sábado, 30 de octubre de 2010

El iceberg de la RSE

La responsabilidad de las empresas es como un iceberg. No porque sea fría, sino que solo se le ve una pequeña parte. Solo se “ve” lo que ellas mismas reportan, que suele ser solo lo bueno.

Esto viene a colación por el reciente caso tan sonado como el de BP. Mucha gente se pregunta cono es posible que una empresa como esa fuera calificada de responsable y hasta estaba en el varios índices de sostenibilidad. Y había ganado muchos premios. Y después del accidente del Golfo de México se descubre que no lo era tanto
La mayor parte de las prácticas estaban sumergidas, como en el iceberg (o como la plataforma de BP).

No era tan responsable antes ni es tan irresponsable ahora. Como se dice de muchos equipos de futbol después de una dura derrota, ni antes éramos tan buenos, ni ahora somos tan malos.

Si no hubiera ocurrido el accidente, ¿estaría todavía BP en los índices de sostenibilidad? Probablemente sí. Lo que esto demuestra que los índices, los analistas y el público en general saben poco de las verdaderas actividades de las empresas, solo lo que ellas deciden revelar o que investigaciones especiales logren revelar. Todavía dependemos mayormente de las empresas en cuanto a información.

Hemos escrito en varios artículos, que la responsabilidad total no existe, la RSE es un concepto parcial. El evento de BP corrobora esto.

Todas las empresas tienen prácticas responsables y algunas prácticas irresponsables. Algunas más, otras menos. La cuestión es donde se ubica el neto, el balance. Ni varias prácticas responsables hacen que la empresa sea calificable de responsable, ni alguna práctica irresponsable hace que la empresa sea irresponsable. Y si se encuentra alguna práctica irresponsable, ¿qué hacemos? ¿La sacamos de todas las listas, de todos los índices? No quedaría nadie. El que esté libre de culpa que tire la primera piedra.

No pretendo excusar a BP, todo lo contrario, en su caso se ha comprobado que su balance es muy negativo, no sólo por el impacto de este accidente, sino por la secuencia de accidentes en otros países atribuibles a negligencia, entre otras irresponsabilidades.

Pero es que si desechamos a todos los hayan cometido algún pecado no nos queda nadie. Hay que buscar la redención, trabajar con los que tienen ganas de mejorar, aumentar el número e intensidad de prácticas responsables en los que tienen vocación. Pero no desahuciar a las que se les encuentra algún problema. Todo lo contrario, son las que necesitan mas ayuda.

Pero tampoco decir que SON RESPONSABLES, como insisten algunos premios. Lo que es correcto es decir que tienen prácticas responsables y que las empresas divulguen cuales son. Así podremos trabajar con las empresas para mejorar y no engañar ni engañarnos con ideas ingenuas.

Y como decíamos en el artículo anterior, que los premios, reconocimientos y certificaciones sean por prácticas específicas, no generales.

Si adoptáremos estos criterios de no demonizar a las empresas por alguna práctica irresponsable y apreciar las responsable a lo mejor serían más honestas en la información que nos dan, no como ahora que solo nos muestran la punta del iceberg y aun esta, en muchos casos, viene bastante maquillada.

Con la responsabilidad de las empresas no podemos generalizar. Como dijo el escritor y humorista Mark Twain: “Todas las generalizaciones son falsas, ……….. incluyendo esta”.

sábado, 16 de octubre de 2010

Premios y certificaciones en RSE: No es oro oro todo lo que reluce

Con el angelito en un hombro y el diablito en el otro, la voluntad de las empresas de implementar prácticas responsables está siendo zarandeada. Por una parte, los de la vida fácil le dicen que no se preocupe, que no hay que hacer grandes esfuerzos. Se pueden ganar premios y certificaciones de que es una empresa responsable con facilidad. Por otra parte, los de la vida dura les dicen que no tomen esa ruta fácil, que tarde o temprano serán descubiertos y sufrirán por esos momentos de gozo temporal.


Con los premios y las certificaciones genéricas se han encontrado el hambre con las ganas de comer. Instituciones supuestamente promotoras de responsabilidad empresarial crean y otorgan premios con gran facilidad. Ambos, los otorgantes y los premiados, ganan “prestigio”, digamos más bien que publicidad relativamente barata. Unos pueden organizar conferencias anuales para la entrega de los premios; algunos hasta llegan a cobrar por participar u ofrecen cursos y asesoría sobre como completar los cuestionarios; otros otorgan la licencia para usar logos que reconocen a la empresa como responsables. Muchos son otorgados por instituciones en las que las empresas deben ser miembros, con pago de cuota. Los premiados presumen de haber ganado un premio y lo anuncian en sus sitios web y en sus informes de sostenibilidad. Es un “gana-gana”. Todos contentos.


Esto no tendría nada de malo, si en efecto los otorgantes hubieran comprobado que las empresas son (totalmente) responsables como dicen. Lamentablemente, para economizar, los premios se basan en cuestionarios completados por las empresas, o mejor dicho, por consultores especializados. En realidad quien gana el premio no es la empresa, es quién completó el cuestionario. Habiendo analizado muchas respuestas a cuestionarios he podido constatar que casi lo único que diferencia a las empresas es cómo lo dicen. La gran mayoría dice todo lo que se espera que digan. Dice que tiene códigos de ética y de conducta, pero no dice si los aplica, cuantos casos se han presentado y como se han resuelto; dice que tiene procedimientos para protección de medio ambiente, pero no si lo hace o como lo hace. Ninguna habla de multas o problemas: ¡!los cuestionarios no lo preguntan!!


Y no hablemos de los premios donde vota el público, como en el caso de algunos reportes de sostenibilidad, donde vota un público que no ha leído los informes y donde la inmensa mayoría vota por las empresas de su país, sin considerar los de otros países.


Pero, ¿a alguna empresa le han retirado un premio por mostrar irresponsabilidad? ¿Quién se atreve?


Problemas semejantes tienen las certificaciones o acreditaciones de tipo genérico otorgadas por gobiernos como propone el proyecto de ley de Economía Sostenible en España (ver el artículo ¿Acreditación de empresas responsables? en el blog www.cumpetere.blogspot.com) y el proyecto de ley de Responsabilidad Social Empresarial de la Comunidad Autónoma de Extremadura. Sin entrar en detalles de si los gobiernos tienen la capacidad de certificar empresas, hay que preguntarse qué pasa si las demás comunidades deciden imitar estas “iniciativas”. ¿Serán mejor las empresas certificadas por una Comunidad que otra? ¿Habrá que certificarse en todas las comunidades autónomas? No hay que preocuparse, si se aprueban estas leyes, pronto saldrá alguna institución que hará un ranking de las certificaciones de las comunidades autónomas o las de los gobiernos.


Éramos muchos (algunos dicen que éramos pocos) y parió la abuela


Y ahora se nos une a la fiesta la ISO 26000, o mejor dicho, sus hijos. La ISO 26000, que no es certificable, no excluye que las autoridades normativas nacionales (generalmente instituciones normativas de los estándares certificables de la ISO) emitan normas certificables. En el alcance dice que “Esta Norma internacional no pretende impedir el desarrollo de Normas Nacionales que sean mas específicas, más estrictas o de diferente tipo” La ISO no debió meterse en normalizaciones cualitativas y subjetivas, pero lo hizo y sacó una buena guía, para guiar (valga la cacofonía) el diseño e implementación de prácticas responsables. La ISO 26000 es el producto de un largo proceso consultivo, razonablemente inclusivo, con la participación de expertos internacionales. Pero no pudo cerrar la puerta a certificaciones nacionales. Es de esperar que, siendo su negocio, las instituciones nacionales vayan más allá y saquen normas certificables. La tentación será grande y ya me imagino una carrera a ver quién saca la primera norma nacional certificable en base a la ISO 26000. Y habrá que ver qué tanta fidelidad mantienen con el original.


Ya existen normas genéricas certificables emitidas por algunas de estas instituciones (en México, Colombia), pero no basadas en la ISO 26000 y no usan mucho. Pero, poder usar el nombre ISO 26000 en la norma certificable, tentará a las empresas a pedirlas y consultores a darlas. No nos dejes caer en la tentación……..


Es que la responsabilidad total no existe. Existen prácticas responsables y algunos tienen muchas. El que esté libre de culpa que tire la primera piedra.


Lo que las prácticas responsables necesitan son certificaciones de prácticas específicas hechas por instituciones acreditadas, independientes, no por consultores no certificados (¿quién certifica a los certificadores?). Instituciones, que se dediquen exclusivamente a estas tareas, que comprueben sobre el terreno las prácticas, que auditen los procesos y otorgan certificaciones con fecha de caducidad, que deben renovarse.


Hay muy buenos ejemplos de estas certificaciones específicas, aunque también pueden tener su problemas: Comercio Justo (verifica precios pagados a productores), Social Accountability (verifica condiciones laborales), WRAP (condiciones laborares en textiles), ICTI (sobre la fabricación de juguetes), Trabajo Infantil (certificaciones por industria: ropa, alfombras, cacao, etc.), Forest Stewarship Council (explotación sostenible de bosques), la etiqueta PEAC en Brasil sobre ausencia de mano de obra infantil, promovida por la Fundación Abrinq, entre muchas otras certificaciones. El uso de estas etiquetas sí tiene valor ……aunque no siempre el consumidor las valora.


También algunos índices de sostenibilidad de bolsas de valores hacen alguna verificación de la información de las empresas, pero tampoco es muy detallada, dependen más del “castigo” que representa ser excluidas del índice (en un próximo artículo cubriremos este tema).


De lo que hay que estar orgulloso y reportar en el sitio web y en el informe se sostenibilidad es cuantas certificaciones tienen, quién las otorgó, desde cuando las tienen. No que cuantos premios logró cosechar, no cuantos reconocimientos recibió de las instituciones a las cuales hizo una donación o es miembro.


Ojalá oyeran al angelito y no al diablito.

sábado, 2 de octubre de 2010

Un llamado a la responsabilidad empresarial: Aumenten la pesca

Los esquemas tradicionales de reducción de la pobreza se basan en darles pescado, y a veces enseñarles a pescar. Pero esto no es suficiente. Las empresas, a través de su responsabilidad ante la sociedad, pueden y deben hacer algo mas: Aumentar la pesca.


Los ODMs, el Pacto Mundial y sus omisiones


Mucho se ha hablado recientemente de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, con motivo de la reciente Cumbre en Nueva York, donde se analizaron los logros, las carencias y, para no quedar mal, se hicieron múltiples compromisos (algún día debería crearse una institución supranacional que tenga poder para asegurar su cumplimento, por lo menos así estos compromisos serán más serios y sinceros). No vamos a entrar en los detalles de los resultados de la Cumbre ya que el lector los puede leer en la gran cobertura mediática que ha generado.


Los ODM son objetivos cuyo cumplimiento corresponde mayormente al sector público. Incluyen metas agregadas, a ser logradas antes del 2015, para erradicar la pobreza, mortalidad infantil, discriminación, salud materna, protección del medio ambiente, reducción de algunas enfermedades. Tiene un objetivo, en apariencia agregado a última hora, como quien dice “otros asuntos”, que aboga por “una asociación mundial para el desarrollo” que tiene una meta, la 8A que puede interpretarse como un llamado indirecto a la inclusión social (Desarrollar aún más un sistema comercial y financiero abierto, basado en normas, previsible y no discriminatorio…). Salvo este último objetivo, los demás corresponden mayormente a los gobiernos, aunque algunas grandes empresas efectúan acciones tendentes al logro de los demás objetivos. A lo mejor se logran algunas de las metas (globales) de reducción de pobreza, aunque no a nivel de países, gracias a los grandes progresos en China y la India, que tienen (o tenían) una gran proporción de los pobres del mundo y que han logrado grandes progresos.


El Pacto Global supuestamente pretende llenar la brecha dejada abierta por los ODM, al dirigirse específicamente a las empresas. Compromete a las empresas firmantes a ciertas normas de conducta en las áreas de derechos humanos, trabajo forzoso e infantil, medio ambiente y corrupción Pero no se preocupa sobre el papel de las empresas en la reducción de la pobreza. Se queda en “no hacer el mal”, sin preocuparse de proponer “hacer el bien”. Son declaraciones de buenas intenciones, sin seguimiento de su cumplimiento y sin consecuencias por incumplimiento (con tal de reportar lo que se hace o no se hace, una vez cada tres años, se puede seguir siendo miembro de esa comunidad). Hay muy poca superposición entre los ODM y el Pacto Global, pero sí una inmensa brecha.


En algunos países de América Latina se han implantado programas de Transferencias Condicionadas de Efectivo (Bolsa Familia en Brasil, Oportunidades en México, por ejemplo), que proporcionan subsidios a las familias pobres a cambio de que los niños vayan al colegio y accedan a medicina preventiva, son un paliativo, que reduce los números de personas que están por debajo de ciertos niveles de ingreso económico, pero no reducen la pobreza, en la definición más amplia que hemos dado arriba. Estos son programas de alivio de la pobreza, no de reducción de la pobreza. ¿Qué pasa cuando los niños crecen y terminan el colegio? ¿Encuentran trabajo? ¿Tienen oportunidad de participar en la actividad económica?


La ayuda para el desarrollo también juega un papel fundamental, pero de la pobreza se sale con el empleo, con la utilización de la capacidad productiva del individuo, no con asistencialismo. Obviamente con salud y educación como condiciones previas.


Pero los ODMs y el Pacto Global se quedan muy cortos, ignoran al individuo y su capacidad de emprendimiento, están basados en el supuesto de que hay que “darle pescado”, en vez de “enseñarle a pescar” y lo que es más importante, “que haya pesca”. ¿Qué pasa cuando muchos han aprendido a pescar si no hay pesca?


La empresa y su potencial para la reducción de la pobreza


El potencial de la empresa para contribuir a la reducción de la pobreza, para el empoderamiento del individuo, para que haya pesca, está prácticamente ignorado en los ODM y en el Pacto Global.


¿Han sacado la China y la India a millones de personas de la pobreza gracias a la ayuda para el desarrollo o gracias a las donaciones? NO. Los pobres han salido de la pobreza gracias a la utilización de su capacidad productiva, gracias a los emprendimientos, gracias a la iniciativa privada. Qué ironía que el país comunista ha usado instrumentos supuestamente capitalistas y no socialistas para reducir la pobreza.


Aun cuando la reducción de la pobreza no es, en principio, responsabilidad de la empresa, puede hacer importante contribuciones a ello, que en el largo plazo la benefician, a través del círculo virtuoso del desarrollo. De allí que, en algunos casos, esto puede ser parte de su responsabilidad social.


Para esto hay que corregir el error prevaleciente de que la pobreza se mide solamente como el poder adquisitivo. Es un concepto mucho más amplio. Como decía la Carta Pastoral de 1986 de los obispos de Estados Unidos en el párrafo 188: “El principio de participación nos lleva a la convicción de que las soluciones más apropiadas y fundamentales a la pobreza serán aquellas que permiten a las personas tomar control de sus propias vidas. Porque la pobreza no es sencillamente falta de recursos financieros. Involucra un tipo de privación más fundamental, una negación a la participación plena en la vida económica, social y política de la sociedad…..”. Esta es la definición de pobreza que trece años más tarde popularizó el premio Nobel Amartya Sen en su libro Development as Freedom, 1999. Atendiendo a estos criterios, se acaba de lanzar un indicar de pobreza más amplio, basado en el acceso a servicios básicos, incluyendo salud y educación. Oxford Poverty and Human Development Initiative (http://www.ophi.org.uk/).


¿Cómo hacemos? Ya lo decía Juan Pablo II en su encíclica Centesimus Annus de 1991: (58) …….En efecto, no se trata de dar lo superfluo, sino de ayudar a pueblos enteros, que están excluidos o marginados, a que entren en el círculo de desarrollo económico y humano. Esto será posible no solo utilizando lo superfluo que nuestro mundo produce en abundancia, sino cambiando sobre todo ….los modelos de producción y consumo……


Es aquí conde la empresa puede jugar un papel importante. Esto es un llamado a los negocios inclusivos, que once años más tarde popularizaría Prahalad en su libro “Fortuna en la base de la pirámide”, aunque originalmente llamaba a la explotación de un mercado no atendido a través de productos y servicios, concepto que posteriormente fue ampliado al de inclusión económica.


Los ODM y el Pacto Global a la hora de resolver el problema de la pobreza están desbalanceados, no se aguantan, ni siquiera con las transferencias condicionadas de efectivo. Necesitan la tercera pata, la participación en la actividad económica, que puede ser proporcionada por los negocios inclusivos (que en cierta forma están insinuados en el objetivo 8 de los ODM que aboga por asociaciones publico privadas para promover el desarrollo económico y social, pero que están mayormente dirigidas a la colaboración empresa-gobierno y que no se han efectivizado).


Es a través del trabajo, del empleo, del empoderamiento constituido por la participación en la actividad económica, la inclusión en el círculo de intercambio, que el hombre logra su dignidad, como se logra la reducción de la pobreza en el sentido más amplio. Aquí sí que las empresas son actores claves, donde hace falta su liderazgo, con el apoyo de gobiernos y de la sociedad civil. Los negocios inclusivos, o en el sentido más amplio, las actividades que contribuyan a una reducción de la inequidad, donde las empresas no ven a los pobres como mercado, sino como proveedores de bienes y servicios, como socios, son uno de muchos instrumentos con los que se pueden incorporar a poblaciones de menores ingresos en la actividad económica.


Las prácticas responsables de las empresas en apoyo comunitario, empleo, sueldos justos, propiedad compartida, adquisiciones y, en general, en negocios inclusivos, constituyen la tercera pata el programa para reducir la pobreza. Es donde se les enseña a pescar y se aumenta la pesca.