Con el creciente interés
de las empresas, gobiernos, instituciones supranacionales y organizaciones de
la sociedad civil en la responsabilidad de las empresas ante la sociedad, las
empresas de consultoría y las universidades y otras instituciones de enseñanza
han visto una buena oportunidad de hacer negocio y prestar sus servicios. La
oferta y la demanda han estimulado el interés de estudiantes y personas en
ejercicio a prepararse para servir las necesidades de las empresas y otras
instituciones en estos temas.
Esto ha dado
lugar a la proliferación de cursos, especializaciones y grados académicos, en
busca de satisfacer la demanda de formación.
Muchos de estos cursos parecen
diseñados más para capturar el interés que para satisfacer las verdaderas
necesidades del “mercado de la RSE”, que está en proceso de constante evolución. La “profesión” del “profesional” de la
responsabilidad empresarial, repito, la empresarial (no tratamos en este
artículo, salvo por extensión, las gobiernos o instituciones de la sociedad
civil) no está ni estará definida por muchos años. Por muchos esfuerzos que se hagan por
tipificarla, será, por definición, una disciplina en evolución. En lo que respecta a las empresas es una
modalidad de gestión y como tal evolucionara con la evolución de las empresas y
las exigencias de sus stakeholders).
Y ponemos “profesión” y “profesional” entre
comillas porque no lo son, no tiene (¡ni debería!) tener una certificación de
competencia profesional generalmente aceptada (como los abogados, médicos,
ingenieros, etc.) ni un canon de conocimientos necesarios. Es una sub-función de la gestión de empresas y
esta no es una profesión, es una ocupación.
Como dijo uno de los padres de la moderna RSE, Archie Carroll en 1994:
‘‘….. es un campo ecléctico con bordes indefinidos,
múltiples membresías, y diferentes perspectivas y entrenamiento; amplio más que
enfocado, multidisciplinar; amplio alcance; trae un amplio rango de
conocimiento; e interdisciplinario….. y el mapeo del campo es muy pobre.”
Ello no obsta para que la disciplina no tenga
definidos una serie de fundamentos básicos, de aplicación más o menos universal.
También, por ser
una disciplina de reciente creación, con relativamente pocas empresas que
tienen la función definida en su estructura gerencial y por ende una demanda específica
y definida de sus servicios, buena parte de las necesidades de servicios se cubre
vía la consultoría para estas empresas y para las que no tienen las economías
de escala como para tener la función. De
allí que, explícita o implícitamente, la oferta de formación y el interés de
los estudiantes y profesionales estén dirigidas a estos servicios de
consultoría y menos al trabajo dentro de las empresas….. por ahora.
En este artículo
consideraremos el qué se debe aprender y
cuando es más conveniente hacerlo.
No cubriremos el dónde hacerlo porque ello requiere de una investigación
mucho más a fondo de la oferta existente en los diferentes países. Dejaremos a otros el decir dónde. No obstante sí haremos algunos comentarios
sobre el tipo de formación necesaria para las diferentes tareas.
¿Qué y cómo aprender?
El qué aprender es uno de los principales retos de
la disciplina y sus fallas uno de sus principales enemigos, que la desprestigian. Son muchos los que la ven como algo que se
puede manejar de manera superficial, que por no ser una profesión establecida
cualquiera puede ser un especialista, sin necesidad de mucha formación. Pareciera
que basta con tener sensibilidad por los temas sociales y ambientales Por el lado de la oferta de formación parecía
que cualquiera puede ofrecer cursos, parecería
que basta con algunos profesores a tiempo parcial y algunos ejecutivos que den
algunas charlas, cada uno por su cuenta, y ya se tiene montado el programa. La integralidad y la coherencia interna del
programa son dejadas de lado. Todavía hay mucha improvisación.
Vista desde las necesidades de las empresas y de
la sociedad es una disciplina muy compleja.
Tiene que ver con todos, sí todos, los aspectos de la gestión
empresarial, con todos los aspectos del entorno que la rodea, regulatorios,
sociedad, medio ambiente. Es el epítome de la disciplina transversal. El
gerente financiero debe ser experto, o conocedor, de la gestión de los recursos
financieros, el gerente de informática debe ser experto, o conocedor, de tecnología
y sistemas de información, el de recursos humanos en la gestión de personas, y
así sucesivamente. Pero el encargado de promover y gestionar la responsabilidad
de la empresa ante la sociedad debe conocer del impacto financiero de las
actividades para satisfacer esta responsabilidad, de cómo capturar y usar la
información para hacerlas más efectivas y de cómo “transformar” a las personas
para que la internalicen en sus actuaciones, además de muchas otras destrezas
de gestión.
Con esto no queremos decir que hay que ser experto
en todo, pero hay que poder comunicarse con todos estos especialistas, en su
idioma. La principal destreza es el
conocer el idioma empresarial, cómo piensan los diferentes directivos, qué los
mueve a actuar como actúan y qué es necesario hacer para que lo hagan en
función de la responsabilidad de la empresa y no en función de intereses
estrictamente sectoriales, de compartimiento estanco. La otra destreza
fundamental es la capacidad de persuasión, de gestionar el cambio. Todo lo que quiere hacer este profesional
requiere del cambio.
Y para no ocupar
el limitado espacio en detallar todas las destrezas necesarias recomendamos
ver, por ejemplo, Sustainability
Talent Management: The New Business Imperative, The
Sustainability Professional: 2010 Competency Survey Report,
Defining
and developing the corporate sustainability professional,
y Estudio
de la función de la responsabilidad social en la empresa española.
Sí, el profesional de la responsabilidad
empresarial debería ser superdotado. Con más razón para no tomar su formación a la ligera.
Si bien ello no
es factible en la práctica, la formación que se reciba debe ser consciente de las
necesidades de desarrollar estas destrezas y la evaluación de su idoneidad debe ser
la medida en que las cubren y no por los tópicos (medio ambiente, consultas con
stakeholders, reportes de sostenibilidad,
etc.) que se cubren.
Claro está que muchos instrumentos de formación no
persiguen formar al “profesional” de la responsabilidad. Pretenden cubrir
necesidades puntuales, ya sea de concientización (muchas de las
conferencias), de introducción (cursos cortos, diplomados) o de especialización
(cursos formales), en función de la demanda.
Pero como mencionábamos ello puede contribuir al desprestigio de la disciplina. Son muchos los graduados de diplomados
que creen que el completar un curso de 40 horas, a veces online, los ha
preparado para gestionar la responsabilidad de una empresa o ser expertos consultores. Son muchos los cursos de 20 horas que supuestamente
crean expertos. Un buen ejemplo de esto
son los cursos en reportes de sostenibilidad
G4, dictados por firmas de consultoría acreditadas por el GRI, que
pretenden formar expertos en preparar reportes, entre personas que no han trabajado y lidiado con la gestión de las empresas,
ni tienen la visión de la sostenibilidad.
El conocer unos lineamientos para reportar no califica para saber el por
qué, el qué, el cómo, a quién y el cuándo reportar (ver el excelente artículo
de Elaine Cohen, gurú de los reportes de sostenibilidad, Will
I take the G4 exam?).
Y los “profesionales” de la responsabilidad cada
día serán más senior dentro de la empresa, por lo que la preparación será
todavía más importante y deberá ser más intensa y extensa. En
el país de los ciegos en el que se desenvuelve la RSE actualmente en muchos
países pareciera que cualquiera que sabe algo es rey. Malo para la RSE, malo para los
“pseudo-profesionales”. El futuro los
puede agarrar mal preparados, la competencia se intensificará y sobresaldrán
solo los capacitados.
Entones, ¿cómo prepararse? Obviamente depende del objetivo que se
persiga. ¿Basta un diplomado o un curso
introductorio? Definitivamente no. Estos pueden servir come base para decidir
sobre la mejor manera de prepararse, para tener una base sobre la cual adquirir
experiencia, para saber lo que no sabe, que
es lo más importante, no para creer que se sabe todo. Las conferencias y
los cursos de especialización son para los que ya trabajan en el tema y tienen
experiencia.
Pero para ser un “profesional” es necesario
hacerse de una formación más integral, por ejemplo las maestrías que ofrecen
educación en la gestión empresarial, donde cada uno de los temas es tratado
desde el punto de vista de la gestión ética y responsable y que no está basada en cursos que tocan
temas específicos de la gestión (finanzas, mercadeo, producción, etc.), como
compartimientos estancos.
Algunas maestrías
en administración de empresas incluyen algunos cursos sobre temas de sostenibilidad
(ética, medio ambiente, gestión de personas, etc.), después de haber enseñado
que la maximización de beneficios
financieros en el corto plazo debe ser el objetivo de la empresa, después de haber
enseñado cómo utilizar la técnicas de mercadeo para capturar al consumidor, después de haber enseñado cómo hacer la
producción más eficiente, independientemente
de las condiciones laborales y la responsabilidad de las materias primas o de
sus procesos productivos (ver mis artículos: Responsabilidad
en la enseñanza en las escuelas de negocios, Ética
y responsabilidad en las escuelas de negocios y La
responsabilidad de los economistas frente la responsabilidad empresarial).
Las materias separadas, sean electivas u
obligatorias, ayudan, pero el conocimiento se verá forzado a tomar raíces en un
entorno poco conducente, donde el estudiante percibe que las prioridades son
otras.
Unas pocas maestrías han evolucionado y ya
incluyen la gestión financiera ética y responsable, el mercadeo ético y
responsable, la producción ética y responsable, la gestión e las personas ética
y responsable, entre otras como las materias básicas, no como suplementos, no como electivas, donde la responsabilidad ya está integrada (ver
por ejemplo el informe 2014
Business as UNusual
que lista casi 100 escuelas con programas especializados, algunas en España). Pero, ¿dónde están los profesores capaces de
hacerlo? Todavía hay muy pocos. Muchos todavía quieren amortizar la inversión
que tienen en el conocimiento y materiales de lo que han venido enseñando hasta
ahora. Y muy pocas maestrías lo ponen en
el contexto de la contribución positiva que las empresas puede hacer al
desarrollo de una mejor sociedad, de manera proactiva, más allá de hacer lo que
hace bien hecho, con una educación con
énfasis en la responsabilidad de la empresa ante la sociedad, con múltiples y a
veces contradictorios objetivos y en la gestión de estos conflictos.
También existen
maestrías específicas en sostenibilidad, que tienen la ventaja de cubrir las
actividades para que las empresas asuman sus responsabilidades, pero muchas de
estas parten de la premisa que esa responsabilidad es reconocida y aceptada por
todos, que el terreno está abonado y solo hay que sembrar. Pero todavía pueden fallar en situarlas en el contexto de la gestión de
la empresa en un mundo competitivo con empresas irresponsables, en el contexto de
la hostilidad de muchos de los directivos, de los conflictos que se presentan
en la gestión cotidiana, de la necesidad de gestionar el cambio. Nada es automático.
¿Y la preparación
para hacerlo en las PyMEs (que son mi preocupación constante)? Lo básico es lo mismo. Cambia el grado de especialización y la
intensidad, que pueden ser menores y el grado de selectividad que debe ser
mayor. Las PyMEs no tienen los recursos financieros ni gerenciales para hacer
de todo, como se enseña en muchos cursos y diplomados. Deben enfocarse, deben ser mucho más
selectivas, encarar las actividades que son más efectivas, más críticas para la
empresa. Irónicamente las PyMEs requieren de “profesionales” o consultores que
sean todavía más conocedores de la realidad en que operan que en las grandes
empresas.
No podemos
ofrecer la solución ideal, solo comentar sobre lo que sería deseable en la
formación del “profesional” de la responsabilidad, que quiere liderar los
procesos dentro de las empresas. Lo que
debe quedar claro de la discusión precedente es que cursos aislados, diplomados
y una formación de pregrado no son suficientes.
¿Y cuál debe ser la formación previa para que la
formación “profesional” sea más efectiva, mejor aprovechada?
Por su naturaleza amplia, como se ha comentado antes, son muchas las
preparaciones que pueden conducir a ello, cada una tendrá algunas ventajas
sobre las otras. Los economistas
aportarán el criterio de gestión bajo escasez de recursos, los abogados
aportaran el criterio de gestión cumpliendo las normas establecidas, los
ingenieros aportarán el criterio pragmático en las decisiones, los sociólogos y
antropólogos aportarán el conocimiento del funcionamiento de la sociedad y si
otras profesiones o formaciones. Todos pueden aportar a una disciplina tan
compleja y completa, todos son necesarios. Ninguno tiene a priori una ventaja
comparativa.
Aunque también pueden tener desventajas
comparativas: los
economistas se pueden obsesionar con la eficiencia en la gestión de los
recursos financieros, los abogados en evitar riesgos, los ingenieros en logar
el objetivo con recursos materiales, desestimando los intangibles, y los sociólogos y antropólogos con un cierto
desdén por la realidad financiera (todas las generalizaciones son falsas
incluyendo estas). Cada uno puede tener
una ventaja comparativa, a posteriori, dependiendo de cuáles sean los aspectos
materiales para la empresa en que trabajará (ver Materialidad:
12 principios básicos y una metodología para la estrategia de RSE).
¿Y cuándo se debe hacer esta formación?
A estas alturas
el lector puede haber deducido que el suscrito es partidario de por menos
contar con una maestría en temas de gestión de empresas sostenibles, si se
quiere ejercer el liderazgo dentro de la empresa. Ello no está al alcance de todos y se ofrece todavía
en muy pocos centros educativos en los países de habla hispana.
Posiblemente habrá
notado también que para ejercer la “profesión” hay que tener mucha experiencia
en gestión de empresas. Al final se trata de gestionar la empresa
ética y responsablemente, lo que es mucho más complejo que simplemente
gestionarla.
Entonces, ¿cuándo hacer la formación? La
formación, en un tema tan amplio, extenso y en evolución constante como el que
tratamos, debe ser continua y permanente.
Pero debe haber momentos en que se requiera de una dedicación casi a
tiempo completo en esa formación. Idealmente la formación sería mucho más
efectiva si se ha aprendido el idioma de los negocios, si se ha adquirido una
apreciación de los conflictos internos que toda gestión conlleva y de la
necesidad de gestionar el cambio con el mayor consenso posible. Esto difícilmente se enseña en la
universidad, aunque un buen MBA puede ayudar.
De allí que el
terreno para la formación será mucho más fértil si se ha adquirido experiencia en la gestión de empresas,
dentro de las empresas. La experiencia
en consultoría ayuda, pero por definición difícilmente es tan integral y extendida
como lo que requiere la responsabilidad de la empresa ente la sociedad.
Y este es un caso que requiere de experiencia, no
se improvisa, no basta con haber estudiado. Si se
debe lidiar con profesionales curtidos y para colmo escépticos, el profesional
de la RSE debe ser estar todavía más preparado que ellos. Debe además lidiar con gobiernos no lo tienen
claro, con ONGs que creen que a las empresas les sobre el dinero y que pueden
hacer de todo. Sí, prepararse académicamente es importante, pero no es
suficiente, se requiere de actualización
continua, constante, y de experiencia, experiencia, experiencia.
Hay algunos
argumentos a favor de hacer la formación al egresar del pregrado, como por
ejemplo el hecho de ya que está estudiando, es más fácil seguir haciéndolo, de
que si no se hace en ese momento no se hará por los compromisos que se adquirirán
(familia por ejemplo), o de que no se encuentra empleo con el pregrado (razón
que puede ser la equivocada) (el lector interesado pude ver un discusión más
completa en The
road to a sustainability career: Grad school or work first?).
Pero esta no es una opción recomendable por los argumentos mencionados
arriba, salvo que solo se pretenda mejorar un poco la situación económica.
En resumen
La disciplina de
liderar la responsabilidad de la empresa ante la sociedad es muy amplia y
compleja, en constante evolución. La
preparación requerida no puede ni debe subestimarse como lo están haciendo
muchos centros educativos y muchos aspirantes a ejercerla. Requiere del conocimiento de muchas
disciplinas, de destrezas muy específicas, el conocimiento del idioma y
operación de los negocios, de persuasión y de gestión del cambio. Muchas de éstas se adquieren ejerciéndolas,
aunque los conocimientos específicos requeridos se puedan adquirir en programas
especializados, mayormente de posgrado, preferiblemente después haber
desarrollado madurez y experiencia profesional.
6 comentarios:
Todos tus artículos me parecen espléndidos, Antonio, pero éste me ha gustado especialmente: lleno de conocimiento, experiencia y -¡qué difícil!- sentido común.
Felicitaciones.
José Ángel Moreno
Buenísimo!!!!!! efectivamente es algo que se aprende en la práctica al abarcar tantos temas, a veces con un curso no es suficiente.
Muchas gracias por el artículo.
Quisiera compartir tres preocupaciones que tengo sobre este tema.
La primera incertidumbre que tengo es sobre cuándo estarán preparadas las Universidades o Centros educativos (especialmente los públicos) para ofrecer programas que integren las perspectivas de la sostenibilidad y la responsabilidad de forma transversal. Esto me lleva también a preocuparme por el propio perfil del profesorado, y por último, la motivación de los propios interesados en la materia, ya que si responde a una moda volveremos a confundir el verdadero sentido de la responsabilidad.
Gracias de nuevo por tus aportaciones
Cristina
Desde mis primeras lecturas acerca de RSE he tratado de dilucidar cual es el camino del conocimiento de la temática. Hoy puedo después de 3 años confirmar lo que usted sugiere. Lamentablemente hay muchos canales de capacitaciones en los cuales los contenidos y los capacitadores carecen de experiencia, experiencia que se va sucediendo en el aquí y ahora. Está todo por descubrirse y por hacer, donde la experiencia es escasa o cuesta conseguir la calidad que se requiere.
Le dejo mi agradecimiento por contribuir el la promoción de la RSE, con la firme convicción que al final del camino la RSE será el ADN de cada empresa.
Saludos cordiales.
Leonardo Alvial
Antonio: muy buen el artículo y seguro los que siguen. tema relevante el de incorporar valores a la cultura que se impregnen concientemente al día a día de cada colaborador desde el efecto cascada del número 1 y el equipo de dirección. indispensable crear una cultura equlibrada entre lo endógeno - exógeno, en especial para realimentarla en la relación con los grupos de interés. saludos muy cordiales- Eduardo Carcavallo
Y en la campo de la investigación sobre comunicación y sostenibilidad, ¿qué hace falta? ¿a qué debería enfocarse?
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