sábado, 9 de mayo de 2020

La ingenuidad personificada: La irresponsabilidad disfrazada de responsabilidad



El hombre sabio hace proporcional sus creencias a la evidencia
David Hume, filósofo
1711-1776

Algunos se regocijan de que la actual crisis ha sido un bálsamo para el cambio climático y proponen aprovecharla para intensificar el cambio en el status quo.  Pero no es tan sencillo como puede parecer a primera vista.

Como salvar al mundo

Un reciente artículo (La venganza del pangolín, por Frédéric Beigbeder[i]) en la revista ICON de El País, No. 75 mayo del 2020 (pg. 147), se alegra del impacto de la reciente crisis sobre el medio ambiente y dice que ella ofrece una buena oportunidad para cambiar el rumbo de la humanidad. Dice “¿Qué podemos hacer para retener la lección del pangolín? Empiezo una lista, completadla si queréis.”
 
1) Me encanta la carne, pero tengo que admitir que vamos a tener que dejar de comer animales. Esta enfermedad es su venganza. Deberíamos quedarnos con este mensaje.
2) Limitar los viajes en avión. Volar únicamente si no existe ningún otro medio de transporte menos contaminante.
3) Organizar el reparto de frutas y legumbres biológicas por agricultores próximos a nuestra casa.
4) El gobierno deberá gastar nuestro dinero en más hospitales y menos armamento.
5) Ha llegado el momento de hacer que el coche eléctrico sea obligatorio.
6) Cerrar las oficinas si se puede trabajar en casa.
7) Montar un éxodo urbano, es decir la reinstalación en el campo de millones de ciudadanos que han entendido lo absurdo del hacinamiento en las grandes urbes y desean huir de la contaminación, el ruido, el estrés y los atascos.

Análisis de sensatez

Estas recomendaciones, tomadas a la ligera, parecen tener sentido, pero analizadas en todo su contexto e impacto son ingenuas y tienen consecuencias muy negativas.  Veamos.

Advertencia:  La crítica de las propuestas que hago no quiere decir que no debamos hacer todo lo posible para reducir la contribución de los humanos a la destrucción ambiental. Pero hay que ser racional, hay que analizar no solo los beneficios de las acciones sino también los costos.

1) Me encanta la carne, pero tengo que admitir que vamos a tener que dejar de comer animales. Esta enfermedad es su venganza. Deberíamos quedarnos con este mensaje.

Dejar de comer productos animales podría contribuir a la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero, GEI, ya que la alimentación, digestión (uno de los principales causantes de las emisiones de metano, 25 veces más poderoso que el C02) y su procesamiento para el consumo son causantes del 14,5% de las emisiones mundiales.  Adicionalmente, la reducción del consumo podría mejorar la salud de muchos seres humanos.

SIMPLE, PERO.  ¿Qué hacemos con miles de millones de animales que se crían para el consumo humano? ¿Qué uso de damos a la tierra? ¿Cuántos millones de personas quedan sin empleo en la ganadería y en el procesamiento de alimentos de origen animal?  ¿Qué alternativas de empleo tienen las personas, muchas de los cuales son de bajo nivel educativo y de bajos ingresos?  ¿Y el consumo de esos millones de personas, que generan empleo para otros?  Y los miles de millones de euros que genera la industria, con su efecto multiplicador ¿se pierden?  Y, que comemos, ¿pescado? ¿Hay suficiente para el consumo alternativo?  ¿No están ya los mares sobreexplotados? ¿Comemos más vegetales?  ¿Es la tierra que dejan los animales apta el cultivo de vegetales? 

2) Limitar los viajes en avión. Volar únicamente si no existe ningún otro medio de transporte menos contaminante.

En efecto, podrían disminuir las emisiones de GEI y nos forzaría a intensificar el teletrabajo.

SIMPLE, PERO. La aviación contribuye el 2% de las emisiones totales y el 12% de las emisiones por todo tipo de transporte, en tanto que el terrestre produce el 74% de las emisiones del sector. El 80% de las emisiones de la aviación se deben a vuelos de más de 1500 kilómetros para los cuales no hay alternativas viables.  Y la eficiencia en el consumo de combustible de la aviación ha aumentado significativamente en las últimas décadas.

Pero si se siguiese la recomendación la reducción de emisiones sería baja y sería substituida por otras de mayor contaminación como el transporte con vehículos (no todos los destinos pueden usar trenes eficientes).  Quebrarían la mayoría de las empresas de aviación y los pocos viajes que se pudieran efectuar serían a precios exorbitantes (la industria de la aviación tiene grandes economías de escala y depende de altos volúmenes de pasajeros).   Perderían el empleo millones de personas, no solo las que trabajan en el transporte aéreo sino además las que dependen de ello, como el turismo la industria hotelera, entre otros. ¿Y qué hacemos con los aeropuertos que quedan sobredimensionados y los aviones que ya no se usarían?  Sin duda que hay lograr mejorar en la eficiencia del transporte aéreo pero las soluciones draconianas no son factibles.

3) Organizar el reparto de frutas y legumbres biológicas por agricultores próximos a nuestra casa.

Y así favoreceríamos lo local y se ahorrarían emisiones de gases de efecto invernadero. Y a lo mejor esos alimentos serían más saludables.

SIMPLE, PERO. ¿Tienen los productores locales la capacidad de suministrar las necesidades de la población vecina? Y los que no están cerca de grandes aglomeraciones urbanas, ¿a quién le venden sus productos? ¿Pueden los productores locales de menor tamaño garantizar las seguridades sanitarias necesarias para suministrar las grandes cantidades requeridas (ver el problema que enfrentó la cadena de comida rápida Chipotle al querer comprar local)?. Y se dejarían de capturar las economías de escala de las producciones de alimentos en grandes volúmenes.  Los precios de las frutas y legumbres aumentarían.

Y el cambio en el uso de la tierra, el perturbar la tierra de su estado natural (arado, deforestación para la agricultura, …...) es un gran contribuyente a las emisiones de GEI, el 6%, el triple que la aviación.  Aquella es una medida que solo se puede implementar a pequeña escala.

Y hay maneras de reducir las emisiones de la agricultura mejorando la tecnología, por ejemplo con la agricultura regenerativa (ver Y un (potencial) buen ejemplo de contribución a los ODS).

4) El gobierno deberá gastar nuestro dinero en más hospitales y menos armamento.

Totalmente de acuerdo, pero nótese que no se refiere al tema ambiental como todas las demás.

5) Ha llegado el momento de hacer que el coche eléctrico sea obligatorio.

Ciertamente que reducir el consumo de combustibles fósiles reduciría las emisiones de GEI.

SIMPLE, PERO.  Pongámoslo en perspectiva. El parque automotriz mundial al 2019 es de 1300 millones de coches, con una producción anual de 92 millones. La producción de coches eléctricos es de unos 2 millones anuales, con un stock de unos 10 millones, o sea un 2% de la producción anual y un 0,8% del total en circulación.  Para el 2025 se espera que la producción llegue a los 5 millones anuales, con un stock de unos 60 millones, lo que será cerca del 4% del parque automotriz. 

Sin duda que es conveniente la substitución de vehículos a base de combustibles fósiles por los eléctricos, pero lo que estas cifras demuestran es que el impacto será relativamente bajo, se requiere de mucho tiempo para reemplazar el actual stock de vehículos a base de combustibles fósiles. Y para que los beneficios sean reales la energía con la cual se cargan los eléctricos debe ser renovable, lo cual dista todavía de ser una realidad.

En este caso no habría un cambio dramático en el corto plazo, se desarrolla sobre el largo plazo, con lo cual los cambios de que produce en la economía y el empleo son manejables, se pueden planificar y gestionar.

Y este es excelente ejemplo de hacia donde deberían dirigirse parte de los esfuerzos de los gobiernos en reactivar la economía afectada por la crisis.  Ne se trata de dar dinero a las empresa y personas, sino exigir su uso en actividades que contribuyan al mejoramiento social y ambiental (además de invertir en hospitales en vez de en armamentos).

6) Cerrar las oficinas si se puede trabajar en casa.

Ciertamente que se reduciría el tráfico de vehículos en las grandes urbes, lo que resultaría en menores emisiones de GEI, menor contaminación atmosférica, menor stress y menos tiempo perdido en los viajes, lo que podríamos dedicar a otras actividades, como el reposo y la familia.

SIMPLE, PERO. No todo es positivo, tiene también consecuencias negativas. ¿Qué hacemos con las oficinas vacías? ¿Y el impacto que ello tiene en los negocios que se han creado alrededor de las oficinas?  Llevaría a la pérdida del empleo de millones de personas que dependen de los servicios a las oficinas, como la restauración y los de limpieza y mantenimiento, que suelen emplear a personas de menores niveles educativos y de ingresos. ¿Y los ingresos por concepto de alquiler y la pérdida en el valor del mercado de los edificios de oficinas? Tendría un gran impacto sobre las instituciones financieras, que suelen tener grandes volúmenes de activos en bienes raíces productivos. Tendría además un gran impacto sobre la industria de la construcción.  Se reproduciría la crisis del ladrillo en España.

Y por supuesto que no todas las actividades son aptas para el teletrabajo. Ello favorece a las empresas tecnológicamente más avanzadas y los empleados que pueden usar la tecnología. Se puede perder el sentido de pertenencia al grupo de trabajo y dificultar su cohesión. De nuevo, tiene un impacto negativo sobre las personas de menores niveles educativos e ingresos, que no pueden trabajar desde su casa. 

7) Montar un éxodo urbano, es decir la reinstalación en el campo de millones de ciudadanos que han entendido lo absurdo del hacinamiento en las grandes urbes y desean huir de la contaminación, el ruido, el estrés y los atascos.

Ciertamente que también podría contribuir a una reducción de la contaminación ambiental, al mejoramiento de la calidad de vida de algunos y dar nueva vida a las zonas rurales.

SIMPLE, PERO.  Es otra propuesta que conlleva a grandes pérdidas de empleo, con el consecuente impacto multiplicador sobre la actividad económica.  ¿Dónde están los empleos que necesitamos para sobrevivir? ¿en el campo? ¿Mudamos las industrias al campo?  Las aglomeraciones urbanas tienes problemas, como se mencionan, pero también tienen virtudes, como la eficiencia en el transporte de bienes, el florecimiento del comercio, menores distancias de desplazamiento, mayor vida cultural, …….

Y como en el caso anterior, habría una caída en la demanda de residencias urbanas, con la consecuente caída de precios, de ingresos por alquileres, con  el efecto  multiplicador sobre la actividad económica.  ¿A quien le vendemos las casas, los apartamentos que quedan vacíos? ¿A los okupas?

En todo caso es factible en pequeña escala y sobre largos períodos de tiempo.

Y la gran omisión

Estimular la eficiencia energética y la producción y consumo de energías renovables.

Un solo comentario: La generación y el uso de la energía produce el 72% de las emisiones de GEI.

En resumen

El fin de las recomendaciones puede parecer laudable, pero se le fue la mano.  Quizás el autor suponía que los lectores se lo creen todo, que no piensan.  Pero ello es irresponsable.

No estoy abogando por la continuación del status quo, que no es sostenible, estoy enfatizando que cambiarlo no es tan sencillo como parece, que hay consecuencias que deben analizarse cuidadosamente, planificar los cambios y mitigar los impactos negativos.

Y, obviamente, cada persona es libre de tomar sus decisiones.  Si quieren comer menos carne, si quieren consumir frutas y verduras locales, si quieren viajar menos por avión, si pueden trabajar desde su casa, si pueden comprar un coche eléctrico, si se quieren ir a vivir al campo, que lo hagan, estarán contribuyendo a la mejora de la calidad de vida.  El problema es que ello sea política nacional o que se haga en volúmenes masivos.

La pregunta clave que hay que hacerse: ¿es factible el camino para ir del hoy, en la actualidad, a ese deseable mañana? ¿Cuáles son las consecuencias de ese caminar? Hay un supuesto implícito en estas ideas utópicas de que el camino es plano, corto y en línea recta. Debe diseñarse la transición con mucha cautela.

La crisis ha conllevado a una gran disminución de la actividad económica y lo menos que necesitamos ahora son medidas que la contraigan todavía más.



[i] Prolífico escritor francés, crítico literario y presentador de televisión.

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