domingo, 31 de julio de 2011

Ética y responsabilidad en las escuelas de negocios


El Financial Times publica el 11 de julio un breve pero rico artículo sobre la enseñanza de la ética y la RSE en las escuelas de negocios, que no tiene desperdicio.  Good leaders have more than the right skills, escrito por Jeffey Gandz, de la Escuela de Negocios de la Universidad de Western Ontario, Canadá.

Es poco lo que se debe añadir, de allí a que me limitaré a destacar y comentar lo que creo puede ser lo más interesante para los lectores, muchos de los cuales no tienen acceso para leerlo.

En función de la reciente crisis de responsabilidad y del nuevo énfasis que se le está dando al tema del comportamiento ético, muchas escuelas de negocio están reformando el currículo.  El autor alega que añadir y cambiar cursos puede producir algunas mejoras, pero no es la solución al problema.  Los estudiantes se ven muy influenciados por lo que observan y sienten en el ambiente de la escuela, de allí que los comportamientos y los valores que ven en los profesores y en su entorno son más determinantes.

Por ejemplo, si los cursos de ética o sostenibilidad son materias electivas, el mensaje que reciben es que esto es opcional.

Cuando se enfatiza que el objetivo de los negocios es crear valor para los accionistas se está restringiendo la visión de los estudiantes.

Cuando se llaman a la ética y la responsabilidad corporativa tópicos “blandos” en contraposición con los “duros” como contabilidad, economía y finanzas, se está enviando un mensaje claro de la importancia relativa.  Los estudiantes creen que los profesores representan las mejores prácticas ya que ello es supuestamente lo que enseñan. 

Cuando no se analizan en clase los escándalos empresariales se está enviando un mensaje de que ello no es muy importante.  Y peor todavía si no se ponen en su adecuado contexto.

Cuando se permite que en los trabajos el grupo alguno se aproveche del resto, cuando no se penaliza el uso de las ayudas docentes de uso exclusivo de los profesores, cuando se tolera la discriminación, se está enviando un mensaje de que ello es aceptable en los negocios.

No es que esto sea deliberado, pero ocurre. Los profesores se sienten en la obligación de enseñar su materia lo que mejor que pueden, son especialistas.  No suelen sentirse cómodos en estos otros temas que no son de su especialidad, no obstante, forman parte integral de la formación del estudiante. 

Tanto las escuelas a nivel agregado,  como los profesores a nivel individual, deben tomar en cuenta que no solo imparten conocimientos, sino que además son un ejemplo y que sus comportamientos y sus palabras tienen mucho impacto. Deberían tener una visión más integral de su responsabilidad como profesores.

Y añado, cuando se invitan a directivos de empresa que han ganado mucho dinero, muy rápidamente a que den charlas en la escuela, se está enviando el mensaje de que ello es lo que se espera.  Cuando no se invita a jefes de empresa a que hablen de conflictos éticos, de cómo los resuelven en sus empresas, se está enviando el mensaje de que ello es secundario.

Quizás si lo vieran más cono una educación formativa que profesional mejoraría la visión del conjunto.  Claro está que en esto hay diferencia entre las escuelas que reciben a estudiantes sin experiencia de aquellos que enseñan a veteranos del negocio, pero el mensaje de arriba sique siendo válido.

En resumen, la educación en las escuelas de negocios es mucho más que la transmisión de conocimientos técnicos, sobre materias específicas, dictado por un conjunto de profesores expertos en esas materias. 


miércoles, 27 de julio de 2011

Sin incentivos no hay paraíso: Quinta Parte

En los cuatro artículos anteriores he insistido mucho en la importancia de los incentivos para poder estimular las prácticas responsables (www.cumpetere.blogspot.com ). 

Acabo de leer un breve artículo en los blogs del Harvard Business Review,  The Business of Values, por David Rock (blogs.hbr.org/cs/2011/06/the_business_of_values.html)   resumiendo los resultados de una discusión sobre cómo manejar el tema de los valores en la enseñanza en las escuelas de negocios (no se los resumo y así lo leen).

Pero para mí, lo mejor del artículo es el comentario que escribe “Motmaitre” y algunos comentarios a ese comentario, al final del artículo.  El comentarista, con muchos años de experiencia en la gestión de empresas y un MBA de una de las mejores tres escuelas de Estados Unidos (supongo que es Harvard aunque no lo dice), repasa su experiencia en un comentario que me parece sumamente realista.  De una manera muy simple y directa pone sobre el tapete todas las tensiones que conlleva mantener los valores éticos y morales personales dentro del entorno de negocios y la importancia de los incentivos, valores y cultura de la organización. 

Como yo no puedo agregar nada, solo puedo recomendarles que lo lean con detenimiento. 

Especialmente dedicado a los que promueven el “DEBERIA SER”  sin tener en cuenta primero la realidad sobre la cual se debe trabajar en el día a día de la empresa.

No tiene desperdicio.

domingo, 24 de julio de 2011

No, no es semántica, es en serio.



Con la venia de los que están cansados de la discusión semántica, escribo este breve artículo con la esperanza de clarificar la relación entre los diferentes conceptos/nombres en la responsabilidad empresarial.  Los que estén cansados de la discusión tienen la opción de no seguir leyendo.  Los que sigan leyendo, leer poco a poco.

La Responsabilidad Social de la Empresa es la parte de la gestión de la empresa que comprende el conjunto de prácticas responsables, adaptadas al contexto empresarial y económico, que respaldan el logro de la Sostenibilidad financiera, social y ambiental de la empresa, para cuya evaluación se usan Criterios ASG (ambientales, sociales y de gobierno corporativo, ESG en inglés)[1].   

La implementación de la RSE, junto con el resto de la gestión de la empresa, puede crear valor para todos los stakeholders, en diferentes proporciones para cada grupo y en diferentes momentos en el tiempo.  Con las prácticas responsables, por definición, sólo se crea valor para todos.  Las proporciones, o sea el grado en que la empresa comparte el valor y con quién lo hace, es determinado por su gestión (su estrategia y su implementación).   La mayoría de las empresas dan prioridad a la creación de valor para los accionistas/dueños.  Pero hay sinergias (2+2=5) y la creación de valor para otros stakeholders puede agregar más valor para los accionistas/dueños,  que es lo que las empresas visionarias tratan de captar. 

RSE son acciones llevadas a cabo por las empresas para asumir su responsabilidad ante la sociedad, Sostenibilidad es el resultado global de las acciones a nivel de empresa o planeta y ASG son los criterios que se usan los inversionistas para evaluar estas acciones.   La creación o destrucción de valor es el resultado parcial de la gestión de la empresa.  El grado en que este valor se comparte entre los diferentes stakeholders está determinado por esa gestión, lo que a su vez es determinado por las prácticas responsables, o sea, la Responsabilidad Social de la Empresa.
 
 

Quod erat demonstrandum
Felix feriae


[1] Este último término, de uso frecuente entre los analistas financieros, añade la “G” a lo que tradicionalmente se consideraba sólo AS, para asegurarse que se consideran aspectos relacionados al Gobierno Corporativo, (que es la parte de la RSE que se preocupa de un grupo de los stakeholders: los aportantes de recursos financieros).  Obvio, es su responsabilidad (a veces es de lo único que se preocupan).


domingo, 17 de julio de 2011

Calificaciones (ratings) de sostenibilidad: Hacia una mayor transparencia

En semanas recientes han ocurrido un par de eventos que pueden tener un gran impacto sobre las calificaciones (ratings, en inglés) de responsabilidad, sostenibilidad o ASG de las empresas (Environmental, Social and Governance, ESG, en inglés, término usado en los entornos de inversiones bursátiles).  El primero es el anuncio de una iniciativa para armonizar las calificaciones o ratings y el otro es la conclusión de un extenso estudio sobre las instituciones calificadoras y sus metodologías.  En este artículo analizamos la importancia de estos dos eventos (usaré la palabra calificación, en español, en lugar de ratings, en inglés). Pido al lector paciencia, ya que el artículo es largo.

Antes de entrar en el análisis es conveniente hacer algunas aclaraciones para ponerlo en contexto.  Algunos usan el término de calificaciones como sinónimo de índices y no lo son.  Las calificaciones suelen referirse a la asignación de una calificación a la calidad de las prácticas responsables de una empresa.  En virtud de la multitud de posibles prácticas, se suelen seleccionar las que la calificadora considere más relevantes (laborales, ambientales, de gobernanza, derechos humanos, comunidad, etc..) y asignarles algún tipo de valoración o puntuación, para luego hacer una agregación para obtener la calificación global.  Esta agregación puede ser a través de un promedio ponderado, donde los pesos pueden ser determinados estadísticamente, o bien subjetivamente.  También puede ser un  promedio simple cuando no se quiere entrar a opinar sobre  importancia relativa de las diferentes prácticas.  Este último caso es el más común.

Estas calificaciones de cada empresa suelen usarse para seleccionar empresa para su inclusión en  índices de los precios de las acciones de las empresas seleccionadas.  Los índices pueden usar diferentes métodos para la ponderación de los precios (valor de mercado, promedio simple, o cualquier otro).  El proceso de selección de empresas para inclusión en el índice puede basarse en la selección de las mejores en general (FTSE4Good), de las mejores de cada sector (Dow Jones Sustainability Index) o en cualquier otro método (BF&MBovespa ISE).  En general, estos índices son construidos para ser usados como comparadores (benchmarks) del rendimiento bursátil del conjunto de empresas responsables, con el rendimiento de las carteras de los inversionistas responsables.  También pueden usarse para construir una cartera o un fondo de inversiones responsables. 

Cuando se usan con estos fines, los índices tratan de incluir empresas de tal manera que tengan representatividad (ya sea del universo de acciones cotizadas en un país, en el mundo, en sectores o aún por práctica responsable, como por ejemplo cambio climático)[1].  Obviamente que las calificaciones individuales también pueden usarse para construir un índice a la medida o bien solamente para determinar que empresas son consideradas dignas de pertenecer a los índices reputados.

La calificación de sostenibilidad se refiere a un agregado de la valoración de las prácticas responsables de una empresa (pero esto no debe llamarse índice de calificación).  Los índices son agregados de los precios de las acciones calificadas como dignas de entrar en el índice.  En este artículo solo nos referiremos las calificaciones individuales.

Y aquí vale un ejemplo para diferenciar las calificaciones de los índices de sostenibilidad y para mostrar su valor, independientemente de los índices.  Cuando el problema del derrame de crudo por BP en el Golfo de México se criticó a los índices por tener a la empresa entre sus componentes.  Los índices, como mencionamos en el capítulo citado en la anterior nota al pié, tienen criterios propios y no suelen divulgar las calificaciones individuales.  Las calificadoras sí lo hacen y muchas de ellas por ejemplo MSCI y KLD), ya habían calificado mal a la empresa.[2]  

El caso es muy diferente a las calificadoras de crédito, famosas por no calificar bien los productos estructurados antes de la crisis y por contribuir a la crisis ahora en Europa.  Aun cuando hay muchas calificadoras de riesgo, hay solo tres reconocidas, las que son aprobadas por la Comisión de Valores y Bolsas en EE.UU., Moody´s Standard and Poor y Fitch. Califican el riesgo de la deuda de gobiernos, instrumentos financieros,  empresas y proyectos.  La principal diferencia estriba en que las calificadoras de riesgo pretenden responder una pregunta muy concreta “¿Cuál es la probabilidad (ex ante) de que no se pague la deuda?”.  Las calificaciones son el resultado de un análisis cuantitativo, prospectivo, de las variables financieras del ente y de las condiciones económicas del entorno. Aun cuando uno puede discrepar con sus calificaciones, se ha demostrado que hay una estrecha correlación entre estas calificaciones (en ante) y la frecuencia (ex post) de no pago.  Las calificaciones de sostenibilidad están basadas en información del pasado sobre las prácticas responsables, aunque pueden contener información sobre las políticas, estrategias y arreglos institucionales para la implementación de las prácticas.  Su valoración y agregación tiene elevados componentes de subjetividad.  En ambos casos, las metodologías son de desarrollo propio y suelen ser confidenciales.

Los dos eventos que mencionamos al principio tratan de corregir algunos de estos problemas y de mejorar el proceso de calificación de sostenibilidad y su transparencia.

El primero de los dos eventos fue el anuncio de la creación de la Global Initiative for Sustainability Ratings (GISR) por parte de dos instituciones sin fines de lucro, Tellus Institute and Ceres   (9 de junio en Washington).  El propósito del GISR, es “crear y promover la amplia adopción de un único estándar para el  rating de la sostenibilidad de las empresas.”  GISR operará bajo un esquema independiente, sin fines de lucro, lo cual le dará más credibilidad, a diferencia de las calificadoras de riesgo, que son comerciales y muchas veces con conflicto de intereses con los calificados.

El parecido del nombre con el Global Reporting Initiative, GRI,  no es coincidencia.  Los promotores son los mismos que crearon el GRI  y obviamente tienen objetivos semejantes, la armonización y transparencia de la información sobre sostenibilidad.  Allen White, que es Vicepresidente de Tellus, fue el fundador del GRI y su  Director por los primeros tres años.  Ceres fue el creador del GRI, al independizar lo que había comenzado como una de sus divisiones.  Con el GRI trataron de instaurar un sistema de reporte con indicadores más o menos estándar y con el GISR tratan de estandarizar el sistema de calificación, identificando los indicadores y proponiendo esquemas de valoración y agregación.

Como el GRI, la idea es muy buena y digna de apoyo.  El GRI se ha convertido en un estándar ampliamente reconocido y ha mejorado la comparabilidad de la información, aunque solo sea para un conjunto de empresas.  Donde ha fallado es en fomentar el uso de la información y de las comparaciones entre empresas.  El reportar de acuerdo la GRI se ha convertido en un fin, no en medio como debería ser. Es muy posible que el GISR no logre la estandarización de las calificaciones, pero, igual que el GRI, hará una importante contribución a la claridad en las calificaciones.

Es oportuno recordar que existen muchos esquemas de calificación y es poco probable que éste los desplace.  Es muy posible que se llegue a convertir en una referencia para muchos propósitos, pero todavía faltan por definir muchos detalles antes de poder determinar su posición en el mercado.  Por ejemplo, cómo evitar conflictos de intereses (entre consultoría y calificación),  quién pagará por los ratings, confidencialidad de la información parcial sobre prácticas responsables, la importancia relativa de los diferentes componentes, entre otros.

De hecho cabe preguntarse si con las diferentes prioridades que cada usuario le otorga a las prácticas responsables,  la subjetividad de la información y la importancia estratégica diferente para cada empresa, es posible estandarizar una calificación.  ¿Qué pregunta tratarán de responder los ratings de sostenibilidad?  Creo que hay muchas preguntas diferentes y de allí que habrá muchas maneras de calificar.  Quizás lo mejor que se puede esperar es que la iniciativa otorgue más claridad a lo que debería ser parte de una calificación, los criterios para calificar los componentes  y los criterios para su agregación en una calificación.  Dentro de este esquema general, alguien deberá hacer la calificación.  No creo que sea el mimo GISR.  Es poco probable que se pueda acordar una calificación que sea universalmente reconocida.  

Debemos recordar que ya  hay muchas empresas que se ganan la vida calificando empresas y es muy poco probable que se retiren del mercado,  siempre habrá espacio para una más.  Algunas convendrán en usar el esquema GISR y otras usarán su esquema propio.

El otro evento que ilustra muy bien esta problemática es el ejercicio de Rate de Raters (Calificar a las calificadoras), llevado a cabo por SustainAbility, con el que pretendía evaluar las metodologías de las calificadoras.  El ejercicio, que comenzó a principios del 2010, ha entrado en su fase final, después de cuatro etapas sonde se estableció la metodología de análisis de las calificadoras y se hizo un inventario de ellas que arrojó un total de 108 en el mundo (supongo que incluyó las más conocidas y con sesgo anglo-sajón).  En la tercera etapa se analizó la metodología de 21 calificadoras, que aceptaron participar..  En la cuarta etapa, que concluyó a principios de julio, se hacen sugerencias y predicciones sobre el futuro de la industria de las calificadoras de sostenibilidad.  También lanzan un reto a las calificadoras que no fueron parte del ejercicio:  responder 35 preguntas, entre ellas que divulguen sus metodologías, antes de enero del 2012.  Obviamente que esto sería sumamente útil para la Iniciativa GISR y para poder separar la paja del trigo, estimular la consolidación y la compatibilidad.

Soy relativamente pesimista en cuanto al reto.  Los que tienen metodologías relativamente pobres no querrán exponerse a divulgarlas y los que las tienen sólidas y confiables  no querrán revelar información valiosa que les da ventaja competitiva.  Ojalá me equivoque.

Si estos dos proyectos tienen éxito se habrá recorrido una gran parte del camino para mejorar la confiabilidad de las calificaciones y por ende la confianza del público en la información y en las prácticas responsables de las empresas.


[1] Para  mayores detalles sobre los índices de sostenibilidad, ver el capítulo V.11 ¿Para qué sirven los índices de sostenibilidad? en mi libro Mirada Crítica a la Responsabilidad Social de la empresa en Iberoamérica, disponible en www.cumpetere.com). 

domingo, 10 de julio de 2011

La importancia de llamarse Ernesto……en inglés (1)

Parece que ahora ha comenzado la era de los jefes en temas de RSE, pero en inglés, que suena más prestigioso.

Últimamente en nuestro ecosistema de la responsabilidad social han comenzado a aparecer nombres  de posiciones gerenciales tratando de imitar el del gran jefe, el CEO, el Chief Executive Officer.  Se está poniendo de moda en España el CRO, el Chief Reputation Officer, el CSO, el Chief Sustainability Officer y hasta el CRSO, el Chief Reputation and Sustainability Officer, para que no quepa duda de que hay un “capo di tutti capi”.  Por contraste, no se ha puesto de moda el Chief Responsibility Office.  ¿Estará pasado de moda?

Es cierto que para que poder implementar prácticas responsables, aquellos que tengan posiciones de liderazgo en el tema deben ser reconocidos como tales para poder buscar y lograr apoyos en el resto de la organización.  Deben ser y parecer líderes.  Pero el nombre, el PARECER, no es tan importante como el respaldo que tengan en la Alta Dirección, en el Consejo Directivo, en el resto de la organización, en los valores que imperen en la empresa.  O sea, el SER.  El hábito no hace al monje.  Pero parece que el diseño del hábito está adquiriendo más importancia que el monje en la era de las percepciones, en la era del parecer, en la “era de la reputación”.

Cada grupo quiere proponer que se cree un jefe o que lo nombren jefe de algo.  Los que dependen de muchas regulaciones y obviamente quieren cumplirlas deben tener un Chief Compliance Office.  No está mal mientras ello no implique que todo o que se va a hacer es cumplir las regulaciones (aunque si todas las empresas las cumplieran todas, posiblemente estuviéramos mejor).  Claro está que debe existir una persona o grupo de personas que se asegure que la empresa cumple con todas las leyes y regulaciones que le aplican.  Propongo que sea el Presidente de la empresa, a través de su Consejo Directivo, así se involucran.

Los que trabajan en el tema de gestión de la reputación (con todo o que la palabra gestión significa), que antes eran parte de relaciones públicas,  utilizando estrategias de comunicación para gestionar la imagen, ahora han descubierto las posibilidades de la RSE (o de sostenibilidad).   Ahora la gestión de la reputación usa lenguaje de RSE.  Lo sorprendente es que muchas empresas, para esa gestión de la reputación, proponen pocas prácticas responsables y muchas de gestión de percepciones.  La idea es sacarle el máximo provecho a lo que hacen o dicen hacer.  ¿Qué hay de malo en eso se preguntará el lector?  Pues nada de malo si las actividades son legítimas y responsables, pero sí si se manipulan para máximo efecto, aprovechando la ingenuidad y falta de información de la gran mayoría de los consumidores o clientes.  ¿Qué es lo que a los consumidores les impacta más?  ¿Niños pobres?, pues bien montemos una campaña de ocasional donaciones para aliviar a unos cuantos de ellos y démosle máxima publicidad.  ¿Y la responsabilidad del producto?  ¿Y de las prácticas de la empresa?  ¿Y la estrategia de la empresa?  Bien, gracias por preguntar.

En recientes encuesta sobre la imagen de las empresas y el valor de las marcas, llevados a cabo por reputadas instituciones como Edelman y el Financial Times, queda claro que la reputación y el valor de la marca están solo parcialmente determinadas por las prácticas responsables.  Está claro que la reputación es importante, la clave está en si es un fin o un medio, si se es reputable porque se es responsable o se trata de maximizar la reputación con la mínima responsabilidad (sobre la relación responsabilidad /reputación hablaremos en otro artículo).

Sobre esto de las percepciones versus las acciones se acaba de presentarse un buen ejemplo.  15 de las mas grandes empresas en España (750.000 empleados) crean la Fundación Corporate Excellence: Center for Reputation Leadership.  Así como lo leen, en inglés, como debe ser en la España Española Unida y Unificada, en la EE.UU., para promover la figura del Chief Reputation Officer y la gestión de los intangibles.  El anuncio dice:

En este sentido es necesario trabajar en cinco ámbitos como son la recuperación de la confianza, fortalecer la marca corporativa, consolidar los indicadores sólidos y rigurosos, fortalecer la reputación país, y demostrar el poder de la cadena de valor de la reputación “que asegura retorno para el accionista y arranca en el cliente y el empleado”. (énfasis añadido).

En otra parte habla de seis áreas de acción: reputación, marca, comunicación, asuntos públicos, métricas y formación.

O sea, que el cliente y el empleado son los instrumentos, para lograr el fin de asegurar retorno al accionista.  ¿Alguno de los cinco ámbitos o seis áreas de acción mencionados se refiere a prácticas responsables?  Y la responsabilidad de la empresa, ¿no forma parte de la Excelencia y del Liderazgo?  Por el anuncio parece que lo importante es la percepción.  No encuentro las palabras “responsabilidad” o “sostenibilidad” o sus equivalentes en los anuncios y videos.  Refleja una tendencia preocupante.

Wouldn´t it be better to create the Foundation for Leadership in Corporate Responsibility instead of Reputation?  What is more important, the action or the perception, than can be manipulated? OOPPSS, me dejé llevar por el inglés.  

Qué lindo hubiera sido que las empresas líderes crearan la Fundación para el Liderazgo en Responsabilidad Corporativa, en español.  ¡Cómo se necesita en los países de habla hispana!  !Y estas empresas trabajan en 82 países! !Qué gran oportunidad!

A lo mejor he malinterpretado los anuncios y objetivos de la Fundación y si así fuere me encantaría ser corregido públicamente (y lo publicaría en mi blog).

Para gestionar todo esto se propone la figura del Chief Reputation Officer.  Claro que debe existir alguien que sea responsable y se preocupe de la reputación de la empresa.  Propongo que sea el Presidente de la empresa, a través de su Consejo Directivo, así se involucran.

Otros, que se han cansado de la RSE,  y abogan por la Sostenibilidad quieren el nombre de Chief Sustainability Officer.  Supongo que no les suena bien eso de Chief  Responsibility Officer  (éste implica acción, implica responsabilidad, implica mojarse).  Claro que debe existir alguien que sea responsable de que la empresa sea sostenible (social, ambiental y financieramente sostenible).  Propongo que sea el Presidente de la empresa, a través de su Consejo Directivo, así se involucran.

Además, es mucho más prestigioso acudir a una conferencia internacional como Chief Reputation y/o Sustainability Officer que como Gerente de Responsabilidad Social de la Empresa.  Suena mejor.

¿Y si para más efecto combinamos los dos en la figura del Chief Reputation and Sustainability Officer?  No se puede pedir un nombre más prestigioso que este.  Además, ahorra dinero al tener ambas funciones.  Así quedará claro que gestionamos la sostenibilidad para mejorar la reputación.  El fin no es solamente la sostenibilidad solamente. 

Cualquier día de estos proponen el Corporate Excelence Officer (¿otro CEO?)  Acabo de leer un artículo sobre RSE escrito por un Chief Visionary Officer, ¡!ya no queda nada por ver!!

Como cuando éramos niños y nos intercambiábamos cromos (o estampitas, o barajitas, o como se llamen en su país), les cambio un Comité de RSE (o de sostenibilidad) en el seno del Consejo Directivo por un Chief Compliance Officer, más un Chief Reputation Officer más un Chief Sustainability Officer, todos juntos.  Les doy tres por uno.  Y de regalo añado un futuro Corporate Excelence Officer, cuando salga al mercado.



 [1] El escritor inglés Oscar Wilde escribió una comedia satírica titulada The importance of being Earnest, lamentablemente traducida como la “La importancia de llamarse Ernesto”.  Sería más correcto traducirla como “La importancia de ser concienzudo”  Este artículo satiriza las interpretaciones de los nombres asociados con ser concienzudos, y la importancia de ser y no solo del nombre.  El llamarse Ernesto en español no lo hace concienzudo en inglés.