suyo y aumentar el resto, con un sueldo mínimo de US$70.000 que consideró como el “sueldo justo”.  Esta acción le valió grandes reconocimientos y notoriedad, pero vino acompañada con muchas reacciones negativas en parte del personal que lo vio como una profundización de injusticias ya que la remuneración no estaba ligada al esfuerzo, productividad y experiencia, y algunos miembros de la plantilla renunciaron.  También fue criticado por el ejemplo que daba a empresas localizadas en la misma zona que no podían seguirlo y se sentían afectadas en su reputación.  Adicionalmente algunos clientes dejaron sus servicios al pensar que el aumento de precios era inminente. Aunque el aumento fue en varias etapas, quizás debió hacerse más lentamente, no a todos al mismo nivel, incluyendo a los que ganaban más y ligándolo a rendimiento de su trabajo y de la empresa.  Fue altruista pero no equitativo.

[6] En EEUU solamente el primer millón de remuneración a los ejecutivos es deducible, pero la parte ligada a rendimiento sí lo es independientemente del monto, de allí que se pueda estructurar el pago del primer millón como sueldo y el resto ligado a rendimientos y así todo es deducible.


domingo, 13 de septiembre de 2015

¿Por dónde empezar para promover la sostenibilidad?


La gran mayoría de los que promueven la sostenibilidad en general y la adopción de prácticas responsables en las empresas somos adultos.  La gran mayoría de los responsables del diseño de políticas, procedimientos, incentivos  regulaciones y la implantación de medidas son también adultos.

Muchos de estos adultos hemos crecido en un ambiente donde la sostenibilidad y la responsabilidad empresarial no eran una prioridad.  En consecuencia tenemos costumbres y serios prejuicios sobre el cómo hacer las cosas.  El caso más paradigmático son los dirigentes empresariales, que habitan un entorno con objetivos e incentivos que no lo priorizan, antes por el contrario, tienden a priorizar la obtención de los mayores beneficios posibles, no tomando en cuenta los costos que ello pueda tener sobre la sociedad y el medio ambiente, si esos costos no les directamente imputados ya sea por regulación y sea por la sociedad misma.  Sus “externalidades” negativas suelen ser ignoradas.  El cómo se obtiene el beneficio y qué se hace con los beneficios, que debería ser la principal preocupación de las empresas, de su responsabilidad ante la sociedad, tiene menos prioridad que la cantidad de los beneficios logrados.



  
Para tratar de revertir comportamientos perversos hacia la sociedad y el medio ambiente se recurre a regulaciones por parte de los gobiernos (regulación) y a las actuaciones por parte de la sociedad civil, incluyendo consumidores, medios de comunicación,  financistas, ONGs, etc (mercado de la responsabilidad).  Superpuesto a todo esto se encuentra la “educación”, en el sentido más amplio de la palabra, de las partes involucradas, en particular de los gobiernos, dirigentes y público en general. Mucha de esta “educación” es informal, indirecta, a veces inconsistente, efectivizada a través de la diseminación de informacación sobre el estado del planeta, las consecuencias del comportamiento de los individuos, gobiernos y empresas, con la expectativa de que estas partes reaccionen y hagan algo para contribuir.  En algunos casos la educación es más formal, a través de conferencias, cursos, programas educativos y publicaciones, sobre todo en el caso de dirigentes empresariales, pero esta última llega a un grupo muy restringido de actores en la responsabilidad.

Pero toda esta educación se ha concentrado en aquellos adultos ya formados, que vienen con ideas preconcebidas, a los cuales hay que transformar, cambiar el comportamiento.  Esto, es de todos conocidos, que es sumamente difícil y requiere de grandes esfuerzos.  No cambiamos porque nos digan que tenemos que cambiar. “El mayor tiempo que he perdido en mi vida es tratando de cambiarme”, decía un filósofo de cuyo nombre no me acuerdo.

¿Pero sería más efectivo empezar más temprano?  Si la sostenibilidad es un problema de largo plazo, una carrera de fondo, ¿no sería deseable enfrentarla con un enfoque de largo plazo?  ¿No podríamos imitar el enfoque de las religiones? ¿No deberíamos enfatizar la educación sobre sostenibilidad cuando somos niños, cuando estamos en condiciones de aprender, cuando estamos abiertos a nuevas ideas?  De esa manera abarcaríamos a un grupo mucho más numeroso, los que después serían dirigentes empresariales, funcionarios públicos y líderes políticos, líderes sociales, y todos ellos, consumidores.

¿Por qué no enfatizamos la educación sobre sostenibilidad en la niñez y juventud, en la escuela primaria y secundaria, mostrándoles a los niños y jóvenes los límites del planeta, las consecuencias positivas y negativas del consumo, de sus acciones sobre el resto de los seres humanos y el medio ambiente, de la contribución positiva y negativa de las empresas?  No se trata de adoctrinar, pero sí de crear conciencia.  A lo mejor cuando sean adultos estarán en mejores condiciones de apreciar la problemática y tomar acciones.

Que es lo que se está haciendo, por ejemplo, en una escuela para la élite de sociedad neoyorquina (ver el artículo The Transformative Potential of Sustainability Education).  Pero ello no obsta para que no se pueda hacer en todo tipo de escuelas………claro está que harán falta los recursos adecuados en cantidad y calidad.  No es trivial.

Pero antes debemos resolver otro problema de los adultos. ¿Dónde están los maestros y profesores capaces de inculcar las ideas de sostenibilidad, con una visión multidisciplinar. ¿Dónde están los dirigentes educativos capaces de entender y priorizar esta problemática? ¿Dónde están los líderes políticos que promueven las políticas públicas de sostenibilidad?  En las escuelas de negocio, mayormente de posgrado, para un grupo reducidísimo de actores, donde supuestamente estamos más avanzados, no hemos logrado todavía, con contadísimas excepciones, integrar la sostenibilidad y la responsabilidad ante la sociedad, más allá de algunos cursos especializados, segmentados, desconectados (ver mis artículos Ética y responsabilidad en las escuelas de negocios y Responsabilidad en la enseñanza en las escuelas de negocios).

Sí, la generación de los “millenials” parece tener más conciencia ambiental y social que las generaciones anteriores, y son una buena esperanza, pero no podemos generalizar ni estar satisfechos.  Una cosa es decirlo y otra hacerlo.  Muchos expresan sus buenas voluntades, pero a la hora de la acción, como todas las generaciones, no se corresponden (ver mi artículo …………..).  ¿Generación Y o Generación YO?: ¿Les interesa la Responsabilidad Social?  y  ¿Está abandonando la nueva generación a la responsabilidad y la ética?  Es una generación más consumista y mucho más centrada en sí mismos y en las relaciones virtuales que las anteriores. 

En España hay más de 800.000 NINIs (jóvenes entre 18 y 24 años que NI estudian NI trabajan), que son miembros de esa generación, alienados de la sociedad, de los que no puede esperar mucha preocupación por la sociedad y el medio ambiente.


El problema es de gran envergadura y para enfrentarlo debemos tener una visión de largo plazo y largo alcance.  No podemos dejarlo al azar como hasta ahora.  Hay que hacer un esfuerzo sistemático para concientizar  las nuevas generaciones y la educación primaria/secundaria parece ser un buen sitio para empezar.  ¿Se puede?

martes, 8 de septiembre de 2015

Voluntariado corporativo: basta de malgastar recursos. Ia. parte



 “Porque al que se le da mucho, también se le exigirá mucho;
y al que se le confía mucho, se le pedirá más todavía.” Lucas 12:48

I.                Introducción[1]

El voluntariado corporativo es una de las actividades de solidaridad con la sociedad más laudada, pero del que no se aprovecha su potencial.  Decimos solidaridad y decimos actividad, porque lamentablemente es así como se estructuran buena parte de los programas de voluntariado corporativo: actividades de solidaridad con la comunidad o con el entorno. Y se pierden grandes oportunidades de hacer el bien a la sociedad y a la empresa.





Por los orígenes del voluntariado de apoyar al vecino necesitado y por el extenso desarrollo del voluntariado personal hacia las acciones de solidaridad, el voluntariado corporativo también se ha desarrollado en base a la solidaridad, descansando mayormente en la utilización de la mano de obra, con poco valor agregado más que en el aporte de mentes y de destrezas.

¿Porque debe el voluntariado corporativo imitar lo que los individuos pueden hacer por su cuenta sin necesidad  de la empresa? ¿Qué agrega la empresa a estos programas?  ¿La coordinación y la camiseta con el logo de la empresa, para asegurarse que capta los beneficios del trabajo de sus empleados?  Debería ser parte de las responsabilidades de la empresa ante la sociedad, RES, [2] y por ende ante sus empleados de no “usarlos” para sus fines.  Nada contra el gana-gana que muchos de estos programas persiguen, pero así como es un grave error pensar que la responsabilidad ante la sociedad se evacua con donaciones, es también un error pensar que los programas de voluntariado deben ser filantropía, y lo que es más grave, con recursos de sus empleados.  Es cierto que la empresa, al acogerlos bajo su paraguas, puede agregar efectividad y economías de escala, pero, ¿es eso lo mejor que puede hacer?

En este artículo abogamos porque el voluntariado corporativo sea más efectivo, al integrarlo como parte de la responsabilidad de las empresas ante la sociedad, donde potencie y sea potenciado por el resto de las acciones que toma la empresa y lo saque de la categoría de filantropía y lo integre a su estrategia de negocios.  No debe ser un programa aislado de algunos empleados que tienen conciencia social, porque si lo es, no aprovechará todo su potencial.  Al integrarlo a la estrategia se buscará, naturalmente, su impacto y su efectividad.  En este artículo no analizamos los beneficios del voluntariado (salvo de pasada para poner la discusión en contexto) ni como se debe gestionarse o evaluarse. 

II.              Voluntariado corporativo como parte integral de la responsabilidad de la empresa ante la sociedad

 ¿Es el voluntariado corporativo parte de la responsabilidad de la empresa ante la sociedad?  En este artículo alegamos que debe ser parte integral.  No debe ser una actividad que se lleva a cabo porque algunos empleados o algunos directivos quieren trasladar su solidaridad personal, su deseo innato de contribuir al bienestar de los demás, al ámbito de la empresa. 

Poco a poco, y ese es el mayor progreso, nos hemos dado cuenta de algo tan obvio como que la empresa opera en el contexto de la sociedad, no dentro de sí misma para sí misma.  Producir bienes y servicios, dar empleo, pagar impuestos, hacer donaciones, etc. no es suficiente.  El nivel superior de producir bienes y servicios responsables, de forma responsable es el ideal actual, pero en el futuro no será suficiente.  La sociedad demanda/demandará una mayor contribución.  

La sociedad se ha dado cuenta de que la empresa le debe su existencia y que forma parte integral de esa sociedad y por ende tiene derecho a exigirle no solo responsabilidad por sus impactos sino que además tiene la responsabilidad de contribuir a su desarrollo.  De allí que la empresa tiene la responsabilidad de usar los recursos que la sociedad le permite usar (y a veces abusar) para mejorar el bienestar de esa sociedad.  La empresa, como persona (jurídica) que es tiene la responsabilidad como la tenemos todos los individuos, de usar los talentos que nos han sido dados (por el Creador), o en el caso de la empresa los que la sociedad, que la ha creado, le permite usar, lo que incluye sus empleados y directivos, la tecnología,  los recursos naturales, los financieros (que buena parte son provenientes de los ahorros de esa sociedad), entre otros.  Y una manera de usarlos para el bienestar de la sociedad es a través del voluntariado corporativo, pero hay que hacerlo responsablemente, y por responsablemente queremos decir de la forma más efectiva y eficiente posible, como lo debe hacer con todos sus recursos.

Al considerar el voluntariado corporativo desde este punto de vista nos daremos cuenta que el usarlo como se usa en la gran mayoría de los casos, para construir escuelas, plantar árboles, apoyar a los asilos, etc. no es lo mejor que puede hacerse con los recursos de la sociedad.  No es que esto tenga nada de malo, al contrario, es sumamente laudable.  Pero la pregunta que hay que hacerse es ¿es esto lo mejor que puede hacer la empresa? ¿Es ésta la utilización más efectiva de sus recursos y de sus ventajas comparativas?

Sí, la empresa es libre de hacer lo que quiera, dentro de las legislaciones y regulaciones vigentes, pero la sociedad cada día está demandando mayor accountability por sus actividades y la empresa que ignore a la sociedad no será sostenible….. cuando la sociedad despierte de su letargo (el Papa Francisco recientemente destacó “la globalización de la indiferencia”).  Pero no debemos perder la esperanza,  hay empresas visionarias y la sociedad cada vez actúa más, basada en la ubiquidad de la información.  La percibida escasez de todo tipo de recursos está agudizando el sentido en la sociedad de que hay que gestionarlos lo más eficiente y efectivamente posible.  El despilfarro está pasando de moda.

III.           El argumento empresarial para el voluntariado corporativo

Las motivaciones naturales de las personas naturales de ser solidarias, para el caso de la persona jurídica (compuesta de muchas personas naturales) no bastan, necesitan además las motivaciones financieras, reales o percibidas, ya que como para las personas naturales su primer objetivo es seguir viviendo, para las empresas quiere decir que tienen que ser financieramente sostenibles en el largo plazo.  Las empresas necesitan el dinero como las personas naturales necesitan el aire.

¿Quiere esto decir que los programas de voluntariado corporativo deben ser “rentables” para la empresa? No, la empresa debe ser rentable en el agregado, no en cada programa individual, pero ayuda a su gestión, al apoyo que reciba de la alta gerencia y su sostenibilidad a largo plazo, si se puede demostrar que ella deriva beneficios, tangibles o intangibles, en el corto o en el largo plazo de cada iniciativa.  Y este argumento empresarial (business case) es todavía más necesario para la ampliación del ámbito de los programas de voluntariado corporativo que proponemos en este artículo.  Y es por esto que repasaremos este argumento brevemente.

Los beneficios para la empresa están muy bien documentados en la literatura.[3]  Por ejemplo, el voluntariado corporativo contribuye a la identificación de los que participan con la empresa, lo cual puede conllevar a un mayor involucramiento en todas sus actividades, en particular en las de sostenibilidad, lo que puede mejorar su motivación para su propio trabajo y conducir a mejoras en las productividad, menor rotación de personal y, en algunos casos, a atraer personal comprometido.  Pueden contribuir además a la alineación de los valores de los empleados con los de la empresa y su identificación con la cultura empresarial [4] y a la cohesión interna y al trabajo en grupos.  Y bien gestionados pueden contribuir a mejorar la reputación de la empresa, aunque esto no debería ser el motor y razón de ser del programa sino un resultado colateral.  Por estas razones, y por, en muchos casos, su reducido costo, estos programas pueden ser rentables para la empresa, aunque son muy pocas las que lo cuantifican y evalúan al considerarlo parte de la filantropía o de su responsabilidad moral, o sea, a fondo perdido.

En el caso de la participación en programas que involucran la donación de destrezas, más que de mano de obra, por ejemplo los que involucran a profesionales especializados o a la gerencia media y alta, permiten además la adquisición de experiencias que pueden serle útiles a la empresa en el desarrollo profesional de estos participantes.  En particular algunos programas les permiten salir de su “torre de marfil” del “sol empresarial” alrededor del cual creen que gira el mundo y constatar la realidad en que opera la empresa, la realidad de sus clientes, de sus empleados, de su comunidad, del medio ambiente.  Estas experiencias suelen ser de gran utilidad para el diseño y la implementación de estrategias de negocios y en particular de responsabilidad de la empresa ante la sociedad.  Es un caso en que al ser responsables se aprende a ser más responsables.  Y es de estos programas de los que tratamos en este artículo.

Y los beneficios no solo acumulan a la empresa, también a los participantes a nivel personal.  Los empleados pueden sentirse mejor al obtener un sentido de pertenencia, la oportunidad de aprender nuevas destrezas y sentir su trabajo enriquecido. El empleado quiere sentirse realizado, quiere poder utilizar sus capacidades, quiere lograr impacto tangible y a veces siente que el trabajo rutinario no se lo permite. [5]

Pero algunos estudios han encontrado que muchos de estos beneficios se logran con la participación en programas basados en la utilización de destrezas profesionales, que proponemos en este artículo, más que en programas de utilización de mano de obra (que muchas veces lo pueden hacer por su cuenta), que suelen ser los tradicionales.

Y obviamente que estos programas también rinden beneficios a la sociedad, en la forma de los servicios prestados o bienes producidos.  Pero muchas veces estos beneficios se quedan cortos por no utilizar todo el potencial de las empresas y sus empleados.  Es un malgaste de recursos.  ¿Qué y cómo hacerlo? De esto hablaremos en la segunda parte de este artículo.





[1] Artículo escrito para el blog de Voluntare.

[2] En este artículo usaremos el término Responsabilidad de la Empresa ante la Sociedad por ser más descriptivo de una responsabilidad ineludible, en vez del término más común de Responsabilidad Social de la Empresa, RSE, que para muchos (incorrectamente) tiene connotación de conjunto de actividades voluntarias.

[3] El lector interesado en saber más sobre los fundamentos y gestión del voluntariado corporativo puede pulsar sobre los siguientes nexos:

Beatriz Sanz, Mar Cordobés y Adriá Calvet, El voluntariado corporativo en España: modelos y perspectivas de impacto social, ESADE, 2012.


Voluntariado en América Latina: Reflexiones, conceptos, prácticas, International Association for Volunteer Effort, 2013,

Victoria Moreno Manrique, El voluntariado desde la empresa, IESE, 2013

(Boston, MA: FSG Social Impact Advisors, 2007
[4] Ver la serie de artículos Cultura empresarial y cultura de responsabilidad social por Alberto Andreu y el suscrito.

[5] La participación en estos programas constituye un incentivo no monetario para el involucramiento.  Ver mi serie de artículos Sin incentivos no hay paraíso.