domingo, 4 de noviembre de 2018

Reduccionismo en la RSE: El total debe ser mayor que la suma de las partes



A medida que se va popularizando la RSE, se va corrompiendo el concepto.  Centenares de expertos tienen que escribir sobre el tema. Se crean medios de comunicación (sitios de internet, blogs, etc.) dedicados a la RSE. Los medios existentes, en particular periódicos y revistas, se sienten forzados o por lo menos atraídos a considerarlo, porque está de moda.  Los consultores y las empresas de consultoría deben inventar nuevos nombres o variantes para poder parecer que están agregando valor, que son innovadores. Instituciones públicas y privadas quieren aprovechar la popularidad del asunto para atraer atención y se crean instituciones, premios, rankings, calificaciones, etc. sobre las empresas o individuos “más responsables” (como un ejemplo de la corrupción del concepto ver mi artículo Premios de RSE a dirigentes: ¿De qué? ¿Qué valor agregan?).

ADVERTENCIA: Querido lector este es uno de mis artículos didácticos extensos, toma tiempo.

Los que hemos querido promover el comportamiento responsable en las empresas pretendemos que sea más conocida.  Lamentablemente con ello ha surgido el riesgo, muy real, de su “superficialización”, de su banalización.  A medida que más personas, medios e instituciones se involucran, mas superficial se hace su consideración.  Lo “mal aprenden” un día y pretenden ser expertos al día siguiente. La cantidad conspira contra la calidad.  Y en los medios académicos sucede todo lo contario, donde para poderse distinguirse de las investigaciones ya publicadas se debe escribir algo nuevo, forzando la producción de investigaciones cada vez más esotéricas [1].  Los que trabajan dentro de las empresas para mejorar su responsabilidad se encuentran entre lo banal y lo esotérico y deben crearse su propia disciplina, en especial en las empresas más avanzadas.

La popularidad de la RSE está llevando a dos tendencias no muy favorables a su adopción e implementación por parte de las empresas.  Por una parte, la trivialización en los medios de gran difusión y por otra la abstracción en los medios académicos.  Las empresas necesitan conocimientos rigurosos pero prácticos.  En este artículo, dirigido a los que ejercen, analizamos las consecuencias de esa banalización sobre la responsabilidad en la gran mayoría de las empresas.  También analizamos la situación en las empresas más avanzadas. Y otro artículo hemos analizado el caso opuesto de la abstracción de las investigaciones académicas. [2]

I.                Deconstrucción de la RSE

La banalización de la RSE ha conducido a la corrupción del concepto y lo ha reducido de un modelo de gestión empresarial integral a un conjunto de acciones en temas sociales y medioambientales, muchas veces aisladas y esporádicas, que han llevado a muchas empresas a creer que asumir su responsabilidad ante la sociedad es “hacer cositas”.  Ante la complejidad de esa responsabilidad muchos medios y expertos, en aras de explicarla y facilitar su implementación, la han simplificado y han recurrido a la tipificación de actividades.  Con esta simplificación se ha estimulado la confusión y por mirar los componentes se ha perdido la visión del conjunto.  Missing the forest for the tres, los árboles impiden ver el bosque

En la mayoría de los casos se le reduce a un conjunto de actividades calificadas en tres grandes categorías; Ambientales, Sociales y de Gobierno corporativo, lo que se conoce también como las siglas ASG (en inglés: ESG, Environment, Social, Governnace).  Esta tipificación es común en las agencias calificadoras de riesgos, en los análisis de inversiones, en la producción de informes de sostenibilidad, en los cuestionarios para la autoevaluación de la RSE (ver Guías para la Responsabilidad Social en las PyMEs: Efectividad de las herramientas de autoevaluación).  Esta tendencia generalizada a llevado a considerar la RSE como un conjunto de actividades incluidas en una lista de control. 

II.              Reduccionismo contraproducente

Esto lleva al reduccionismo de la RSE. Hay varias definiciones de “reduccionismo” que permiten explicar claramente el problema de la concepción popular de la RSE:

“Reduccionismo: la posición intelectual que asegura que entidades complejas no forman nada que vaya más allá de la suma de sus partes —las partes que forman el todo, estudiadas en sí mismas, dan la explicación de la entidad o sistema complejo.”, o bien

 El reduccionismo es el enfoque filosófico según el cual la reducción es necesaria y suficiente para resolver diversos problemas de conocimiento., y

Simplificación excesiva de lo que es complicado”.

La suma de las actividades a las cuales se ha reducido la RSE no constituye la responsabilidad social de la empresa ante la sociedad. Esta responsabilidad “va más allá de la suma de sus partes”, las partes no son “suficientes para resolver su conocimiento”, y es una “simplificación excesiva”.  Esas actividades son sólo algunas manifestaciones de esa responsabilidad que podemos llamar genéricas.  Genéricas en el sentido de que pretendiendo que las actividades sean de aplicabilidad universal, para todo tipo de empresas, se tiende a reducir a una serie de actividades supuestamente comunes en todas las empresas, por ejemplo, emisiones de gases de efecto invernadero, consumo de agua, medidas de reciclaje, igualdad de género, empleo de poblaciones menos favorecidas, beneficios sociales, códigos de ética, etc., alrededor de las cuales giran sus informes de sostenibilidad.

Este reduccionismo tiene varias consecuencias negativas para la empresa y la sociedad: Primero, se desvirtúa la verdadera responsabilidad social de la empresa al reducirla a prácticas individuales independientemente de la congruencia con su estrategia empresarial; y, segundo lleva a las empresas a invertir recursos en actividades, independientemente del impacto que puedan tener en la sociedad y en su situación. La estrategia termina siendo dictada por una lista de actividades que estimula a las empresas a “hacer de todo un poco” para no parecer que tiene omisiones, en contraposición a la lógica empresarial de que las empresas deben ejercer su responsabilidad de acuerdo a sus capacidades, sus impactos en la sociedad y en la empresa y las demandas de sus stakeholders críticos, entre otros aspectos (para mayores detalles ver Materialidad: 12 principios básicos y una metodología para la estrategia de RSE. Ia. Parte y IIa. Parte).

La gran mayoría de las empresas operan bajo este esquema reduccionista, pero es de destacar que hay excepciones y algunas empresas y medios más avanzados logran ir más allá de meras actividades sueltas y operar desde el conjunto.  Analizamos esto en el Apéndice a este artículo.
 
III.           El conjunto es superior a la suma de las partes

1.      Responsabilidades específicas

Pero lo más importante es que este conjunto no representa el todo. Se omiten, en mayor o menor grado las responsabilidades que podríamos llamar específicas, de cada caso particular, no tipificables en las listas universales y también una serie de factores, que constituyen una envolvente, que están por encima de las actividades genéricas y específicas que producen la sinergia para que la RSE sea mayor que la suma de las actividades “responsables” y tenga efectividad.  Varios ejemplos nos permitirán ilustrar las responsabilidades específicas: instituciones financieras, organizaciones de la sociedad civil, los medios de comunicación y empras de bebidas alcohólicas.  La envolvente la consideraremos más adelante.

¿Cuál es la responsabilidad ante la sociedad de las instituciones financieras?  Todas pueden y deben llevar a cabo las actividades responsables genéricas que les sean pertinentes (medio ambiente, comunidad, empleados, etc.).  Pero para estas empresas lo más crítico son las responsabilidades específicas.  Una institución financiera suele tener capacidades muy superiores a las de sus clientes, que generalmente son poco versados en temas financieros, están en una relación muy asimétrica, de allí que las responsabilidades específicas se refieran a no aprovecharse de esta asimetría.  Sus responsabilidades específicas pueden tener un impacto social muy superior a las genéricas: Los productos responsables, adecuados a las necesidades y capacidades de los clientes, no abusos del cliente y su educación financiera.  Los grandes volúmenes de recursos que manejan hacen que puedan tener un elevado impacto a través de las inversiones y préstamos en proyectos y actividades que contribuyan al desarrollo de la sociedad, responsablemente.  Por otra parte, tienen la responsabilidad de buscar la máxima eficiencia operativa y financiera para no traspasar los costos al ahorrista en forma de menores tasas y a los prestamistas en forma de mayores tasas de interés (margen de intermediación). Sería de esperar que la competencia entre instituciones llevara a una equiparación de los márgenes, pero la práctica ello no sucede.  Es posible pero complejo cambiar de institución financiera. Dado los grandes volúmenes que manejan, los elevados sueldos y la suntuosidad de muchas oficinas esto puede ser menospreciado.  Y estas instituciones tienden a tomar grandes riesgos porque con ello vienen grandes rendimientos para los dirigentes y accionistas (sueldos, bonos y dividendos), pero si producen quebrantos, los costos son absorbidos por los gobiernos y traspasados a las sociedad, en forma de mayores impuestos o menos servicios (para no alargarnos remitimos al lector al artículo  ¿Cuál es la responsabilidad social de las instituciones financieras?). Y estas responsabilidades, generalmente omitidas de las listas, van mucho más allá de las responsabilidades genéricas para toda empresa sobre los empleados, comunidad, medio ambiente, etc.

Como otro ejemplo consideremos una organización de la sociedad civil, por ejemplo, una que intermedia fondos de donaciones para colocarlas en proyectos de bienestar social.  La ejecución de su mismo mandato parece que ya descargara su responsabilidad ante la sociedad.  Como en el caso anterior también tendrá responsabilidades genéricas, pero aquí también las críticas son las específicas, referidas a la ejecución de su mandato.  Su mayor responsabilidad, como en las instituciones financieras, es la efectividad y eficiencia en la intermediación de los recursos.  Tienen la responsabilidad de seleccionar proyectos que contribuyen efectivamente al bienestar de la sociedad, que sean socialmente responsables en todo sentido, que sean ejecutados eficientemente y deben rendir cuentas con responsabilidad (accountability y transparencia) por sus actividades.  No basta con presumir de la cantidad de recursos obtenidos y colocados, lo que cuenta es la calidad y el impacto de sus actividades. Estas responsabilidades suelen ser desatendidas en estas instituciones, primero por pensar que les basta con hacer el bien, y segundo que no suelen ser los mejores ejemplos de gestión de escasos recursos y de proyectos, no suelen ser sus puntos fuertes.  En estas instituciones su responsabilidad es hacer el bien lo más efectiva y eficientemente posible, lo que tampoco suele aparecer en las listas de actividades genéricas.  

Los medios de comunicación también tienen sus responsabilidades genéricas, con mayor o menor énfasis en algunas de las actividades, por ejemplo, el medio ambiente será un tema más relevante para la prensa escrita (papel, tinta, combustible) que para la electrónica.  Y también tienen responsabilidades específicas que suelen no estar en las listas.  Dado su poder de influencia, deben ser responsables en la obtención, procesamiento y diseminación de información veraz, de información que el público necesita conocer, ser políticamente imparciales (cada vez menos factible), distinguir el análisis de las opiniones, tratar de educar al público sin pretender manipularlo, analizar informaciones contenciosas, incluyendo los diferentes puntos de vista, evitar el sensacionalismo (periodismo amarillo) y la propagación de rumores y temores. Y tienen una responsabilidad importante en la responsabilidad social del resto de las empresas e instituciones, denunciando las irresponsabilidades y destacando los buenos ejemplos, evitando la publicación de informaciones distorsionadas pagadas por las empresas, instituciones o gobiernos para influenciar la opinión publica. 

Y por último consideremos el caso de una empresa de bebidas alcohólicas, producto este muy propenso al consumo irresponsable.  Sería extremista decir que su responsabilidad es no producirlos por el mal que pueden causar a la sociedad, o que sean responsables por su consumo.  Pero no pueden eludir completamente esta última responsabilidad. Es su responsabilidad ejercer el control, que esté a su alcance, sobre el consumo responsable, poniendo límites de cantidad o localización del consumo, donde sea factible, educando al consumidor. Puede parecer utópico, pero en EE.UU. ha habido casos donde se ha determinado responsabilidad legal del anfitrión por un accidente ocurrido como consecuencia del consumo de alcohol en su casa.  Todavía no se ha llegado al caso de asignar responsabilidad legal al productor de las bebidas, pero sí en el caso de las tabacaleras, por no destacar los peligros de su consumo. 

Estas empresas suelen destacar en sus reportes de sostenibilidad las responsabilidades genéricas evitando el riesgo de reportar sobre las específicas.  Por ejemplo, pueden destacar la producción sostenible de sus ingredientes, la contribución al desarrollo de una agricultura sostenible y el apoyo técnico y monetario a los agricultores, el consumo y reciclaje de agua, etc. ¿Puede una empresa de bebidas alcohólicas o una tabacalera ser considerada responsable?  No, porque sus productos tienen costos que superan los beneficios para la sociedad.  Pero si puede decir que tienen “prácticas responsables” y mientras más impacto positivo mejor.  Otro ejemplo en estas mismas líneas, pero más extremo, es el caso de las empresas de juegos de azar y apuestas (casinos, casas de apuestas, etc.).  No hace falta entrar en detalles para ver que todavía es más difícil alegar responsabilidad social en estas empresa, pero ello no obsta para que produzcan informes de sostenibilidad, destacando las actividades de tipo genérico y filantrópico y queriendo aparecer como responsables (ver el informe de Codere y algunos de los problemas que provoca en las comunidades donde establecen casas de apuestas).

2.      La envolvente: gestión de la responsabilidad

Pero aún la suma de las actividades genéricas (tradicionales) y las específicas no constituyen el total de la responsabilidad social de las empresas.  La inclusión de estas últimas, como vimos en los ejemplos anteriores, se acerca a una visión más holística de esa responsabilidad (holismo: doctrina que propugna la concepción de cada realidad como un todo distinto de la suma de las partes que lo componen).  Pero todavía falta un elemento clave, la envolvente, la gestión del conjunto, que aumentará la suma.

La empresa puede llevar a cabo todas esas actividades y todavía resultar un conjunto sin sinergia.  Hace falta la integración de todas en un conjunto coherente, sostenible en el tiempo, gestionado de forma efectiva, con visión de largo plazo. Las actividades deben enmarcarse en una estrategia integral, con el convencimiento y participación de la totalidad de los empleados y dirigentes, incluyendo el Consejo Directivo, con participación de los stakeholders críticos, con actividades y gestión debidamente financiadas, con procesos alineados con la responsabilidad (toma de decisiones, incentivos, gestión del personal, etc.), con coordinación y refuerzo mutuo de las diferentes actividades, integradas, y, de ser posible, con el respaldo de los dueños y accionistas.  Y todas estas acciones deben ser dirigidas a tener efectividad e impacto real, no solo reputacional.  El propósito de la empresa debe incluir un reconocimiento del papel que ésta juega en la sociedad.  Todo esto debe ser parte de la cultura de la empresa, del comportamiento cotidiano de todos sus miembros (ética, honestidad, responsabilidad individual, vocación de servicio) [3] (ver la serie de cuatro artículos Cultura empresarial y cultura de responsabilidad social: ¿Cómo debe ser la cultura para que sea de responsabilidad?).  Por ejemplo, no basta con tener códigos de comportamiento o de ética, lo que importa es el comportamiento.  De hecho, en una cultura de responsabilidad no deberían ser necesarios.

Esta envolvente, que produce la sinergia muy difícil de lograr, es generalmente ignorada en la evaluación de la responsabilidad social de la empresa, no suele estar considerada como parte del gobierno corporativo, y difícilmente medible con indicadores, pero es clave para que la suma sea mayor que las partes.

IV.            En resumen: El total de la responsabilidad de la empresa ante la sociedad

Con su popularización, la responsabilidad de la empresa ante la sociedad se ha tendido a simplificar y a reducir a una serie de actividades, que individualmente pueden ser responsables, pero que en el conjunto dejan mucho que desear. Concebidas así suelen ser actividades muchas veces aisladas de la estrategia empresarial y aisladas entre sí, ocasionales, efímeras y no sostenibles en el tiempo. Es necesario regresar a la verdadera responsabilidad empresarial como una modalidad de gestión a todo lo largo y ancho de la empresa y a lo largo del tiempo, como una manera y su razón de ser (no basta con “hacer cosas”).  Con el reconocimiento de que la empresa puede funcionar porque la sociedad se lo permite, le permite usar los recursos sociales y ambientales (personas, materias primas, espacio, aire, agua, etc.) y la favorece con la adquisición de sus productos y servicios.  Esta responsabilidad va mucho más allá de la suma de aquellas actividades genéricas y requiere del reconocimiento de sus responsabilidades específicas, derivadas del ser la empresa que es, y de las sinergias que supone la integración de la gestión de la empresa en una cultura sostenible de responsabilidad.



APENDICE: ¿Y las empresas más avanzadas?

Las empresas más avanzadas suelen mitigar estos riesgos de banalización y reduccionismo, al tener una visión más clara del conjunto de sus responsabilidades, en gran parte fomentada por la producción de informes se sostenibilidad de acuerdo a los estándares del GRI, y mejor todavía si preparan un informe integrado de acuerdo a los lineamientos del IIRC (ver ¿Qué integran los informes integrados?).  El hecho de que sean calificadas por agencias calificadoras en sostenibilidad también las lleva a integrar las partes en un conjunto que es mayor que la suma. Pero es de destacar que esto se limita a algunos centenares de empresas y aun el hecho de que informe sobre su sostenibilidad en el contexto más amplio no quiere decir que lo hagan, que tengan los sistemas de gestión y la cultura necesarias, pero el hecho de tener que producir esta información los lleva a considerar las acciones que son necesarias poner en práctica.  La mayoría del resto de las decenas de millones de empresas y la gran mayoría de los medios todavía conciben la responsabilidad ante la sociedad como un conjunto de actividades.  Pero aquellas son las más visibles y el público puede creer que esa excepción representa la mayoría.  Pero pueden servir de ejemplo.  La discusión que sigue no pretende ser un análisis exhaustivo de los requerimientos de reporte del GRI, SASB y del IIRC, solo ofrece algunos comentarios paras situarlos en el contexto de la discusión precedente.

Si la empresa sabe que es evaluada de esta manera, buscará reportar actividades en cada una de ellas para mejorar su calificación.  ¿Pero es esa calificación representativa de la responsabilidad de la empresa ante la sociedad, de su contribución al mejoramiento de esa sociedad? ¿Incluyen las actividades específicas y la envolvente que mencionábamos en el texto en los indicadores del GRI, del SASB y los de las empresas calificadoras en sostenibilidad? Y aun cabe preguntarse ¿Son todas estas actividades materiales para la empresa? ¿Tienen impacto tangible?

Para la evaluación de la responsabilidad de las empresas (sostenibilidad) una de más reputadas agencias de calificación, MSCI, usa la lista de página siguiente, puntuando cada una de las actividades y asignando luego una calificación global.  Si el lector recuerda las actividades específicas que mencionamos arriba puede ver que solo algunas están parcialmente cubiertas. Por ejemplo, el tema de la responsabilidad del producto cubriría algunas de las mencionadas para las instituciones financieras, las de bebidas alcohólicas y tabaco y el tema del comportamiento empresarial cubriría muy parcialmente la envolvente.  No se evalúa la estrategia ni la gestión de la responsabilidad, sus recursos, la cultura empresarial, la integración en un todo, etc.  Como ejercicio incitamos al lector a analizar esta lista en el contexto de la discusión para determinar si en efecto las calificaciones de sostenibilidad pueden evaluar la verdadera responsabilidad de la empresa ante la sociedad.  
  



Otros instrumentos muy influentes son los estándares e indicadores del GRI y los indicadores del SASB (Sustainability Accounting Standards Board), usados para la preparación de los informes de sostenibilidad y que pueden influir en las actividades al tener que reportarlas. Estos son indicadores que pretenden medir la “actividad” de las empresas en cada una de decenas de actividades, lo que también puede a conducir a la fragmentación de la visión global, a ver cada actividad por separado.  Como las calificaciones de sostenibilidad no contienen indicadores sobre el envolvente más allá de descripciones de prácticas y procesos, e incluir, por ejemplo, información sobre la ética y la integridad dentro de la empresa, responsabilidades y procesos para la gestión de la sostenibilidad e involucramiento de stakeholders, entre otros elementos. No cubren aspectos sobre la responsabilidad del producto.  Los estándares incluyen listas muy exhaustivas e indicadores específicos para múltiples aspectos económicos, sociales y ambientales, pero no cubre las responsabilidades específicas para los sectores industriales, por ejemplo, lo que mencionamos arriba para las instituciones financieras o las bebidas o las de organizaciones de la sociedad civil.

El esquema del IIRC para la preparación de reportes integrados pretende ampliar esa visión de partes hacia el conjunto, de hecho, es su punto fuerte.  Si bien no contiene indicadores, la narrativa que debería incluirse sí pide y permite descubrir algunos de los aspectos mencionados en el envolvente.  Por ejemplo, pide reportar el propósito de la empresa y sus estrategias en general.  Sin embargo, el nivel de detalle sobre temas referidos a la responsabilidad queda a criterio del que reporta.  Recordemos que este no es un esquema para reportes de sostenibilidad sino un reporte de información financiero y no financiera (mayormente estratégica) de las actividades de la empresa.

Tomados todos estos elementos en conjunto permiten separarse de la tendencia de considerar la RSE como actividades sueltas.  Para las empresas más avanzadas e ilustradas los estándares GRI, los indicadores GRI y SASB y el esquema de reportes integrados del GRI constituyen un movimiento (imperfecto todavía) hacia el reporte y, ojalá, la ejecución de una estrategia de responsabilidad total que sea mayor que la suma de las partes.





[1] Un ejemplo de un artículo académico: Accounting for Proscriptive and Prescriptive Morality in the Workplace: The Double-Edged Sword Effect of Mood on Managerial Ethical Decision Making.

[2] Ver mi artículo: La responsabilidad social de los investigadores en responsabilidad social, publicado en número 30 de la Revista de la Responsabilidad Social de la Empresa (Centro de Estudios Sociales Luis Vives),

[3] Un tema que está adquiriendo mucha atención es el del cabildeo y las actividades para influenciar favorablemente las políticas públicas.  Son muy pocas las empresas que destacan estas actividades.  Afortunadamente las calificaciones de sostenibilidad de RobecoSam (empresa que produce la información para el índice de sostenibilidad del Dow Jones pide amplia información cuantitativa y cualitativa sobre estas actividades.  El GRI también tiene un estándar de reporte sobre el tema.


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