Acabo de tener acceso a una tesis de maestría en la Escuela de Economía Erasmo de la Universidad de Rotterdam en Holanda, que analiza el efecto de los incentivos de la remuneración basada en criterios de sostenibilidad (sobre el tema de incentivos ver las cinco partes anteriores sobre este tema en mi blog). El título es Sustainability targets in executive remuneration, escrita por S.B.M. Rosendaal (no es de dominio público).
Si bien el estudio tiene algunas limitaciones en la muestra (es de tamaño modesto, no incluye ningún país en desarrollo, y solo usa el año 2010), creo que algunos de sus resultados son interesantes. El estudio analiza la prevalencia de la remuneración basada parcialmente en criterios de sostenibilidad en ocho países de Europa (España no está incluida) y tres de fuera (Canadá, Australia y Estados Unidos) y su impacto sobre la sostenibilidad en la empresa.
En los países analizados, el porcentaje de remuneración, basado en sostenibilidad, en las empresas que lo tienen (una de cada tres en la muestra), varía entre el 0% en Finlandia y el 58% en Australia.
Las tres hipótesis que se analiza el estudio son: (1) que estos incentivos de remuneración basados en la sostenibilidad estimulan el comportamiento de los directivos hacia la implementación de prácticas responsables; (2) que no hay diferencia entre metas de sostenibilidad de corto y largo plazo; y (3) de que a medida que aumenta la proporción de la remuneración basada en sostenibilidad aumentan las prácticas responsables.
Sus principales conclusiones sobre estas tres hipótesis son las siguientes:
· En efecto, al existencia de incentivos basados en sostenibilidad aumenta las prácticas responsables;
· Sin embargo no hay diferencia entre metas de corto y largo plazo, y
· La proporción de la remuneración no es relevante.
La primera conclusión, por esperada, no es sorprendente. La segunda conclusión si lo es, pero no creo que la muestra basada en un solo año y con poca diferenciación en la muestra, lo pueda demostrar convincentemente, aunque en las encuestas hacían la pregunta d forma explícita. Es la última conclusión la que parece más interesante, quizás por ser la única sorprendente (recuerdo que cuando hice mi tesis de doctorado mi asesor insistía en que los únicos resultados interesantes eran los que no eran obvios, no tenía interés el corroborar lo que todos creían). La concusión de la tercera hipótesis es que lo importante es que se tenga algún nexo entre la remuneración y la sostenibilidad de la empresa, que ello es suficiente para despertar el interés del directivo sobre el tema. La proporción pare importar poco.
Esta conclusión, si fuera generalizable a otros países, nos indicaría la importancia de establecer el nexo entre remuneración y sostenibilidad, aun cuando la magnitud de la relación sería de menor importancia.
Aun cuando no tengo acceso a los datos, creo que es posible que el efecto positivo sobre las prácticas responsables al aumentar la parte de la remuneración ligada a objetivos de sostenibilidad pueda estar compensada por un efecto negativo, en el sentido de que se produce simultáneamente una disminución de la proporción de la remuneración basada en objetivos financieros lo que hace que la sostenibilidad deje de ser la fijación del ejecutivo. O sea, le interesan los asuntos de sostenibilidad pero si disminuye su remuneración ligada a objetivos financieros, que son los que tradicionalmente maneja y que cree controlar, pierde interés.
Si bien no tengo pruebas estadísticas y el estudio no lo analizó, creo que debe haber un nivel mínimo que es necesario para despertar el interés y la acción de los directivos, que no debe bastar con establecer un nivel de, digamos, del 5% de la remuneración ligada a la sostenibilidad.
El estudio también concluye que estos incentivos son más efectivos en países no-europeos que en Europa. Sobre esto supongo que es porque en Europa es tema está más internalizado que en los otros tres países de la muestra (Australia, Canadá, Estados Unidos), donde necesitan mas de esos incentivos para preocuparse de la sostenibilidad. Sin embargo, también creo que la limitada muestra de países no permite tener mucha confianza en esta conclusión.
Estimo que el cumplimiento de la relación entre incentivos financieros y prácticas responsables es más factible en un entorno en el que hay todo un ecosistema de sostenibilidad (stakeholders) que actúe, que funcione. No creo que estas conclusiones sean válidas para países donde el mecanismo de transmisión de prácticas responsables en competitividad funcione poco o mal[i]. Si al mercado le importan poco las prácticas responsables de la empresa, no se la reconoce a la empresa, al ejecutivo difícilmente le importarán. Y me temo que éste sería el caso en muchos países en vías de desarrollo.
No obstante, es reconfortante ver que los incentivos a través de la remuneración pueden estimular prácticas responsables.
Aunque es un estudio limitado y no ha sido revisado por revisores externos (como se requeriría para una publicación), creo que es un paso destacable en la literatura sobre el nexo entre la remuneración por objetivos de prácticas responsables y su implementación, que debería ampliarse a países en vías de desarrollo.
[i] Ver el Capítulo 10 de mi libro, con Estrella Peinado-Vara, La RSE en América Latina: Manual de Gestión
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