sábado, 29 de abril de 2023

Es hora de luchar por equiparar los temas sociales con los ambientales


La preocupación por el cambio climático y su mayor visibilidad a nivel mundial está acaparando la atención del ecosistema de la sostenibilidad empresarial y con ello apabullando a los temas sociales y relegándolos a nichos de interés.

I.                Prioridad sobre lo ambiental, descuido de lo social.

El progresivo abandono de la denominación de responsabilidad social de la empresa por el termino más escueto de sostenibilidad, sin apellido, para referirse a la sostenibilidad ambiental conspira contra la sostenibilidad empresarial y conlleva a inferir que aquella es la que importa. Ojalá se prohibiera el uso de la palabra sostenibilidad sin apellido, obligando a referirse a la limitada ambiental o la amplia empresarial y así evitar confusiones y omisiones.

Y en la industria de la ASG, la de los criterios para seleccionar inversiones, también se prioriza la A en detrimento la S. Hay millares de fondos de inversión dedicados a la A, muy pocos a la S y la G.  Casi que solo se consideran estos factores en los fondos de inversión responsable integrales, y aun estos tienen una visión muy estrecha de lo que es la sostenibilidad empresarial. [1]

Además de la visibilidad a nivel empresarial, económico y político de los temas ambientales, sus indicadores se basan en gran medida en temas físicos, más amenos a la medición cuantitativa, en tanto que los aspectos sociales son más emotivos, relativamente más difusos y sujetos a opinión. Y los decisores suelen tener preferencia por lo medible y subestimar lo difuso.[2]

Estos son algunos de los factores que están minando la visión integral de la responsabilidad de la empresa ante la sociedad, en su concepción amplia, de ser, más que de hacer, y en particular está relegando el interés por los aspectos sociales de esa responsabilidad. [3]

Un buen ejemplo de ello es que, con todos los esfuerzos de la Comisión Europea para promover esa responsabilidad empresarial, está priorizando los aspectos ambientales en detrimento de los sociales.  La única taxonomía aprobada es la verde y se ha pospuesto (¿abandonado?) la preparación de la taxonomía social [4] y no se ha comenzado la de gobernanza (salvo en algunos borradores de trabajo). Y las regulaciones para reforzar el rigor de las emisiones de bonos de sostenibilidad se ha limitado a la de los bonos verdes, [5] ignorando los bonos sociales y los sostenibles (verdes y sociales).

Los estándares de reporte sobre la sostenibilidad empresarial de la Comisión Europea, obligatorios para las empresas con negocios en sus países miembros, propuestos hasta mediados del 2023, incluyen 23 documentos: cinco explicativos del proceso, dos sobre requerimientos y diseminación y diez sobre detalles por temática, medioambiente, social y gobernanza, además de seis apéndices explicativos. [6] Pero las directrices específicas para los temáticos han sido pospuestas, concentrándose en los de requerimientos y diseminación. Los del IFRS (que serían de aplicación voluntaria a nivel mundial), propuestos hasta mediados del 2023, incluyen los Requerimientos generales de reporte de información financiera de la sostenibilidad y el de Reporte de información sobre cambio climático. No se han producido lineamientos para otros aspectos de la sostenibilidad empresarial.[7]

En un artículo anterior (La “S” de la ASG: ¿Qué es? …. aparte de ser la cenicienta del grupo y el Adendum) habíamos abogado por reforzar la priorización de los aspectos sociales y habíamos propuesto una amplia conceptualización de ellos, con el objeto de apoyarlo en las estrategias empresariales. Los poníamos en el contexto de las prioridades que se les daba a los aspectos ambientales y de gobernanza.

II.             Un buen intento de rescatar lo social, pero ……

La Corporación Financiera Internacional (International Finance Corporation, IFC), institución de financiamiento y desarrollo del sector privado del grupo del Banco Mundial, publicó un informe con el objetivo de rescatar la importancia de los temas sociales en el financiamiento sostenible a través de préstamos y emisiones de bonos ligados a la sostenibilidad (Social KPIs Matter: Setting Meaningful Indicators for Sustainability-Linked Finance). [8]

Es de recordar que estos financiamientos son obtenidos por las empresas para financiar sus actividades generales, no necesariamente relacionadas con la sostenibilidad empresarial, pero en las que se comprometen al logro de algunas metas de sostenibilidad. En algunos casos incluyen bonificaciones financieras por su logro o penalizaciones en caso contrario. Estos instrumentos tienen serias deficiencias como instrumentos para promover esa sostenibilidad.[9]

El objetivo del documento del IFC es el de presentar indicadores sociales que puedan ser utilizados como metas en esos bonos e indirectamente el de promover la inclusión de metas sociales ante la preponderancia del uso de metas ambientales, si bien ello no es consecuencia de la carencia de indicadores sociales. Es un problema, en parte de preferencia de metas que puedan ser fácilmente cuantificables y logrables, y en parte de la mayor demanda de los mercados financieros por el tema ambiental.

Es muy difícil obtener información sobre la inclusión de metas ambientales y sociales en el financiamiento ligado a la sostenibilidad ya que la gran mayoría (85%) son préstamos en los que la información suele ser confidencial entre las partes. La información sí está disponible para los bonos ligados a la sostenibilidad (15%) al ser emitidos en los mercados. Se ha estimado que el 68% de los financiamientos incluyen metas ambientales, mayormente sobre emisiones, y solo el 23% incluye metas sociales, mayormente igualdad de género y seguridad laboral.  Y aun los que tienen metas sociales incluyen además metas ambientales.

El informe propone metas en seis áreas, con una amplia concepción de que es “social”, incluyendo servicios e infraestructura y la sostenibilidad de la cadena de valor.

Propone cuatro etapas para la implementación de los indicadores

  • Identificar los aspectos materiales y sus indicadores;
  • Desarrollar las metas (líneas de base y benchmarking);
  • Desarrollar el camino para su logro (políticas y procedimientos), y
  • Desarrollar la transparencia.

Ilustra en proceso usando cuatro casos y un apéndice donde propone 55 indicadores para las seis áreas identificadas.  Para ser útiles los indicadores deben tener algunas características obvias, pero es crítico recordarlos:

  • Relevantes, materiales y de importancia estratégica;
  • Medibles consistentemente;
  • Verificables por entes externos; y,
  • “Referenciables” (benchmarkable) a medidas externas.

Es destacar que estas metas, sus características y sus usos son muy semejantes a las que se usan en las remuneraciones de los dirigentes, si bien aquellas se refieren a condiciones del financiamiento y estas a la ejecución de la estrategia de sostenibilidad empresarial. Es muy posible, y lógico, que, si han impuesto condiciones para el financiamiento, estas se traduzcan en condiciones para las remuneraciones de los dirigentes. [10] Cuando analizamos este caso, proponíamos diez características para los indicadores (algunas comunes a las de arriba y otros que deberían haberse incluido): 

  • (1) deberán ser medibles objetivamente;
  • (2) con relación directa con el impacto que se quiere logar;
  • (3) con el plazo de las remuneraciones coincidente con el logro de los resultados;
  • (4) con resultados atribuibles a las acciones de los dirigentes;
  • (5) con costos razonables para su logro;
  • (6) con suficientes alicientes para que actúen;
  • (7) un número manejable (ni tantos ni tan pocos);
  • (8) no deben estimular comportamientos perversos;
  • (9) deben referirse a resultados y, de ser posible, a impactos; y, 
  • (10) consensuados con el Consejo y algunos stakeholders clave.

 Pero es importante distinguir entre los indicadores y metas a incluir en compromisos de financiamiento o de remuneraciones de los dirigentes y los correspondientes a la estrategia de sostenibilidad empresarial. En todos los casos deben ser materiales, estratégicamente importantes y bajo el control de la empresa y sus dirigentes. Pero tienen objetivos diferentes.

En los dos primeros casos deben ser pocos, generalmente menos de cinco y suelen ser más conservadores ya que implican compromisos legales, con prioridad en su medición y consistencia (el informe del IFC propone una extensa lista, pero no hace la advertencia de que el numero debe ser limitado). En el caso de la estrategia, también deber ser limitados, concentrando los escasos recursos donde se tiene impacto, pero hay mayor libertad para seleccionar las prioridades, algunas de las cuales pueden no ser medibles con precisión y ser encaradas con diferentes intensidades en el tiempo, de acuerdo con las capacidades de la empresa, sus circunstancias y las necesidades de los stakholders. 

Adicionalmente se debe distinguir entre metas que se refieren a resultados o logros, de las que se refieren a insumos o productos. En todos los casos, financiamiento, remuneraciones y estrategia, se deberían referir a resultados obtenidos y de ser posible a impactos logrados, pero siendo los primeros dos casos resultados de negociaciones y con obligaciones contractuales es muy posible que se diluyan y se priorice lo factible sobre lo deseable, y se limiten a resultados.

Por ejemplo, si el objetivo de invertir en mejorar la condición profesional de la mujer, los recursos invertidos en su desarrollo son insumos, el porcentaje de ellas en cargos directivos es un producto, la mejora en sus capacidades lograda son resultados y su influencia en las decisiones empresariales sería el impacto.  En las metas de financiamiento sostenible y en las de remuneraciones de dirigentes el más común es el del incluir aquel porcentaje, un producto, que no quiere decir mucho, se puede lograr sin desarrollo, sin competencias, sin influencia y sin continuidad.

Las metas deberían incluir las mejoras de sus capacidades, un resultado, y mejor todavía, su influencia en las decisiones empresariales, un impacto, pero esto complicaría lograrlas. Y “nos hacemos trampas en solitario” y no se usan. Pero las metas de la estrategia de sostenibilidad empresarial, donde no tiene sentido engañarnos, deberían enfatizar las de resultados e impacto.

III.           Lo social también tiene impacto financiero.

También se ha publicado un informe sobre el impacto de los riesgos en aspectos sociales sobre la situación financiera de la empresa, que debería contribuir al interés en estos aspectos (ESG Encyclopedia Vol 2, por Fitch Ratings). También en el impacto financiero se da prioridad a los temas ambientales. Hay gran preocupación, por ejemplo, sobre el impacto del cambio climático en la situación financiera de las entidades financieras, y hay un movimiento que pide que estas instituciones produzcan simulaciones para apreciarlo cuantitativamente, de la misma manera que se hacen los stress test para reflejar en potencial impacto de supuestos cambios en la situación económica y en particular de los cambios en las tasas de interés.

Pero no se ha mostrado interés sobre el impacto financiero que pueden tener los riesgos sociales (laborales, comunidades, clientes, entre otros) sobre la posición financiera, en buena parte porque se consideran riesgos puntuales a empresas específicas, y que no afectan a instituciones que conlleven riesgos sistémicos. Se prefiere ignorar las consecuencias de la inequidad, de la inestabilidad social, del desempleo o subempleo, de la pobreza y de la discriminación, aunque al igual que los aspectos ambientales su impacto es sistémico, afecta a todas las empresas. [11]

IV.            En resumen

Como decíamos en un artículo anterior, la S es la cenicienta del grupo y serán necesarios la concientización de los dirigentes, despertar el interés de los inversionistas responsables y estimular a la sociedad a demandar acciones, para sobreponerse a los obstáculos reales y percibidos que enfrenta relacionados con su menor impacto financiero, no sistémico, y su definición difusa, alejada de impacto real.

Obstáculos casi insalvables. Los temas ambientales tienen impactos mucho más visibles y de interés político a nivel mundial. El cambio climático tiene a su favor los desastres naturales (¡sin ironía!), que lo hace muy tangible y la escasez de agua y la contaminación ambiental tienen grandes impactos sobre la vida de los afectados. Los problemas sociales suelen ser localizados y menor interés colectivo, más fáciles de hacerse la vista gorda.

Los problemas sociales no tienen un acuerdo multinacional como el Acuerdo de París de reducción de las emisiones, ni reuniones anuales a nivel de todos los países del mundo (la Conferencia de las Partes, COP, de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático). Sí están en algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, pero tienen más impacto publicitario que real [12] y en los Principios Rectores sobre las empresas y los Derechos Humanos: Proteger, respetar y remediar,  que cubren una pequeña parte de los aspectos sociales, pero que tienen un carácter disuasorio, de no hacer el mal, no proactivo de hacer el bien, que es lo que se necesita la sociedad de las empresas. [13]

No tenemos la varita mágica para vencer esos inmensos obstáculos, pero si los aspectos sociales se incluyen en las remuneraciones de los dirigentes, más allá de lo simbólico del porcentaje de mujeres en cargos directivos, y aunque no son la solución, por lo menos los hará considerar su importancia y extenderlos y elevarlos fuera del ámbito restringido de los promotores internos en la empresa.

Y estos obstáculos no deben impedir que sí sean prioritarios en las estrategias y actividades de la sostenibilidad empresarial, una empresa a la vez.

Nada en contra de atender los aspectos ambientales. Pero no deben distraer la atención de los aspectos sociales y menos en empresas que tienen poco impacto en aquellos, pero que por moda, el ecosistema de sostenibilidad empresarial les empuja a darles prioridad.



[3] Ver la discusión del enemigo #4 en el artículo Los trece enemigos de la RSE(C): Los primeros seis.

[5] El borrador fue aprobado el 28 de febrero del 2023 por el Parlamento y el Consejo, pero todavía falta la aprobación definitiva, estimada para finales del 2023. El borrador no se ha dado a conocer.

[6] Ver los estándares en First Set of draft ESRS

[9] Ver mi análisis crítico en el caso de los bonos ligados a la sostenibilidad en Greenwashing a la grande II: Emisión de bonos ligados a la sostenibilidad y ¿Hace falta ser una empresa responsable para emitir un bono ligado a la sostenibilidad? y la comparación del potencial impacto sobre la sostenibilidad empresarial con otros tipos de bonos en ¿Tiene el financiamiento sostenible impacto sobre la sostenibilidad? Segunda parte: Inversiones reales.

[10] Ver nuestra serie de tres artículos: Remuneraciones ligadas a responsabilidad, Primera parte: Situación actualSegunda parte: Buenos y malos ejemplos de empresasTercera parte: Cómo hacerlo,…..si se quiere hacerlo.

lunes, 24 de abril de 2023

¿Por qué no en español?


Esta nota no es sobre la responsabilidad empresarial, como todas las demás, es sobre la responsabilidad individual en la defensa de nuestro idioma.

Fabio Rampelli, un alto cargo del partido Fratelli d’ Italia, en ocasión de una propuesta de ley a favor del uso de la lengua italiana dijo:

No tenemos diamantes, minas, o petróleo y gas.  Nuestros recursos son la cultura, la lengua, artes, moda, arqueología y monumentos. Esto es lo que podemos ofrecer al mundo, es lo que podemos mejorar.”

Y en España estamos en una situación muy semejante, pero tenemos algo más valioso que los italianos: un idioma que es oficial en 21 países y usado por casi 500 millones de personas, y millones más que lo tienen como segunda lengua. Sin menospreciar el italiano y su especial idoneidad para expresar el cariño, la lírica, la belleza y la estética. [1]

¿Porque tenemos que llamar cosas en ingles cuando el idioma español es uno de los más ricos del mundo y tiene palabras que expresan perfectamente cualquier idea, sentimiento o concepto? ¿Porque tenemos que escribir en inglés?

¿Porque tenemos que llamar a un seminario y un foro económico en Madrid organizado por instituciones españolas para españoles, People4Good y Wake Up, Spain!? ¿o CSR Academy, un programa educativo en Madrid? ¿o el taller para participantes españoles Peer to Peer Support de la empresa española con nombre en inglés? ¿o el centro de informaciones Rethinking Sustainability Hub, alojado en una empresa con sede en España? ……. ¡Y así sucesivamente! [2]

 

¿Para ampliar el mercado, para que se intuya credibilidad [3] o por esnobismo?

 

Yo, Antonio Vives, español, nacido en Mallorca, emigrado con mis padres a las Américas hace 64 años y desde hace 50 años viviendo en EE. UU. donde el idioma oficial es el inglés.[4]

 



[1] Carlos V, Sacro Emperador Romano (Carlos I de España) que no hablaba muy bien el español, dijo:  Uso el inglés para hablar con mis contadores, alemán para hablar con mis caballos, francés con mis embajadores, español con Dios e italiano con mis amantes.

[2] Nobleza obliga: algún lector habrá notado que uso los términos greenwashing y stakeholders en inglés, porque no me satisfacen las traducciones usadas, lo que he explicado en algunos artículos.

[3] Aprovechando el “efecto aureola”. Ver ¿Se puede manipular la reputación?: El efecto aureola

[4] Y habiendo estudiado solo algunos años de escuela primaria en España, lo que explica, pero no justifica, mis errores gramaticales.

Recomiendo suscribirse al boletín (enviado en días laborables) de FundéuRAE, en www.fundeu.es, donde casi cada día ofrecen sugerencias en español de palabras novedosas en inglés.


domingo, 9 de abril de 2023

Consumo responsable. Primera parte: ¿Incorporan los consumidores la responsabilidad empresarial en sus decisiones de compra?

 

El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones

Proverbio popular


Una de las generalizaciones más usadas en la promoción de la responsabilidad de la empresa ante la sociedad es que los consumidores la aprecian y por ello recompensan a la empresa, ya sea permitiéndoles acceder ya sea a mayores mercados, a mayores volúmenes de ventas y a mayores precios. [1]

Este artículo está dividido en dos partes. En la primera consideramos en que medida los consumidores incorporan la responsabilidad empresarial en sus decisiones de compra para lo cual analizamos los resultados dudosos de recientes encuestas y los ponemos en el contexto de la realidad del mercado. En la segunda parte consideramos los resultados de un estudio sobre la práctica del greenwashing [2] para influenciar a los consumidores y pasamos revista a las propuestas de Comisión Europea para combatirlo.

I.                ¿Incorporan los consumidores la responsabilidad empresarial en sus decisiones de compra?

a.     Una encuesta sesgada: ¿Compraría Ud. .…..?

Se ha realizado centenares de estudios empíricos y de encuestas pretendiendo demostrar que los consumidores favorecen a las empresas que alegan responsabilidad en su comportamiento y en la producción de sus bienes y servicios. Un gran número de ellos se basan en preguntas hipotéticas sobre si favorecerían a estas empresas en sus decisiones de compra.

Estos estudios y encuestas suelen estas sesgados ya que la tendencia natural es a responder que sí a una pregunta tipo “….compraría Ud. un producto producido por una empresa responsable ….o con prácticas responsables….?”. Son muy pocos los estudios y encuestas que analizan el comportamiento actual del consumidor, con preguntas específicas como “…..del total de sus adquisiciones, ¿qué porcentaje monetario ha sido usado en la adquisición de productos o servicios que Ud. sabe que han sido producidos de forma social y ambientalmente responsablemente?”  Estos sesgos lo habíamos analizado en otros artículos por lo que no los repetiremos. [3] Comentamos uno de estos estudios más adelante.

Es posible que una persona hay adquirido, digamos, el 10% de su cesta de compras semanal, de productos que sabe que tienen esas características, pero aun ello es un porcentaje muy pequeño del total de sus adquisiciones.  No es que esto no sea laudable, es posible que sea lo mejor que se puede hacer ante las circunstancias.  El problema está en que los estudios y encuestas suelen extender un comportamiento puntual a una gran generalización, con titulares como:

La mitad de la población se fija en la huella social de las empresas al comprar

Este titular se basa en los resultados de la encuesta Does Corporate Social Responsibility Influence Purchase Decisions? (¿Infuencia la responsabilidad empresarial las decisiones de compra?). Pregunta muy relevante a la que los que promueven y ejercen la responsabilidad empresarial desearían una respuesta definitiva.  Pero lamentablemente no la proporciona.

O sea que, según la encuesta, uno de cada dos personas (encuesta sobre casi 30 000 personas en 36 países) SABEN lo que es la huella social de las empresas, CONOCEN los productos y servicios que la tienen favorable y ACTUAN en consecuencia. ¡Que buenas noticias!

¿Saben lo que quiere decir responsabilidad social de la empresa? ¿cuál es la huella social de un producto o servicio?  ¿cómo se enteran de la huella social de los productos y servicios? Y aun sabiendo todo esto, ¿lo ponen en práctica?

Saben lo que quiere decir "responsabilidad" y saben lo que es una "empresa", y de allí pueden derivar respuestas positivas, pero ello no quiere decir que saben lo que constituye la "responsabilidad de la empresa", ni si estas la ejercen.

El lector puede responder a estas preguntas por su experiencia como consumidor, por lo que no creo que hace falta alargar la discusión.

En el caso de España, casi el 60% de los entrevistados dicen conocer lo que es la responsabilidad social de la empresa, aun cuando hay discrepancias entre los expertos.  Imagínese un estadio de fútbol lleno con 60 000 personas, según esta generalización 36 000 de ellas saben que es la responsabilidad empresarial. ¡Alucinante! 

Al ver esta encuesta hice la mía entre mis seguidores en LinkedIn que, si se interesan en lo que publico, deben ser mucho más conocedores que la población en general sobre estos temas. Con una pregunta más concreta (mayoría de sus compras). Solamente la respondieron 60 personas (el 0,2% de los que respondieron a la encuesta masiva citada), lo que es insignificante y resulta meramente ilustrativo. Los resultados fueron:

En el promedio, alrededor del 3% de estos conocedores cree que los consumidores se fijan en la huella digital en la mayoría de sus compras (incluyo los números revisados para excluir las tres personas que respondieron el 50%, que estoy seguro lo hicieron para fastidiar). Muy diferente al 50% de aquella encuesta.

La encuesta citada tiene otros resultados que por su naturaleza pueden tener menores sesgos por no preguntar directamente por las compras. Los mencionamos como curiosidades por lo que no los analizaremos, al salirse del objeto de este artículo:

  • Por países de habla hispana, los que más dicen conocer (que no es lo mismo que “conocen”) la responsabilidad empresarial están en México (60%), al mismo nivel que España. Le siguen Perú (53%), Paraguay (51%), Brasil (49%), Argentina (47%), Chile (44%) y Ecuador (35%). 
  • En cuanto a la inclusión de ese conocimiento en sus decisiones de compra (mucho y algo), México es el líder en los países de habla hispana con 71%, Chile con 59, Perú con 58, Argentina y España con 52% y Ecuador con 40%.
  • Y un resultado sorprendente, pero significativo, es que en los Países Bajos, país reconocido por su sensibilidad social y ambiental, solo el 19% (¡!) dice que la incorpora, mucho o algo, en sus decisiones de compra. Creemos que lo que esto refleja es la diferencia en sinceridad de los entrevistados en sus respuestas (en Kenia el 87% dice conocer lo que es la responsabilidad social de la empresa).
  • Pero el 42% cree que las empresas dicen que son responsables para mejorar las apariencias (greenwashing) y el 25% cree que las empresas no están interesadas en su responsabilidad social …. ¡pero de todas maneras más de la mitad dicen que la usan en sus decisiones de compra!

El objetivo de esta discusión no es el de menospreciar la encuesta, es para poner los resultados en el contexto de la realidad y no sacar conclusiones equivocadas, sobre todo con los titulares periodísticos. 

Hace falta todavía mucho esfuerzo de concientización sobre la responsabilidad empresarial, de diseminación de información confiable sobre la responsabilidad de los productos y de buena voluntad para que los consumidores actúen sobre todo ello.

Estas encuestas “irresponsables” perjudican los esfuerzos de la promoción de la responsabilidad empresarial y contribuyen a que las empresas hagan más greenwashing para aprovecharse de estas (pseudo)preferencias, como comentamos en la tercera parte. No nos dejemos “engañar por cantos de sirena”.

Y parece que los mismos encuestados caen en el greenwashing con sus respuestas de lo que acusan a las empresas (lo que nos recuerda el célebre soneto de Sor Juana Inés de la Cruz: Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón sin saber que sois la ocasión de lo mismo que culpáis).  [4]

b.     Un estudio riguroso: ¿comprarían o compran?

Hay un estudio empírico, riguroso, [5] que estudió la brecha ente las intenciones y la realidad del consumo responsable y corrobora nuestras sospechas. Investiga la brecha entre las intenciones de compra y las acciones en la práctica en el caso de ropa producida en condiciones laborales adversas (sweatshops) generalmente en países en vías de desarrollo.

Nuestro estudio empírico encontró una muy baja asociación entre las intenciones y el comportamiento.  Se podría alegar que en algunos contextos éticos como el de nuestro ejemplo sobre evitar la compra de ropa producida en “sweatshops”, los consumidores éticos tienen grandes deseos y por ende la motivación para actuar éticamente, sin embargo, las condiciones del mercado los vencen con obstáculos reales como la falta de información, carencia de selección y poca moda en la restringida selección disponible de ropa producida claramente en condiciones éticas. 

Nuestro ejemplo puede ser considerado como un extremo, pero lo cierto es que hay grandes retos para los consumidores responsables en reconciliar sus principios éticos y sus deseos con las realidades del mercado (énfasis añadido).

c.     ¿Es la responsabilidad lo más importante a la hora de comprar?

España es el país del mundo que más prioriza el precio del producto sobre su responsabilidad social según el “Estudio Marco: Hábitos de consumo post-covid”. Este estudio concluye (resumen de España aquí):

Sin embargo, es curioso observar los factores más importantes a la hora de comprar un producto, ya que los dos aspectos más valorados por los españoles son la calidad (82%) y el bajo precio (73%). A estos dos factores les sigue el atractivo de la marca (48%),[6] la responsabilidad social de la marca (43%), la forma de tratar a sus empleados (41%) y la sostenibilidad de la marca (37%).

Esto demuestra que, a la hora de la verdad, la relación calidad-precio, e incluso el tipo de marca, sigue siendo más importante que lo responsable que puedan ser, ya que España se encuentra en último lugar entre los encuestados en cuanto a la importancia de la responsabilidad (43%) y sostenibilidad (37%) de las marcas a la hora de comprar un producto, aspectos que encabezan Portugal (58%) y Francia (57%).

Pero en los tres países de América Latina, Brasil, Colombia y México, los resultados son más favorables a la responsabilidad. Los dos aspectos más valorados son la calidad (90%) y la responsabilidad social de la marca (76%). A estos dos factores les sigue el bajo precio (73%), la sostenibilidad de la marca y la forma de tratar a sus empleados (ambos con 67%) y atractivo de la marca (64%). 

Dado que la encuesta no ofrece seleccionar la importancia relativa de los diferentes criterios, no cuesta nada de decir que todo es importante, de allí que los resultados deben tomarse con cautela.

Y estos resultados demuestran además las confusiones de los mismos autores de los estudios. ¿Son mutuamente excluyentes los cuatro conceptos: atractivo de la marca, responsabilidad social de la marca, forma de tratar a sus empleados y sostenibilidad de la marca? ¿Puede el encuestado distinguirlos?

En la segunda parte de este artículo analizaremos la problemática del greenwashing en las comunicaciones y propaganda que hacen las empresas sobre las características responsables de sus productos y servicios y las incitativas de la Comisión Europea por reducir su prevalencia. 



[1] Ver la generalización número 2 “Los consumidores prefieren los productos responsables y están dispuestos a pagar más” en el artículo Un compendio de la sostenibilidad empresarial en dieciséis generalizaciones falsas: Segunda parte: Las ocho de los promotores.

[2] En español se está usando el término ecopostureo como traducción.  Si bien es correcto, el uso de prefijo “eco” connota medio ambiente. Es cierto que el prefijo “green” también tiene esa connotación, pero su uso está muy extendido para denotar postureo en todos los aspectos de la sostenibilidad empresarial, no solo la ambiental, por lo que preferimos usar el término en inglés (y pedimos disculpas).

[4] Ver mi parodia de este soneto para la responsabilidad empresarial en Hombres necios que acusáis a la RSE sin razón, sin saber que ………..

[5] Who Says There is an Intention–Behaviour Gap? Assessing the Empirical Evidence of an Intention–Behaviour Gap in Ethical ConsumptionLouise M. Hassan, Edward Shiu y Deirdre Shaw, (2016), Journal of Business Ethics, Vol 136, número 2, junio 2016, pgs. 219-236.

[6] En inglés la denominan “Brand sexiness” (¡!).