sábado, 29 de abril de 2023

Es hora de luchar por equiparar los temas sociales con los ambientales


La preocupación por el cambio climático y su mayor visibilidad a nivel mundial está acaparando la atención del ecosistema de la sostenibilidad empresarial y con ello apabullando a los temas sociales y relegándolos a nichos de interés.

I.                Prioridad sobre lo ambiental, descuido de lo social.

El progresivo abandono de la denominación de responsabilidad social de la empresa por el termino más escueto de sostenibilidad, sin apellido, para referirse a la sostenibilidad ambiental conspira contra la sostenibilidad empresarial y conlleva a inferir que aquella es la que importa. Ojalá se prohibiera el uso de la palabra sostenibilidad sin apellido, obligando a referirse a la limitada ambiental o la amplia empresarial y así evitar confusiones y omisiones.

Y en la industria de la ASG, la de los criterios para seleccionar inversiones, también se prioriza la A en detrimento la S. Hay millares de fondos de inversión dedicados a la A, muy pocos a la S y la G.  Casi que solo se consideran estos factores en los fondos de inversión responsable integrales, y aun estos tienen una visión muy estrecha de lo que es la sostenibilidad empresarial. [1]

Además de la visibilidad a nivel empresarial, económico y político de los temas ambientales, sus indicadores se basan en gran medida en temas físicos, más amenos a la medición cuantitativa, en tanto que los aspectos sociales son más emotivos, relativamente más difusos y sujetos a opinión. Y los decisores suelen tener preferencia por lo medible y subestimar lo difuso.[2]

Estos son algunos de los factores que están minando la visión integral de la responsabilidad de la empresa ante la sociedad, en su concepción amplia, de ser, más que de hacer, y en particular está relegando el interés por los aspectos sociales de esa responsabilidad. [3]

Un buen ejemplo de ello es que, con todos los esfuerzos de la Comisión Europea para promover esa responsabilidad empresarial, está priorizando los aspectos ambientales en detrimento de los sociales.  La única taxonomía aprobada es la verde y se ha pospuesto (¿abandonado?) la preparación de la taxonomía social [4] y no se ha comenzado la de gobernanza (salvo en algunos borradores de trabajo). Y las regulaciones para reforzar el rigor de las emisiones de bonos de sostenibilidad se ha limitado a la de los bonos verdes, [5] ignorando los bonos sociales y los sostenibles (verdes y sociales).

Los estándares de reporte sobre la sostenibilidad empresarial de la Comisión Europea, obligatorios para las empresas con negocios en sus países miembros, propuestos hasta mediados del 2023, incluyen 23 documentos: cinco explicativos del proceso, dos sobre requerimientos y diseminación y diez sobre detalles por temática, medioambiente, social y gobernanza, además de seis apéndices explicativos. [6] Pero las directrices específicas para los temáticos han sido pospuestas, concentrándose en los de requerimientos y diseminación. Los del IFRS (que serían de aplicación voluntaria a nivel mundial), propuestos hasta mediados del 2023, incluyen los Requerimientos generales de reporte de información financiera de la sostenibilidad y el de Reporte de información sobre cambio climático. No se han producido lineamientos para otros aspectos de la sostenibilidad empresarial.[7]

En un artículo anterior (La “S” de la ASG: ¿Qué es? …. aparte de ser la cenicienta del grupo y el Adendum) habíamos abogado por reforzar la priorización de los aspectos sociales y habíamos propuesto una amplia conceptualización de ellos, con el objeto de apoyarlo en las estrategias empresariales. Los poníamos en el contexto de las prioridades que se les daba a los aspectos ambientales y de gobernanza.

II.             Un buen intento de rescatar lo social, pero ……

La Corporación Financiera Internacional (International Finance Corporation, IFC), institución de financiamiento y desarrollo del sector privado del grupo del Banco Mundial, publicó un informe con el objetivo de rescatar la importancia de los temas sociales en el financiamiento sostenible a través de préstamos y emisiones de bonos ligados a la sostenibilidad (Social KPIs Matter: Setting Meaningful Indicators for Sustainability-Linked Finance). [8]

Es de recordar que estos financiamientos son obtenidos por las empresas para financiar sus actividades generales, no necesariamente relacionadas con la sostenibilidad empresarial, pero en las que se comprometen al logro de algunas metas de sostenibilidad. En algunos casos incluyen bonificaciones financieras por su logro o penalizaciones en caso contrario. Estos instrumentos tienen serias deficiencias como instrumentos para promover esa sostenibilidad.[9]

El objetivo del documento del IFC es el de presentar indicadores sociales que puedan ser utilizados como metas en esos bonos e indirectamente el de promover la inclusión de metas sociales ante la preponderancia del uso de metas ambientales, si bien ello no es consecuencia de la carencia de indicadores sociales. Es un problema, en parte de preferencia de metas que puedan ser fácilmente cuantificables y logrables, y en parte de la mayor demanda de los mercados financieros por el tema ambiental.

Es muy difícil obtener información sobre la inclusión de metas ambientales y sociales en el financiamiento ligado a la sostenibilidad ya que la gran mayoría (85%) son préstamos en los que la información suele ser confidencial entre las partes. La información sí está disponible para los bonos ligados a la sostenibilidad (15%) al ser emitidos en los mercados. Se ha estimado que el 68% de los financiamientos incluyen metas ambientales, mayormente sobre emisiones, y solo el 23% incluye metas sociales, mayormente igualdad de género y seguridad laboral.  Y aun los que tienen metas sociales incluyen además metas ambientales.

El informe propone metas en seis áreas, con una amplia concepción de que es “social”, incluyendo servicios e infraestructura y la sostenibilidad de la cadena de valor.

Propone cuatro etapas para la implementación de los indicadores

  • Identificar los aspectos materiales y sus indicadores;
  • Desarrollar las metas (líneas de base y benchmarking);
  • Desarrollar el camino para su logro (políticas y procedimientos), y
  • Desarrollar la transparencia.

Ilustra en proceso usando cuatro casos y un apéndice donde propone 55 indicadores para las seis áreas identificadas.  Para ser útiles los indicadores deben tener algunas características obvias, pero es crítico recordarlos:

  • Relevantes, materiales y de importancia estratégica;
  • Medibles consistentemente;
  • Verificables por entes externos; y,
  • “Referenciables” (benchmarkable) a medidas externas.

Es destacar que estas metas, sus características y sus usos son muy semejantes a las que se usan en las remuneraciones de los dirigentes, si bien aquellas se refieren a condiciones del financiamiento y estas a la ejecución de la estrategia de sostenibilidad empresarial. Es muy posible, y lógico, que, si han impuesto condiciones para el financiamiento, estas se traduzcan en condiciones para las remuneraciones de los dirigentes. [10] Cuando analizamos este caso, proponíamos diez características para los indicadores (algunas comunes a las de arriba y otros que deberían haberse incluido): 

  • (1) deberán ser medibles objetivamente;
  • (2) con relación directa con el impacto que se quiere logar;
  • (3) con el plazo de las remuneraciones coincidente con el logro de los resultados;
  • (4) con resultados atribuibles a las acciones de los dirigentes;
  • (5) con costos razonables para su logro;
  • (6) con suficientes alicientes para que actúen;
  • (7) un número manejable (ni tantos ni tan pocos);
  • (8) no deben estimular comportamientos perversos;
  • (9) deben referirse a resultados y, de ser posible, a impactos; y, 
  • (10) consensuados con el Consejo y algunos stakeholders clave.

 Pero es importante distinguir entre los indicadores y metas a incluir en compromisos de financiamiento o de remuneraciones de los dirigentes y los correspondientes a la estrategia de sostenibilidad empresarial. En todos los casos deben ser materiales, estratégicamente importantes y bajo el control de la empresa y sus dirigentes. Pero tienen objetivos diferentes.

En los dos primeros casos deben ser pocos, generalmente menos de cinco y suelen ser más conservadores ya que implican compromisos legales, con prioridad en su medición y consistencia (el informe del IFC propone una extensa lista, pero no hace la advertencia de que el numero debe ser limitado). En el caso de la estrategia, también deber ser limitados, concentrando los escasos recursos donde se tiene impacto, pero hay mayor libertad para seleccionar las prioridades, algunas de las cuales pueden no ser medibles con precisión y ser encaradas con diferentes intensidades en el tiempo, de acuerdo con las capacidades de la empresa, sus circunstancias y las necesidades de los stakholders. 

Adicionalmente se debe distinguir entre metas que se refieren a resultados o logros, de las que se refieren a insumos o productos. En todos los casos, financiamiento, remuneraciones y estrategia, se deberían referir a resultados obtenidos y de ser posible a impactos logrados, pero siendo los primeros dos casos resultados de negociaciones y con obligaciones contractuales es muy posible que se diluyan y se priorice lo factible sobre lo deseable, y se limiten a resultados.

Por ejemplo, si el objetivo de invertir en mejorar la condición profesional de la mujer, los recursos invertidos en su desarrollo son insumos, el porcentaje de ellas en cargos directivos es un producto, la mejora en sus capacidades lograda son resultados y su influencia en las decisiones empresariales sería el impacto.  En las metas de financiamiento sostenible y en las de remuneraciones de dirigentes el más común es el del incluir aquel porcentaje, un producto, que no quiere decir mucho, se puede lograr sin desarrollo, sin competencias, sin influencia y sin continuidad.

Las metas deberían incluir las mejoras de sus capacidades, un resultado, y mejor todavía, su influencia en las decisiones empresariales, un impacto, pero esto complicaría lograrlas. Y “nos hacemos trampas en solitario” y no se usan. Pero las metas de la estrategia de sostenibilidad empresarial, donde no tiene sentido engañarnos, deberían enfatizar las de resultados e impacto.

III.           Lo social también tiene impacto financiero.

También se ha publicado un informe sobre el impacto de los riesgos en aspectos sociales sobre la situación financiera de la empresa, que debería contribuir al interés en estos aspectos (ESG Encyclopedia Vol 2, por Fitch Ratings). También en el impacto financiero se da prioridad a los temas ambientales. Hay gran preocupación, por ejemplo, sobre el impacto del cambio climático en la situación financiera de las entidades financieras, y hay un movimiento que pide que estas instituciones produzcan simulaciones para apreciarlo cuantitativamente, de la misma manera que se hacen los stress test para reflejar en potencial impacto de supuestos cambios en la situación económica y en particular de los cambios en las tasas de interés.

Pero no se ha mostrado interés sobre el impacto financiero que pueden tener los riesgos sociales (laborales, comunidades, clientes, entre otros) sobre la posición financiera, en buena parte porque se consideran riesgos puntuales a empresas específicas, y que no afectan a instituciones que conlleven riesgos sistémicos. Se prefiere ignorar las consecuencias de la inequidad, de la inestabilidad social, del desempleo o subempleo, de la pobreza y de la discriminación, aunque al igual que los aspectos ambientales su impacto es sistémico, afecta a todas las empresas. [11]

IV.            En resumen

Como decíamos en un artículo anterior, la S es la cenicienta del grupo y serán necesarios la concientización de los dirigentes, despertar el interés de los inversionistas responsables y estimular a la sociedad a demandar acciones, para sobreponerse a los obstáculos reales y percibidos que enfrenta relacionados con su menor impacto financiero, no sistémico, y su definición difusa, alejada de impacto real.

Obstáculos casi insalvables. Los temas ambientales tienen impactos mucho más visibles y de interés político a nivel mundial. El cambio climático tiene a su favor los desastres naturales (¡sin ironía!), que lo hace muy tangible y la escasez de agua y la contaminación ambiental tienen grandes impactos sobre la vida de los afectados. Los problemas sociales suelen ser localizados y menor interés colectivo, más fáciles de hacerse la vista gorda.

Los problemas sociales no tienen un acuerdo multinacional como el Acuerdo de París de reducción de las emisiones, ni reuniones anuales a nivel de todos los países del mundo (la Conferencia de las Partes, COP, de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático). Sí están en algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, pero tienen más impacto publicitario que real [12] y en los Principios Rectores sobre las empresas y los Derechos Humanos: Proteger, respetar y remediar,  que cubren una pequeña parte de los aspectos sociales, pero que tienen un carácter disuasorio, de no hacer el mal, no proactivo de hacer el bien, que es lo que se necesita la sociedad de las empresas. [13]

No tenemos la varita mágica para vencer esos inmensos obstáculos, pero si los aspectos sociales se incluyen en las remuneraciones de los dirigentes, más allá de lo simbólico del porcentaje de mujeres en cargos directivos, y aunque no son la solución, por lo menos los hará considerar su importancia y extenderlos y elevarlos fuera del ámbito restringido de los promotores internos en la empresa.

Y estos obstáculos no deben impedir que sí sean prioritarios en las estrategias y actividades de la sostenibilidad empresarial, una empresa a la vez.

Nada en contra de atender los aspectos ambientales. Pero no deben distraer la atención de los aspectos sociales y menos en empresas que tienen poco impacto en aquellos, pero que por moda, el ecosistema de sostenibilidad empresarial les empuja a darles prioridad.



[3] Ver la discusión del enemigo #4 en el artículo Los trece enemigos de la RSE(C): Los primeros seis.

[5] El borrador fue aprobado el 28 de febrero del 2023 por el Parlamento y el Consejo, pero todavía falta la aprobación definitiva, estimada para finales del 2023. El borrador no se ha dado a conocer.

[6] Ver los estándares en First Set of draft ESRS

[9] Ver mi análisis crítico en el caso de los bonos ligados a la sostenibilidad en Greenwashing a la grande II: Emisión de bonos ligados a la sostenibilidad y ¿Hace falta ser una empresa responsable para emitir un bono ligado a la sostenibilidad? y la comparación del potencial impacto sobre la sostenibilidad empresarial con otros tipos de bonos en ¿Tiene el financiamiento sostenible impacto sobre la sostenibilidad? Segunda parte: Inversiones reales.

[10] Ver nuestra serie de tres artículos: Remuneraciones ligadas a responsabilidad, Primera parte: Situación actualSegunda parte: Buenos y malos ejemplos de empresasTercera parte: Cómo hacerlo,…..si se quiere hacerlo.

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