domingo, 17 de junio de 2018

La RSE en el libro Economía del bien común, de un premio Nobel




No, no le dieron el Nobel de Economía a Cristian Felber cuyas ideas (utópicas) comentamos en un artículo anterior (Economía del bien común y RSE: ¿Juegan en la misma liga?). Nos referimos al reciente libro del profesor Jean Tirole, Economía del bien común, (Premio del Banco Nacional de Suecia en Ciencias Económicas en honor a Alfred Nobel). Es una pena que el título en español sea el mismo  que el de Felber y se puedan confundir.  Nos parece que en inglés el título es más acertado, Economía para el bien común, o sea, como puede la economía servir al bien común (aunque el original en francés es “del”). No analizaremos el libro (son 560 páginas), nos concentraremos en una sección del capítulo 7, Gobernanza y Responsabilidad Social de la Empresa, donde se cubre la RSE.

El profesor Tirole es ampliamente conocido (entre economistas expertos) por sus investigaciones y publicaciones en la teoría de juegos y organización y regulación industrial, por las que fue reconocido con el premio Nobel en 2014.  Su obra es de un elevado nivel teórico, con extenso uso de las matemáticas, accesible solo a expertos.  Afortunadamente este libro está escrito en prosa y, aunque es denso en lenguaje técnico, es legible para los que han tomado algunos cursos de microeconomía.

¿Por qué vale la pena comentar el capitulo?  Cuando vi que el libro, de un premio Nobel, tenía una sección sobre la RSE lo compré pensando que daría luces sobre el tema, que tendría una contribución, que añadiría valor. Resultó que sí vale la pena comentarlo, pero más bien por la decepción que produce el tratamiento del tema. A lo mejor mis expectativas eran demasiado elevadas para una sección de un capítulo, de un libro de economía general.

Responsabilidad social de la empresa al revés

La sección está basada en una concepción superada de lo que es la RSE.  Parte de la antigua definición de la RSE de la Unión Europea, de que la RSE es algo adicional, voluntario, ir más allá de la ley (ver mi artículo Como interpretar LA definición de la RSE).  Y su principal argumento es que son los stakeholders los que se sacrifican para que la empresa pueda ser responsable ante la sociedad.  Para él solo existen tres grupos de stakeholders: inversionistas responsables, empleados y consumidores, ignorando los directivos, la sociedad civil y los gobiernos, entre otros.

No ve la responsabilidad empresarial como una decisión gerencial, como la iniciativa de los que gestionan la empresa. Según el libro la empresa no se interesa por sus stakeholders, son éstos los que determinan la responsabilidad de la empresa.  De hecho, usa un término inusual, “filantropía delegada”, para referirse a ello, como si los stakeholders se sacrificaran por la empresa, como si los stakeholders le delegaran su filantropía a la empresa, filantropía al revés.  Supuestamente los inversionistas responsables están dispuestos a recibir menores rendimientos por invertir en empresas que respetan los derechos humanos, que pagan sueldos justos, etc.  Los consumidores pagan más por los productos porque son producidos responsablemente.  Los empleados se sacrifican por la empresa. Es al revés de la visión prevalente de que la empresa asume su responsabilidad ante la sociedad, porque es su responsabilidad, y ésta la recompensa, a veces, con su favor. No son los stakeholders los que “le dan” a la empresa. 

Si bien es cierto que son estos stakeholders, y los demás no mencionados, los que presionan o hacen que las empresas sean responsables, no lo pone en ese contexto, sino en el de que son ellos con su “filantropía delegada” a la empresa los que la hacen ser responsable.  

Otro de los impulsores que menciona es la de la visión de largo plazo, pero de nuevo en un contexto inverso.  Para el autor no son los dirigentes los que impulsan esa visión, son los inversionistas responsables los que con su activismo fuerzan esa visión.  Esto contradice la experiencia en la práctica.  Los inversionistas activistas se preocupan mayormente de los beneficios en el corto plazo, coartando con su accionar esa visión de largo plazo.  Y los inversionistas responsables, a los que les debería preocupar esa visión, suelen ser muy poco activistas y ser pasivos. 

Aunque ello está cambiando, los activistas por el largo plazo son todavía la excepción y solo es común es en las empresas de propiedad concentrada en pocos dueños (ver Mucho ruido, pocas nueces: Activismo de fondos de inversión). Y basa sus argumentos en que los inversionistas invierten en las empresas con horizontes de largo plazo, cuando la realidad es que la tenencia de acciones en empresas es, en el promedio, de cortísimo plazo. Si no les gusta lo que hace la empresa, venden sus acciones o tratan de cambiar a la gerencia (pero es excepcional y suele ocurrir para aumentar aún más los beneficios) (ver ¿Pueden las empresas responsables resistir los embates de los activistas financieros?).  Su posición es al revés de la visión prevalente.

Como tercer impulsor de la RSE menciona la filantropía corporativa, que asocia al “sacrificio de beneficios”.  Repite la gastada cita de Milton Friedman (aquello de que el negocio de las empresas es hacer negocios y que filantropía corresponde a las personas) y no añade nada a la discusión.

Y tiene otro argumento al revés. Dice: “los consumidores, empleados e inversionistas presionarán a la empresa a comportarse éticamente solo si entienden claramente los efectos de ese comportamiento”. Y si no entienden los efectos, ¿serían indiferentes?  La visión prevalente es de que muchos de estos stakeholders son indiferentes y corresponde a la empresa y algunos otros stakeholders (sociedad civil, medios, etc.) informarles para respondan al comportamiento responsable de la empresa, y así se puedan realizar algunos beneficios financieros de su responsabilidad (el argumento empresarial).

Concluye

Finalmente, la responsabilidad social corporativa, la inversión socialmente responsable y el comercio justo son compatibles con una economía de mercado. Representan una respuesta que es tanto descentralizada como parcial (debido al problema del aprovechado) a la cuestión de como proveer bienes públicos.  Tendrían menos espacio en un mundo en que el estado fuera más efectivo y benevolente, representativo de la voluntad de los ciudadanos: pero en mundo real, hay lugar para estas iniciativas éticas de parte de los ciudadanos y las empresas, y espero haber ayudado a clarificarlo (mi traducción de la versión en inglés, énfasis añadido)

No, no lo ha clarificado.  El objetivo de la responsabilidad social de la empresa no es la provisión de bienes públicos ni es la substitución de las fallas del estado. El objetivo es asumir responsabilidad por sus impactos pasados, presentes y futuros y los que quiera tener para contribuir a una mejor sociedad, altruistica o interesadamente.  Aunque el estado fuera efectivo y benevolente, la responsabilidad de la empresa es la misma.  Sus impactos son independientes de la efectivad y benevolencia del estado.  Sólo en el caso de que la empresa quiera contribuir a resolver fallas del estado (salud y educación, por ejemplo) para tener una sociedad mejor en la que logar sus objetivos estaría proveyendo algunos bienes públicos, generalmente limitados a su entrono operativo.

En aras de la transparencia

Tengo que confesar que no he leído el resto del libro.  Es citado como uno de los mejores libros del 2017 en Economía por el Financial Times, Microsoft, The Times, Bloomberg, etc. y las reseñas suelen ser muy favorables.[i] El libro es popular en España y Francia, mucho menos en EE.UU.  En su defensa diré que la RSE no suele ser el punto fuerte de la teoría microeconómica y no ha sido objeto de mucha atención.  Es un tema más investigado y estudiado por las demás ciencias sociales, las “menos duras” (la tendencia en los economistas es a considerarla una ciencia dura, al nivel de las ciencias naturales, física, química, matemáticas, etc.).

P.S. Espero que el lector me perdone por el atrevimiento de criticar a un Premio Nobel de Economía.  Existe la posibilidad de que no haya entendido sus argumentos……que fueron escritos hace ya varios años.



[i] El libro ha sido objeto de por lo menos dos breves artículos del profesor Antonio Argandoña en su blog, Un buen libro de economía, y De nuevo, sobre un buen libro de economía.

No hay comentarios: