Según Gunter
Pauli en una entrevista publicada en Agóra , la economía es azul. Por lo que refiere el autor, su propuesta en
una más en la extensa lista de nuevos nombres que se le quieren dar a
diferentes maneras de ver el funcionamiento de la economía y sus mercados.
Ha publicado las
ideas en un libro La
Economía Azul: 10 años, 100 innovaciones, 100 millones de empleos. (100 millones, ¡!WOW!!).
El libro está disponible en 40
idiomas, lo que es un logro muy significativo. Quien quiera saber más puede consultar el sitio web de La Economía Azul,
donde detalla el concepto creado en 2004.
¿Alguien quiere ponerle un nuevo nombre al
capitalismo?
Obviamente que
cuando te encuentras con un nombre sorprendente como “la economía azul” te da
curiosidad de saber que es. Con la mejor
de las intenciones (¿o son intenciones de figurar?) se proponen nuevos nombres
sobre la manera de gestionar los mercados en particular, el capitalismo o hasta
la economía como un todo. Sobre esto estoy escribiendo varios artículos. Este
nuevo nombre pasa a formar parte de mi colección de nombres nuevos que ya va
por dos decenas:
Economía Social y Solidaria
Economía Verde
Economía Circular
Economía del Bien Común
Economía Colaborativa
Capitalismo Consciente
Capitalismo Limpio
Capitalismo Sostenible
Capitalismo Progresivo
Capitalismo Democrático
Capitalismo Inclusivo
Capitalismo Creativo
Capitalismo Responsable
Capitalismo Distributivo
Capitalismo Cooperativo
Capitalismo Humanista
Capitalismo Múltiple
Capitalismo Comprometido
Capitalismo Regenerativo
Capitalismo 2.0
No, esto no son
inventos míos. Sobre cada uno de los conceptos hay uno o varios libros y artículos,
y en muchos casos decenas de charlas y conferencias. Sin entrar en detalles todos tienen en común
la conclusión de que el status quo
“no funciona”, que crea muchos problemas.
En algunos casos el énfasis en la exacerbación de los problemas de
desigualdad (el sistema favorece a los ricos, a los que tienen el poder), en
otros casos el énfasis es en el consumo no sostenible de los recursos del
planeta tierra.
En términos
generales todas las propuestas tratan de resolver estos problemas, con
propuestas para el cambio del funcionamiento del “sistema”, en algunos casos con
propuestas de mejoras incrementales, con la corrección de problemas puntales. En muchos casos con soluciones radicales, que
miran hacia donde se quiere llegar, pero
que no conocen o no detallan el camino, no miran si es factible llegar,
política, económica, física o socialmente, y cuáles son los obstáculos que
habría que vencer. Quieren llegar a un
mundo ideal sin reconocer que el camino o es arduo o no es factible. El
cambio implica ganadores y perdedores, cuyo poder de sabotaje no se puede
ignorar. Las soluciones gana-gana suelen
ser muy puntuales, muy enfocadas. Esto
no es fácil, “si lo fuera ya estaría hecho” (como diría un economista incoloro). El reto es lograr el cambio generalizado de
modelo económico donde hay masivos perdedores.
"Creemos
una economía donde lo bueno es barato y lo malo es caro” dice el autor. Brillante. Excelente idea, nadie debería
estar en desacuerdo. Pero, ¿por qué no
se hace? Pongo un buen ejemplo de ello: si
elimináramos los subsidios a los combustibles fósiles dondequiera que los
tengan y encima se le pusiese un precio al carbono que emiten (léase un
impuesto en función del daño que causa el CO2 emitido en su combustión) y usásemos
la recaudación para promover las energías renovables se haría una gran
contribución a la solución del problema del cambio climático. Lo malo (combustibles fósiles) sería caro y
lo bueno (renovable) sería barato. Excelente idea, pero ¿por qué no se
hace? Porque los perdedores con el
cambio son poderosos y, lamentablemente, incluyen parte de la población que
se beneficia de los subsidios en la forma de, por ejemplo, menores costos de
transporte (sin embargo es de destacar que se han hecho experimentos exitosos
en esto en Australia y en algunas provincias de Canadá, a pesar de la oposición
de grupos poderosos (aunque en Australia triunfaron estos grupos en las
elecciones y se revertió la situación).
La economía del color más bonito.
Pero vayamos al
Azul. Se trata de preocuparse no solamente de la sostenibilidad de su
producción sino además de sostenibilidad en la producción de los insumos y el
uso de los residuos. Cita el ejemplo
que le abrió los ojos, el de su fábrica de jabones que era de producción sostenible
pero uno de sus insumos era el aceite de palma, posiblemente producido en
Indonesia, que tiene un gran impacto ambiental.
Se dió cuenta de que el proceso total no era sostenible. Descubrió
lo que hace mucho tiempo en RSE llamamos la sostenibilidad en la cadena de
valor, que la llama la “economía azul”.
Como dice el
autor “Hay gente que está soñando para
escapar de la realidad, necesitamos soñar
todos para crear la nueva realidad y hacerla” (énfasis añadido). ¡Hay que soñar! pero los sueños pueden ser condición necesaria, pero no suficiente
(otra de economista incoloro).
Dice además que “Lo
que necesitamos es que lo bueno para todos sea barato, y ahí tenemos un error
fundamental en todo el diseño de nuestra economía”. ¿Es
que la economía fue diseñada por alguien?
¿Es que se puede hacer un nuevo diseño de la economía? ¿Se puede cambiar el sistema con la economía
azul?
Y en un tuit del 23 de abril dice: “Los
humanos son la única especie sobre la tierra capaz de producir algo que
nadie desea. Somos tan brillantes
que podemos crear residuos. Es hora
de hacer una revolución” (énfasis añadido). Si nadie lo desea un producto no hay mercado
y se deja de invertir recursos en su producción (otra de un economista
incoloro). Y no se crean residuos como objeto de la producción, se crean como
subproductos, que hay que minimizar o evitar, por supuesto, ya que es
destrucción de valor. Y, ¿en qué consiste la revolución?
Pero veamos el fundamento de la propuesta.
El libro y el sitio web mencionados arriba presentan una serie de
ejemplos (iniciativas) dirigidas a demostrar
que es factible la mejor utilización de los recursos, particularmente los
naturales y reducir los costos de los productos. No es el espacio adecuado para analizar en
detalle los múltiples ejemplos y, como ejemplo (valga la cacofonía), nos
limitaremos a comentar solo uno y analizarlo desde un punto de vista más
integral. En la entrevista dice:
“En la Economía Azul aprovechamos lo que
localmente está disponible, generamos mucho más valor, y nosotros ponemos en
primer lugar las necesidades básicas de todo el mundo con lo que tenemos. Si yo tomo un café a la mañana y los restos
del café me sirven para cultivar un hongo, cuando cultivo el hongo tengo un
substrato residual que me sirve como alimento para la gallina, ¡tengo ya tres
alimentos en uno! ¿Por qué tengo que comprar un alimento para la gallina?
Si ya tengo que importar café, que por lo menos los restos que me sirvan para
algo! Si tomé café orgánico, tendré hongos orgánicos, tendré alimentos
orgánicos. En este caso tengo 3 ingresos, 3 oportunidades de empleo, y todo
será más barato.” (énfasis añadido).
Laudable, pero,
no ¿habría que tomar en cuenta los costos
de transacción y la economías de escala? (y sigue el economista incoloro). Para que esa producción de tres alimentos, a
escala comercial, sea efectivamente más barata hay que tener economías de
escala. Hay que tener mucha borra de
café para crecer hongos y muchos hongos para hacer alimento para gallinas, hay
que tener muchas gallinas, supongamos que para que pongan huevos porque si son
para comer habría que tener además una operatoria para producir pollitos y
gallinas. Habría que esperar que las
gallinas coman también otros alimentos, no sólo hongos cafeteros, ya que serían
poco nutritivas. Y todo esto requiere de
procesos que necesitan energía (¿renovable?).
A lo mejor lo puede hacer el que vive en una granja, pero es un ejemplo
poco generalizable. Es difícil que tenga economías de escala como para que sea más barato
que el proceso convencional, que es lo que además de lo “verde” propone lograr
el autor. Habría que consumir muchísimo café, o comprar la borra en grandes
cantidades, lo que requeriría de procesos de recolección, que no son
gratis. También habría que incurrir los
costos de transporte de los insumos a los lugares de producción, lo que nos
lleva a la consideración de los costos
de transacción, que parecen ser ignorados en el ejemplo.
Es de suponer que
también se necesita un mercado, en el
sentido económico, donde se comercialice el café, supuestamente producido y
comercializado de forma sostenible, y un mercado donde se comercialicen los
hongos y los demás alimentos para las gallinas y donde se comercialicen ya sean
las gallinas o los huevos. No funcionan
en el abstracto. Estos mercados para
funcionar efectivamente necesitan de volúmenes que justifiquen los costos de
operación (información, logística, participantes, etc.).
Y si lo hacemos en pequeña escala, artesanal, para
evitar los problemas de los mercados y los costos de transacción, el impacto es
muy pequeño, no cambia la “economía”. Si
lo que se propone es una “nueva economía”, la economía azul, no puede ser en
base a casos circunstanciales, deben ser soluciones sistémicas, de gran escala,
de aplicación amplia.
Esta argumentación no es para desprestigiar la
idea de la producción sostenible y hacerla lo más barata posible. Debe ser el objetivo de toda empresa y
proceso. Es para ilustrar que ello no es
sencillo, no es trivial, no es universal, ni es de impacto sistémico, como parece
querer dar a entender el autor.
Pero aún esto
puntual tiene riesgos
Esto no es un cambio de modelo económico ni de modelo de negocios, es una
manera de hacer negocios. Pero aun
limitándonos a casos puntuales, ello no está exento de riesgos como parece dar
a entender el autor. Para ilustrarlo
analizamos el caso que ha ido desarrollando desde el 2015 con Chipotle, cadena
de comida mexicana rápida de calidad.
Chipotle es un restaurante reconocido por su sostenibilidad, basado en el
usos de ingredientes frescos, de alta calidad, comprados en la medida de lo
posible a pequeños productores locales, entre otras medidas (ver video sobre la
sostenibilidad de la empresa). Durante
el 2015 algunos de sus clientes sufrieron problemas de salud por contaminación
de los alimentos, lo que le causó serios problemas, desde la caída de sus
acciones en bolsa y en su reputación, pasando por la pérdida de clientes. Pasó de ser el restaurante mejor valorado
en su categoría (comida rápida de calidad) en el 2015, en términos de la
empatía emocional de sus clientes, a ser el peor valorado en el 2017 (aunque los
problemas han sido resueltos y la clientela ha regresado). Las investigaciones determinaron que buena
parte del problema se derivaba de algunos de los productores locales que no
tenían los controles sanitarios adecuados.
Pagó muy caro el querer ser responsable comprando localmente a pequeños
productores. Cuando se compra de grandes
proveedores se tienen mayores garantías ya que estos controlan la calidad del
suministro. Esto demostró que hay que balancear el bien que se hace al comprar local con los
riesgos que ello conlleva, especialmente en el caso de alimentos. No queremos decir que hay que evitar estos
proveedores, lo que queremos decir es que no es una panacea.
¿Tienen los
hongos y las gallinas de la economía azul los controles sanitarios necesarios?
En resumen
La propuesta
de la economía azul es sencillamente la sostenibilidad de la cadena de valor
(RSE) a través de la ejecución de proyectos puntales que hacen uso eficiente de
los recursos. No es una solución a los
problemas sistémicos de la economía como quiere venderse. Son ideas muy valiosas, pero de impacto
limitado.
¿Se pueden
crear así 100 millones de empleos? La exageración
le quita credibilidad.
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