¿Cómo será la
empresa del futuro? ¿Cómo evolucionará
su relación con la sociedad? ¿Pueden
seguir las empresas como lo están haciendo ahora?
Pueden pero no
deben. En el futuro las seguirá habiendo
de todos tamaños, colores y sabores, responsables que lo parecen y que lo son,
responsables que no lo son, pero lo parecen e irresponsables que parecen y son irresponsables. Pero más
que hablar de responsabilidad de la empresa, que se nos está quedando pequeño
como concepto y se presta a confusiones, debemos hacerlo del papel de la
empresa en la sociedad [i],
un concepto más amplio, más incluyente. Y es que es la evolución de la sociedad
la que determinará cual será el papel de la empresa. Hablar de la responsabilidad
social de la empresa tiene connotación de que el motor es la misma empresa. Hablar
del papel de la empresa en la sociedad tiene la connotación de que es la
sociedad la que lidera la acción. La
realidad incluye ambas concepciones, pero para analizar el futuro de la empresa
no podemos hacerlo solamente desde su punto vista. La sociedad cada día más está tomando
acciones para influenciar ese futuro.
Este artículo ha
sido dividido en tres partes para hacerlo más accesible al ocupado lector. Será publicado sobre las próximas semanas en
el blog de Cumpetere. En esta primera parte analizaremos la evolución reciente
y la situación actual y en el mediano plazo e la responsabilidad de la empresa
ante la sociedad. En la segunda parte analizaremos
las tendencias de las actuaciones de los tres sectores, provado, público y
sociedad civil y propondremos el modelo de empresa del futuro. En la última parte analizaremos la
factibilidad de este modelo del futuro de la empresa.
Evolución del papel de la empresa en la sociedad. Donde estamos.
Desde que a finales
del siglo XIX se desarrolló la figura legal de la empresa como persona jurídica
con deberes y derechos, como ente independiente de sus dirigentes, dueños y
empleados, la empresa ha visto la necesidad de apoyar a la sociedad en la que
se desenvuelve. Tradicionalmente ha sido
como resultado de la transmisión a la persona-empresa de la responsabilidad como
personas de sus dueños y dirigentes, lo que se ha manifestado mayormente a
través de la solidaridad con segmentos de la población más necesitados. Así se estableció la tradición filantrópica, en parte como continuidad a las actividades
de la iglesia católica desde el medioevo y en América Latina desde la época de
la colonia, que entre sus funciones estaba el suplir algunas deficiencias de los gobiernos en atención a la población, especialmente a los más necesitados.
Con el surgimiento y avance de la sociedad civil, ésta ha absorbido algunas de
estas actividades, financiada por la misma sociedad, los gobiernos y muchas
veces en asociación con las empresas incluyendo sus propias fundaciones. Esta
evolución ha llevado a que se continúe confundiendo la responsabilidad de la
empresa ante la sociedad con el asistencialismo, en su manifestación más
elemental, la filantropía estratégica, en un nivel intermedio, y la inversión
social a un nivel relativamente superior.
Con la evolución
de la sociedad y bajo el liderazgo de algunas empresas se ha pasado a un nivel todavía superior donde
las empresas se involucran directamente y emprenden acciones, muchas veces
aisladas, de acuerdo a su percepción de las demandas y necesidades de sectores
sociales. Pero suelen ser acciones
aisladas al fin y al cabo. Y es aquí donde se encuentran la gran mayoría de las
empresas en América Latina y España. Muchas veces las acciones están
determinadas por las necesidades
percibidas de las sociedad, sus expectativas
sobre lo que deben hacer las empresas y la necesidad de gestionar su percepción. Pero todavía prevalece una
confusión entre asistencialismo, solidaridad y responsabilidad ante la
sociedad.
Y en todo caso damos por descontado el
cumplimiento con las obligaciones legales, que no son negociables. Pero
estas mismas obligaciones no son estáticas, van evolucionado con el desarrollo
de la sociedad y de los mismos gobiernos y no son las mismas en los diferentes
países. Y algunas empresas más avanzadas
se adelantan a lo que podrían ser estas regulaciones en el futuro o cumplen con
regulaciones en vigencia en países con mayor desarrollo relativo.
Algunas empresas más
avanzadas tratan de que esas acciones formen parte de una estrategia integral, a efectos de mejorar la efectividad y eficiencia
de sus intervenciones. Algunas asumen la responsabilidad por los impactos
negativos de sus acciones sobre la sociedad y el medio ambiente. Y las empresas más avanzadas no solo
consideran los impactos negativos sino que potencian
los impactos positivos. Y al nivel
superior, que se acerca a la empresa del futuro, consideran los impactos positivos que todavía no
tienen pero que quieren tener para contribuir a una mejor sociedad donde
ellas mismas puedan prosperar. Estas últimas no lo ven como una actitud
reactiva o protectora, sino positiva y proactiva. Estas son todavía una minoría, visible, buen ejemplo, pero minoría al fin, son la
excepción no la regla. No nos engañemos, la responsabilidad ante la sociedad no está en el DNA de la inmensa mayoría
de las empresas. Debería, pero no está.
El futuro de la RSE está mucho más allá de reducir emisiones, empaques, consumo
de agua, publicar informes de sostenibilidad, donar o apoyar una escuelita,
hacer voluntariado, tratar bien a los empleados, atender bien a los clientes o
plantar arbolitos. No está en hacer
“cositas”, es mucho, mucho más que eso.
Esto son solo manifestaciones parciales de la responsabilidad.
Solo ahora nos
estamos dando cuenta de que lo relevante no es lo que la empresa hace para
quedar bien, para minimizar sus impactos negativos y hacer el bien en el
proceso de hacer negocios. Lo relevante, que es el futuro de la RSE y
de la empresa, es el papel que juega/jugará en el desarrollo de la sociedad.
Poco a poco, y ese
es la mayor progreso, nos hemos dado cuenta de que la empresa opera en un contexto de la sociedad, de que cada una no
es una abstracción, de que cada una no es el sol alrededor de la cual gira el
resto del mundo, de que deben dejar de mirarse el ombligo y levantar la cabeza.
“Yo a lo mío” ya no es una respuesta
aceptable para ninguna empresa. Producir
bienes y servicios, dar empleo, pagar impuestos, hacer donaciones, etc. no es
suficiente. El nivel superior de
producir bienes y servicios responsables, de forma responsable es el ideal actual,
pero en el futuro no será suficiente. Lo
sociedad demanda/demandará una mayor contribución.
La sociedad se ha
dado cuenta de que la empresa le debe su existencia y que forma parte integral
de esa sociedad y por ende tiene derecho
a exigirle no solo responsabilidad por sus impactos sino que además tiene la
responsabilidad de contribuir a su desarrollo.
¿Hacia dónde vamos?
Pero, ¿hacia dónde
va la responsabilidad empresarial? De
nuevo la pregunta más correcta es “hacia
dónde va la empresa”. Si nos
seguimos concentrando en aquella pregunta la respuesta seguirá siendo el hacer cambios
muy puntuales, preocupados por no hacer el mal, por gestionar la reputación, independientemente
de si es merecida o no, de tomar decisiones en función de los intereses
cortoplacistas de algunos directivos e inversionistas y de profundizar algunas
acciones para hacer el bien. Pero esta relación con la sociedad no puede
seguir así. ¿Por qué no? Porque parte de la premisa de que es la
empresa la que dicta la agenda, es la que decide lo que hace. Y esto está cambiando.
Y es al analizarlo desde el punto de vista del
papel de la empresa ante la sociedad que nos damos cuenta de que es necesario
un nuevo modelo de empresa. Cada vez que se lee “un nuevo
modelo” la primera reacción es: ¡aquí viene otra utopía! Pero no seamos utópicos, es tan fácil decir
“las empresas deberían ser así y así”.
Deberían pero no lo son y no serán, a menos que existan fuerzas internas
y externas que la fuercen. Las empresas
tienen como principal objetivo el hacer
dinero de lo contrario no sobreviven, pero hay maneras y maneras de hacer
dinero. Si la empresa, o la entidad o la
organización no son financieramente sostenibles no son sostenibles en el largo
plazo.
Antes de proponer
cosas utópicas debemos entender la realidad en que operan las empresas. Lo que podemos proponer son las maneras de ser
financieramente sostenibles pero siendo parte integral de la sociedad. Han surgido recientemente algunos modelos de
empresas que tienden en esta dirección, calificadas con decenas de títulos que
para simplificar agruparemos bajo el término de empresariado social (decimos empresariado social y no empresa
social porque el primero tiene connotación de emprendimiento, de innovación).
Estas son empresas que nacen para atender un
problema social, a diferencia de las que nacen para aprovechar una oportunidad
comercial. Pero tienen en común que
ambas nacen para atender un mercado, una necesidad y deben proporcionar
productos y/o servicios responsables. Pero no nos engañemos, igual necesitan
recursos financieros. La misión social no los exime de ser
financieramente sostenibles. Muchas
veces los productos o servicios sociales no son comercialmente factibles, por
lo menos en el corto plazo y mediano plazo y pueden requerir de fondeo en forma
de donaciones o subsidios, por lo
menos para cubrir los costos fijos de diseño y arranque. Y esos recursos deben venir de alguna parte: o
de los impuestos que pagamos al gobierno, si este ofrece ayudas, o de los
excedentes de los individuos u otras instituciones que los donan (el
financiamiento comercial externo hay que devolverlo). La pregunta crítica para estas empresas es si
es sostenible la dependencia de donaciones de terceros Eventualmente
estas empresas deben ser financieramente auto-sostenibles en el largo plazo.
¿Es que lo único
que es viable es la empresa que debe maximizar sus ganancias? No. Tampoco es viable en el largo plazo el
modelo de empresa cuyo objetivo es exclusivamente financiero. En la persecución de ese objetivo es muy
probable que explote a la sociedad o al medio ambiente. Tarde
o temprano perderá el apoyo de la sociedad, que es tan necesario como el
dinero para operar. Si no compramos sus productos o no queremos trabajar en
ella porque no es responsable, la empresa no es viable. El problema es que estamos todavía muy lejos
de que la sociedad reaccione.
Y si las empresas
no asumen sus responsabilidades ante la sociedad ¿Sería entonces deseable que los gobiernos regularan todos los
aspectos de la responsabilidad empresarial? Ello produciría grandes problemas para todos. La
regulación debería aplicar, como lo hace ahora a todas las empresas, en todas
las circunstancias (con contadas excepciones), daría lugar a generalizaciones, ineficiencias
y rigideces, cortando la creatividad e innovación, la competitividad. Sí, hay
que regular lo generalizable, lo que es innegociable, lo que aplica a todas las
empresa, pero no se puede, no debe regular
todo el comportamiento empresarial.
Y si se hace las empresas tendrán como objetivo cumplir con las
regulaciones (las que sean enforceable)
y nada más. El foco de la
responsabilidad pasará a ser las regulaciones y los reguladores y no la
sociedad.
En el largo plazo hay que buscar un balance. Hay que moverse de la empresa con fines
exclusivamente de lucro financiero, a la empresa que sea financieramente
sostenible y que maximice el agregado de los beneficios (nótese que no decimos
“ganancias”) financieros y los beneficios a la sociedad y el medio ambiente. [ii] ¿Es
factible la maximización de estos “beneficios”? ¿Es utópico? Lo analizaremos en la segunda parte.
[i] Esta serie de artículos son el resultado de mi
ponencia del mismo título en la Conferencia Transformado el mundo: El poder de
los nuevos modelos de negocios, celebrada el 25 de junio de 2015 en la
Universidad del Pacífico en Lima, Perú.
Para simplificar usaremos el término
“sociedad” como incluyente de personas y medio ambiente.
[ii] No, no es lo mismo que la reciente
moda de Creación de Valor Compartido. Este consiste en una serie de acciones
donde se crea valor para la empresa y la sociedad al mismo tiempo. Lamentablemente
este concepto no incluye aspectos tan relevantes para el papel de la empresa en
la sociedad como el impacto sobre el medio ambiente (contaminación, cambio
climático), su mitigación y mejora.
Tampoco entran aspectos tan importantes como los derechos humanos, elusión
fiscal, la corrupción, las políticas laborales y la responsabilidad del
producto, el involucramiento de las partes interesadas (más allá de solicitar
ideas para nuevos productos y servicios), transparencia, accountability y la
producción de reportes de sostenibilidad para el público. Tampoco insta al cumplimiento de las leyes y
regulaciones y al comportamiento ético (a lo mejor dirán que es tan obvio que
no hay que recordarlo, como si se hace al hablar de RSE). Ver mis artículos sobre el tema en RSE
y creación de valor compartido: Mis artículos.
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