domingo, 12 de noviembre de 2023

¿Está declinando el interés en la sostenibilidad empresarial?: Siete más una razones.

           

Una buena táctica (¿truco?) de escritores de artículo técnicos, sobre todo de los economistas académicos, es usar una pregunta como título para atraer el interés y, en el mejor de los casos, responderla al final. Lo hago, pero no hago esperar por la respuesta: SI, la sociedad está perdiendo el interés en la sostenibilidad empresarial, y más todavía con el horrendo concepto de la ASG, que la ha llevado a los mercados de capitales, para expandir los malentendidos.

¡Ha! Pero para continuar atrayendo el interés, formularé otra pregunta: ¿Por qué está declinando? Y para la respuesta hay que leer el artículo.

Si el lector ha estado interesado en el tema, habrá leído números artículos que se lo atribuyen a diferencias de ideología política, que es algo mayormente concentrado en EE. UU., republicanos contra demócratas, derecha ultraconservadora contra izquierda progresista.  Sí, es cierto que es uno de los argumentos más difundido, pero no es el único, de hecho, es casi especifico a un solo país. 

En este artículo pasaré una breve revista a este y a otros que son de más amplia aplicación y ofreceré uno que creo explica mejor la universalidad del reciente problema, con lo que espero agregar valor a la discusión. Al final presentaré mi pronóstico para el mediano plazo. [1]

I.                Argumentos “tradicionales”.

1.      Ideologías políticas: El empeño de algunos gobiernos, sobre todo en EE. UU. de promover el comportamiento empresarial responsable ha desatado una reacción negativa de quienes se ven afectados ya sea por su ideología política ya sea económicamente. La promoción del combate al cambio climático, de la discriminación, de la promoción de la igualdad de oportunidad para todos los sectores de la población, incluyendo inmigrantes, suele ser parte de las prioridades de gobiernos de izquierda o centro izquierda, en tanto que la libertad individual, de que el estado no se inmiscuya en la reasignación de recursos, suele estar en gobiernos de derecha y ultraderecha. En países como EE. UU., donde hay una polarización muy definida entre ambos espectros, dividiendo a la población en dos partes casi guales, con polarización definida entre grupos (por raza, por nivel de educación, por género, por nivel de ingresos, y por geografía urbano/rural) estos aspectos de convierten en batallas políticas. 

En países donde existe menor polarización y las diferencia en las urnas son mayores o variables, estos temas son relevantes, pero no determinantes y la oposición no suele ser generalizada, es más puntual.

Y hay razones económicas para el rechazo, sobre todo en temas ambientales donde una parte del espectro favorece las energías renovables y la otra los combustibles fósiles, lo que ha llevado a que los gobernantes de regiones con dependencia económica de estos últimos se opongan a medidas de transición energética y pongan obstáculos a la operación de las empresas que favorecen la lucha contra el cambio climático (por ejemplo, empresas de energía, instituciones de servicios financieros y de conocimiento) y las vetan para hacer negocios con los gobiernos locales. Y algo parecido sucede con las medidas de no discriminación o de favorecimiento a ciertos colectivos como mujeres, inmigrantes y de raza no caucásica, alegando que ello introduce ineficiencias, afectando la libertad de operación de las empresas, lo que conlleva costos económicos.

Esta situación ha llevado a un rechazo a la “sostenibilidad empresarial”, en el agregado, por segmentos de la población y ha llevado a algunas empresas, que, para seguir operando en regiones gobernadas por una parte del espectro, a contraer sus actividades en este sentido o por lo menos a no alardear de ellas, ni a presentar estrategias futuras que parezcan favorecerlas, contribuyendo al declive o por lo menos reforzando la impresión del declive en el interés por esa sostenibilidad empresarial.

Esto ha afectado también a los grandes gestores de fondos, como BlacRock, State Street y Vangard, que por el elevado volumen de recursos que gestionan (son uno de los tres primeros accionistas en el 93% de esas empresas que cotizan en la bolsa de valores de Nueva York) tienen mucho poder en guiar las inversiones. Un ejemplo paradigmático es el caso del consejero delegado de BlackRock, que era considerado un líder de la inversión responsable, famoso por sus exhortaciones en sus cartas anuales a otros líderes, pero recientemente ha sucumbido a estas presiones y ha dejado de usar los términos asociados con la sostenibilidad y han reducido su oferta de fondos que invierten en empresas responsables. [2]

Estos argumentos están relativamente concentrados en EE. UU. Pero muchos autores los extrapolan a otras regiones, donde no aplica. Las razones que comentamos a continuación son de aplicación más generalizada, en especial la que proponemos en la sección II.

2.     Competencia con otras prioridades: La sostenibilidad empresarial consume recursos financieros y gerenciales que compiten con otras prioridades de las empresas. Si las empresas perciben que la sociedad no las aprecia y no las favorece como consecuencia de su responsabilidad social, las empresas tienden a des enfatizarla y canalizar los recursos a actividades que “les rindan más”. 

La lucha cotidiana entre las diferentes unidades de las empresas por los escasos recursos se intensifica, a favor de las que tienen mayor impacto financiero, en detrimento de las que promueven la sostenibilidad. Y se puede entrar en un círculo vicioso de declive de esa responsabilidad. Puede ser que las empresas estén dispuestas a invertir en responsabilidad, pero no por ello descuidarán la sostenibilidad financiera. Y cuando las condiciones no son las mejores o se abre la oportunidad a los detractores, ya que el corto plazo suele imponerse sobre el largo plazo y el corto esta más asociado con las finanzas y el largo con la responsabilidad. 

3.     Frustración con el greenwashing: A medida que la sostenibilidad empresarial ha ido adquiriendo aceptación y atención, ha aumentado no solo la presión para ser responsables sino además para parecerlo, lo que ha llevado a algunas empresas a exagerar, tergiversar ya hasta engañar sobre sus acciones.  Con la ubicuidad de la información mucho de este greenwashing se ha puesto del conocimiento de la sociedad y muchos integrantes concluyen que lo de la responsabilidad empresarial no es tal, que es un artilugio de las empresas para parecer que atienden las preocupaciones de la sociedad y por ello ha adquirido una mala reputación. Muchos no pueden distinguir los justos de los pecadores y pagan todos con el consecuente declive del interés por la sostenibilidad empresarial. [3]

Un caso paradigmático de esto son las declaraciones sobre el Net Zero, el logro de la neutralidad de emisiones de gases de efecto invernadero a un cierto año, por ejemplo, el 2040 o el 2050, por parte de muchas empresas y gobiernos. Se hace la promesa para aparecer responsable, pero cuando se han analizado estas declaraciones con cuidado se ha determinado que la gran mayoría no son factibles, lo que le ha quitado credibilidad a la supuesta sostenibilidad ambiental propugnada por las empresas. [4] En consecuencia, los reguladores están exigiendo que estas declaraciones sean acompañadas de metas intermedias, de estrategias y de la asignación de recursos para lograrlas.

4.     Aumento de la transparencia: En buena parte como consecuencia de lo anterior los reguladores de los mercados comerciales y financieros están exigiendo mayor transparencia a las empresas. Se han desarrollado estándares para la preparación de reportes de información sobre la sostenibilidad y regulaciones para su diseminación. Paradójicamente ello está contribuyendo, en el corto plazo, a un declive en la sostenibilidad ya que ahora las empresas deben reportar con mayor cuidado sus actividades y hasta sus impactos y se restringen.  A lo mejor no llevaban a cabo ciertas actividades y lo decían, pero al ahora no decirlo por miedo a las acusaciones, se reduce la percepción sobre las actividades de las empresas y parece que se reduce la responsabilidad.   Es posible que el largo plazo, al mejorar la credibilidad de las empresas y su confianza en lo que hacen y dicen hacer, se revierta la tendencia.

Con ello la sociedad se ha dado cuenta de que mucha de la información que recibía no era tan confiable como creía y las empresas, ante el tsunami de los requerimientos informativos se está volviendo mucho más selectiva en la información que disemina, que si bien no conlleva riesgos legales por parte de los reguladores de la información, sí conlleva riesgos reputacionales y legales por parte de algunos de sus stakeholders, en particular clientes, empleados y organizaciones de la sociedad civil. [5] También existen riesgos legales derivados de las regulaciones de protección del consumidor, sobre la veracidad en las propagandas y características de los productos y servicios, lo que se han intensificado mucho últimamente. [6]

Este aumento de la transparencia ha llevado a una retracción tanto de las actuaciones como de su diseminación, con la consecuencia real y aparente de un declive de la sostenibilidad.   

5.     Sinceramiento de algunas empresas: Con esto ocurre lo opuesto al anterior. Algunas empresas se han dado cuenta de sus declaraciones de intenciones eran poco realistas, aunque resultaban muy atractivas. Después de algún tiempo de no alcanzarlas se han centrado en objetivos menos ambiciosos, pero más realistas, aun a pesar de parecer un retroceso en sus aspiraciones. Se están centrando en lo más relevante para la empresa y sus aspectos materiales no son ya un gran número de buenas intenciones.  Al hacerse más honestos, lo que debería llevar a una mejor apreciación de la sostenibilidad, se percibe como un reconocimiento de exageración o engaño, cuando en realidad debería verse como sinceramiento y debería estimular el aprecio. 

Un caso paradigmático de esto es el de Unilever, empresa que ha sido reconocida como de las más responsables por un gran número de expertos, sobre todo en los diez años que estuvo bajo la dirección de Paul Polman. Pero, en parte como consecuencia de las duras críticas, burlonas, al propósito de su mayonesa, “Luchar contra el desperdicio de alimentos(¿una mayonesa con propósito?), decidieron aterrizar sus aspiraciones y hacerlas más factibles y realistas.  En vez de tener aspiraciones grandilocuentes a nivel del conglomerado (“Hacer cotidiano el vivir de forma sostenible”), han descentralizado las aspiraciones y cada unidad del negocio (¡son más de 400 marcas!), puede hacerlas de manera que sean más compatibles con su línea de negocios y más relevantes para el entorno en que operan. [7] También ha influido el ataque de inversionistas activistas que sufrieron durante años, para que prestasen menos atención a la sostenibilidad y más a la rentabilidad, que comentamos más adelante. [8]

6.     La “industria de la ASG”:  Si bien se ha extendido el uso del acrónimo ASG a todos los aspectos de la sostenibilidad empresarial, su mayor uso es en los mercados de financieros y de capitales, como instrumento de calificación sobre la supuesta responsabilidad de las empresas, a efectos de guiar las decisiones de inversión de aquellos que quieren favorecer los valores negociables de las empresas responsables.

Lamentablemente el uso de los criterios ASG (ambiental, social y gobernanza) como representación de la sostenibilidad empresarial conlleva una simplificación perniciosa y es la de pensar que esa responsabilidad se puede medir con indicadores de algunas actuaciones en esos temas. Esto contiene dos falacias, una es la de que se puede encapsular esta responsabilidad en un índice compuesto de una serie de indicadores, cuando la responsabilidad es mucho más que el conjunto de acciones en esos aspectos, (A + S + G ≪≪ Sostenibilidad Empresarial) [9] [10] y la otra de que es posible capturar el impacto de las acciones empresariales en indicadores simples.  Esta distorsión de la responsabilidad ha llevado a un desprestigio de la “ASG” cuando se ha visto, por ejemplo, que empresas que tienen prácticas irresponsables o que tienen productos y servicios nocivos son calificadas como responsables, lo que ha llevado al escepticismo sobre la inversión responsable y sobre el acrónimo ASG.

Se ha creado la lamentable precepción, por ignorancia o por negligencia, de que ASG es sinónimo de sostenibilidad empresarial, en todo el sentido de la palabra, con lo que la pérdida de credibilidad de la calificación de inversión “ASG” se ha extendido a toda la sostenibilidad empresarial, que no es lo mismo y que debería estar al margen de estas tergiversaciones conceptuales.

Adicionalmente, para combatir el greenwashing en esta industria, los reguladores, especialmente en la Comisión Europea, de EE.UU. y del Reino Unido tienen en proceso regulaciones para asegurar que los fondos comercializados como responsables tengan inversiones que sean calificadas como tales y que tengan el impacto correspondiente. Ello ha llevado a una “sinceración” de los fondos existentes, muchos de los cuales han debido reclasificarse en niveles inferiores de responsabilidad o aun desistir de la etiqueta y de ofrecer menos nuevos fondos esperando que se concreticen las regulaciones. Ella conlleva la impresión de que interés en la sostenibilidad empresarial está decayendo, cuando lo que esta sucediendo es que se está sincerando.

7.     Inversionistas activistas:  [11] Los mercados de capitales están dominados por inversionistas que persiguen la maximización de beneficios financieros y algunas empresas que cotizan en bolsa tienen entre sus estrategias el logro de la sostenibilidad empresarial, y algunas más, muy pocas, el objetivo de optimizar beneficios financieros y sociales. Algunos inversionistas, los llamados activistas, los que quieren influenciar activamente las estrategias de las empresas, alegan que la sostenibilidad es una distracción de lo que debe ser su objetivo primario de maximización de beneficios e intervienen vía la adquisición de acciones de empresas que consideran vulnerables y a través del nombramiento de consejeros que compartes sus ideas. Sus éxitos y sus amenazas han logrado cambiar las estrategias de algunas empresas con la consecuente reducción de su responsabilidad social actual o futura. [12] 

No todos los inversionistas activistas son anti-sostenbilidad, los hay pro-sostenibilidad, pero, aunque sean un mayor número, tienen menos recursos para ser efectivos y el balance se ha inclinado a favor de los primeros. 

II.             Mi argumento: Golpe de realidad.

En muchos de mis artículos he alegado que el problema de la responsabilidad de la empresa ante la sociedad, ahora sostenibilidad empresarial, es que “sus costos son tangibles y en el corto plazo y los beneficios, si se dan, son en el largo plazo y muchas veces intangibles[13]

Mientras nos referíamos a cosas hipotéticas, como “la sostenibilidad empresarial debería ser rentable”, “la sociedad aprecia a las empresas responsables” o “es de justicia que las empresas devuelvan a la sociedad parte de lo que ella les ha dado”, todo andaba bien. Pero cuando los costos se hacen tangibles, cuando se enfrenta a la realidad cotidiana, la evaluación no es hipotética. ¿Compararía Ud. productos que han sido producidos responsablemente?: “¡Claro que sí!” Pero ¿qué porcentaje de sus compras lo han sido?: “No lo sé, pero debe ser muy, muy poco”.

Mientras la situación económica es favorable, mientras todo va viento en popa, se aceptan más incertidumbres sobre los potenciales beneficios, se aceptan más costos tangibles en el corto plazo con la esperanza de beneficios en el largo plazo, y hasta se es optimista y se cree que serán más tangibles. Esto es válido tanto para personas, como para empresas, como para la sociedad, como para los países. En términos económicos decimos que la tasa de descuento implícita de los beneficios futuros, para comparar con los costos actuales, es muy baja, porque la incertidumbre (léase riesgo) percibida es baja, lo que favorece el costo beneficio a favor de la responsabilidad. Se asumen los “bajos” riesgos. 

Pero cuando se enfrenta a la realidad, la precepción y las expectativas cambian.

Lo opuesto, y es lo que conspira, por ejemplo. contra la acción sobre el cambio climático, es donde se sienten los costos tangibles, en tanto que los beneficios son muy inciertos y a muy largo plazo y “no me preocupan porque yo ya no estaré aquí, sufro los costos, pero no recibo los beneficios”. La incertidumbre de recibir los beneficios es muy alta, por lo que la tasa de descuento implícita es alta y no es “rentable” hacer algo al respecto. ¿Y las generaciones futuras? Ese es problema suyo. Menos mal que los millenials se han dado cuenta y actúan, ante la relativa indiferencia de los baby boomers y los de la generación X.

Los hogares se enfrentan a la inflación, lo que los lleva a ser más cautelosos en sus adquisiciones, dejando de lado consideraciones de responsabilidad. El precio pasa todavía a ser más determinante. Todos estamos a favor de combatir el cambio climático, pero cuando ello conlleva aumentos en los costos de la energía, nos lo pensamos mejor. Si se deben instalar molinos de viento o placas solares cerca de mi casa, me opongo. Estamos a favor de los vehículos eléctricos, pero si son más caros nos lo pensamos y nos quedamos con los de combustibles fósiles. Sí, es cierto que a largo plazo pueden ser más económicos, pero mi tasa de descuento es alta y veo con mucha claridad los costos actuales y muy difusos los beneficios. Estamos en contra de la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles (por ejemplo, el diésel para camiones o autobuses) porque me sube el precio del transporte, cuando su eliminación podría llevar a un menor consumo y un mayor uso de energías renovables y menores emisiones. Nos oponemos a los impuestos a la gasolina, pero es lo que ha llevado a un mayor uso del transporte público, si está disponible, o que compremos vehículos de menor consumo.

Ante las condiciones económicas adversas y los riesgos en la situación geopolítica actual, todos, las personas, la sociedad, las empresas y los gobiernos, ven los costos de la sostenibilidad empresarial y ambiental con más claridad y los beneficios más borrosos. Y nos volvemos más cortoplacistas.

Todos los beneficios que los promotores de la sostenibilidad empresarial nos han venido prometiendo no se están dando, pero los costos sí. Estamos cansados de esperar. Hay fatiga.

Este es en resumen una de las causas más universales del declive del interés por la sostenibilidad empresarial.

III.           En resumen: ¿Irreversible?

La realidad y la percepción sobre la sostenibilidad empresarial es que está declinado, por múltiples causas, que afectan a países y sectores industriales de manera diferente, como las manipulaciones políticas, competencias por escasos recursos, mayor conocimiento por parte de la sociedad de la realidad empresarial y desilusión con el comportamiento empresarial, presiones económicas, entre otros.  

Pero una de las causas más universales es de que esa sostenibilidad empresarial se está enfrentando a una cruda realidad. Está dejando de transitar en un mundo de ilusiones, de promesas al futuro, está llegando la hora de la rendición de cuentas.

Los países, instituciones, y personas que la promueven han creado expectativas, a veces exageradas, para convencer a los escépticos, que no se han concretado. La más notable es la de que es rentable. Puede ser, depende. [14] Y los opositores suelen ser más adeptos que los promotores a usar los medios de comunicación masiva para difundir sus opiniones. Y las noticias que más se difunden son las malas no las buenas, por ejemplo, los episodios de corrupción y falta de ética y los relacionados con desastres naturales.

Y la gran atención a los aspectos ambientales, sobre todo al cambio climático, que no esta logrado los resultados deseados, hace muy visible esa falla. Por otra parte, su atención conspira contra aspectos como los sociales, sobre los que sí ha habido progreso. Los primeros son de interés universal, en todo momento, en tanto que los segundos son de interés más especializado, más local. Los aspectos sociales estuvieron su apogeo durante e inmediatamente después de la epidemia, pero ahora ha cambiado la percepción sobre los costos y los beneficios, con una caída de atención.

¿Es este declive permanente?  Toda acción tiene una reacción y estimo que habrá una reacción a estas causas en el mediano plazo, con la estabilización de las regulaciones, la diseminación de información confiable, con un mayor enfoque por parte de las empresas a lo que es verdaderamente material para ella y para la sociedad, dentro de los escasos recursos de que se dispone, lo que lo hará más estable.

Nos moveremos a un nuevo equilibrio, posiblemente a un nivel inferior al que esperábamos. En cierta forma, estamos ante un punto de inflexión.  Lo que no está claro es el plazo en el que se logrará ese nuevo equilibrio. Ojalá sea en el mediano y no en el largo, y ojalá que los promotores entiendan esta nueva realidad y dejen de ser ilusos.  Su ilusión puede ser un estímulo, si es realista, si no lo es puede ser perjudicial [15] Y hay quienes ven es esto oportunidades  [16] 

Creemos que el declive se presentará en aspectos puntales, en la periferia (por ejemplo, en la inversión responsable) pero que el núcleo conceptual, la necesidad, virtudes y valores de la responsabilidad permanecerá y podrá ayudar a salir del punto de inflexión, sobre todo por el interés de muchos países, especialmente los europeos, con los esfuerzos de la Comisión Europea, de las instituciones de apoyo, que en cierta forma dependen de la continuidad de la sostenibilidad empresarial, y de no pocas empresas que están comprometidas. El apoyo de las personas, como consumidores, como votantes, como empleados, etc., es menos proactivo y un poco más volátil y dependerá del resto de los esfuerzos.   

 

 [1] Alberto Vilariño ha publicado un par de artículos en la Revista Haz, en septiembre y octubre del 2023, muy ricos en análisis de esta problemática: La sostenibilidad se ralentiza ante otras prioridades de los CEO y Movimiento anti-ASG: quién, por qué y cómo contrarrestarlo.

[4] Si bien el número de empresas que expresan compromisos aumente continuamente, menos del 5% son creíbles según un estudio del NewClimate Institute.

[12] Ver los casos Etsy, en ¿Pueden las empresas certificadas como responsables cotizar en bolsa? y de Danone y Unilever de las notas 8 y 11.

[13] Lo había publicado por primera vez en un artículo del blog, hace 15 años, en diciembre del 2008, en Responsabilidad Empresarial: De la ilusión a la realidad.

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