Criticamos mucho a los informes de sostenibilidad
por ser instrumentos de gestión de imagen de la empresa, porque no contienen la
información que le interesa a los stakeholders,
por contener medias verdades y a veces claras mentiras. Y creo que la gran mayoría de las veces
tenemos razón. No obstante, los informes
de sostenibilidad juegan un papel fundamental dentro de la empresa que hay que
destacar.
Un artículo del 30 de noviembre de 2012 de
Antonio Argandoña,
No me gustan los informes de
Responsabilidad Social no deja lugar a dudas con su título.
Así de claro. A diferencia de la
gran mayoría de los economistas que titulan sus artículos con una pregunta (yo no
soy economista, pero lo hago), Argandoña hace una clara aseveración. En el artículo escribe:
“No me gustan los informes de Responsabilidad Social, o
de Sostenibilidad. Ni siquiera los informes integrados,
económicos, sociales y medioambientales. Me parecen un ejercicio de relaciones
públicas, dirigido a mostrar que la empresa que los emite se presenta a sí
misma como muy responsable. Pero no responden a las inquietudes y necesidades
de los stakeholders.”
Y comenta mayormente sobre el hecho de que
las empresas (pone como ejemplo a los bancos) cuando reportan sobre RSE no
reportan lo que verdaderamente le interesa a los stakeholders, informan sobre actividades que creen los harán verse
bien. No reportan sobre su responsabilidad en la crisis financiera, ni sobre
sus estrategias presentes y futuras, sobre la morosidad de los clientes y los
desahucios. Reconoce “que no es fácil contestar a esas cuestiones
(sobre todo si en el pasado no se dieron las respuestas adecuadas, y si según
qué contestaciones pueden dar lugar a responsabilidades legales).” Y concluye que deben “…
informar con claridad y transparencia a sus stakeholders, respondiendo a sus preguntas, no a los cientos de
asuntos que exige la Global Reporting
Initiative (GRI). Claro que hay que hacer el informe para el GRI, y que
sea completo y bonito. Pero la Responsabilidad Social es otra cosa.”
En un artículo del 30 de septiembre de 2012 (Ensuciado de cara: Destrucción
de la reputación de la responsabilidad empresarial) yo había comentado la reticencia de las empresas en reportar lo
relevante, que puede no ser tan favorable, escudándose detrás de reportes de
actividades secundarias, y a veces triviales, pero que puedan ser
percibidas como acciones de un buen ciudadano y así extenderse a la imagen de
todas las actividades de la empresa (¿Se puede manipular la
reputación?: El efecto aureola).
Elaine Cohen, la gurú mundial sobre informes
de sostenibilidad, también escribió varios artículos en que disecciona los
principales problemas de estos informes.
El mas reciente, del 17 de noviembre de 2012, False claims in sustainability
reports analiza las deficiencias y mentiras comunes de los
reportes.
Muchas veces los stakeholders nos quejamos pero también
hay que destacar que no ejercemos nuestra responsabilidad de hacerle saber
nuestra opinión a la empresa a través de nuestras acciones en el mercado o
donde sea pertinente. ¿Quién lee los informes de
sostenibilidad? A veces creo que ni
siquiera los que los han preparado los han leído en su totalidad.
De acuerdo, los
informes de sostenibilidad tienen serios problemas. ¿Sirven
para algo? Creo que es oportuno hacer
algunas acotaciones no sea que por puntualizar los defectos y problemas de los
informes de sostenibilidad los desechemos por inútiles: No debemos tirar el
bebé con el agua sucia de su baño.
No me voy a referir a como se pueden mejorar
o como pueden atender las verdaderas necesidades de la sociedad. Esto está ampliamente documentado, aunque
disperso y debería ser objeto de un libro. Sólo me voy a referir al valor del informe de sostenibilidad para la
empresa, desde el punto de vista interno, de los que tienen
responsabilidad por la responsabilidad
de la empresa.
Tuve la oportunidad de liderar la producción
de varios informes (incluyendo los tres primeros de mi anterior empleador) y
ahora soy asesor sobre el reporte de sostenibilidad en varias empresas y he
podido constatar que, a pesar de los grandes
problemas y frustraciones en logar la producción de un informe efectivo para
los stakeholders, el proceso de
producción es sumamente útil para la empresa.
La preparación del
informe exige y permite:
·
Desarrollar la estrategia de sostenibilidad de la empresa;
·
Determinar lo que es mas importante y armonizar criterios;
·
Definir las acciones que se deciden tomar o no tomar;
·
Respaldar los esfuerzos de los comprometidos dentro de la empresa con
la sostenibilidad;
·
Obtener apoyos y canalizar recursos hacia la sostenibilidad;
·
Concientizar a los no comprometidos en el tema y vencer resistencias;
·
Descubrir que la empresa tiene prácticas responsables y no lo sabía;
·
Agrupar acciones dispersas, incompatibles, incoherentes, en acciones
mas efectivas;
·
Consolidar en un lugar lo que la empresa hace;
·
Enterarse de quienes son sus stakeholders
y a veces, solo a veces (¡que pena!), consultarlos;
·
Desarrollar sistemas de información y control internos a efectos de recopilar
informaciones para poder prepararlo;
·
Informar a la empresa de lo que hace la empresa;
·
Detectar fallas en la gestión y comunicación de la sostenibilidad y si
quieren, tomar medidas;
·
Respaldar la estrategia de comunicación;
·
Usarlo para “gestionar” la opinión (¡no todo es bueno!
·
………y muchas otras cosas.
Que no es poco. Sin el esfuerzo de preparar un informe de
sostenibilidad la empresa no sabe lo que hace en el tema, puede ir a la deriva,
sin rumbo, con el oportunismo de que la acusamos. El informe es condición necesaria, aunque no
suficiente para la sostenibilidad.
Y todo esto a pesar de la otra cara de la
moneda:
· Que el informe es normalmente escrito por consultores que se preocupan mucho de la imagen que se proyecta, de las buenas fotos, de los testimonios altamente positivos de empleados, clientes, proveedores, etc. (aunque algunos se preocupan de la veracidad);
· Que el comité editorial se asegura que las cosas buenas sean magnificadas y que las malas sean minimizadas u omitidas;
· Que el grupo redactor trata de evitar a toda costa que se adquieran compromisos que no sean fáciles de cumplir o ya cumplidos;
· …………..y muchas otras cosas.
Pero poco a poco el proceso de aseguramiento
externo va permeando en las empresas responsables, lo que le añade confiabilidad
al reporte.
En el año 2010 escribimos, medio en broma
medio en serio, una dramatización de este proceso interno en una “telenovela”
de cinco capítulos (Diálogos en responsabilidad, Capítulos VI.1 al VI.5 en el libro Una mirada crítica a la
responsabilidad social de la empresa en Iberoamérica.)
¿Se imaginan una empresa sin sistema de
contabilidad y su respectivo reporte?
¿Se imaginan una empresa sin sistema de sostenibilidad y su respectivo
reporte? No puede haber gestión. Si lo publican o no, en qué forma, donde se
disemina, es otra cosa, pero el informe
por malo que sea es parte del sistema integral del sistema de gestión.
No hay duda de que se podrían combinar estos
positivos efectos internos con una mayor efectividad externa, que redundarían
en una valiosa contribución de la empresa a la sociedad y posiblemente la
empresa se vería recompensada. Y no debemos abandonar los esfuerzos para
expresarles a las empresas nuestras inconformidades con sus prácticas
responsables. Pero lamentablemente
solo podemos hacerlo si nos enteramos y para ello necesitamos reportes
efectivos, en el formato que sea.
Quizás deberíamos
dejar de darles el beneficio de la duda.
Si no lo sabemos es que debe ser malo.
No como ahora que operamos con “ojos que no ven, corazón que no siente”.
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