domingo, 28 de junio de 2015

Futuro de la RSE, la empresa del futuro. Ia. parte


¿Cómo será la empresa del futuro?  ¿Cómo evolucionará su relación con la sociedad?  ¿Pueden seguir las empresas como lo están haciendo ahora? 

Pueden pero no deben.  En el futuro las seguirá habiendo de todos tamaños, colores y sabores, responsables que lo parecen y que lo son, responsables que no lo son, pero lo parecen e irresponsables que parecen y son irresponsables.  Pero más que hablar de responsabilidad de la empresa, que se nos está quedando pequeño como concepto y se presta a confusiones, debemos hacerlo del papel de la empresa en la sociedad [i], un concepto más amplio, más incluyente. Y es que es la evolución de la sociedad la que determinará cual será el papel de la empresa. Hablar de la responsabilidad social de la empresa tiene connotación de que el motor es la misma empresa. Hablar del papel de la empresa en la sociedad tiene la connotación de que es la sociedad la que lidera la acción.  La realidad incluye ambas concepciones, pero para analizar el futuro de la empresa no podemos hacerlo solamente desde su punto vista.  La sociedad cada día más está tomando acciones para influenciar ese futuro.

Este artículo ha sido dividido en tres partes para hacerlo más accesible al ocupado lector.  Será publicado sobre las próximas semanas en el blog de Cumpetere. En esta primera parte analizaremos la evolución reciente y la situación actual y en el mediano plazo e la responsabilidad de la empresa ante la sociedad.  En la segunda parte analizaremos las tendencias de las actuaciones de los tres sectores, provado, público y sociedad civil y propondremos el modelo de empresa del futuro.  En la última parte analizaremos la factibilidad de este modelo del futuro de la empresa.

Evolución del papel de la empresa en la sociedad.  Donde estamos.

Desde que a finales del siglo XIX se desarrolló la figura legal de la empresa como persona jurídica con deberes y derechos, como ente independiente de sus dirigentes, dueños y empleados, la empresa ha visto la necesidad de apoyar a la sociedad en la que se desenvuelve.  Tradicionalmente ha sido como resultado de la transmisión a la persona-empresa de la responsabilidad como personas de sus dueños y dirigentes, lo que se ha manifestado mayormente a través de la solidaridad con segmentos de la población más necesitados.  Así se estableció la tradición filantrópica, en parte como continuidad a las actividades de la iglesia católica desde el medioevo y en América Latina desde la época de la colonia, que entre sus funciones estaba el suplir algunas deficiencias de los gobiernos en atención a la población, especialmente a los más necesitados. Con el surgimiento y avance de la sociedad civil, ésta ha absorbido algunas de estas actividades, financiada por la misma sociedad, los gobiernos y muchas veces en asociación con las empresas incluyendo sus propias fundaciones.  Esta evolución ha llevado a que se continúe confundiendo la responsabilidad de la empresa ante la sociedad con el asistencialismo, en su manifestación más elemental, la filantropía estratégica, en un nivel intermedio, y la inversión social a un nivel relativamente superior.

Con la evolución de la sociedad y bajo el liderazgo de algunas empresas se ha pasado a un nivel todavía superior donde las empresas se involucran directamente y emprenden acciones, muchas veces aisladas, de acuerdo a su percepción de las demandas y necesidades de sectores sociales.  Pero suelen ser acciones aisladas al fin y al cabo. Y es aquí donde se encuentran la gran mayoría de las empresas en América Latina y España. Muchas veces las acciones están determinadas por las necesidades percibidas de las sociedad, sus expectativas sobre lo que deben hacer las empresas y la necesidad de gestionar su percepción. Pero todavía prevalece una confusión entre asistencialismo, solidaridad y responsabilidad ante la sociedad. 

Y en todo caso damos por descontado el cumplimiento con las obligaciones legales, que no son negociables.  Pero estas mismas obligaciones no son estáticas, van evolucionado con el desarrollo de la sociedad y de los mismos gobiernos y no son las mismas en los diferentes países.  Y algunas empresas más avanzadas se adelantan a lo que podrían ser estas regulaciones en el futuro o cumplen con regulaciones en vigencia en países con mayor desarrollo relativo.

Algunas empresas más avanzadas tratan de que esas acciones formen parte de una estrategia integral, a efectos de mejorar la efectividad y eficiencia de sus intervenciones. Algunas asumen la responsabilidad por los impactos negativos de sus acciones sobre la sociedad y el medio ambiente.  Y las empresas más avanzadas no solo consideran los impactos negativos sino que potencian los impactos positivos.  Y al nivel superior, que se acerca a la empresa del futuro, consideran los impactos positivos que todavía no tienen pero que quieren tener para contribuir a una mejor sociedad donde ellas mismas puedan prosperar. Estas últimas no lo ven como una actitud reactiva o protectora, sino positiva y proactiva.  Estas son todavía una minoría, visible, buen ejemplo, pero minoría al fin, son la excepción no la regla. No nos engañemos, la responsabilidad ante la sociedad no está en el DNA de la inmensa mayoría de las empresas.  Debería, pero no está.

El futuro de la RSE está mucho más allá de reducir emisiones, empaques, consumo de agua, publicar informes de sostenibilidad, donar o apoyar una escuelita, hacer voluntariado, tratar bien a los empleados, atender bien a los clientes o plantar arbolitos. No está en hacer “cositas”, es mucho, mucho más que eso.  Esto son solo manifestaciones parciales de la responsabilidad.




Solo ahora nos estamos dando cuenta de que lo relevante no es lo que la empresa hace para quedar bien, para minimizar sus impactos negativos y hacer el bien en el proceso de hacer negocios.  Lo relevante, que es el futuro de la RSE y de la empresa, es el papel que juega/jugará en el desarrollo de la sociedad.

Poco a poco, y ese es la mayor progreso, nos hemos dado cuenta de que la empresa opera en un contexto de la sociedad, de que cada una no es una abstracción, de que cada una no es el sol alrededor de la cual gira el resto del mundo, de que deben dejar de mirarse el ombligo y levantar la cabeza. “Yo a lo mío” ya no es una respuesta aceptable para ninguna empresa.  Producir bienes y servicios, dar empleo, pagar impuestos, hacer donaciones, etc. no es suficiente.  El nivel superior de producir bienes y servicios responsables, de forma responsable es el ideal actual, pero en el futuro no será suficiente.  Lo sociedad demanda/demandará una mayor contribución.

La sociedad se ha dado cuenta de que la empresa le debe su existencia y que forma parte integral de esa sociedad y por ende tiene derecho a exigirle no solo responsabilidad por sus impactos sino que además tiene la responsabilidad de contribuir a su desarrollo.






¿Hacia dónde vamos?

Pero, ¿hacia dónde va la responsabilidad empresarial?  De nuevo la pregunta más correcta es “hacia dónde va la empresa”.  Si nos seguimos concentrando en aquella pregunta la respuesta seguirá siendo el hacer cambios muy puntuales, preocupados por no hacer el mal, por gestionar la reputación, independientemente de si es merecida o no, de tomar decisiones en función de los intereses cortoplacistas de algunos directivos e inversionistas y de profundizar algunas acciones para hacer el bien.   Pero esta relación con la sociedad no puede seguir así.  ¿Por qué no?  Porque parte de la premisa de que es la empresa la que dicta la agenda, es la que decide lo que hace.  Y esto está cambiando.

  



Y es al analizarlo desde el punto de vista del papel de la empresa ante la sociedad que nos damos cuenta de que es necesario un nuevo modelo de empresa.  Cada vez que se lee “un nuevo modelo” la primera reacción es: ¡aquí viene otra utopía!  Pero no seamos utópicos, es tan fácil decir “las empresas deberían ser así y así”.  Deberían pero no lo son y no serán, a menos que existan fuerzas internas y externas que la fuercen.  Las empresas tienen como principal objetivo el hacer dinero de lo contrario no sobreviven, pero hay maneras y maneras de hacer dinero.  Si la empresa, o la entidad o la organización no son financieramente sostenibles no son sostenibles en el largo plazo. 

Antes de proponer cosas utópicas debemos entender la realidad en que operan las empresas.  Lo que podemos proponer son las maneras de ser financieramente sostenibles pero siendo parte integral de la sociedad.  Han surgido recientemente algunos modelos de empresas que tienden en esta dirección, calificadas con decenas de títulos que para simplificar agruparemos bajo el término de empresariado social (decimos empresariado social y no empresa social porque el primero tiene connotación de emprendimiento, de innovación).

Estas son empresas que nacen para atender un problema social, a diferencia de las que nacen para aprovechar una oportunidad comercial.  Pero tienen en común que ambas nacen para atender un mercado, una necesidad y deben proporcionar productos y/o servicios responsables.  Pero no nos engañemos, igual necesitan recursos financieros.  La misión social no los exime de ser financieramente sostenibles.  Muchas veces los productos o servicios sociales no son comercialmente factibles, por lo menos en el corto plazo y mediano plazo y pueden requerir de fondeo en forma de donaciones o subsidios, por lo menos para cubrir los costos fijos de diseño y arranque.  Y esos recursos deben venir de alguna parte: o de los impuestos que pagamos al gobierno, si este ofrece ayudas, o de los excedentes de los individuos u otras instituciones que los donan (el financiamiento comercial externo hay que devolverlo).  La pregunta crítica para estas empresas es si es sostenible la dependencia de donaciones de terceros  Eventualmente estas empresas deben ser financieramente auto-sostenibles en el largo plazo.

¿Es que lo único que es viable es la empresa que debe maximizar sus ganancias?  No.  Tampoco es viable en el largo plazo el modelo de empresa cuyo objetivo es exclusivamente financiero.  En la persecución de ese objetivo es muy probable que explote a la sociedad o al medio ambiente.  Tarde o temprano perderá el apoyo de la sociedad, que es tan necesario como el dinero para operar. Si no compramos sus productos o no queremos trabajar en ella porque no es responsable, la empresa no es viable.  El problema es que estamos todavía muy lejos de que la sociedad reaccione.

Y si las empresas no asumen sus responsabilidades ante la sociedad ¿Sería entonces deseable que los gobiernos regularan todos los aspectos de la responsabilidad empresarial?  Ello produciría grandes problemas para todos. La regulación debería aplicar, como lo hace ahora a todas las empresas, en todas las circunstancias (con contadas excepciones), daría lugar a generalizaciones, ineficiencias y rigideces, cortando la creatividad e innovación, la competitividad.  Sí, hay que regular lo generalizable, lo que es innegociable, lo que aplica a todas las empresa,  pero no se puede, no debe regular todo el comportamiento empresarial.  Y si se hace las empresas tendrán como objetivo cumplir con las regulaciones (las que sean enforceable) y nada más.  El foco de la responsabilidad pasará a ser las regulaciones y los reguladores y no la sociedad.

En el largo plazo hay que buscar un balance.  Hay que moverse de la empresa con fines exclusivamente de lucro financiero, a la empresa que sea financieramente sostenible y que maximice el agregado de los beneficios (nótese que no decimos “ganancias”) financieros y los beneficios a la sociedad y el medio ambiente. [ii] ¿Es factible la maximización de estos “beneficios”? ¿Es utópico?    Lo analizaremos en la segunda parte.





[i] Esta serie de artículos son el resultado de mi ponencia del mismo título en la Conferencia Transformado el mundo: El poder de los nuevos modelos de negocios, celebrada el 25 de junio de 2015 en la Universidad del Pacífico en Lima, Perú. 

Para simplificar usaremos el término “sociedad” como incluyente de personas y medio ambiente.

[ii] No, no es lo mismo que la reciente moda de Creación de Valor Compartido. Este consiste en una serie de acciones donde se crea valor para la empresa y la sociedad al mismo tiempo. Lamentablemente este concepto no incluye aspectos tan relevantes para el papel de la empresa en la sociedad como el impacto sobre el medio ambiente (contaminación, cambio climático), su mitigación y mejora.  Tampoco entran aspectos tan importantes como los derechos humanos, elusión fiscal, la corrupción, las políticas laborales y la responsabilidad del producto, el involucramiento de las partes interesadas (más allá de solicitar ideas para nuevos productos y servicios), transparencia, accountability  y la producción de reportes de sostenibilidad para el público.   Tampoco insta al cumplimiento de las leyes y regulaciones y al comportamiento ético (a lo mejor dirán que es tan obvio que no hay que recordarlo, como si se hace al hablar de RSE).  Ver mis artículos sobre el tema en RSE y creación de valor compartido: Mis artículos.

lunes, 22 de junio de 2015

Nueva estrategia del GRI: ¿Cambio de dirección o pérdida de rumbo?


El 9 de junio del 2015 el Gobal Reporting Initiative, GRI, anunció una nueva estrategia para la organización, para los próximos cinco años.  Su nuevo lema y logo ahora es el “empoderamiento de las decisiones sobre sostenibilidad”, cuando antes parecía ser facilitar el proceso de presentación de información sobre sostenibilidad.

¿Porque el cambio? [1]

La primera y más importante razón parece ser que los nuevos dirigentes se dieron cuenta de la información de sostenibilidad no es fin, es un medio para la toma de decisiones. Es muy sorprendente ver que la institución tardó tantos años en darse cuenta de algo tan evidente, o por lo menos para intentar ponerlo en la práctica.  Estaban demasiado ocupados en producir lineamientos para la preparación de la información, en organizar conferencias, en obtener recursos para cubrir gastos, que no se pudieron preocupar de la utilidad de la información presentada en base a sus lineamientos.

Las versiones anteriores de los lineamientos, versiones G2 y G3, eran en producir guías para estructurar informes de sostenibilidad con los correspondientes indicadores.  El problema con ambas versiones siempre fue el supuesto implícito de que toda la información sobre sostenibilidad debería ser comparable, de allí los centenares de indicadores que se recomendaba reportar.  Se ponía la comparabilidad y uniformidad por encima de la relevancia de la información.  Se partía de la premisa de que la sostenibilidad era un concepto relativamente universal, cuando la realidad es que la sostenibilidad de la empresa es muy específica a su naturaleza y el contexto en que opera.

Se intentó corregir este problema con la versión G4 que descansa sobre el principio de materialidad, y que pide que las empresas reporten más intensamente sobre los aspectos que han sido determinadas como materiales para cada una, escogiendo dentro de un conjunto de indicadores. Esto representó un  gran progreso. Ahora cada reporte debería ser enfocado a las necesidades de información de los stakeholders más relevantes. (ver mis artículos  Materialidad: 12 principios básicos y una metodología para la estrategia de RSE. Ia. y IIa. Parte).  Sin embargo, en la práctica no ha tendido la acogida esperada y son solo las grandes empresas que producen reportes ajustándose estrictamente a los lineamientos del G4 (hay muchas que dicen que producen reportes en concordancia con el G4).  

Muchas empresas se han dado cuenta de que si lo hacen dejan de reportar mucha información que si bien no es material en el sentido estricto de la definición del concepto y del G4, es “importante” para la empresa.  Los premios ganados, las donaciones a la comunidad, las obras de inversión social, las políticas de gestión de personal, alianzas con ONGs, entre muchas otras son importantes para algunos segmentos de la empresa, contribuyen a mejorar la aceptación de la comunidad, la buena voluntad de sus empleados (a veces el reporte está determinado por la necesidad de complacer a algunos “departamentos”, de lo contrario no colaboran) y, muy posiblemente, a mejorar la reputación de la empresa de forma genérica, aspecto “importante” para las empresas (ver  mi artículo   ¿Se puede manipular la reputación?: El efecto aureola).  No se pueden dejar de reportar estas “actividades” aunque no sean críticas para algunos stakeholders de la empresa.  Son muy importantes para algunas partes.  ¿Qué deben hacer entonces las empresas?  ¿Producir dos o más reportes? ¿Uno con lo material y otro con lo percibido como “importante” para algunos?  Obviamente que hay soluciones como producir uno de acuerdo al G4 y suplementarlo con toda la información que se considere pertinente para los diferentes grupos de stakeholders, con información precisa y focalizada, en los medios más adecuados.

Pero esto es lo que precisamente nos lleva al descubrimiento que acaba de hacer el GRI y es que la información es un medio y no un fin para la toma de acciones y decisiones por parte de la empresa y sus stakeholders.

Nada como la competencia para aggionarse

Este aggiornamento lo impulsan los actores en el “mercado de la información sobre sostenibilidad”.  En parte ante las deficiencias percibidas del GRI, en los últimos años surgieron instituciones que empezaron a “competir” con el GRI, o por lo menos así lo percibía el GRISurgió el Sustainability Accounting Standards Board, SASB, y el International Integrated Reporting Council, IIRC.  El primero muy inteligentemente se puso un nombre muy semejante al de la institución que ha desarrollado y gestionado los estándares de contabilidad de las empresas en EEUU y por asociación en muchos otros países (hasta el surgimiento del International Accounting Standards Board), el Financial Accounting Standards Board, FASB.  La diferencia en una sola palabra le dio al SASB apariencia de autoridad, de rigor contable.  Y lo ha aprovechado muy bien.  Ha sido muy efectivo en producir indicadores para reportar logros en sostenibilidad, pero diferenciados por industria y sub-industria para hacerlos relevantes.  Si bien, en principio, son solo de aplicación para los reportes ante la Comisión de Valores y Bolsas de EEUU, es de esperar que sean adoptados por otras empresas y otros países.

El IIRC produjo lineamientos para la preparación de informes integrados, conteniendo la información tradicional contable y la información no-financiera relevante para la toma de decisiones.  Es oportuno recordar que para el IIRC la información no financiera no se refiere a información sobre sostenibilidad aunque podría incluirla.  Se refiere primordialmente a información sobre la estrategia de la empresa, su modelo de negocios, etc.  Contrario a lo que muchos creen, el informe integrado NO integra los tradicionales informe anual financiero y el informe de sostenibilidad.  Expande el informe financiero tradicional con información no financiera para mejorar la capacidad de analizar sus perspectivas futuras.  Su principal contribución es la sugerir estructurar el informe en base a la contribución de la empresa a los seis capitales (financiero, manufacturero, intelectual, social y relacional, humano y natural)( para una discusión del informe integrado ver mis artículos ¿Qué integran los informes integrados? y El informe integrado: lo que podría haber sido y lo que debería ser).

En ambos casos,  que viene ser una gran diferencia con el GRI, los stakeholders a los que están dirigidos son los aportantes de recursos financieros, y no todos los stakeholders como es el caso del GRI (ver mi artículo GRI, SASB, IIRC, letras para escribir reportes ¿Conflicto o complemento? ). Ello les permite estar mucho más enfocados en la información para la toma de decisiones (por lo menos para este grupo de stakeholders).  El GRI, por preocuparse de la sociedad en general perdió enfoque, quiso ser válido para todos, lo que dispersó mucho los esfuerzos y le hizo perder efectividad.  Esto se trató de corregir con el G4, que son lineamientos para atender a un menor grupo de stakeholders, los que sean materiales, aunque todavía pueden ser varios grupos.

Ambas instituciones han sido muy agresivas en el desarrollo y promoción de sus lineamientos y parecen haber encontrado el terreno fértil ante las debilidades percibidas del GRI.  Son instituciones guiadas por profesionales con criterio competitivo y muy bien respaldadas financiera e institucionalmente.  Al sentir esta competencia el GRI trató de hacer alianzas con ambos y otras instituciones como el Global Compact, OCDE, El Programa Ambiental de las Naciones Unidas, UNEP, el Consejo Mundial para el Desarrollo Sostenible, WBCSD, entre otros, aunque se ha  limitado a acuerdos de colaboración, de intercambio de información y de coordinación de actividades.  El SASB y el IIRC se sienten en posición de ventaja competitiva y no han demostrado mucho interés en colaborar con el GRI.

La nueva estrategia

Ante esta situación el GRI cambió a su Chief Executive en julio del 2014 y nombra a Michael Meehan. El Sr. Meehan viene de la industria de venture capital y private equity, donde hay que invertir bien para ganar.  Trae un espíritu emprendedor, de innovación, competitivo y afronta la tarea como si de competir por un mercado de tratase. [2]  De allí surge la nueva estrategia basado en ser competitivo en el mercado de la producción de información de sostenibilidad.  La estrategia pretende convertir una institución con características de ONG en una institución con características de empresa privada.  Se cambia el lema y el logo para reflejar la modernización.  El anterior GRI era muy pesado en términos de gobernanza, ya que uno de sus principales criterios era el consenso.





Antes de anunciar la nueva estrategia el GRI ya creó el Global Sustainability Standards Board, GSSB (cualquier parecido con los otros nombres es pura coincidencia) con el objetivo de convertir lo que ahora son solamente lineamientos en estándares de reporte de aceptación universal. Ello requiere de un proceso más riguroso de aprobación y una separación legal, financiera e institucional de las otras actividades del GRI.  No se puede ser juez y parte.  Estrictamente hablando no debería ser parte del GRI, pero insisten en que pueden gestionar ambas partes separadamente.  El tiempo dirá.

La nueva estrategia se basa en cuatro pilares:

·       Contribuir a políticas públicas conducentes para la preparación y uso de la información de sostenibilidad, directamente y a través de alianzas con otras organizaciones.
·       Más y mejores reportes.  Parece ser la continuidad de la actual estrategia, presumiblemente mejorando la efectividad y llevando los lineamientos a niveles de estándares internacionales.
·       Innovación y colaboración. Este componente parece reconocer la pérdida de competitividad del GRI y propone trabajar con otras instituciones para integrar la información financiera con la de sostenibilidad para mejorar la utilidad y difusión de la información en la toma de decisiones.
·       Más allá de los reportes. Esta parece ser la novedad de la estrategia, pero no hay detalles de cómo lo piensan implementar, más allá de decir que la información debe ser accesible, comparable y disponible en tiempo real.




Como era de esperar, la estrategia no contiene detalles de su implementación.  Presumiblemente continúan trabajando en ello.  Sería deseable saber cómo quedan las actividades que tanto se han criticado, como el “alquiler” de su nombre para que instituciones den cursos sobre los lineamientos del GRI y la más grade de todas, el examen para ser declarado competente en preparar informes G4 (ver el incisivo artículo de Elaine Cohen  Will I take the G4 Exam? )

¿Tendrán éxito?

El cambio es prometedor, pero quedan dudas sobre lo adecuado de la cultura organizativa del GRI y su capacidad institucional para llevar a cabo estas actividades de innovación en un mercado competivo y de cuál es su ventaja comparativa en promover un mejor uso de la información, que es campo completamente nuevo para ellos.  El cambio  no es trivial.  ¿Será aceptado el GRI como líder en estas actividades? ¿Será aceptado como innovador? El éxito de la nueva estrategia depende de todo esto.
Y esperemos que no abandonen su ventaja comparativa de promover la producción de reportes relevantes a todos los stakeholders.  Es un riesgo que viniendo del mundo de los inversionistas el nuevo líder se desinterese del resto de los stakeholders.  Alguien tiene que cubrir ese espacio.

Los emprendedores, y el nuevo Chief Executive se define como tal, suelen ser muy buenos para generar ideas, pero no suelen tan buenos en la implementación, gestión y seguimiento, que suele requerir paciencia y lidiar con oposiciones de los afectados.  A lo mejor él es bueno en ambos aspectos.








[1] Recomiendo dos excelentes artículos sobre la nueva estrategia del GRI por Mallen Baker Is the GRI's new focus really a positive change in direction?  y por Elaine Cohen Will GRI's new strategy work?

domingo, 21 de junio de 2015

Encíclica Laudato si: Implicaciones para la responsabilidad de las empresas ante la sociedad


La Enciclica Laudato si: Sobre el cuidado de la casa común” es sin duda la más anticipada de las encíclicas y la más citada en los medios, tanto por su tema, su oportunidad, su estilo accesible al público en general, por ser la primera del Papa Francisco (la Lumen Fidei había sido escrita mayormente por Benedicto XVI) y por la facilidad de acceso a los medios electrónicos.   Sería deseable que este impacto mediático se tradujera en impacto real, en acciones por parte de la sociedad, incluyendo gobiernos, empresas y sociedad civil (instituciones e individuos).




En esta reseña de la encíclica pasamos revista a sus objetivos y contenido de una manera muy general, para sentar las bases para la discusión de su pertinencia para la responsabilidad de las empresas ante la sociedad.  No comentamos en esta entrega la amplia discusión de posibles soluciones que se proponen para los problemas identificados.  Dependiendo del interés puede haber una segunda entrega.  El documento es extraordinariamente rico y es imposible hacerle justicia.  Recomendamos al lector interesado en el planeta y sus habitantes su estudio pausado.  

Objetivo y contenido de la encíclica

El subtítulo “cuidado de la casa común” es muy indicativo del mensaje.  No se trata de una encíclica sobre el medio ambiente sino que se sitúa en un contexto más amplio, la casa común, de allí que también considera la problemática social de esta casa y sus relaciones con la del medio ambiente, en especial el impacto que ambas problemáticas tienen sobre las poblaciones más vulnerables.  Considera las responsabilidades que todos tenemos, es nuestra casa, la que compartimos todos, donde compartimos los problemas económicos, sociales, ambientales y políticos.  Por el amplio espectro de relaciones entre estos problemas debe ser evidente que no se pueden separar como algunos pueden pretender.  De hecho una de las principales contribuciones que tiene la encíclica es destacar la necesidad de una visión integral de las interrelaciones y la consideración de soluciones integrales e integradas.

La encíclica no es sobre cambio climático como se difunde comúnmente en los medios en análisis superficiales, es sobre la ecología entendida como las relaciones entre los organismos vivientes (en este caso el énfasis en el ser humano) y el ambiente donde se desarrollan.  Obviamente que el cambio climático es parte de esa ecología y al ser motivo de creciente preocupación tiene una extensa y detallada cobertura que resulta ser un excelente compendio del conocimiento sobre el tema.  Si el lector no tiene tiempo para ver los millares de documentos, debe leer el Capítulo Primero. 

Pero la preocupación es sobre el impacto desproporcionado que el deterioro del medio ambiente, no solo por el cambio climático,  sino además por el consumo desordenado de los escasos recursos naturales, tiene sobre las poblaciones más vulnerables. Y va más allá y cubre además temas como la ecología cultural (patrimonio histórico) y la ecología de la vida cotidiana (calidad de vida de las ciudades).  Y esto es complementario a la enseñanza tradicional de la Iglesia de que el desarrollo económico, para ser moralmente bueno y justo, debe tomar en cuenta las necesidades de las personas en cosas como la libertad, educación y trabajo digno.

Parece estar escrita para tratar de influenciar las reuniones del COP 21 (Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas), a celebrarse a finales de año en París, donde se deberían lograr acuerdos sobre la mitigación del cambio climático.  La encíclica podría verse como el documento de posición de la Santa Sede (es Estado observador en esas reuniones) en esas negociaciones, pero siendo un documento además de la Iglesia Católica, va mucho más allá y su objetivo parece ser llamar la atención sobre las relaciones entre el medio ambiente y el ser humano y viceversa, con énfasis en el impacto sobre los pobres. 

“No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental.  Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza” (#139)

La Encíclica es relativamente extensa, y siendo “….un documento dirigido a todas las personas de buena voluntad”, se beneficiaría de tener un resumen ejecutivo, aunque ello sea anatema en una Encíclica.    La cobertura mediática está revelando una lectura muy parcial y selectiva y a veces fuera de contexto.   La versión en español se extiende por 87 páginas con 246 párrafos, distribuidos en seis capítulos.

El semanario The Economist ha sido uno de los primeros en reaccionar a la encíclica en un análisis muy preliminar en el blog de Erasmus (Religión y Política Pública).  Ese semanario tiene una política editorial liberal (en el sentido europeo de la palabra), sin embargo reconoce las causas humanas del cambio climático y la necesidad de medidas urgentes.  Dice que “… buena parte podría haber sido escrita por una ONG secular ambientalista como documento de base para la Cumbre sobre Cambio Climático de Paris a fines de año.....” También dice que “… comparada con otras encíclicas esta es mucho más accesible ... legible … y aceptable para los no cristianos y no teólogos…. (énfasis añadido). 

No está escrita en el lenguaje convencional de encíclicas anteriores y es que el Papa Francisco está demostrando no ser un papa convencional.  Contiene una mezcla de estilos desde el de un documento científico escrito para personas no expertas, pasando por un manifiesto de ONGs,  hasta una encíclica más tradicional con énfasis en las enseñanzas de las escrituras y los pensadores cristianos, incluyendo santos y papas.  Parece obvio que ha sido escrita a muchas manos.  Posiblemente todas la encíclicas lo sean, o por menos ha habido muchos asesores por detrás, ya que es imposible para una sola persona dominar todos los conocimientos requeridos especialmente para una tarea tan compleja como esta (no me imagino al Papa Francisco escribiendo el Capítulo Primero).  Pero a pesar de la extensión y la diversidad de estilos, es coherente en el mensaje sobre la necesidad de cuidar la casa común y sus habitantes y tiene el alto valor agregado de ponerlo todo en el contexto de la dignidad humana.

De la encíclica se desprenden dos motivaciones para el involucramiento de la Iglesia Católica en estos temas de ecología, una es la preocupación por los efectos de la degradación del medio ambiente sobre las personas, especialmente sobre la desigualdad social y el impacto sobre los pobres y la otra es el derecho de usar los bienes de la tierra con el que vienen las responsabilidades de “proteger, cuidar, preservar, conservar vigilar”.  La encíclica enmarca la segunda en la discusión más teológica de la sabiduría de las escrituras, pero enfatiza la primera en la discusión más técnica de la depredación ambiental.

Está consciente de que hay muchos no creyentes que creen que la riqueza de las religiones no tiene nada que aportar a estos debates y se pregunta qué tiene que ver la convicción de la fe con la crisis medioambiental:  “la convicción de la fe ofrece grandes motivaciones para el cuidado de la naturaleza y de los hermanos y hermanas más frágiles”(#64) ..... “…ninguna rama de las ciencias ni ninguna forma de sabiduría puede ser dejada de lado (#63)..... la religión y la ciencia que proporcionan diferentes puntos de vista sobre la realidad pueden entrar en un diálogo intenso y productivo para ambas” (#62) Ambas, ciencia y religión tienen mucho que contribuir.  Reconoce que “….la Iglesia no tiene porqué proponer una palabra definitiva y entiende que debe escuchar y promover el debate honesto entre los científicos…pero basta ver al realidad para darse cuenta del gran deterioro de nuestra casa común….” (#61)

Postula que el elevado nivel de vida de los países desarrollados en buena parte ha sido basado en la explotación y degradación de los recursos naturales de los países más pobres, generando un “déficit ecológico”. “Conocemos bien la imposibilidad de sostener el actual nivel de consumo de los países más desarrollados y de los sectores más ricos de las sociedades, donde el hábito de gastar y tirar alcanza niveles inauditos. Ya se han rebasado ciertos límites máximos de explotación del planeta sin que hayamos resuelto el problema de la pobreza”. (#27)

También tiene algunas palabras para la miopía y falta de grandeza de los políticos y gobernantes: “El drama del inmediatismo político, sostenido por poblaciones consumistas, provoca la necesidad de producir crecimiento a corto plazo.  Respondiendo a intereses electorales, los gobiernos no se exponen fácilmente a irritar a la población con medidas que puedan afectar el consumo o poner en riesgo inversiones extranjeras. …. La grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo.  Al poder político le cuesta mucho asumir este deber en un proyecto de nación . (#178)

Y para muestra un botón.  Antes de publicarse ya está teniendo impacto en el segundo productor de gases de efecto invernadero, EEUU, donde las discrepancias políticas internas han dificultado su plena participación en los acuerdos internacionales.  Ojalá la encíclica contribuya a una posición positiva en los próximos acuerdos (seguramente tendrá menos impacto en el primer emisor, China). 

Un grupo que seguramente se sentirá muy afectado son los muchos políticos conservadores de EEUU y sus seguidores (republicanos) que tienen en común la negación del cambio climático y muy poco interés por el impacto sobre los países y personas pobres.  Algunos han ya expresado su desagrado por la intervención del Papa en el tema y uno de ellos, el católico Jeb Bush, precandidato republicano a la Presidencia (y puede haber cuatro precandidatos católicos más), ha dicho “yo no recibo la política económica de mis obispos, de mis cardenales o del Papa…….creo que la religión debe preocuparse de hacernos mejores como personas y menos de las cosas que terminan cayendo en el terreno de la política”.  Esto es consistente con la tradición de EEUU de la separación entre religión y gobierno, y acusa al Papa de meterse en política.  Pero parece que, selectivamente, ignora el hecho de que las personas y su bienestar deben ser también el objeto de la política.  La misma encíclica ya le responde: “… un verdadero planteo ecológico se convierte en un planteo social…..para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres(#49).  Y el Papa ya dijo en alguna ocasión: “la política y las políticas están en el núcleo de la enseñanza de la Iglesia”.

Otro prominente republicano, aludiendo indirectamente a la nacionalidad del Papa, dice que con la encíclica “el Papa nos quiere imponer un socialismo latinoamericano” y que el gran perdedor será el, que “no entiende a la Iglesia Católica de EEUU”.  ¡La pelea en EEUU será dura!


Algunas implicaciones para la responsabilidad de la empresa ante la sociedad.

  • Responsabilidad empresarial


Se puede alegar que toda la encíclica se refiere a la responsabilidad de la empresa ante la sociedad.  El mensaje central de la encíclica es que debemos tomar acciones para evitar el deterioro de la “casa común” y evitar o mitigar los impactos que ello tiene sobre la población sobre todo sobre los pobres.  Mucho de ese deterioro es atribuible a las acciones de las empresas (aunque también de los gobiernos, de otras instituciones y de los individuos).  Buena parte de la encíclica se dedica a destacar los efectos perniciosos que las empresas pueden tener al perseguir la maximización de beneficios, en particular con una visión cortoplacista y sin valorar adecuadamente los impactos que tiene, en particular sobre el medio ambiente y las personas.

La definición más simple y poderosa de la RSE es la de Comisión Europea:  Responsabilidad de las empresas por sus impactos en la sociedad” .  Claro está que la definición no especifica cómo debe asumirse la responsabilidad por esos impactos sociales y ambientales ni cómo deben ser valorados[i].  Por ejemplo, en el caso de los impactos ambientales no es que las empresas no los asuman, pero si los asumen lo hacen a un valor muy inferir a su valor real.  Si contribuyen a la emisión de gases de efecto invernadero muy posiblemente no paguen por el daño que le están haciendo al planeta y a las generaciones futuras, por mucha compensación de emisiones o programas de eficiencia energética que hagan.  Por ejemplo, no pagan por el potencial costo de las inundaciones que sufrirán los pobres que viven en áreas vulnerables.  No queremos decir que el costo sea medible, pero no es cero. Y algunas aproximaciones al costo a la sociedad ya se han efectuado vía el “precio del carbono”, que la sociedad podría cobrar sobre el contenido del carbono emitido.  Esta fuera de esta breve reseña como esto podría compensar los impactos sociales, especialmente sobre los pobres, pero baste decir que es posible[ii]Y este es uno de los temas principales de la encíclica: Reducir el impacto y una manera de reducir el impacto es que tenga un costo para el que lo hace. [iii]

Ataca la irresponsabilidad de algunas multinacionales que operan en los países menos desarrollados “….que hacen lo que no les está permitido hacer en los países desarrollados, o del llamado primer mundo…..y cuando se retiran dejan atrás grandes pasivos humanos y ambientales, como la desocupación, pueblos sin vida, ….deforestación, ….. y algunas obras sociales que yo no pueden sostenerse…” (#51). Severa crítica a la responsabilidad social de algunas empresas, destacando la diferencia entre la verdadera responsabilidad y el lavado de cara de “algunas obras sociales” y los múltiples estándares de comportamiento que usan dependiendo de las consecuencias que tenga para ellas.

Y vuelve a reiterar los llamados de Juan Pablo II (en Centesimus Annus) y de Benedicto XVI (en Caritas in Veritate) a la inclusión en el círculo de intercambio, en la actividad económica, de los menos favorecidos que para las empresas se puede traducir en negocios inclusivos y en la base de la pirámide y la creación de empleos dignos y pone es se lugar la filantropía pura y dura: “En este sentido, ayudar a los pobres con dinero siemrpe debe ser una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objertivo debería ser permitirles una vida digna a través del trabajo……El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino d ela maduración, de desarrollo humano y de realización personal….Dejar de invertir en las personas para obtener un rédito inmediato es muy mal negocio para la sociedad (#128).  O como dijo la Carta pastoral de los obispos de EE.UU. (Justicia económica para todos, 1986) “Deben evitarse los programas paternalísticos que hacen mucho por los pobres pero muy poco con los pobres.”

  •  Consumo y consumidores


Propone, muy acertadamente en mi opinión, que lo consumidores utilicen su poder para afectar la responsabilidad de las empresas: “Es lo que ocurre cuando los movimientos de consumidores logran que dejen de adquirirse ciertos productos y así se vuelven efectivos para modificar el comportamiento de las empresas, forzándolas a considerar el impacto ambiental y los patrones de producción.  Es un hecho que, cuando los hábitos de la sociedad afectan el rédito de las empresas estas se ven presionadas a producir de otra manera. Ello nos recuerda la responsabilidad social de los consumidores,  Comprar es siempre un acto moral y no solo económico”. (#206).

  • Responsabilidad de los mercados. Maximización de ganancias.


En varios párrafos donde se discute lo inadecuado de los mercados cuando involucran bienes y males ambientales y la consideración de las poblaciones menos favorecidas, tiende a tomar una posición extrema.  Quizás se confunden los mercados como entes facilitadores de transacciones con su operación que involucra la avaricia y cortoplacismo de algunos de sus operadores, la desinformación de algunos participantes y la incompetencia de algunos gobiernos en su regulación y compensación de sus imperfecciones.  Lo que hay que atacar es la operación de los mercados y sus actores, de lo contrario se corre el riesgo de desechar mercados que funcionan o pueden funcionar adecuadamente. En este sentido se echa de menos una discusión de las fallas de los gobiernos en la protección de medio ambiente y de las personas y una discusión sobre las políticas públicas y la regulación de las imperfecciones de los mercados. 

Por ejemplo, hablando de la problemática del acceso a agua  dice que “En algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este escaso recurso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado.  En realidad el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por los tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos.” (#30) Aquí parece suponer que el gobierno, especialmente en países en vías de desarrollo, es capaz de proporcionar los servicios públicos eficientemente.  La gestión debe ser lo más eficiente posible y si ello implica alguna participación del sector privado, debería ser bienvenida.  Si corresponde al estado asegurar el suministro a cada estrato de la población a los precios que le correspondan a través de las regulaciones pertinentes, pero no necesariamente que lo haga directamente ese estado.  La ineficiencia y el malgaste de los recursos públicos es un mal de mayor envergadura que la corrupción, y es inmoral.  Algunas empresas abusan de la avaricia, pero el sector público lo hace con la ineficiencia.  

Y se destaca en varias ocasiones los efectos perniciosos del objetivo de maximización de beneficios: “En algunos círculos se sostiene que la economía actual y la tecnología resolverán todos los problemas ambientales, del mismo modo que se afirma …….que los problemas del hambre y la miseria del mundo simplemente se resolverán con el crecimiento del mercado……no parece preocuparles una justa dimensión de la producción, una mejor distribución de la riqueza, un cuidado responsable del medio ambiente o los derechos de las generaciones futuras. Con sus comportamientos expresan que el objetivo de maximizar los beneficios es suficiente. Pero el mercado por sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social (#109).  Y aquí me parece que faltó hablar de la responsabilidad del estado en la regulación de estos mercados y la redistribución de ingresos

Enfatiza la necesidad tomar en cuenta que no todas las externalidades (no esa este término) no pueden ser cuantificadas (no todo que se puede contar cuenta ni todo lo que cuenta se puede contar) y de evitar el cortoplacismo: “En este contexto, siempre hay que recordar que la protección ambiental no puede asegurarse en base al cálculo financiero de costos y beneficios.  El ambiente es uno de esos bienes que los mecanismos del mercado no son capaces de defender o de promover adecuadamente.  Una vez más, conviene evitar una concepción mágica del mercado, que tiende a pensar que los problemas se resuelven solo con el crecimiento de los beneficios de las empresas o de los individuos, ¿Es realista esperar que quien se obsesiona por el máximo beneficio se detenga a pensar en los efectos ambientales que dejara a las próximas generaciones?.........no se considera seriamente el valor real de las cosas, su significado para las personas y las culturas, los intereses y las necesidades de los pobres.” (#190) “……las empresas obtienen ganancias calculando y pagando un ínfima parte de los costos. Solo podría considerarse ético un comportamiento en el cual los costes económicos y sociales que se derivan del uso de recursos ambientales comunes se reconozcan de manera transparente y sean sufragados totalmente por aquellos que se benefician y no por otros o por las futuras generaciones” (#195). Aunque  no lo dice, parece apoyar la idea del pago por los llamados  “servicios ambientales” y en particular el precio del carbono (que debería reflejar el costo implícito de los daños futuros), al hablar de incluir todos los costos.

Dos oraciones

Y después de extensa discusiones técnicas, económicas, políticas y teológicas se termina con lo más sencillo, dos oraciones que en buena parte lo resumen todo.  Reproduzco solo dos pequeñas partes:

“Sana nuestras vidas, para que seamos protectores del mundo y no depredadores, para que sembremos hermosura y no contaminación y destrucción. Toca los corazones de los que buscan solo beneficios a costa de los pobres y de la tierra.”

“Ilumina a los dueños del poder y del dinero para que se guarden del pecado de la indiferencia, amen el bien común, promuevan los débiles y cuiden este mundo que habitamos”






[ii] El lector interesado puede consultar el informe del Banco Mundial: “Decarbonizing Development: Three Steps to a Zero Carbon Future,” 

[iii] La provincia de British Columbia en Canadá tiene un exitoso programa donde se cobra un impuesto por las emisiones cuyos ingresos has sido utilizados para reducir otros impuestos y para programas sociales.  Australia también tenía un programa exitoso pero cuando llego al poder un gobierno de derechas lo eliminó.  En ambos caso se reduce el consumo de bienes que contribuyen a las mayores emisiones.