The Economist publicó una columna sobre la
evolución reciente de la sostenibilidad empresarial (A New Green Wave, Schumpeter,
del 30 de agosto 2014, altamente recomendado si pueden leerlo en inglés), que
merece comentarse por su impacto y por las diferencias de opinión que ha
generado.
Esta columna continua con el interés de la
revista sobre el tema, comenzando en firme en el año 2005 con un informe
especial muy crítico y muy controversial sobre la RSE, “La buena empresa: una mirada escéptica a la responsabilidad social de
la empresa” acusándola, en el mejor de los casos, de ser instrumento de lavado
de cara y en el peor de que la empresa
no debería perder tiempo y dinero en ello.
En enero del 2008 publicó otro informe especial mucho más moderado,
reconociendo la contribución de la RSE con el título “Sencillamente buen negocio” (ambos informes fueron comentados en
mi artículo La
conversión de The Economist de enero del 2008). Ocasionalmente
se publican columnas o noticias sobre el tema, una de las más comentadas fue el
análisis crítico, en la misma columna de Schumpeter, del artículo de Porter y Kramer sobre la Creación de Valor
Compartido (con el que estuve totalmente de acuerdo y que comenté en The
Economist, Porter y Kramer y la RSE)
Leí rápidamente la columna y me pareció
razonablemente balanceada y no le presté más atención. Pero esta atención se despertó cuando leí un
tuit de Alberto Andreu diciendo que The Economist estaba en contra de la sostenibilidad y decidí
analizarlo con más cuidado. Este es el
tuit y un RT textuales:
“Again @TheEconomist is shooting against #sustainability
, corporate responsbility and #green. Why allways them?
http://ow.ly/AWQIy “
RT @aandreup:
I have a question: Why @TheEconomist and Schumpeter's blog are always against #sustainability?
http://ow.ly/AWQIy
O estamos leyendo artículos diferentes o
tenemos visiones diferentes de la sostenibilidad. A veces nuestros grandes deseos y la ilusión
de que la responsabilidad empresarial “debería
ser” no nos permite ver claramente la realidad de “lo que es” (Ver mi artículo
de diciembre de 2008, Responsabilidad
Empresarial: De la ilusión a la realidad).
Analicemos el artículo con algún detenimiento
(transparencia: no recibo nada de The Economist, al contrario ellos reciben el
dinero de mi subscripción). Lo ideal,
querido lector, es que leas la columna y te formes tu propia opinión sobre donde
está la sostenibilidad empresarial.
La columna empieza por enfatizar que buena
parte del problema se debe al (ab)uso
que se hace del término “sostenibilidad”, que cada quién usa como le conviene. Algunos para referirse a acciones puntuales
sobre medio ambiente, otros para referirse a grandes objetivos
planetarios. En eso creo que tenemos que
estar de acuerdo. En las próximas semanas
publicaré un contraste entre RSE, Sostenibilidad, Empresas Sostenibles y
Desarrollo Sostenible, pretendiendo aclarar estas confusiones, aunque estoy
seguro que con poco éxito. No creo que
sea posible resolver las confusiones, es algo con que lo que tendremos que
vivir por muchos años. Y sobre todo
cuando tantos insisten en usar el término sostenibilidad a nivel empresarial. El
columnista Shumpeter no está en contra
de la sostenibilidad, está en contra de la confusión. ¡El mismo artículo comete el error al poner
una ilustración puramente medio ambiental! (arriba)
Después hace una crítica sobre que buena parte
de las acciones y estrategias de sostenibilidad descansan fuertemente en la eco-eficiencia,
en la reducción del consumo de recursos (agua, energía, empaque, etc.) lo que
es en realidad una “estrategia de eficiencia” pero la venden como sostenibilidad. Es una estrategia de eficiencia pero también
de sostenibilidad. No está en contra de
la sostenibilidad, está en contra de que las empresas se limiten a hacer las
cosas que son más fáciles y más rentables.
No tiene nada de malo que lo hagan y lo llamen sostenibilidad, pero
que eso no sea el total de la sostenibilidad de la empresa. Parte del problema es muy viejo, la equiparación
de sostenibilidad a nivel empresarial solamente con asuntos de “medio ambiente”.
Y después pasa a
exaltar buenos ejemplos de sostenibilidad, cuando se incluyen temas sociales, de los
consumidores, de la cadena de valor, o sea, se toma una visión integral. Pone como ejemplo los esfuerzos de una
cervecera en desarrollar sus proveedores, su campaña contra el consumo
irresponsable, entre otros. Pone el
ejemplo del líder mundial en productos para el hogar en su campaña de mejorar la
salud de sus consumidores actuales y potenciales. Otro ejemplo interesante de implementación es
la empresa cuyo comité de sostenibilidad tiene presidencia rotativa entre todos
los directivos para se hagan corresponsables y “se mojen”.
Y concluye reconociendo que se necesita “una
nueva ola”. En la primera se
emprendieron actividades con la mira puesta en los beneficios netos que podrían
proporcionar. Algo perfectamente lógico
y lo que siempre hemos recomendado:
comenzar con lo más fácil, con lo que sea más útil para convencer al resto de
la organización y luego expandir a otros frentes. Esa nueva ola son las actividades que pueden
tener costos tangibles en el corto plazo pero cuyos beneficios pueden ocurrir
en el largo plazo y a veces no ser tangibles.
Hay que recordar que los consumidores y los
inversionistas a lo mejor no reaccionan y que todas las buenas acciones no son
recompensadas en forma de más mercados, mejores precios, mayor productividad,
menor costo del capital. Todo esto requiere
que los stakeholders se enteren y reaccionen
favorablemente.
La primera ola de sostenibilidad se recompensaba a sí misma. La nueva no lo hará. Es más parecido a invertir en una licencia
para operar en el futuro, cuando los consumidores, “cabildeistas” y reguladores
serán más exigentes sobre el comportamiento de las empresas. Esto no quiere decir que la nueva ola no
recompensará a los que la tomen. Pero
mejorará su posición competitiva en el largo plazo, más que los beneficios en
el corto plazo. A diferencia de los
beneficios superficiales de la primera ola, los de la sostenibilidad integral pueden
tardar varios años en llegar.
Para los que estamos
en el tema de sostenibilidad, nada de esto es nuevo. De hecho la crítica que yo tendría al
artículo es que añade poco al conocimiento del tema, más allá del interés y el
impacto que una columna del Economist
siempre tiene.
A lo mejor hay algunos que todavía creen que
el mercado de la responsabilidad funciona, que la reacción de los stakeholders debe ser siempre favorable
y en el corto plazo. No, una cosa es lo
que “lo que debería ser” y otra cosa “lo que “es”.
Articulo muy a
favor de la sostenibilidad empresarial………………. Y muy realista.
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