sábado, 15 de febrero de 2020

¿Aprobarías este examen sobre el papel de la empresa en la sociedad?



El prestigioso periódico de negocios, el Wall Street Journal, publico un artículo de opinión el 12 de febrero, escrito por el CEO de Roivan Sciences, Vivek Ramaswamy, que ha dado mucho que hablar: The ‘Stakeholders’ vs. the People (Los stakeholders versus el pueblo)(sólo disponible por subscripción, pero, irresponsablemente, lo incluimos al final).

El artículo cuestiona el movimiento hacia la ampliación del propósito de la empresa más allá de la maximización de beneficios para sus accionistas hacia la inclusión de los intereses de otros grupos de stakeholders, en respuesta al interés que se despertado recientemente sobre el propósito de la empresa (ver Propósito, propósito, y más propósito: ¿La solución a los problemas de responsabilidad?) representado por la Declaración del Business Roundtable, suscrita por 181 CEO de las mayores empresa de EE.UU. (ver El propósito de la empresa responsable: ¿Punto de inflexión? ¿Se consolida?), de la presentación del Manifiesto Davos2020, sobre el Capitalismo de los Stakeholders, en la cumbre de las élites en Davos, Suiza, en enero del 2020 (ver Capitalismo de los stakeholders” surge de Davos: ¿en serio?) y de últimas tres las cartas abiertas a sus colegas por parte de Larry Fink el CEO del fondo de inversiones más grande del planeta (Mucho ruido, pocas nueces: Activismo de fondos de inversión).

Examen:  ¿Cuál es el papel/responsabilidad de la empresa ante la sociedad?

Aprovechamos este controversial artículo para proponerle al lector un examen sobre el papel/responsabilidad de la empresa ante la sociedad, y de paso ilustrar como leer un artículo con sentido crítico.  Para ello, reproducimos partes claves del artículo sobre las cuales le formulamos las preguntas al lector. Al final del artículo ofrecemos nuestras opiniones, pero no deben ser leídas hasta que no haya ensayado sus respuestas.
 

Dice: “El capitalismo de los stakeholders exige que las empresas y sus líderes jueguen un papel fundamental en la determinación de los valores centrales de la sociedad.  Pero para que las empresas persigan intereses sociales en adición a los intereses de los accionistas, las empresas primero deben definir cuáles deben ser estos intereses de la sociedad.  Esto no es un juicio empresarial, es un juicio moral.

Pregunta #1: ¿Determinan las empresas los valores centrales de la sociedad? ¿Es necesario que las empresas definan cuales deben ser los intereses de la sociedad para poder jugar su papel?

Dice: “No quiero que los capitalistas jueguen un mayor papel en la definición e implementación de los valores sociales y políticos del país. Creo que ello debe ser determinado por la ciudadanía…..Los funcionarios elegidos democráticamente, no los CEO o los directores de fondos de inversiones son lo que deben liderar el debate sobre los valores que definen al país.

Pregunta #2: ¿Corresponde a los gobernantes liderar el debate sobre los valores que definen al país o corresponde a la sociedad elegir gobernantes que reflejen los valores de esa sociedad?

Dice: “Pero estos líderes empresariales no tienen capacidades especiales para decidir si un salario mínimo para los trabajadores en el país es más importante que el pleno empleo o si la minimización de la huella de carbono de la sociedad es más importante que la subida de precios de bienes de consumo. (El autor supone que son mutuamente excluyentes, que el salario minino impide el pleno empleo y que la reducción de emisiones conlleva subidas de precios de los productos).

Pregunta #3: ¿Se requiere que las empresas tomen decisiones de priorización relativa de políticas económicas para definir su papel en la sociedad? ¿o debe la empresa adaptar su papel a lo que percibe son las expectativas y necesidades de la sociedad a las que puede contribuir? 

Pregunta #4: ¿Es parte del papel/responsabilidad de las empresas, a nivel de colectivo, el buscar influenciar políticas nacionales y supranacionales, en lo que creen son las expectativas de la sociedad, o debe limitarse a su ámbito directo de acción?


 PIENSA EN TU OPINIÓN ANTES DE SEGUIR





PIENSA EN TU OPINIÓN ANTES DE SEGUIR






Mis opiniones

En realidad, no se trata de aprobar o reprobar el examen.  No es tema de ciencias naturales, es de ciencias sociales y en ello puede haber diversidad de puntos de vista.  Lo que si podemos alegar es que hay puntos de vista más internamente consistentes, más cerca del consenso. De allí que prefiero llamarlas “mis opiniones” y no “las respuestas”.

Pregunta #1: ¿Es necesario que las empresas definan cuales deben ser los intereses de la sociedad para poder jugar su papel?

No, todo lo contrario, las empresas deben considerar cuales son los intereses que la propia sociedad ha definido.  No compete a las empresas, no es parte de su papel en la sociedad el definir cuales son los intereses de la sociedad, ni cuales deben ser sus valores.  Es la sociedad la que determina sus valores, a través de su evolución histórica, de sus circunstancias, de sus instituciones, de sus líderes, etc..  Compete a las empresas apoyar esos intereses en la medida que ello es compatible con sus propios valores e intereses. La empresa debe llevar a cabo sus actuaciones en función de esos valores de la sociedad.  

Pregunta #2: ¿Corresponde a los gobernantes liderar el debate sobre los valores que definen al país o corresponde a la sociedad elegir gobernantes que reflejen los valores de esa sociedad?

No, no compete a los gobernantes liderar el debate sobre los valores que definen al país, salvo que la sociedad sea relativamente subdesarrollada.  Es la sociedad la que elige a los gobernantes, o debería elegirlos, que sean compatibles con sus valores.  Claro está que “la sociedad” no es homogénea y hay diversidad de opiniones y variantes sobre sus valores, aunque debería haber un conjunto de valores nucleares, comunes.  Es cierto que los gobernantes (supuestamente) representan los intereses de la sociedad, pero no es universalmente cierto que son más competentes que los líderes empresariales para estos propósitos.  Ambos tienen intereses que pueden conspirar contra la promoción de los valores de la sociedad, unos en la perpetuación en sus cargos y beneficios personales, otros en la obtención de beneficios monetarios.

Pregunta#3: ¿Se requiere que las empresas tomen decisiones de priorización relativa de políticas económicas para definir su papel en la sociedad? ¿o debe la empresa adaptar su papel a lo que percibe son las expectativas y necesidades de la sociedad a las que puede contribuir?

No, la empresa no tiene entre su papel/responsabilidad ante la sociedad el elegir entre objetivos conflictivos a nivel agregado de la economía.  En todo caso le corresponde promover aquellos que sean compatibles con los suyos, en función del papel que quiere jugar.  No tiene porque abogar por un salario mínimo para toda la economía, pero puede querer hacerlo en su empresa. También pueden querer reducir su huella de carbono, aunque ello conlleve a un mayor costo de sus productos, pero que también puede llevar a una mayor aceptación de ellos por parte de sus clientes.

Pregunta #4: ¿Es parte del papel/responsabilidad de las empresas, a nivel de colectivo, el buscar influenciar políticas nacionales y supranacionales, en lo que creen son las expectativas de la sociedad, o debe limitarse a su ámbito directo de acción?

Las empresas con gran poder económico pueden querer influenciar las políticas nacionales y supranacionales en temas globales como el cambio climático, la desigualdad, la inmigración, etc., en función de sus valores y de lo que creen son las necesidades de la sociedad, especialmente cuando los dogmatismos políticos conspiran contra ello.  Su acción puede ser más efectiva en su ámbito de acción, pero ello no obsta para que quieran actuar a nivel más amplio, sobre todo actuando en conjunto con otras empresas de valores similares (ver Responsabilidad política de la empresa responsable).

En resumen

Es opinión del suscrito que el autor del artículo no solo es dogmático, sino que no tiene las ideas claras sobre el papel de la empresa en la sociedad.  Es de la opinión que la empresa debe dedicarse exclusivamente a hacer negocios e ignorar sus impactos sobre la sociedad y en especial cree que contribuir al bienestar de la sociedad está fuera de su ámbito de acción. El capitalismo no es solo un conjunto de empresas, es todo un ecosistema y parece confundir el papel de la empresa en su ámbito de actuación con políticas a nivel de la economía como un todo.  No parece ser un experto sobre el tema del que escribe.  Pero se lo publica el Wall Street Journal.

Da miedo pensar que así piensa un CEO (34 años de edad) de una empresa farmacéutica que desarrolla nuevos medicamentos.  Por cierto, la casa matriz tiene sede en un paraíso fiscal, Bermuda.






The ‘Stakeholders’ vs. the People
Liberals claim they’re troubled by corporate power. So why are they working to expand it?

By Vivek Ramaswamy
Feb. 12, 2020 7:06 pm ET
 ‘Stakeholder capitalism” is officially here. That’s the fashionable notion that companies should serve not only their shareholders, but also other interests and society at large. Last month Airbnb’s leaders announced a new mandate that the company “benefit all our stakeholders over the long term,” including through tying executive compensation to the company’s social goals. The same week, BlackRock chief Larry Fink issued an open letter to CEOs explaining that companies his massive firm invests with will soon have to abide by the rules of a Sustainability Accounting Standards Board regarding climate change, labor practices and other issues. CEOs at the World Economic Forum in Davos touted similar ideas, as have presidential candidates.
Stakeholder capitalism runs contrary to the demands of U.S. corporate law, which holds that directors and executives have a duty to one master: shareholders. Milton Friedman worried that a shift from shareholder primacy would cause companies to operate less efficiently and be less profitable, leaving investors, workers and consumers worse off.
My main problem with stakeholder capitalism is that it strengthens the link between democracy and capitalism at a time when we should instead disentangle one from the other. It demands that companies and their leaders play a fundamental role in determining and implementing society’s core values. But for companies to pursue societal interests in addition to shareholder interests, companies and investors must first define what those other societal interests should be. This is not a business judgment; it is a moral judgment.
Speaking as a CEO and a citizen, I don’t want American capitalists to play a larger role in defining and implementing the country’s political and social values. I think the answers to these questions should be determined by the citizenry—publicly through debate and privately at the ballot box.

I would love to know Larry Fink’s favorite stock picks, but I am less interested in his views on the environment or racial equality. Democratically elected officeholders, not CEOs and portfolio managers, should lead the debate about what values define America. Managers of large investment funds gain their positions by trading stocks more effectively than their peers do. Managers of corporations gain their positions by maximizing profits and minimizing losses. Their prowess in private enterprise may give them standing to decide whether to build a manufacturing plant or a research lab, whether to invest in one piece of software or another, whether to promote one aspiring executive or a competitor.
But these business leaders have no special standing to decide whether a minimum wage for American workers is more important than full employment, or whether minimizing society’s carbon footprint is more important than raising prices on consumer goods. CEOs are no better suited to make these decisions than an average U.S. congressman is to make the operating decisions of a complex technology company.
Though I lead a biotech company, I have many personal beliefs on matters other than drug development. I am vegetarian because I believe it is wrong to kill sentient animals for culinary pleasure. But I don’t ban employees from eating meat. We try our best to offer vegetarian options at company events because many employees don’t eat meat—just as we offer nut-free options to accommodate allergies. I have no special standing to legislate my morals because I am a CEO. I do, however, make the final decision about our company’s research-and-development budget.
Other CEOs may ask: Shouldn’t we work together with political leaders to answer society’s pressing moral questions? I think not. I believe the reason many corporate executives are speaking up in favor of stakeholder capitalism is that they think they will gain popularity at a time when it is unpopular to be perceived as a pure capitalist.
This impulse is fraught with principal-agent conflicts—shareholders are effectively asked to subsidize a CEO’s personal brand. It is revealing that the leader of the world’s largest “social impact” investment fund—Bill McGlashan of TPG’s Rise Fund—was indicted last year on bribery charges in attempting to give his children an advantage over others in college admissions. Is he really the best person to adjudicate which companies are most socially conscious?
Some may argue that companies will be more successful in serving shareholders over the long run if they also serve societal interests. If that’s true, then classical capitalism should do the job, since only companies that serve society will ultimately thrive, and “stakeholder capitalism” would be superfluous. Social activism by companies is often business interest masquerading as moral judgment.
It is puzzling that stakeholder capitalism is now viewed as a liberal idea. Many liberals who love stakeholder capitalism abhor the Supreme Court’s 2010 ruling in Citizens United v. Federal Election Commission because it permits corporate money to influence elections and thereby implement corporations’ values. Stakeholder capitalism is Citizens United on steroids: It advises powerful companies to implement the social goals that their CEOs want to push. Society created companies to provide goods and services that consumers want, not to push social values that only a subset of people agree with.
Historically, stakeholder capitalism reflects conservative European social thought, which was skeptical of democracy and convinced that well-meaning elites should work together for the common good—as defined by them. In the Old World, that often meant some combination of political leaders, business and labor elites and the church working together to define and implement social goals. But America was supposed to offer a different vision: Citizens—not the church, not corporate leaders, not large asset managers—define the common good through the democratic process, without elite intervention. That is part of what makes America great. It is what makes America itself.
I don’t mean to criticize my fellow CEOs who hold different points of view. Airbnb is a larger and more successful company than mine, and I would love to have BlackRock as a shareholder if my company ever goes public. I admire the leaders of those companies—but only as business leaders.
Our troubled times certainly require rethinking historical models, but stakeholder capitalism is a step in the wrong direction. The crux of the populist concern about capitalism is not that companies serve only their shareholders, but rather that capitalism has begun to infect our democracy through the influence of dollars in buying political outcomes. The answer is not to force capitalism into an arranged marriage with democracy. What we really need is a clean divorce.
Mr. Ramaswamy is founder and CEO of Roivant Sciences.