A finales del 2022 se publicó un estudio Do Investors Care About Impact? en el Review of Financial Studies (ver resumen en el blog de Harvard Law School Forum on Corporate Governance) en el que se analizan las preferencias de los inversionistas sobre el impacto que puedan tener su inversiones, con resultados relativamente diferentes de lo que podrían ser las expectativas sobre las respuestas, por lo que es ilustrativo analizarlo.
Si bien el estudio se basa en preguntas hipotéticas sobre las
características de sostenibilidad de las inversiones, los resultados tienen
mayor confiabilidad que las encuestas generales ya que se hicieron con más de
200 inversionistas reales, de la modalidad de impacto, expertos en el tema. Se trataba de determinar las preferencias
sobre diversos grados de impacto esperado y su disponibilidad de pagar mayores
costos en función del impacto y de la satisfacción personal que derivan de la
inversión (los autores lo llaman warm glow, de difícil
traducción). Esta última es algo que creo no había sido analizado antes y que
ofrece implicaciones prácticas.
Al ser una investigación de campo con inversionistas expertos (no
estudiantes como suelen ser la mayoría de estudios de este tipo) la
investigación no adolece de los defectos que, por ejemplo, hemos comentado en
las encuestas a los consumidores sobre sus intenciones de consumo
responsable, con preguntas que claman un respuesta positiva y cuyas intenciones
de compra alegadas no se reflejan en la práctica (ver ¿Por
qué el consumidor “responsable” no compra de acuerdo con lo que dice que haría?).
Resultados.
He seleccionado los resultados que son más pertinentes para las decisiones
de inversionistas responsables (énfasis añadido):
- El 93% de los inversionistas prefieren un fondo de impacto sobre uno tradicional cuando las comisiones son las mismas. Y este grupo son inversionistas individuales neerlandeses (reconocidos por su interés en la sostenibilidad empresarial y ambiental).
- La disposición a pagar extra por el grupo de inversiones de alto impacto y de bajo impacto es casi idéntica. Nuestros resultados indican que los inversionistas están dispuestos a paga por impacto, pero no están dispuestos a pagar más por mayor impacto.
- Aun cuando los inversionistas de impacto no diferencian entre fondos de alto y bajo impacto, su disposición a pagar extra por el fondo esta correlacionada con el sentimiento de bienestar que los individuos experimentan con la inversión. En otras palabras, mientras mejor los hacen sentir, más están dispuestos a pagar.
- Esto nos sugiere que el inversionista individual promedio es un optimizador de su “feeling” (warm glow), que optimiza el sentirse bien de haber hecho la selección “correcta”, más que uno que prefiere resultados, que quiere optimizas el impacto de sus inversiones. Al final esto sugiere que las emociones positivas derivadas de seleccionar opciones sostenibles son un impulsor esencial en la tendencia de inversión sostenible que observamos.
- En este caso las instituciones financieras tienen incentivos para crear productos que ofrecen “feeling” (warm glow) más que impacto Adicionalmente, las instituciones financieras pueden ofrecer sus productos de tal manera de uno sostenible, pero con poco impacto se destaque como la opción de mayor impacto que esté disponible, entre las que ofrecen.
Análisis
Estos resultados tienen implicaciones prácticas para la comercialización de
los fondos de inversión de impacto en particular y los fondos sostenibles en
general:
- Confirman lo que se muchas veces se supone y es el valor que se atribuye a la imagen, al poder decir que se poseen inversiones que tienen impacto, con menor importancia sobre la magnitud del impacto. Y exagerando un poco podríamos decir que muchos se conforman por poder decir que las poseen, tengan o no impacto. ¿Greenwashing de los inversionistas “responsables”?
- El efecto de “sentirse bien” (warm glow) es relevante para la selección de las inversiones, como lo puede ser el impacto que tengan las inversiones y su rendimiento. No están dispuestos a pagar más (o que rinda menos) para lograr más impacto, pero sí para “sentirse mejor”, que no necesariamente está relacionado con el impacto real.
- Y esto puede ser aprovechado por los gestores de fondos para mejorar su atractivo, destacando otras características de las inversiones que no tienen que ver con el impacto real o rendimiento, pero si con el impacto sobre el sentimiento de bienestar. Se puede gestionar la imagen de las inversiones como, por ejemplo, que están orientadas a reducir la pobreza, o la desigualdad de género o la mejora del medio ambiente, aunque su impacto sobre ello sea mínimo o inexistente (ver mi análisis de una de estas falacias en El índice IBEX Gender Equality: ¿Igualdad de género? Falacia ASG). La imagen cuenta, las fotos de cosas verdes, de mujeres, de niños pobres, ayudan a la comercialización.·
- El greenwashing rinde.
- No todos se preocupan del impacto real, pero la imagen es relevante. Y en esto es oportuno recordar las diferencias entre inversiones con criterios ASG, que mayormente se preocupan de la etiqueta, sin analizar el impacto que tienen, y las inversiones verdaderamente responsables (que incluye la modalidad de inversión de impacto) cuya selección está basada en un análisis integral, incluyendo el impacto, si no del real impacto (imposible conocer ex ante) por lo menos del potencial (ver Doce razones por las que los criterios ASG no reflejan la sostenibilidad empresarial y ¿Es lo mismo Inversión Socialmente Responsable, ISR que inversiones ASG?).
En este caso no podemos decir que los resultados son extrapolables a otros
contextos, pero si creemos que por el diseño del estudio son por lo menos
ilustrativos.
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