Si bien aparecen aplicadas estas acciones y frentes de acción a los economistas, la gran mayoría de los conceptos aplican a todos los profesionales, a todas las personas. Son responsabilidades genéricas. Con esto no quiero decir que sea innecesario especificarlo, todo lo contrario, ojalá todas las profesiones tuvieran no solo un código de ética, sino un código de cómo hacer más y mejor el bien.
Pero en su generalización y extensión el artículo tiene una gran omisión, que sí es específica a la profesión de economistas y es el sesgo en la aplicación de principios económicos a la gestión de empresas. En su formación y ejercicio de la profesión, lo economistas adquieren varios sesgos que pueden ser contraproducentes a la hora de promover prácticas empresariales responsables:
• Sesgo hacia la medición cuantitativa.
• Sesgo hacia el costo beneficio, también cuantitativo
• Sesgo hacia la maximización de beneficios, pensando que ello lleva a una asignación más eficiente de recursos. ¿Eficiente bajo que supuestos?
¿Por qué pueden estos sesgos ser contraproducentes? Porque precisamente uno de los aspectos más importantes para la adopción de las prácticas responsables en la empresa es el reconocimiento de que muchos de los beneficios son intangibles y en el largo plazo mientras que los costos suelen ser tangibles y en el corto plazo. Como se atribuye a Einstein, “no todo lo medible importa, no todo lo que importa es medible”. Difícilmente pasarían la prueba de un costo beneficio cuantitativo. Y aún si se hicieran los esfuerzos en la cuantificación, por el desfase en el tiempo entre los costos (corto plazo) y los beneficios (largo plazo), todavía quedaría el sesgo de una tasa de descuento que reduce el valor presente de estos últimos. Esto, por ejemplo, es en buena parte la razón de la inacción para mitigar el cambio climático. De hecho, buena parte de la discusión está en la cuantificación de los beneficios (casi imposible) y la tasa de descuento de estos beneficios. Sobre los costos hay menos discusión (otra buena parte del problema está en la necesidad de acción individual para resolver un problema global).
¿Quiere esto decir que el análisis económico de la conveniencia de las prácticas responsables no se debe hacer? Habrá muchos que aleguen que las prácticas responsables no deben ser sometidas a un análisis de costo beneficio en términos económicos. Es cierto, las empresas deberían ser responsable porque sí. La moral y la ética no aceptan costo beneficio. Pero no seamos ingenuos, la realidad es otra. Para convencer a muchos directores de implementar prácticas responsables hay que usar argumentos de mejoras en beneficios para la empresa y para sí mismo. Sus incentivos suelen estar alineados con ello. Pocos son los que tienen incentivos por comportamiento ético o moral, a lo sumo se recompensan con ausencia de castigo. Los argumentos para ser responsables no pueden basarse sólo en lo cuantificable.
Nótese que usé repetidamente la palabra “sesgo” Con esto no quiero decir que es una situación universal, ni que todos los economistas propugnan la maximización de beneficios cuantificables. Hay que reconocer el gran avance en la comprensión y solución de problemas ambientales y sociales, gracias a los esfuerzos de economistas especializados.
Pero si existe el sesgo. Por ello creo que entre sus responsabilidades profesionales, especialmente los economistas consultores y los que asesoran las decisiones empresariales, está la de incorporar en sus análisis y recomendaciones la consideración del amplio espectro de beneficios de las prácticas responsables. Y ni que hablar de consideraciones morales, éticas o de justicia. No sólo lo que se puede medir existe, no todo es monetario, no todo es maximización de valor. Aunque sí es cierto que si no se mide es difícil de gestionar
Como dice el artículo de Economistas sin Fronteras, los economistas deben formarse en RSE. Lamentablemente visitar sitios de internet no es suficiente y los sitios que sugieren no se preocupan de estos problemas. Si bien son valiosos, contienen información relativamente general. Se requiere de una profundización del análisis que los supuestos de la teoría microeconómica tienen sobre el comportamiento responsable. Y estos supuestos no suelen ser conducentes.
Debe de haber una expansión del paradigma de análisis económico para incorporar, de forma rutinaria, estas otras consideraciones. O por lo menos considerarlas e incluirlas en el análisis de forma cualitativa.
Dada su influencia en el diseño de sistemas de incentivos para la actuación gerencial, también tienen la responsabilidad de incluir en ellos estas consideraciones. Si los sistemas de incentivos incorporaran la visión más amplia y de largo plazo de la empresa y de su responsabilidad ante la sociedad, a lo mejor la crisis reciente hubiera sido menos dura.
Entonces, una de las responsabilidades de los economistas en el contexto de la responsabilidad social es incorporar en sus análisis, en sus recomendaciones, esta visión más integral. Y esta sí que es específica al pensamiento economicista.
Pero habrá alguno que dirá que esto también debe aplicar a todas las profesiones. De acuerdo.
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