El balance de género en los altos niveles de
dirección de las empresas y la brecha de remuneración son temas que han
adquirido un renovado interés en años recientes, en parte por los esfuerzos de algunos gobiernos
nacionales (en especial Noruega y Alemania) e instituciones supranacionales
como la Unión Europea. También ha sido
notorio el interés en los medios académicos de estudiar el impacto que el balance
de género y la brecha de remuneración tienen sobre el rendimiento de la
empresa. Instituciones de la sociedad
civil también se han abocado a demostrar las injusticias del desbalance y la
brecha, como resultado de discriminación explícita e implícita de la mujer en
el ámbito empresarial. Es un tema que ido tomando prioridad entre
los múltiples temas que conciernen a la responsabilidad de las empresas ante la
sociedad (los antecedentes de la problemática se pueden leer en nueve artículos sobre el liderazgo de
mujeres en las empresas, que
he publicado, cinco de ellos con Helena Ancos).
Recientemente se
publicaron dos estudios académicos [1] que
arrojan más luces sobre la problemática de la participación de la mujer en los
altos cargos empresariales.
Uno de ellos, Board Diversity and CEO Selection (por
Atul Gupta y Kartik Raman en el Journal
of Financial Research) analiza el impacto que tiene la diversidad en los
Consejos en el nombramiento de una mujer como Consejero Delegado (Presidente o
CEO) y concluye que mientras mayor sea
el número de mujeres en el Consejo mayor es la probabilidad de que se nombre a
una mujer como CEO, lo cual no es sorprendente. No obstante la relación
entre diversidad y nombramiento es solo estadísticamente significativa cuando
se nombra como CEO a una mujer que sea ya miembro del Consejo, actuando ese
Consejo como pool de candidatas. No
aumenta la probabilidad de que se nombre una mujer externa al Consejo. La
lección parece ser que hay que impulsar que los Consejos tengan más mujeres
para que eventualmente nombren a una de ellas como CEO. Confirma las
presunciones de que para nombrar a una mujer o no se busca mucho por fuera, o
es difícil encontrarlas, o las que ya están en el Consejo actúan en piña para
que nombren una de ellas. Si esto fuera
cierto se podría concluir que es más
fácil para una mujer ser nombrada al Consejo que a la máxima dirección
ejecutiva. El estudio no analiza estas conjeturas. El análisis está basado
en 112 empresas en EEUU que tenían una CEO y de allí que no necesariamente sea
extrapolable a otros países.
El segundo
artículo, Mandatory Gender Balance and
Board Independence (por Oyvind Bohren y Siv Staubo en el European Financial Management),
analiza el impacto sobre la independencia del Consejo y sobre el valor de las
empresas de la imposición de cuotas obligatorias sobre la proporción de
mujeres. El estudo analiza el caso de
Noruega, donde las cuotas obligatorias tuvieron efectividad en el 2008 lo que
lo hace un terreno fértil para este tipo de análisis. El
estudio concluye que el forzar el nombramiento de mujeres en el Consejo amenta
la independencia ya que estas consejeras suelen ser nombrados como consejeras independientes,
no representando a grupos de accionistas, al ser una respuesta a una obligación,
mas que por voluntad propia. Este efecto
es mas pronunciado en las empresas de menor tamaño, que no cotizan en bolsa y
que son relativamente jóvenes. El estudio también concluye que esto tiene
el efecto de reducir el valor de la empresa, especialmente en este tipo de
empresas, que son las que necesitan mas del conocimiento de consejeros dependientes y menos del aporte
que hace la independencia del consejero.
También myuestra que muchas empresas decidieron salir de la bolsa para
no tener que cumplir con la obligacion de las cuotas.
Las implicaciones de estos dos
estudios parecen ser que las cuotas aumentan el numero de mujeres en los
consejos y los hacen mas independientes, que lleva a una mayor probabilidad de
que se nombre a una mujer como CEO, pero tienen el potencial problema de
reducir el valor de la empresa ya que el aporte de los consejeros dependientes
puede ser mas valioso. También
puntualizan la necesidad de expandir el pool de candidatas mas allá de las que ya
son miembrs del Consejo.
En
este mismo sentido vale la pena recordar los resultados de un estudio anterior,
también sobre el caso de Noruega, Breaking
the Glass Ceiling?The Effect of Board Quotas on
Female Labor Market Outcomes in Norway (que comentábamos en el artículo
Cuotas para mujeres en Consejos y Alta Dirección: ¿Son
efectivas?) cuyos resultados resumíamos:
Un resultado positivo de la reforma es que las mujeres que
fueron nombrados en los Consejos tenían mejores cualificaciones que sus
predecesoras y que la brecha salarial entre
hombres y mujeres dentro de los Consejos se estrechó. Se había especulado (el suscrito entre ellos)
que la obligación de nombrar mujeres haría que se llenaran los cargos con
mujeres menos calificadas, e incluso que se mostrase favoritismo hacia
algunas.
Sin embargo, aun cuando
se mejoró la participación de las mujeres en el tope alto de la remuneración
(5% más alto), no se encontró evidencia
de que ello haya permeado en el resto de la organización. La reforma tampoco tuvo impacto en las
mujeres, que igualmente calificadas, no formaron parte del grupo que se
incorporó a los Consejos.
Y lo que es más
significativo, la reforma no afectó la
brecha salarial ni la representación en la gerencia alta de las empresas.
El efecto salarial y de representación parece que se limitó a los Consejos,
donde se impuso la cuota.
De los resultados de estos estudios cabe
preguntarse ¿cuál es el objetivo que pretenden las cuotas? ¿Colocar más mujeres en los Consejos o el
empoderamiento de la mujer en las empresas?
Si es lo primero,
se puede lograr, por decreto. Pero se corre el riesgo de confundir el fin con
los medios. El objetivo debería ser
el empoderamiento de la mujer a todos los niveles de la empresa. La mayoría de las empresas reaccionan a las
regulaciones cumpliéndolas, pero se limitan a ello, a hacer el mínimo necesario
para cumplir.
El problema real
está en las deficiencias del ecosistema de apoyo a la participación efectiva de
la mujer en los altos cargos. En el artículo mencionado concluíamos que:
Las cuotas hacen el supuesto implícito de que
el problema es discriminación, cuando buena parte el problema reside en la
escasez de mujeres preparadas, en su voluntad de hacer esas carreras y en
obstáculos reales o percibidos a su desarrollo. Las cuotas no resuelven
estos problemas, solo son un paliativo temporal, son una aspirina. Se
necesita atacar la enfermedad y la enfermedad es el ecosistema, el entorno….…. Debe adoptarse una
visión y soluciones integrales a la problemática.
Los gobiernos no pueden evacuar sus
responsabilidades a través de la solución simplista de la imposición de cuotas,
ni las empresas deben adoptar la reacción, también simplista, de cumplir con
ellas. Ambas
partes deben trabajar en resolver los obstáculos en el sistema, reales y
percibidos. Es una tarea de largo alcance que requiere perseverancia y no
soluciones simplistas.
Y el aumentar el número de mujeres en el Consejo no
es la solución. Hay que aumentar su
participación en alto cargos y así mejorar las posibilidades de que accedan a
los máximos niveles ejecutivos.
[1] Los artículos solo están disponibles por
subscrición pero si algún lector está interesado le puedo enviar una copia.
1 comentario:
Hola.
Creo que es importante ver las cuotas como una medida más de un conjunto. De la misma forma que ninguna medida en sí misma va a ser capaz de modificar la brecha de género, no por ello las cuotas deberían dejar de utilizarse. La realidad en tozuda y a veces no queda sino "imponer" la ley para que el cambio suceda. Y por supuesto que habrá, además, otras medidas complementarias, también necesarias. En español hay un refrán que aplica muy bien a este caso: "A Dios rogando y con el mazo dando" ;-)
Saludos.
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