A medida que evoluciona la experiencia de las
empresas sobre su responsabilidad ante la sociedad se va van enfocando sus
actuaciones y su comunicación al público. Pero las empresas todavía tienen una
visión muy segmentada, compartimentada, de esa responsabilidad y, la gran
mayoría, lo considera como un conjunto de prácticas individuales, más o menos relacionadas. A la hora de reportar interna o externamente,
se hacen los esfuerzos para tipificarlas y agruparlas para que parezcan parte
de una estrategia integrada y coordinada.
Para muchas empresas las actuaciones son las que conforman la estrategia
y no al revés, como sería el ideal.
Paciencia querido lector. Parafraseando a Pascal:
el artículo es largo porque no tuve tiempo para escribirlo más corto.
El reto
Tradicionalmente las empresas, siguiendo los
lineamientos del GRI y los consejos de consultores para la preparación de
informes de sostenibilidad supuestamente responden a esa pregunta fundamental de la RSE, pero de una manera poco
satisfactoria. Reportan los sueldos (empleados), impuestos (gobierno) y
dividendos (dueños/accionistas) pagados, las compras efectuadas (desarrollo
local), los montos de la inversión social, (comunidad), inversiones en
protección ambiental (medio ambiente), y donaciones entre otras “contribuciones
a los stakeholders” (léase:
sociedad). Pero esto es una visión
estrecha y desarticulada de la contribución de la empresa a la sociedad[i]. Si se analiza con más cuidado podemos ver que
su contribución es más amplia de lo que estos simples montos indican, aun
cuando sea difícil de medir y reportar.
Son pocas las
empresas que tienen claro cuál es esa contribución y pierden una buena oportunidad de mostrar su
impacto respondiendo a la pregunta fundamental y organizando sus reportes
alrededor de ella.
Una guía
Afortunadamente la reciente propuesta para la preparación de
informes integrados
del International Integrated Reporting Council, IIRC, ofrece un buen marco de
referencia para responderla, si se interpreta correctamente.
Como hemos comentado en otro artículo sobre
el tema (¿Qué integran los informes integrados? la propuesta no es, como muchos
creen, sobre la integración del informe financiero y el informe de
sostenibilidad. Es una propuesta de
expansión de informe financiero con información no financiera, parte de la cual
debe ser sobre su sostenibilidad.
Sin embargo, para las empresas visionarias,
el esquema ofrece una buena oportunidad de reflexionar sobre su impacto. La
propuesta propone reportar información sobre el impacto de la empresa en seis “capitales”
[ii]:
·
Financiero
·
Manufacturero
·
Social
y relacional /
·
Humano / a veces agrupados como capital intelectual
·
Intelectual /
·
Natural
Los dos primeros son los que tradicionalmente
se reportan en los informes financieros y para los cuales los procesos de
medición y reporte están muy avanzados y sobre los cuales no comentaremos. Para los otros cuatro capitales, el proceso
de medición y reporte está en sus comienzos.
Lamentablemente la propuesta del IIRC no
adelanta propuestas de medición, solo pide reportar información que
presumiblemente será mayormente cualitativa.
Es una oportunidad perdida por parte del IIRC (El informe integrado: lo que podría haber
sido y lo que debería ser). A
estas alturas del avance en estos reportes posiblemente fuera mucho pedir que
las empresas comenzasen a desarrollar sistemas de información para capturar el
impacto sobre estos capitales, de la mima manera que sí lo hacen sobre los dos
primeros. Pero ello no obsta para que no
se adelanten los esfuerzos, como algunas empresas ya lo están haciendo.
Y aun para las
empresas que no tienen los recursos y la sofisticación o experiencia necesarias
en temas de medición y reporte de la sostenibilidad es valioso pensar en la
contribución que hacen a estos cuatro capitales para conformar la estrategia de
contribución de la empresa a la sociedad, aun cuando no se midan y se reporten
cuantitativamente.
Como capital
social y relacional se entiende el valor de las relaciones que la empresa
desarrolla con sus partes interesadas de la sociedad (comunidad, cadena de
valor, lealtad de clientes, gobiernos, fortalecimiento de la sociedad civil,
cultura, etc.). Obviamente muy difícil
de valorar pero no de entender y describir.
Un buen ejemplo de creación de este capital lo constituye Natura,
empresa brasileña ampliamente conocida por su responsabilidad ambiental que se
dedica a la venta a domicilio de cosméticos.
Natura crea capital social y relacional a través del empoderamiento,
seguridad económica y status social de los millones de mujeres que son sus
agentes de ventas. El informe de sostenibilidad de
Natura dedica
una sección a la creación de este valor. De no pensar en este capital, se
podría dejar de destacar esta importante contribución.
El impacto sobre el capital humano (capacidades de los individuos) va mucho más allá de los sueldos (dignos) y beneficios que la
empresa les paga a sus empleados y de las condiciones laborales. Presumiblemente un gran número de ellos
adquieren, a través de su trabajo cotidiano, destrezas y experiencias que los
han enriquecido, que los hacen más valiosos para la sociedad. Y aún más en el caso de las empresas que se
preocupan del enriquecimiento del trabajo a través de rotaciones, cambio de
actividad, mayores responsabilidades, participación en actividades conexas
(grupos de trabajo), etc.
Un ejemplo de reporte del impacto sobre este
capital es el de INFOSYS en India que evalúa y reporta el aumento del valor del
capital humano como consecuencia de la mayor capacidad de generación de
ingresos de sus empleados, resultado de su entrenamiento y la experiencia que
adquieren en la empresa (la empresa concebida como “Instituto de Desarrollo
Humano”)[iii]. La empresa estima que, a través de sus
programas de entrenamiento y capacitación
ha creado valor en el capital humano por US$1.400 millones.
Capital
intelectual, es
el capital que la empresa desarrolla a través del avance de los conocimientos,
en su investigación y desarrollo, en la innovación de productos y procesos y desarrollo
de nuevas tecnologías que pueden mejorar la calidad de vida. Va más allá del capital humano creado en los
individuos. Mucho de aquel capital creado es privado, para beneficio financiero
de la empresa, pero también puede producir algunos bienes públicos a través de
la transferencia de tecnologías, directa o indirectamente a través de su cadena
de valor y de alianzas con gobiernos y la sociedad civil. Aunque en muchos
casos el celo por aprovechar al máximo los beneficios hace que la transferencia
sea mucho menos de lo que debería. A medida que se vaya adquiriendo experiencia
en la producción de informes integrados, surgirán buenos ejemplo de cómo estimar
y reportar esta contribución.
El capital
natural incluye el impacto sobre el medio ambiente. En muchos casos negativo, a través del
consumo de recursos naturales cuyo costo no está adecuadamente valorado (aire,
agua, emisiones, servicios ambientales, etc.) y a veces positivos a través de
la contribución a mejorarlos (emisiones evitadas, restauración del hábitat más
allá de los impactos de la empresa, etc.).
Un ejemplo sencillo sería la valoración de las emisiones directas e
indirectas de gases de efecto invernadero (daño estimado vía el precio del
carbono), o la contabilidad del costo del agua al valor para la sociedad, no
solo al precio al que la adquiere, que en la gran mayoría de los casos no lo
refleja.
Un interesante ejemplo reciente, más
integral, sobre el impacto negativo lo constituye el informe especial de PUMA,
empresa de artículos deportivos, que hizo una valoración parcial del impacto de
sus actividades sobre el capital natural y publicó su Estado de Ganancias y Pérdidas
Ambientales 2010
donde analiza el costo ambiental de sus actividades, incluyendo su cadena de
valor. Valora el costo de emisiones, uso
de la tierra y el agua, contaminación y desechos. Es un ejercicio muy laudable y el informe es
altamente recomendado para entender la problemática que hemos descrito. El
costo total de su impacto se estimó en 145 millones de Euros[iv]. Claro está que de inmediato surge la
pregunta: ¿Quién lo pagó? El Planeta
Tierra y las generaciones futuras. Por menos están conscientes y
presumiblemente harán esfuerzos para reducirlo.
Pocas empresas lo han imitado y hasta la misma Puma parece que lo no
sigue reportando, no sea que se cobren.
¿Se puede?
De la lectura
precedente el lector habrá concluido que es muy difícil medir el cambio en
estos capitales. Y es verdad. Pero ello no obsta para que las empresas
hagan lo esfuerzos para pensar a lo largo de estas líneas con objeto de
responder a la pregunta fundamental, aunque sea de forma cualitativa. Cuando están sujetas a presiones regulatorias
muchas empresas e industrias son capaces de “demostrar” el impacto negativo que
ello tendría sobre sus actividades. ¿Por
qué no hacerlo con su contribución a la sociedad?
Si podemos medir el valor de bienes tan
intangibles como la marca y la reputación, como supuestamente lo hacen
instituciones especializadas, deberíamos poder medir las contribuciones a los
cuatro capitales. Hay que encontrar
buenos economistas (¡y no lo digo en sentido peyorativo!), que estimen esos
valores, claro está bajo una seria de supuestos que deben ser trasparentes.
Un buen ejemplo de esto es el caso de
Cáritas, la organización de beneficencia de la Iglesia Católica en España, que
cuando se desarrolló un movimiento para reducir las contribuciones del fisco
español a sus actividades pudo demostrar que su contribución a la sociedad a
través de sus obras de beneficencia, hospitales, escuelas, etc. excedía con
mucho la contribución del fisco.
Otro buen ejemplo se presentó durante la
discusión de la reforma inmigratoria en EEUU donde se puedo demostrar que la
contribución de la legalización de los inmigrantes ilegales a través de
impuestos y contribuciones, creación de empleos, cohesión social, reducción de
gastos de monitoreo y control, la reforma hacía una contribución muy positiva
al crecimiento económico del país.
Pero esta visión positivista no debe
llevarnos a ignorar algunas contribuciones negativas a la sociedad, aunque es
de esperar que pocas empresas deseen resaltarlas. Algunas empresas invierten significativos
recursos en cabildeo contra las
regulaciones al mismo tiempo que pretenden demostrar su sensibilidad por
los problemas de la sociedad (las compañías de refrescos hacen una gran
oposición a las regulaciones sobre su venta en los colegios al mismo tiempo que
destacas sus esfuerzos contra la obesidad infantil).
Otras empresas lo hacen para obtener susidios y ayudas de los gobiernos, sin
responder por la contribución la
sociedad por el uso de los recursos de los contribuyentes. Con esto no queremos decir que algunas de
estas ayudas no estén justificadas, por ejemplo para el desarrollo de nuevas
tecnologías (por ejemplo energías renovables, avances en medicina), pero sí argumentamos
que las empresas deberían demostrar el valor que crean para la sociedad a
cambio, en el corto o en el largo plazo.
Algunas empresas también contribuyen a la gobernanza pública, por ejemplo a
través del voluntariado en gestión de proyectos y gestión financiera con
gobiernos locales, en alianzas para provenir la corrupción, en la mejora de los
sistemas de justicia, en la mejora de la gobernanza internacional en temas como
gestión de recursos hídricos, de emisiones de gases de efecto invernadero entre
otros.[v]
Idealmente se debería presentar la
contribución neta a la sociedad. Algunas
de estas contribuciones, positivas y negativas no caben claramente dentro de los
seis capitales mencionados. A lo mejor deberíamos añadir un séptimo
capital, el capital político,
donde muchas veces la contribución puede ser negativa a través del cabildeo,
corrupción y la “captura” del sector público.
Aunque para muchas
empresas esto pueda parecer una utopía, especialmente para las PyMEs, representa
un buen esquema para pensar, para diseñar estrategias de sostenibilidad, para
contar lo que pareciera que no se puede contar.
La posición del “no se puede” no suele llevar muy lejos. Para impulsar
la reacción de los mercados y de los consumidores hace falta una visión más
amplia del papel que juega la empresa en la sociedad.
Responder la
pregunta fundamental puede ayudar a ello.
Los reportes sobre sostenibilidad, sean formales o informales, deben
empezar por responder a la pregunta fundamental: ¿Cuál es la contribución de la
empresa a la sociedad?
Y no hace falta
preparar informes integrados, ni siquiera informes de sostenibilidad para poder
“integrar” este esquema en las estrategias, actividades e información sobre
sostenibilidad.
[i] Juan Villamayor publicó
el 22 de septiembre la primera parte de
un artículo (The
Shortcomings of CSR) , cuya segunda parte parece que tratará un tema
parecido al de este artículo (que vengo escribiendo desde hace algunos meses).
[ii] Para mayores detalles
sobre las definiciones de estos capitales ver el documento de base del IIRC, Capitals.
[iii] Ejemplo descrito en el
libro Corporation 2020: Transforming
Business for Tomorrow´s World por Pavan Sukhdev.
[iv] El grupo The Economics of Ecosystems and
Biodiversity, TEEB, está avanzando en el desarrollo de metodologías para la medición
del impacto sobre el capital natural y en una reciente publicación Natural Capital at Risk: Top 100
externalities of business, ha mostrado ejemplos del impacto de industrias, aunque no de
empresas individuales. El estudio estima que por cada $1 de ingresos en la
producción de ganado, se generan costos ambientales no cubiertos
(externalidades) de $18.70, relacionados con el uso de la tierra, del agua y de
las emisiones de gases de efecto invernadero.
El Planeta Tierra y las futuras generaciones les dan un subsidio de
$18.7 por dólar de ingreso.
[v] Ver mi artículo ¿Es mi responsabilidad? El papel público del
sector privado, publicado en el Harvard Business Review America Latina,
abril 2008 (una versión previa está disponible en el sitio de
Cumpetere).
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